Llevas un cuarto de siglo
publicando tus diarios, desde Días
de 1989, y más de una docena de volúmenes lo constatan. ¿Lo que abunda no
termina por cansar?
––Todo lo que se prodiga cansa,
dice un sabio dicho popular. Pero una cosa es que yo lleve un cuarto de siglo
escribiendo y publicando mi diario y otra que los lectores se pasen la vida
leyéndome. Los lectores van y vienen, descansan un tiempo, pueden ser
sustituidos por otros nuevos. Y por otra parte hay cosas que nunca cansan por
mucho que se repitan, como la puesta de sol o el florecimiento de los cerezos.
Ya me gustaría a mí ser una de esas cosas.
Te confesaré que hace años (pero
no tantos como 25) que abro tu página dominical pensando que es más de lo mismo
y que no me va a interesar. Siempre termino de leer la página entera, para
certificar que, en efecto, no me interesaba… Claro que entonces me estoy
engañando… Nunca espero antes del riguroso final para ese dictamen, que declaro
aquí falso.
––No acabo de entender lo que
dices. No sé si hay en ellas falta de lógica o simple masoquismo. No hace falta
tomarse el plato se sopa entero para descubrir que está salada; basta con una
cucharada.
Más bien quería decir que me
imagino que no me va a interesar (¡esta García Martín otra vez a vuelta con lo
mismo!) y siempre acaba interesándome.
––Eso me gusta más.
Entre nosotros, ahora que no nos
oyen: a lo peor se te está gastando el colmillo. ¿No te estás ablandando? Tus
reseñas (que no son lo que nos ocupa ahora) se detienen cada vez más en el
elogio: que no digo gratuito…. Y en los diarios has llegado no sé si a
disculparte con Gamoneda, pero al menos sí a comprender su enfado hacia ti, tu
traición de una vieja amistad con tu burla a sus jeremiadas… Recuerdo aquel
comentario tuyo al primer tomo de sus memorias, por otra parte extraordinarias.
––Si me estoy ablandando, no me
había dado cuenta. Yo, como crítico, siempre procuro estar en su punto: ni poco
hecho ni demasiado duro. Mi juicios siempre han sido matizados. En el caso de
Gamoneda siempre he distinguido entre sus versos (no enteramente desdeñables,
sobre todo cuando no están demasiado corregidos para ocultar el sustrato
biográfico) y sus declaraciones, a menudo simplemente ridículas. El caso más llamativo
fue cuando despotricó, una vez más contra la poesía realista porque era el
lenguaje del poder mientras recibía la felicitación del presidente del gobierno
y le abrazaba y besaba el ministro de Cultura porque ese mismo día acababa de
recibir los dos más importantes premios oficiales, el Cervantes y el Reina
Sofía.
Volviendo al interés que pueda
tener este libro. ¿Qué sentido tiene publicar en un libro lo ya aparecido en un
periódico, y aún más, en un blog?
––¿Qué sentido tiene que se
publiquen en libro las novelas de Dickens o de Dumas si ya había aparecido
previamente en el periódico? ¿Qué sentido tienen que se publiquen en libro los
cuentos de Clarin si ya se habían publicado previamente en el periódico? Por
otra parte, los cien libros de Azorín quedarían reducidos a media docena si no
hubiera publicado los que reúnen textos publicados anteriormente en los
periódicos.
Te jactas de no corregir ni
“afeitar” tus textos periodísticos, de editarlos apenas y darlos tal cual se
escribieron. Bien. Pero esa pureza también ofende: ¿no hay desidia ahí?, ¿no se
desaprovechan muchas posibilidades del texto?
––Vayamos por partes. Todos
mis textos son corregidos cuidadosamente
antes de aparecer en libro y procuro que lo haga un profesional. Nada debería
publicarse sin esa revisión. Una buena editorial se diferencia de una mala en
la importancia que da a los correctores. Lo que no hago es cambiar el contenido
de acuerdo con los acontecimientos posteriores. El deslumbramiento de un
encuentro amoroso queda tal cual, aunque poco después viniera la decepción. Los
textos que publico en el periódico no son textos periodísticos en el sentido
habitual de la palabra. No están escritos apresuradamente. Son ya textos
literarios (que no quiere decir retóricos ni redichos) con su acabado final.
Metiéndonos ya en el libro que
presentamos, y hablando en parte de lo anterior, como lector me ha faltado un
texto de presentación, un balance, una explicación de conjunto que reduzca el
caos ilegible de los días de dos años casi completos. No digo tanto como una
moraleja, pero creo que el libro merecía no comenzar ex abrupto: además, este
volumen de tus diarios no puede ser igual que otros; incluso diría que debe de
ser especial y significativo para ti. Hay una fecha que supongo que no tendrá
comparación con ninguna otra de estos años, y es un 14 de marzo de 2011,
omitida pudorosamente en el curso del diario, una ausencia evidente, sólida,
testimonial...
