domingo, 20 de marzo de 2016

El arte de quedarse solo: Secretos, embelecos, disparates


Viernes, 11 de marzo
UNA NOVELA EN CLAVE

––¿Y no tienes miedo de que algún día se desvelen tus secretos más inconfesables, como los de Aleixandre y Bousoño en la biografía que acaba de publicar Emilio Calderón?, me preguntan en la tertulia.
            –-¡Un secreto a voces el suyo! Ya García Nieto dedicó un divertido soneto a una pareja que se cogía de la mano tiernamente en un cine y todo el mundo reconoció al futuro Nobel y a su joven estudioso. También Umbral, en El Giocondo, su novela en clave obre el mundo gay que le costó alguna bofetada, hizo aparecer a Bousoño en un grupo en el que también podía reconocerse a Antonio Gala (“sinuoso, delgado, ceceante, procaz”) y a Fernando Quiñones (“otro andaluz ceceante, con cara de pescado, con ojos muy abiertos y hablar ensalivado”). De Bousoño, al que llama Bisoño, dice que “tiene el perfil judío, la cabeza prematuramente calva, las manos finas y la voz entre sardónica y juvenil”. Es profesor “y hay quien dice que no perdona a sus alumnos”. Según otras versiones, añade Umbral, “no se da igualmente a todos sus alumnos, sino que elige uno cada curso y el romance le dura lo que dura el año escolar”. Con Ángel Córdoba, que es como llama a la contrafigura de Gala, “forman una pareja cínica, viciosa, divertida, juvenil”. La novela vale poco y no hizo ninguna gracia, con su gracia chabacana y sus transparencias, en un mundo que aún vivía, era 1970, en la clandestinidad. “A mí, curiosamente –confesaba Brines–, no me sacó y eso que yo salía por entonces en el mismo grupo; en mi lugar puso a Quiñones, al que creo que llama la Piñones, que no era gay, pero con el que había tenido no sé qué enfrentamientos. La novela, por cierto, tiene mucho de autobiográfico. El Giocondo es el mismo Paco, que de jovencito parece no le hacía ascos a nada que pudiera ayudarle a triunfar”.
            ––No has contestado a la pregunta. ¿No le tienes miedo, no ya a que un poeta vengativo te haga aparecer en una novela en clave sino a que un biógrafo serio publique tus cartas íntimas?
            ––No, yo no le tengo miedo a que se aireen mis secretos. He tomado todas las precauciones posibles para que eso no ocurra, ni siquiera en el improbable caso de que un biógrafo minucioso quisiera escribir mi biografía.
            –-Eso crees tú. Si salen a la luz los secretos del espionaje norteamericano, ¿no van a salir los tuyos?
            ––Mi seguridad es mucho mejor que la suya, no hay Assange ni Snowden que se la salte: por un lado, he procurado no ser importante y, por otro, mi caja fuerte está vacía, no guardo en ella ningún secreto.


Sábado, 12 de marzo
OTRO SECRETO

No dejó que nadie notara nunca que no era feliz.


Domingo, 13 de marzo
CONTRA LOS FILÓSOFOS

Digan lo que digan Zenón y Heráclito, Aquiles alcanza de dos zancadas a la tortuga y cualquiera puede bañarse dos veces en el mismo río, aunque con distinta agua.


