Sábado, 8 de junio
NI PACIENCIA NI HUMILDAD
Como en Silos, me despierto muy temprano y a las seis, tras
atravesar el claustro y tantear por diversos corredores, ya estoy en la
capilla, junto a los monjes. Son solo cinco, uno de ellos muy anciano y que
apenas se levanta de su asiento. Tras los maitines, regreso a la celda y hasta
las ocho, hora de laudes, leo a Blas de Otero y de vez en cuando alzo los ojos
para contemplar cómo cambia la luz con el amanecer, uno de mis espectáculos
favoritos.
El
monasterio de Valvanera está a mil metros de altura, en una hendidura entre
boscosas montañas; por el fondo discurre el río del mismo nombre y no hay mejor
música que el rumor de sus aguas en el silencio nocturno. Salvo la iglesia, del
siglo XV, todo el resto son recias construcciones modernas, pero con un sobrio toque
historicista que hace que no desentonen.
Mientras
los monjes cantan, rezan, se sientan, se vuelven a levantar, cumplen su rutina
milenaria, yo, en la iglesia desierta, pienso en lo extraño de sus vidas, en lo
extraño de mi vida.
Tampoco tan
distintas la suya y la mía. Como ellos, yo también tengo mis ritos diarios, que
cumplo fielmente y sin esfuerzo alguno (todo lo contrario, nada me aterra más
que la novedad y el cambio).
Pero me
temo que, a pesar de tantas coincidencias, yo no habría sido un buen monje.
Podría pasar por eso de la castidad, más o menos; me atragantaría con lo de la
humildad y la obediencia. Hojeo un ejemplar de las reglas de San Benito:
conténtese con lo peor, considérese el último, no obre por su cuenta, no hable,
no se ría fácilmente, ármese de paciencia, sea obediente hasta la muerte. Qué
difícil me lo pone.
De vez en
cuando me gusta tomarme vacaciones de mí mismo, jugar a ser otro. Pero me canso
pronto de ese juego, como de cualquier cosa. Si tengo alguna virtud, ni la
paciencia ni la humildad se encuentran entre ellas.
Domingo, 9 de junio
EN EL CLAUSTRO
Paseo por el Claustro de los Caballeros, en Nájera,
acompañado del rumor discordante de la lluvia, y mientras admiro las delicadas
celosías, recuerdo versos que he citado más de una vez: “Los barcos en el agua
/ dejan solo una estela. / Nosotros ¿qué dejamos?”
Hermosas
ruinas que han olvidado nuestro nombre, en el mejor de los casos.
Lunes, 10 de junio
CONTRA EL CAMBIO
Cada día soy más rutinario. Cada día soporto menos cualquier
cambio, salvo que sea para mejor.
Martes, 11 de junio
SÓCRATES Y HÍTLER
Conocí a Antonio Tovar, me fascinó su Vida de Sócrates, su Libro
sobre Platón, fue el primero en señalar la importancia de la poesía de
Víctor Botas, guardo el mejor recuerdo de su cultura y su talento. Y sin
embargo…
Encuentro en la librería de
Valdés un deteriorado ejemplar de Santo y
seña. Es de diciembre de 1941 y en él entrevistan al joven y ya prestigioso
Tovar, una de las figuras más descollantes del momento. Se queja, como en
cualquier época cualquier sabio, de la decadencia de la lectura, la crítica, la
universidad. “Cada vez se lee peor”, dice. “El cuadro de traducciones lo
demuestra: mal escogido, pobre. Faltan los autores más representativos de cada
país; parece que el tiempo se ha parado: Stefan Zweig, los Mann, los escritores
alemanes anteriores a la revolución política de Hitler…”.
¿Qué hacían los españoles leyendo
a Stefan Zweig o a Thomas Mann, a toda
esa literatura trasnochada y degenerada, cuando podían leer a los nuevos
escritores que apoyaban a Hítler?
Más adelante añade: “Las razones de la Inquisición –negadas
por tanto sectarismo anticientífico– las
vemos hoy resplandecer a la luz de la historia”.
¿Nos libran
las humanidades de la barbarie? El Antonio Tovar de 1941, maestro de la
filología, buen conocedor de los clásicos, admiraba a la vez a Sócrates y a
Hítler. La realidad es más compleja de lo que a primera vista pudiera parecer.
Miércoles, 12 de junio
MIS PLAGIOS
Un lector me señala que el aforismo “Vivir envilece”, que yo
publicaba hace unos días, no es más que una traducción del famoso “Vivre
avilit”, de Henri de Régnier. Será muy famoso, pero yo no lo había leído nunca,
aunque de Régnier conozco y admiro sus libros venecianos.
