domingo, 14 de agosto de 2016

Ciudades de autor: Nueva York de Camba y Juan Ramón



Hace cien años, en abril de 1916, un nuevo corresponsal del diario ABC llega a Nueva York. Se llama Julio Camba, aún no ha cumplido cuarenta años, y es el cronista de moda. En breves artículos –que ese mismo año comienzan a reunirse en libro– nos ha contado sus andanzas por la Europa anterior a la Gran Guerra, entonces en pleno macabro esplendor. Son artículos sin grasa retórica ni floritura verbal, que buscan darle la vuelta al tópico y hablar de lo que todos ven, pero en lo que nadie se fija.
            Poco antes, en el mismo barco, el Antonio López, de la Compañía Trasatlántica, ha viajado a Nueva York otro escritor español de su misma edad, ya poeta prestigioso, Juan Ramón Jiménez. No viene en viaje de trabajo como Camba, sino por razones particulares: a casarse. Pero la nueva realidad lleva al ensimismado analista de sus estados de alma a convertirse también en minucioso cronista de la nueva realidad, del otro mundo con que se encuentra al cruzar el océano.
            Un año en el otro mundo tituló precisamente Camba el libro en que reunió sus artículos, aparecido al año siguiente, lo mismo que las anotaciones en prosa y verso de Juan Ramón Jiménez, el Diario de un poeta recién casado que cambiaría la poesía española.
            El Nueva York que vieron era y no era el mismo. Coincidieron solo una vez, en el Museo de Brooklyn, y no se saludaron. Se celebraba allí una exposición de Zuloaga y al entrar en la sala Juan Ramón Jiménez, acompañado de Zenobia y de una pareja amiga, escuchó perorar en español sobre aquella España, la España eterna, de curas y toreros, de chulos y de santos, de mendigos y de bailarinas, de gitanas y de inquisidores. Exactamente lo que él más detestaba. Discretamente, pidió que se marcharan antes de que el periodista español le reconociera y se acercara a saludarlo. Detestaba todo lo castizo y especialmente la Castilla de cartón piedra que Zuloaga llevaba a sus lienzos. Él prefería al luminoso Sorolla, cuyos cuadros había tenido ocasión de contemplar en la Hispanic Society del alto Manhattan.
            Leemos hoy los dos libros sobre el Nueva York de hace cien años y nos sorprende comprobar que la mirada del poeta fue mucho más aguda que la del periodista. Cierto que ninguno de los dos sabía inglés (entonces se podía ser corresponsal en cualquier país sin más que unas nociones de francés), pero a Juan Ramón su ya esposa y siempre servicial secretaria, casi norteamericana, le permitió entrar más en contacto con la nueva realidad.
            En una primera mirada, los dos captaron lo mismo: velocidad, suciedad y estrépito. Pronto el poeta comenzó a descubrir algo más. El periodista solo fue sensible a la belleza de la noche: “Dijérase que el mundo entero estuviese de fiesta. En las fachadas enormes resplandecen millares de alegres ventanas. Las perspectivas luminosas se suceden y se superponen y la ciudad parece infinita. Es una orgía de luz que le embriaga a uno. Hay anuncios luminosos que son enormes serpientes, aspas girando sin cesar, bailarines escoceses que mueven brazos y piernas, gatos atrapando ratones, salamandras, relojes que van marcando las horas y los minutos…”
            Son los “anuncios mareantes de colorines sobre el cielo” que Juan Ramón descubrió en Broadway y que le llevaron a preguntarse si la luna que apareció de pronto “entre dos casas altas, sobre el río, sobre la Octava, baja, roja”, era la luna o un anuncio de la luna.
            “De vez en cuando –continúa Camba–, un tren aéreo pasa al ras de los terceros pisos, rápido y deslumbrador como una exhalación”. Es el elevado, aquel rasgo futurista de Nueva York que pronto se convertiría en arqueología. También le fascinó a Juan Ramón: “De pronto, el tren comienza a seccionar casas. Sí, no es una calle, es que el tren corta una manzana… A derecha e izquierda, en las viviendas sin fachada  –como en aquellas secciones de un barco o de una fábrica que tanto me intrigaban de niño–-, el peluquero, la modista, el florista, el impresor, el sombrero, el sastre, el carpintero, trabajan, cada uno en su piso, tras su cristal sin puerta, bajo sus lucecitas de colores”.
            Pero la fiesta de la noche termina con el amanecer, cuando los edificios vuelven a mostrársenos en toda su fealdad “como si fuesen el armazón de enormes castillos pirotécnicos ya quemados”.
            Solo el poeta fue capaz de encontrar los remansos de tranquilidad y belleza de aquel “marimacho de las uñas sucias”, como llamó en un momento de irritación a Nueva York. En primer lugar, los cementerios urbanos, “que atan con su paz amena y cantada de pájaros, en medio de la vida, más que los jardines públicos, que los puertos, que los museos”.  Al de Trinity Church se refirió en varias ocasiones: “Está tapiado este breve camposanto abierto de la ciudad comercial por las cuatro rápidas y constantes concurrencias del elevado, el tranvía, el taxi y el subterráneo, que jamás le faltan a su silencio obstinado y pequeño”.
            Los cementerios, las plazas arboladas, como Washington Square, los paseos para los enamorados, como Riverside Drive, las avenidas desiertas de la noche en las que resuenan los pasos de un único caminante, una casa colonial, “blanca y amarilla como humilde margarita”, que surgen de pronto entre los rascacielos; también las escaleras de incendios que se llenan de pájaros para saludar a la primavera…
            A la llegada de la primavera dedicó muchas de sus anotaciones Juan Ramón Jiménez. En una de ellas nos la presenta como a la heroína de una película por fin triunfante en su lucha contra el feroz invierno: “El oro leve de las nueve le basta ya para ser reina. Los brotes sucios de los árboles de los muelles se sonríen con una gracia rubia; cantan cosas de oro los gorriones, negros aún del recuerdo de la nieve, en las escaleras de incendio; los cementerios de las orillas estallan con leves ascuas el hollín; una banda rosa de Oriente encanta los anuncios de las torres; repican, confundidas, las campanas de fuego, las campanas de todas las iglesias…”
            Pronto, desnuda y fuerte, la primavera comenzará a desfilar por la Quinta hasta el Central Park.
            El Nueva York de Juan Ramón es el de ayer y, en su mejor parte, es también el de hoy. Cierto que el Woolworth Building (“una calle puesta en pie”, como lo definió Camba) hace tiempo que no es el rascacielos más alto del mundo, pero ahí sigue, cerca del puente de Brooklyn, con su elegancia historicista que no nublan los geométricos mastodontes cercanos ni tampoco la reciente torre de Frank Gehry.