Lunes, 14 de marzo
NI COMUNISTA NI FASCISTA

Lo reconozco, siento cierta debilidad por Félix de Azúa. Ha desbancado a mis dos antiguos favoritos: Juan Manuel de Prada y Javier Marías. No hay artículo suyo que no nos regale una perla. Alguno de sus admiradores, me dicen que se trata de rasgos de humor. Pero no hay humor ninguno en la mayoría de sus contundentes afirmaciones. Habla en serio. Con la seriedad del Académico en que acaba de convertirse.
            “Una niña” titula su columna de hoy en El País. Esa niña es Celia, la protagonista de la novela póstuma de Elena Fortún que reedita Renacimiento. Por supuesto, está de acuerdo con el prólogo en que Andrés Trapiello saca a pasear una vez más su teoría de la tercera España, pero le da otra vuelta de tuerca al absurdo: “¿Y cómo ha tardado 70 años en publicarse un documento tan interesante sobre la Guerra Civil?” Pues porque la autora, “aunque leal a la República, no era ni comunista ni fascista y eso entonces te costaba la vida”.
            Vayamos por parte. Ya sé que aplicar algo de sensatez a la cabeza de Azúa resulta imposible, pero a lo mejor no a la de sus distraídos lectores. “Entonces” puede referirse a los años de la guerra civil, en los que no ser comunista ni fascista podía costarte la vida, aunque lo que te la costaba seguro era ser comunista o fascista en el lado equivocado. Puede referirse “entonces” a los años del franquismo, en los que ser comunista en España te costaba la vida o la libertad, pero ser fascista fuera solo que te silbaran en alguna conferencia (como le ocurrió a Rosales y Panero), mientras que no ser ni una cosa ni otra estaba bastante bien visto. O puede referirse a los setenta años que han pasado desde que se escribió la novela hasta que hoy la reedita un editor valiente (valiente, sobre todo, porque no teme perder dinero, la razón fundamental por la que no se ha editado antes).
            Ni comunista ni fascista fue Jorge Guillén y le dieron el primer Cervantes, ni comunista ni fascista era Ramón J. Sender cuando volvió triunfal a España. Y en los años de la guerra, ¿era comunista o fascista Indalecio Prieto? Y ya sabemos que comunista no era, pero ¿era fascista Miguel Delibes, tan leído en los años del franquismo?
            La desfachatez intelectual, de la que habla Ignacio Sánchez-Cuenca en un reciente libro, la practica Félix de Azúa con más desparpajo que nadie. Vive de eso, sin necesidad de pensar ni esforzarse, poniendo su “prestigio” al servicio del rentable anticatalanismo. Pero a mí lo que más me intriga son sus lectores. ¿A nadie le extraña que la mayor parte de sus rotundas afirmaciones puedan ser desmentidas de inmediato por cualquier escolar y sin necesidad de que sea demasiado aplicado?



Miércoles, 16 de marzo
MENUDA BROMA

¿Y si todo fue una broma y lo primero que oímos al morirnos son las carcajadas diabólicas de Dios?


