miércoles, 17 de abril de 2019

Revelación de secretos: Mi vida sentimental



Viernes, 5 de abril
GOLPES DE PECHO

Tal día como hoy, el 5 de abril de 1956, se reunió en Bucarest el Comité Central del Partido Comunista Español. El camarada Vicente Uribe, hasta hacía poco uno de sus máximos dirigentes, fue forzado a hacer autocrítica. Reconoce su soberbia, su mal carácter, su vanidad. Una y otra vez se da golpes de pecho: “Camaradas, debo luchar sin piedad contra los defectos descubiertos. Estoy convencido de que no será tarea fácil, porque tienen hondas raíces según ha puesto de manifiesto la discusión y mi actitud. Tengo el firme propósito, la inquebrantable voluntad de hacerles frente, de echarlos de mí sin contemplaciones. Estoy plenamente convencido de que no me faltará la ayuda del Buró Político, del Comité Central y de los camaradas, pero sus esfuerzos se estrellarán si yo no estoy dispuesto a corregirme”.
            Vicente Uribe fue ministro de Agricultura durante los años de la guerra civil. Tras su defenestración de la dirección del partido, llevada a cabo por el tándem Carrillo-Claudín, se dedicó a dictar sus memorias, que han permanecido inéditas hasta hoy. Se editan ahora y, como epílogo, su mea culpa, mea culpa en la reunión del Comité Central. Se acusa de haber tratado mal a los compañeros y de haber contribuido al culto a la personalidad de Stalin.
            No habla de su participación, junto a Margarita Nelken y Jesús Hernández, en el frustrado complot para sacar a Ramón Mercader, el asesino de Trotsky, de la prisión mexicana de Lecumberri. Pero sí de otras muchas cuestiones que dejan bien a las claras de cuánta sangre y mugre está hecha la historia, cualquier historia.
            Yo también, cada noche de insomnio, me veo forzado a hacer autocrítica ante el Comité Central de mi conciencia.
           

Sábado, 6 de abril
MANÍAS PERSONALES

Estoy convencido de que si me aparto un milímetro de la costumbre, si no hago cada día exactamente lo mismo que el anterior, me ocurrirá una desgracia.
            Por eso soy tan rutinario, por eso llego siempre a la misma hora a los mismos sitios, por eso mi desasosiego cuando en la cafetería de costumbre mi sitio de costumbre está ocupado.
            Por eso vivo solo, porque vivir conmigo sería como vivir con un robot, no con un ser humano.

Domingo, 7de abril
EL DAÑO QUE HICIMOS

Ayer, al volver de Avilés como cada sábado, me encontré con pequeños detalles que indicaban que alguien había estado en mi casa. Pequeños detalles, casi imperceptibles, salvo por alguien como yo: un libro ligeramente desviado, el reloj de arena cambiado de lugar (un poco más a la derecha de donde suele estar siempre), los papeles revueltos que hay sobre mi escritorio revueltos de otra manera… No me preocupé demasiado, quizá era solo que los años me iban volviendo más distraído y yo mismo era el autor de esos cambios. “O quizá vuelven a visitarme los fantasmas”, pensé con una sonrisa. Porque, naturalmente, yo no creo en fantasmas.
            Últimamente sueño mucho con viejos amigos, con antiguos amores, con gente a la que hace tiempo que he perdido la pista y con la que me siento en deuda. Nunca fui demasiado delicado en el trato con los demás: ofendía sin querer y luego, en lugar de pedir disculpas, me sentía yo ofendido porque alguien se ofendiera por tan poca cosa.
            De joven –y en mí la juventud duró más o menos hasta los cincuenta o sesenta años (y a veces me temo que todavía dure) – era muy enamoradizo. Me enamoraba para siempre con excesiva frecuencia, pero me desenamoraba con la misma rapidez. De un día para otro, aquel ser mágico se convertía en alguien de lo más vulgar.
            Como la mayor parte de mis amores eran no correspondidos, ese desencanto suponía un alivio, salir de una prisión. Lo malo era en los otros casos, que no fueron muchos, pero sí más de los convenientes.
            Este sábado desperté a media noche y supe que no estaba solo en casa y no tuve miedo. En el salón, hojeando un libro, una primera edición de La realidad y el deseo, que me había regalado allá por 1977 o 78, estaba alguien a quien quise mucho y a quien había dejado de querer de un día para otro.
            ––Me rompiste el corazón.
            ––Lo sé.
            ––Pero no te preocupes. Se arregló pronto. Ahora tengo hijos de más de treinta años. Nunca pienso en ti.
            ––Soy yo quien no puede olvidarte. ¿A qué has venido?
            ––A pedirte que te perdones, como yo te he perdonado. Es más fácil olvidar el daño que nos hicieron que el que hicimos.