            Juan Ramón vio lo que el periodista no supo ver. Para Camba, los neoyorquinos son seres elementales carentes de psicología y de literatura, son como niños grandes que se pasan el día mascando chicle y tratando de hacer dinero.
            ¿Carentes de literatura? La Biblioteca Pública, recién inaugurada en la calle 42, ponía al alcance de los lectores más libros que ninguna biblioteca española, y en Nueva York no solo había poetas, sino más malos poetas que en ninguna otra parte, más incluso que en el Ateneo madrileño, según descubre Juan Ramón cuando visita el “Author’s Club”, lleno de poetastros de décima clase “que cultivan parecidos físicos a Poe, a Walt Whitman, a Stevenson, a Mark Twain”.
            El escritor con fama de melifluo nada tiene que envidiar a Camba en el uso de la ironía. Amable unas veces, como en su visión de las innumerables iglesias de New York: “En la baraúnda de las calles enormes, las iglesias, teatrales, livianas, acechan echadas –la puerta abierta de par en par y encendidos los ojos–, como pequeños y mansos monstruos medioevales caricaturizados mal por un arquitecto catalanista”. En otras ocasiones, de muy precisa crueldad, como con “La viejas coquetas” que encuentra en las reuniones sociales: “están todas, con dientes de oro, afeitadas, arrugadas, pecosas, pañosas, cegatas, depilado el vello perdurable, que, como es sabido, le crece, con las uñas, a los muertos; descotadas hasta la última costilla o la más prístina grasa, llenos hombros y espaldas milenarios de islas rojas y blancas, como un mapa de los polos”.
            La situación de la mujer llama la atención del periodista y del poeta. “Echarle un piropo a una mujer puede costarle a uno en los Estados Unidos, o la ruina o la cárcel”, escribe Camba. Para él, entre hombres y mujeres existe en España una relación de justicia que no se da en Estados Unidos: “El marido es tirano en su casa; pero es esclavo en la fábrica, en la oficina o en el taller. Marido y mujer tienen cada uno sus ventajas y sus desventajas”. En Estados Unido, en cambio, “la mujer es libre a expensas del hombre y eso no está bien más que para las mujeres”. Y luego aclara: “Que juegue al póker, que discuta la política, que baile fox-trots en los cabarets mientras el marido adormece a los chicos; pero que cuando la pisen en el tranvía se defienda con sus propias fuerzas y no se haga al marido entablar un match de boxeo con el autor del pisotón”.
            Juan Ramón supo ver que las mujeres norteamericanas no necesitaban pedir ayuda al marido. Una escena en el metro lo confirma: “La sufragista, de una fealdad alardeada, con su postre mustio por sombrero, se levanta hacia un ancianito rojo que entra, y le ofrece, con dignidad imperativa, su sitio”. Como él se resiste, ella le coge por el brazo y le sienta “sin hablar, de una vez”.
            En 1916 las mujeres de Nueva York  ya habían comenzado a hacerse dueñas de su destino y eso asustaba al anarquista converso Julio Camba, pero no a Juan Ramón, que se había casado precisamente aquellos días con una de esas mujeres nuevas e imperativas (a la que ya se encargaría él, a fuerza de talento, victimismo e hipocondría, en irla convirtiendo en otra fierecilla domada.)