Una
coincidencia casual, pero hay muchas otras no casuales. Casi todo lo que
atribuyo a otros autores, lo he escrito yo; buena parte de lo que he escrito
yo, lo han escrito otros. Es el juego de la literatura, tal como yo lo
entiendo. Nunca me confieso mejor que con palabras prestadas.
Recuerdo el
gran escándalo cuando Julio Casares publicó en un diario, a dos columnas, un
capítulo de la Sonata de primavera y otro de las memorias de
Casanova; se trataba prácticamente del mismo texto.
El texto de
ese capítulo, que no desentona del resto, sería el mismo, pero qué distinta la
sonata primaveral de las memorias del veneciano. Son los misterios de la
literatura. Todo lo ajeno se convierte en propio cuando quien se lo apropia es
Quevedo o Garcilaso, Virgilio o Borges.
¿Citar siempre
las fuentes? Eso queda para los eruditos del futuro y para los Julio Casares de
cada momento.
Jueves, 13 de junio
CLARÍN ADOLESCENTE
Entre mis más queridas costumbres, se encuentra la de
celebrar este día el aniversario de dos amigos, de dos de mis más queridos
amigos. Uno nació tal día como hoy, otro lo escogió para morir. Pero, tanto
tiempo después, ya esa diferencia importa poco.
Fernando Pessoa
nació hace 125 años. Llevo casi cuarenta en su compañía y todavía no me he
cansado de ella. Todas las noches, antes de dormirme, recuerdo alguno de sus
versos: “Para ser grande, sé entero. / Nada tuyo exageres o excluyas. / Pon
cuanto eres / en lo mínimo que hagas…”
Leopoldo
Alas murió hace 112 años. Yo le conocí un poco antes que a Pessoa –por algo
somos paisanos–, en 1966, cuando Alianza reeditó La
Regenta. Tampoco he dejado de leerle
desde entonces.
Creíamos
saberlo todo de él, como de Pessoa, y aún hay un Clarín por descubrir. El otro
día, al final de la presentación de la edición digital de La
Regenta , Ana Cristina Tolívar Alas, su biznieta, me pasó
el último número de la revista Barcarola,
donde se publica abundante obra inédita de Clarín.
La edición
se debe a Carole Fillière. Comienza refiriéndose a la historia de la biblioteca
y los manuscritos del escritor, una novelesca historia que alguien debería
contar algún día por lo menudo. La herencia fue dividida entre los tres hijos:
Elisa, Adolfo y Leopoldo.
Los libros
y los papeles que Elisa se llevó a Madrid ardieron en la hoguera, pero no por
ninguna decisión inquisitorial, sino debido a las penurias de la guerra:
ayudaron a no morir de frío.
Adolfo,
además de con libros y manuscritos, se quedó con los muebles del despacho de
Clarín. Los malbarató su viuda, pero finalmente, tras adquirirlos el
Principado, acabaron en el mejor lugar: la biblioteca de Asturias.
Leopoldo,
el hijo mayor, no solo heredó el nombre de su padre, también los odios que
hacía él profesaba la derecha española. Fue, como sabemos, asesinado con vagos
visos de legalidad en febrero del 37, y su viuda tuvo que esconder libros y
papeles en una taberna cercana. Fue un milagro que sobrevivieran a la furia
cainita de los habitantes de Vetusta, que poco antes habían destrozado y
ultrajado el monumento a Clarín levantado en el Campo de San Francisco (se
restituyó en 1968). De la taberna fueron trasladados a Mieres, donde ser
refugiaron en un establo. Hubo más novelescas peripecias, que no es ocasión de
referir ahora. Tuvo suerte el escritor con sus descendientes, siempre al
servicio de su obra, siempre a disposición de los investigadores.
Leo con
emoción, este trece de junio, los escritos desconocidos de un Clarín que todavía
no era Clarín. Abundan las obras de teatro. Esa fue su primera vocación y quizá
por eso le dolió tanto el fracaso de Teresa.
“¡Por un real!” lo escribió cuando contaba quince años. Se trata de un “juguete
cómico en un acto y en verso compuesto para la sociedad La Pubertad por uno de los
socios”. Eran esos mismos socios los que lo representaron, uno de ellos Armando
Palacio Valdés.
Junto a las
piezas de teatro aparecen nuevos números de Juan
Ruiz, el periódico manuscrito que él redactaba en su integridad. Aquí está
ya entero el Clarín burlón, radical y republicano. “Yo quito y no pongo rey”
titula un poema que glosa el “ni quito ni pongo rey” de Beltrán Duguesclin.
Entre los
fragmentos de relatos, hay alguno, como “Hypatia”, que ya no es un borrador
adolescente, sino ejemplo claro de su talento de narrador.
