Viernes, 29 de diciembre
UN POBRE HOMBRE
Antes de irme a dormir, suelo hojear algún libro de esos que
me acompañan desde siempre Hoy le toca a Stendhal. “El hombre inteligente –él
escribe “l’homme d’esprit”– debe emplearse en adquirir el dinero necesario para
no depender de nadie; si una vez adquirido pierde su tiempo en aumentar su
fortuna, no es más que un pobre hombre”.
Me voy a la
cama con una sonrisa. Yo no he perdido ni un minuto, he seguido el consejo de
Stendhal.
Sábado, 30 de diciembre
TERTULIAS DE TINTA Y DE PAPEL
“¿Cómo has conseguido que tu tertulia dure ya casi cuarenta
años?”, me preguntan a veces.
¿Ya ha
pasado tanto tiempo? No me había dado cuenta. Yo no hice nada, simplemente
estaba ahí todos los viernes y el que quería venía a tomarse un café y charlar
un rato y cuando se cansaba dejaba de venir. Eso es todo. Durante esos años
además iban naciendo nuevos contertulios para sustituir a los que desaparecían.
La verdad
es que a mí me gusta la gente, pero no necesito a nadie para estar acompañado.
Esta mañana en el Atrio, tras leer los periódicos y mientras llegaba José
Manuel Feito para acompañarme a comer y discutir un rato, lo he pasado muy bien con Unamuno y otros
viejos amigos. Los entrevista el Caballero Audaz en un tomo de Lo que sé por mí, la serie en que reunió
las interviús (como se decía entonces) publicadas en La Esfera y que yo ahora quiero reeditar.
“Aquí en España somos católicos
hasta los ateos”, dice Unamuno y a ver quién se atreve a llevarle la contraria.
Y en seguida lanza otra de sus paradojas: “Aquí en España asusta el desnudo; en
cambio, el desvestido no”. Luego se pone confidencial: “Preferiría morirme a
volver a la edad de los dieciséis a los veinticuatro años. Esa es la peor edad,
la más peligrosa para el hombre: a esa edad nos acometen las preocupaciones de
salud –todos creemos estar tísicos–, crisis de creencias, disparates
románticos, crisis de pubertad, los estudios, la aguda nostalgia del terruño,
la opresión de la conciencia de nuestra insignificancia, en fin, mil
destructores del alma; por eso casi todos los muchachos se malogran a esa edad;
raro es el que consigue resistir los embates”. ¿Sobre la vida literaria? “A la
mayor parte de los literatos españoles lo mejor es leerlos y no tratarlos, o
quizá lo contrario, no sé bien”.
“Galdós y
yo nos queremos mucho”, dice doña Emilia. Y el entrevistador, al que le han
llegado viejos rumores, no puede evitar una ligera sonrisa y un fugaz
pensamiento: “Qué curioso, en presente resulta menos comprometedor que en
pasado: Galdós y yo nos hemos querido mucho”.
A
continuación habla de la causa a la que dedicó su vida: “Yo soy una radical
feminista. Creo que todos los derechos que tiene el hombre debe tenerlos la
mujer; y es más creo que hay una relación directísima entre los derechos y
privilegios concedidos a la mujer y el estado de cultura de las naciones. Este
aserto es muy fácil de demostrar pues está al alcance de las inteligencias más
miopes el observar que los países más adelantados son Suecia, Noruega,
Dinamarca y Finlandia, y es donde la mujer se halla casi al nivel del hombre;
en cambio, en los países menos adelantados es donde se considera a la mujer
bestia de apetitos y carga. No tenemos más que mirar a Marruecos. En España
algo hemos adelantado, pero estamos más cerca, no solo geográficamente, de
Marruecos que de Noruega. Aquí hemos adelantado en lo peor: aquí, donde ninguna
mujer encuentra mal bailar un tango, por ejemplo, encontraría muy mal ir a las
aulas universitarias a estudiar Lógica y Ética”.
Unas
páginas más allá interviene Azorín: “Mis libros me han producido muy poco. El
que más, La voluntad, unas dos mil
pesetas. Yo vivo y he vivido siempre del periodismo”. En los años veinte,
cuando inició su polémica aventura teatral, más de uno le debió recordar esta
entrevista: “Yo he escrito una obra de teatro, que no se ha estrenado y que se
publicó en un volumen, La fuerza de la
sangre, y no escribiré más para el teatro, no tengo condiciones”.