Jueves, 17 de marzo
PROVECHOSOS DISPARATES

Hablamos mi amigo José Havel y yo de la película que vi el domingo, Tres colores: Rojo, de Kieslowski. Recuerdo cuando la vi por primera vez, hace más de veinte años, en unos minicines, los Clarín, que hace tiempo que son historia antigua. Al salir la comenté con mi amigo Víctor Botas. Él me recordó entonces unos versos de Machado: “¿Y esto qué es / otro embeleco francés?”. Ahora estoy bastante cerca de esa opinión.
            ––Tú no sabes ver cine, Martín –me dice José Havel–. A todo le pides lógica, coherencia, y el cine no es eso. ¿Qué fallos de guión has encontrado esta vez?
            –Cuando la protagonista atropella a un perro, comprueba que lleva un collar con su nombre y la dirección del dueño: Carouge, un barrio de Ginebra que creo conocer bien. Pero, al dirigirse hasta allí, el coche avanza por la orilla del lago y luego asciende una empinada ladera. “Vaya, se ha equivocado de ruta, por ahí no se va a Carouge, sino a Cologny”, pensé yo. Y en una de las villas de Cologny se encuentra la casa, llena de libros, del juez Kern, que entretiene sus ocios de jubilado espiando a los vecinos.
            –Es una película, no un documental. Qué más dará que la casa esté en un barrio o en otro.
            –Pues entonces que no lo llame Carouge. Luego resulta que Irêne Jacob tiene un novio en Londres y quiere ir a verle. El juez, del que ha acabado haciéndose amiga, le sugiere que no vaya en avión sino en ferry. Y ella acepta, saca un billete del ferry y se lo enseña. Pero resulta que para coger el ferry tendrá que atravesar antes toda Francia en coche o ir en tren en un viaje que dura casi un día (diecisiete horas y cincuenta minutos, lo miré después, el que menos tarda en la actualidad). Muy poca prisa parece esa para alguien que está impaciente por ver a su novio. ¿Y por qué razón era inevitable que tuviera que tomar el ferry? Porque al director (también guionista, claro) se le había ocurrido un naufragio para terminar la trilogía y, seguramente, cuando escribió el guión la acción pasaba en París (a fin de cuentas los colores del título son los de la bandera francesa); luego la financiación suiza hizo que la acción tuviera que trasladarse a Ginebra. ¿Y para qué cambiar los detalles del guión si los espectadores de cine de autor, como los lectores de Azúa, se tragan cualquier cosa?
            Pero yo, como hago siempre en estos casos, en seguida me distraje del absurdo enredo y me imaginé otra película, esta sí en Carouge, en torno a la Place du Marché y la iglesia de la Santa Cruz. En ella, encontré un cuaderno, como los que aparecen en las exposiciones, en el que los fieles escriben sus deseos. Había algunos en francés, pero la mayoría estaban en español y en portugués. Aquellos mensajes hablaban de salir bien de un  examen, de encontrar trabajo, de una operación y había uno que incluso pedía que alguien se muriera pronto. Yo anoté: “Que se cumplan todos los deseos que aquí están escritos”. Pero luego rectifiqué: “Que se cumplan solo los buenos deseos”.
            Mientras veía Tres colores: Rojo se me ocurrió una película coral en torno a ese cuaderno y a esa plaza. La última vez que pasé por allí, tomaba un helado en la terraza frente a la iglesia y en otra de las mesas, casi todas desocupadas, se sentó una pareja joven. No se miraron. Ella tenía aspecto de haber llorado. Él, fornido, llevaba tatuados los brazos. Pidieron algo, pero antes de que los sirvieran, el hombre se levantó bruscamente y se marchó sin decir nada. En la mesa. quedó la joven desconsolada, ante la que colocaron los dos vasos. Cuando me marché, seguían intactos. Con esa escena podía comenzar la otra película que yo comenzaba a rodar en mi cabeza mientras veía a los maravillosos Irène Jacob y Jean-Louis Trintignant en las vacuas ocurrencias de Kieslowski sobre el seguro azar y la azarosa predestinación.


Viernes, 18 de marzo
VARIACIONES SOBRE NARCISO

A veces se enfadaba consigo mismo y pasaba días enteros sin hablarse y semanas sin hacerse el amor.
            "Me tengo demasiado visto" dijo antes de suicidarse arrojándose al estanque en el que se miraba.
            También para el amor propio debería existir el divorcio.








33 comentarios:

  1. “No se da igualmente a todos sus alumnos, sino que elige uno cada curso y el romance le dura lo que dura el año escolar”.
    Este párrafo parece haber sido copiado tal cual por Houellebecq para explicarnos la personalidad del protagonista de Sumisión, novela, para mi gusto, desigual, aunque recomendable.
    En cuanto a Azúa yo creo que todo se comprende si aceptamos que de repente se ha hecho viejo. Lo vi hace pocos meses en la Residencia de Estudiantes y me pareció uno de esos bustos metálicos de cafetín provinciano respetados por la clientela.

    ResponderEliminar
  2. No hay nada como el reconocimiento para desprestigiarse... las contestaciones a su máximas son tan discutibles como estas por el mismo escolar.

    ResponderEliminar
  3. Pues ya me gustaría a mí que ese escolar discutiera mis afirmaciones.

    JLGM

    ResponderEliminar
  4. Siempre disfruto en tu Café Arcadia y esta vez con la sorpresa de Cuervo... Aprovecho para felicitarte por San José, aunque me haya retrasado. Besos,

    ResponderEliminar
  5. Otra matización sobre la novela de Celia: esta forma parte de la serie que la editorial dedica a Elena Fortún, es decir, a una autora de libros para niños. Es posible que esta extraña mezcla de dos géneros tan distintos sea la razón por la que no se había reeditado hasta ahora.

    Para saber sobre la guerra civil española me parece más serio recurrir, por ejemplo, a la colección "España en armas" de esa misma casa editorial, con libros como los informes diplomáticos y el diario de Carlos Morla Lynch, "Retratos poumistas" de Pepe Gutiérrez, "Escritores británicos en la Guerra Civil Española" coordinado por Gabriel Insausti o "Un año con Queipo de Llano" de Antonio Bahamonde.

