Domingo, 6 de abril
SI YO FUERA DIOS
Leo los periódicos, escucho las noticias y a la memoria me
viene una de las más certeras reflexiones de Schopenhauer: “Si yo fuera Dios,
me moriría de vergüenza al contemplar la miseria del mundo”.
Lunes, 7 de abril
Todavía siguen existiendo palabras que actúan como
exorcismos, y eso lo saben muy bien publicistas y políticos. Cuando Juan
Bonilla publicó Prohibido entrar sin
pantalones, su libro sobre Maiakovski, a ratos tan brillantemente escrito,
le dije que habría sido mejor que, en la contraportada y la nota final, no se
calificara de novela. Que los géneros literarios despiertan determinadas expectativas
y que, lo que leído como biografía resulta apasionante, como novela podía ser un
tanto tedioso.
¡Qué
equivocado estaba! El libro ha sido un éxito precisamente porque se le calificó
de novela. En caso contrario, los editores no lo habrían promocionado como lo
hicieron, no habría ganado la Bienal
de Novela en Lima, no habría conseguido una gira internacional ni recibido el
elogioso artículo –una página completa– que Vargas Llosa le dedicó ayer en El País. Una y otra vez repite la
palabra mágica, “novela”, y califica de “astuto, invisible y multifacético” al
narrador, que incluso a veces se transforma en “los poemas estentóreos” de
Maiakovski (quiere decir, simplemente, que los cita). Lo más divertido del
artículo es que habla de su “oleaginosa”
manera de narrar. ¡Vaya un elogio más pringoso!, pienso yo.
¡Menos mal
que Bonilla no me hizo caso! Tampoco le hicieron caso a Ignacio Martínez de
Pisón sus editores. A propósito de La
buena reputación, que tiene todo el aspecto de una novela decimonónica, ha
declarado que “en realidad se trata de cinco novelas breves, más o menos de la
misma extensión, que cuentan la historia de diferentes miembros de una
familia”. Y de ahí que las diferentes partes se titulen “La novela de Samuel”,
“La novela de Mercedes”, etc. Pero los astutos editores, que se las saben
todas, han tenido buen cuidado de ocultar esa información en los paratextos y, además, para que el lector curioso no pueda sospechar que el libro es lo que en
realidad es, han eliminado el índice.
Yo habría
pensado que una colección de novelas breves enlazadas es mucho más interesante
que un novelón, y que una biografía –apasionante cuando se lee como biografía,
como ocurre con las de Stefan Zweig– defrauda cuando se lee con las
expectativas de una novela. Pero se ve que estaba completamente equivocado.
¿Completamente
equivocado? Una novela se vende más porque editores, libreros, directores de
suplementos culturales y hasta novelistas cada vez menos novelistas, como
Vargas Llosa, han decidido que se venda más, y la promocionan como no promocionan
al mismo libro si no llevara ese calificativo.
Martes, 8 de abril
ERRE QUE ERRE
"Sé prudente --me advierte una amiga--, porque últimamente has apoyado a separatistas, a rusos y dices la verdad sobre el rey". Y yo tomo muy en cuenta sus advertencias porque la valentía no es precisamente una de mis virtudes. Por eso procuro no meterme en asuntos políticos, que de sobra conozco cómo se las gastan unos y otros. No olvido que a Blasco Ibáñez, en una España también democrática, le metieron en la cárcel por apoyar la independencia de Cuba. Pero a veces mi sentido de la justicia puede más que mi acreditada pusilanimidad.
