Sábado, 11 de mayo
POR ALUSIONES
Como
todos los enemigos mortales, comenzamos siendo los mejores amigos. ¿Cuántas
veces habré repetido yo esa frase? La recuerdo de nuevo al leer en la revista Centauros
un artículo de Miguel d’Ors sobre Manuel Machado. Ejemplifica con un texto
mío las “falsedades y tonterías al por mayor” que se repiten sin tener
en cuenta “las complicadas investigaciones sobre la vida y la obra de don
Manuel” que él “ha hecho y publicado a lo largo de cuarenta años”.
Lo curioso es que esas “falsedades y
tonterías” que tanto le indignan (que era “liberal y republicano”, como su
hermano Antonio, que “no tuvo más remedio” que escribir versos franquistas “si
quería salvar la vida en aquel Burgos enfervorizado en que la casualidad quiso
se encontrara el fatídico 18 de julio”) son punto por punto confirmadas en su
artículo, en el que se citan las abundantes veces que Manuel Machado rechazó el
fascismo, se vuelve a contar su encarcelamiento y su fervor franquista
sobrevenido, se da cuenta de sus muestras en la posguerra del no excesivo
entusiasmo por el régimen.
La ideología nos impediría a mí (y a
otros como yo) entender la realidad de los hechos y por eso difundimos
falsedades. Qué gran verdad aquello de que es más fácil ver la paja en el ojo
ajeno que la viga en el propio. Se lamenta Miguel d’Ors de que todo su ímprobo
esfuerzo por aclarar la verdad sobre la vida de Manuel Machado resulta inútil,
ya que “la corrección política actual excluye la posibilidad de que una persona
inteligente, decente y en su sano juicio pudiera apoyar a Franco; y también la
de cualquier conversión religiosa. (Lógico: una vez sentado que Dios no existe,
sería una grave inconsecuencia admitir que alguna vez pueda hablar al alma de
alguien)”.
¿Pero quién, por muy “correcto”
políticamente que sea, niega que existen las conversiones de una religión a
otra o del ateísmo a la creencia en el Corán, el Evangelio el Libro del Mormón?
Y en cuanto a lo primero, la cuestión no
es si una persona “inteligente, decente y en su sano juicio” puede apoyar o no
a Franco, a Hitler o a Stalin, sino si Manuel Machado lo hizo entusiasmado y
desde el primer momento o después de pasar por la cárcel y ver su vida en
peligro si no lo hacía.
Miguel d’Ors, cegado por la ideología, aún no se ha enterado de que hubo una República de derechas (y aún de extrema derecha) que reprimió ferozmente el intento revolucionario del 34, ni de que se podía ser republicano y católico practicante (como el propio presidente, Alcalá Zamora) y liberal, como Manuel Machado. En uno de los tomos de sus Virutas de taller me llama el Maligno, así con mayúscula, como si yo fuera una novísima encarnación del diablo. Mentiría si dijera que no me divierte esa obsesión conmigo.
Domingo, 12 de mayo
LUGARES TRANQUILOS
“¿Qué
tal por Florencia? ¿No hay demasiado turismo en estas fechas?”, me pregunta mi quiosquero habitual de los domingos.