    ResponderEliminar
  6. Lo que ocurre, Miranda, es que esos libros cuentan solo un poco más de la mitad de lo que en realidad pasó. Para conseguir una versión aproximada de lo sucedido hay que leer a los historiadores y escritores que por fin pudieron acceder a los archivos de Moscú a finales del pasado siglo. Sabría usted entonces que durante los dos primeros meses de la guerra en Madrid se asesinaban cada día unas ochenta personas por el terrible delito de ser pariente de alguien de la Ceda, ir a misa, tener una cruz en el dormitorio o, sobre todo, caer antipático al portero del inmueble. A partir de entonces el número disminuyó, aunque está acreditado que en noviembre nadie discutía la escalofriante cifra de ocho mil apiolados. Si aceptamos que desde aquella época el número de madrileños se ha multiplicado por cinco y sacamos la proporción, resultarían unos cuatrocientos ajusticiados diarios. Por último, centremos que la orgía afectaba a los "barrios bien", como el de Salamanca o Chamberí, y entonces se nos pondrán los pelos de punta imaginando el terror experimentado por aquellos malditos burgueses. En cuanto a la carnicería de Yagüe en Badajoz, le aseguro que la exageración en que incurrió Jay Allen le sirvió para incrementar su fama. Nadie acepta ya que la espantosa matanza alcanzara el grado que su colega portugués le transmitió con poco rigor. Que sea abominable la actuación de Yagüe no impide saber que en ese mismo momento Madrid sufriera la cólera miliciana hasta la extenuación, como nos cuenta Morla Lynch en su magnífica crónica.

    Otra cosa es ignorar lo que nos disgusta y sentir la necesidad de practicar el maniqueísmo o escupir el "tú más", que tan de moda está en nuestros días.

    Como a buen seguro no le agradará mi comentario, Miranda me va a disparar y además con tiros bajos. Solo le pido que se abstenga de citarme a Pío Moa, sería una respuesta infantil. Si acaso, por recomendarle una historia de inmensa curiosidad, lea usted "Idealistas bajo las balas", de Paul Preston (historiador nada sospechoso de ser de derechas, precisamente) y descubrirá que el antifascista Hemingway se divirtió como nunca en el Hotel Florida, abastecido a diario de caviar y vodka desde la embajada rusa, mientras sus queridos camaradas españoles morían de hambre y frío en las calles. Farsantes hubo muchísimos en aquella época atroz y casi siempre muy bien repartidos. Le incluyo en el capítulo de los buenos a Alberti y Neruda, iconos literarios, pero de catadura moral bochornosa.

    ResponderEliminar
  7. Permítame que me inmiscuya en su debate con Miranda. Para saber los crímenes de Madrid en los primeros meses de la guerra civil (cuando el poder quedó en la calle y desapareció prácticamente la legalidad republicana) no hizo falta esperar a que se abrieran los archivos de Moscú. Bastaba con leer a Azaña o a tantos otros republicanos. Lea por ejemplo el texto de la conferencia que Moreno Villa pronunció en Estados Unidos en 1937, "Lo visto": "He visto y oído a los curiosos, mujeres y niños inclusive, acercarse a los desmontes, en las afueras de Madrid a ver qué clase de gente era fusilada por la noche". Estremece todavía escuchar lo que había visto (puede leerlo en "Memoria", Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, p. 300 y siguientes). Pero Moreno Villa no era un exiliado escapado del terror rojo, sino que sus conferencias estaban financiadas por el gobierno republicano, el primero en repudiar las barbaridades de las distintas facciones y en tratar de tomar el control (consiguiéndolo apenas). En fin, amigo JK., que no hay que creerse todo lo que se lee por ahí. Que nadie niega las barbaridades cometidas en la zona republicana, que durante años, a las gentes de mi edad, nos la explicaron incluso en la escuela, que no hacen falta investigaciones recientes de los revisionistas. De que además hubo otras, nos enteramos más tarde. Pero ningún crimen justifica otros crímenes.