––Eres muy generoso a la hora de
contar. El libro abarca desde septiembre de 2010 hasta junio (no completo) de
2011. Conviertes nueves meses en casi dos años. No quedo en muy buen lugar: eso
quiere decir que se te ha hecho eterno. Pero tienes toda la razón cuando
afirmas que este diario no puede ser igual a otros. Ninguno mío lo es. A mí me gustaría
que se leyeran como volúmenes independientes, no formando parte de una serie. Y
en cuanto a la falta de prólogo yo creo que la cita inicial lo dice todo: “Es
una obra íntima, para lectores de intimidad, que no aspira ni desea el gran
público, que debería, en rigor, aparecer manuscrita. En estas páginas, ideas,
teorías y comentarios se presentan con el carácter de peripecias y aventuras
personales del autor”.
Las entradas de los días y
semanas que siguen a la fecha que cité antes son de lo más emocionante que te
he leído; y de lo más sabio literariamente, por el respeto en la contención de
los hechos y por la depuración de sentimientos al lector.
––Gracias.
Hablamos del género del diario
íntimo, de su particular “sinceridad”: no me negarás a veces te desnudas para
que no se te vean las vergüenzas; juegas al impudor para ocultarte. Dicho de
otra forma: ¿diferencias entre lo íntimo (la confesión) y lo privado (ahí donde
ya no dejas entrar a nadie)? Ese núcleo en el que late la condición y la carencia
más personales; la pérdida de la madre; ciertos días de 1974 en la séptima
galería de la cárcel de Carabanchel…
––Lo no dicho es tan importante
como lo dicho, en mis diarios y en cualquier obra literaria. Y en cuanto a mis
experiencias carcelarias, son demasiado tremebundas y novelescas para resultar
verosímiles. No sería capaz de contarlas sin que parecieran un cuento… de
terror.
Tirando del mismo hilo, y sin
invadir la confidencia: en los últimos años quizás estás liberando más la
memoria pública de todo aquel episodio.
––Ahora ya lo veo como algo que
ocurrió a otro. Es un capítulo que no acaba de encajar en mi biografía. Cosas
de la historia de España.
También, y no creo que sea mera
impresión mía, sueltas rienda a lo que podríamos calificar como imprudencia
política: estos últimos han sido años muy crispados y quizá lo reclamaban (la
cuestión palpitante del País Vasco y Cataluña, de la ilegalización del Gara y
de Bildu, cuyos derechos defiendes aquí, del Estatut y el soberanismo
recrecido, la crisis económica…). En todo ello te muestras a menudo contra el
común sentir, para reclamar el sentido común… Pero no quería que hablásemos de
política, sino en clave literaria: me interesan los resortes por los que traes
la política a tus textos sin arrogarte la condición del intelectual (zolesco,
sartreano). Tu diarista es siempre un individuo más, que habla a pie de foro,
sin tribuna ni megáfono (aunque eso tenga algo de impostado). Creo que lo haces
con la distribución muy intencionada de las entradas: a una de tema político
sigue otra confidencial e íntima, o poética y atemporal…
––Me crié en una dictadura, vivo
en una democracia (llena de imperfecciones, eso es cierto), tenemos libertad de
expresión. Yo la aprovecho todo lo que puedo. Recuerdo ahora aquella frase de
Artigas que citó Hugo Chávez en su respuesta al exabrupto (¿por qué no te callas?)
del anterior jefe del Estado español: “Con la verdad ni ofendo ni temo”.
¿Has tenido algún problema
editorial por esa propensión reciente a tratar de la política real en tus
diarios?
––No, ninguno. Al menos de
momento. Las editoriales se enfadan por mis reseñas, sobre todo cuando señalo
el carácter de estafa al público que tienen algunos libros que se lanzan a
bombo y platillo (Vida, de Juan Ramón
Jiménez, Las ciudades y los escritores,
de Fernando Savater).
Hablando ahora de cuestiones
genéricas y teóricas sobre el diario íntimo: ¿te planteas una poética o esta
solo se aclara a posteriori? Quizá pueda rastrearse una evolución desde los
primeros de tus libros de diarios; han ido impregnándose de más adherencias de
otros géneros: la crónica, las memorias, la crítica, el cuento fantástico
(¡gótico!), la autoficción, el diálogo filosófico, la enciclopedia, el ensayo,
el aforismo, la poesía, por supuesto.
–-La poética, desde Aristóteles,
es siempre a posteriori. No sé quién dijo que la novela es un género en el que
cabe todo; lo mismo puede decirse del diario. Lo único que no cabe en un
diario, como a mí me gusta repetir, es el aburrimiento.