Baroja
cuenta que un día Lerroux le invitó a comer en el Café Inglés y le convenció
para que se presentara como candidato de su partido. “La democracia es muy
agradecida –le dijo– y se entusiasma con el hombre de letras que quiere
servirla”. Poco después asistió a un mitin. Él era uno de los candidatos, pero
no tenía que hablar y se sentó entre el público. El orador elogió sobre todo a
Baroja, que ya tenía nombre como escritor. Un obrero, que se sentaba a su lado,
le dijo al oído: “Ya me está reventando a mí oír hablar tanto de ese Pío
Baroja; ese señor será todo lo intelectual que quieran, pero por aquí no ha
aparecido más que a la hora de coger un cargo”.
Cansado de
escuchar a este y a aquel, cierro el libro, abro el cuaderno y anoto: “Puedo
vivir sin pareja (es como mejor se vive), pero no puedo hacerlo sin un
interlocutor inteligente con el que discutir de esto y de aquello. Menos mal
que siempre tengo un libro a mano y, en última instancia, me tengo a mí que soy
la persona a la que más me gusta llevar la contraria.
Domingo, 31 de diciembre
LA GENTE NORMAL
Somos animales gregarios. No podemos escapar al nerviosismo
del rebaño. Yo trato de que este último día del año, ya sin compromisos
familiares, sea un día como todos los demás. Me resulta imposible.
Pero
tampoco está tan mal comprobar que, a pesar de ir de raro por la vida, uno es
como todo el mundo.
Y es que yo
seré muy raro, tanto como mi admirado Sheldon Cooper, pero a rara, a
verdaderamente rara, si se mira bien, nadie gana a la gente normal.
Lunes, 1 de enero
EL MEJOR REGALO
Procuro que el primer día del año sea como me gustaría que
fueran todos los días del año. Me levanto a la hora de siempre. A las nueve ya
estoy escribiendo, para las once ya he terminado. Paso luego por el despacho de
la Facultad, contesto algunos correos, ordeno papeles, voy a tomar café a Las
Salesas, si es día laborable, o a Dos de Azúcar, si es domingo, leo los
periódicos (en papel), hojeo algún libro…
Que la
mañana del primer día del año sea como cualquier otra mañana es el mejor regalo
que me puede hacer cada nuevo año. Soy así de aburrido. Conmigo que no cuenten
para ninguna fiesta. Yo solo lo paso bien cuando lo paso bien, no cuando por
obligación tengo que pasarlo bien.
Martes, 2 de enero
MALA CONCIENCIA
¿En qué momento tiene uno que dejar de aconsejar a sus
amigos más jóvenes? Pues en el momento en que dejan de ser jóvenes y ya no lo
necesitan. A los veinte años te miran con admiración, te pasan tus poemas, no
publican nada sin que tú des el visto bueno. Pero pronto, antes de que te des
cuenta, tus observaciones dejan de tener interés.
El pasado
jueves estuve en la presentación del último libro de Javier Almuzara, A la de tres. Si me hubiera pedido
consejo, yo le habría dicho que un libro de haikus resulta en exceso monótono,
que mejor reducirlo a dos o tres series e intercalarlas con otros poemas. Me
alegra no habérselo dicho. ¿Para qué? No me habría hecho ningún caso, y quizá
con razón. Yo nunca he tenido tantos admiradores como los que se reunieron para
aplaudirle. También le habría aconsejado que no explicara sus poemas, que una
presentación no es un taller de literatura. Pero eso ya se lo llevo diciendo
desde hace más de veinte años. Habla muy bien y lo sabe y en el pecado lleva la
penitencia.
Con Martín
López-Vega tengo una cierta mala conciencia. El sábado reseñé su último libro, Gótico cantábrico, y creo que dejé
demasiado claro que ciertos poemas me parecen un disparate y que el conjunto no
funciona. Pienso que el resultado habría sido mejor si me hubiera pasado el
original antes de publicarlo, como hacía con los primeros libros, que son
–claro está– los que a mí más me gustan. Su concepción de la poesía ha ido
cambiando en estos años de errabundia, ya no es el que era cuando frecuentaba
la tertulia. Ahora detesta el soniquete del endecasílabo y la tradición de la
poesía española. Seguro que Almuzara le parece redicho y decimonónico (aunque
solo es dieciochesco, como Mozart).
