Sábado. 29 de marzo
LO CONTRARIO
“La contradicción es la forma más baja de la inteligencia”,
leo en los aforismos de Gibran K. Gibran que acaba de publicar Renacimiento. ¡No
estoy de acuerdo!, respondo de inmediato.
La verdad
es que, si esa afirmación resulta cierta, ninguna inteligencia más baja que la
mía. Algún amigo ha bromeado diciendo que lo que yo pienso sobre cualquier
asunto se puede resumir en dos palabras: pienso siempre lo contrario.
Domingo, 30 de marzo
UN REPROCHE DOMINICAL
Alza los ojos del periódico y me dice: “Eres demasiado
transparente. Todo lo cuentas. A plena luz no hay nada que no pierda gran parte
de su interés. Deberías dejar algún aspecto de tu vida en penumbra, si quieres
que tengamos algún aliciente para seguir leyéndote”.
Sonrío. La
mejor manera de guardar un secreto es hacer creer que uno no tiene ningún
secreto. Y yo los tengo, como todo el mundo. A veces para sobrevivir hay que
hacer cosas de las que uno luego no se siente demasiado orgulloso.
Lunes, 31 de marzo
UN RECUERDO INFANTIL
Era una clara noche de verano. Durante todo el día, había
hecho mucho calor y la gente lo había pasado encerrada en sus casas, o eso me
parecía a mí. Ahora todo el pueblo estaba en la calle, paseando por la
carretera (que entonces, con poco tráfico y grandes árboles, todavía era un
lugar de paseo) o en la plaza del Mercado. En la Pista , frente a las
escuelas, no había sin embargo nadie. Otras noches se celebraba allí baile. Aquella
noche se escuchaba solo el rumor de la fuente, y los olmos inmensos, como
bondadosos gigantes, lucían en todo su esplendor. Los troncos retorcidos
estaban llenos de grietas que se abrían como grandes bocas. Los niños, a la
hora del recreo, jugábamos a escondernos en ellos. Aquella noche, como un ágil
gatito, yo también me escondí, deseoso de estar solo, enfadado por no sé qué
razón. Tendría seis o siete años, no más. Mi madre charlaba con las vecinas a
la puerta de casa, despreocupada de mí. En aquel tiempo los niños, incluso desde
muy pequeños, campaban a sus anchas por todas partes, confiados solo al ángel
de la guarda. No sé por qué me dio por esconderme en el tronco del árbol si
estaba solo en la plaza, si era de noche, si soplaba una brisa fresca tras el
agobiante calor de la tarde, si había una gran luna y el cielo refulgía con
todas las estrellas. Y entonces oí aquellas dos voces susurrantes. Una me
resultaba familiar, la otra me era desconocida. Poco a poco fueron subiendo de
tono, como si comenzaran a reñir. Yo me acurruqué todavía más. “Habla bajo.
¿Quieres que se enteren los vecinos?” Y luego: “Como se entere alguien, te mato”.
Yo comenzaba a tener miedo, y en aquel momento, precisamente en aquel momento,
un bicho repugnante comenzó a subirme por la pierna derecha. No lo veía bien,
no sabía qué era, quizá un ratón o una araña o una lagartija. Contuve las ganas
de gritar. Pero creía sentir su aliento, y un mal olor, que quizá no procedía
de él. Y entonces la voz áspera, de hombre (la otra me pareció de mujer) volvió
a oírse con amenazadora nitidez: “Si se entera alguien, te mato. Escúchalo
bien, te mato”. Yo iba a ponerme a gritar, no podía más, prefería que me matara
a mí también a seguir a merced de aquel enemigo desconocido. Risas y voces anunciaron
a un grupo que se acercaba. La pareja se despidió sigilosamente y yo salí de un
salto y eché a correr. Instintivamente miré hacia atrás antes de dejar la Pista. Había un
sombra torva cerca de la fuente, junto al camino de Las Vegas. Sentí sus ojos
fijos en mí, aunque no podía ver su cara. Él si vio la mía. Yo seguí corriendo
hasta llegar a casa, lamentando mi curiosidad. Me había reconocido, sin duda.
