lunes, 24 de febrero de 2014

A buen entendedor: Un hombre, solo un hombre



Domingo, 16 de febrero
SAVIANO SAVATER

Nunca me he creído todo lo que se cuenta, aunque lo hagan periódicos presuntamente serios y no los apresurados correveidiles de las redes sociales. La historia de Roberto Saviano, el valiente periodista que se enfrentó a la camorra napolitana con un libro y desde entonces vive escondido y protegido por la policía, siempre me ha parecido un poquito sospechosa. Leo hoy una entrevista con él y esas sospechas se confirman.
            Pase que la mafia, tras la publicación de Gomorra, amenace de muerte a su autor y con ello consiga que un libro que apenas había sido leído llegue a vender diez millones de ejemplares. Ser criminales, engañar a la policía y hacer turbios y rentables negocios en todo el mundo no siempre tiene por qué ir acompañado de una gran inteligencia. Las amenazas de la camorra convirtieron a Saviano en una estrella mundial, con colaboraciones en los más importantes diarios del mundo y un programa de televisión. Sin esas amenazas no sería nadie. Puedo aceptar que a los camorristas les ha salido el tiro por la culata; pretendían acallarle y le han regalado un altavoz de alcance mundial.
            Pero resulta que ahora publica otro libro de denuncia, CeroCeroCero, “un viaje de casi quinientas páginas por el negocio de la cocaína a uno y otro lado del Atlántico”. Y el volumen está dedicado “a todos los carabineros de mi escolta. A las treinta y ocho mil horas pasados juntos. Y a todas las que todavía hemos de pasar”. Y yo no me imagino cómo se pueden investigar los negocios secretos de la droga rodeado de una escolta de carabineros. El libro comienza –explica el autor en la entrevista que hoy publica El País– “con una lección que da el capo italiano a los latinos de Nueva York”. La lección es de filosofía de calendario, de mala pelicula de serie B: “Si vosotros queréis el poder, tenéis que saber que algún día lo pagaréis”.
            ¿Y quién le contó a Saviano esa conversación? ¿El capo italiano? ¿El mafioso latino? ¿Y qué hacían mientras tanto sus escoltas? Quizás se trata únicamente de que quienes investigan son otros y él solo pone el nombre, como Fernando Savater en más de uno de sus libros. En cualquier caso, un porcentaje alto de sus ingresos se los debería abonar el escritor napolitano a la camorra, ya que a ella se los debe.
            Umberto Eco dice que Saviano es un héroe, y no es el único que afirma tal cosa. Yo creo que es un bluff, que su historia sirve para vender como valiente periodismo de investigación lo que no es más que literatura “basada en hechos reales”, y no siempre buena literatura, al contrario de lo que ocurría con los hirientes y estridentes libros de Curzio Malaparte.


Lunes, 17 de febrero
VANIDAD, DULCE VANIDAD

Sonrío cuando alguien me reprocha ser vanidoso. Y nunca se me ocurre replicar. La vanidad es para mí una de las formas de la cortesía. Rechazar un elogio trae como consecuencia que vuelvan a insistir en él; decir que lo que uno escribe vale poco suele obligar al amable interlocutor a afirmar lo contrario.
            Cuando recibo algún elogio, prefiero no hacer alardes de modestia, ni falsa ni verdadera; simplemente doy las gracias y cambio de conversación. El interlocutor lo agradece, porque la mayoría de los elogios son solo una forma de cortesía. Negarse a aceptarlos es obligar a repetirlos.
            Antes, más joven e ingenuo, cuando alguien me decía que le había gustado un libro mío, siempre preguntaba cuál, y la respuesta solía ser desoladora: “Uno creo que azul, que se titulaba… No recuerdo cómo se titulaba, que hablaba de libros o de un viaje que había hecho, no sé bien”.
            Y lo peor fue aquella vez en que una admiradora me dijo que le gustaban tanto mis artículos que incluso a veces los recortaba y me enseñó uno que llevaba consigo y que no era mío, sino de un colega periodístico por el que yo no siento particular admiración.
            Finjo ser vanidoso para evitar los elogios que tanto buscan los escritores modestos, y no porque a mí no me gusten los elogios, sino porque me deprime comprobar que casi nunca son sinceros y nunca son suficientes.