Esperaba su
habitual respuesta a mis reseñas: “Como siempre, no te has enterado de nada”.
Pero esta vez ni siquiera ha replicado.
Tratando mal
a los jóvenes escritores, cuando lo son, y peor cuando dejan de serlo, no hay
manera de que algún día esté rodeado de un coro de aduladores, como mi admirado
Luis García Montero. Y bien que me gustaría.
Miércoles, 3 de enero
EN LA PELUQUERÍA
No solo entrevistó a escritores José María Carretero, el
Caballero Audaz. Su deriva ideológica le llevó a adular a personajes como “el
glorioso mutilado Millán Astray” o el pacificador de Cataluña, Martínez Anido,
a quien entrevista allá por 1920, cuando en un plis plas, con el beneplácito
regio y entre los aplausos de la patronal y de toda la prensa española, acabó
con la conflictividad laboral y los atentados. Era un hombre valiente, al que
no le temblaba el pulso si había que aplicar la ley. Cuenta la siguiente
anécdota: “A veces, y para pulsar bien la opinión obrera, me disfrazo por las
noches y me voy al Puerto, al Paralelo, a Gracia o a otros centros proletarios.
Unas veces voy solo y otras con algún amigo. Una noche me metí en una
peluquería que tenía fama de ser un foco de sindicalistas. Iba yo con un gran
chambergo, una chalina y mis barbas descuidadas. Fingiendo leer, aguardé mi
turno escuchando todo lo que allí se decía. Cuando me llegó la vez, el peluquero,
que era un significado sindicalista, muy peligroso por cierto, me deslizó al
oído:
––¿Apuro
mucho, mi general?
––¿Cómo me
has reconocido?
––Porque yo
he peleado en África con usted, en el Regimiento de Cazadores de Cataluña.
––Entonces
ya sabes cómo me las gasto, así que punto en boca y aféitame con mucho cuidado.
Y no pasó
nada más. Con esa gente, ya sabe usted, Caballero Audaz, firmeza y aplicar la
ley”.
Haces muy bien en expiar tus culpas con tinta, como tu tocayo.
ResponderEliminar"Martín López-Vega [...] detesta el soniquete del endecasílabo y la tradición de la poesía española"
ResponderEliminarAhora entiendo por qué es un poeta tan mnediocre: no tiene oído musical.
Martín López-Vega escribía antes artículos en un blog de El Cultural titulado "Rima interna". Pero ha dejado de hacerlo, probablemente porque tenía lectores feroces que solían demoler sus críticas, sobre todo uno de ellos que se llamaba Villalba (recuerdo por lo menos dos polémicas gordas, una sobre aforismos y otra sobre haikus).
ResponderEliminarDebió de ser por mayo o junio de 2006, porque era un día luminoso y recuerdo que la gente comía helados por las calles. Me acerqué a la romana basílica de Santa Maria degli Angeli e dei Martiri, la de las puertas que son como albercas de bronce fundido de las que emergieran ángeles con yelmo, cabezas envueltas en sudarios, y un mutilado que presenta en el torso un tremendo costurón cruciforme, si bien su rostro afable exhibe una placidez casi apolínea.
ResponderEliminarEntré y antes de la bóveda, al lado de una columna adosada al muro, vi a JLGM con el cuello torcido: miraba con mucho interés la cabeza gigantesca y ladeada de un efebo, envuelta en cendales sutilísimos de mármol de Carrara, que había tenido a bien esculpir un tal Igor Mitoraj, que en otra Gloria esté desde el año de desgracia de 2014.
Dicen que el buen maestro es el que tiene un discípulo que lo supera. Tú pareces quejarte de no haberlo logrado, el poeta que aprendió contigo todavía te necesita. A menos que estés diciendo que eres insuperable. Bueno, esto te lo dice uno que ha sido discípulo tuyo.
ResponderEliminarMe han superado muchos discípulos, Jesús. Y estoy orgulloso de ello (y de ellos).
EliminarY el día 1 de enero qué periódicos lee ???
ResponderEliminarAlguno de hace cien años (los periódicos viejos son mi lectura favorita). Cualquier número de "El Sol" o de "Ahora", con curiosidad y asombro.
