Domingo, 7 de junio
LECCIÓN DE MAGIA
Los tejados de La Habana
vieja y el niño que en la destartalada terraza amaestra a las palomas. Desde
los primeros planos, Conducta, la
película de Ernesto Daranas, nos atrapa con la magia del cine de otro tiempo,
ese que nos hace soñar y llorar y ver la realidad como no la habíamos visto
nunca.
Lo tiene todo Conducta
para seducir: el héroe es un niño heroico y pícaro como Huckleberry Finn;
hay una maestra ejemplar que choca con la burocracia; se nos muestra el pequeño
mundo de un colegio y La Habana de hoy, desastrada y esperanzada; la crítica
política se entremezcla con el melodrama, pero no es una película de buenos y
malos… Y sin embargo la sala de cine, en la hora estelar del domingo, estaba
medio vacía. Cierto que la película también la podemos descargar gratis en el
ordenador, e incluso en el teléfono. ¿Pero es la misma película? No sé yo si la
misma comida sabe igual servida en la mesa elegante de un buen restaurante que
devorada con prisa y de cualquier manera en una esquina de la calle.
Nada más salir del cine mando un mensaje a varios amigos
aconsejándoles que no se la pierdan. Pero sé que es inútil. Se la perderán. O
perderán la ocasión de verla en todo su esplendor: el cine de hoy tiene la mala
costumbre de pasar una sola vez en la vida por la pantalla grande.
Yo no creo que olvide fácilmente la historia de Chala, el
niño condenado a la delincuencia, ni la de Carmela, su maestra, que se empeña
en librarle de esa condena. Luego, antes de dormirme, leo a Leonardo Padura para
seguir paseando por La Habana vieja.
Lunes, 8 de junio
LOS BUENOS DÍAS PERDIDOS
“¿Recuerdas aquel tiempo en que no existían los teléfonos
móviles y los profesores universitarios teníamos tres meses de vacaciones?”, me
pregunta un amigo con el que me cruzo mientras atravieso apresurado la ciudad
para no llegar tarde al tribunal de Trabajos Fin de Grado del que formo parte.
Lo
recuerdo, lo recuerdo, pero me parece ya tan remoto “como el paso de Aníbal por
los Alpes”, para decirlo citando una vez más a Borges.
Martes, 9 de junio
ENFADOS DE MAL PERDEDOR
Por un voto no pasa a la
final el candidato que yo apoyaba en el premio Princesa de Asturias. Marcho del
Reconquista agotado, como si la reunión, que empezó a las doce de la mañana,
hubiera durado semanas enteras. También malhumorado, como si se tratara de un
fracaso personal o si hubiera perdido mi equipo favorito.
Antes de recuperar mis costumbres tomando un café en Vetusta,
paso por la librería Ojanguren y me hago con La inmensa soledad, de Frédéric Pajak, un libro que estaba deseando
leer porque sus protagonistas son Nietzsche y Pavese y la ciudad de Turín, en
la que uno se volvió loco, el otro se suicidó y en la que Pajak, como yo, se
sintió huérfano y solo.
La infinita soledad:
dibujos en tinta china de una ciudad que de pronto se convierte en cualquier
ciudad, versos y fragmentos de desolada lucidez, vidas que se entrecruzan sin
haberse cruzado nunca. Y de pronto, al atravesar el túnel de San Gotardo,
Nietzsche que se pone a cantar, con extraña melodía, un poema dedicado a
Venecia: “Apoyando mis brazos en el puente, / estaba solo en la noche oscura, /
cuando vino hacia mí un cantar lejano: / gotas de oro caían / del cielo sobre
el agua / y en la ebriedad de la noche / flotaban luces, músicas y góndolas…”
Había decidido no ir a cenar con el resto del jurado, tal
como estaba acordado. Prefería darles plantón y quedarme solo. Pero de pronto
me di cuenta de lo ridículo de mi actitud. Pase que uno sea un mal perdedor y
que tenga algo de niño malcriado, pero conviene disimularlo.
En casa Gervasio
no tarda en desaparecer mi mal humor. Xuan Bello nos contó, como solo él sabe
hacerlo, mil y una anécdotas del local: “Aquí durante la Revolución del 34 se
reunió el soviet de la Argañosa, de aquí partió con sus compañeros Aida la
Fuente, que solo tenía quince años, para morir luchando en San Pedro de los
Arcos”. Nos lo contó todo con precisos detalles, con los detalles exactos que a
mí tanto me gustan. Se había documentado bien para un libro que, según nos
dijo, le encargaron hace algún tiempor sobre la Revolución del 34, aunque finalmente
no llegó a escribirlo. (Mientras Xuan habla, me entero, consultando en el
teléfono la página web de la sidrería, que esta no se abrió hasta 1935, pero no
digo nada para no estropear la magia del relato.)