Mi sentido de la justicia, que es grande, y mi vanidad,
que es mayor, para qué nos vamos a engañar. Cada vez que escucho, no ya a un
contertulio cualquiera, sino a un magistrado o a un especialista en Derecho
Constitucional aquello de que al rey no se le puede juzgar por ningún delito y
por eso no necesita ser aforado (como la reina y los príncipes de Asturias),
reviso lo que dice la
Constitución --siempre tengo un ejemplar al alcance de la
mano-- y sonrío. Cierto que en el artículo 56, párrafo 3, se lee literalmente:
"La persona del rey es inviolable y no está sujeta a
responsabilidad". Pero el párrafo 3 no termina ahí, aunque sea eso lo único
que se suele citar. Tras un punto y seguido continúa: "Sus actos estarán
siempre refrendados en la forma establecida en el artículo 64, careciendo de
validez sin dicho refrendo, salvo lo dispuesto en el artículo 65.2". Leo
lo que dicen esos artículos (los he leído tantas veces que me los sé de
memoria): "Los actos del Rey serán refrendados por el Presidente del
Gobierno y, en su caso, por los Ministros competentes. La propuesta y el
nombramiento del Presidente del Gobierno, y la disolución prevista en el artículo
99, serán refrendados por el Presidente del Congreso. De los actos del Rey
serán responsables las personas que los refrenden". La única excepción,
los únicos actos del Rey que no necesitan refrendo, son los que indica el
artículo 65.2: "El Rey nombra y releva libremente a los miembros civiles y
militares de su Casa".
Aclaro entonces lo que no debería necesitar aclaración.
Cuando la Constitución
dice que "la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a
responsabilidad" se refiere exclusivamente a sus actividades en cuanto
Jefe del Estado, no a sus actividades privadas. Por eso continúa indicando que
"sus actos estarán siempre refrendados" por el gobierno, que es el
que se hace responsable de ellos. En un Estado democrático nadie está por
encima de la ley y menos que nadie el Jefe del Estado. Acreditados juristas
insisten en que la
Constitución española da al Rey "licencia para
delinquir". Esa es una ofensa al rey y a la propia Constitución (y a los
que la votamos) de la que nadie parece darse cuenta. La Constitución
--vuelvan a leerla señores expertos en Derecho constitucional-- no se refiere
para nada a las actividades privadas a las que el ciudadano Juan Carlos de
Borbón tiene tanto derecho como cualquier otro ciudadano. En esas actividades
--no en las que tienen que ver con la jefatura del Estado-- está sometido al
Código Penal. No digo yo, ni siquiera insinúo, que Juan Carlos de Borbón no sea
un ciudadano ejemplar. Digo solo, que si en su vida privada fuera acusado de
algún delito debería responder de él como cualquier otro ciudadano. A menos que
el tribunal constitucional (que no solo interpreta, también "crea" Constitución)
decidiera otra cosa.
Me imagino lo que diría mi amiga barcelonesa y si leyera
estas notas que yo escribo, no para convencer a nadie ahora, sino para que
quede constancia en el futuro de que en estos finales de un reinado hubo al
menos alguien que no comulgó con ruedas de molino: ¡Cómo te gusta meterte donde
nadie te llama!
Es cierto, nada me gusta más que llevarle la contraria a
todo el mundo. Pero solo si lo hago con buenas razones.
