domingo, 4 de enero de 2015

Nadie lo diría: Fuera de casa


Viernes, 26 de diciembre
HACER BALANCE

El cambio de año es un buen momento para hacer balance.
            Cosas que detesto a estas alturas de la edad: perder el tiempo, hablar de política, desayunar solo, mi país, cumplir años, escribir versos, madrugar, pasar la noche fuera de casa, hacerme ilusiones.
            Cosas que amo en esta etapa de la vida: hacerme ilusiones, pasar la noche fuera de casa, madrugar, escribir versos, cumplir años, mi país, desayunar solo, hablar de política, perder el tiempo.


Sábado, 27 de diciembre
HACIA BILBAO

Cádiz y Nueva York me han recordado a Venecia, pero Rafael Sánchez Mazas, cuyo libro Vaga memoria de cien años releo durante el viaje, la encuentra parecida a Bilbao: “Fuimos siempre, como los hombres de aquella próspera república, libres y ciudadanos. Lo que Oriente fue para la Señoría fue para nosotros el Atlántico: Burdeos, El Havre, Brujas, Amberes, Rotterdam, Hamburgo, Liverpool, las Indias… Con los extranjeros, y con los circunvecinos, tuvimos aquel modo ateniense y veneciano de acoger, de tomar costumbres ajenas, de convivir, de comerciar en lanas, en vinos, en oro y en espíritu”.
            Frente a quienes veían en la ría “una cloaca navegable”, Sánchez Mazas la encuentra semejante al Gran Canal: “Nuestro consejo de cónsules remontando la ría en una falúa engalanada con cendales de púrpura me ha hecho pensar, más de una vez, en el Bucentauro. En el siglo XVI había en la ribera de nuestro río siete palacios juntos, de las siete casas nobles de la villa, y aquel trozo de ciudad bien parecería en los albores del siglo XIV un auténtico Canale Grande del Cantábrico”.
            Mi Bilbao es el de Unamuno y Blas de Otero, también el obrerista y combativo de Indalecio Prieto. Le añado ahora el insólitamente preciosista de Sánchez Mazas: “Bajo las constelaciones, es otra constelación de oro. Nuestra ría es otra vía láctea surcadora. Las estrellas continúan floreciendo hasta la raya del mar, que se alcanza desde la cumbre. Las luces de Bilbao se prolongan también, encendiéndose, en un espacio de tres leguas, hasta la misma raya del mar. Y hay allá lejos, hacia el rompeolas, un punto de luz verde, que no se sabe si es un faro alto o un astro bajo. Entonces Bilbao nos parece agigantado hasta lo enorme, casi confundido con el Zodiaco”.


Domingo, 28 de diciembre
UN PARTIDO DE FÚTBOL

Las ciudades, como las personas, tienen muchas caras. La apacible calma de este último domingo de fin de año, con puestos de libros en la Plaza Nueva (compro la Antología poética de Ramón de Basterra) y familias con niños en el parque de doña Casilda, alterna con los grupos que llevan sobre los hombros, a manera de capa, las banderas de Euskadi o Cataluña. Me cuentan que esta tarde hay un partido en que se enfrentan ambas comunidades, que Artur Mas anda por estas tierras, que en el hotel en que me alojo sesenta deportistas vascos se reúnen para pedir la oficialidad de su selección.
            Delante del hotel, comienza la manifestación que lleva hasta el estadio de San Mamés. Más tarde me encuentro, en el Casco Viejo, con los hinchas de uno y otro equipo haciendo causa común: grupos que bailan y beben, las banderas entremezcladas, también los himnos patrióticos. Un caso único en la historia del fútbol, sospecho. Claro que el rival no era el equipo contrario, sino alguien que se fumaba un puro en Madrid o Pontevedra. Naturalmente, el resultado del partido fue un empate.
          