Mi vida estaba en peligro por haber descubierto un secreto, aunque yo no sabía
cuál podía ser ese secreto. Hubo que bañarme muy bien bañado antes de meterme
en la cama. Al día siguiente tenía fiebre y no pude ir a la escuela. No fui en
varios días, aunque a mí nada me gustaba más que ir a la escuela. No le conté
nada a nadie, a pesar de que desde entonces me convertí en un niño asustadizo
que no se despegaba de las faldas de su madre. Luego olvidé aquello, como
tantas otras cosas. Lo he recordado ahora, quizá porque ayer me acusaron de no
tener secretos, y he recordado también las pesadillas que tuve hasta muchos
años después en las que un árbol abría la boca y me tragaba y yo rodaba por su
interior hasta una gruta llena de viscosas alimañas. Me despertaba siempre
sudoroso.
Es curioso
que luego lo olvidara todo, como si nunca hubiera existido. ¿Cuántas partes hay
de mi vida que he olvidado por completo, pero que están ahí, agazapadas,
esperando a saltar sobre mí en cualquier momento?
Martes, 1 de abril
CONTAR LA
VIDA
No ser un escritor de éxito tiene también sus
compensaciones. La primera de todas, la libertad que da el no tener demasiados
lectores: uno puede decir lo que le da la gana sin que le manden callar de una
u otra manera. La segunda, que nadie se va a tomar la molestia de indagar en la
biografía de un escritorzuelo, de sacar a la luz los trapos sucios que todos
guardamos en el armario.
Ya sé que
es un tanto absurdo, pero me aterra la posibilidad del biógrafo riguroso que un
día se dedicara a preguntar a los que me han conocido, a rebuscar documentos, a
contar mi vida con todo detalle.
Sueño con
eso, sueño con que paso ante el escaparate de la librería Cervantes y veo
repetido en él un grueso tomo firmado por Ian Gibson y con mi nombre en la
portada.
Mis amigos
se ríen cuando les cuento este sueño, piensan que no es más que otra
manifestación de mi desaforada vanidad, que me lleva a igualarme con Lorca.
Pero yo sé que no es así, que me despierto sudoroso y angustiado. Sé que esa
posibilidad me aterra de verdad.
No tiene
que ver ese sueño con otro que tuve una vez. Me despertaba el teléfono, a altas
horas de la madrugada, y una voz me anunciaba que me acababan de conceder el
premio Nobel. Yo respondía: “Muchas gracias, pero por favor dénselo a Pere
Gimferrer, o en su defecto a Javier Marías, que les hará más ilusión”. Y seguía
durmiendo, en el sueño y en la realidad.
Quizá
debería consultar con un psicoanalista (o con mi amigo José Luis Mediavilla) para
descubrir ese secreto que me aterra salga a la luz. Claro que luego pienso que
para qué voy a hacer yo el trabajo sucio de los futuros biógrafos.
Y como no es
probable que lo hagan nunca, mejor dejarlo así, sepultado en el sótano bajo
siete llaves.
A veces
pienso que si me paso la vida contando mi vida es solo para que todo el mundo
se aburra de ella y no quiera saber más cosas de mi vida.
Viernes, 4 de abril
GATO POR LIEBRE
Una de mis obsesiones, ahora que me voy haciendo viejo, es
que la edad nos vuelve más tontos. Y como siempre que uno se obsesiona con algo
todos los días encuentro confirmada esa obsesión. Hoy le toca el turno a Juan Luis
Cebrián. En el periódico del que fue el primer admirado director (un periódico
que yo compro diariamente desde mayo de 1976, soy un hombre fiel a mis
costumbres) publica un largo artículo (comienzo en portada, dos páginas
interiores) para refutar los peligrosos infundios sobre el rey y Suárez que un
libro de Pilar Urbano acaba de poner en circulación.