EliminarMe lo imaginaba. Es una excelente lectura para estar al día. “El Sol” estaba recién salido del horno pero el “Ahora“ de Chaves Nogales, salió a la calle en diciembre del 30. En este caso no me salen las cuentas.
EliminarAnónimo respondón: un periódico de hace noventa u ochenta años me interesa tanto como uno de hace cien años. No hay que tomarse las cifras al pie de la letra. Me recuerda usted a aquel que fue a devolver un ejemplar de las "Mil y una noches" porque las había contado y no eran mil y una.
EliminarMartín López-Vega tiene un asombroso oído musical, anónimo Mastropiero. Y sentido del ritmo. Si no utiliza la métrica tradicional es por decisión muy pensada (aunque quizá equivocada), no por incapacidad o ignorancia.
ResponderEliminarPeor me lo pone usted: si es verdad que tiene "un asombroso oído musical" la mediocridad de su poesía es más sorprendente todavía.
Eliminar"El abuelo lo dijo aquellas navidades del 69: “todo está atado y bien atado”, así que cuando pasó a mejor vida nadie se puso triste y todos cantaron como entonces el villancico de la unidad de destino en lo universal. Cantri, rilisin, fémili, disis agua ein aintrén, viva España. El heredero generosamente dividió la parcela entre los hermanos e incluso los díscolos se conformaron con un sillón en la empresa y el perdón de los formales. “Nos expandiremos”, dijeron, y el hermano mayor repartió entre todos el informe que les explicaba qué se podía decir y qué no, quién era y quién no de la familia. Los primos del pueblo, dijo, que sigan viviendo en la casa y que hablen lo que quieran pero si vienen a Madrid que no mareen con lo suyo; que no se les note que son unos aldeanos, ahora que vamos a ser europeos. Y eso sí, que no toquen mucho los cojones: la casa sigue siendo nuestra. Escribieron discursos, redecoraron instituciones, construyeron palacios de congresos, hubo nuevas leyes (pocas), nuevos filósofos del consenso. Organizaron una olimpiada y pusieron alta velocidad y polideportivos. Los poetas burgueses se dijeron comunistas y como coló, pues con todo así. Cambiaron a los héroes por heroína y la revolución por movida. Y cuando los pusilánimes empezaron a escribir novelas y nadie pudo decir que no había libertad para decir pedo caca culo pis el dispositivo estaba listo: acordaron nunca hablar más del tema, se pusieron la camisa nueva y sobre ellos descendió en silencio el espíritu de la transición que como paloma que era se cagó en España pero no en ellos."
(Martín López-Vega. "El tema de España" en "Gótico cantábrico").
Yo en este texto no veo ni la musicalidad ni la poesía por ningún lado. ¿Alguien puede explicármelas?
Un consejo, Anónimo: busque otras lecturas más de su gusto. La vida es demasiado corta para perderla discutiendo sobre autores que a uno no le interesan ( amí si me interesa, pero comentarlo con usted).
EliminarLa palabra “mediocre” es propia de una crítica mediocre (valga la paradoja de censurar así su empleo). Se trata de una manera sibilina de llamar basura a algo dejando un resquicio al matiz, para poder recular luego si se tercia.
ResponderEliminarEn todo caso, el mejor escribano echa un borrón. Y el peor echa dos, pero no más, a poco que conozca bien su oficio y no improvise (o sí lo haga, pero con criterio).
Un poeta “mediocre” es un poetastro. Y un poetastro, ni siquiera es un poeta. Así que (en mi opinión) no tiene sentido subrayar la medianía en él.
Al fin y al cabo la obra (cada obra) es lo que cuenta, en un poeta o un albañil. Y es muy resbaladizo poner rotundas etiquetas a su autor, ya sea a favor o en contra suya.
El problema estriba en que asumir esa evidencia ecuánime dejaría a muchos críticos sin habla (y a los más extremos, sin trabajo incluso).
A los más extremos censurando o adulando, me faltó decir. Pues algunos también viven del elogio por encargo.
ResponderEliminarSupongo que se puede dar por justamente olvidado a Carretero Novillo, pero siguen siendo interesantes sus entrevistados y las declaraciones que le hacen.
ResponderEliminarA cierto sector feminista actual, regresado a una gazmoñería casi católica por vía de su pelea contra el patriarcado, le vendría bien darse una vuelta por la ideología de Emilia Pardo Bazán y por su feminismo sensual, lascivo, sin remilgos (también bastante cursi).
