domingo, 24 de enero de 2016

El arte de quedarse solo: Cómo sacar provecho de la vanidad


Viernes, 15 de enero
QUÉ ES PARA MÍ EL ÉXITO

“¿Qué preferías vender millones de ejemplares de tus libros traducidos a todas las lenguas del mundo o ser premio Nobel como Svetlana Alexiévich y que no te conociera nadie?”
            “Hombre, nadie, nadie…”, respondo yo.
            Y me quedo pensando en qué es para mí el éxito. No, desde luego, ganar un premio rimbombante de esos que hacen que te conozcan incluso quienes no te han leído ni piensan leerte nunca; tampoco que cada libro mío se convirtiera en un best seller y me lo encuentre hasta en las librerías de los aeropuertos.
            “Yo me conformo con tener uno o dos editores pacientes que publican todo lo que escribo, unos cuantos lectores fieles que lo esperan con interés y que, según vaya pasando el tiempo no tenga que avergonzarme demasiado con lo que he escrito”.
            “Eres un hombre de buen conformar”.
            “Conformarse con lo que uno tiene es el principio de toda sabiduría. Ahora bien, si de pronto me convirtiera en un Paulo Coelho o me dieran el Nobel, no te preocupes, que lo llevaría bastante bien”.



Sábado, 16 de enero
AVILÉS REVISITADO

Antes de volver a Oviedo, como cada tarde de sábado, el paseo de costumbre: el parque Ferrera, la calle Galiana, San Francisco, el Parche, el parque del Muelle… Qué extraña sensación seguir pisando, sesenta años después, las mismas calles que uno recorría cada día cuando niño. Son las mismas y no son las mismas. Como yo, como todo.



Domingo, 17 de enero
GENTE SIN NOVELA

"Estoy seguro de que hay gente encantada de cumplir con sus obligaciones, llegar puntual a las citas, no abusar de la bebida, no desear la mujer de su prójimo, levantarse temprano y acostarse pronto. Les deseo lo mejor, pero lamento decirles que nunca han sido los personajes adecuados para una novela, y es muy probable que nunca lo sean". Leo la contraportada de La reina de las nieves, la más reciente novela de Michael Cunningham, y compruebo que nunca podría protagonizar una novela medianamente interesante. En el improbable caso de que alguien quisiera escribir ni biografía lo tendría muy fácil: visto un día vistos todos.


Lunes, 18 de enero
COSAS QUE NECESITO PARA SER FELIZ

Me gusta, cuando tarda en llegar el sueño, hacer listas. Una de mis preferidas es la de cosas que necesito para ser feliz.
            La verdad es que las tengo casi todas, aunque me pase la vida quejándome para que los demás no me detesten demasiado. Me faltan dos, pero esas son de imposible cumplimiento: la primera, que el tiempo se detenga, que yo siga teniendo los años que tengo, si no indefinidamente, al menos otros sesenta y cinco años más (luego ya se vería); la segunda que, si no todo el mundo, al menos todo el mundo que yo conozco fuera también feliz.
            La primera creo que solo la cumple Dios, que hoy es tan viejo, o tan joven, como al principio del mundo; la segunda, no la cumple ni Dios: hay que ver lo mal que lo pasó gente de su familia más directa y lo mal que lo siguen pasando la mayor parte de sus criaturas. Si a pesar de eso fuera feliz, sería un inconsciente, por no decir un indeseable.


