Sábado, 1 de febrero
TAMPOCO HAY QUE EXAGERAR
Soy la persona más falsa del mundo (bueno, una de las más
falsas, tampoco hay que exagerar). Siempre ando por ahí presumiendo de defectos
que no tengo (para ocultar mejor los que sí tengo, por supuesto).
Domingo, 2 de febrero
CUALQUIER TIEMPO PASADO
Siempre alegra escuchar en boca de otro las obviedades que
uno se pasa la vida repitiendo. “Se escucha mucho entre el profesorado eso de
que cada año llegan peor los alumnos. ¿Está usted de acuerdo con que su
formación es cada vez más deficiente?”, le pregunta Andrés Montes al
historiador José Álvarez Junco, recién jubilado.
Y este
responde haciendo uso de algo tan insólito como es el sentido común: “Ese es un
discurso propio de viejos. Desde que tenemos relatos humanos, todos los mayores
se ha quejado de que la juventud no tiene valores, no sabe expresarse, no tiene
inquietudes. Los que ahora son jóvenes probablemente reproducirán llegado el
momento ese mismo discurso que ahora sufren, del que no me fío nada”. Y luego
añade: “En la Universidad
española ha ocurrido una cosa clarísima, indiscutible, en los últimos cincuenta
años: ha pasado de tener cincuenta mil estudiantes, los que había cuando yo
accedí a ella, a tener un millón y medio. Para saber si ha disminuido el nivel
habría que comparar aquel grupito selecto de los cincuenta mil con los
cincuenta mil mejores de ahora, que, desde luego, son mucho mejores que los de
entonces”.
Pero
seguiremos escuchando el tópico (del que ya se burlaba Manrique) de que cada
vez estamos peor. Y es que, cuando nos hacemos viejos, siempre sale perdiendo
en la comparación el confuso presente con el idealizado tiempo de nuestra
juventud.
Lunes, 3 de febrero
CERCAS Y OTRAS TRAPACERÍAS
Hay temas en los que prefiero no entrar, nunca me ha gustado
añadir más leña al fuego. Pero leo a Javier Cercas y no puedo no dejar
constancia de mi asombro ante cómo nublan el entendimiento los enraizados
prejuicios del nacionalismo propio, invisible para los que han decidido
demonizar presuntamente todo nacionalismo. Cercas, él cree que muy
razonadamente, arremete así contra buena parte de los catalanes:
“En vez de pedir la secesión con claridad y limpieza como
hacen en Quebec, los nacionalistas han decidido que la única forma de llegar a
ella consiste en engañar con trapacerías como el derecho a decidir y, agitando
la bandera de la democracia, en intentar saltarse la ley, que es la principal
garantía de la democracia, en vez de intentar cambiarla”.
O sea que
los independentistas no piden la secesión “con claridad y limpieza”. No sé lo que entenderá Cercas por limpieza,
pero Oriol Junqueras, y miles y miles de manifestantes, no la pueden pedir más
alto ni más claro. Otra cosa es que la pida también la mayoría de los
catalanes. Pero para saber si la piden o no la única manera posible es
preguntárselo. Resulta, sin embargo, que preguntárselo es una “trapacería”. La
verdad es que mi respeto por Javier Cercas como persona y como espléndido
narrador, sigue intacto; pero mi aprecio por su capacidad para el razonamiento
lógico ha decrecido bastante.
Pedir
permiso para hacer una consulta a los catalanes no es saltarse la ley, sino
todo lo contrario, respetarla escrupulosamente. Lo que no cabe en ninguna
cabeza es que los catalanes no puedan opinar sobre si desean formar un estado
propio o seguir formando parte del Estado español. Cuando, además, lo cierto es
que sí pueden (legalmente) crear partidos políticos que propugnen la
independencia y darles su voto. ¿Y no se les puede consultar sobre ese punto?
Pues de una manera o de otra va a haber consulta. Directa, mediante un referéndum
no vinculante (que sería legal en cuanto lo autorizara el gobierno) o
indirecta, sumando el voto de los partidos que en las próximas elecciones
llevan ese punto en su programa.
Todavía no
está claro, amigo Cercas, que la mayoría de los catalanes quiera la
independencia (como los españoles más pusilánimes dais por sentado), ni tampoco
que, en caso de que la quisieran, el resto de los españoles se opusiera a ella
impidiendo con su voto los cambios legislativos necesarios. Ser español,
admirado Cercas, es un honor, no un castigo; la primera condición para ser
español es querer serlo. Y somos mayoría los españoles que queremos serlo sin
necesidad de que la
Constitución nos obligue a ello; y con una pedagogía adecuada
–que nada tiene que ver con el adoctrinamiento nacionalista de uno u otro signo–
serán también mayoría los españoles que no quieran obligar a nadie a ser
español contra su deseo.
Pero este
es un tema en el que resulta difícil razonar sin ofender los sentimientos de
otras personas. Y conste que yo no tengo especial relación con Cataluña (de
hecho, mi mejor amiga catalana es muy vehementemente contraria a la independencia);
yo lo único que defiendo es la racionalidad y el derecho de los ciudadanos a
expresar su opinión sobre los asuntos que les conciernen. Pero ya se sabe que,
como dijo Ernst Jünger, “es más fácil liberarse de la cárcel de un tirano que
de las cadenas de una idea”.
Martes, 4 de febrero
UNA HISTORIA DE AMOR
“Diarios, epistolarios: la quinta rueda del carro, y quizá
la única que sigue girando póstumamente”, anota Jünger en El autor y la escritura. Y yo no puedo estar más de acuerdo. Hace
tiempo que me resulta bastante ajena la poesía de Aleixandre, pero no deja de
fascinarme el personaje, aquel caballero que escondía –a la vista de todos–
tantos secretos. Leo ahora su epistolario con un joven de veinte años, el poeta portugués Albano Martins, muy precisamente
anotado y prologado por Blas Sánchez Dueñas, y descubro una tácita y sutil
historia de amor en la que la realidad es solo un mínimo pretexto para la
fantasía.
Miércoles, 5 de febrero
NO HE DE CALLAR
“Ten mucho cuidado con lo que dices”, me advierte un amigo.
“No vaya a ser que te pase lo que a los Morancos”.
“Pues no
tengo ni idea de lo que les ha pasado a esos señores, que no se encuentran
precisamente entre mis humoristas favoritos”.
