Domingo,
8 de mayo
LA RUSIA ACTUAL
Si en ciertas
cuestiones he sido el hombre más desafortunado del mundo (en el amor, sin ir
más lejos), en otras he tenido suerte. Como otros su dosis de whisky, o de lo
que sea, yo para sentirme a gusto necesito un libro que me apasione. Esta
mañana, en un puesto de todos a un euro, encuentro tres. El primero que hojeo
es de Gómez Carrillo. Se editó en París en 1906 y está dedicado, con primorosa
caligrafía de la época, a Gómez de Baquero, el crítico que sucedió a Clarín. ¿Cómo
habrá llegado hasta aquí? Qué apasionante novela la que contara su historia
desde que salió de la Rue des Saints-Pères, donde estaba la imprenta de Garnier
Hermanos, los mecenas de la bohemia española
de fin de siglo, hasta este mercadillo ovetense.
La
Rusia Actual de la que nos habla
Gómez Carrillo es la inmediatamente posterior a la revolución de 1905. El
frívolo cronista del bulevar se pone serio y se ocupa de la situación del campesinado,
los obreros, los estudiantes, los judíos y de la inmisericorde represión de un
zar aturdido y en manos de aristócratas descerebrados y fanáticos religiosos.
En el último capítulo, abandona la ambición sociológica para trazar estampas
costumbristas. Un amigo le lleva al Acuario, el más famoso local de la “alta
galantería”.
—Los que quieren
divertirse se encierran en los gabinetes particulares. Una vez allí se acabó la
gravedad. El señor feudal surge cruel, exigente. Ante su voluntad todo debe
doblegarse. Para eso paga. A los camareros los trata como a esclavos y a las
mujeres peor aún. En cuanto un grupo se pone de acuerdo sobre la belleza de una
de las chicas que cantan, ya se sabe: toman un salón y llaman al gerente.
“¡Champaña y la número tantos!”. Porque para ellos las mujeres no tienen
nombre, solo el número con que figuran en el programa. ¡Y la número tantos
tiene que acudir! ¡Y tiene que beber! ¡Y tienen que prestarse a todos los
caprichos! Las rebeldías son raras. Las pobres saben que si disgustan a los
señores, el empresario las echará, obligándolas a pagar una indemnización o
haciéndolas encarcelar con cualquier pretexto. Hace apenas quince
días una bailarina americana se negó a bailar en la intimidad ante tres o cuatro
personajes borrachos. Los bárbaros comenzaron por maltratarla brutalmente.
Luego, para evitar reclamaciones, la acusaron de haberles robado un alfiler de
diamantes. Como se trataba de una mujer enérgica que supo hacerse proteger por
su cónsul, hubo un escándalo. ¡Pero si supierais lo que se hace con las rusas,
que no tienen recursos diplomáticos, o con las españolas o con las italianas!
Yo he visto a más de una bella sevillana llorar, con el traje roto y con el
cuerpo herido, en esos pasillos misteriosos.
Lunes,
9 de mayo
VAYA, VAYA
Parece que, según
leo hoy en El País, el gobierno
intentó “poner en marcha una reforma legal para cambiar o eliminar la actual
inviolabilidad del rey sin necesidad de modificar la Constitución”. A juicio de
la entonces vicepresidenta, Carmen Calvo, “jurista y doctora en Derecho
Constitucional”, según enfatiza el diario, para cambiar la inviolabilidad del
monarca no habría que tocar la Constitución, bastaría “con revisar una ley o un
estatuto de la Casa Real”.
No me extraña que Carmen Calvo coincida conmigo y con cualquier persona que sepa leer y lea íntegro el artículo 56.3 de la Constitución, en el que queda claro que la inviolabilidad se refiere solo a los actos que llevan el refrendo del gobierno, a las actuaciones como jefe del Estado. Lo que sería preciso es una disposición que indique a qué tribunal le corresponde enjuiciar los posibles delitos privados. Que ya no son solo una muy verosímil hipótesis en el caso del rey desterrado. La Fiscalía del Tribunal Supremo lo investigó —por lo tanto puede ser investigado ante cualquier indicio de criminalidad— y probó que había defraudado a Hacienda, aunque luego archivara la causa “conforme a la interpretación que del alcance de la inviolabilidad viene haciendo la Fiscalía del Tribunal Supremo y la Sala Segunda del Tribunal Supremo”. Me gusta ese “viene haciendo”, que deja bien a las claras que podría hacerse otra interpretación —la de Carmen Calvo, por ejemplo— que no permitiera a un Al Capone (al que en principio detuvieron por no pagar a Hacienda, no lo olvidemos, y no por los delitos que le permitieron acumular la fortuna por la que no pagaba a Hacienda) ser jefe del Estado español.