Martes, 18 de febrero
CHARLAS DE CAFÉ

“¿Lees todos los libros de los que hablas? –me pregunta Fernando Albuerne en Los Porches– ¿O solo los hojeas?”
            Los que reseño los leo enteros, por supuesto, y si son de poesía siempre más de una vez. Pero la mayor parte de los libros que pasan por mis manos solo los hojeo, y con eso tengo más que suficiente. Unos quedan descalificados para siempre, otros son valiosos y permanecen a la espera de su momento (aunque a veces no llegue nunca), y hay algunos que simplemente no me interesan, aunque puedan ser muy valorados por la crítica y tener los más importantes premios. Estos dos libros que me acaban de llegar –y señalo los dos que están sobre la mesa– apenas he tenido tiempo de hojearlos, pero ya tengo opinión formada sobre ellos. Del autor de Un viaje a la India, Gonçalo M. Tavares dice Saramago en la contraportada: “Ganará el Premio Nobel en menos de treinta años. Estoy convencido. No tiene derecho a escribir tan bien con solo treinta y cinco años. Dan ganas de pegarle”.
            ¡Menudo elogio! No apetece ni abrir el volumen después de un elogio así. Pero lo he abierto y lo que me he encontrado ha sido una novela en verso, miles de versos distribuidos en diez cantos. Un viaje a la India es una especie de recreación de Os Luisiadas, el poema de Camoens. ¿Miles de versos? No sabemos cómo sonarán en portugués, pero en español parecen prosa cortada arbitrariamente y distribuida en párrafos numerados de ocho líneas que recuerdan a las octavas reales de los poemas épicos: “No vamos a hablar de la roca sagrada / donde se construyó la ciudad de Jerusalén, / ni de la piedra más respetada de la Antigua Grecia, / que está en Delfos, en el monte Parnaso, / ese Ónfalo –el ombligo del mundo– / hacia el que debes dirigir la mirada, / a veces los pasos, / siempre el pensamiento”. Y así durante más de cuatrocientas páginas. Sospecho que se trata de uno de esos libros “transgresores y provocadores” que los críticos no tienen inconveniente en elogiar con tal de que no les obliguen a leerlos. Comparado con semejante mamotreto, Kassel no invita a la lógica, de Enrique Vila-Matas, casi parece el Quijote. Comienza como uno de sus artículos periodísticos explicándonos lo que es un MacGuffin y poniéndonos algunos ejemplos, todos bien conocidos. Luego nos cuenta un disparatado viaje a la famosa feria de arte que se celebra en la ciudad de Kassel (en ella tuvo Félix de Azúa la revelación de que el arte había muerto un día preciso del siglo veinte y a una hora concreta). Autoficción, parodia y reflexión sobre el sentido del arte en general y de la literatura en particular. Muchas alusiones literarias y muchas citas ingeniosas, reales o inventadas. Una lectura agradable, sin duda, pero que se puede interrumpir en cualquier capítulo sin tener la sensación de que nos perdamos nada. Uno de esos libros sobre los que uno puede hacer una excelente reseña sin más que picotear acá y allá. Yo creo que esa es la razón por la que abundan más las reseñas elogiosas que las negativas. Para ponderar un libro no hace falta leerlo; para destrozarlo, sí. Y a mí me gusta más lo segundo, qué le vamos a hacer. Por eso los libros que reseño tengo que leerlos y releerlos antes de hablar de ellos. Otra cosa son las charlas de café, amigo Fernando.