Martes, 19 de enero
VIA BUTERA, 28

Nunca he tenido que ir en busca de aventuras. Me basta sentarme en la terraza de un café a hojear un libro y ver pasar la gente para que comiencen a ocurrir cosas. Estaba yo sentado hace unos días en la cafetería de La Feltrinelli, en Palermo, cansado de patear la ciudad, según costumbre, cuando una mujer de unos cincuenta años, elegantemente vestida (con una elegancia muy italiana, que no sabría definir, pero inconfundible), me preguntó si estaba libre una de las sillas de mi mesa. Le dije que sí y ella de pronto se me quedó mirando, como si acabara de reconocerme. “No esperaba encontrarle aquí, me lo imaginaba en Oviedo”.
             Había cambiado el italiano por el español, que hablaba con un ligero acento. Me conocía, sin duda, pero yo estaba casi seguro de no haberla visto nunca. “¿Ha venido solo? ¿Tiene algo que hacer esta noche? Es el cumpleaños de una amiga, da una pequeña fiesta y estaría encantada de que nos acompañara”.
            Me apuntó una dirección en un papel y dijo: "No tiene pérdida. Es la primera calle a la derecha, junto a Porta Felice. Ahora le dejo que siga leyendo, no quiero molestarle más. A partir de las ocho puede aparece por allí cuando quiera. Le esperamos. Me encanta todo lo que escribe y a mi amiga también".
            Naturalmente, no tenía ninguna intención de asistir a aquella fiesta. Detesto las fiestas y más si son de desconocidos: aquella mujer ni siquiera me había dicho su nombre. Pero acabé llamando al timbre a las ocho y cuarto y tuve que dar algunos paseos por la Cala para no llegar antes de la hora. La dirección me resultó de inmediato familiar: Via Butera, 28. ¿No era esa la dirección del autor de El Gatopardo? Sí y ahí seguía viviendo Gioacchino Lanza Tomasi, su hijo adoptivo, el modelo de Tancredi, que hacía poco había pasado hacía poco por Madrid para inaugurar una exposición sobre Lampedusa en la Casa del Lector.
            La fiesta era en otro de los pisos del mismo palacio y yo me encontré bastante incómodo, como suele ser habitual en estos casos. Los invitados, más de los que yo me esperaba, bebían mucho, se hacían bromas privadas y pasaban de una lengua a otra --el italiano, el inglés, el alemán y quizá el ruso-- con una facilidad para mí desconcertante. Aburrido, salí a la terraza y contemplé las luces que se reflejaban en las aguas oscuras del Tirreno, el cielo estrellado y la silueta del monte Pellegrino. Pensé que era el mismo paisaje que, desde que las bombas americanas destruyeron el palacio familiar en 1943, había contemplado día tras día Giuseppe Tomasi di Lampedusa.
            "¿En qué piensa?", me dijo Clara, la mujer que me había invitado. Se lo conté y resulta que su madre había sido muy amiga de Alessandra Wolff Stomersee, la psicoanalista casada con el escritor. "No hacían apenas vida juntos. Incluso durante muchos años vivieron separados. Ella le consideró siempre un inútil, se sorprendió mucho con el éxito de la novela, como todo el mundo en Palermo. Incluso hubo quien lo achacó al lobby gay, aunque entonces no se llamaba así. A eso achacaron el interés de Visconti por llevarla al cine. Ya sabe cómo son de chismosos los pequeños lugares, me imagino que Oviedo no será muy distinto de Palermo. Pero parece que se está aburriendo”.
            No me aburría en absoluto. Quizá era ella la que quería volver con otros de los invitados. “Gioacchino no está ahora en Sicilia, creo que anda por Roma. Si estuviera, podríamos pasar a saludarle. Le gustaría conocerle, su madre era española. ¿Quiere que vayamos a tomar algo a otro sitio?"
            Me disculpé amablemente. Estaba algo cansado, al día siguiente tendría que levantarme temprano. Se ofreció a llevarme en coche. Pero mi hotel no estaba lejos, en Via Roma, prefería ir andando. Clara me dejó su teléfono, pero no la llamé. Me limité a mandarle, por correo electrónico, unas corteses líneas de agradecimiento, ya en España. 