Me lo
explica mi amigo y luego, al llegar a casa, veo que hablan de ellos en mi programa
de televisión favorito, El Intermedio. Resulta que los cómicos actúan en
Barcelona y, con ese motivo, les entrevistaron en no sé qué emisora. Sale en la
conversación la situación catalana y ellos, informalmente, opinan lo que
cualquier persona con buen criterio y no mediatizada ideológicamente opinaría,
algo así como que para saber lo que quieren los catalanes lo mejor es
preguntárselo. Las descalificaciones, los insultos (aterra escuchar a Jiménez
Losantos) no se hicieron esperar. Y uno de ellos se vio obligado a pedir disculpas
por el otro, a hacer autocrítica, como Padilla en la Cuba de Castro: “Mi hermano
es demócrata y por eso dijo lo que dijo, pero no ha leído la Constitución y por
eso no sabía que prohíbe preguntar a los catalanes”.
Yo, al
escucharle, sentí vergüenza de compartir nacionalidad con los que le obligan a
humillarse de esa manera. No, amigo, la Constitución no prohíbe hacer preguntas a los
catalanes ni tampoco procesar al ciudadano Juan Carlos de Borbón si, en su vida
privada, incurre en algún delito, aunque esto último lo afirmen –contra toda
evidencia– incluso los catedráticos de derecho constitucional. La
inviolabilidad del rey solo se refiere a sus actividades como Jefe del Estado,
a aquellas que son refrendadas por el presidente del gobierno o por algún
ministro. De sus actividades privadas la Constitución no dice
nada y, por tanto, están sujetas al código penal y a un tribunal ordinario como
las de la infanta Cristina o cualquier otro ciudadano.
“¿Y no
tienes miedo –me pregunta mi amigo– de que al decir esas cosas te pase lo que a
los Morancos y te veas amenazado en los medios, boicoteado y obligado a
retractarte públicamente?”
“Pues claro
que tengo miedo”, le respondo. “Pero me perdería el respeto a mí mismo y no
podría dormir tranquilo si en asuntos que afectan a los derechos de los ciudadanos
me callara por cobardía. Tampoco puedo
callar antes los sofismas, y con mayor motivo si quien incurre en ellos, no es
el buen señor de la calle que opina en un café, sino personas tan admirables (y
tan admiradas por mi, aunque últimamente me lo estoy pensando) como Javier
Cercas o Fernando Savater”.
Jueves, 6 de febrero
INTELIGENCIA MILITAR
“A veces leo libros solo con el fin de tener más motivos
para despreciar a sus autores”.
Este
aforismo podría ser de Oscar Wilde o podría ser mío, pero es –quién lo iba a
decir– de Sabino Fernández Campos.
Viernes, 7 de febrero
PREFIERO CALLAR
“Me sorprende, Martín, no encontrar en tu diario ninguna
referencia a los trapos sucios sobre el Niemeyer que están sacando a la luz
estos días en la comisión de investigación. Está visto que también sabes callar
cuando te conviene”.
“Cuando me
conviene, no; cuando conviene. A mí el Niemeyer me parece una hermosa idea, y
hermosamente realizada en un tiempo récord. Quizá lo más duradero de la labor
de Areces, lo que quedará para la historia. Eso lo saben de sobra sus
detractores y llevan años tratando de impedirlo. Pero no parece que lo vayan a
conseguir. Lo que no fue capaz de conseguir el tándem Álvarez Cascos-Crabiffosse
no lo va a conseguir ninguna presunta comisión de investigación por mucho
empeño que ponga en ello.
“¡Menudo
demócrata que estás tu hecho! Así que descalificas una comisión de
investigación que representa la voluntad popular…”
“A mí me
parece que las comisiones de investigación con conclusiones predeterminadas por
la aritmética parlamentaria se descalifican ellas solas. Conozco maneras más
provechosas de perder el tiempo”.
“O sea que
tú crees que la gestión del Niemeyer ha sido perfecta, que no se han cometido
delitos”.
“Todo lo
contrario, creo que hay indicios de irregularidades administrativas e incluso
de presuntos delitos. Ante eso lo que hay que hacer es presentar la denuncia en
el juzgado correspondiente y esperar a que la justicia decida, algo que ya ha
hecho esta administración, no la anterior, que parecía preferir los periódicos
a los juzgados y denunciar la mala calidad de las fotografías de Jessica Lange,
de las esculturas de no sé quién o incluso del Shakespeare de Kevin Spacey que
detectar, como era su obligación, posibles irregularidades en la gestión
administrativa. Pero del Niemeyer, ya te dije, ahora prefiero callar, no echar
más leña al fuego. Lo mejor es esperar a que escampe, dejar que pase la
tormenta (minúscula, por cierto, en relación con los escándalos del Guggenheim
bilbaíno). Llegará el día en que todos los asturianos (incluidos los políticos)
estén orgullosos de él. Tiempo al tiempo.
Martín, me han gustado mucho tus fotografías lluviosas. Dan ganas de volver a la cama o de leer a Machado. Quizá lo mejor sea leer a Machado en la cama. Gracias por tu trabajo gratis et amore.
ResponderEliminarMachado está bien en todas partes, incluso en la cama.
ResponderEliminarJLGM
¿Que la mayoría de los españoles están orgullosos de serlo? Pues a mí me parece que siempre existió un cierto complejo de inferioridad respecto a la Europa más culta y desarrollada... Orgullosos, ¿de qué?, ¿qué motivos tenemos los españoles para sentirnos orgullosos de haber nacido y vivido en este país tan peculiar (y casi nunca por cosa buena)? Precisamente el fenómeno separatista es una reacción ante la imagen deplorable que muchos entienden que les da esta nación de naciones llamada España. Y piensan (quién sabe si con razón) que si se desenganchan del carro común van a tenerlo más fácil para construir una historia futura más decente, liberados de lo que ellos entienden como nacionalismo centralista que los asfixia. Las autonomías en las que ganar en los comicios formaciones distintas a las de la derecha centralista (tan abominable por tantas razones) no se resignan a verse condicionadas por gobiernos de signo distinto al suyo (aquí podrá objetarse que tampoco la derecha nacionalista es manca, pero es evidente que la "de Madrid" tiene un plus de cerrilidad y de ultraderechismo, al menos así lo creen ellos y yo también). Dígase lo que se diga, "Madrid" suscita la repulsa y la desconfianza creciente de cada vez más ciudadanos españoles (al menos por ahora). Y el vergonzoso Gobierno que padecemos y el no menos detestable partido que lo sustenta son una máquina disparada que hace nacionalistas a destajo.
ResponderEliminarNo soy nacionalista, pero entiendo perfectamente las ganas de millones de salir corriendo. ¿Hacia dónde? Eso es cosa que solo a ellos compete.