Miércoles, 19 de febrero
ORTEGA Y LA VIOLENCIA DE GÉNERO

Me gustan las afirmaciones provocadoras. “¿Qué tienen en común un proxeneta y Julián Marías?”, pregunté una vez en un congreso literario para escándalo de todos. Mi respuesta dejó a la audiencia aún más estupefacta: “Que ambos son orteguianos”.
            Sí. Detrás de un proxeneta, de un explotador de mujeres, de un maltratador de su pareja, de quien incurre en la violencia de género, no hay más que alguien que se toma la filosofía de Ortega demasiado al pie de la letra. En su “Esquema de Salomé”, incluido en El Espectador, afirma este que la esencia de la feminidad consiste en que solo “cuando entrega su persona a otra persona” su destino se realiza plenamente: “Todo lo demás que la mujer hace o que es tiene un carácter adjetivo y derivado. Frente a ese maravilloso fenómeno, la masculinidad opone su instinto radical, que la impulsa a apoderarse de otra persona. Existe, pues,  una armonía preestablecida entre hombre y mujer; para esta, vivir es entregarse; para aquel, vivir es apoderarse, y ambos sinos, precisamente por ser opuestos, vienen a perfecto acomodo”.


Jueves, 20 de febrero
UN MAL NEGOCIO

Como no entiendo nada de economía, me fascina todo lo que tiene que ver con la economía. Leo la noticia de la compra de WhatsApp por Facebook. Resulta que ha pagado nada menos que catorce mil millones de euros por una empresa que tiene poco más de cincuenta empleados y apenas produce beneficios, si es que los produce. Por mucho menos, por muchísimo menos, por pagar un sobreprecio infinitamente menor al comprar un banco en Florida, el juez Elpidio José Silva metió en la cárcel a Miguel Blesa. Suerte tiene Mark Zuckerberg de no ser español.
            Y es que hacer negocios tiene mucho que ver con los juegos de azar (claro que en España se prefiere apostar con dinero público, no con el propio). Se compran empresas no por su valor actual, sino por el que se cree que pueden tener en un futuro. O para evitar la competencia. Y a veces se hace el ridículo. Para evitar la competencia, a pesar de que ya tenían dos centros en Oviedo, unos grandes almacenes españoles se instalaron en el Calatrava. Y desde el primer día perdieron más dinero del que podrían haber perdido si allí se instalara una empresa rival.
            ¿Puede ser rentable una empresa que te cobra al año por miles de mensajes poco más de lo que cualquier empresa de telefonía te cobra por un solo mensaje? Eso es algo que yo no me puedo imaginar. Pero Mark Zuckerberg piensa de otra manera y por muy buena opinión que tenga de mí mismo debo reconocer que, de estos asuntos, sabe más él que yo. A pesar de todo, me atrevo a profetizar que no ha hecho un buen negocio.


Viernes, 21 de febrero
INTIMIDADES

“¡La intimidad ha muerto!” claman los profetas del Apocalipsis ante el avance de las redes sociales. Pero yo cierro los ojos cada noche y, para conciliar el sueño, dejo a un lado los problemas del día y me subo a una barca, en la noche estrellada, y me deslizo río abajo, como un personaje de Mark Twain o de Walt Whitman, hasta una isla en medio de la corriente. Allí enciendo una hoguera. Me suelo quedar dormido mientras contemplo el chisporroteo de las llamas. Esta es una de mis fantasías favoritas. Otras veces me pongo a pasear por la Venecia escondida de los campi solitarios, los soportales oscuros, los estrechos canales a los que se asoma una terraza llena de flores. Siempre hay una voz que canta tras una ventana y yo me adentro en el portalón gótico…
            No, la intimidad sigue vivita y coleando. De lo que pasa dentro de mi cabeza nadie sabe nada más que lo que yo quiero contar. Mis fantasías son mías, con Facebook o sin Facebook, y a nadie le muestro de ellas más que lo que quiero. Y con frecuencia las fantasías que cuento nada tienen que ver con mis verdaderas fantasías, no siempre tan poéticamente presentables como la barca, el río, la isla y Venecia.