Miércoles, 9 de abril
EN EL CAFFÈ DI ROMA
“Ya sé que a usted le gustan
como a mi las historias de lobos, debe de ser porque nos devuelven a la
infancia, a cuando en las noches de invierno escuchábamos terroríficas
historias sentados alrededor del fuego. Yo recuerdo el romance de la loba parda
que me cantaba mi abuela. La historia que le voy a contar ocurrió hace pocas
semanas, y no es un cuento. Hace algunos años compré una cabaña lejos de todo,
allá en Somiedo. Por entonces leía yo mucho a su paisano Mario Roso de Luna, el
de El tesoro de los lagos de Somiedo,
y quizá pensaba que iba a ser capaz de encontrar ese tesoro. Era yo algo dado a
las elucubraciones cabalísticas. Pasé allí algunos fines de semana, pero me
cansé pronto. Volví más tarde, cuando me separé de mi mujer y no me apetecía
ver a nadie. Iba siempre cargado de libros y con el iPod lleno de buena música,
pero apenas leía y no escuchaba más que el silencio. Cierta noche me despertó
una tormenta que descargó de pronto con gran aparato de rayos. Si no la cabaña,
que era de sólida piedra, sí temí por un momento que el tejado fuera a salir
volando. Pero la tranquilidad volvió tan súbitamente como se había ido. Y fue
en ese momento, al dejar de llover y de soplar el viento, cuando oí unos
rasguños en la puerta y luego la respiración de un animal. "Será un perro que se ha perdido",
pensé. Y de pronto oí una voz de mujer. "Abra, por favor". Era una
joven de unos veinte años, con la ropa desgarrada, un extraño brillo en los
ojos. Nada más entrar, sin decir nada, se metió en mi cama, se tapó
completamente, incluida la cabeza, y se quedó dormida. Yo la miraba extrañado,
sin saber que hacer. Saqué unas mantas y un colchón que tenía en un armario y
me acosté en el suelo. Duermo mal, siempre he dormido mal, pero aquella noche
me quedé inmediatamente dormido. Cuando me desperté, hacía tiempo que había
amanecido, lucía un sol espléndido y en la cama no había nadie. Las sábanas
estaban llenas de pelos que no parecían humanos, era como si un perro se
hubiera revolcado entre ellas. Bajé a la aldea y pregunté si alguien sabía algo
de una mujer perdida que no parecía estar en sus cabales. Nadie sabía nada.
Regresé a Oviedo intrigado, se lo conté a mi psiquiatra. La verdad es que no me
hizo mucho caso. Se limitó a recetarme las pastillas de costumbre. Tardé varias
semanas en volver a Somiedo. Temía que me volviera a ocurrir algo semejante, y
lo que me ocurrió la primera noche fue todavía más extraño. Oí de nuevo los
rasguños en la puerta, esta vez sin ninguna tormenta previa, y al abrir,
pensando que me iba a encontrar de nuevo con la extraña mujer, lo que se me
apareció fue un perro grande, con la cabeza baja que pasó rozando mis piernas y se tumbó sobre la cama. Hice ademán de
echarlo al suelo porque estaba bien ceder la cama a una desconocida, pero a un
perro... Y entonces alzó la cabeza y me mostró la feroz dentadura. Retrocedí
espantado. No, no era un perro como yo pensaba, sino un lobo. Abrí la puerta
para huir lo más lejos posible y allí, con sus ojos centelleantes, estaba ella.
Pasó a mi lado sin mirarme, yo creo que sin verme, y se metió en la cama, junto
al lobo, abrazada a él. No quise ver más y bajé corriendo hasta la aldea.
Aunque la noche era muy clara y lucia una gran luna, tropecé dos o tres veces y
llegué al pueblo con una herida en la frente y hecho un ecce homo. Acabé en urgencias, donde me curaron las heridas y me
dieron un tranquilizante. La historia se la conté al psiquiatra, que no me hizo
ni puto caso, como de costumbre, y a nadie más. Luego conocí a mi actual
compañera, que trabaja con usted en el Milán, y no volví por Somiedo y traté de
no pensar más en el asunto. Ahora le veo aquí solo y he decidido contarle
aquella vieja historia, seguro que usted no piensa que fue una chifladura, sabe
que esas cosas ocurren, como tantas otras que no tienen explicación”.
Jueves, 10 de abril
COMO UN NIÑO GRANDE
Como un niño grande, vivo feliz en mi burbuja, discutiendo
de esto y de aquello, jugando a provocar, sin problemas económicos, sin hacer
deporte, comiendo y bebiendo lo que me apetece, pero basta una llamada de
teléfono para que todo se venga abajo y la burbuja de cristal se rompa contra
el suelo.
La muerte,
que a veces llega sin avisar, esta vez ha tocado el timbre antes de entrar en
la casa de un querido amigo. Educadamente, trata de disimular su angustia, pero
a mí se me encoge el corazón. Recuerdo a Donne: “No preguntes por quién doblan
las campanas. Doblan por ti”.
