sábado, 17 de junio de 2023

Azorín, Quevedo y yo

 

 

 

Sábado, 10 de junio
MENTIR SIN MIRAR A QUIÉN

El pasado jueves se cumplieron ciento cincuenta años del nacimiento de Azorín, fue su sesquicentenario, como le gusta decir, algo pedantemente a Darío Villanueva. Con ese motivo compré El Cultural, que lo traía en portada. Colaboré en ese suplemento desde el principio, cuando Anson se marchó del ABC para fundar La Razón, y dejé de hacerlo, por razones que no vienen al caso, hace ya algún tiempo. Desde entonces quedé vetado y no volvió en esas páginas a mencionarse mi nombre. Hoy me encuentro con una foto mía y unas frasecitas inanes sacadas de una entrevista a otro periódico. No sé si será un descuido o que el maleficio ha terminado. Lo hojeo mientras tomo un café en El Atrio, y es como volver a entrar en una casa que abandonamos hace tiempo y en la que todo sigue igual, pero más viejo y apolillado. Luis María Anson continúa teniendo la "primera palabra". Siempre estuvo cerca de los grandes hombres y le gusta presumir de ello: "Con apenas veinte años tuve la suerte de que el inolvidable Luis Calvo me sentara al lado de Azorín en la redacción de ABC. Entonces no había mesas individuales sino una grande compartimentada". Cuando Anson tenía veinte años, allá por 1955, Azorín tenía 82. ¿Iba todavía a sentarse a la mesa de redacción del periódico?

A la memoria de Anson parece que le gusta jugar a la ficción inverosímil. Ese es solo el principio de los disparates. Guarda notas de las conversaciones con el maestro para el que "era una lástima que César González Ruano fuera vanidoso y botarate".

¿De verdad le dijo eso Azorín, que nunca habló mal de ningún escritor contemporáneo? César González Ruano fue uno de sus grandes admiradores y entonces estaba en el momento de mayor fama. En Las palabras quedan incluye una entrevista a Azorín celebrada. "No puedo dar nombres —le dice cuando le pide su opinión sobre escritores contemporáneos—. Somos gente móvil y juzgamos a gente moviente. Es arriesgado todo juicio". Contra el jovencito Anson, se atreve a juzgar incluso a los intelectuales del régimen, como Fernández de la Mora, "que creía resolverlo todo con la exhibición de la pedantería". De Machado dice que era un gran poeta, "aunque decimonónico" (raro reparo en quien había nacido dos años antes). A Ramón Pérez de Ayala "le caracterizaba el odio con que le distinguía". Qué cosas, Anson. Pérez de Ayala, como es bien sabido, fue uno de los grandes admiradores de Azorín, que estuvo invitado en su casa asturiana, al que dedicó un poema y numerosos artículos reunidos en el libro Ante Azorín, de 1964. No sigo citando. Sospecho que este desprecio por la verdad de Luis María Anson, que siempre me trató bien, con quien pasé muy buenos ratos en el jurado de los premios Príncipe de Asturias, no se debe solo a la edad, sino que es una característica de cierto periodismo político-literario por el que siempre he tenido alergia.

Azorín, por cierto, sigue vivo, a pesar de los convencionales elogios que se le dedican. No todo, ciertamente: muchas páginas suyas son apolillada mojama. Pero está lleno de sorpresas. Sigue teniendo rincones por descubrir. Yo vuelvo a él cada cierto tiempo. Pero para mí no es un escritor más, es el primero: comencé a leerlo cuando tenía doce o Trece años. Es, como Antonio Machado, alguien de la familia.

Domingo, 11 de junio
SIGNOS DE PUNTUACIÓN

—Muy curioso eso que escribe usted hoy en el periódico, eso de que, si Stendhal resumió una noche de amor en un punto y coma, a Armada le bastó un punto y seguido para implicar al rey Juan Carlos en el 23-F.

            —Y para convertir la constitución en una capa que tapa cualquier fechoría, bastó con hacer de un punto y seguido un punto final.

            —No entiendo.

            —-Lea su artículo 56.3. Comienza diciendo que “la persona del rey es inviolable y no esta sujeta a responsabilidad”. Pero ahí no termina. No es un punto final, según suele citarse, sino un punto y seguido: “Sus actos estarán siempre refrendados en la forma prevista en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo”. Queda claro —hasta un catedrático de derecho constitucional puede entender esto— que los actos del rey por los que no está sujeto a responsabilidad son los que tienen que ser refrendados por el gobierno, que es el responsable de los mismos.

            —¡Y luego dicen que la gramática no sirve para nada!