Lunes, 29 de diciembre
LOS LIBROS Y LOS INGENIEROS

“No conocí otro lugar / más cerca del paraíso” dicen los versos iniciales de una décima que le dediqué a mi primera biblioteca. Me vienen de inmediato a la memoria al visitar la Alhóndiga bilbaína. Los tres inagotables pisos de su Mediateka bastarían para hacerme amar esta ciudad, que tantos motivos tiene para estar cerca de mi corazón (el principal, como siempre ocurre, no puedo contarlo). Todos los libros, todos los lectores, tiene aquí su sitio en un maravilloso silencio compartido. Incluso encuentro una estantería rotulada “Lectura fácil” con versiones abreviadas de Huckleberry Finn y de Ivanhoe. Miro a ver si encuentro alguno de mis libros. Y los encuentro y sonrío. Más de una vez he dicho, en broma claro, que el puesto que me gustaría ocupar en la historia de la poesía española es el mismo del orden alfabético: detrás de García Lorca, pero delante de García Montero. Y en el estante de poesía Mudanza sobresale claramente entre los libros de uno y otro poeta.
            Es una broma, ya digo. La verdad es que en esa historia yo me conformaría incluso con una nota a pie de página. El consuelo lo puso Borges en boca de un poeta menor: “La meta es el olvido. / Yo he llegado antes”.
            Visito luego el Museo de Bellas Artes y, antes de entrar en él, descubro otra de las caras de esta ciudad, muy española en eso (y no solo en el aguilucho franquista que corona uno de los edificios de la plaza Moyúa). Una placa dorada reproduce un texto de Unamuno: “Hubo árboles antes de que hubiera libros y acaso, cuando acaben los libros, continúen los árboles. Y tal vez llegue la humanidad a un grado tal de cultura que no necesite ya de libros, pero siempre necesitará árboles. Y entonces abonará los árboles con libros”. La placa la ha colocado, junto a un esmirriado roble, la penúltima promoción de Ingenieros de Montes, que no parece amar demasiado los libros.
            ¿Qué gente tan culta sería esa que no necesita leer a Horacio o a Cervantes, a Borges o a Virgilio? Quien mucho escribe, mucho yerra, amigo Unamuno. Lo sé por experiencia.


Martes, 30 de diciembre
SIN NINGÚN MOTIVO

Cené la noche del domingo con Iñaki Uriarte, en su ático con vistas neoyorquinas (a un lado el neogótico de la iglesia de los agustinos, al otro el rascacielos de Iberdrola), y hoy al abrir al azar Libros peligrosos, de Juan Tallón, me encuentro con que habla de él: “Uriarte es una fuente casera de felicidad”. No sé yo, eso habría que preguntárselo a María, su mujer, con la que es un placer hablar de las gentes y cosas de Avilés. Los libros de los que se ocupa Juan Tallón no son peligrosos, sino obras que, por una razón u otra, le han interesado. Muchas veces no tiene nada que decir del título elegido –quizá solo hojeado– y se limita a cuatro gracietas de periodista más o menos postmoderno. De los diarios de Iñaki Uriarte nos dice que “no son, digamos, los de Andrés Trapiello, de los que podría hablar mucho”. Lo repite en la conclusión: “Resulta evidente que Uriarte no es Andres Trapiello, que vive en sus diarios, y de vez en cuando sale a hacer un recado, pero rápido. Es como si viviese en sus papeles y, de vez en cuando, se airea”. ¿Quién vive en sus papeles?
            Yo miro con cierta envidia el éxito de los diarios de Iñaki Uriarte. No se puede conseguir más con menos. Se lo digo. Y él sonríe. Finge no darle importancia, pero le importan mucho –son su salvavidas– esas anotaciones hechas como al desgaire por un indolente vocacional.
            Dentro de poco saldrá la tercera entrega, apenas noventa páginas, con la que da por concluida una obra que cabe en un tomito. Y con eso basta para quedar. “Otros, en cambio, nos hundimos en el olvido abrumados con el peso de cien volúmenes”, le digo con mi falsa modestia habitual. Sabe que no soy del todo sincero. Y que, en cualquier caso, prefiero ser olvidado después de haber escrito miles de páginas a salvarme con un solo libro escrito después de los sesenta años.
            “Es que tú, digas lo que digas, no escribes para pasar a la historia de la literatura ni para ganar dinero. Tú escribes como viajas, sin ningún motivo, porque no puedes estar sin hacer nada”.