ME RECETO SILENCIO
Una mala noche la noche pasada, una de esas noches en que a
uno vienen a visitarle todos sus fantasmas y en las que tantas cosas que
parecían sólidas –para citar a Marx y al premiado Muñoz Molina– se desvanecen en el aire.
Recordé
aquel poema cruel que José Ángel Valente le dedicó a José Hierro: “Hablaba de
prisa. / Hablaba sin oír ni ver ni hablar. / Hablaba como el que huye, /
emboscado de pronto entre falsos follajes / de simpatía e irrealidad”.
Yo no me
escondo entre falsos follajes de simpatía, sino más bien todo lo contrario,
pero me escondo, huyo, hablo también “sin puntuación y sin silencios” –hablo o
escribo– “para evitar acaso la furtiva pregunta, / su desnuda verdad”.
A José
Hierro, “poeta en tiempo de miseria, en tiempo de mentira y de infidelidad”, le
acusaba Valente de renegar de su pasado, de adular y reírles las gracias a los
que le habían metido en la cárcel: “Compraba así el silencio a duro precio, /
la posición estable a duro precio, / el derecho a la vida a duro precio, / a
duro precio el pan”.
Yo hablo y
hablo, escribo y escribo, para no pensar, para no verme tal como soy, para
aturdirme. No parar es mi droga para soportar la vida.
Esta noche
se me ha ocurrido que debería armarme de valor y callar durante un tiempo, un
largo tiempo, una semana o quizá dos.
¿Sería
capaz de pasarme una temporada retirado en la paz de algún desierto, sin libros
ni papeles, a solas conmigo y con todo el misterio del mundo?
No lo creo,
pero sé que lo necesito para crecer.
En algún
momento tiene uno que dejar de ser un adolescente. Y cuando se está a punto de
cumplir 63 años quizá no conviene retrasar mucho ese momento.
Quizá en ningún lugar del mundo ha habido un grupo humano tan versátil y tan competente como los Monjes que vivieron en Europa en la Edad Media.
ResponderEliminarFueron médicos, académicos, agricultores, inventores. Y tal vez, más que cualquier otro grupo humano, son los responsables de haber ayudado a preservar nuestra civilización.
En realidad, los Monjes Benedictinos fueron los primeros que tuvieron conciencia de que caído el Imperio Romano, venía una nueva realidad para Europa. Así, sirvieron de puente entre el mundo antiguo y el medioevo,pues rescataron, cultivaron y transmitieron casi todo el patrimonio grecorromano, especialmente el pensamiento y el Derecho.
Fueron los Monjes los que orientaron a la nueva sociedad en su configuración social, política, económica, cultural y religiosa; los que hicieron que esos pueblos diferentes, que surgieron con la caída de Roma, se unieran en una comunidad cohesionada en torno a los mismos valores espirituales, morales y humanistas.
Los instrumentos de esa obra fueron la cruz y el arado, la oración y el trabajo, la Biblia y el Derecho romano,el libro y la estética litúrgica, la disciplina y la pax monástica.
Los Monasterios Benedictinos configuraron la unidad del continente, desde las costas mediterráneas a la península escandinava, desde Irlanda hasta Polonia.
Así que no es exagerado sostener que los Monjes tuvieron una influencia definitiva en la cultura europea y, por supuesto, también en su espiritualidad.
“De este modo, como padre de los Monjes, legislador de la vida monástica en Occidente, llegó a ser también pionero de una nueva civilización.
“Por todas partes donde el trabajo humano condicionaba el desarrollo de la cultura, de la economía, de la vida social, añadía Benito el programa benedictino de la evangelización que unía el trabajo a la oración y la oración y al trabajo.
“En nuestra época, San Benito es el Patrono de Europa.
No hace falta ser creyente para estar de acuerdo.
ResponderEliminarJLGM
Deseamos deshacernos de todas nuestras flaquezas. Con bastante
ResponderEliminarfrecuencia nos avergüenza nuestra impotencia, nuestra enfermedad, nuestra
susceptibilidad, nuestra estructura neurótica. Luchamos contra ella, le pedimos a Dios
que nos libre de ella, pero la paradoja de la existencia cristiana es que, precisamente allí
donde estamos contra las cuerdas, donde tenemos que confesar nuestra propia
impotencia, experimentamos algo que sólo podemos llamar gracia. De pronto sentimos
en medio de nuestra debilidad una profunda paz interior. El ego, que antes resonaba tan
fuerte en nosotros, enmudece. En el Zen es la muerte del “yo falso”. Estamos de
acuerdo con nosotros y con la vida. Tenemos parte en una paz que no viene de nosotros,
sino en última instancia de Dios.
Si se tiene la suerte de conservar la adolescencia a los 63 es un pecado perderla a esas alturas. Comprendo que las contradicciones son terribles pero a mí me divierten cuando no las padezco y los demás tienen la generosidad de contármelas. Gracias por no haber parado antes.