Es una
declaración solemne, propia de las grandes ocasiones, en la que se defiende al
rey y se defiende a Suárez, ese político al que su periódico y todos los demás acaban
de canonizar. Pues bien, esto es lo que nos dice Cebrián sobre el “artífice” de
la mitificada transición: “Su dimisión la querían los miembros de su partido,
incluidos algunos de sus ministros, los militares, los obispos, la oposición y
hasta el rey. Pero como el propio Suárez se encargó de explicar durante años y
tuvimos ocasión de oírle decenas de veces, nadie le destituyó (nadie, salvo el
Parlamento, podía hacerlo), se marchó por propia decisión una vez que
comprendió que era lo mejor que podía hacer por sí mismo y por España”.
Hombre,
Cebrián, está claro que nadie le destituyó (por eso se trata de una dimisión),
pero lo que también está claro es que con la oposición del rey y de su propio
partido era cuestión de días, o de meses, que fuera destituido. Unas líneas más
adelante remacha el elogio “del mejor político que hemos tenido nunca”, del
“político que necesitaríamos en estos tiempos”, según se ha repetido
últimamente, hablando de “la absoluta incapacidad que tenía para interpretar la
verdadera realidad del país y el poco aprecio de su figura por la opinión
pública. Al fin y al cabo, había sido incapaz de prever, descubrir y abortar el
golpe, del que la Operación Galaxia
había sido un prólogo meses antes”.
Al libro de
Pilar Urbano que motiva su homilía –“Gato por liebre” la titula– lo define como
“una meritoria colección de anécdotas que lleva a su autora a defender tesis
tan fantasiosas y creíbles como las revelaciones de los sabios de Sión”.
¿Habrá
leído Juan Luis Cebrián La gran desmemoria,
el libro de Pilar Urbano? Probablemente, no. Si lo hubiera hecho, se habría
dado cuenta de que –al contrario que su artículo, una contradictoria defensa de
la verdad oficial (lo más contrario al oficio de periodista)– es una obra seria, bien estructurada, de
apasionante lectura, que no oculta la fuente de ninguna de sus observaciones (y
nosotros podemos prestarle más o menos crédito a esas fuentes) y que incluye un
documento tan trascendental para probar la implicación del rey en la operación
Armada como los famosos papeles de Bárcenas para la contabilidad B del Partido
Popular. Se trata de una reproducción del diario inédito y manuscrito de Jaime
Carvajal y Urquijo, por entonces uno de los mejores amigos de don Juan Carlos.
En la anotación del 5 de julio de 1980, tras visitarle, escribe: “Encontré al
Rey físicamente bien. Más distanciado que otras veces de Suárez (a quien tuvo
que decir que ‘el Rey recibe a quien le sale de los co…’) y pensando en la
posibilidad de un ‘independiente’ (?). Me comentó la reciente audiencia que
concedió a Carrillo a quien encontró muy preocupado por la crisis de UCD: ‘es necesario un partido fuerte de la
derecha para la estabilidad de la democracia’”.
La
anotación es manuscrita y se pueden hacer todos los análisis pertinentes para
comprobar que es auténtica, que en 1980, algunos meses antes del golpe, el rey
estaba pensando en la sustitución de Suárez por un “independiente”, que es,
exactamente en lo que consistía la operación Armada.
Sábado, 5 de abril
LOS BUENOS AFORISMOS
Los buenos aforismos, como los buenos versos, son aquellos
que se nos quedan en la memoria y nos acompañan para siempre. Estos días recuerdo con frecuencia uno de
Gibran: “Lo obvio es aquello que no se ve hasta que alguien lo expresa de
manera sencilla”.
Y no sé si
me engaño, pero me parece que últimamente me estoy convirtiendo en un
especialista en decir lo obvio de la manera más sencilla posible.