Lunes, 8 de abril
OTROS TIEMPOS

En 1927, a Vicente Uribe le enviaron a Asturias para que se enterara de la situación del Partido. Trilla, que entonces lo dirigía, no le dio ninguna credencial. Decía que bastaba con que llegara por los cauces adecuados.
            ––Yo no me fié y me hice una credencial como miembro de la dirección de la Juventud y como entonces estaba yo solo, me firmé la credencial hecha por mí mismo, acreditando mi persona.
            Establecido el contacto con los miembros del Comité Regional de Asturias, que entonces residía en Turón, le llevaron en plena noche a un lugar apartado del Naranco. Allí le acribillaron a preguntas y a punto estuvieron de acribillarle a tiros. Al final le dejaron marchar sin contarle nada de la organización del Partido en Asturias: “Vuelve a Vizcaya y dile a Trilla que si quiere saber algo que venga él, que tenemos muchas cosas que arreglar”.
            Tras la exitosa huelga de agosto del 31, ocurrieron los hechos de la calle Somera. Uribe los cuenta así:
            ––Ese día volvía a Bilbao al anochecer, después de una reunión con una organización del Partido en la zona minera. Me trasladé a un café que solíamos frecuentar y allí estaban todos los que después habrían de participar en los hechos. Hablamos un rato y dice Jesús Hernández a los otros “¡Bueno, vámonos!”. Después pude comprobar, por la hora, que desde el café donde habían estado conmigo habían ido directamente a cometer la barbaridad. Por supuesto, no me indicaron lo que tramaban ni me invitaron a ir con ellos. Pude reconstruir el desarrollo de los hechos, cuyo principio fue una bronca que tuvieron por la tarde con algunos socialistas en un baile público. Desde el café, donde yo les encontré, se encaminaron directamente a una taberna frecuentada por los socialistas. Esta taberna tenía dos puertas: la principal por Somera y otra secundaria en otra calle. Los nuestros se dividieron en dos grupos y cuando llegaron a ambas puertas empezaron a disparar desde los dos sitios contra los que se encontraban en el interior de la taberna. El resultado fue de dos socialistas muertos, dos barrenderos municipales, y algunos más heridos. De los nuestros, cayó muerto Gallo y herido Ambrosio Arrarás. Por la forma en que se produjo este hecho, a los socialistas, en caso de que estuvieran armados, no les dio tiempo de disparar. Al muerto, Gallo, miembro del Comité Regional, lo mató Hernández, según me dijo después uno de los participantes al explicarme pormenores de lo sucedido. Me dijo que al verle caer, por las circunstancias en que se produjo y el sitio, supo que su muerte había sido obra de la pistola de Hernández.



Martes, 9 de abril
PEDIR DISCULPAS

A los amigos que dejan de serlo –con razón o sin ella–, pronto dejo de echarlos de menos. A lo mejor no eran tan amigos, me digo.
            Pero como con la edad uno se va volviendo más blando, ahora me ha dado por ir pidiéndoles disculpas por “la ofensa”, digámoslo así, que motivó su alejamiento. En el caso de Miguel d’Ors, creo recordar que fue algo que dije de él en mi diario, ya no recuerdo qué ni en qué tomo.
            Yo pido disculpas y luego unos las aceptan y otros no, pero así duermo más tranquilo.
            No me importa que alguien me deteste. Estoy acostumbrado. Lo que me molesta es que me deteste con buenos motivos.

Miércoles, 10 de abril
ESA VISIBLE OSCURIDAD

Para Carlos López-Otín, mi admirado Carlos López-Otín, el mundo se quebró un día de finales del verano de 2017. Lo que parecían unas pequeñas disputas profesionales le causaron “una tristeza tan honda”, que el mundo comenzó a temblar bajo sus pies, según nos cuenta en el prólogo a La vida en cuatro letras, su reciente libro.
            Pero un catedrático de Universidad, un investigador de prestigio está más que acostumbrado a las rencillas entre colegas. Nadie se hunde porque cuestionen su labor en blogs anónimos. Tampoco porque una infección acabe con los ratones preparados genéticamente para determinados experimentos (el propio López-Otín explica que eso ocurrió cuanto ya estaba “en plena vorágine de tristeza y decepción”).
            El escrutinio minucioso de sus publicaciones científicas, que llevaron a la retirada de algunos artículos por cuestiones formales, o la muerte de los ratones en el bioterio de la Universidad de Oviedo no fueron causa del derrumbe de López-Otín, sino intentos –ante sí mismo y ante los demás– de explicar lo inexplicable.
            Pero mejor buscar razones químicas o neurológicas para el derrumbe que biográficas: López-Otín sufrió una depresión, enfermedad que puede atacar a cualquiera –incluso al hombre más feliz del mundo– en cualquier momento y que por eso nos aterra tanto.
            En el prólogo a La vida en cuatro letras, nos cuenta bellamente su destierro por “desfiladeros de niebla y laberintos de desilusión”, y eso es buena señal. Cuando sabemos describir –como William Styron en Esa visible oscuridad–  la depresión, ya hemos salido o estamos a punto de salir de ella.
            La vida en cuatro letras vale poco, apenas si se salva el prólogo. López-Otín ha estado mal aconsejado al publicarlo. Especialmente inanes son los capítulos finales, “Las claves de la felicidad” y “El arte de la felicidad”. López-Otín no solo es un gran investigador, sino también un maestro en el arte de la divulgación y un humanista que sabe que ciencia y poesía no son nada si no van de la mano. Pero no se encuentra en el mejor momento para darnos lecciones sobre el arte de ser feliz.
            Llevo el libro a la tertulia del Vetusta. “Acabo de ver a López-Otín en el programa Vidas públicas, vidas privadas –me dice Ana Vega– y estoy deseando leer ese libro”.
            Se lo paso. No le digo mi opinión. A lo mejor ella tiene otra distinta. Contra lo que piensan mis amigos (y mis enemigos), a mi me gusta rectificar.
            Al López-Otín caído, derrotado por la enfermedad, no le admiro menos (a pesar de este libro), pero le aprecio más.