Lo último que corre por los mentideros es la especie de que el ciudadano Juan Carlos de Borbón pudiera haber hecho objeto de malos tratos físicos a su cónyuge. Se basan en las presunta confesión que hizo un defenestrado Sabino Fernández Campo al diputado del PNV Anasagasti y al abogado García Trevijano. Como no me fío de que estemos en un estado garantista, en el que la expresión de credulidades más o menos fundadas permanece impune, me apresuro a manifestar cierto (solo cierto) escepticismo hacia tales rumores: porque servidor se parece bastante a Martín en eso de no ser un aguerrido kamikaze, si la causa no merece semejante dispendio.
ResponderEliminarTodo esto recordando que hoy es el aniversario de la asesinada República Española.
PS.- El PSOE es un acendrado defensor de Juan Carlos, ¿no, Martín? De miss Aído no me consta, pero de otros gerifaltes sí.
Estamos hablando de cosas importantes, no de chismotonterías?
EliminarJLGM
¿Lo afirmas o lo preguntas a la anglosajona? Lo digo por el único gusanito que pones al final de la frase.
ResponderEliminarSi fuera un chisme mentiroso sería una insidia, nunca una tontería. Si fuera cierto, desde luego que no iba a ser ninguna tontería.
A ver si afinamos en las definiciones.
La monarquía en España es un acto fallido, las consecuencias están a la vista, se necesita una total renovación democrática, una apuesta seria y consensuada por un estado federal y un referéndum sobre la forma de gobierno.
ResponderEliminarDios te oiga, J. M. Sánchez; pero en vista del percal social, de este magma amorfo, de esta miseria, de esta postración..., ¿quién estimas que está en condiciones de imponer una regeneración?
EliminarHace un par de meses los editores de Seix Barral le comunicaron a Juan Bonilla que su novela se había agotado pero que no tenían intención de reeditarla, cosas de ser un autor literario y no de bestseller más o menos prefabricados. No creo, por lo tanto, como al parecer tú, que los "editores" la hayan "promocionado" especialmente. El premio ha tenido que ser para ellos, de algún modo, una sorpresa (como para el propio Juan Bonilla) y también una bofetada. Secreta, pero bofetada.
ResponderEliminarLe han promocionado más que si fuera una biografía, pero bastante menos, claro, que si fuera una novela de Pérez Reverte.
ResponderEliminarPara Bonilla, que estaba en Lima como los ganadores del Planeta, fue una relativa sorpresa. Algo ha dicho Armas Marcelo al respecto.
Tus palabras no me parece que invaliden mi argumento, amigo Abelardo. El mismo libro tiene un destino diferente según se le califique o no de novela. Magia de las palabras.
JLGM
No he leído el libro, pero muchas biografías pueden escribirse con gran amenidad y ser leídas como una novela. Pero hay que valer. Hace tiempo leí, de forma consecutiva, una biografía de Antonio Machado escrita por Ian Gibson ("Ligero de equipaje") y en verdad era atrapante. Y luego leí la biografía de Miguel Hernández escrita por Eutemio Martín ("El oficio de poeta") y era mucho más aburrida: o sea, no se leía con la fluidez de una novela. ¡Y eso que la vida de Hernández -pastor de cabras en su niñez y después poeta soldado- es mucho más interesante que la de Machado -persona más sedentaria-! O sea, que hay que tener aptitud para sacarle el jugo biográfico y hacer una narración cautivadora. Tal vez sea el caso del libro que se comenta. En efecto, la vida de Maiakovski (del que tenemos seleccionados varios poemas en ZdeP) parece prestarse a ello.
ResponderEliminarPerdón, tecleé Eutemio por "Eutimio".
ResponderEliminarResulta un argumento poco operativo el que utiliza JLGM, y tiene una buena oportunidad de probarlo: el próximo diario que publique lo puede promocionar como novela, a ver qué tal le va. Apuesto algo a que no venderá por eso ni un ejemplar más de los que suele vender. Si Seix Barral hubiera promocionado Prohibido entrar sin pantalones como biografía, no sólo hubiera cometido un error comercial: hubiera perpetrado un engaño. Porque resulta que no es una biografía. Citas a Zweig, y parece bastante claro que el libro de Bonilla está más cerca de novelas como las de Jean Echenoz (nadie diría que Ravel es una biografía de Ravel ni que Correr es una biografía de Zatopek) pero claro, Echenoz es francés, y a los franceses se les consienten esas cosas sin que pongamos en duda que las suyas son, evidentemente, novelas.