    JLGM

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nadie duda que usted estuviese suficientemente informado señor García. Con respecto a las barbaridades que nos explicaban en la escuela por supuesto que no tenían ningún rigor, como supongo que no lo tendrá lo que escribe Pío Moa. Y a Moreno Villa no pude leerlo hasta que los publicó hace unos 5 años la Residencia de Estudiantes. Yo me leí tonterías como las memorias de Castilla del Pino porque era lo que se editaba a bombo y platillo. De todos los modos la novela que tanto le indigna que se publique presenta un paisaje mucho más desolador que el testimonio de MV. A mí me parece una novela sorprendente y muy valiosa. Puede leerla o no pero ¿a qué viene combatir la posibilidad de que algunXs la leamos? Nieves

      Eliminar
    2. Qué curioso lo que la gente entiende de lo que uno dice. ¿De dónde habrá sacado este anónimo (nunca podremos saber si es nuevo o habitual, si solo no se entera de esto o de nada de lo que digo) que a mí me ofende que se lea "Celia en la Revolución"? Yo me limité a discrepar de algunas afirmaciones del prólogo, a negar que hubiera habido una conspiración para mantener inédita esa novela porque revelaba "barbaridades" de la zona repubicana. Eso es una tontería, amigo anónimo, aunque quien lo afirme sea un escritor tan valioso como Andrés Trapiello. No se reeditó antes porque a ningún editor le interesó (la edición de 1987 fue un fracaso comeercial) y nada me gustaría más que el que se convirtiera en best seller. A ver si lo conseguimos con esta polémica.

      JLGM

      Eliminar
  8. Amigo GM, me resulta un poco paternalista su consejo de "no creerse lo que se lee por ahí". Por favor. No sé qué le hace pensar que yo no me haya informado ampliamente sobre el desastre durante mucho tiempo. Supongo que en este aspecto, como en casi todos, se siente monopolizador de la verdad. Mire, Jose Luis, salvo historiadores especializados, no habrá mucha gente que se haya interesado tanto desde diferentes ángulos sobre lo sucedido como lo he hecho yo. Entre otras cosas porque he escrito una novela que abarca parcialmente el período bélico y me impuse hacerlo con rigor y con distancia honesta. Y ese esfuerzo requirió comprar numerosos libros, visitar hemerotecas, y contrastar opiniones. Créame si le digo que al respecto opino con conocimiento de causa. Y, por cierto, yo también tengo su edad, no me hable de versiones franquistas de la guerra, que las conozco tan bien como usted.

    Por supuesto, ningún crimen justifica otros, no sé a qué viene esa conclusión. Lo que yo he hecho es simplemente salir al paso de las recomendaciones literarias de Miranda, bastante tendenciosas. De una versión antigua sobre la guerra a otra políticamente correcta. Ni hablar, tenemos la obligación de ser objetivos con la historia y con nuestros antepasados, y no alzar exclusivamente la voz cuando se habla de Federico y de los vilmente enterrados en las cunetas. El día que sepamos analizar los acontecimientos sin maniqueísmo habremos superado la contienda. Pero hay muchos que se oponen al intento, sabiendo que haciéndolo conseguirán buenos réditos políticos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No entiendo yo como quien habiendo estudiado seriamente la guerra civil y escrito una novela ambientada en ella no se atreve a dar su nombre.
      El debate ha de ser general, al menos ese es mi caso. Supongo que habrá gente (lo dudo) que ahora crea, por culpa de no sé quién, que solo hubo crímenes durante la guerra en la zona de Franco. Pero no confundamos ese hecho con el que ahora se reivindique fundamentalmente a los otros muertos, a los que están todavía en las cunetas. Para llegar a la igualdad entre los dos bandos hay que enterrarlos dignamente, honrarlos, pedir perdón- Hacer con ellos lo mismo que se hizo con los "caídos por Dios y por España". Investigar las desapariciones, encontrar los cuerpos de los seres queridos, darles un entierro digno es un deber legal y moral que no prescribe con los años. Da la casualidad que eso se hizo con unos y no con otros. Por eso ahora hablan más los que antes callaron. Y eso no supone disculpar ni olvidar la matanza de Paracuellos o cualquier otra.¿Queda claro lo que yo quiero decir? En cuando a las ideas polìticas que unos y otros defendían, que cada cual se identifique con las de unos o las de otros. No es esa la cuestión.