Miércoles, 10 de junio
VETOS Y OTRAS TONTERÍAS
Me temo que los escritores
somos todos iguales. Hojeo los diarios asturianos para ver la información sobre
el premio Princesa de Asturias, que se acaba de conceder a Leonardo Padura (mi
favorito una vez descartado Mayorga) y en uno de ellos, en el que yo colaboré
durante muchos años y hasta hace poco, veo que han recortado cuidadosamente la
foto del jurado para dejarme fuera. Se lo muestro divertido a Rosa Navarro
Durán. “El que te tachen significa que no te ignoran”, dice ella y eso halaga
mi vanidad.
Espero no acabar como José María Álvarez que, en su
reciente libro de conversaciones con Alfredo Rodríguez, presume de ser un
poeta ninguneado por la España oficial porque, hace no sé cuántos años, en no
sé qué periódico, hablaron de los nueve novísimos y se olvidaron de su nombre y
otra, en el catálogo de una colección de poesía no mencionaron un libro suyo.
Jueves, 11 de junio
UN MAL ABOGADO
“Te veo cada vez más
institucional, amigo Martín”, me dice un amigo. “Es posible, muy institucional
y nada gubernamental. En el poder y en la
oposición tituló uno de sus libros Azaña. Yo nunca me he metido en política,
como aconsejaba aquel general, pero siempre he simpatizado con unos o con
otros, unas veces con los que estaban en el poder y otras con los que estaban
en la oposición. Mis simpatías ahora las comparten el Jefe del Estado y los
partidos emergentes. Sospecho que no soy demasiado original”. “O sea que te has
vuelto monárquico”. “No exactamente”. “Ya, no eres monárquico, pero eres
felipista, como otros antes eran juancarlistas. La cuestión es estar con el que
manda”.
Con el anterior rey no estuve nunca, ni cuando todos le
elogiaban ni cuando se atrevieron a arrojarle la primera piedra. Pero comprendo
a los que durante tanto tiempo se creyeron la historia del gran estadista. Nos
mintieron, eso es todo. Y en esa mentira estuvieron implicados los políticos de
la transición y los periodistas que predicaban la transparencia. Por eso a mí
me gusta repetir que en la España que viene no tienen sitio los políticos que
fueron algo durante el juancarlismo, todos cómplices por acción u omisión. Como
carezco del don de la diplomacia y del sentido de la oportunidad, esto se lo
dije también, en una de las comidas de los premios, a José Luis García Delgado,
secretario del jurado. Él no estaba de acuerdo: “Durante el reinado de Juan
Carlos hubo muchas cosas buenas, no se puede tirar todo a la basura, él mismo
fue un gran Jefe del Estado, aunque finalmente no se mostrara ejemplar, pero la
vida privada no tiene que ver con la pública”. “Bueno, eso habría habido que
recordarlo cuando se lapidó a Jordi Pujol a propósito de una herencia
andorrana…”
Y seguí por ese camino irritando cada vez más a mi
interlocutor. Lo que tenía que haber dicho es que, claro que hubo cosas
salvables en aquel tiempo, empezando por la revista Cuadernos del Norte, en la que él tuvo casi tanto que ver como Juan
Cueto, y por la Universidad Menéndez Pelayo, de la que fue rector en su mejor
momento.
Yo soy especialista en tirar piedras contra mi propio
tejado. Se me ocurrió que este año, para visualizar que no solo los premios
cambian de nombre, sino que también comienza una nueva etapa de la historia de
España, deberían dar un giro, dejar de concederse a muy ilustres nombres
extranjeros posibles premios Nobel. Mejor un escritor español, representante de
un género que parecía cada vez más marginal y marginado, pero que ha recuperado
sus bríos y que hoy está más vivo que nunca: el teatro. Y nadie mejor que Juan
Mayorga para representarlo. Antes de las reuniones del jurado, hablé con unos y
con otros y bastantes se mostraron conformes. Sabía de sobra que, durante las
deliberaciones, si yo no lo defendía, podía ganar o no ganar, pero que si lo
defendía seguro que no ganaba. Y no pude callar y dije lo que pensaba sobre la
situación española, sobre el combate entre la vieja y la nueva política. Y lo
que conseguí fue poner en guardia a algunos miembros del jurado y que, por un
voto, Mayorga quedara descolgado de las votaciones decisivas. Alguno debió
pensar que era el candidato de Ciudadanos o, peor aún, de Podemos. Con mi
defensa conseguí exactamente lo contrario de lo que pretendía. Quizá podría haber
sido un fiscal, pero como abogado defensor no tengo nada que hacer.
