Viernes, 15 de enero
QUÉ ES PARA MÍ EL ÉXITO
“¿Qué preferías vender millones de ejemplares de tus
libros traducidos a todas las lenguas del mundo o ser premio Nobel como Svetlana
Alexiévich y que no te conociera nadie?”
“Hombre,
nadie, nadie…”, respondo yo.
Y
me quedo pensando en qué es para mí el éxito. No, desde luego, ganar un premio
rimbombante de esos que hacen que te conozcan incluso quienes no te han leído
ni piensan leerte nunca; tampoco que cada libro mío se convirtiera en un best
seller y me lo encuentre hasta en las librerías de los aeropuertos.
“Yo
me conformo con tener uno o dos editores pacientes que publican todo lo que
escribo, unos cuantos lectores fieles que lo esperan con interés y que, según
vaya pasando el tiempo no tenga que avergonzarme demasiado con lo que he
escrito”.
“Eres
un hombre de buen conformar”.
“Conformarse
con lo que uno tiene es el principio de toda sabiduría. Ahora bien, si de
pronto me convirtiera en un Paulo Coelho o me dieran el Nobel, no te preocupes,
que lo llevaría bastante bien”.
Sábado, 16 de enero
AVILÉS REVISITADO
Antes de volver a Oviedo, como cada tarde de sábado,
el paseo de costumbre: el parque Ferrera, la calle Galiana, San Francisco, el
Parche, el parque del Muelle… Qué extraña sensación seguir pisando, sesenta
años después, las mismas calles que uno recorría cada día cuando niño. Son las
mismas y no son las mismas. Como yo, como todo.
Domingo, 17 de enero
GENTE SIN NOVELA
"Estoy seguro de que hay gente encantada de cumplir
con sus obligaciones, llegar puntual a las citas, no abusar de la bebida, no
desear la mujer de su prójimo, levantarse temprano y acostarse pronto. Les
deseo lo mejor, pero lamento decirles que nunca han sido los personajes
adecuados para una novela, y es muy probable que nunca lo sean". Leo la contraportada de La reina de las nieves, la más reciente novela de Michael
Cunningham, y compruebo que nunca podría protagonizar una novela medianamente
interesante. En el improbable caso de que alguien quisiera escribir ni
biografía lo tendría muy fácil: visto un día vistos todos.
Lunes, 18 de enero
COSAS QUE NECESITO PARA SER FELIZ
Me gusta, cuando tarda en llegar el sueño, hacer listas.
Una de mis preferidas es la de cosas que necesito para ser feliz.
La
verdad es que las tengo casi todas, aunque me pase la vida quejándome para que
los demás no me detesten demasiado. Me faltan dos, pero esas son de imposible
cumplimiento: la primera, que el tiempo se detenga, que yo siga teniendo los
años que tengo, si no indefinidamente, al menos otros sesenta y cinco años más
(luego ya se vería); la segunda que, si no todo el mundo, al menos todo el
mundo que yo conozco fuera también feliz.
La
primera creo que solo la cumple Dios, que hoy es tan viejo, o tan joven, como
al principio del mundo; la segunda, no la cumple ni Dios: hay que ver lo mal
que lo pasó gente de su familia más directa y lo mal que lo siguen pasando la
mayor parte de sus criaturas. Si a pesar de eso fuera feliz, sería un
inconsciente, por no decir un indeseable.
Martes, 19 de enero
VIA BUTERA, 28
Nunca he tenido que ir en busca de aventuras. Me basta
sentarme en la terraza de un café a hojear un libro y ver pasar la gente para
que comiencen a ocurrir cosas. Estaba yo sentado hace unos días en la cafetería
de La Feltrinelli, en Palermo, cansado de patear la ciudad, según costumbre,
cuando una mujer de unos cincuenta años, elegantemente vestida (con una
elegancia muy italiana, que no sabría definir, pero inconfundible), me preguntó
si estaba libre una de las sillas de mi mesa. Le dije que sí y ella de pronto
se me quedó mirando, como si acabara de reconocerme. “No esperaba encontrarle aquí,
me lo imaginaba en Oviedo”.