ResponderEliminarYo supongo, según el comentario de "Paz interior", que quienes no somos creyentes no tenemos derecho a dicha paz (ni posibilidad de acceder a ella). Es el problema que yo veo en muchos creyentes (no en todos): que, para ellos, lo que consideran lo mejor o lo más importante de la vida está directamente en función de su creencia, y que de ello sacan la conclusión de que quienes no la compartimos estamos excluidos por definición de esos bienes o posibilidades, a los que simplemente, como decía, no tenemos acceso. Yo no sólo creo que eso es falso, sino que, al contrario de dichos creyentes, no pienso que su creencia o no creencia excluya a nadie de la posibilidad de las más hondas (y auténticas) experiencias espirituales.
ResponderEliminarYo hablo de la vía mística, del corazón, más puro que el torbellino de la mente, de las vías
ResponderEliminarinmediatas de acceso a lo espiritual a través de ver a través del corazón a determinadas personas o situaciones. De la creencia como esperanza, visualización creativa de emociones positivas, de experiencias espirituales para vivir en plenitud con salud física y mental, no sólo para ir muriéndose, pudriéndose sin remedio, maldiciendo los días,...
Aunque haya gente que no se lo crea, la Iglesia católica es pluralista, y recoge tradiciones espirituales místicas valiosísimas, que tienen poco que ver con dogmas jurídicos y moralistas cerrados, y que guardan mucha más relación con el amor comprensivo, el perdón, buscar la unidad de la gente, ir formando comunidades de amigos, iluminar la mente, latiendo el corazón. Hacer de la vida un canto poético a la generosidad y a lo bello.
Muy interesante lo que dice ahora "Paz interior". Sólo que yo no hablaba de nada de eso, ni pongo en duda el pluralismo de la Iglesia católica. Sólo decía, e insisto en ello, que algunos creyentes (no todos), piensan (equivocadamente) que su no creencia excluye a los no creyentes de, perdón por citarme, "las más hondas (y auténticas) experiencias espirituales".
ResponderEliminarSupongo que seguirá en Valvanera aquella mujer menuda y jorobadita, de edad indefinida, que nos registró cuando dormimos allí hace un par de años. Tenía esa prepotencia monjil que trata de ser amable a un tiempo pero que resulta impostada y algo marimandona. Decidimos cenar y la gobernanta del comedor hacía juego con la recepcionista. Comenté: estos curas se rodean de mujeres poco agraciadas por aquello de que no se diga...
ResponderEliminarTras las cena frugal, dimos un paseo casi en tinieblas por la explanada de lascas irregulares que hace de antojana y... vi un gato enredando con algo que se movía en el suelo. Resultó una pequeña culebra, quizá una víbora, que bien pudimos pisar durante el paseo. Me comentaba un joven monje al día siguiente (este, a diferencia del muy viejo con quien tuvimos ocasión de charlar la tarde anterior, vestía tejanos y camiseta suelta con letras serigrafiadas, por lo que pensé que era una trabajador subalterno del monasterio), que uno de estos reptiles venenoso había mordido a un monje hacía unos años...
Las habitaciones eran muy austeras, apenas unos camastros de madera de pino y un pequeño armario de lo mismo. Televisión, ni por el forro. Al comentar aquella carencia a la jorobadita, me miró con cierto desprecio contenido y dijo que aquel era lugar de descanso y meditación y que ni puñetera falta nos hacía la caja diabólica. En compensación, nos ofreció un salón donde podíamos hojear los periódicos y unos chupitos de aguardiente de hierbas que hacían allí. Tras un buen rato de permanecer apoltronados en las butacas, ya desesperábamos de catar el brebaje cuando crujió la puerta y, bandeja por delante, asomó la mujer con lo prometido. Y a fe mía que los benedictinos saben componer mixturas espirituosas: estaba de muerte aquel "benedictine".
A la mañana siguiente regresamos a Nájera por Anguiano. Y aseguro que no salí mejor de como era antes de la experiencia monástica. Por lo visto, uno es irrecuperable.
Llegué a este blog por casualidad y me ha encantado. Un saludo,
ResponderEliminarMe alegra saberlo.
ResponderEliminarJLGM
Es un placer visitar tu blog, leerte y contemplar las imágenes, como ese bello claustro mojado por la lluvia. Saludos,
ResponderEliminarHermoso monasterio de Valvanera... Bien reales que son los vasos comunicantes de la espiritualidad, cuando es auténtica.
ResponderEliminarEl mundo poético zen de Han - Shan podría muy bien hacer suyos estos paisajes:
POR adivinanza
escojo este apartado lugar,
el monte T'ien - t'ai.
No tengo quejas.