Sábado, 22 de febrero
UNA CITA DE ORTEGA

“Yo no soy un libro hecho con reflexión: / soy un hombre, solo un hombre, con su contradicción”.

23 comentarios:

  1. F. asesor de imágenes.24 de febrero de 2014, 16:51

    Parece mentira, Martín, que currándote unas fotos tan chulas como sueles no repares en las tazas vacías del cafe y aledaños: churretosas y pringosillas, con restos de azúcar en polvo desparramados sobre el velador... En esta de ahora hasta aparece en el platillo, medio tapada por la taza, una masa pardusca de algo que no sé si es bollito, albondiga o qué se yo qué otra cosa...
    Estas cosas se cuidan, buen esteta (para muchas cosas, que no para todas).
    Salud.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues a mí me parece que todos esos detalles que no le gustan a F. dan verdad a la foto, que solo pretende mostrar mi mesa tal como está cuando me tomo mi habitual café con libros. El local es Los Porches, en Las Salesas, y lo que aparece en la taza es un dulce que ponen con el café y que yo nunca tomo (por eso del exceso de calorías). Le agradezco a F. que me permita hacer estar precisiones documentales.

      JLGM

      Eliminar
  2. Todo esto, las redes sociales, los avances... no son más que un espectáculo del que formamos parte. La intimidad no muere mientras vivamos; después, es otra cosa.

    Lou

    ResponderEliminar
  3. Estimado, Martín; en cierta ocasión sostuve en contra de tu criterio que el diario EL PAÍS era un periódico de la derecha neta. Si lees la portada de hoy del la edición impresa (se ve la larga mano de la nueva dirección), verás que en grandes caracteres tipográfico se hace eco (con patente credulidad, a juzgar de lo catégorico del enunciado y del tamaño de las letras) de las proclamas de Rajoy: ya hemos salido de la crisis.
    Como por la manera de componer un artículo periodístico queda patente (para los avisados) cuál es el sesgo con que se escribe, estamos en condiciones de afirmar que EL PAÍS es otro periódico que rema en la misma dirección que el ABC, EL MUNDO y LA RAZÓN.
    Menos mal que el futuro (y casi la actualidad) es de los periódicos digitales...

    ResponderEliminar
  4. Lo que importa no es lo que diga la portada de un periódico. Si la gente no ve que se haya salido de la crisis, da igual lo que diga Rajoy o lo que diga cualquier periódico (y en las elecciones lo veremos). Que no lo dice, en el caso del País. Lee el editorial. Yo no sé si el País es o no un periódico de la derecha neta, pero qué maravilloso sería este país si lo más a la derecha que tuviéramos fuera el País.

    JLGM

    ResponderEliminar
  5. Claro que no llega a el asilvestramiento de los otros, pero es una triste pena que un periódico que en sus inicios era un referente de progresía se haya situado en la otra orilla: esa que tanto aborrecemos la gente de bien (que no suele ser la gente bien).
    Salud (os).

    ResponderEliminar
  6. Sin duda que uno no es "gente de bien" (denominación a la que uno, Dios le perdone, encuentra un cierto tufo clasista, no muy distinto del de la otra expresión). Lo digo porque el país en el que a mí me gustaría vivir es uno donde hubiese gente de una y otra orientación política (conservadores y progresistas, derecha e izquierda, llámeselo como quiera) capaces de razonar y, llegado el caso, entenderse, sin necesidad de renunciar por ello a sus muy respetables convicciones. Lo de aborrecer la otra orilla, continuando la metáfora, me parecería tan absurdo y poco motivado como hacerlo con las de un río. Uno puede preferir una de ellas (digamos la del Duero que, en Soria, lleva a San Polo y San Saturio: la derecha, si recuerdo bien), pero desde luego que no "aborrece" (?) la otra.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De acuerdo con el sensato "anónimo". Ganas me dan de ficharle para mi blog. Siempre pone a los efe en su sitio.