Y no, no creo que haya motivos para sentirse orgulloso de ser español; si acaso de lo que uno consiga hacer bien o como mucho su deudos. De lo que haga Rajoy y partida ni me honro ni me avergüenzo, simplemente me esqueo..
Estar orgulloso de ser español no es estar orgulloso de lo que haga Rajoy, sino de Velázquez, Cervantes, Galdós, Cernuda, Azaña... Ser español es una manera de estar en el mundo. Como ser francés, inglés, portugués... o catalán.
EliminarJLGM
Si, Kurtz.claro que las que citas son personas admirables..., pero poco nos toca a los demás de su fulgor: la mitad de ellos hubieron de vivir mirando de reojo a la Inquisición; la otra mitad estrellándose contra la cerrilidad acantilada de los españoles. Yo los comparo con las orquídeas que brotan en los basureros de Calcuta.
EliminarHaciendo una lectura desapasionada de la Historia de España, echo de menos no haber nacido unos kilómetros al Este de este Edén. Por supuesto que en aquellos eventuales paraísos tampoco iba a ser un patriota fervoroso a quien le iba a caer la baba a filu (sic) con las proezas de sus compatriotas... Si lograra sacar la cabeza de la melé o tuviese un hijo concertista de la Filarmónica, o unos padres ejemplares, claro que iba a conocer cierto confortable regocijo íntimo, ese que pudiéramos llamar orgullo... Pero solo por lo MÍO.
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ResponderEliminarEste comentario se eliminó por error antes de haber sido leído. Mis disculpas.
ResponderEliminarJLGM
Es muy socorrida " la leyenda negra " o " pensamiento antiespañol " para referirse a " España " en todo momento como adversaria enemiga del progreso, los avances, el desarrollo de la inventiva, los derechos sociales avanzados, la misma democracia o modernidad laica. Frente a una tradición autoritaria inquisitorial, los catalanes esgrimen su tradición pactista burguesa, su concepción no dogmática de la vida sino práctica y comercial, dinámica y de " progreso " ante tanto subdesarrollo secular en el resto de España. Pero la verdad es que Cataluña, a pesar de que es una nacionalidad histórica singular dentro de España, forma parte por historia, carácter, etnia ibérica románica, participación con derechos plenos en la economía y desarrollo del conjunto del Estado español, del imaginario y realidad españoles.
ResponderEliminarLa historia comparada de España no es tan inquisitorial negativa, atrasada o violenta- genocida. Muy poco sabemos ( o queremos saber ) de la historia de otras naciones a las que admiramos . España, con sus luces y sombras, es también un país con civilidad, progreso, bienestar, debate, democracia y pluralismo. Sin duda alguna. Con sus figuras insignes, movimientos culturales, gentes laboriosas y educadas, monumentos, ciencia y cultura, diversidad y huella en el mundo,... y con sus detractores.
Que no es de Blas de Otero, como se dice por ahí, sino de Víctor Manuel San José, natural de Mieres (Asturias), quien de Blas de Otero creo que tomó sólo lo de "camisa blanca de mi esperanza".
ResponderEliminarPero es un poema y me gusta.
Y por eso (ahora que se habla aquí de España / Hispania / Celtiberia / al-Ándalus / Sefarad / Spain/ Espagne, -llámenla como quieran, pero por favor NUNCA NUNCA NUNCA no esa mentecatez de "ESTADO ESPAÑOL", !!!!!!!!!!!!!!!! ESO NUNCA !!!!!!!!!!!!!), lo copiopego:
España, camisa blanca de mi esperanza,
reseca historia que nos abraza
por acercarse sólo a mirarla.
Paloma buscando cielos más estrellados
donde entendernos sin destrozarnos,
donde sentarnos y conversar.
España, camisa blanca de mi esperanza.
La negra pena nos amenaza.
La pena deja plomo en las alas.
Quisiera poner el hombro y pongo palabras
que casi siempre acaban en nada
cuando se enfrentan al ancho mar.
España, camisa blanca de mi esperanza,
a veces madre y siempre madastra;
navaja, barro, clavel, espada.
Nos haces siempre a tu imagen y semejanza,
lo bueno y malo que hay en tu estampa
de peregrina a ningún lugar.
España, camisa blanca de mi esperanza,
de fuera a dentro, dulce o amarga,
de olor a incienso, de cal y caña.
¿Quién puso el desasosiego en nuestras entrañas,
nos hizo libres pero sin alas,
nos dejos el hambre y se llevó el pan?
España, camisa blanca de mi esperanza.
Aquí me tienes, nadie me manda,
quererte tanto me cuesta nada.
Nos haces siempre a tu imagen y semejanza,
lo bueno y malo que hay en tu estampa
de peregrina a ningún lugar.
El comentario eliminado por error era mío. Decía en él que el orgullo de ser español puede en efecto, en mi opinión, ser cosa excesivamente generalizadora, porque en toda historia nacional hay de todo, bueno y malo. (Añado ahora que el "Díptico español" de Cernuda es una buena ilustración de eso). Pero que el orgullo por ser catalán, por ejemplo, peca de lo mismo. Y suele añadir además una tendencia antiespañola que no es menos absurda (lo es más, de hecho). A mí me parece legítimo sentirse orgulloso de que el Quijote haya sido escrito en mi propia lengua. Digo lo mismo respecto de Velázquez, o de tantos otros nombres, algunos de los cuales, bien escogidos, cita JLGM. Respecto a lo que dice F. de los "basureros de Calcuta", semejante manera de ver las cosas es una simplificación todavía mayor, y menos justificada; ni siquiera la propia Calcuta puede reducirse a sus basureros, que por otro lado existen en todas partes. El problema es ver sólo lo que nuestros prejuicios nos ponen delante: ver de ciertos sitios sólo los basureros, y de otros todo lo contrario, y pensar que semejante modo de considerar las cosas tiene alguna justicia, o siquiera algún sentido.
ResponderEliminarDesde luego que además de "nuestra" Inquisición existieron el fanatismo de Calvino, las piras en las que el Vaticano quemó a gente como Giordano Bruno, la brujas de Salem, etc., etc., etc... Pero aquellos países que cometieron en siglos pasados (excepción hecha del Vaticano, al que no hay que considerar como una nación, sino como una transnacional) tropelías y desafueros sin cuenta, han evolucionado social y culturalmente más que España, al punto de que difícilmente iban a ver como normales comportamientos usuales en este país nuestro. Por ejemplo, la derecha europea no entiende una medida tan retrógrada como la que pretende tomar el gobierno del PP en lo referido a la ley del aborto. La intromisión de la Iglesia en el Estado, tampoco. Y la mendacidad de nuestra clase gobernante no tiene parangón. Que aún existan en los espacios públicos monumentos y epigrafías que ensalzan (no otra cosa hacen por su mera pervivencia) el fascismo derrotado en toda Europa (menos aquí, que al parecer sigue vivo y coleando) pone en evidencia hasta qué punto España es un verso libre (?) en el devenir del llamado Occidente. Y quien no sea capaz de detectar semejante aberración es que no tiene afinadas las entendederas o que es otra víctima más de la desmemoria histórica, que tanto han fomentado unos y otros.