21 comentarios:

  1. Preciosas estampas: nos ofrecen una imagen distinta de la agobiante urbe.

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  2. Extraordinaria evocación,una vez más,cuya serie nos permite,además, echarnos por medio mundo sin movernos de casa.
    Me atrevo a decir que así como hay ciudades- París- en que,aun recalando por primera vez, uno anda como Pedro por su casa, de forma que sin tener noticia de Napoleón,Huyssmans,o Baudelaire,se sorbe el café o cruza la calle con el mismo empaque que en Lavapiés,hay otras- Nueva York- que pese a saberse el detalle de los holandeses,la oleada de los inmigrantes y la colocación de cada ladrillo,se nos sigue volando a los cuatro vientos y escurriendo por las mil alcantarillas.Mientras la primera -también Viena,Florencia,Londres o Helsinki- están hechas a la medida del hombre,el reno o los pokemons ,Nueva York-entre otras - parece construida a propósito de Batman,Supermán y el Hombre Araña.Sólo con mirada láser,poderes escalatorios y la facultad de perderse en la oscuridad conseguirá uno,previo trueque de chaqueta por capa, perforar el espíritu de la Gran Manzana.Es verdad que tras atizarnos un whisky doble en un bar irlandés y salir al relente de las avenidas con los versos de Whitman en las orejas e igual propósito de abrazar a la humanidad, o mientras,a medianoche, paseamos por las docas con el aire profético y el silbar cetácico del autor de Moby Dick,vamos haciendo camino en nuestro propósito prensil, y eso sin haber dejado,aún,los tiempos del Jinete sin Cabeza..Sin embargo, abrigo-en el riguroso invierno- y desnudo-en el infernal verano-la sospecha de que la forma de dar cuenta de la ciudad,comprenderla de verdad,amarla suavemente y sonreírla desde lo alto con sonrisa de Donald Trump,y en esto coincidiría con Camba,sería contando con una solvente cantidad de valores al alza chispeando alegremente por la celeste bóveda de Wall Street y protegidos por la furiosa mirada de su broncíneo cornúpeta; eso sí que nos abriría,de par en par,las puertas de la ciudad! Mientras tanto,los que llegamos a la megalópolis con la incredulidad de Paco Martínez Soria, los miembros de la Hispanic Society, las sufragistas de JRJ, y los negros danzantes de Lorca,seguiremos succionando con sus poemas,artículos y dietarios,dell pecho del idioma,que es como grabarse en el nuestro, bajo el rabo de la boina,una s pequeñita.