      JLGM

      Eliminar
  7. No era mi intención "poner en su sitio" a nadie; para eso tendría uno que saber cuál es ese sitio, a partir seguramente del conocimiento del propio. Y son seguridades que me faltan. Pero me alegro, y no es la primera vez, de coincidir con JLGM. Ojalá, y también lo he dicho antes, hubiera mucha más gente con su sensatez y su tolerancia: este país sería entonces un lugar mejor para vivir.

    ResponderEliminar
  8. El buenismo de mi amigo A. es conmovedor... El oportunismo del sagaz Martín me conmueve menos. A ambos los aprecio pero con ninguno de los dos iba a montar un negocio, siquiera fuese una librería de viejo o un taller de zapateros remendones (ahora que han empezado a resurgir, sin duda por la acuciante crisis que hace que muchos se tienten los zapatos antes de tirarlos alegremente a la basura).
    Es conmovedor el panglossismo de este amigo anónimo que con los pánfilos parabienes del taimado Kurtz parece que ha llegado a la conclusión de que el ideal sería vivir en la orilla de un lago que, siendo única, nos iba a ahorrar en tedioso asunto de las "dos orillas" (Julio Anguita dixit). Todos en corro, aguas intermediantes, bailando la sardana de la fraternidad. Perfecto.
    Pero, ah, resulta que nos ha tocado habitar un páramo surcado por ríos de mediano porte pero de aguas mayormente traicioneras. Los ríos siempre han ejercido de barreras naturales y muchos países hacen frontera por su medio. Los ríos suelen separar más que unir y lo de las "dos orillas" es una metáfora muy socorrida para referirse a los opuestos, adversos, perversos enemigos...
    Menos mal que el bueno de A. habla en condicional y dice, más o menos: "me gustaría vivir en un país...", admitiendo tácitamente que en el que le ha tocado en suerte no se dan aquellas idílicas circunstancias que él evoca como ideales de convivencia.
    Miren ambos dos: la maldad existe; que haya muchos hombre malvados es más discutible. Pero todos tenemos nuestra pequeña maldad en algún lóbulo del cerebro que, por sí sola, no es preocupante pero que unida en rebaño, orda o batallón a la de cierto número de congéneres y debidamente estimulada, puede producir desastres y desgracias innumerables entre las huestes de los inocentes, o de los desconfiados, o de los desprovisto de ferralla defensiva suficiente.
    Pedir simpatía y buen rollo para con los malvados que acampan en la otra orilla, con las lanzas reflejándose en las aguas de -pongamos- el Padre Duero, y prestos a montar en chalanas y almadías para asaltar a las pacíficas gentes que laboran en los huertos linderos de la senda machadiata, es puro disparate, desconocimiento de cómo muerde el condottiero furibundo, no haber sabido leer los capítulos más jugosos de la Historia, flojera, dejación de la responsabilidad civil (izada), consejo desmovilizador protancrediano... Vamos, como si les dijesen a las ovejas que se estén quietecitas mientras se acercan a ellas con tijeras en ristre (¿ o será otra herramienta la que luce en manos de tresquilador-matarife?).
    Así, así, que como dijo no sé si Jaime Balmes o sor Juana Inés de la Cruz, "Tormundo e güeno".

    ResponderEliminar
  9. Me anticipo a corregir el "orda" por "horda". Si hubiese ido a colegios de gente bien (claro que entonces habría tenido que cruzar el río cuatro veces al día y eso era mucho cruzar el río) no hubiese cometido semejante error (¿es sin ache?).

    ResponderEliminar
  10. El resumen del comentario de F. es, a mi entender, que él no es demócrata ni quiere serlo; el Estado, o lo que sea, que imagina es uno donde sólo tendrían cabida legal los suyos, porque los otros, sobre serle aborrecibles, son violentos por naturaleza y además (no sé si solo por metáfora o de modo literal) están armados.