No me parece a mí que sea nada "cursi" (signifique lo que signifique esa palabra) el feminismo de Emilia Pardo Bazán.
EliminarTiene razón, Martín, me he expresado mal. Lo ridículo de Emilia Pardo no es su feminismo, sino las particulares formas de expresar su sensualidad, especialmente hacia Galdós. Formas ridículas, ñoñas, antiestéticas, sonrojantes. Es lo que he sintetizado en "cursi".
ResponderEliminarDesprecia Envidia lo que no alcanza, avara.
EliminarRauda le sigue la Codicia albina.
Satisfechas, a Vanidad engendran,
oropeles todos de la vileza.
Esas son cartas privadas, Y ya se sabe que "todas las cartas de amor son rídículas", como dijo Pessoa.
ResponderEliminarYo creo que las cartas de amor de Pessoa interesan por su persona, pero en sí mismas son un poco tediosas y repetitivas. Él mismo le dice a Ofelia en una de ellas que quien le está escribiendo es la persona delante de Pessoa, a saber, Fernando. Realmente no son cartas de amor, aunque se publiquen así para darles énfasis, sino mensajitos para quedar.
EliminarPESSOA ERA MUY SENTIDO, SEÑORA, NO SE CREA.
EliminarCatorce años escribiendo, cada mañana, aquel reglón de despedida: “Señor juez, que nadie culpe...” Se comprenderá que el escueto apunte del inicio terminó siendo un volumen de más de cinco mil líneas.
Cada día un agravio, una decepción, una desgracia; de modo que al final de cada día quedaba todo -pensaba yo- concluido y rematado para que llevara a cabo mi propósito inicial: suicidarme. Pero a la mañana siguiente, nada más llegar a la oficina, volvía a abrir el cuaderno y hacía lo mismo.
Oculta en lo hondo de mi conciencia la causa de aquella amargura: el desdén de Ofelia, mi insignificancia para ella.
Hasta aquella vez que hube de salir para la aduana y que, como por descuido, fingí que olvidaba el cuaderno sobre un pupitre de la oficina, a unos pasos de la mesa de ella. Allí permaneció el resto de la jornada. Cuando lo recogí por la noche nada hacía pensar que Ofelia ni nadie hubiesen curioseado en él: el trocito de papel manila que había dejado de testigo estaba intacto.
Toda la plétora de amarga decepción se desbordó y hube de salir hasta el Nikola a tomar un aguardiente.
No volví a escribir el renglón, pese a que catorce años de rutina lo habían convertido en una costumbre arraigada en mí como un ritual. No. Lo vi claro: si me suicidaba no estaría presente para ver si aquel desplante mío iba a conmover el corazón de piedra de Ofelinha.
Y, como una revelación, comprendí que para aventar aquella negrura, aquella zozobra impenitente, aquel rencor, la angustia..., tenía que matar a Ofelia. Lo hice.
Ahora, escribo esto desde la cárcel de Caxias, mientras oigo la sirena del paquebote que suelta amarras en los Cais do Sodré y zarpa hacia Madeira.
Creo que no hay nadie más ridículo que el que está enamorado.El ardor, el entusiasmo, la, pasión, le obnubilan la razón y no ven la diferencia sutil entre el ridículo y la sensatez. Si no es así, no está enamorado; posiblemente mucha lectura de Becquer,o ese personaje de Goethe, Werther, se ha apoderado de su desván interior.
EliminarMi saludo y mi estima, señor García Martín.
Cómo se nota, doña Laura, que es usted desconocedora del género...Es demasiado dura para con los que han gustado o gustan de las mieles de una amor -a poder ser correspondido- y por eso denuesta usted lo que ignora.
EliminarSeñor Werther, fui adolescente y como tal me enamoré y fui ridicula. Pero amé, y amo... Y usted,lo que parece desconocer es la diferencia entre estar enamorado y amar... En los desvanes suele haber de todo un poco, y también ratones..
EliminarEfectivamente, "Quede claro" y "Caravana y desierto", ambos de Almuzara, superan lo hecho hasta hoy por Martín. Veremos mañana.