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  3. Difícilmente podría haber superado nadie la finura perceptiva de Juan Ramón Jiménez, su agudeza en la aprehensión de los detalles, su aguda sensibilidad, casi morbosa, al matiz. Lo imagino apacible en esos reductos de sosiego que suelen ser los cementerios de pueblo anglosajones, apartados en un pequeño campo de césped sin tapias ni cercas, camposantos que no espantan, sino que invitan al transeúnte a acercarse a las lápidas y usarlas plácidamente como sillas o mesas. Nada que ver con las ánimas en pena, el purgatorio o el castigo eterno. Recordando el poeta, quizá, sus versos recientemente escritos:

    "Sí: soy un cementerio nuevo,
    que ha estrenado, esta tarde
    una mujer que ha muerto".

    O el muy conocido "Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando..." Melancolía, nostalgia de sí mismo en su mundo teñido de amarillos y violetas, de quien se ve ya como un ser que pasó, que transitó. Pero, a la vez, con aceptación tranquila, sin angustia ni rebelión, lejos de la llamada, un tanto desesperada, al Carpe Diem de Omar Keyyam.

    Un tanto cercana, la actitud de Juan Ramón ante la muerte (o así se me figura), a esta otra actitud, animosa y desafiante, que expresa JLGM:

    " Saber que soy mortal me reconforta.
    Todo el peso del mundo
    que sostienen mis hombros
    ha de rodar un día, sin mí, ladera abajo."

    Climaco Acosta

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  4. Don Anónimus Anodinus Anacolutus (las tres aes), se mira en el espejo de una barbería de Little Italy y se encuentra guapo. Un caso curioso de impartidor de doctrina que se la pasa por el arco en cuanto se baja del púlpito. ¿Habrase visto estilo más farragoso, impostado, resabido, anacolutesco y pretencioso que el de este buen hombre de la triple A?

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  5. "Saber que soy mortal me reconforta",D.B.A mejorar.

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  6. Don AAA, recuerdos al broncíneo cornúpeta de Metrópolis. Hágalo en un vuelo rasante, cuidando de no enguedeyar la capa en los pitones.
    A procurar la problemática mejora.

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  7. Con permiso de mi antagonista, y muy brevemente, retomo los hábitos, subo al púlpito y continúo con la lectura del santo evangelio según...en fin,que antes de naufragar en el bar del Palace con bebidas en copas delicadas cuya mezcla de delirio y muerte-como diría Ismael- le era preparada , a cambio de unas monedas, por un viejo arrugado, escribió Julio Camba verdaderos artículos de relojería.Tan precisos, y a veces tan fríos, como el tic-tac del engranaje de ruedecillas,muelles y barriletes puede llegar a serlo.Aunque las manecillas, eso sí,daban con puntual ironía las horas de su tiempo ; así el mar, agua en una palangana, era bonito sólo por el litoral y los alemanes,gracias a su sentido jerárquico,el orden y la disciplina, no podían sino perder la guerra- demostrado en una cervecería-.En la memoria queda el pasmoso retrato del eterno besugo en el escaparate de restaurante que al entrar un día y verlo al horno sobre la mesa rodeado de comensales lo honra y despide emocionado, quitándose el sombrero, como a un viejo camarada.
    De JRJ hace Gómez de la Serna un excelente retrato.El impenitente nazareno y maledicente,el propio Lezama no puede reprimir para sus adentros un inesperado exabrupto-algo así como "y tú,cabronzón"-que consigna en sus diarios al recordar que el vate,charlando, puso de vuelta y media a alguno de sus contemporáneos, que encontraba Moguer lleno de vida antes de viajar y cual cementerio al regresar y que,entretanto, dejó colocado en los estantes de las escuelas, junto al Quijote, Platero y Yo, no sé si gustaba de pasearse por los camposantos,pero debía de tener el alma a esquelas ("su desconsolada esposa...ruega un oración...") con el constante temor por que le acaeciera alguna fatalidad; quizás por eso,nuestro enfermizo poeta,para contrarrestar,llevó en vida,como Lanzarote del Lago, una, igual de obstinada y paciente, "Quête du Graal" de la poesía ,la palabra y la flor.Y aunque alguno dijera que lo de "Dios está azul" era una tontería,eso no dejaba de ser para con el maestro una pataleta o pura,mas no bella,maldad.Anodinus dixit..