A propósito de Gibran. Con la noticia de la recuperación de sus aforismos en Renacimiento me llega un recuerdo imborrable de la primer adolescencia. El párroco de Sama, un cura culto y sensible que había ejercido su ministerio en El Bronx de Nueva York y al que la extrema derecha local tildaba de comunista para arriba en los primeros años de la Transición, me regaló un ejemplar de “El Profeta”. Don José Luis –como todavía se le recuerda con afecto en mi pueblo- había sido nuestro vecino del primero en la casa de dos pisos donde nací y viví hasta los nueve años, durante las obras de reforma de la Rectoral de Sama. Mis padres, que nunca fueron especialmente religiosos, habían sido de los pocos vecinos que de una manera explícita le habían mostrado su apoyo moral ante la persecución de la que era objeto por parte de los fachas. Mantenían con él una cercana relación de amistad y complicidad que se había estrechado en la tertulia literaria animada por el doctor Eugenio Torrecilla. Sabía de mi interés por la lectura y me regaló aquel libro junto a otro best seller de esos años, el famoso “Juan Salvador Gaviota” de R. Bach. Entonces me fascinaron por igual ambos títulos. Pasó el tiempo y de aquel escritor libanés Gibran sólo volví a tener noticia a través de unas ediciones espantosas, no sé si impresas en Argentina o en México, que circulaban por los mercadillos. Creo que nunca llegué a verlas en ninguna librería. El feliz recuerdo de la lectura de “El Profeta” tampoco nunca llegó a ser suficiente como para que me decidiera a comprar ninguno de esos volúmenes, estéticamente repulsivos, editados en colecciones de títulos sobre yoga, budismo y otros cuentos chinos…Intenté abrir alguno de esos librillos y se les despegaban las hojas o simplemente se descuartizaban enteros. Esas horrendas ediciones me alejaron para siempre de volver a sentir cierta curiosidad por la obra de Gibran. Saber ahora de esta edición de Renacimiento y del segundo aforismo que citas me lleva a pensar en ese aforismo de Juan Ramón Jímenez que tanto le gusta citar a Andrés Trapiello (y del que ha hecho casi una divisa personal de su oficio de editor, tipógrafo) y que viene a decir, no sé si la cita es exacta:”Un mismo libro dice cosas distintas en ediciones distintas”. A mí por lo menos me ha devuelto la curiosidad por ese Gibran, del que llegué a dudar si no sería una impostura como otro clásico de aquellos años, el Carlos Castaneda de las Enseñanzas de Don Juan.
ResponderEliminar¡Madre mía! Creo que me pasé en la extensión del comentario como uno de esos friquis anónimos o enmascarados que se pican con tus opiniones acerca del independentismo catalán...Disculpa el rollazo.
ResponderEliminarNo, no, Pablo Antón, tú no eres como el F. gijonés. Tú añades otra historia mejor a mis historias.
ResponderEliminarJLGM
Vive dios que lo que escribe el F. gijones (en realidad romano) no desmerece de "lo" tuyo, buen Martín. Historias que te mejoren no escribiré aquí, porque a este tu café vengo a discutir de política y a intercambiar chismes y malevolencias. Pero que te conste que F. gijonés sí que ha escrito y escribe historias, al parecer interesantes y bien aderezadas, según el criterio de quienes llegan a gozarlas.
ResponderEliminarPero si tu confortable (por lo cómoda) persona nota en los académicos ijares mi ocasional (podría ser más asiduo para horror tuyo, buen Martín; mi verbo es caudaloso como el Ebro por Amposta) aguijón, no es por inquina hacia ti, buen hombre, sino porque tienes cierta capacidad de irritarme con tu temerario panfilismo pro PSOE (amén de otras panfilerías de menor escándalo). Y ello es poco tolerable en persona que tanto alardea de buen juicio y que presume de tener una panoplia dialéctica que ni en buen Tirant lo Blach (nada que ver con el temple de la mía, sea dicho sin la menor presunción y sí con mucha objetividad: si no, que hable el Oráculo) Y como es tiempo de rearme moral y de que la impostura empiece a blanquear su osamenta bajo un sol inmisericorde de justicia, pues eso, que uno, que es muy suyo y muy hacendoso que no deja pasar una; que existen dómines y catedráticos que pueden hacer mucho daño colateral, prevalidos de su influencia, sobre el cándido cacumen de discípulos, lectores y adoradores de tertulia literaria.
Nada más que todo eso, buen Martín: en el fondo afecto respondón (snif).
Por lo demás, bien en Kasa (sic).