Lunes, 12 de junio
CONTRA LA CRÍTICA ÁSPERA

A partir de los años cincuenta, casi todos los libros que se publicaban de Azorín eran libros póstumos: centones de viejos artículos, amontonados sin orden ni concierto, en cuya preparación él no intervenía. En Sin perder los estribos, al lado de un artículo de 1910, el sugerente “Dos generaciones”, donde se queja de la decadencia de la literatura actual, un tópico siempre actual, aparecen otros de los años cuarenta. Un buen editor habría sabido dar coherencia a esos volúmenes que aparvaban —término azoriniano— la labor dispersa. No creo que haya ya nadie a quien le interese hacer esa labor. En Sin perder los estribos encontramos a Góngora y Lope en los Campos Elíseos, “donde no se conocen las rivalidades de escritor a escritor”. Escuchemos su charla.

            —Se dice que la crítica áspera que toca en la detracción es necesaria para la limpia y desbroce del campo literario. No lo creo.

            —-Ni yo tampoco. Una medianía, un poeta nulo, un novelista sin originalidad, ¿a quién puede hacer daño? Dejemos a cada uno con su ilusión.

            —Un literato mediano se lleva el aplauso de la multitud, ya que no la aprobación de los doctos. Pero la crítica minuciosa, el examen imparcial de esas formas artificiosas de arte, ¿no se podría hacer de un modo impersonal, cuidando de salvar la consideración debida? Muchas veces incluso basta con un discreto silencio. Lo que en arte no es fuerte, ello mismo se derrumba. ¿Para qué desazonar a un pobre autor y a su familia y amigos y allegados con nuestra crítica despiadada, con nuestros sarcasmos, o simplemente con nuestra hábil insidia?

            De hábiles insidias sé yo poco; de crítica despiadada y de sarcasmos, me temo que demasiado. Pero nunca se los dedico a un escritor sin importancia, que hace lo que puede y que se luce todo lo que puede entre sus iguales (los escritores juegan en primera, segunda o tercera división o en equipos de aficionados), sino a encumbrados figurones. Destacar al joven que vale (en lo que vale, no en la ganga que arrastra) y reírse un poco del Vilas o del Azúa de turno me parece una labor higiénica y necesaria. Y si no lo es, en el pecado llevo la penitencia. A lo que yo haga se le aplicará, con raras excepciones, ese “discreto silencio” propugnado por Azorín.

Martes, 13 de junio
MORIR DE ÉXITO

Siempre en este día de San Antonio me acuerdo de Fernando Pessoa, a quien tanto admiré, de quien tanto aprendí, y a quien tengo un tanto arrumbado. Se puede morir de éxito incluso después de muerto. Desde hace unos cuantos años, bastantes años ya, cada nuevo inédito suyo que se descubre, cada nuevo rasguño que se saca del arca, es una paletada de tierra más sobre su tumba.

Miércoles, 14 de junio
VIDAS PARALELAS

—Mucho meterte con el pobre paria de Abu Dabi, con el desterrado por su propio hijo, pero no te he visto decir una palabra en contra de Berlusconi, que ahora se entierra en olor y loor de multitudes. Como era amigo de Putin… Se te ve el plumero, Martín.

            —Suscribo todo lo malo que se ha dicho de Berlusconi. Y todo lo bueno. Nada tengo que añadir. Del otro, y de sus cómplices por acción un omisión, aún queda mucho por saber y casi todo por investigar judicialmente. Seguiremos informando.

Jueves, 15 de junio
NO ME ARREPIENTO

La verdad es que debo ser muy duro de corazón, pero del daño que he podido hacer a la vanidad de sus autores comentando versitos y disparates, no me arrepiento. Que se venguen como puedan. Y ahí me las den todas.

Viernes, 16 de junio
QUEVEDO Y YO

Jon Juaristi, cada día más Quevedo (en el mal sentido de la palabra) me obsequia con rimas inéditas islamófobas, homófobas, izquierdófobas que no se las salta un varón de etnia romaní. Yo me acuerdo de Góngora (aunque no solo) y le respondo con un romancillo que le puede servir para poner letra al himno de la España que se avecina: "Caído se le ha un soneto / hoy al buen Jon del pernil. / Federico, Federico, / llama a la Guardia Civil. / Día y noche lo cocea / por las calles de Madrid / y machotes con machete / no cesan de repetir: / ¡Que se hunda el feminismo, / que vuelva la Inquisición! / ¡Moricas a la hoguera / y trans al paredón!"



 

 

 

3 comentarios:

  1. ¿Moricas a la hoguera? Y ¿cómo se puede ser mal Quevedo? A mí Juaristi me gusta. Prefiero sus ripios a la gastada solemnidad de otros poetas que en el mundo son.

    ResponderEliminar
  2. Moricas, sí. Moros y otra cosa peor. Y lee lo que escribió Quevedo sobre los judíos, las mujeres y demás ralea. Te aseguro que los sonetos que nos endilga últimamente Juaristi no te gustarían demasiado.

    ResponderEliminar
  3. Ese artículo de Vargas Llosa está lleno de vaguedades y errores. Cosas de la edad.

    ResponderEliminar