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    1. Bueno Anodinus; como no todo va a ser predicar, le voy a dar un ejemplo de lo que es escribir con sustancia y con fundamento arguiñano. Unas palabrillas que hoy dedicaba servidor a un Premio Nobel de mucho mérito. Atento, pues, calamidad:

      HENRY KISSINGER
      De poco le va a servir que meta papelitos plegados en las grietas del Muro de las Lamentaciones... Al infierno de Yhvh se va de cabeza.
      Allí, íncubos sodomitas le medirán con vergas de hierro forjadas en Alepo. Le mortificará, día y noche, un tango-lamento grabado con las uñas en las mazmorras de la mecánica naval del Rio de la Plata. Día y noche, alto de volumen, a poder ser en la voz de Goyeneche. Y como odiosa simetría especular, los daguerrotipos de los dos Adolfos de las cuatro haches (herr Hitler y herr Heichman) clavados en el muro, sobre el catre, mullido en escorpiones del desierto de Atacama. Dos nazis frente a un askenazí.
      Tiembla, viejo inmundo: soy el que soy.

      De na.

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    2. Triste,siniestro y provinciano,don...lo que sea, llévelo como pueda.

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    3. En esa provincia quisiera usted vivir, plomífero anacolútico.

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  8. Imagino yo que el "Heichman" a que aquí se alude pueda ser Adolf Eichmann, el responsable directo de la llamada "solución final". Lo de la hache, en tal caso, más bien no.

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    1. De las dos maneras aparece en los papeles. Además:
      Heichman Name Meaning & Heichman Family History at Ancestry.com
      www.ancestry.com/name-origin?surname=heichman

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    2. Debido a alguna inextricable ley comunicativo-cibernética, en todo blog terminar por aparecer, autoerigido, una especie de comisario político que administra el Bien y el Mal, reparte certificados de corrección, escarnia a los poco aplicados, imparte doctrina y no escatima enseñanzas redentoras para beneficio de aquellos que no han tenido la suerte, o la ardua dedicación necesaria, para alcanzar su eximio nivel.
      En este blog, el comisario responde al nombre, un tanto pasado de rosca, de "Braulio". Sucede que antes o después, el caudillo y guía termina por meter la pezuña hasta el zancarrón, como acaba de ocurrir respecto al nefando apellido "Eichmann", conocido hasta por los esóticos (de la ESO) más repetidores. El comisario sale como puede de tales planchazos, por lo general con la arrogancia hecha una braga y balbuciendo, como aquí, "bueno, verán, es que se escribe de varias maneras".
      Claro, monsieur le commisaire, de varias maneras. Las correctas y las erróneas.

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    3. Don Braulio Higgins21 de agosto de 2016, 9:50