      JLGM

      Eliminar
    2. Resumiendo:
      Si GM tiene buena memoria, recordará que yo entré en este foro con mi nombre y después lo cambié por unas siglas. La explicación la ofrecí puntualmente diciendo que desde otros blogs habían desembarcado por aquí voces impertinentes y soportar asedios estúpidos no me apetecía. Aclarado esto, le diré que la novela que escribí estuvo a punto de ser publicada por una conocida editorial que finalmente se asustó ante mi falta de "nombre". Si todas las iniciativas necesitaran actuar sobre seguro para materializarse, aún estaríamos a mediados del diecinueve. Pero llorar en estos días santos, si acaso junto a un paso de Salzillo.
      En cuanto a la guerra, una vez más repito que no defiendo ni exculpo ningún color, me limito a oponerme, desde mi conocimiento, a que una versión escandalosamente tendenciosa de lo ocurrido sea sustituida ahora por otra que no lo es menos bajo el pretexto de reparar horrendos agravios y hacer brillar a la justicia. A este respecto debe recordarse que la dama suprema porta en su brazo derecho una balanza con ambos platos perfectamente equilibrados, ni uno más alto que el otro. Termino lamentando que una ucronía interesante siga sin abordarse.

      Eliminar
    3. No tengo tanta memoria. Sigo con mi alergia a los anónimos. Para debatir en serio, conviene saber con quien se habla. Así nos evitaríamos explicar obviedades a quien las sabe de sobra o debatir en serio con quien todavía está enterándose del asunto. Coincido completamente con el segundo párrafo: Pemás escribiò el poema de la bestia y el ángel, no se puede escribir otro poema cambiándolos de bando.

      JLGM

      Eliminar
    4. Pues esa mala memoria le hace confundir a los anónimos mezclándolos indiscriminadamente.

      En Madrid, cuando presentó su nueva obra en la Alberti, consiguiendo junto a Trapiello un "desencuentro" divertido, hablamos usted y yo a la salida durante unos segundos, me firmó un ejemplar y al escribir mi nombre me preguntó si era pariente del "poeta del mar", a lo que respondí afirmativamente. ¿Continúa la mala memoria?
      Así que no me escondo, me oculto a medias de presencias impertinentes.

      Eliminar
    5. Es lo malo de los anónimos, que estàn hecho para confundir. Con estas aclaraciones, sí que recuerdo perfectamente a JK. Y reconozco su buena intención (y su buena documentación). Si no cambia de firma, no le volveré a confundir. Y mis disculpas.

      JLGM

      Eliminar
    6. No cambiaré de firma, se lo aseguro. Es más, lamento que por determinadas razones no deba identificarme con el nombre verdadero que usted conoce. Del blog de un conocido y muy premiado novelista salí asqueado de tanta infamia rayana en el delito e intransigencia paleta. Pero puedo decir, como inocente curiosidad, que soy ovetense desde hace sesenta y cinco años. E incluso admito abiertamente mi simpatía y reconocimiento por Andrés Trapiello, cuya literatura le produce sana envidia al modesto escritor que soy.

      No hacían falta las disculpas, por eso las agradezco. Un saludo de José a José.

      El "poeta del mar", primo carnal de mi abuela, tiene profundas raíces asturianas que en Cantabria no parecen recordar. Tampoco su obra es para tanto....

