Viernes, 16 de
diciembre
TRES DESEOS
Encuentro en sueños un anillo mágico, le
doy tres vueltas y pido otros tantos deseos. El último, que no se cumplan los
dos anteriores.
Sábado, 17 de
diciembre
DEL AMOR Y OTRAS PATRAÑAS
Solo cuando nos dejan sabemos si estábamos
o no de verdad enamorados.
Tres
bodas equivalen a un funeral.
Dejar
de amar es quitarse un peso de encima.
Si
no te gusto como soy, cámbiate por otra. O por otro.
Domingo, 18 de
diciembre
EN CAP FERRAT
Compré esta casa cuando me cansé de vagar
por el mundo. Pagué poco por ella, porque era tan fea que todo el mundo pensaba
que no se podía hacer otra cosa que demolerla y levantar una nueva en su lugar.
Pero tenía un gran jardín abandonado y era imposible resistirse a su encanto.
La había construido, hacia 1900, un obispo católico retirado que había sido,
creo, confesor del rey belga Leopoldo II, el sátrapa del Congo. Debió recibir
mucho dinero por absolverle de sus pecados. La construyó al estilo de las casas
del norte de África, con un patio en el centro. Le puso una cúpula morisca, la
lleno de arcos de herradura y luego, para rematar, le colocó un porche
renacentista. Yo tenía un amigo arquitecto, Barry Dierks, que se ofreció a
quitarle todos eso pegotes y a adaptarla al despojado gusto moderno, que es el
mío. Pero ya ve, la gente la sigue llamando La Mauresque. La blanqueé por
dentro y por fuera y la llené con mis libros y mis recuerdos de viaje. Hasta
entonces no había poseído un jardín y no sabía que cuanto más jardín se tiene
más se desea tener, y cuando más se trabaja en él más cosas hay que hacer. En
el jardín había pinos, mimosas, palo de aloé, una enredadera de tomillo y
también romero silvestre. Yo lo poblé de adelfas y camelias y de toda clase de
arbustos que diesen flor; incluso traje árboles frutales de California. El
mayor lujo aquí lo constituye el césped, que hay que regar bien para que
soporte el rigor del verano. Hay que remover el terreno al final de cada
primavera y replantarlo al otoño siguiente. Es molesto y costoso, pero el verde
nuevo, fresco, tierno y brillante es luego el mejor regalo. En la cima de la
colina hice construir una piscina. De Florencia me traje una cariátide de
mármol hecha por Bernini, que convertí en fuente. Había una caverna natural al
fondo, en la que nos refugiamos en días de mucho calor. A un lado tengo Niza;
al otro, Montecarlo; enfrente, el cambiante azul del Mediterráneo. Muy cerca,
el puerto de Villefranche, donde puedo embarcarme si de pronto me entra la
nostalgia de la aventura. Gano mucho dinero con mis libros, vivo bien, pero no
me hago muchas ilusiones sobre mi inmortalidad literaria. Los críticos
literarios más prestigiosos hace tiempo que han dejado de tenerme en cuenta. No
soy un innovador, me limito a contar historias sobre la gente que conozco;
según ellos, poco más que a ofrecer argumentos para películas melodramáticas
con las que entretener la tarde de los domingos. No me importa demasiado. Los
que desdeñan el argumento y valoran sobre todo la técnica innovadora suelen ser
escritores incapaces de contar una buena historia. Es muy humano convertir en
méritos las propias limitaciones. También Dickens o Balzac o Maupassant tomaban
sus personajes de la realidad, pero eso no quiere decir que carecieran de
imaginación. Todo lo contrario. Sabemos muy poco de la gente, incluso de las
personas a las que conocemos íntimamente; nunca lo suficiente para llevarlas a
las páginas de un libro y hacer que sigan siendo seres humanos. Los hombres y
las mujeres somos demasiado confusos, demasiado engañosos para que se nos pueda
simplemente copiar, y también somos demasiado contradictorios e incoherentes
para ello. El escritor toma de la gente que conoce algunos rasgos que han
llamado su atención, y a base de ellos construye sus personajes. También
sabemos muy poco de nosotros mismos. Por eso los escritos autobiográficos hay
que tomarlos con mucha cautela. Cuanto más verdaderos nos parezcan, más
elaboración imaginativa hay en ellos. En primera o en tercera persona, la
literatura es creación, no simple copia. El realismo, o lo que llamamos
realismo, no es más que una ilusión. El
escritor es uno más de sus personajes, a veces el principal. Lo que amamos en
las Confesiones de Rousseau o en el libro suyo que yo prefiero, Las
ensoñaciones de un paseante solitario, es al Jean-Jacques que encontramos
en cada línea y se nos muestra infinitamente diverso. En realidad, lo que se
nos cuenta en un libro es lo menos importante. Son los personajes y la voz del
autor lo que nos seduce. Don Quijote y Sancho pueden vivir unas u otras
aventuras, nos da igual; lo que nos importa son ellos, acompañarles,
escucharles. Lo mismo pasa con Sherlock Holmes, nos interesa él, no las
peripecias más o menos rebuscada en las que lo coloca su autor. ¿Mis escritores
favoritos? Los que leí a los veinte años; nunca uno vuelve a entusiasmarse con
nadie como se entusiasmó entonces. A Proust, menos distante de mí de lo que los
snob pretenden, lo admiro, aunque me aburre a veces. Claro que yo prefiero
aburrirme con Proust a divertirme con cualquier otro. Todo lo que ocurrió en mi
vida que tiene algún interés ocurrió antes de los treinta años y lo he contado,
a la manera en que se cuentan estas cosas, en Servidumbre humana; después
no me ha ocurrido nada que valga la pena contar, salvo el éxito, que carece de
interés.