      ¿Qué importancia tiene, al fin al cabo, buen Cer, que se escriba Eichmann o Heichman? Lo cierto es que existe un apellido Heichman que -paradojas de la vida- es de origen judío. Y este comisario -que sabe tanto- y su pléyade de secretarios y pasantes, que no hacen más que recortarle artículos de prensa, subrayarle libros y expurgarle publicaciones, para que venga a este blog y que deslumbre al personal, tiene su faceta humana y, claro, se equivoca a veces en minucias que en nada perjudican el acierto de lo que aporta.
      Este don Braulio conoce al detalle la peripecia del secuestro argentino del nazi que nos ocupa, su proceso enjaulado en una cabina telefónica, cómo lo colgaron de una soga y detalles de la psicología del susodicho verdugo amoral, además de haber leído el en sayo de la filósofa norteamericana Hannah Arednt (sus disgustos le reportó), en el que definía a este sujeto como banalizador de la maldad. Creo que importa más todo esto que ponerle una hache y robarle una ene al nombre de este personaje. ¿O no?
      Y como el estudio psicológico es lo de este menda, diré que Anónimo Cerezuélico descubre una personalidad vengativa y acomplejada (no sé por qué, si es un competente compositor de cosas bellas: él sabrá). Sin embargo el Anónimo Anodino Anacolútico, pese a lo tabárrico de sus escritos, es un tipo que me cae bien, tienen enjundia sus peroratas (los defectos denunciados por mí se subsanarían con que pasara unas pocas tardes por el estudio-laboratorio de don Braulio Higgins...,como decía Jordi Sevilla, refiriéndose a la económica inopia de Zapatero.
      La actitud de Dilecto es parecida a esa que tanto critica el buen Martín, cuando se refiere a los intransigentes de la ortografía.
      Pues va a ser que me está empezando a caer mejor el Anónimo Anodino Anacolútico que el Dilecto... Además, aquél tiene acreditado ser un buen encajador, de esos que no responden a los jabs con golpes por debajo de la goma del calzón.
      Cer, tu estatus de dilecto peligra.

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    4. Qué le vamos a hacer. A mí (y ya hemos polemizado por esa razón antes de ahora) no me importa que cada cual tenga las opiniones, y haga las afirmaciones, que le parezcan bien. La tendencia a no hacer eso, sino dar lecciones a la menor oportunidad, y dejar claro que uno es, no uno más ("yo, José Hierro, un hombre como hay muchos"), sino El Que Lo Sabe Todo, reconozco que me es poco grata. Ya digo, qué le vamos a hacer, si uno es así.

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    5. Bueno, Cer..., tu estatus no peligra: enclavado como peñón granítico somoserrano.
      A crear.

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    6. Te leo ahora, de vuelta de unas vacaciones (romanas) olvidadas de Internet. La noche de nuestra llegada allí notamos (alta madrugada) que la cama se movía. Sola. Al día siguiente, la noticia trágica del terremoto dejó lo nuestro en pura anécdota.

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    7. Bienvenido sano y salvo, querido.

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    8. Pues un montón de gracias, de veras.

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  9. Permítanme que me presente; soy el profesor Zacharias Taylor, del departamento de Filología Hispánica de la universidad "Crescent Asylum" de Trinidad y Tobago.Quisiera, en primer lugar, decir,desde la distancia, que seguimos con entusiasmo su simpático foro.En segundo, que no es novedad entre nuestros alumnos que en su primer ejercicio de cómo redactar una carta se la dirijan al bueno de Kisinger-¡ vaya pepla!- pero esta vez felicitamos, especialmente, al autor de la fúnebre misiva por el uso de : "especular", la intrépida imagen de motel de carretera y el delicado equilibrio entre conflicto sirio,tercer reich y dictadura argentina; a pesar de que al final, con tanta hache forjada, todo el escenario se haya venido abajo ; aquí seguimos con pasión,también, el Canal Historia y los documentales de la 2, que a pesar de la lejanía y gracias a la vía satelital, los podemos agarrar,como en la apartada aldea de Porceyo,sin interferencias.Por cierto que el sintagma "Escuela de Mecánica de la Armada" goza de preferencia entre nuestros internos,seguramente por influjo de su secuencia fonética.Asímismo y en tercer lugar quisiera enterarles,valga la inmodestia, de dos obritas que, siguiéndole la pista al inmortal Nebrija- que le dedica dos capítulos de su esencial gramática- llevo escritas: espacio y coma - donde a lo largo de escasas 200 páginas reflexiono sobre tan peliaguda problemática- y triple salto adelante- donde valiéndome de una comparación con la disciplina atlética tan en boga entre nuestros jóvenes nativos, examino la misma cuestión en su acuciante perspectiva de futuro-.Además estoy corrigiendo el opúsculo "Anacoluto,su detección" donde planteo el uso del arco de seguridad, a semejanza del aeroportuario, para impedir que el novel escritor nos cuele de matute tan farragosa e incoherente mercancia.Para acabar- hay casi cinco horas de diferencia y es hora de la siesta tropical- quisiera referirles que a nuestros alumnos,que están de atar, como supondrán, les damos a leer los entretenidos escritos de Anodinus, en el bien entendido que es la anodina sustancia excelente mitigador de la pena y paliativo del dolor,como indica el venerado diccionario de nuestra común- en mi caso por vocación,qué remedio! - lengua.Un fuerte abrazo a los protervos foreros del café de parte no sólo mía sino también de nuestro "caro"- y bien que nos cuesta- internado.Con la esperanza de que nos tengan en sus pensamientos y en su corazón,ruego me saluden a la madre patria- para el caso de que nos acoja como tal-.Cheers! O sea,Salud!