ResponderEliminarTODAS LAS CARTAS DE AMOR SON RIDÍCULAS es una de esas rotundidades y generalizaciones lapidarias que suelen encantar a los escritores, pero no es un enunciado verdadero. Las cartas de Kafka a Milena tienen poco de ridículas; tampoco lo son, por ejemplo, las de Bertrand Russell a Ottoline Morrell. Ni siquiera las de aquellos depredadores eróticos de Bloomsbury, como Lytton Strachey o John Maynard Keynes, el brillante economista, caen en las burdas efusiones que se permite doña Emilia. (La biografía de Keynes por Skidelsky, en RBA, es inolvidable, a pesar de algunos tecnicismos).
ResponderEliminarYa que una cita literal vale más que mil razonamientos, copiemos aquí algunas de las más conocidas muestras de los arrebatos de Pardo Bazán:
«Te aplastaré... Te morderé un carrillito, o tu hocico ilustre... Te como un pedazo de mejilla y una guía del bigote... Te daré a besar mi escultural geta gallega... Búscame casita, niño... Te beso un millón de veces el pelo, los ojos, la boca y el pescuezo».
Por Dios, Emilia, que eres escritora! Me resulta de una vulgaridad tan cruda que escuece como el alcohol en una herida.
Siempre hay excepciones, Miguel, y escritores que escriben sus cartas privadas con un ojo en la posteridad (incluso sacan copias). Juzgar a Emilia Pardo Bazán por unas líneas íntimas que la harían morirse de vergüenza si supiera que iban a ser publicadas, me parece completamente inadecuado. No haber entendido que no todo lo que escriben los escritores es literatura, a veces tiene solo un valor documental.
ResponderEliminarPero no, Martín! De ningún modo quise juzgar a Emilia Pardo como escritora a partir de esas entrecortadas exclamaciones íntimas, "te comeré" y demás. Hablé no más, desde el principio, de la cursilería de la expresión erótica personal de esta señora. Era capaz de hablar así; eso es todo. Espero (y deseo) que sus personajes se expresen con mayor elegancia que ella. Pero no lo sé, porque tan sólo leí algunos cuentos cortos de Emilia, páginas, por cierto, algo menos indigestas para mi metabolismo literario que las de su amante Galdós. Hace años que tengo Fortunata y Jacinta en cuarentena en un estante alto, a ver si la obra se sedimenta un poco, porque esta gente tan narrativa, de facundia caudalosa pero escasamente creativa, me causa una astenia lectora muy molesta.
EliminarConviene no juzgar a los autores que uno no ha leído. Creo que opinamos con demasiada facilidad sobre cualquier cosa.
Eliminar"Te aplastaré... te morderé el hocico... te daré a besar mi geta..." no lo veo mal, ¿se puede mostrar mejor la euforia de la pasión?
ResponderEliminarTal como lo dice ella parece vulgar, blandengue... esa es la apariencia, pero la ñonería, me temo, sospecho, es un modo de no asustar al macho, incluso de fingirse a su merced, pero otra es la realidad. ¿Cómo terminó la historia?
ResponderEliminarBasta con asomar el azucarero a una reunión, para descubrir quién es un amargado. Con lo fácil que es decir: “no, gracias”, y ya está, sin aspavientos.
ResponderEliminarNo sé cómo se apañarían algunos si fuesen diabéticos de veras, de los que necesitan insulina. (Yo, por fortuna, no lo soy, ni real ni metafórico).
Por cierto, de los escritores célebres se publica hasta la lista de la compra cuando mueren. Y esa (hasta en los cursis) está llena de nabos y pepinos siempre (y alguna almeja también, para cubrir cuota).
Dos personas que se atraen acuerdan recluirse en una habitación para disfrutar de sus cuerpos, y cierran la puerta a la curiosidad ajena. Ahí comienza otro mundo. Ahí se acaban todas las contenciones y convenciones, ahí se olvida la medida y caen las máscaras y se borra la pátina de cultura y educación. ¿Quién se atrevería a reprocharles lo que hacen? Benditos sean, y también envidiables.
ResponderEliminarBonita película
EliminarComo se llama?
Creo que no se olvida sólo la pátina de cultura y educación; hay valores propios, morales, que no tienen que ver con lo impuesto por una sociedad. Si son libres, si no engañan a nadie, si no hacen sufrir ni causan dolor a aquel o a aquella a quien tienen a su lado y los ama, - en tanto no sea una persona con discapacidad que le imposibilite brindarle a su pareja lo que necesita y desea - simplemente el rótulo es hipocresía. Infieles que mantienen una máscara ante el qué dirán. Y, además, tarde o temprano, saldrá a la luz y alguien sufrirá . La verdad, está comprobado por la ciencia, cura, no daña.