Había cambiado el italiano por el español, que
hablaba con un ligero acento. Me conocía, sin duda, pero yo estaba casi seguro
de no haberla visto nunca. “¿Ha venido solo? ¿Tiene algo que hacer esta noche?
Es el cumpleaños de una amiga, da una pequeña fiesta y estaría encantada de que
nos acompañara”.
Me
apuntó una dirección en un papel y dijo: "No tiene pérdida. Es la primera
calle a la derecha, junto a Porta Felice. Ahora le dejo que siga leyendo, no
quiero molestarle más. A partir de las ocho puede aparece por allí cuando
quiera. Le esperamos. Me encanta todo lo que escribe y a mi amiga
también".
Naturalmente,
no tenía ninguna intención de asistir a aquella fiesta. Detesto las fiestas y
más si son de desconocidos: aquella mujer ni siquiera me había dicho su nombre.
Pero acabé llamando al timbre a las ocho y cuarto y tuve que dar algunos paseos
por la Cala para no llegar antes de la hora. La dirección me resultó de
inmediato familiar: Via Butera, 28. ¿No era esa la dirección del autor de El Gatopardo? Sí y ahí seguía viviendo
Gioacchino Lanza Tomasi, su hijo adoptivo, el modelo de Tancredi, que hacía
poco había pasado hacía poco por Madrid para inaugurar una exposición sobre
Lampedusa en la Casa del Lector.
La
fiesta era en otro de los pisos del mismo palacio y yo me encontré bastante
incómodo, como suele ser habitual en estos casos. Los invitados, más de los que
yo me esperaba, bebían mucho, se hacían bromas privadas y pasaban de una lengua
a otra --el italiano, el inglés, el alemán y quizá el ruso-- con una facilidad
para mí desconcertante. Aburrido, salí a la terraza y contemplé las luces que
se reflejaban en las aguas oscuras del Tirreno, el cielo estrellado y la
silueta del monte Pellegrino. Pensé que era el mismo paisaje que, desde que las
bombas americanas destruyeron el palacio familiar en 1943, había contemplado
día tras día Giuseppe Tomasi di Lampedusa.
"¿En
qué piensa?", me dijo Clara, la mujer que me había invitado. Se lo conté y
resulta que su madre había sido muy amiga de Alessandra Wolff Stomersee, la
psicoanalista casada con el escritor. "No hacían apenas vida juntos.
Incluso durante muchos años vivieron separados. Ella le consideró siempre un
inútil, se sorprendió mucho con el éxito de la novela, como todo el mundo en
Palermo. Incluso hubo quien lo achacó al lobby gay, aunque entonces no se
llamaba así. A eso achacaron el interés de Visconti por llevarla al cine. Ya
sabe cómo son de chismosos los pequeños lugares, me imagino que Oviedo no será
muy distinto de Palermo. Pero parece que se está aburriendo”.
No me
aburría en absoluto. Quizá era ella la que quería volver con otros de los
invitados. “Gioacchino no está ahora en Sicilia, creo que anda por Roma. Si
estuviera, podríamos pasar a saludarle. Le gustaría conocerle, su madre era
española. ¿Quiere que vayamos a tomar algo a otro sitio?"
Me
disculpé amablemente. Estaba algo cansado, al día siguiente tendría que
levantarme temprano. Se ofreció a llevarme en coche. Pero mi hotel no estaba
lejos, en Via Roma, prefería ir andando. Clara me dejó su teléfono, pero no la
llamé. Me limité a mandarle, por correo electrónico, unas corteses líneas de
agradecimiento, ya en España.
Miércoles, 20 de enero
TRAJES A MEDIDA
Hace años, allá por los primeros setenta, leí en la
revista Camp de l’Arpa unos versos de
Carlos Sahagún que se me quedaron para siempre en la memoria y que cito a
menudo: “Una vez más nos vemos desamados, / desasistidos, solos. / Y aún
esperamos al pie del camino / la más leve noticia de la vida”.