      Eliminar
  9. Esta tarde, mientras remendaba calcetines, reflexionaba sobre política y me preguntaba el porqué del título de "Celia en la revolución". ¿No habría sido más adecuado llamarlo "Celia en la sublevación militar" o "Celia en la guerra civil", por ser más neutral? Pensé en hacer un comentario al respecto, pero antes preferí leer el prólogo al libro que publicó Trapiello en su blog. En el título de la entrada nos informa el autor de que es "un prólogo", lo que, después de leerlo, me hace recordar aquella frase de Groucho Marx "si no le gusta, tengo otros". ¿Cree de verdad lo que dice, o es una representación del ciudadano acomodado temeroso de perder su calidad de vida, al modo de las películas norteamericanas sobre catástrofes, invasiones alienígenas o asesinos en serie? Habla Trapiello del "mito de las dos Españas, sostenido interesadamente por los autoritarios de una y otra parte, los fascistas por un lado y los comunistas y demás por otro." Entiendo entonces que yo, nacida en la década de los 80, debo de ser de los "comunistas y demás", puesto que creo que hubo una guerra civil con dos bandos enfrentados, los sublevados y los republicanos. "Sólo hubo algo", continúa el autor, "en lo que esas dos Españas se pusieron de acuerdo desde el principio: en detestar, calumniar y perseguir a quien que se negara a pertenecer a cualquiera de las dos." Con esta categórica afirmación se salvaguarda de cualquiera que le contradiga, y continúa con más afirmaciones rotundas para las que no da ninguna explicación, como que la novela de Fortún puede considerarse una crónica autobiográfica. Explicar por qué tiene interés histórico una novela de ficción para niños es algo que ciertamente le interesaría al lector, pero a Trapiello parece que solo le interesan las vaguedades que puedan justificar su constructo de la Tercera España. Elena Fortún estaba casada con un militar republicano y por esa razón se tuvo que exiliar. Si al volver a España tuvo que escribir panfletadas para el régimen para adaptarse de alguna manera me parece comprensible, pero no el hacer de ello una crónica ni mucho menos una gran novela.

    Me gustaría comentar algo de esto en la entrada del blog de Trapiello, pero me temo que me rechazará, como Narciso al Eco.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Miranda, con el mayor respeto te diría que creo que te metes en un buen jardín. El título es muy adecuada porque hubo una guerra civil y una revolución (anarquista y de otros tipos) en la zona republicana, una revolución (recuerda los sucesos de Barcelona) que tardó en ser sofocada para restablecer o tratar de restablecer las instituciones republicanas. Yo te aconsejaría (si me atreviera a aconsejar) no pasar de un caso concreto, una novela sobre la experiencia en la zona republicana durante la guerra civil, a una puesta en cuestión de ciertas interpretaciones del conflicto. Eso requiere otra documentación y no es para una discusión de blog entre anónimos.

      JLGM

      Eliminar
  10. En este blog, en el que debería hablarse de literatura, no se habla más que de política - de la actual o de la de hace 80-85 años.

    ¡Qué hastío! Las mismas discusiones que oía yo de pequeño en casa de mi abuela hace décadas.

    Creo que es la última vez que vengo por aquí...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A ver si es verdad. Pero me temo que solo cambiaremos de pseudónimo.

      JLGM

      Eliminar
    2. No insulte a sus lectores, JLGM, que sin ellos usted no sería nadie.

      Eliminar
    3. Consulte en el diccionario el significado de "insultar". Parece que lo ha olvidado. Lo mismo que el significado de "última vez".

      JLGM

      Eliminar
    4. Es usted muy insolente, muy tozudo y tiene demasiada mala memoria para intentar constantemente tener razón (se lo dice JK más arriba: "esa mala memoria le hace confundir a los anónimos mezclándolos indiscriminadamente."). Debería usted cultivar un poco más la duda. Dejaría así de ser tan desagradable y a veces tan mal educado.

      Eliminar
    5. "Insolente", "tozudo", "desagradable", "maleducado", eso es lo que me llama un señor anónimo que dice que solo me dedico a insultar, cuando lo único que hago es que consulte el diccionario para ver exactamente lo que significa la palabra "insultar" antes de utilizarla.

      JLGM

      Eliminar
  11. Aunque mencionas en un comentario (y sólo ahí) que hubo una anterior reedición de "Celia en la revolución", que yo leí entonces, se da a entender todo el rato que la última es la primera reedición que se ha hecho. Convendría aclararlo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es que es la primera reedición. La del 87 fue la primera edición. La autora dejó ese libro sin terminar, en borrador. apareció póstumamente.

      JLGM

      Eliminar
    2. Ok, entiendo. Yo leí toda la serie de Celia a través de una amiga que era fan. No recordaba que "Celia en la revolución" (que no tiene nada que ver con el resto en nada) era primera edición.