ResponderEliminarEl símil del basurero creo que cuadra bastante bien: existen pocos lugares en que la corrupción (tan inherente a la basura) y los usos antidemocráticos campen a sus anchas con impunidad escandalosa como aquí.
Quiero decir, en definitiva, que no niego la negrura de la historia de otros países de nuestra misma civilización y de nuestro entorno. Lo que es innegable es que ellos han evolucionado hacia formas de gobierno y de convivencia más razonables y más respetuosas de los derechos humanos. Y, hoy , mal que pese, España dista mucho de ser un país socialmente cohesionado, en el que los derechos del hombre estén fuera de cuestión, y en el que la democracia sea algo que no se discute porque es denominador común de todas las facciones.
Cosas todas ellas que no me enorgullecen en absoluto.
Habría que definir el término "orgullo", que no siempre tiene un contenido negativo. "Estar orgulloso de ser español (o de ser profesor)" no quiere decir que uno se suponga, por esa razón, superior a un inglés o a un argentino, a un fontanero o a un ingeniero. Precisamente porque yo estoy orgulloso de mi país y de mi profesión comprendo que otros lo estén del suyo y de la suya. Como a mí no me gustaría que me obligaran a ser inglés o marroquí comprendo que haya catalanes que no quieren que les obliguen a ser españoles. Mi nacionalismo (o mi patriotismo) me hace respetar el nacionalismo ajeno, no me lleva a tratar de imponérselo a nadie.
ResponderEliminarJLGM
Y la historia de cualquier país, como la historia del mundo, está llena de fango y sangre, pero uno se siente heredero de los grandes nombres y también de los hombres y mujeres que trabajaron anónimamente por el bien de los demás. La España de la que yo estoy orgulloso es de la de Fray Bartolomé de las Casas, no de la de Torquemada; de la del presidente de la primera Repúblcia que prefiriò renunciar a firmar una sentencia de muerte, no de la del dictador que firmaba sin mirar cuanta sentencia de muerte se le ponía delante mientras tomaba el chocolate.
Pero vea vuesa merced, mi señor García Martín, que en nuestra idiosincrasia cundió más frayTorquemada que el otro dominico defensor de los indios masacrados; y que campea - más -aún hoy- el Cid sobre su Babieca arrasadora que la triste figura de don Quijote a lomos de un rocín que, de escuálido, no sabia pegar coces.
ResponderEliminarLo mejor siempre escasea, Pero yo prefiero siempre lo mejor.
ResponderEliminarJLGM
¿Y quién no, buen vate?
EliminarAh; y muy guapa la foto del puente.
EliminarApruebo la moción. Como ya dijera Oscar Wilde, "soy un hombre de gustos sencillos. Siempre me conformo con lo mejor". Acaso F. cultiva demasiado la tendencia contraria, y agranda los aspectos oscuros a costa de empequeñecer o hacer desaparecer los otros. Un ejemplo: Estados Unidos es un país que tiene muchas cosas admirables. Pero, aplicándole el tipo de mirada que F. se complace en dirigir a España, puede fácilmente presentárselo como la encarnación misma del Mal. Y hay gente que lo hace. Resumen: en todas partes cuecen habas; pero empeñarse en ver sólo el perol donde se cuecen, con exclusión o minimización de todo lo demás, es tener una idea muy insuficiente de la realidad. Aquí, en los USA o donde se quiera.
ResponderEliminar¿Hay èpocas mejores o peores para sentirse español?, no orgullosos, ¿sino español?. Si dejamos el orgullo a un lado, ¿qué y quienes somos?, cada uno, por separado.
ResponderEliminarSi viajo al extranjero y digo allí en inglés por ejemplo, que soy de otra nacionalidad para no sentirme avergonzada de ser española; esto, sería el peor chiste de mi vida.
No se puede arreglar fuera lo que tantos estropean dentro.
http://youtu.be/QFqRST5L9ac
Saludos
Pues yo no me siento avergonzado de ser español ni dentro ni fuera, aunque a veces me avergüence del comportamiento de algunos españoles.
ResponderEliminarJLGM
No hay motivo especial para sentirse avergonzado por ser español. No más, por ejemplo, del que tendrían ingleses o alemanes para avergonzarse de sus propias nacionalidades, si se piensa en el comportamiento de algunos compatriotas suyos en ciertas zonas turísticas, de éste y otros países. No tiene uno por qué sentirse concernido por los vándalos si no es uno de ellos.
ResponderEliminarAsí es J.Luis, porque el comportamiento de algunos españoles, no es sólo en España. Si estos españoles estuvieran en otros paises (o como se demuestran que ya han estado), harían lo mismo o lo intentarian, al menos.
ResponderEliminarHablamos de la condición de cada uno.
Anónimo, tampoco me avergüenzo. Al fin y al cabo, imagino que como los que estamos aquí; luchamos porque no nos tomen al menos por tonto, inútiles y sin iniciativa propia.
Un besote
Ya que este asunto de el orgullo patrio está dando tanto de sí, a mi juicio sin centrarlo en su justa proporción, os diré que afirmar como yo afirmo que no estoy en absoluto orgulloso de ser español no trae como contrapartida que haya de avergonzarme de serlo. Creo que he dejado claro -si es que le importa a alguien- que en mi caso me siento independiente y soberano de mi persona, sin que me afecten en la autoestima ni las tropelías de mis compatriotas ni sus méritos: ni para vergüenza ni para vanagloria (que bien vana iba a ser, tratándose de la gloria de otros).
ResponderEliminarUn hombre libre (yo no caigo nunca en la odiosa costumbre de decir "los hombres y las mujeres", entre otras cosas porque es cargarse la problemática donosura de lo escrito, y además no se trata tampoco de congraciarse con los tontos) debe cifrar su orgullo (si este tiene algún sentido) en los logros personales, no en las hazañas del colectivo en el que brujulea. Así que tengo por el mayor desatino ver a los fanáticos del fútbol exaltarse al borde del infarto por los triunfos de "su" equipo..., generalmente de millonarios-mercenarios. Es esta una muestra extrema de lo que vengo sosteniendo.