Creo que tus diarios encuentran
su lugar propio en la literatura española contemporánea, por ejemplo entre los
de Umbral, Trapiello, Benítez Reyes, a través de otro no sé si “sub-” o
“infra-” género: el chisme. El chisme sublimado a categoría de Historia. Que es
lo que para su literatura reclama por ejemplo Jorge Edwards, y que quizá no sea
otra cosa que lo que con mejor nombre los franceses de la escuela de Annales
denominaron la “historia privada”.
––No sé lo que tú entiendes por
chisme. Pero entiendas lo que entiendas no me parece a mí que los diarios de
Trapiello o los de Umbral estén faltos de ellos. Ni siquiera los ponderados
artículos de Antonio Muñoz Molina. Por el que apareció esta sábado en Babelia
nos enteramos que “una noche, en Cambridge, después de tomar varias cervezas,
Borges no pudo contenerse y se puso a orinar en la escalera del edificio, junto
a la puerta del ascensor” y que otra vez, en Buenos Aires, yendo a la
Biblioteca Nacional, no pudo llegar a tiempo a los servicios de un bar “y se
orinó en el camino, mojándose ampliamente los pantalones y los zapatos, si bien
no consideró necesario volver a casa a cambiarse”. Estas anécdotas, que le
habrían encantado al Víctor Botas de Aguas
mayores y menores, las toma Muñoz Molina de un libro de Norman Thomas di
Giovanni recién aparecido en inglés. Le reprocha al autor, que fue secretario
de Borges, el contarlas, pero él no tiene inconveniente en reproducirlas en el
diario de mayor circulación para que todos se enteren y no queden perdidas en
las páginas de un libro que nadie aquí va a leer. Hipocresía se llama esa
figura.
En este volumen criticas a
Trapiello por extenderse en teorizar sobre la condición novelística o no de sus
diarios; pero la contracubierta de tu libro lo define como “novela de no
ficción”.
––La contracubierta es cosa del
editor. Parece que los libreros y los directores de suplementos literarios
prestan más atención a las novelas. Pero no sé yo si la artimaña funcionará.
Te defines también en estas
páginas (148) como un novelista frustrado. Creo que al menos aquí hay, más que
la novela de un literato (Cansinos), la cabal novela de un novelista (Palacio
Valdés); y su principal logro es la construcción de un personaje, que se llama
como tú, con algunas de tus rutinas, manías... Juegas mucho con esa idea
quijotesca y borgiana: “yo sé quién soy”/ “no sé quién soy” (p. 192); Martín,
“el otro, el mismo”: ¿hasta qué punto la imagen de este personaje creado es un
espejo fiel de la persona, y hasta qué punto la persona acaba imitando a ese
Golem?
––Todos tenemos que crearnos un
personaje, escribamos o no. Día a día vamos escribiendo el guión de nuestra
propia vida.
Tengo que confesarte que me
encantan los paratextos de tus libros. Te felicito con admiración y envidia:
porque no pretenderás que creamos que el autor es otro. No te veo dejando
suelto un cabo tan importante, en manos de los editores. Es un género difícil,
y creo que tú logras no solo divertir o incitar, sino resumir y completar el
libro, ciñéndolo en lo más importante y desbordándolo en sus límites. Por
ejemplo, la contracubierta de Lecturas
buenas y malas: un panfleto publicitario, un virtuoso juego paródico.
––Hombre, muchas gracias. Porque,
ciertamente, pero esto no se lo digas a nadie, siempre que el editor me lo
permite la nota de contraportada de mis libros la escribo enteramente yo. Quizá
por eso son tan poco convencionalmente elogiosas.
Una última reflexión sobre la
publicación de un diario en un diario-periódico, y sobre las colaboraciones en
prensa en general: ¿es la mejor forma de disponer de una soledad acompañada?,
¿podemos asimilarlo a tu gusto por leer en los centros comerciales y las
cafeterías atestadas?
––A mí la gente no me molesta,
siempre que se mantenga a cierta distancia. Me gusta estar solo entre la gente.
No me deprime, todo lo contrario. Y me gusta estar con amigos. Y me gusta estar
solo simplemente. Cada cosa a su tiempo. Solo o con otros, procuro estar
siempre en buena compañía.
Te vas a quedar sin material para
unas memorias. O quizá no: quizá sigue intacto ese núcleo de lo íntimo-privado,
y que solo lo publiques “cuando ya no importe”… ¿Qué contendrían unas
memorias tuyas?
––Tengo muy mala memoria, por eso
escribo diarios. Hay digo todo lo que quiero decir. Ya se sabe que el secreto
de aburrir es contarlo todo.
Interesante entrevista. Muy buenas las preguntas y también las respuestas. En efecto, no aburre. Me quedo con esta frase "Día a día vamos escribiendo el guión de nuestra propia vida". (Por cierto, "guión" con acento en la o, como debe ser.)
ResponderEliminarSi alguien ha estampado unos versos de Cavafis en el platillo de una taza de café la humanidad tiene esperanza.
ResponderEliminar