Miércoles, 31 de diciembre
PARA DESPEDIR EL AÑO

Cabe en un grano de arena
todo aquello que has vivido.
Mira sin ninguna pena
lo ganado y lo perdido.
¿De qué vale tu lamento?
El tiempo es solo un momento.
Un día es como otro día
y uno y otro suman cero.
Igual diciembre que enero,
el dolor que la alegría.


Jueves, 1 de enero
UN JUGUETE NUEVO

Me fui a la cama con la melancolía de los finales, del tiempo que pasa y no vuelve, y me despierto con la alegría del niño que se encuentra con un juguete nuevo. ¿Cuántos amores, libros, viajes, amaneceres, amigos, cafés, descubrimientos, inéditas maravillas caben en un año? Claro que también hay sierpes y trampas al acecho. Pero el azul del cielo es hoy tan hermoso que no puedo pensar en ello, solo salir a pasear, acariciar el día, el año recién nacido y luego, al volver a casa, preparar la maleta.
            Yo soy de esas personas que en ningún lugar están tan bien como en casa. Salvo fuera de casa.



3 comentarios:

  1. Querido Martín, como yo también amo hablar de política en esta etapa de mi vida, abuso de tu blog y le endilgo:

    Por si Merkel osara amenazarnos.
    Hagamos acopio de cantidades ingentes de semillas de algarrobo, nabo, remolacha, centeno, trigo, maíz, cebada y mimemos los olivos como a la abuela nutricia que nos sostiene con la parca pensión de viuda antigua. Emprendamos cursillos de reciclaje de ropa y de corte y confección y que pacientes costureras nos enseñen a revertir la tela de un traje o a poner un remiendo en la codera. Que no se tire al contenedor una botella intacta de vidrio ni se queme un litro de gasoil por darse un garbeo en día de asueto. Volvamos al cine de barrio y quitémosle los platinos al televisor. Los domingos, vino cosechero y un cucurucho de aceitunas solares. Démosle vida renovada al sufrido gremio de los zapateros remendones, al de los afiladores de tijeras, a los componedores de paraguas. Y que las mujeres no tiren las medias con carreras, que van a florecer como setas los letreritos de "se cogen puntos a las medias". También se han de ver muchos huevos de madera, esos que se meten en el talón de los calcetines viejos que necesitan un zurcido. A los niños, no les va a faltar su tebeo semanal y por el santo o el cumpleaños sabrán qué preciosos caballos de cartón se hacen con los viejos periódicos prensados.
    Y los obreros volverán a la taberna al salir del trabajo y se retirarán tempranito porque ponen teatro en la radio de la cocina. Y las lámparas de lágrimas de cuarzo dejarán su sitio a la suficientes bombillas de cien watios y los flexos con su luz azul sedarán la vista quemada por el halógeno. Y...
    Y volveremos a una economía de guerra, y nos pararemos por las esquinas a leer los bandos, las proclamas, las consignas. Y las calles y las amplias alamedas de las ciudades y de los pueblos serán paseos, puntos de encuentro de los jóvenes que se cruzan, arriba y abajo, entre miradas furtivas y arreboles en las mejillas.
    Volveremos a ser un pueblo austero, con apenas lo suficiente para sobrevivir con decoro. Y sobre ese decoro habremos de construir una nueva sociedad, como la que teníamos antes de que tomara el camino errado, por seguir a chamarileros y a traficantes de mala entraña.
    Merkel: no pasarás.

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  2. Tu libro también está en mi biblioteca, pero al lado de Fabio Morábito por casualidad. Espero que te sientas cómodo.
    Besos,

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