---Florencia es como Venecia: sin turismo no existiría, pero los turistas solo se concentran en media docena escasa de lugares y dejan el resto de la ciudad o la ciudad entera, a partir del atardecer, para el viajero solitario. Esta vez viajaba con mi primo Pedro García Martín, que es muy previsor y había sacado entradas anticipadas. Hacía años que no volvía a los Uffizi y ver ciertas obras maestras fue como saludar a viejos conocidos. Pero soy mal visitante de museos, sobre todo de grandes museos. Me fatigan pronto. Lo que más me gusta suele ser el propio edificio y las ventanas. Las pinturas, sobre todo si no son de gran tamaño, las aprecio mejor en una buena reproducción; al natural, me basta con haberlas visto una vez. No hay turistas si uno pasea, temprano en la mañana, por la orilla del río, desde el ponte Trìnita hasta la plaza de Vittorio Veneto, con su gran noria, que de noche luce como una cambiante joya en el perfil de la ciudad. Tampoco los hay, o apenas se notan, en el Giardino dei Semplice, el jardín botánico, al lado del convento de San Marcos, donde vivió Fray Angélico. Me gustó encontrarme con una zona en que se deja a las plantas crecer a su aire, sin intervención alguna. A fin de cuentas, en el paraíso no había jardineros. “Sin artificio, toda se corrompe la naturaleza”, escribió Góngora. Pero hoy nos parece que es el exceso de artificio, lo que corrompe la naturaleza. Las malas hierbas solo son malas desde una mirada miopemente utilitaria. Pensar eso no me impide admirar las rosas, que son a la vez naturaleza y obra de arte. Aquí están las rosas silvestres y las rosas antiguas, las rosas chinas que se introdujeron en el siglo XVIII y las modernas, como se conoce a las variedades aparecidas desde 1867. Las rosas silvestres acentúan el encanto de las rosas de autor: en la rosaleda de Brooklyn encontré una rosa Omar Jayyam, aquí me detengo largo rato ante una rosa “clair matin”, clara mañana, de 1960. Antes he admirado las rosas blancas que rodean el teatral monumento a Manfredo Fanti, frente al convento de San Marcos. “Por amor a la libertad” tuvo que exiliarse en 1831 a España, donde aprendió “el arte de la milicia”. Soy de los que cuando pasean por una ciudad se detienen a leer todo lo que encuentran. En Florencia, los versos de Dante que aparecen en casi cada esquina y las placas de las estatuas y las que recuerdan que allí nació o residió algún ilustre. En Italia, están siempre bellamente redactadas, recuerdan algún ilustre. Hay mucho turismo en Florencia, sí, pero cuántos lugares tranquilos. A partir de las cinco o seis de la tarde, la plaza de Santa Croce se convierte en un hermoso rincón provinciano en el que juegan al fútbol los niños y toman el sol los vecinos, vigilado por la gran estatua de Dante. En la plaza de Sante María Novella, los bancos del centro se han dispuesto en semicírculo, como en un teatro cuyo telón de fondo fuera la geométrica fachada de Alberti. A menudo actúa algún músico callejero y es un placer descansar allí de las fatigosas visitas a los museos. Otra plaza seductora es la de la República, con sus cafés literarios, en los que aún es posible sentarse a leer o escribir unos versos, su melancólico tiovivo, los vendedores que lanzan al aire de la noche coloristas cometas. Me gusta Florencia porque al contrario que la caótica Roma, que también me fascina, se puede ir a pie a todas partes, todas las maravillas están al alcance de la mano.
Lunes, 13 de mayo
ADIÓS A DIOS
“No
adoramos a Dios porque sea Dios. Es Dios porque le adoramos”, afirmaba
Nietzsche. Si dejas de creer en Júpiter, Júpiter ya no podrá fulminarte con sus
rayos.
Qué peso se quita uno de encima
cuando deja de estar enamorado.
Miércoles, 15 de mayo
NADA QUE DECIR
---Hace
tiempo que no hablas de la política nacional, con la que está cayendo. ¿Es que
no tienes nada que decir?
---Solo una frase de mi filósofo
favorito, Pero Grullo. Los problemas de hoy, por pequeños que sean, nos
preocupan siempre más que los de ayer, por grandes que hayan sido.
Jueves, 16 de mayo
AHORA NO
En la
tertulia, comentamos varios poemas publicados en Centauros que
homenajean a Manuel Machado. El de Javier Salvago está escrito en un machacón
verso menor. “Ahora sí / que se ve / ya venir. / Ahora sí / que el final / está
aquí”. Ese final es la vejez, la aridez, no esperar ningún tren. “Cae el telón
/ se desnuda / el actor. / Ahora sí / que la muerte / está aquí”.
Aunque Salvago tiene los mismos años
que yo, no me identifico con su poema. Objetivamente, puede que el final esté
cerca, pero yo todavía lo veo más como accidente que nos puede llevar por
delante en cualquier momento que como ley natural. Vivo en la misma casa y
llevo la misma vida, con pocos cambios, que llevaba hace treinta o cuarenta
años. Y sigo pensando que en algún momento tengo que decidirme a sentar cabeza,
formar una familia, tener hijos. Aún no he perdido la esperanza.
La ventaja de ser ya viejo a los
veinte años –“las mejores noches de mi juventud / son aquellas que pasé
durmiendo”, escribió Miguel d’Ors-- es que a los que tengo ahora, unos cuantos
más, sigo haciendo las mismas cosas y disfrutando lo mismo con ellas. Suerte de
no haber sido un deportista de élite, como el bueno de Messi, ya achacoso y vieja
gloria a sus cuarenta años.
---O sea que tú nunca, ni a los
veinte años, te emborrachaste, fumaste un porro, hiciste deporte, etc., etc.
---Alto ahí. Etcétera sí. Pero tampoco mucho, para qué nos vamos a engañar.
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