Martes,
10 de mayo
MI BUENA FORTUNA
Hace veinte años
comenzaron los encuentros poéticos de Valdediós. Este verano participará de
nuevo Xuan Bello, uno de los cuatro poetas que leyeron entonces. Le hago una
foto para el libro correspondiente y la comparo con la que aparece en el que
inaugura la serie. El tiempo, gran escultor, no deja de manosear su obra, pero
no siempre para mal. Hace veinte años ya conocía yo a Xuan Bello desde hacía
otros veinte años. Y sigue siendo mi amigo, aunque yo no soy un amigo fácil:
nunca tuve nada de peluche ni de paño de lágrimas y sí mucho de puercoespín.
Otros también han
seguido siendo amigos a pesar de que son escritores y yo he hablado de sus
libros no siempre para bien, o no he hablado, lo que es peor. Los hay que no,
claro, y yo tiendo a creer que los menos inteligentes, pero no estoy seguro de
que se trate siempre de una cuestión de inteligencia. Yo suelo —lo sé de sobra, no falta quien me lo repita—
sobrevalorar la propia y minusvalorar la de los demás. Algo muy humano, por
otra parte. En mi caso, hay algo de pose. Conozco mis limitaciones, pero
detesto tanto la falsa modestia —soy alérgico— que me gusta incurrir en lo
contrario: la falsa vanidad. Quizá lo que sobrevalore no sea mi inteligencia
(que valoro en su justo punto), sino la inteligencia en general. Pero eso no
puedo evitarlo. Y no entiendo por tal solo la capacidad de resolver arduas
cuestiones físicas o metafísicas, sino la de, ante un problema concreto, ser
capaz de encontrar la mejor solución en el menor tiempo posible, sea un pequeño
problema doméstico o sentimental o grandes embrollos como en los que andamos
metidos. ¡Aterra pensar que Europa está en manos de úrsulas y borreles! Y de gobernantes que no utilizan la
inteligencia, sino los servicios de inteligencia, que no es exactamente lo
mismo, sino más bien todo lo contrario.
Hago recuento de los amigos que
dejaron de serlo —todos ellos escritores y, salvo Miguel d’Ors, bastante
mediocres— y de los que siguen siéndolo a pesar de todo. Ganan por goleada. Podré
sobrevalorar mi inteligencia, pero lo que no sobrevaloro es mi buena fortuna.
Miércoles,
11 de mayo
EGOÍSMO Y GLORIA
No tengo nada de
bibliófilo, no compro los libros por su rareza, sino porque me apetece leerlos
de inmediato. Entre los hallazgos del domingo en el Fontán, se encuentran los Estudios literarios de Lord Macaulay. Se editaron en 1879 y llevan un
sello de la librería de Juan Martínez en la plazuela de Riego. Seguro que los
compró un amigo de Clarín o el propio Clarín. No han perdido nada de su
encanto, a ratos disparatado, muy inglés. Le gusta al joven Macaulay —los escribió cuando tenía veintipocos años— cuestionar
a figuras ilustres. La fama de Petrarca le parece desproporcionada. Petrarca
era un egoísta, pero este defecto, aborrecido de todos en la vida real, “presta
a las narraciones, cuando son escritas, un encanto indecible”. Pone los
ejemplos de Rousseau, Byron, Wordsworth. “Hay ahora —añade— una multitud de
pretendientes a la celebridad que hacen los mayores esfuerzos para lograr el
interés del público mostrando las deformidades y llagas de su modo de ser moral
e intelectual, y hay otros que aún llevan más lejos su imitación de los
mendigos, pues simulan males que no tienen para llamar la atención e implorar
mejor la atención pública. Este artificio presta indefinible seducción a las
obras que ya por sí mismas tienen mérito verdadero, debido a que siempre
tenemos curiosidad de saber algo del carácter y de las interioridades de
aquellos hombres cuyas producciones leemos con placer”.
O sea que quien solo se preocupa y habla de sí mismo en la vida cotidiana resulta detestable, pero en literatura alcanza gloria y fama. No me vendría mal que Lord Macaulay, en este punto, tuviera razón.
Jueves,
12 de mayo
VA PARA LARGO
“Parece que lo de
Ucrania va para largo”, me dice Abbás al servirme el primer café. “Hasta las
próximas elecciones norteamericanas por lo menos”, le respondo. “Yo creía que
se iba a llegar pronto a un acuerdo, pero me equivoqué. A una de las partes no
le interesa ningún acuerdo, sino desgastar a Rusia lo más posible para el mundo
solo tenga un amo”.
Viernes,
13 de mayo
GANAR Y PERDER
—¿De qué te quejas, amigo Martín? Para una persona
como tú, que desprecia tanto la inteligencia de los demás, triunfar, ser
aclamado por la mayoría, homenajeado por las instituciones, sería un fracaso. Y
que te marginen, que no tengan en cuenta tus sabios dictámenes sobre esto y
aquello, todo un triunfo.
—No me quejo,
amigo Bueres.
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