    Es cierto que en otros países hay gente de ideología conservadora que, que se sepa, no han mostrado jamás intención de agredir, "morder", etcétera, a aquellos de sus compatriotas que no la comparten. Pero eso, o bien sólo puede ocurrir en otros países (en España, por lo visto, la condición de conservador incluye necesariamente la de malvado y violento), o bien tampoco ocurre en los demás países, sino que sólo disimulan mejor (tan bien, que pueden incluso pasarse la vida entera sin dar la más mínima muestra de su verdadera condición, sin que tan absoluto disfraz pueda engañar, no obstante, los avezadísimos ojos de F.). Yo supongo que su antidemocrático ideal puede parecerse a Stalin o Pol Pot, quienes ciertamente no sólo no dejaban pasar una, sino que incluso, en prevención, se libraban también de cualquiera de quien alguien pudiese sospechar alguna veleidad "equivocada".

    En fin, de todo tiene que haber en esta vida; pero que el ideal de ídem de uno resulte parecerse a la Rusia de Stalin o la Camboya de Pol Pot, ciertamente da que pensar. A mí personalmente me hace recordar aquel "desconocido" de Proust "con el que estábamos agradablemente cambiando impresiones al parecer semejantes acerca de los transeúntes, que se nos antojaban todos vulgares", y que "nos muestra de pronto el abismo patológico que nos separa acariciándose el bolsillo indiferentemente" y diciendo: "¡Lástima que no tenga aquí mi revólver, no quedaría uno!". Esperemos que F. nunca encuentre el suyo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. F. a un bobo engolado28 de febrero de 2014, 16:19

      Rectifico: el tal A. no es un cándido buenista sino un imbécil con mala baba. Este sinuoso (apuesto que estuvo en el seminario), so capa de moderación y en un lenguaje insufriblemente afectado, caga las insidias más intolerables como son las de imputar a este ciudadano -que soy yo- déficit democrático e incluso admiración por los regímenes de don Joseph Stalin y de don Pol Pot. Llega en su miserabilidad a suponerme buscando un revólver para usarlo haciendo blanco en sus sobredefendidos compañeros de orilla.
      No me voy a molestar en contraargumentar a este zopenco maledicente. Lo peor no es que sea un bobo con pretensiones sino que sea un cursi.
      Mal favor le hizo el buen Martín con pasarle la mano por el lomo: estos mininos son insaciables y demandan una y otra vez la atención de sus amos. Un tipo viscoso que no soporto, vaya.

      Eliminar
  11. No se preocupe F., que será la última vez que tenga que utilizar conmigo su amable, lúcido e inspirado lenguaje. Me parece inútil intentar razonar con quien, según confesión propia, prefiere la sofistería dialéctica al razonamiento; y, según confiesan sus mismas palabras, es radicalmente intolerante con todo aquél que no comparta sus puntos de vista.

    En todo caso, y sólo para su información, le diré que se equivoca en lo de los "compañeros de orilla": jamás he votado a las derechas, si es eso lo que quiere decir. Y respecto al seminario, nunca he estado en ninguno, ni siquiera de visita, y no supongo que admitan allí a agnósticos, como yo lo soy desde muy pronto (desde mucho antes de saber que lo que yo pensaba se llamase así, de hecho). Su visión del mundo en blanco y negro es de un gran interés, sin duda; pero mis muchas limitaciones me impiden apreciarla como merece.

    Deshóguese pues a partir de ahora cuanto desee, en la seguridad de que podrá hacerlo cómodamente en el vacío; no pienso ya no sólo contestarle, sino leerle (que es, si me permite un consejo, lo que usted, visto lo que piensa de mi expresión y mis ideas, debió hacer hace ya mucho tiempo).