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  10. Don Braulio (Gaudeamus!)22 de agosto de 2016, 14:34

    ¡Pero qué me dice, caro profesor Taylor...! ¿Es posible tanta casualidad o es que todo forma parte de una farsa urdida por dios (sic) sabe qué club de viejos profesores ociosos, que se divierten con estas fintas dialécticas, entre quilombo botarate y macana delicuescente. Pues arresúltase (adviértase el mejicanismo) que servidor ha impartido una charla en esa prestigiosa Universidad de usted (¡la “Crescen de la Trini”, como la llamábamos en los círculos académicos de por acá!), bajo el patrocinio de la Fundación Barry Goldwater y con el tema "Borges: lunfardo y toponimia rioplatense" que, a lo mejor, usted recordará, si es que estaba por allí (verano-invierno de 2002). No ha de extrañar, pues, profesor Taylor, que mi paso por aquella institución haya dejado huella y que, así, hoy sus alumnos tengan como tarea reglada un ejercicio sobre el ínclito H. Kissinger (con doble ese, no como usted lo consigna, que no solo son pecado las haches excesivas y las enes olvidadas).
    Y respecto a las que presiento especulaciones suyas sobre el término "especular", le aclaro que -en mi escrito sobre la maldad humana- lo ha de considerar en la acepción que lo relaciona con el speculm latino, no con el espéculo vaginal..., como el que le aplicaba su ginecólogo de cámara a la reina Catalina la Grande, para especular sobre unas curiosas coloraciones tegumentarias que pudieran tener que ver con un eventual embarazo no deseado (“Furor uterino y dieta rica en caviar de Beluga”, de V.J. Procofiev; Ed. Sebastopol). No, lo especular que habitaba la hipotética celda de mi asquenazí eran las efigies enmarcadas de los dos prohombres del Tercer Reich, que le devolvían al judío la vera imagen de su ca(ra)ta(n)dura moral. Comprendo que estas sutilezas del lenguaje son difíciles de aprehender por un anglosajón como usted..., pero tenga en cuenta que servidor -aunque ateo- ha sido criado a los pechos de la Contrarreforma: ustedes tendrán la General Motors, nosotros a Bernini. Inventen, inventen...
    Caro profesor, ya no veo el Canal Historia desde que son voceros de una visión alienígena de la idem; y La 2 tampoco, por no sumar audiencia a la tele del Partido: Al Jazeera y poco más.
    Y que le conste: la Escuela Mecánica de la Armada no deja de ser una escuela mecánica de la Armada.
    Sobre "espacio y coma" (no sé a qué viene esa mención suya al sevillano y empinado pueblo de Lebrija) y de esos opúsculos que ha editado sobre el anacoluto, le ruego tenga la cortesía de mandarme unos ejemplares, a la dirección que solo se facilitaré si contesta en positivo. Pero si sigue con dudas al respecto, ya sabe que me he ofrecido para dedicar unas horas semanales de mi tiempo a despejarle dudas y a estimularle habilidades.
    El abrazo se lo devuelvo, profesor; y sabiendo que usted abomina de los giros lingüísticos obsoletos, le diré que me mola cantidad, tronco, y que me cae de puta madre.
    A mejorar, que ya se nota.

    PS.- Si no es capaz de establecer nexos entre la hecatombe de Alepo, el Tercer Reich y la dictadura de Videla & CIA, es que que ustedes los becados por los yankys no tienen remedio.
    A seguir mandando. Tronco.

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