La verdad es que defender a alguien como buen narrador de historias sin haberlo leído es algo como mínimo paradójico. No querer escribir historias que "te mejoren" [a JLGM] es de lo más extraño - ¿algo que no haya escrito ya el bueno de JLGM puede mejorarlo o empeorarlo, a no ser esos "chismes y malevolencias" que viene a intercambiar el desconocido F. panopliero?-. De todas formas, si tanto le desagrada lo que escribe el autor de este diario tiene una solución muy sencilla: dejar de leerlo. Porque la verdad es que a veces uno tiene la sensación de que hay personas que siendo incapaces de escribir su propio diario - o blog, o libro o lo que sea... - prefieren meterse en los de otros para soltar lo primero que les viene a la cabeza, imagino que porque Café Arcadia tiene un número considerable de seguidores, algo no precisamente fácil de conseguir. Y en algunos casos como el de arriba, a ser posible con un vocabulario de esos que dan la impresión que tras las palabras no hay ideas, y si las hay podían expresarse en dos líneas que entendería todo el mundo; lo que sí parece haber es el gusto por escucharse a sí mismos.
ResponderEliminarHay algo de necio (en su acepción latina más liviana) y algo de atinado en lo que escribe don Pasacalle. Es atinado que se extrañe por la expresión "que te mejoren"..., si no entiende que es un término coloquial que quiere significar "que te superen" y que yo he empleado con conocimiento de la contradicción que lleva implícita. Pero nescea cuando especula con mi desagrado hacia los textos del buen Martín, de quien unos renglones más arriba acababa de hacer un comentario elogioso (Línea roja y tal, ¿no?). Carece, pues, de sentido que me suelte el tal don Pasacalle un consejo del tenor de aquel de "si no te gusta España vete pa Cuba" (ahora está de moda mandar pa Venezuela), propio de la finura intelectual de los Rojo y de los Inda de la tele cuando insultan a Pablo Iglesias (jr.). No es eso, no es eso.
ResponderEliminarNescea también (y lo entiendo: ¿qué va a saber el bueno de don Pasacalle del Tartufo F.?) cuando aventura que servidor sea incapaz de sostener un blog con la divisa propia para así no parasitar los ajenos, usándolos como diván catártico de la señorita Pepis (ceguera de toda ceguedad). Claro (al parecer, no) que soy capaz de escribir un diario, un libro... ¿Ignora don Pasacalle que hoy cualquier piernas puede editar un "libro"? Yo conozco a más de uno y hasta he tenido que aguantar que me obsequien con un autógrafo cariñosísimo, si tengo la debilidad de asistir a la presentación (suelo acudir siempre que haya pinchoteo).
Y ya lo creo que entre la fronda exuberante palpitan las ideas; incluso diría las nobles ideas. Lo que pasa es que don Pasacalles trota por las aceras y pasos de cebra sin fijarse en la arquitectura de las casas... Debe de ser de los que tienen lo retórico como vicio nefando; seguro que es de esas personas que abominan del retablo barroco y piensan que Churriguera no pasaba de churrero voluntarioso. Pensará que el rococó es un estilo solo válido para pisaverdes y chichisbeos de peluca empolvada y que donde esté la seriedad de Beethoven que se quite el vivalavirgen de Pergolesi: perifollos, fuera.
Y sí, claro que me complazco en escucharme a mí mismo. Los males suelen venir de la otra parte, de los campechanotes que les da pudor pulir estilo y hablar (escribir) a la pata la llana.
Que le conste al buen José María García Pérez que estimo no ser necio, ni megalómano, ni ególatra patológico, sí sostengo (impávido) que la médula de mi discurso (esa que está debajo del hueso y que hay que saber aflorar..., como nuestros entrañables neandertales sabían) es noble, honrada, solidaria, progresista, lúcida y compasiva. Que me prive pinchar las posaderas de mis prójimos que no son precisamente un dechado de humildad, más bien de un ego muy desarrollado y a veces poco fundamentado, no empece para que semejante pecadillo oscurezca aquel dechado de virtudes.
¿Verdad que sí, don Pasacalle?.
He querido decir "y hablan a la pata la llana".
ResponderEliminarSorry.