ResponderEliminarSe me olvidó firmar (no me gusta aparecer como anónimo): Gonzalo Carranza, editor de Planeta/Perú. Saludos
ResponderEliminarEstimado Gonzalo, los franceses y los no franceses pueden hacer esas cosas y las hacen a menudo. Ya decía Camilo José Cela que una novela es un libro debajo de cuyo título aparece la palabra novela.
ResponderEliminarLa palabra novela no hace que los libros se vendan más sino (en algunos casos) que se promocionen más (que se reseñen más en los suplementos que los libros de cuentos o de ensayos literarios, por ejemplo) y eso es lo que aumenta las ventas.
Yo no veo en qué consistiría el engaño si el libro de Bonilla se promociona como un libro sobre el poeta ruso y su época, que es precisamente lo que es.
Y otra cosa: soy de los que respiran aliviados cuando un libro que se promociona como novela no es una novela, sino un reportaje o una biografía o un conjunto de relatos o un diario.
Pero está visto que los editores y los libreros (y casi diría que el resto del mundo) no comparten esa opinión.
JLGM
Y gracias por firmar (lo de publicar anónimos los comentarios en los blogs es una tontería muy extendida, casi tanto como lo de querer prestigiar a cualquier libro en prosa llamándole novela).
¡Pero qué manía! Si el comentario anónimo es mejor que el comentario no anónimo, publicarlo no es ninguna tontería. Bien por los comentarios que tratan de no ser malos al margen de la tan extendida sacralidad de nombres, nacionalidades, equipos políticos, de fútbol… o cofradías de Semana Santa. Frente a tantas y tantas identidades, qué descanso que alguien aparezca sin Jerónimo ni dientes.
EliminarY hablando de franceses, “No me pregunten quién soy ni me pidan que siga siendo el mismo. Cómo se imaginan que me tomaría tantas molestias y podría gozar tanto escribiendo, que sería tan tenaz e implacable, si no estuviera preparando –de modo bastante febril– un laberinto donde aventurarme, donde cambiar de objetivo, donde abrirle pasajes subterráneos (…) donde pueda perderme a mí mismo y mostrarme por fin a ojos que jamás tendré que volver a encontrar.” (Nietzscheano y borgiano Foucault en 1969. En tal sentido, desde hace unos días Gabriel García Márquez –por ejemplo– también descansa ya del todo. En la red se encuentran además muy divertidas defensas, no solo argentinas, del buen anonimato.)
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarPues sí, si se quiere mantener un diálogo en Internet, el anónimo es una solemne tontería. ¿Cómo vamos a distinguir un interlocutor de otro si todos firman de la misma manera? ¿Mediante un complejo análisis ideológico y textual?
ResponderEliminarUna mala costumbre no deja de ser una mala costumbre por estar generalizada (hubo un tiempo en que los hombres --no las mujeres-- escupían en la calle.)
El anónimo está bien para tirar la piedra y esconder la mano y para pocas cosas más. Incluso en tiempo de dictadura y recortes a la libertad de expresión lo que se utiliza es un pseudónimo (que no desvela, pero sí unifica las distintas intervenciones de una misma persona).
¿Y qué tendrá que ver eso con la sacralidad de los nombres? El nombre propio, la mayoría de las veces no dice nada (es de un desconocido que ni siquiera se encuentra en google), pero es una etiqueta que permite saber qué intervenciones son de la misma persona (que se va creando además una personalidad con sus comentarios).
¿Queda claro? Si hace falta, lo vuelvo a explicar (ya se sabe que repetir las cosas forma parte de mi profesión).