Miércoles, 20 de enero
TRAJES A MEDIDA

Hace años, allá por los primeros setenta, leí en la revista Camp de l’Arpa unos versos de Carlos Sahagún que se me quedaron para siempre en la memoria y que cito a menudo: “Una vez más nos vemos desamados, / desasistidos, solos. / Y aún esperamos al pie del camino / la más leve noticia de la vida”.
            No los volví a encontrar en ninguno de sus libros. Y ahora, de pronto, al abrir en el café Vetusta el volumen de sus poesías completas, recién publicado por Renacimiento (lo acabo de recoger en el despacho junto a las memorias de una nieta de Melquíades Álvarez), es lo primero que me encuentro.
            Forman parte de un soneto, de comienzo algo convencional: “Dura es la vida cuando el alma insiste / en buscar más allá de la espesura”. Son y no son los mismos versos. Los duendes de la memoria han hecho su labor. Los tercetos dicen así: “Una vez más nos vemos desplazados, / desasistidos, solos. ¿No hay destino, / no hay fin para esta larga despedida? / Lejos, estamos, solos, desarmados, / y aún esperamos al pie del camino / la más leve noticia de la vida”.
            La poesía vive en el lector, no en los libros. Por eso yo siempre cito de memoria los poemas ajenos que he hecho míos. Y nunca compruebo su fidelidad. A veces incluso cito versos de Antonio Machado que no ha escrito nunca, pero que quizá no le importaría haberlos escrito. Los lectores somos coautores. El pie de la letra se queda para el estudioso.  “Una vez más nos vemos desamados”. Desamados sí,  no desplazados. Con las palabras ajenas la memoria nos hace trajes a medida.



Jueves, 21 de enero
EL CLUB DE LOS NEGOCIOS RAROS

En el club de los negocios raros, para decirlo con un título de Chesterton, sin duda el más raro es el de editar y vender libros. Siempre he pensado que los lectores somos unos privilegiados. ¡Cuánta gente empleando lo mejor de su tiempo y arriesgando su dinero solo para que yo, cuando me dé una vuelta por cualquier librería, como esta tarde por la gijonesa Paradiso, encuentre el título que me estaba esperando y que ni siquiera sabía que existía!
            Presento el nuevo diario de Hilario Barrero, mi gentil anfitrión en las errabundias neoyorquinas, y mientras él lee o suena la música del trío que nos acompaña, tomo notas para un manual que alguna vez me gustaría escribir.
            No es cierto, como acostumbro a repetir, que cuanto peor sea la obra más público asiste a la presentación. Esa es una boutade. Un buen escritor puede tener tanto como cualquier poetastro. Yo sé el secreto (en buena parte lo he aprendido de mi amigo Hilario). Y espero desvelarlo, con otros igualmente útiles, en un sucinto vademécum. Podría titularse La adulación mueve el mundo o Cómo sacar provecho de la vanidad.



           







5 comentarios:

  1. Todo el mundo desea que vuelva Zapatero.

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  2. Muchas gracias. Espero leer ese sucinto vademécum.

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    1. Me está gustando mucho tu diario, el penúltimo que publicaste. Soy Miranda, la mujer de Cereijo. Lo que más me gusta, en comparación con otros, es que es muy variado, porque hablas de tu vida en Nueva York pero también de tus recuerdos de infancia en Toledo y de tus viajes, que combinas con reflexiones introspectivas y comentarios de literatura o de noticias de actualidad. Así debe ser un diario, no una ficción, sino real como la vida misma del que lo escribe, una enriquecedora conversación con alguien que no soy yo.

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  3. "Estoy seguro de que hay gente encantada de cumplir con sus obligaciones, llegar puntual a las citas, no abusar de la bebida, no desear la mujer de su prójimo, levantarse temprano y acostarse pronto. Les deseo lo mejor, pero lamento decirles que nunca han sido los personajes adecuados para una novela, y es muy probable que nunca lo sean".
    Si uno lee, por ejemplo, los diarios de Trapiello se dará cuenta de que lo que dice Cunninghan no es exactamente cierto. También creo que Galdos opinaba que cada vida tenía su novela. Pero puedo estar equivocado.

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    1. Yo me alegro de ser una persona y no un personaje.

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