      Eliminar
  12. Miranda, la cosa es sencilla: Trapiello es un reaccionario. Y los escritores reaccionarios son poco de fiar en sus juicios, y pueden ser poca cosa si los sacas de sus artesanías palabreras. Un hombre que no se avergüenza de salir en los papeles haciendo piña con Jiménez Losantos -el que dijo que veía a un podemita y echaba de menos la lupara- no merece que los demócratas (de veras, no de boquilla) le presten la menor atención, fuera de sus aceptables escrituras (aunque no sea un escritor de calidad indiscutible ni mucho menos, y que incluso empalidece al lado de bastantes colegas de su vecindad). Los últimos artículos que he leído de él en un magacín dominical hacen que no le estime como espécimen humano (en lo otro apenas le concedo más valor que a tantos otros (es)forzados de las letras actuales).
    Se ve que frecuentar la lectura atenta de lo que dan de sí los cerebros nobles no transfunde esa nobleza, por lo mismo que no por mucho leer somos inmunes a las dudas ortográficas, y así a veces dudamos de si el verbo adecuado es "verter" o "vertir", o si a "ermita" le falta el campanario de la hache (¿o es ache?). Lo digo porque, tras la desdichada ocurrencia que le tentó y al fin le abdujo, de "traducir" el Quijote de Cervantes al castellano actual (?) -empeño que seguramente le mantuvo muchas noches de claro en claro y los más de los días del empeño de turbio en turbio- no se nota un ápice que cualquiera de las muchas perlas del Hidalgo, como son el recto raciocinio, la altura de miras, la grandeza de corazón, la bonhomía o la afabilidad en el trato..., hayan obrado la ósmosis esperable y así, A.T., se nos muestra (a los perspicaces, pero sobre todo progresistas) como otro desabrido peón de brega (no pasa de eso, que no se crea que le supongo mayor letalidad) del sistema que nos oprime y que a mi me encebolla el talante.
    Palabra de podemita encebollado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Se equivoca señor o señora f: ni AT ni el resto de los españoles tenemos la culpa de usted sea un energumeno.Se lo digo con todos los respetos y usando la palabra en sentido literal.
      Ademas he leido Celia en la revolucion.A diferencia de ustedes. Se lee con el corazon encogido, quien lo tenga.
      Toda esta mandanga de la reaccion viene tan a proposito como tildar de comunista el diario de Ana Frank

      Eliminar
    2. A veces la sequedad de Internet nos hace reaccionar con visceralidad, sin que el agravio sea tan mayúsculo. Se lo digo a Nieves y a F con todo el respeto y pidiendo disculpas por la intromisión. A la postre nos unen más cosas que las que nos separan.
      Abrazos a los dos.

      Eliminar
  13. Muy bonica la muchacha a la que le disteis el premio "El mejor poema del mundo". Más aún que su poesía, que para nada es manca.

    ResponderEliminar
  14. Olegario Trapero Bode (guarnicionero)25 de marzo de 2016, 15:00

    VIERNES DE PASIÓN
    Llegan estas fechas y tiramos la casa por la ventana, el cerebro al inodoro y vamos a ver darse zurriagazos hasta la sangre, como en San Vicente de la Sonsierra. Y si no comulgas con esta barbarie y enseñas el tobillo al subir a la carroza de los Reyes Magos o muestras la cazuela de un sostén que cubre un pecho cuasi virginal..., anatema servido habemus. Cuarenta millones dicen los papeles que nos cuestan los sueldos de los imanes de Roma. Este es nuestro país, nuestra España costalera: ecce cierto ministro del Interior.
    Decía Umar, un morito de mi barrio:
    "Si nos apedrean las mezquitas, nos tronchan los alminares por la barbarie lejana -una y otra- que se enfrentó en Bruselas, si esas mismas velas que hoy gotean los adoquines de las calles sirven de fulminante y nos queman la casa, la alcena en donde guardamos el Alcorán de las aleyas y las suras, al tiempo que bombardean las huertas de la lejana Alepo y de paso al hortelano que dormita entre chumberas... Si esto ocurre es que no existe la piedad entre los hombres e la civilizada Europa".
    Ya se prepara más guerra santa que enfrentar a la yihad... Y por esta diabólica escalera que baja a los infiernos, entre saetas, cirios y cananas repletas de explosivos, las religiones se disputan la razón de Dios.

    Responder

    ResponderEliminar