El grito del mono,
los barrancos llenos de neblina;
los colores de los montes se confunden en el portal.
Rompí ramas
para el techo de una choza en el pinar.
Cavé un estanque
y lo llené de agua del río.
Ya estoy contento
de reposar entre diez mil cosas.
Recogeré helechos el resto de mi vida.
El monasterio de Valvanera no tiene nada de hermoso, se lo aseguro.
ResponderEliminarNo todo el que mira ve, amigo F.
ResponderEliminarJLGM
Eso no se le dice impunemente a un artista, amigo Kurtz.
ResponderEliminarSería porque llegaba a Valvanera de regreso de un viaje al mudéjar de la cuenca del Jiloca; sería porque unos días atrás me había demorado en los claustros del monasterio de Veruela que acogieron a Gustavo Adolfo (y a su hermano Valeriano, que no era manco en eso de las artes plásticas); sería porque tenía aún en la retina el primor barroco del cercano Navarrete; sería... Lo cierto es que aquel adusto caserón de la hospedería (casi no otra cosa queda del antiguo monasterio) y la tétrica iglesia tardogótica, no me movieron a simpatía alguna. Esta ciclópea construcción de la iglesia monacal es anacrónica respecto del gótico vigente en la fecha de su construcción, cuando los arquitectos parecía que huían de la piedra para entregarse al aire y al vidrio policromado. Este iglesión tenebroso carece de la gracia de sus coetáneos... Pero, para ser conscientes de ello, es cierto que se precisa algo más que mirar: hay que saber y ser sensible a las seducciones del arte.
Tú, buen Martín, a tus dotes literarias evidentes, no sumas las del conocimiento de las artes: en tus crónicas viajeras pasas de puntillas a la hora de hacer el relato de las bellezas que hallas en el camino, te despachas con unos brochazos pero no calas el melón de las esencias. Se nota, se siente.
Un botón de muestra: abominas del tratamiento cromático que se ha dado a la antigua pescadería de Avilés, que conforma la otra pata de la pasarela que une a la villa con el -blanco blanquísimo- centro Niemeyer..., siendo evidente el acierto de aquella iniciativa, que armoniza los dos elementos, pues la Pescadería es un avance de la bella arquitectura hacia el caso histórico de Avilés. Este déficit tuyo es bastante común entre los hombres de letras: viven en la inopia en lo referido a las artes plásticas.
Pues para captar tales matices hay que saber (a veces pienso que también hay que "nacer")y, como bien decías, no basta sólo con mirar.
Un saludo afectuoso, Kurtz.
Siento haber lastimado tu autoestima. La belleza de Valvanera la da el lugar, por supuesto. Estéticamente no es Silos,daba por hecha esa obviedad.
ResponderEliminarJLGM
Sí, la belleza la da el lugar, y también nuestra sintonía con él. Estando en este registro no tiene sentido entrar en otras consideraciones estético - academicistas con las que podemos, por otra parte, muy bien coincidir.
Eliminar... Pero siempre está ahí, gravitando, el peligro de ninguneo para la "estética del alma" y su trasunto, la poesía.
"El pensamiento es un acto religioso. Para cualquier hombre que piense, Dios sólo puede ser un pleonasmo". GEORGES PERROS
Creí leer "hermoso monasterio de Valvanera", y ante esa afirmación he mostrado mi desacuerdo. Poco importa que el tal se ubique en el mismísimo Edén o en un angosto valle de la Sierra de la Demanda: vale lo que vale su arquitectura y el arte que pudiera atesorar, luego sí tiene sentido entrar en consideraciones estético-academicistas. Si no fuéramos capaces de deslindar lo que es el arte de otras ideas que no aportan nada a la hora de evaluar calidades estéticas, nos hallaremos una vez más en el odioso terreno de las subjetividades que no quieren dar el brazo a torcer, porque se refugian en el roquedal de sus prejuicios, muchas veces carentes de fundamento.
ResponderEliminarEl ARTE no necesita de Dios ni del alma, por lo mismo que el pensamiento NO es un acto religioso. El arte genuino se expresa y conmueve por sus propios valores..., cuyo disfrute exige de la previa formación y de espíritus receptivos a tales prodigios. Lo demás es accesorio. El Moisés de Buonarroti emociona por su grandeza escultórica, y cuenta poco que represente al iracundo patriarca bíblico o un aguador subnormal del Trastevere.
Dos aforismos poéticos de René Char.
Eliminar“Naces con los hombres. Y mueres sin consuelo entre los dioses”.
“Suprimir la lejanía mata. Los dioses sólo mueren por estar entre nosotros”.
Los dioses sobran tanto como podamos sobrar nosotros. El ARTE no necesita de Dios porque Lo es. En cambio, el arte y muchos de nosotros sí necesitamos de dioses menores.