Jueves, 11 de abril
MI INTERLOCUTOR FAVORITO

“¿Con quien le gustaría pasarse una tarde conversando?”, preguntan de la revista El Ciervo.
            En las respuestas encontramos a Aleixandre, Azaña, Machado, Lennon, Sócrates… Todos muertos.
            La verdad es que a mí, salvo que tenga que entrevistarle o para contarlo después, no me gustaría pasar una tarde con ningún admirado escritor.
            Para pasar una tarde entera conversando con alguien, mejor alguien que me admire. Y que me deje hablar a mí.


Viernes, 12 de abril
UNA CONFESIÓN

Amo a quien me detesta, detesto a quien me ama. Mi vida sentimental podrá ser un desastre, pero no es aburrida.


5 comentarios:

  1. En mi opinión, el comunismo (imposible aspiración a la perfección social) deviene siempre en dictadura (pecaminoso culto a la personalidad). Los humanos somos mediocres y así es como será siempre nuestro mejor gobierno (el milagro de la democracia), lo que no debe de servir de excusa para caer en el cinismo. ¡Pero cínicos siempre habrá y, en un sistema que respete la libertad de cada persona, no se les puede enviar al gulag ni al comité central!

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    1. Y no solo eso,lucida María, para la gentuza de derechas dos y dos son, incluso, cuatro.
      Me propuse aparecer por aquí de vez en cuando para aprender y compruebo que no me he equivocado.

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  2. Miguel el Entrerriano15 de abril de 2019, 14:39

    No creo que nada en la Historia haya perjudicado más a la ideología comunista que la práctica comunista. Casos como el de Andreu Nin acá, por dar un solo ejemplo, ya bastan para asegurar una abominación duradera. Y no se trata solo de Stalin. La semilla del mal la sembró ya Lenin al justificar los medios por el fin, sosteniendo que incluso la calumnia era aceptable para destruir al enemigo de la clase obrera (enemigo que él decidía), y que los escrúpulos en contra eran mera moral burguesa. Esta idea socava el futuro. Después los intelectuales progresistas tardaron tanto, demasiado, en asimilar lo que estaba sucediendo...

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    1. La semilla de Lenin, Miguel, llegó tan lejos que la comparten los que dicen estar en las antípodas por aquello de "El fin justifica los medios". Y así es que las sectas religiosas han llevado esa máxima al extremo cuando se infiltran en los partidos políticos, o en uno concretamente (Ya lo dijo Ferlosio dando una vuelta de tuerca a Nietzsche: "Si Dios existe, todo está permitido") Por eso yo defino al PP como partido franquista-leninista

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  3. F. (anglicano, como Pepe Blanco)15 de abril de 2019, 16:58

    Cuánta resignación, qué selectiva tolerancia, hay que ver qué poca chance da doña María al billete electoral de los justos y preclaros, pues parece que -según ella- esta grey humana esté fatalmente condenada a la servidumbre de mentes de pocos vuelos y un ilustrado haría bien en no hacerse ilusiones de tocar penacho, orla o virreinato. ¿Lo habrá leído en algún rollo del Pentateuco? ¿Querría Yahvé penalizar así el primer amago de soberbia que cortó de cuajo en nuestros primeros Padres? ¿Nos querrá Él modosos y adocenados, con tal de que alcancemos el Paraíso prometido -solo a los buenos- y así, recelando males, guste de que los ahormadores de la conciencia de los chicos y los dirigentes del tráfico mundano sean seres amorfos, romos, vulgares y nada amigos del culto a la persona?
    Claro que el Maestro tenía otras propuestas y hasta empuñó el látigo en ocasiones y mandó a parar, cuando el mercado libre se le metió literalmente en la sacristía. Este Rabí presumo que era más amigo de koljoses que de emporios que mercaran las arenas del Neguev.
    En el tardofranquismo, los curas obreros se mezclaban con el proletariado y su ira contenida miraba hacia la mesa de los excluyentes lúculos. Ninguna defensa a ultranza de lo privado si estaba en cuestión lo común. Las exquisiteces neoliberales eran desconocidas en aquellos cuartos de aseo fabriles y en las precarias capillas de los barracones.
    Qué raros llegan a ser algunos cristianos, colegas. La “obra” de reciclaje (yo también desconfío del gulag) que habría que iniciar con ellos tendría perendengues. Y confío en que las habrían de aceptar sin mayor quebranto, pues están acostumbrados a que los dirijan, los laven y los planchen.
    Ite...

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