Pero tampoco niego las excepciones y alguna vez me he avergonzado de ser español y, consecuentemente, lo he ocultado. Recuerdo cierta ocasión en que coincidí en Lisboa con una excursión de energúmenos españoles, bociferantes y casi impertinentes con los empleados de cierto hotel: al cubrir la ficha en el mostrador de recepción, en la casilla de "nacionalidad" puse... "catalán". Y creo que el recepcionista me obsequió con una sutil sonrisa de amable complicidad.
Me gusta el párrafo final, F.
ResponderEliminarJLGM
Como a mi me gusta tu excelente "Línea roja", aunque no comulgue con todo lo que dices.
ResponderEliminarPor cierto: me firmaste un ejemplar; ¿qué cara hubieses puesto, Kurtz, si me llego a identificar? Me pongo en lo peor.
Buen domingo.
Pido disculpas por el terrible "bociferantes" que incomprensiblemente se me ha colado.
EliminarTiene F. cierta tendencia al extremismo en sus afirmaciones. A juzgar por lo que dice, Pessoa, de quien cito el final de su "La nueva poesía portuguesa sociológicamente considerada" ("Que el triste y pobre presente no nosdeprima ni enajene: esto es lo que confirma nuestro razonamiento. ¡Tengamos la valentía de ir hacia la gran alegría que viene por donde el razonamiento nos lleva! Se prepara en Portugal un renacimiento extraordinario, un resurgimiento asombroso [...] Hagamos de esta creencia lógica el futuro más glorioso que la imaginación ose concebir para nuestra alma y nuestro cuerpo, nuestro día a día y nuestra eternidad. Día y noche, en pensamiento y en acción, en sueño y vida, esté con nosotros para que ninguna de nuestras almas falte a su misión de hoy, crear el supra-Portugal de mañana"), o Leopardi, ("¡Ay! No te dimos nuestra sangre, ¡oh amada!, / ni nuestra vida; muerto / no estoy aún por tu cruel fortuna. / Aquí la ira y la piedad rebosan; / luchó y cayó gran parte de nosotros, / pero no por la Italia / moribunda, sino por sus tiranos"), o Kavafis ("Pero aún fue más que todo eso, fue griego. / La humanidad no tiene cualidad más honrosa; / si más alta la hay será entre los dioses"), o muchísimos más ejemplos que podría citar, son del todo comparables a los hooligans. Una cosa es el amor a la propia patria, que no es obligatorio pero sí del todo legítimo, y otra muy distinta el talibanismo nacionalista o la zafiedad patriotera. No confundamos los términos. (Y, por cierto, entre los catalanes con que en aquella ocasión prefirió identificarse, y más ahora con lo de la independencia, las cosas que a veces se oyen, y hasta se leen, tienen poco o nada que envidiar a las más encendidas que pueda imaginarse).
ResponderEliminarF., por mi parte no coloco nada. Cada uno que se sienta orgulloso o no de lo que crea.
ResponderEliminarSoy de un pueblo de la Sierra Norte de Sevilla, Constantina. Me fui a Sevilla muy joven para trabajar y estudiar, y para ello cuidaba de una señora mayor muy rica y a la que no le gustaban los pueblos.
Me presentaba a la gente que le rodeaba (muy rica también) y le decía: ¡Mira que maja es esta chica!, y eso que es de pueblo.
Un año escuchando esto. Un día va y me pregunta ¿pero tú nunca dices que no eres de pueblo?.
_¿Para qué Señora?, si usted me lo recuerda constantemente y es lo único que me da vida mientras trabajo con usted.
Lo que nunca pude imaginar lo que lloró cuando dije que dejaba el trabajo.
Cuando digo rica, me refiero a dinero; tenía "muuuuchooo" dinero.
Bueno, pienso que Pessoa, de haber vivido unos años más, hubiese disfrutado el apogeo de la férrea dictadura de Oliveira Salazar - el Estado Novo- y supongo que no iba a reconocer en ella el "renacimiento" del supra-Portugal..., y seguro que iba a estar muy poco orgulloso de semejante estado de cosas.
ResponderEliminarLo mismo Leopardi: resucita por un día en la corrupta Italia de hoy y se nos vuelve a morir de asco, sin un átomo de orgullo que llevarse de regreso a la tumba.
Y Kavafis, idem de lienzo: se da un garbeo por las ágoras de la miseria griegas y hasta se olvida de la gloria de Pericles, todo ello con poquísimo orgullo bajo el quitón.
¿Sí o no?
De todos los países, no sólo de esos tres o de España, pueden contarse tanto cosas buenas como malas; también ahora. Y, por otra parte, podría perfectamente haber puesto ejemplos de países cuya situación económica o política fuese menos dudosa: el sentimiento patriótico es universal. Recuerde solamente los versos de Rupert Brooke, el poeta inglés muerto en la 1ª Guerra Mundial: "Si yo muero, pensad esto de mí: / que allí donde me entierren habrá un rincón de tierra / que será ya Inglaterra para siempre". Repito que el problema está en confundir el sentimiento patriótico, que es del todo legítimo, con las formas degradadas de él a que me referí antes. Una diferencia clara entre uno y otros es que el sentimiento patriótico no es "contra", no es hostil; en la misma Inglaterra, a la que he citado con ocasión de la 1ª Guerra Mundial, hay una placa de la que habló Cernuda y en la que se recuerda a los estudiantes ALEMANES muertos en la 2ª; no es el único memorial de ellos que allí existe, ni éste de Inglaterra el único caso. Mientras que sus degeneraciones sí son "contra", sí parten de la idea de que el otro, sólo por serlo, es inferior. Como dije antes, no confundamos las cosas.
ResponderEliminarYo lo que digo -y a ver si queda claro de una vez- es que nada obliga (y el sentido común menos) a sentirse orgulloso del país de uno; tan ético, honorable -y desde luego más racional, será su contrario. Porque si TODOS los nacionales de sus respectivas naciones están orgullosos de serlo, alguien se equivoca, alguno se estará colgando medallas que no merece, demasiadas dosis de orgullo para ser objetivamente justas.
ResponderEliminarEl patriotismo acrítico, la exacerbación del amor por el terruño, incluso la hipertrofia del sentimiento de pertenecer a un clan, responden a pulsiones bien poco racionales y fácilmente inculcables o manipulables. Además han jugado muy malas pasadas a la especie, en su conjunto considerada.
Por el contrario, la neutralidad, el distanciamiento crítico, percibirse como ciudadano de un colectivo que trasciende a las fronteras arbitrarias (ser eso que se suele llamar "ciudadano del mundo"), tiene más que ver con la razón y responde a una visión del mundo mucho más lúcida.