Sobre el arte y sus manifestaciones varias, sobre Dios, poniéndonos spinozistas, escribe M. Zambrano:
ResponderEliminarSABER comtemplar debe ser saber mirar con toda el alma, con toda la inteligencia y hasta con el llamado corazón.
ENTRE el pensar y el sentir no se establece comunicación alguna y los sentidos - infalibles índices - se retraen.
SE descubre en el arte - otro nombre de la humana creación - el anhelo elevado a empeño de reencontrar la huella de una forma perdida no ya de saber solamente, sino de existencia; de reencontrarla y descifrarla.
NO hay poesía mientras algo no queda en las entrañas dibujado.
LA vida contemplativa es la máxima acción, el mayor ser que puede acumular el hombre.
Dios puede ser un constructo meramente social vinculado a una forma social, política y económica de evolución histórica concreta y analizable contextualmente. Pero sobre todo sigue siendo amable cultivo de valores trascendentes, comportamientos humanos que tienden a la edificación de un hombre interior y social mejor; efectivamente, revelación de lo bello en el arte, la sabiduría, la arquitectura, las organizaciones que cada vez tengan más en cuenta a todos los seres humanos sin exclusión, la compasión y la paz. Las creencias religiosas han sido siempre y pueden ser motivo de represión, conflictos divisorios, guerras y tensiones ruines y destructivas, pero llevadas a una dimensión verdaderamente universalista y desde un corazón noble, son motivo preferente de cooperación, solidaridad, esperanza y civilización.
ResponderEliminarA nuestro acervo colectivo religioso universal no necesariamente confesional estatalizado o burocratizado, pertenece el animismo ecopacifista, los mundos sumerios y egipcios, el mundo romano, griego, helenístico, grecorromano, las tres religiones del libro, el cristianismo primitivo, la cábala, la pura y blanca vestidura de la iglesia altomedieval, la gnosis, la alquimia, los misterios órficos y pitagóricos, los ideales democráticos y sociales
universalistas de derechos humanos, el budismo, el zen, el amor humanista preferente hacia las personas desvalidas,los derechos fundamentales del hombre y la mujer, y el ciudadano; la sencillez del trabajo bien hecho como obra maestra, las personas de buena voluntad; sabiendo domar la bestia, encontrando el equilibrio, la concentración y la entrega total a Dios hecho hombre, al Dios interior, y a todo lo que merece la pena en esta exigua vida,...
Pues lo siento, estimado Anónimo, pero en su escrito veo reflejada una manera de acercarse a la religión muy común entre gente incapaz de tragarse las estupideces con que visten sus inanidad TODAS las religiones que en el mundo han sido. Pero los de su cuerda se quedan a medio camino: no dan por "verdadera" ninguna concreta pero sí caen en la trampa de las teologías instrumentales (no otra cosa son sino instrumentales en su concepto) y, de esta manera, levantan un edificio de sofismas y especulaciones irracionales, llegando a sostener que favorecen la solidaridad, la cooperación, la civilización..., incluso -y esto lo dice usted- "los ideales democráticos y sociales" (!!!), siendo como es que su papel histórico tiene más que ver con la represión, el oscurantismo y el desprecio por la Razón.
ResponderEliminarEse batiburrillo que hace del zen, del panteón grecorromano, las religiones del Libro, la alquimia (!), los sumerios, los ideales democráticos y sociales (!!!)..., y una retahíla de incongruencias y de valores a veces contrapuestos (¿qué tendrán que ver los derechos fundamentales del hombre y la mujer con "la entrega total a Dios"?), no hacen sino reforzarme en la creencia de que -seguramente porque hemos sido inducidos (abducidos diría yo) por los propagadores de las supersticiones ancestrales- no somos libres para discernir sin mediatizaciones, con el intelecto limpio y virgen de quimeras y embelecos que nos dan a mamar desde que nacemos.
Un hombre de hoy (quiero decir que haya sacado provecho de la ingente información que está al alcance de cualquiera) no tiene por qué delegar en instancias sobrenaturales, ni en dioses, ni en espíritus ni en entelequias de problemática comprobación, sino que ha de emplear el instrumento de la razón para llegar a conclusiones verificables o, por lo menos, situadas en la estela del llamado método hipotético-deductivo..., que ese sí que no se pasa de moda.
Toda la aparente erudición de los conocedores de entramado de las religiones; todos los hombres de pensamiento "elevado", que piensan que el hombre necesita de esos señuelos para no ser una bestia, no son muy distintos de los supersticiosos incultos de todos los tiempos, ya que creen necesario que exista un dios que dé sentido a las cosas. Eso sí: al llegar a Dios se acaban todas las especulaciones, todas las preguntas fundamentales: si tenemos un dios está todo claro.