Viernes, 12 de junio
AÚN NO ME HE ACOSTUMBRADO
Uno nunca se cansa de ser admirado, pero qué pronto de
admirar.
No es
cierto que yo sea de esas personas que siempre quieren tener razón. Nada me
gusta más que rectificar, pero los demás se empeñan en no darme motivos para
ello.
Procuro no encariñarte demasiado con nadie, ni siquiera
conmigo mismo: también acabaré abandonándome.
Qué bien se vive en las ciudades donde uno no vive.
Era tan
desconfiado que cuando se enamoraban de él siempre pensaba que le confundían
con otra persona.
El perfecto vanidoso no necesita los elogios de nadie. Le
basta con los suyos propios.
"Marcho del Reconquista". Se te va pegando el habla de Asturias, tras unos meses de vivir ahí.
ResponderEliminarMe ha gustado la cita de Borges. Seguimos echándole de menos.
Hombre, Piquero, yo no lleno unos meses viviendo en Asturias, sino bastante más de cincuenta años.
ResponderEliminarY el español de Oviedo es tan correcto como el de Valladolid o el de Buenos Aires.
JLGM
¿Dónde dije que fuera incorrecto?
ResponderEliminarY lo de unos meses era ironía...
"el español de Oviedo es tan correcto como el de Valladolid o el de Buenos Aires."
ResponderEliminarLa prueba:
"Alguno debió pensar que era..."
¿?
EliminarJLGM
¿Las deliberaciones de los jurados no son secretas? Quiero decir, ¿se pueden hacer públicas las deliberaciones? Gracias.
ResponderEliminarLo son. Por eso el cuaderno con mis anotaciones aparece cortado e indescifrable y solo se dice de mi frustración y de mi malhumor, afortunadamente luego superado, porque quedara fuera mi candidato. Las deliberaciones duraron muchas horas. Haría falta un volumen de algunos cientos de páginas para desvelarlas. Y no guardan ningún secreto inconfesable, sino intervenciones que, en algún caso, tenían mucho de lección magistral. Aquí no hay componendas, como en los pactos entre partidos, que no pueda conocer el público.
EliminarJLGM
Alguno debió DE pensar que era...(deber de: probabilidad).
ResponderEliminarQuizá, estimado Lisandro, hay que escuchar más a los hablantes y prestar menos atención a las gramáticas normativas. Es lo que hacen los buenos escritores y los buenos lingüistas.
EliminarJLGM
Extraño que un profesor de literatura española defienda el uso erróneo del español.
EliminarExtraño y decepcionante.
En el lenguaje los presuntos errores de hoy son la norma del mañana. Por eso hablamos español y no latín.
EliminarLos hablantes tienen siempre la última palabra.
JLGM
No del todo cierto lo que dice JLGM de que "los presuntos errores de hoy son la norma del mañana". Eso sólo ocurre con algunos, no con todos, naturalmente. Si hubiese dicho "pueden ser la norma", se habría ajustado más a la verdad, pienso.
EliminarPerder por uno casi que no es perder. Se está más cerca del empate y más cerca del éxito. Los que estamos lejos del mundo de la cultura por distintas razones aprendemos quién es Mayorga. Buena estrategia y buena pelea. Y la actuación de niño malcriado tampoco estuvo mal. Yolanda.
ResponderEliminarPues va a llegar pronto un altobús cargado de almóndigas y cocretas.
ResponderEliminarPudiera ser. Revise algunas etimologías, Anónimo. O la desaparición del fonema que se representaba con la doble ele.
Eliminar¿Es alto el autobús, más fácil de pronunciar almóndigas o cocretas? Ah las lenguas por los siglos de los siglos. Solo el conjunto de cada una pone los límites. EMERITA AUGUSTA olvida pérdida de vocales, diptongaciones, sonorizaciones y anagramáticamente frena en MÉRIDA antes de estrellarse en MIERDA AUGUSTA.
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