Cada día que pasa debo de escribir peor, no cabe duda, si F. cree que no le entiendo, lo único que digo es que me sorprenden algunas de sus afirmaciones. Que lo retórico no es mi estilo no implica que no lo sepa reconocer, y lo reconozco sobradamente en él. Por otra parte, me sorprende su hipótesis de mis gustos musicales - que admire al bueno de Beethoven no quiere decir que no pueda disfrutar con las óperas de Pergolesi, que me parecen tan divertidas como excelentes en lo musical, así como sus cantatas y sus composiciones solamente orquestales -. Y se equivoca en lo mayor respecto a mis gustos teatrales, entre los que ocupa un lugar preeminente, por cierto, el teatro barroco, el español desde luego, pero también el francés y el inglés.
ResponderEliminarEs evidente que F. es capaz de escribir un libro, y más de uno, lo que no he dudado nunca, pero mi alusión a esos “parásitos” (por decirlo con sus palabras) no era precisamente por él, sino por otros a los que puede encontrar a poco que se dé una vuelta por los cientos de comentarios a este diario. De todas formas, y dicho lo anterior, a mí no me molesta que me en este diario participe todo el que quiera, faltaría más, sobre todo siendo el diario de JLGM, lo que no me gusta, ni en éste ni en otros, es la descalificación personal, y de nuevo aclaro que no aludo al bueno de F, pues no creo que sea ni su intención ni su empeño. Aunque también puedo estar equivocado.
Una pregunta de lego a Kurtz y a Pasacalle, que saben más que yo de esas sutilezas de la política y del fair play de las élites: ¿qué hacía hoy el imbécil de Zapatero en primera fila, al lado de Rajoy, haciéndole los coros al siniestro Pedro J. Ramírez, teórico de la Gran Conspiración del 11-M y acreditado periodista sin escrúpulos, durante la presentación de un libro del talentoso plumilla?
ResponderEliminar¿Qué hacía un "socialista" de pro como el tal Bono, que estuvo a un pelo de cobrarse la secretaría general del partido, sentado al lado de semejante elemento y, además, haciéndole cucamonas?
Martín, ¿sigues reservando tu voto para esa formación tan ejemplar?
Desde luego que está llena de "ejemplares"...
Qué bruto ha de ser el mal F., incapaz de comprender algo que debe de ser la mar de explicable... Bueno, explicable sí que alcanzo a percibirlo, sí: todo muy coherente con otros comportamientos habituales.
Bah, lo dejo. Hable el Sanedrín.
El Sanedrín tiene cosas mejor que hacer, inagotable F.
ResponderEliminarJLGM
Evasivas, buen Kurtz, en mayores fruslerías te empleas y entonces no haces mohínes de fastidio.
ResponderEliminar"¿Cuántas partes hay de mi vida que he olvidado por completo, pero que están ahí, agazapadas, esperando a saltar sobre mí en cualquier momento?"
ResponderEliminarDe a poco estoy leyendo las cosas que integran su blog.Me ha impresionado esta frase suya porque se parece en extremo a algo que he escrito hace poco, tal vez porque el libro que estoy preprando tiene como punto de partida rescatar aquello que mi memoria ha escondido.
Quisiera, aparte de esto, tener acceso si usted me lo permite, a su trabajo sobre Carlos Sahagún puesto que yo también estoy rehaciendo un ensayo que hice sobre él hace ya bastantes años, para poder presentarlo este año, debidamente actualizado, en mis estudios post universitarios.
Le ruego que me escriba: tengo dos contactos, el que figura de gmail: mariacriscorleoone@gmail.com y cristhparke@hotmail.com. A este útimo acudo asiduamente pues me resulta más sencillo.
Soy profesora de Lengua y Literatura y, finalizada ya la etapa de ejercicio de la docencia, estoy haciendo estudios de posgrado.
Cordialmente
Cristina de la Plaza
Al reller mi mensaje veo que cometí un error: mi correo de gmail fue escrito incorrectamente. Corrijo entonces:
ResponderEliminarmariacriscorleone@gmail.com
Cordialmente
Cristina de la Plaza
No tengo a mano lo que escribí sobre Carlos Sahagún, pero no creo que le resulte difícil encontrarlo en alguna biblioteca.
ResponderEliminarSiento no poder ayudarla en esto. Puede hacerme cualquier consulta a jlgm17@gmail.com
Un saludo
JLGM