Me parece mucho más de tener en cuenta, más básico y racional, percibirse como parte de una CLASE social, que encuentra a sus iguales dentro y fuera de las fronteras nacionales. Y si esa clase, como colectivo, consigue logros que otros le quieren escamotear, entonces sí estaría justificado el orgullo: sería por algo razonable, no por majadera "sensación".
Que nada obliga a sentirse orgulloso del propio país es cosa que yo ya dije: el patriotismo no es obligatorio, ciertamente. Pero también dije que el patriotismo bien entendido no es excluyente; que alguien, por ejemplo, se sienta orgulloso de ser compatriota de Cervantes no excluye su posible aprecio por Dante, Shakespeare, etcétera.
ResponderEliminarLo acrítico y la exacerbación me parecen a mí, en efecto, cosas nada deseables; pero F. da la impresión de creer que ésa es la única posibilidad, con lo que su expresión "patriotismo acrítico" resultaría un pleonasmo. No: ni el patriotismo de Pessoa, ni el de Kavafis, ni el de Leopardi, ni el de Rupert Brooke, están en ese caso.
También ese sentimiento de pertenencia a una clase es fácilmente manipulable, y lo ha sido muchisimas veces: en la difunta URSS, sin ir más lejos. Pero, como ocurre con el patriotismo, el abuso no descalifica el uso no abusivo.
Estoy tan de acuerdo con lo que dice "anónimo" que voy a acabar creyendo que soy yo.
ResponderEliminarJLGM
Sería una confusión excesivamente halagadora para uno. Pero me alegro de que estemos de acuerdo.
ResponderEliminarUsted, estimado Anónimo (y por lo que se ve el buen Martín) recurre a la retórica y amplía el campo de juego de tal manera que es casi imposible concretar nada; se embarca en especulaciones cuasi filosóficas con ribetes sofísticos que no sirven para convencer a quien, por experimentarlo en propia carne y propia mente, no necesita de que le hagan la catequesis para sacarlo del error en el que -según usted- ha vivido desde siempre. De modo que haber nacido bajo el yugo de una de las dictaduras más ominosas del siglo XX y comprobar con desaliento que seguimos malviviendo en la onda expansiva de aquella desgracia, además de tener documentada noticia de cuál ha sido el devenir histórico de este rincón del mundo, con su reata de reyes felones y gobiernos corruptos, según usted dan para que nos volvamos -quienes piensan como yo, que somos multitud- amnésicos, ciegos y mudos, y hasta dudosos de nuestro buen juicio, porque al parecer hay personas tan doctas que ven con la perspicacia de la que nosotros -tan ignorantes- carecemos, y juzgan con un criterio muy por encima de quienes en su ignorancia reniegan de la opresión, barbarie, analfabetismo y abusos seculares y no reparamos en nuestra buena estrella, ya que no nos han de faltar Garcilasos, Tirsos, Cervantes y Españoletos que nos rediman de tanta ignominia histórica y que, por el contrario, debemos fecicitarnos porque hayan hecho leña de nosotros -a veces literalmente, en las piras dominicas- para que, a su luz, brillen más y mejor estos prodigios de los siglos.
ResponderEliminarA mi me va a venir usted con pamemas como esas...
F, pues sí; pero no se trata de resucitar a los que no están, ellos ya vivieron su historia. Por esto hacemos estas comparaciones, además de que evidentemente no hace falta morir para hablar de lo que estamos hablando.
ResponderEliminarCreo que es mucho más fácil sentirse "ciudadano del mundo", que elegir pertenecer a clases sociales, ya que esto conlleva a la lucha de tales clases y eso es lo que precisamente hemos vivido siempre. Pero vamos que yo no me aclaro, no sé si soy de Constantina, Española o Europea. O si va, por pasos jaja...
MURALLAS
Sin miramiento, sin quebranto, sin pudor
grandes y altas murallas fabricaron en torno mío.
Varado me encuentro y desespero ahora aquí.
No pienso en más: mi mente esta suerte la devora;
porque fuera muchas cosas tenía yo que hacer.
¡Ah! Cómo no atendí cuando fabricaron las murallas.
Pero nunca oí estrepido de albañiles ni sonido.
Desapercibidamente me encerraron fuera del mundo.
Cavafis
* Pues de esto, estamos hablando aquí. Y lo importante, es que una raíz nos sostiene.
Qué incansable resulta en el bla bla bla al bueno de F. Que a él no le gusta ser español, pues muy bien, que solicite otra nacionalidad, está en su derecho. Que otros aman a su país, a pesar de todo y de todos, y quieren hacer todo lo posible por mejorarlo, pues me parece que también estamos en nuestro derecho. Yo no escogí ser español, en lugar de francés, u hombre, en lugar de mujer, pero por mucho que me gustara Francia o las mujeres no se me ocurriría cambiar de nacionalidad ni de sexo. Comprendo perfectamente que otros quieran hacerlo, sus razones tendrán.
ResponderEliminarCon todos mis defectos, yo no me cambiaría por nadie, ni siquiera por F. con todas sus virtudes; eso no quiere decir que no intente eliminarlos en lo posible (o por lo menos disimularlos).
No hay nada que discutir, tenaz F. Existen apátridas, existen cosmopolitas y quienes aman el mundo desde un lugar, una historia (general y familiar) y una cultura. Lo primero (si se debe a una elección personal) es tan bueno como lo segundo.
Una patria se acepta o se elige, pero nunca se impone. El verbo amar --a una persona, a un país-- no admite el imperativo.
JLGM
No seré yo quien contradiga a F., para que no me acuse (otra vez) de disimular mi ignorancia y mala fe mediante nubes de tinta retórica. Baste señalar que es él, no yo, quien acusa a CUALQUIER amante de su patria (no sólo a los españoles) de ésas y algunas otras, digamos, inconveniencias, y quien a mis ejemplos de Pessoa y demás objeta los males de las respectivas patrias, para decir ahora lo horroroso de la condición SÓLO española. Aceptemos pues pulpo como animal de compañía, y que los horrores de Portugal, Italia o Grecia (y supongo que también de Inglaterra, ¡pobre RB!), no hacen sino reforzar la idea de que ser español es malísimo.