(Hace
un tiempo, visite Cap Ferrat, entre Niza y Montecarlo, y me detuve a la puerta
de los jardines de Villa Mauresque. Ahora, leyendo Une heur avec…, un
libro de entrevistas de Frédéric Lefèvre publicado en 1933, es como si el
propio Somerset Maugham saliera a recibirme, me mostrara su casa, me hablara de
sus secretos de escritor.)
Lunes, 19 de
diciembre
EN EL IKEA
“La vida es como un espejo; te sonríe si la miras sonriendo”, leo en la sección de espejos del Ikea. Bonito aforismo, pero para
que resulte verdadero hay que darle la vuelta: “La vida no es como un espejo;
no basta con que la sonrías para que te sonría”.
Algo
ayuda, sin embargo.
Martes, 20 de
diciembre
FANTASMAGORÍAS
También después de muerto se pueden hacer
gamberradas.
Los
muertos no saben que están muertos.
Todas
las noches, antes de dormirme, no sé si temo o deseo no volver a despertar.
Miércoles, 21 de
diciembre
QUIÉN TE HA VISTO Y QUIÉN TE VE
Una vez me enviaron una carta solo con mi
nombre y la localidad, Avilés; otra, más difícil todavía, una en la que solo
indicaba mi nombre, el de la revista que entonces dirigía, Jugar con fuego,
y Asturias. Llegaron a su destino sin apenas retraso. Ambos sobres están en el
fondo que he legado a la Biblioteca de Asturias, por si alguien quiere
comprobarlo. Pero correos hace tiempo que no es lo que era y no precisamente
porque las cartas se suelan enviar por correo electrónico.
Desde
hace décadas, recibo a menudo libros enviados por los autores o los editores.
Adapté el buzón para que cupieran fácilmente y no tuvieran que doblar las
revistas literarias. Pero desde hace más o menos un mes, las cosas han
cambiado. Ya no te dejan los libros en casa, sino un papelito que indica que,
por no caber en el buzón, hay de ir a recogerlos a la oficina de correos.
Voy,
un día sí y otro también. Aguardo las colas navideñas. Reclamo. Llevo fotos,
las medidas del buzón, una cinta métrica para medir el sobre que me entregan
(casi siempre delgados libros de poesía). En vano.
––Es
una norma nueva que tenemos desde hace un mes. Los envíos ordinarios ya no se
llevan a domicilio si no caben en el buzón.
––¡Pero
si en el mío caben, como les estoy demostrando!
––Eso
es porque el suyo no es un buzón estándar. Nosotros no tenemos por qué saberlo.
––Se
lo digo yo.
––¡Solo
faltaría que tuviéramos que tener en cuenta los caprichos de cada cliente!
Pido
la hoja de reclamaciones. No me la pueden dar porque no les funciona Internet.
No es la única cosa que ha dejado de funciona en Correos, me parece.
Entro
en su página Web y veo que este año hace justamente tres siglos que se creó en
España el cuerpo de Correos. Fue en 1716, durante el reinado de Felipe V. Tienen
una curiosa manera de celebrar el trescientos aniversario, que no sé si será
legal: cambiando las condiciones del servicio (a peor y por el mismo precio) y
obligando a mentir a sus empleados, que han de dejar un papelito diciendo que
el envío que no les entregan no cabe en el buzón aunque ellos sepan que cabe
perfectamente.
Jueves, 22 de
diciembre
ANÁFORAS Y DUDAS RAZONABLES
Para conservar los amigos, frecuentarlos
poco.
Para
perder la cabeza, empezar por tenerla.
Para
engañar con provecho, no engañarse.
Si
nunca has sido desdichado, nunca has sido feliz.
Si
no tienes nada en las manos para dar, da tus manos.