Es cierto que es esta una exigua vida, pero merece la pena vivirla . Sin dioses interiores, con la Razón por bandera.
DEL DIARIO DE LÉON BLOY
ResponderEliminar"(11/9/1912) El mal de este mundo no se percibe suficientemente sino cuando se lo exagera. En lo Absoluto no hay exageraciones; y tampoco en el Arte, que es la búsqueda del Absoluto. El artista que no considera más que al objeto mismo, no lo ve. Y lo mismo le ocurre al moralista, al filósofo y hasta al historiador. Quizás a este último especialmente. Para decir algo de valor, tanto como para dar la impresión de la Belleza, es indispensable la exageración aparente, o sea, llevar la vista más allá del objeto; así se llega a la misma exactitud, sin exageración real ninguna, lo que puede ser demostrado por los Profetas, todos ellos acusados de exageración."
http://hjg.com.ar/txt/bloy/frag_diarios.html
De LA GRAVEDAD Y LA GRACIA, de SIMONE WEIL
Eliminar(...) ¿QUÉ significa hacer balance o crítica de nuestra civilización? Tratar de poner en claro de una manera precisa la trampa que ha llevado al hombre a ser esclavo de sus propias creaciones. ¿Por dónde ha penetrado la inconsciencia en el pensamiento y la acción metódicos?
Escaparse a una vida salvaje es una solución perezosa. Hay que encontrar de nuevo el pacto original entre el espíritu y el mundo en la misma civilización en que vivimos. Se trata por lo demás de una tarea imposible de cumplir a causa de la brevedad de la vida y de la imposibilidad de colaboración y sucesión. Pero eso no es óbice para no emprenderla. Nos encontramos en una situación análoga a la de Sócrates cuando esperaba la muerte en su celda aprendiendo a tocar la lira... Cuando menos, habremos vivido.
***
DE nada vale una ciencia que no nos acerque a Dios. Pero si nos acerca mal, es decir si lo hace a un Dios imaginario, entonces es peor...
***
HABLANDO con propiedad, el tiempo no existe (salvo el presente como límite), y sin embargo es a eso a lo que estamos sometidos. Esa es nuestra condición. "Nos hallamos sometidos a lo que no existe". Tanto si se trata de la duración padecida pasivamente - dolor físico, espera, pena, remordimiento, miedo -, como del tiempo dirigido - orden, método, necesidades -, en ambos casos, aquello a lo que nos rendimos no existe. Pero nuestro sometimiento sí existe. Estamos realmeante atados a irreales cadenas. El tiempo, irreal, tiñe todas las cosas y a nosotros mismos de irrealidad.
***
Y... "No le toques ya más, / que así es la rosa", que diría Juan Ramón, otro fiel militante del sagrado laicismo.
Disiento de los comentarios amargamente tajantes en contra de la búsqueda de lo divino y espiritual en el ser humano. Es innegable y ciertísimo que debemos a la razón el método científico, los grandísimos avances científicos y médicos, la técnica y la tecnología contemporáneas, pero el ser humano tiene dimensiones emocionales vitales, sentimentales, un subconsciente o insconciente, necesidades afiliativas empáticas, aspiración de estructurar con sentido una vida digna, hoy caótica, precaria, de usar y tirar, fuertemente influida por la ideología neoliberal y un nuevo darwinismo social precisamente materialista cientifista y profundamente anticompasivo. La búsqueda espiritual, que no la religión establecida, que puede ser castrante, represora, oscurantista y responder efectivamente sólo a intereses humanos mezquinos ideológicos o de sociedades intolerantes, es poesía y gozo, es misticismo y amor por los demás siempre, si así es bien entendida. La razón como idolatría y como único atributo del ser humano ( que es también corazón y alma ) es otra dañina superstición, puesto que, para empezar, necesita de pasionales fáusticos argumentos cargados de aversión y defensas cerradas; ha llevado ésta, la razón, a aumentar la esperanza de vida, al descubrimiento de la penicilina y la luna, pero también al desatre humanitario de los campos nazis de exterminio, al gulag, al absoluto dominio frío del dinero sobre valores más comunitarios y de compartir; a la eutanasia masiva, al aborto completamente desregulado, al servil reduccionismo del ser humano a una categoría puramente instrumental sin sentido, sometido, alienado, mercantilizado, sin vida más allá de lo productivo fungible y obsolescente y el consumo ridículamente ostentoso ( ¡¡¡¡).
ResponderEliminarNo se trata de volver a la nueva edad media sino de crear un mundo más humano, es decir comprensivo, poético, inclusivo, cultural, comprometido socialmente, utilizando todos los símbolos elevados, efectivamente, de amor, compasión, emociones positivas e ideales constructivos que puedan operar en la psique para crear una civilización con sentido y que integre y se equilibre también con lo poético, lo aspiracional, el inconsciente colectivo, lo soñado y sentido: a Dios como búsqueda, no como tótem, atraso, represión social, oscurantismo o maldad.
