Sábado,
3 de junio
RETRATO
ANÓNIMO
—"Inteligente,
justo, destemplado, difícil, imprevisto en sus reacciones. Sus palabras
obedecían a una lógica implacable. Su carácter fácilmente irritable, al
servicio de una mente aguda y ágil, descomponía al interlocutor, que si no
reaccionaba era víctima de la más cruel de las heridas: aquellas que ofenden
sin insultar y humillan por acertar". ¿Te reconoces, Martín?
Algo
me reconozco, aunque me cueste reconocerlo. Lo que está claro es que quien ha
escrito eso no me quiere bien, aunque crea conocerme bien.
—Te leo otra frase: "Le gustaba
discutir y pelear para acabar saliéndose siempre con la suya?"
—¿Quién es el autor? ¿No me dirás
que estás leyendo el último diario de Andrés Trapiello?
—Pues no, amigo Martín, no es tu
querido Andrés quien te dedica esos piropos (yo creo que, en el fondo, lo son y
seguro que a ti no te desagradan). Te dejo con la intriga.
Lunes,
5 de junio
NO ERA YO
Paso por la librería de viejo del centro Reto
que está en la calle Bermúdez de Castro, muy cerca de mi casa, y allí
encuentro, por tres euros, las memorias de Alfonso Armada de las que mi
amigo Ángel me leyó unos párrafos que yo creí que hablaban de mí. "No compré el
libro, yo no compro esa basura, allí te lo dejé por si te interesa", me dijo
cuando me desveló el secreto.
Me
interesa, y mucho. No sé cómo se me pudo pasar en su momento o tiempo después
cuando estuve tan interesado en el gran trampantojo del 23-F. Todo estaba a la vista, pero no quisimos verlo. Confieso también que en un primer momento yo
también me dejé engañar por el consensuado loor en honor del salvador de la
democracia. Mi amigo Víctor Botas, no, y algo discutimos sobre eso.
Me
alegra comprobar que el destinatario de esas palabras que yo creía destinadas a
mí no era un cualquiera, sino quizá el personaje más ejemplar de estas
memorias. Como buen barojiano, tengo desde hace años una deuda de gratitud con
él. Cuando comenzó la guerra civil, Baroja se encontraba en Vera. Dos o tres
días después del 18 de julio, un amigo le dijo: "Tengo noticias de que va a
entrar en Lesaca una columna de requetés y soldados. Yo creo que sería
interesante para usted verla". El médico de la localidad, que estaba en la
casa, se ofreció a llevarles. Fueron hasta Almandoz y allí desde el balcón de
una casa grande con un escudo en la fachada que tenía la imagen de un chino
vieron pasar las columnas de requetés con sus boinas rojas. A Baroja le parecía
estar viviendo una de las historias de Aviraneta. Al regreso, uno de los
rebeldes reconoció a Baroja y comenzaron a insultarle. Les hicieron bajar del
coche y les pusieron frente a un paredón. A punto estuvieron de fusilarles,
pero lo pensaron mejor y los llevaron a la cárcel. A las dos de la mañana se
presentó un comandante que, después de hacerles el saludo militar, les dio la
mano. Era Carlos Martínez de Campos, entonces conde de Llovera, luego duque de
la Torre, heredero del título que Isabel II había concedido al general Serrano,
dos veces jefe del Estado español, su abuelo. "Estos señores están en
libertad", le dijo en tono de mando al sargento de la Guardia Civil que le
acompañaba. El sargento pidió la orden por escrito y el militar la escribió en
la hoja de un cuaderno.
Carlos
Martínez de Campos fue miembro de la Academia de la Lengua y de la Academia de
la Historia y el primer encargado de la educación del príncipe Juan Carlos.
Miércoles,
7 de junio
UN PUNTO Y SEGUIDO
Giuseppe Tomasi di Lampedusa dijo de Stendhal
que "había logrado resumir una noche de amor en un punto y coma". Al general
Alfonso Armada le bastó un punto y seguido para decirnos, sin decirlo, quién estaba al mando en la intentona golpista del 23-F.
El
24 de febrero, a la 1.15 horas aproximadamente, abandona el congreso tras
impedirle Tejero que pase al hemiciclo para proponerse como presidente de un Gobierno de Salvación Nacional. Se dirige al hotel Palace para informar a sus
superiores: "Doy parte al general Gabeiras. Es la 1.20. A la 1.23 se pone en
pantalla el mensaje del rey".
¿Por
qué el mensaje, ya grabado, no se emitió antes? Porque era la solución de
recambio por si fracasaba el golpe. Y fue Tejero, que no sabía de sutilezas
constitucionales, quien lo hizo fracasar. Todo estaba a la vista, al menos
desde ese 1983 en que Armada publicó su alegato Al servicio de la corona, y
sin embargo fuimos incapaces de verlo. Mérito del sutil memorialista, quien,
sin embargo, no dudó en llevar a la cubierta un "Gracias, Alfonso" puesto en
boca de quien tanto le debía.
Por
si alguien piensa que esa intervención en el congreso fue una ocurrencia suya,
Armada deja claro lo que la expresión "a título personal" significa. Lo hace
unas páginas antes, y el buen entendedor que entienda. Se refiere a una
conversación con Adolfo Suárez en
presencia del rey: "Era domingo y después de misa pasé al despacho de su
Majestad. Hablamos de la legalización del Partido Comunista, y sobre la reunión
que había celebrado el Consejo Superior del Ejército relativa a este tema. Por
encargo de su majestad, y aunque lo presentase como si fuese curiosidad propia,
'a título personal' yo había ido a visitar a algunos tenientes generales que
habían formado parte en la reunión. No creo que deba dar los nombres, pero la
información que de aquella reunión presenté a su majestad era muy completa y
estaba contrastada. Estoy seguro de que cuantos me informaron lo hicieron con
la convicción de que, a pesar de visitarles 'a título personal', yo les
preguntaba para trasladárselo al rey".