    ResponderEliminar
  12. F. que templa gaitas.28 de febrero de 2014, 23:48

    ¡Bah! camarada A., no te pongas tan compungido por tan poco: te lo has ganado a pulso con tus desgraciados (e injustos) comentarios.
    Tampoco andas tú fino en el análisis de este calamar. No. Pero para tranquilidad tuya te diré que no eres casi nada de lo que te imputo..., pero un tanto pelma sí que eres. No seas bobo y entra al trapo cuanto quieras. Pero atente a las consecuencias.
    Un saludo, camarada (has dicho que no eres facha ¿no?; lo que son las cosas).
    ¿Contento? Pues, ale.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No entraré en vuestros debates, F., pero lo suyo sería llamarlo Camarada J. (si no, más completo, JC). No es la letra A la inicial de su nombre. Y llamándolo A. es lo que das a entender, dejando en evidencia, de paso, algún problemilla de visión.
      Esto lo firma uno cuyo nombre empieza por A. Sé nota que no es el A. que tú piensas, pero es un A. Un A. -la verdad sea dicha- creyente, poco hablador y muy observador.

      Eliminar
    2. Es más, F.: cada vez que me pase por aquí (un día a la semana) y vea que te diriges a J. llamándolo A., te recordaré que se trata de J. y no A. No me cuesta nada hacerlo. Por parte del A. que soy, ésas serán las intervenciones en los comentarios. Ojalá no tenga que ser ninguna.
      Por último, te comento una norma que tengo: Antes de hacer un comentario anónimo, me pienso si es algo que diría a la cara de su destinatario y, si es así, lo hago. Y no soy perfecto pero sí muy valiente. Por tanto, esto que te digo te lo diría a la cara, cosa que dudo mucho tú puedas hacer a la cara de J., o a la cara del mismo JLGM. Si estuviera en tu pellejo, qué malestar.




      Eliminar
  13. "Lo que puede decirse carece de realidad. Unicamente existe e importa lo que no es posible expresar con palabras", parece decirnos Cioran, trotando en alegre mutismo por los Cerros de Úbeda.

    ResponderEliminar
  14. La de pijadas que pueden decirse con aire muy pomposo...
    Que se pegue con un ladrillo en los testículos y después que diga en voz alta: !!!Qué atroz dolor en los huevos...¡¡¡
    Puro espejismo: Cioran habrá verbalizado su incidente pero el dolor carecería de realidad, y podría seguir leyendo el periódico tranquilamente mientras se toma su café matnal.
    Le propongo al curioso Martín que pruebe algo parecido. ¡Ah!: y que se traiga de casa los ladrillos, que en Los Porches va a ser difícil encontrarlos. Claro que habrá tablones de embalaje...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Careceremos de realidad muchísimo tiempo, para siempre jamás seguramente. ¿No parece importante solo eso?

      Eliminar
  15. "Tal y como la Nada se vuelve Dios mediante la oración, de igual forma la apariencia se torna naturaleza gracias a la expresión... " ( Cioran )

    ¡El milagro de la expresión, la bendición de la palabra! ...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. "Cristiano, reza:
      que la gracia se haga
      naturaleza".

      "Rima espiritual" de Angelus Silesius. En alemán, claro. Tiene su gracia que la traducción al castellano resulte, también desde el punto de vista métrico, tan casual y excesivamente redonda (rima consonante: 5a / 7- / 5a).

      Que alguien aquí pudiera copiarla en su alemán original tendría igualmente mucha gracia. Y muchas gracias se le darían.

      Eliminar
  16. “Yo no soy un libro hecho con reflexión: / soy un hombre, solo un hombre, con su contradicción”.
    ... Pero siempre dando cancha a la apariencia como lo más sólido, agarrándose a ella como a un clavo ardiendo:

    "La apariencia se adhiere al ser, y únicamente el dolor puede arrancar al uno de la otra.
    Quien tiene el ser no puede tener la apariencia. La apariencia pone cadenas al ser.
    El paso del tiempo arranca violentamente al parecer del ser y al ser del parecer. El tiempo pone de manifiesto que no es la eternidad.
    Es preciso desarraigarse. Talar el árbol y hacer con él una cruz para luego llevarla todos los días".

    ( Simone Weil, "La gravedad y la gracia" )

    ResponderEliminar