Lo suyo, estimado amigo, se llama pesimismo antropológico, ya que no concibe que el hombre pueda dejar de ser una bestia si no tiene creencias sobrenaturales, si no acata imperativos morales de raíz teológica. Y he de aceptar sin escandalizarme que llame "idolatría" al ejercicio de la Razón a ultranza, a la asunción intelectual de que ella es la única guía fiable para moverse entre los escollos de la existencia...
ResponderEliminarLa cosa es bastante más sencilla de lo que piensan los que, como usted, se inclinan a creer que existe un dios en el origen de todo y que sin él no habrían de existir las funciones más nobles del intelecto humano. Y yo trato (ardua tarea) de convencerle de que el mundo real, el Universo -que es capaz de regalarse a sí mismo algo tan portentoso como una galaxia-, bien puede -por mediación nuestra- componer un soneto, una sinfonía o pintar al fresco la Capilla Sixtina. Delegar en instancias "superiores" tamañas excelencias es lo que le decía; desconfianza en la realidad material, en el hombre.
El narcisismo apático, el consumismo, el hiperindividualismo psicologista, la deserción de los valores tradicionales, la hipermodernidad, la cultura de masas y su indiferencia, la abolición de lo trágico, el hedonismo instanteneísta, la pérdida de la conciencia histórica y el descrédito del futuro, la moda y lo efímero, los mass media, el culto al ocio, la cultura como mercancía, el ecologismo como disfraz y pose social: Es cierto el triunfo aparente del materialismo hedonista y del neopaganismo, pero yo hablo de otras cosas siempre.
ResponderEliminarHablo de ideales de la voluntad ejercida, a los que podemos llamar Dios perfectamente sin creer en dioses imaginarios o panteones mitológicos, estoy refiriéndome a la trascendencia que nos eleva por encima de los gusanos; de las almas bellas y no tan bellas, pero que tal vez en su humildad son conmovedoras o con una chispa divina poética innegable. No hablo de un Dios tapaagujeros ante la ignorancia o impotencia para explicar el mundo, hablo de valores absolutos románticos e intransferibles, aunque para vivir en comunidad, hablo de que el ser humano no es sólo razón a secas, sino razón poética, acceso a lo trascendencia a través del símbolo, comunitarismo, ejercicio de la voluntad encaminada hacia un omega que es amor absoluto y acogimiento, es empatía, y los ideales todos de Saint-Exupery, Teilhard de Chardin, la sabiduría tradicional de todas las civilizaciones y pueblos, el amor a los más débiles y necesitados, la denuncia de una cultura de la muerte al servicio sólo de un ego narcisista que por otra parte sufre psicológicamente como nunca en la historia. " El hombre universal " de la razón, además si nos ponemos realmente racionalistas, no existe, existe el hombre concreto y singular, con sus pequeñas costumbres, modo de ser, cultura o inculturización, personalidad y carácter, emociones e capacidades, lo que importa no es el Dios tapaagujeros, como digo, sino dar un sentido a la vida lo más humanizada posible,
y para ello cuentan los religiosos, espirituales, masones, teósofos, organizaciones filantrópicas no sólo al servicio de egos inflamados o intereses, etc, incluso las religiones estatales o semi estatales, que sólo se llevan denuestos y maldiciones, cuando son realidad, tradición viva del pueblo todavía, y semillero de ideales, ello cum grano salis, porque todo está mezclado y sobre todo hoy, dándose también casos de abusos, oscurantismo, poder por el poder, dominio mental y maldad. El intelecto es sólo una parte del hombre y la mujer, y hoy, la tecnología, su fruto, es ambivalente como toda gran creación, pero también oculta miserias y sufrimiento. El intelecto, aunque sea amplísimo, de grandes capacidades, ni es el único atributo del ser humano, repito, ni el sentido de su felicidad primera ni última, ni la totalidad de lo que somos como máquinas deseantes y sufrientes ( dotadas de dáimon socrático ), con anhelos de trascendencia.
Un cordial saludo a F. y al Sr. García Martín, gran artista y trabajador artesano espléndido.
LAICO es el hombre que busca a Dios sin parar y no lo encuentra nunca.
ResponderEliminarEL verdadero cielo es el que veis en el fondo del agua.
PON un poco de luna en lo que escribes.
ME horroriza la palabra "raciocinar".
DIOS, ese que todo el mundo conoce de nombre.
PENSAR NO BASTA, "Sentencias y aforismos del Diario (1887- 1910)", JULES RENARD