También estaba seguro de que quienes le autorizaron para entrar en el congreso con su propuesta de un gobierno de concentración "a título personal" lo hacían con la convicción de que se trataba de un encargo del rey, que allá estaba en la Zarzuela impaciente por ver si salía bien. Solo cuando fracasó se decidió a llamar al orden a sus subordinados, que se habían sublevado contra el gobierno, pero que seguían estando —Milans del Bosch no menos que Armada— a sus órdenes.
Jueves,
8 de junio
PRÍNCIPE
Y CICLISTA
No me resisto a la tentación de contar un
"simpático" incidente que Armada refiere en sus memorias. Allá por 1955, cuando
la educación de Juan Carlos de Borbón estaba a cargo de Carlos Martínez Campos,
duque de la Torre, cuyo carácter parece que algo tenía que ver conmigo, fueron
de excursión al Castillo de la Mota. Martínez Campos iba solo con el chófer en
su vehículo porque tenía que leer unas novelas presentadas al premio
Fastenrath, del que era jurado. El príncipe y Armada iban detrás en el Mercedes
de Emilio García Conde. Al príncipe le gustaba conducir y se puso al volante.
"En Olmedo estaba cerrado un paso a nivel. Al levantarse la barrera y arrancar,
la aleta delantera del Mercedes dio un pequeño golpe a un ciclista y lo derribó.
No fue nada. El muchacho se rompió un poco el pantalón sin otras consecuencias.
Emilio resolvió el problema dándole unos billetes al ciclista 'para que
arreglase una rueda y se comprase un pantalón nuevo'. Aquel quedó encantado por
la generosidad. Ni se enteró de que el conductor del vehículo era el príncipe".
En
el castillo se celebraba un curso de la Sección Femenina. La visita del
príncipe resultó todo un éxito, aunque algo agobiante: "Materialmente se lo
comían. Las mujeres son temibles cuando se excitan, y aquel día estaban
realmente entusiasmadas". En la comida posterior, el príncipe contó al duque,
como una anécdota divertida más, su percance con el ciclista. El duque no dijo
nada, pero al final de la comida le dijo a Armada en un aparte: "Busca al
herido, que te devuelva el dinero (que es de Emilio) y da parte del accidente a
la Guardia Civil". Parece que el joven no era tan joven ni se había rasgado
solo el pantalón, según reconoce Armada, que le intenta quitarle importancia al
hecho. "Haz lo que te digo y calla. ¿No os dais cuenta de las consecuencias si
se le gangrena? El príncipe se viene conmigo". No encontraron al herido (quizá
ni lo buscaron). Y Armada añade a continuación: "A los pocos días enviaron a su
Alteza Real el carnet de conducir. El ministro de Obras Públicas se lo mandó al
general". O sea, que el joven príncipe al que tanto le gustaba la velocidad ni
siquiera tenía carnet de conducir.
Unos
años después ya podía cometer al volante todas las imprudencias que le diera la gana. ¿Que atropellaba a un ciclista? Pues ahí te pudras, hijo mío, que yo soy
inviolable de acuerdo con la Constitución.
¡Y pensar que todavía quedan catedráticos de Derecho Constitucional que siguen apoyando esa bárbara interpretación, que va contra la letra y el espíritu de la llamada Carta Magna! Que santa Lucía les conserve la vista.
Por supuesto, Carlos Martínez Campos, con quien no me molesta en absoluto que me confundieran, duró poco como encargado de la educación del príncipe. Y así nos salió.
ResponderEliminar"Blog del escritor José Luis García Martín", reza el subtítulo de este blog. Yo creo que su dueño debería cambiarlo por el de "Blog del historiador José Luis García Martín".
Ya se echaba de menos tu cuchara en este guiso, Pablo. Tu opinión es, una vez más, como el garbanzo viudo en la sopa del pobre. En fin, vivir para ver.
ResponderEliminarPara guisos, los que haces tú con las palabras:
Eliminar"Se arrodilló la luz de la pantalla
como un pisapapeles de las sombras,
desnudándose el blanco del vestido,
tu piel inexcusable, aquel olor
a sombra y palomitas por el suelo;
con una contundente dentellada
tus piernas color luna y estirándose,
y mis dedos saltando como peces".
(Dios te pille confesado).
Alejandro, Alejandro, no entres al trapo. Deja que nuestro "Pablo Morales" se cueza en su propia salsa.
ResponderEliminarLérida no entra al trapo, Lérida provoca. Es masoquista, le gustan las bofetadas recibidas en público. Viene aquí para darse a conocer, ante el antólogo de la poesía actual JLGM, como gran poeta de la generación de los vates cuarentañeros. Imagino que le habrá incluso enviado sus libros, que son muy divertidos. En ellos se encuentran versos geniales como éstos:
Eliminar"Y es el atardecer igual que un puñetazo
que rompe la mandíbula del cielo."
O éste:
"son muy pocas las lluvias que caen más de dos veces".
¿Y quién se cree a pie juntillas a Armada? No es cuestión de fe aceptar que fue al congreso con permiso de sus superiores. Los hechos son los hechos, otra cosa las interpretaciones.
ResponderEliminarTu a pie juntillas, y lo que interesa deducir.
ResponderEliminarMientes porque no sabes. Vuelvo a Aida La fuente, la niña muerta a los pies del Naranco.
Maestro: (JLGM, por supuesto). ¿Has leído el retrato perfil que hace Felipe Benítez Reyes de Juan Luis Panero en el último número de "Tinta Libre"?
ResponderEliminarNo. Lo leeré. Gracias.
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