ResponderEliminarUno, ingenuamente, se pregunta por qué, en ese caso, es bueno en cambio ser ciudadano del mundo, de un mundo del que también forman parte esos otros tristísimos países; más bien esperaría que F., coherente con esas ideas, se declarase ciudadano, por lo menos, de Marte. O siquiera, al modo de Baudelaire, de "anywhere out of the world": no importa dónde, con tal que sea fuera de este mundo. Uno prefiere, torpemente sin duda, disfrutar y elogiar lo que éste tiene de bueno, y hacer lo que esté en su mano por mejorar lo que no lo es tanto. Que, como dijera Machado, más vale (intentar) ponerse a la altura de las circunstancias que au dessus de la melée. Lo otro requiere una convicción de élite que uno reconoce modestamente no poseer, y que prefiere dejar al propio F., que tanto parece necesitarlo.
Uy, qué bien: de dos en dos, como a mí me gusta.
ResponderEliminarMe hace gracia el argumento que esgrime el buen Martín: si no te gusta España, vete pa Cuba (aunque ahora se dice más "vete pa Venezuela"; se ve que la consigna de los patriotas hispanos ha mutado de la invitación a irse al Caribe, a la berroqueña Cuba -berroqueña porque no han logrado meterle el diente- y ahora, al parecer, es a Venezuela a donde los españoles cañí quieren que vayamos los que hacemos mohines por vivir en este estimulante y ejemplar país. Pues eso: si no estás contento haz la valija, Nebrija. O cambia de nacionalidad, que viene a ser lo mismo. ¿O no?.
"Amar a SU país"..., habrase visto frase más hueca y más carente de sentido, máxime si viene de alguien con dos dedos (Martín muchos más) de frente. Como si se pudiese amar algo tan gaseoso como es la patria... Igualico que a una novieta, o que a un ligue, o que a la santa.
Qué talento. tú y que redonda les queda la frase... Qué nivel, Maribel.
Amar a la patria, a la bandera, a don Pelayo, al Cid..., que caspa tiene todo esto...
La cuestión está, amigos, en que ambos dos tenéis una visión de la Historia de vuestro país propia de señoritos. Sí, de señoritos que viven como dios. Y cuentan los hitos según sus manías o sus aficiones: tal año, publicose La Galatea; tal otro Vicente López hizo el magnífico retrato de la consorte del Rey Felón; en tal fecha J.C Arriaga compuso su Stabat Mater; en 1982 fuimos jurado del premio F. Gargantúa; en 2002 se vistió de largo Mimuchi Aguirrezabala... Y así se cuenta la Historia. Sí.
Mi calendario, glosario, almanaque, códice federiquino, tiene señaladas con trazo rojo otras efemérides: en tal año Fernando VII agarrotó X cientos españoles que pensaban distinto a él. En el siglo tal, fueron expulsados de España los llamados moriscos, por causas que aún hoy no están nada claras. De otra tacada les tocó la china a los judíos que no quisieron pasar por el aro. En el siglo ese a la Inquisición se le fue la mano con el carbón. Un verano del 36 media España nos heló el corazón a la otra mitad. Pese a la caló, a la canícula, al sopor de la siesta en los cuartos de banderas.
Aunque fuera por elemental prudencia, buen Martín, debieras hacer oídos a tus mayores, verbigracia don Antonio Machado, que ya nos puso en aviso de aquello de las dos Ejpañas, y que la mitad se pasaba a cuchillo a la otra mitad y tal... Y si Machado ( Antonio, que el otro bastante tenía con adular al "caudillo") tenía una imagen tan cainita y salvaje de su España, pues eso, que más bien de orgullo poco.
Y para joderlo más, esta mañana me doy de bruces con las declaraciones de la Cospedala y del Floriano...No lo puedo aguantar más, un poquito de por favor...
Y luego me tocan las narices los sofistas patrioteros de aquí pa lo que gusten...
Y yo que creía que se podía vivir tan guapamente sin el amor patrio hinchándome la yugular. Y yo que creía que era hasta de buen gusto y de su aquel de salud moral (y mental) soltar la adrenalina diciendo lo cutre, casposo, ignorante y demodé que ha venido a ser este gran país, otrora tierra de hidalgos que tenían por bajo usar las manos para algo más que hurgarse las narices o meterle mano a la criada, como tenía que ser, que pa eso está la chusma holgazana y no uno que ha nacido entre blondas que trajeron de Flandes prendidas en una pica.
Y ahora que diez millones de sagaces votan a una secta de afanadores sin pudor. Y que por Levante que reinciden y que les vuelven a elegir, sin duda por que les han puesto en el viejo cauce del Turia unos cuantos calatravos y un circuito de Fórmula 1. Y que lees en los papeles que pese al expolio, el 56% de los madrileños están a gusto con sus afanadores, correveidiles de la clerigalla antiabortista y metementodo. ¡Vivan laj caenaj! Y que casi me caigo de la banqueta del café y vierto el brebaje por la pechera del frac.
Bueno, la verdad es que no sé por que les doy cancha a Martín y a ese señor tan relamido... O sí lo sé, pero me lo cayo.
No hace ninguna falta que el amigo F. se "caye". Es más, a mí me ha alegrado mucho lo de la "visión propia de señoritos", e incluso de "señoritos que viven como dios". Porque, se "caye" o no, sin duda F. comprenderá que, después de más de 28 años currando todos los días salvo festivos, y varios más en el paro hasta ahora, eso de vivir como dios le levanta a uno mucho el ánimo, vaya que sí. Para comer no dará, pero ¡cómo consuela, oiga! Un millón de gracias (perdón, sólo doscientas, que mis ingresos no dan para mayores alegrías).
ResponderEliminarHombre, don Anónimo (¿cómo es tan triste que ni siquiera se le ocurre ponerse un mote o, si es perezoso una modesta letra, como servidor?); así que el señorito se engalla porque cree haberme cogido en una grosera falta de ortografía, impropia de quien ostenta un piquito tan florido y que debiera informarle de lo poco verosímil de semejante erradura (sic, no se confunda). Una persona menos rencorosa -como el buen Martín, que no dijo ni mu cuando el otro día le espeté un "bociferante" y vaya usted a saber si algún engendro más) hubiese dejado pasar bola, porque se hubiese dado cuenta de que es un error digamos "tipográfico". Pero usted, para resarcirse de los inocuos palos que le acababa de dar, no una si no dos veces, me arroja a los morros la erradura (las de hierro las guardará usted para ocasión más señalada, supongo).
ResponderEliminarY bien, abundando en lo que les venía diciendo respecto a los pocos motivos que hallo para estar ufano y orgulloso de haber nacido y vivido (que es lo peor, que lo primero hubiera tenido mejor solución), le remito al escrito de David Trueba "Sólo tú", en el que hace un repaso al deplorable estado físico-químico-mental de este pueblo. Otro "apátrida" sin duda.