ResponderEliminarDaña la mentira en todas sus facetas porque hay quienes con tal de disfrutar de los cuerpos, seducen, prometen y luego, aburridos por la novedad, abandonan. Hay una línea muy fina, psíquica entre el violador y algunos infieles... El violador usa la fuerza; muchas veces el infiel seduce, promete lo que no va a cumplir con tal de obtener lo que quiere. Es decir, es un violador emocional.
Saludos, Constantin Aurelle
Esta disquisición supera aún el brillante guión de la película. Siga, por favor, aleccionenos sobre el amor y otras pasiones
EliminarAqui, al menos en mi caso, no intento ninguna disquisición sobre el amor y las pasiones. Hay tanto de diverso en lo fisico en la especie humana como de variado en lo psíquico y los valores. Este espacio abierto a opinar sobre literatura, política y otros varios, me permitió dar mi visión personal y de observadora de la vida a través de los años, especialmente de las consecuencias de determinadas maneras de vivirla. Tan válida como el que decide ser hedonista y practicar el "carpe diem". No faltará quien levante su mano y diga:"¡Palabra de infiel!"
ResponderEliminarEstimada Laura,
ResponderEliminarEl deseo, la atracción y la pasión no son a voluntad. Un día el deseo se extingue, la pasión cesa, la persona que nos atraía ya no nos atrae, incluso nos aburre. ¿Qué otra solución queda salvo la separación o la infidelidad? ¿O es que te parece mejor continuar en el fingimiento y la falsedad?
Para el Anónimo peliculero: la peli es "Bocazas en la niebla"
Amiga del alma, esta convirtiendo usted este respetable espacio en el vulgar y patético consultorio de Elena Francis
EliminarQue yo sepa, no soy su amiga del alma. Mis amigos tienen nombre identificable. Puede seguir de largo y no leerme, nada lo obliga. Me disculparán, no tengo idea quién es Elena Francis, seguramente muy respetable.
EliminarSeñor García Martín, gracias por el espacio brindado.
Mi estima
Laura, pues es usted tremendamente inculta si no sabe quién es Elena Frsncis, afamada catedrática de metafísica de la Complutense.
EliminarY, por favor, continúe ilustrandonos sobre los rincones oscuros del amor, aquellos solo accesibles a personas de sensibilidad singular capaces de hallar la verdad dónde la ciega chusma yerra.
Es buena medida no debatir con anónimos, Laura.
EliminarGracias, señor García Martin, suelen esconderse los que, evidentemente, tienen bastante para ocultar debajo de la alfombra.
EliminarMi estima, y nuevamente le agradezco haberme permitido expresar mi pensamiento.
¿Cuál sería el fingimiento y la falsedad? Cada uno hace lo que le viene en gana, no es novedad, vaya! Si fuese mi caso, me separo. Pero, en la infidelidad hay que contemplar no sólo a la pareja estable, o con la que se aburre - como prefiera llamarla - y la "otra", llamésmola por darle un nombre, la de la "medalla de plata"... ¿Qué pasa con ella? ¿Acepta sin ningún problema ser amante? Pues a disfrutar, entonces. Yo hablo de aquella otra que creyó que lo que le prometieron - pongamos por caso, separarse - y luego no lo cumplen. Esa otra persona seguramente ama, y sufre y vive lo no cumplido como una traición. Muchas veces, se sobrepone, otras, se enferma, y, en menos casos, por suerte, se suicida. Lo digo porque lo vi. Por lo tanto, aunque no vamos a hablar de estadísticas y porcentajes en cuanto a cuántas se suicidarían, es suficiente con una. Y respecto de esa persona que ya no atrae y aburre, no hay que ser egoísta : se la está privando de que pueda elegir rehacer su vida, que pueda decidir. Puede que un desgraciado día alguien le cuente sobre los cuernos que le ponen, o lo vea... No hay que pensar en lo que uno quiere y nada más.
ResponderEliminarPero es inútil que digo yo esto, ya que yo no soy la conciencia de nadie y lo único que he hecho es expresar mi pensamiento y mi sentir. Quien se haya sentido tocado o señalado por el tema, no es problema mío.
Saludos, Tessaloniki