Si
Dios no existe, aún no lo sabe.
¿De
qué sirve el talento si no se sabe esconderlo?
¿De
que sirve la poesía si no ayuda a sobrevivir?
¿Dé
que sirve ser feliz si más pronto o más tarde hay que dejar de serlo?
¿Todo
lo que el hombre sueña acaba siendo acaba siendo realidad o todo lo que es
realidad acaba siendo solo sueño?
El
paraíso, antes de Eva, ¿era ya el paraíso?
El
paraíso, antes de Eva, ¿era el verdadero paraíso?
Viernes, 23 de
diciembre
NO DEBERÍA DECIRLO, PERO…
¿Mis amigos favoritos? Casi tan
inteligentes como yo, mucho más jóvenes que yo y que me admiren casi tanto como
me admiro yo.
¡Qué forma de escribir tan soberbia! (Entiéndaseme correctamente).
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Martín escribe de maravilla y encima nos regala aforismos.
EliminarEl único inconveniente que le pongo es que la aparición de los comentarios se demore tanto, con lo que ello supone de pérdida de interés. En otros espacios, como el de Muñoz Molina, la inmediatez es casi absoluta, y motiva la participación.
Ana
Sugiero a Martín que tome nota.
Correos está ahora medio privatizado, y supongo que la idea es acabar con los carteros y que el ciudadano se encargue de recoger en la oficina los envíos que reciba. "¿Por qué tengo yo que pagar la salud de otros, o su desempleo?", protesta el neolib de turno, ese dechado de insolidaridad que ahora se exhibe sin pudor en foros y tertulias. Y en consecuencia, ¿por qué tiene el Estado que pagar los envíos a particulares?
ResponderEliminar"Los particulares" están para pagar impuestos, ya se sabe, con los que costear aeropuertos, muelles portuarios y autopistas de pago con que las grandes corporaciones comercien y mercadeen. Más todo el sistema judicial-policial que defiende sus intereses y sus pufos. Pero eso sí, mucho amor y muchas pascuas.
Al menos, gracias a la arbitrariedad del oficinista, disfrutamos de la hermosa manera de contarlo, junto a la visita más o menos virtual o a La Mauresque, nada menos que con Maugham de cicerone. (Toda la vida diciendo "mogam" y resulta que se lee "moom", más o menos).
Gracias una vez más, buen Martín.
Creo notar que cierta inquina solapada ha disparado un relé en el chirumen de Kurtz-Orsini, y que ahora tira una prosa con reflejos de bomba de neutrones, que parece que acabó con los insidioenvidiosos, pero que mantiene incólume una mórbida columna atlántica, llevada a lomos de acémilas mulares desde Bomarzo hasta el Alpe a pie de mar.
ResponderEliminarEste mi abarrocado verbo macarrón y aliterado es para levantar acta de los primores que la prosa martiniana sabe derramar con lisura por puentes y veredas llegado el caso, y de que, como hondero berniniano pero sin fruncir ni dos poros del entrecejo, le acaba de atizar un pedruscazo a quien mejor se precavía del deslumbre de halógenos y óculos de led (antes fogonazos de magnesio) y llegaba a comprender que las delicatessen literarias también se escriben al recatado reflejo teresiano de las marmitas de un Macdonalds.
¿Haría el favor de traducir al español su comentario, estimado F.?
EliminarJLGM
Con tanta coloratura a granel es usted un firme candidato a ganar el podium en cualquiera de los cientos de concursos de relatos que se convocan. Si acaso añádale a su prosa el picante del sexo y el tomillo de salteadas palabras malsonantes.
EliminarAy, mi amigo, si usted supiera cómo cambia la tonalidad y la coloratura de este modesto foniatra cuando tiene que acreditar alguna prenda ante un público que no se anda con chiquitas: no me reconocería usted, se lo aseguro. Y si hiciera eso que me recomienda no sería F. Higgins.
Eliminar¿Al español de hoy? Que lo haga von Trapp, que pa eso vale.
ResponderEliminarMal año este que acaba: el de Trump, Alepo, Rajoy redivivado; el del asesinato de Sánchez a pezuñas de unos zafios, la muerte de una anciana incinerada, las ciudades sumidas en borrina poluta venenosa, los parques descuidados, el fragor del los hielos que se funden y se parten, los viejos olvidados; el de la sonrisa impune de los gángsters que salen del juzgado, los discursos regios despreciables, la traición socialista para tantos...
ResponderEliminarSin duda un mal año para los justos: hagamos del que ya empieza lo que buenamente podamos. Con las mentes, pero también con iracundas manos.
¡Feliz 2.017, José Luis!
ResponderEliminarY lo mismo, a todos los lectores del blog ¡Un fuerte abrazo!