Que mejore (sobre todo de estilo: es cursi y crepuscular).
Disculpe vuesa merced, mi señor don Anónimo, que haya escribido "si no" por "sino". Pues es menester que en aquesta palestra de las letras, do tan perspicaces y estrictos son los contendientes, ni un fallo ni una finta fallida ha de concederse de barato a la otra parte.
ResponderEliminarF., no sigas. Con todo el derecho que tenemos a opinar, leo todo y queriendo dar o defender nuestra opinión, nos hacemos daño. Al fin y al cabo se trata de esa loca e inoportuna discrepancia entre todos, y que no acabaría nunca: la razón.
ResponderEliminarNo sufras.
Saludos
Infinitamente agradecido por los calificativos a mi estilo, que como se comprenderá es cosa (lo del estilo) más grave y menos disculpable que las erratas. No prometo enmienda, ya me gustaría; porque, así como la sabiduría gramatical y estilística de F. le hace fácil corregir cualquier desliz en que incurra (como a todos nos pasa), una insuficiencia congénita como la mía es de remedio mucho más problemático.
ResponderEliminarDejémoslo en que cualquier conato de amor a la patria lo es a la vez de inferioridad mental y de espíritu con respecto a quienes no padecen de un mal semejante, y que Pessoa, Leopardi, Kavafis, Rupert Brooke y quien se tercie no hacen más que reafirmar tan ponderada convicción.
El problema en esto, amigo F., no reside en que pueda usted (o yo, o cualquiera que las busque) encontrar fácilmente personas que hayan manifestado su disgusto con el sentimiento patriótico, como es posible encontrar con la misma facilidad otras de opinión contraria, sino su escasa disposición a aceptar eso, el derecho de otros a pensar de otra manera que la suya. Se puede legítimamente ser patriota o antipatriota, de derechas o de izquierdas, independentista catalán o contrario a la independencia, y lo deseable es que todos podamos convivir siendo en lo posible, como dijo Cernuda, "tolerante (s) de lealtad contraria / según la tradición generosa de Cervantes". Con eso, de verdad que muchos aparentes problemas se desvanecen solos. Hasta podría ser bastase para mejorar mi estilo; y si no, eso es, de verdad se lo digo, lo que menos importa.
¡Huy, me he comido un "que": "hasta podría ser que bastase". De verdad que es una mala costumbre esto de comer algo a media mañana; como se ve, en cuanto se descuida uno, se come lo que no debe..., y me estoy dando cuenta del chiste. Vale, lo dejo.
ResponderEliminarVaya, hombre, buen Anónimo, no me hace caso en lo de la enmienda en el estilo y recurre a esa insufrible argucia de "agradecer" con la boca pequeña la quina que se le suministra. Sea más franco (con perdón) y argumente con contundencia y virilidad..., pero no me perdone la vida con displicencias de guardarropía, digo de sainete de corrala matritense. Y menos mal que tiene la humildad de no verse capaz de corregir estilo, porque estima que -como es mi caso- la brillantez en el discurso no se adquiere leyendo el "ABC", ni departiendo con patriotas full time, sino que es algo casi genético, connatural, intransferible (en mi caso la dialéctica paterna -Castelar Fernández- se proyecta en la aventajada prole). Y sí, tiene razón (¿ve cómo soy capaz de dársela si la merece?), lo del mal estilo es muchísimo más grave que las erratas y aún que las faltas de ortografías alevosas; estas últimas se pueden enmendar con perseverancia o con unas bofetadas del dómine (seglar o religioso)..., pero lo de la donosura estilística, la calidad literaria, el verbo ágil y compañero de travesía, está fuera del alcance del no nacido para semejantes excelencias.
ResponderEliminarBueno, usted no debe de ser malo pero algo plasta, sí. Y me venía buscando los dobladillos del jubón y yo ni mu. Martín muy comedido, mire usted; pese a su carácter quisquilloso ha sabido discutir como un hombre razonable (hasta me reconoció virtudes difícilmente a su alcance: modestia en estado puro; él sabe con quién trata, usted no, amigo).
A conformarse con lo que uno posee, buen Anónimo, que en su caso no tiene por qué ser muy poca cosa.
Cordialmente le saludo.
Si es que uno no vale pa esto, amigo F., como usted bien sabe, y dice. Uno es torpe y, lo que es más, no tiene apellidos presentables, por lo que carece de la dotación genética necesaria para saber expresarse. Y es un pedazo de... eso que San Pablo prefería no nombrar (ya usted señala la carencia de virilidad, aunque a uno le gusten las mujeres y, en su ignorancia, no pueda entender qué relación haya entre las gónadas y el estilo). Y no hay otra que conformarse, a ver qué va a hacer uno, y más con esta virilidad tan zarrapastrosa que le ha tocado en suerte. Ay (léase con voz aflautada, of course).
ResponderEliminarJajajajajajaja..., no me llores. Anonimín, que la comedia è finita.
ResponderEliminarUn abrazo y hasta la próxima.
Ah, y cuídate esa voz.
Las respuestas aquí del buen F., como las de El Lejano en la entrada siguiente, me llaman la atención por lo pétreo de sus certezas. Uno no tiene dudas de que el amor a la patria es cosa de menores de edad mental y/o espiritual; que lo expresara gente como Pessoa, Kavafis, Leopardi o Rupert Brooke le da exactamente igual. Tampoco de que ser español debe ser o indiferente o motivo de vergüenza; que ninguno de los dos sea el caso de tantos españoles que están entre lo mejor que ha dado esta denostada tierra, idem. El otro no tiene duda de que los candados de que habla, y que no tienen nombre o marca que permita identificar a quien allí los pone, han de ser por definición cosa de extranjeros-turistas-rebañegos, o sea, de todo lo que él no es, y si uno objeta algo sólo puede ser porque... ha añadido algún candadito a la colección, y es tan inapelablemente rebañil como el que más lo sea. Tal para cual; por eso pongo esta entrada en los dos sitios. Deberían conocerse: se entenderían muy bien, creo. Aristóteles dejó dicho que 'la duda es el principio de la sabiduría'. Me temo que, si eso es cierto, uno y otro, tan seguros de cosas tan improbables, no están ni al principio. Pero tranquilos: sin duda el meteco Aristóteles era un lamentable patriota, y su limitadísima inteligencia no le daba para más que ser una de las más torpes ovejas del rebaño, de modo que ni caso. Yo, desde mi merecida oscuridad, pienso que quien está seguro de saber tanto, ¿cómo y por qué habría de esforzarse en aprender lo que ya sabe?
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