No
los volví a encontrar en ninguno de sus libros. Y ahora, de pronto, al abrir en
el café Vetusta el volumen de sus poesías completas, recién publicado por
Renacimiento (lo acabo de recoger en el despacho junto a las memorias de una
nieta de Melquíades Álvarez), es lo primero que me encuentro.
Forman
parte de un soneto, de comienzo algo convencional: “Dura es la vida cuando el
alma insiste / en buscar más allá de la espesura”. Son y no son los mismos
versos. Los duendes de la memoria han hecho su labor. Los tercetos dicen así:
“Una vez más nos vemos desplazados, / desasistidos, solos. ¿No hay destino, /
no hay fin para esta larga despedida? / Lejos, estamos, solos, desarmados, / y
aún esperamos al pie del camino / la más leve noticia de la vida”.
La
poesía vive en el lector, no en los libros. Por eso yo siempre cito de memoria
los poemas ajenos que he hecho míos. Y nunca compruebo su fidelidad. A veces
incluso cito versos de Antonio Machado que no ha escrito nunca, pero que quizá no
le importaría haberlos escrito. Los lectores somos coautores. El pie de la
letra se queda para el estudioso. “Una
vez más nos vemos desamados”. Desamados sí, no desplazados. Con las palabras ajenas la
memoria nos hace trajes a medida.
Jueves, 21 de enero
EL CLUB DE LOS NEGOCIOS RAROS
En el club de los negocios raros, para decirlo con
un título de Chesterton, sin duda el más raro es el de editar y vender libros.
Siempre he pensado que los lectores somos unos privilegiados. ¡Cuánta gente
empleando lo mejor de su tiempo y arriesgando su dinero solo para que yo,
cuando me dé una vuelta por cualquier librería, como esta tarde por la gijonesa
Paradiso, encuentre el título que me estaba esperando y que ni siquiera sabía
que existía!
Presento
el nuevo diario de Hilario Barrero, mi gentil anfitrión en las errabundias
neoyorquinas, y mientras él lee o suena la música del trío que nos acompaña,
tomo notas para un manual que alguna vez me gustaría escribir.
No
es cierto, como acostumbro a repetir, que cuanto peor sea la obra más público
asiste a la presentación. Esa es una boutade.
Un buen escritor puede tener tanto como cualquier poetastro. Yo sé el secreto
(en buena parte lo he aprendido de mi amigo Hilario). Y espero desvelarlo, con
otros igualmente útiles, en un sucinto vademécum. Podría titularse La adulación mueve el mundo o Cómo sacar provecho de la vanidad.
Todo el mundo desea que vuelva Zapatero.
ResponderEliminarMuchas gracias. Espero leer ese sucinto vademécum.
ResponderEliminarMe está gustando mucho tu diario, el penúltimo que publicaste. Soy Miranda, la mujer de Cereijo. Lo que más me gusta, en comparación con otros, es que es muy variado, porque hablas de tu vida en Nueva York pero también de tus recuerdos de infancia en Toledo y de tus viajes, que combinas con reflexiones introspectivas y comentarios de literatura o de noticias de actualidad. Así debe ser un diario, no una ficción, sino real como la vida misma del que lo escribe, una enriquecedora conversación con alguien que no soy yo.
Eliminar"Estoy seguro de que hay gente encantada de cumplir con sus obligaciones, llegar puntual a las citas, no abusar de la bebida, no desear la mujer de su prójimo, levantarse temprano y acostarse pronto. Les deseo lo mejor, pero lamento decirles que nunca han sido los personajes adecuados para una novela, y es muy probable que nunca lo sean".
ResponderEliminarSi uno lee, por ejemplo, los diarios de Trapiello se dará cuenta de que lo que dice Cunninghan no es exactamente cierto. También creo que Galdos opinaba que cada vida tenía su novela. Pero puedo estar equivocado.
Yo me alegro de ser una persona y no un personaje.
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