JLGM
Si en la mano se procura tener por ejemplo una rosa y ni se trata de esconder la mano ni la flor, quizá pudieran sobrevenir falsos monólogos superadores de falsos pseudodiálogos, nada raros en las redes, demasiado egotistas y muy tensos a veces.
ResponderEliminar¿Ingenuos un par de minutos con una pequeña ración de razón utópica? Otros párrafos del “pelao” Foucault que ese anónimo, que parece argentino, seguramente conocerá.
EL FILÓSOFO ENMASCARADO: ENTREVISTA CLANDESTINA A MICHEL FOUCAULT [Invierno de 1980]
« (…) Usted conoce la historia de esos psicólogos que habían ido a realizar un test a partir de la proyección de un cortometraje, en una aldea del último confín del África. A continuación pidieron rápidamente a los espectadores que contaran la historia tal como ellos la habían comprendido. Pues bien, en esa historia con tres personajes, una sola cosa les había interesado: el pasaje de las sombras y las luces a través de los árboles.
Para nosotros, en cambio, los personajes constituyen la ley de la percepción. Los ojos siguen con predilección a las figuras que van y vienen, surgen y desaparecen. ¿Por qué le he sugerido que utilicemos el anonimato? Por nostalgia de tiempos en que, siendo yo totalmente desconocido, aquello que decía tenía alguna chance de ser comprendido. Con el lector ocasional, la superficie de contacto estaba sin arrugas. Los efectos del libro repercutían en lugares imprevistos y dibujaban formas en las cuales yo no había pensado. El nombre es una facilidad.
(…) Si he elegido el anonimato, no es pues para criticar a tal o cual, cosa que jamás hago. Es una manera de acercarme más directamente al lector eventual, el único personaje que aquí me interesa: “Ya que tú no sabes quién soy yo, no tendrás la tentación de buscar las razones por las que digo lo que lees; déjate llevar para decirte simplemente: esto es verdadero, esto es falso. Esto me gusta, esto no me gusta. Y ya está y nada más, es todo”.
(…) Sueño con una nueva era de la curiosidad. Tenemos los medios técnicos; el deseo está ahí; las cosas a saber son infinitas; las personas que pueden emplearse en ese trabajo existen. ¿De qué se sufre? De demasiado poco: de canales estrechos, reducidos, casi monopolísticos, insuficientes. No hay que adoptar una actitud proteccionista, para impedir a la “malvada” información invadir y ahogar la “buena”. Más bien es necesario multiplicar los caminos y las posibilidades de idas y venidas. (…) Lo cual no quiere decir, como se cree a menudo, uniformización y nivelación por lo abajo. Por el contrario, diferenciación y simultaneidad de redes diferentes.
(…) No puedo dejar de pensar en una crítica que no busque juzgar, sino hacer existir una obra, un libro, una frase, una idea; ella encendería fuegos, observaría la hierba crecer, escucharía el viento y aprovecharía el vuelo de la espuma para esparcirla. No multiplicaría los juicios, pero sí los signos de existencia, ella los llamaría, los arrancaría de su somnolencia. ¿Los inventaría a veces? Tanto mejor, tanto mejor. La crítica sentenciosa me provoca sueño; me gustaría una crítica hecha con destellos de imaginación. No sería soberana, ni vestida de rojo. Traería consigo los rayos de posibles tempestades.
(…) el derecho a saber no debe estar reservado a una época de la vida y a unas ciertas categorías de individuos; sino que se lo debe poder ejercer sin interrupción y de múltiples formas. (…) Una de las funciones principales de la enseñanza era que la formación del individuo se acompañara de la determinación de su lugar en la sociedad. Hoy en día, sería necesario concebirla de tal manera que permita al individuo modificarse a su agrado, lo cual no es posible salvo que la condición de la enseñanza sea una posibilidad ofrecida “permanentemente”. »
Entera la entrevista, con enlace al original francés, en:
http://anarquiacoronada.blogspot.com.es/2013/10/el-filosofo-enmascarado-entrevista.html