Domingo, 5 de mayo
NO VOLVERÉ A ESTAR SOLO
Mientras veo la película de Diego Kaplan, Dos más dos, sobre el intercambio de
parejas y otras amenidades para escapar del tedio conyugal, me viene a la
memoria un espléndido poema de mi amigo José Luis Piquero.
Cuando
vuelvo a casa, busco su libro Autopsia y
lo releo: “Esta noche los cuatro / nos damos libremente, como obsequios. / Ya
no somos parejas y formamos / un círculo perfecto. / Un placer sin palabras, /
algo así como un juego de calor, / mas con las mismas mañas / del amor entre
dos”.
Un hermoso
poema, ciertamente, como escrito a cuatro manos por Jorge Guillén y Gil de
Biedma: “Y el latido de manos y de bocas / con su idioma de sed: / en cada piel
absorta en que se posan / tocan un corazón bajo la piel. / Sobre este cuarto ha
descendido el mundo, / la luz intacta de la vida breve / envolviéndonos juntos
/ mientras la luz afuera dura y llueve”.
El placer
no como anticipo de la eternidad, sino como la propia eternidad que se hace
presente: “No volveré a estar solo. / Después de haber amado así, la muerte /
no me tendrá del todo”.
Pero las
experiencias de promiscuidad –quien lo probó lo sabe– solo cuando las fantasea
el recuerdo o la memoria son como en el poema. Y pierden toda su gracia cuando
se convierten en engorrosa rutina. O cuando uno se enamora, como ocurre en la
película.
Lunes, 6 de mayo
SIN COMENTARIOS
Mientras tomo un café, en el lugar de costumbre, leo Autobiografía de papel, de Félix de
Azúa. Cuando cierro el libro y lo dejo a un lado, se me acerca un desconocido.
––Perdone que le interrumpa. Le
he estado observando. Lee muy rápido. ¿Es este el libro que comentará la
próxima semana en el periódico?
––Debería. Pero no lo haré. No pasa
de un gracioso disparate. No vale la pena meterse con él. Sería como pegar a un
niño.
––A mí Azúa me parece uno de los
escritores más brillante e inteligentes con los que comentamos.
––Eso le parece a muchos. Y para
que esa opinión se mantenga lo mejor es no leerle, o leyéndole solo por encima,
que es lo que harán las próximas semanas los reseñistas de los suplementos más
importantes. Pero yo no puedo no leer. Y lo que leo en este librito lleno de
pretensiones es, por ejemplo (página 106), que, tras ganar las elecciones en
1982 Felipe González, “el fracaso grotesco del golpe de Estado del coronel
Tejero” acabó de asentar el gobierno socialista. ¿Un lapsus? Quizá, pero no
precisamente único. Hablando de los Nueve
novísimos, la antología en la que se le incluye, nos dice que la única de
“cierta relevancia” anterior a ella es la famosa de Gerardo Diego que consagró
al 27. Tras equivocar título y fecha, dice que era “delirante, lo que la hacía
muy cómica”. No señala las razones de la comicidad, pero sí que “Ernestina de
Champourcin tenía casi la misma importancia que Cernuda”. Pero Ernestina de
Champourcin no se incluye en esa antología, sino en otra de 1934, elaborada con
muy distinto criterio.
La manera de razonar de Azúa no es mejor que su información: “Barral ya había enmendado la plana a Diego con la primera antología preparada por Castellet, con la ayuda de Gil de Biedma, Veinte años de poesía española, 1939-1959” . ¿Cómo puede enmendar la plana una antología
dedicada a la poesía de posguerra a otra que termina su selección en 1931? Con candorosa ingenuidad escribe:
“Tradicionalmente los escritores españoles leían a escritores españoles y nada
más”. Hasta que llegó su generación, la de los novísimos, nadie leía otra cosa
e incluso parecía mal que se hiciera: “Yo recuerdo por aquellos años al bueno
de Rafael Conte riñéndome porque leía a Julián Gracq en lugar de leer a
Baroja”. ¿El afrancesado Rafael Conte riñendo a alguien porque lea a Gracq?
Otra razón más para no fiarnos de la memoria de Azúa. ¿Se ha informado él de
cuáles eran las lecturas de Baroja? ¿O las de Unamuno? ¿O las de Galdós? ¿O las
de Clarín? ¿O las de Lope de Vega? ¿Solo leían a autores españoles? Ni siquiera
el público general, en los autárquicos años cuarenta, leía principalmente a
autores españoles. Pero esto son los errores menos graves del libro. Más
disparatada es su teoría de los géneros literarios. La poesía, por ejemplo, fue
el principal género literario hasta finales de los setenta, exactamente hasta
el momento en que a él dejó de interesarle la poesía. Le sucedió la novela,
luego el ensayo y, finalmente, el periodismo, exactamente tal como se fueron
sucediendo las dedicaciones principales del propio Azúa. Sus afirmaciones
“científicas” o “sociológicas” son igualmente desopilantes. Pero le estoy
aburriendo...
La manera de razonar de Azúa no es mejor que su información: “Barral ya había enmendado la plana a Diego con la primera antología preparada por Castellet, con la ayuda de Gil de Biedma, Veinte años de poesía española, 1939-
––Me está divirtiendo. Es como si
escribiera la reseña para mí solo. Continúe, continúe.
––Nos cuenta que en 1968 un amigo
le dijo que en Cuba vivía un gran poeta, Lezama Lima; en una semana, conocieron
la noticia sus otros amigos, en unos meses comenzaron las publicaciones. Hoy
las informaciones “llegan por Wikipedia al instante”, hoy ya no cuentan “los
grupos de amigos ni la información oral”. ¿Tendrá idea Azúa de lo que es la Wikipedia ? ¿Cómo voy a
buscar yo en la Wikipedia
a un desconocido poeta cubano si alguien no me informa de que existe? ¿Y cómo
voy a encontrar datos sobre él en la Wikipedia si alguien no se ha ocupado de redactar
su entrada y diversos editores de aceptarla y corregirla? La información oral y
los grupos de amigos resultan tan decisivos hoy como ayer en la formación de un
joven poeta.
––¿Algún disparate científico?
––A ver si encuentro el pasaje
concreto. Lo que dice es que, antes, la ciencia precedía a la técnica. Alguien
descubría la ley de la gravedad y, como consecuencia, se inventaban los
aviones; hoy, en cambio, aparecen los móviles o Internet y la ciencia anda
detrás tratando de explicar lo que jóvenes muy espabilados inventan en un
garaje.
––No puede decir eso.
––Lo dice, lo dice, lo que pasa
es que ahora no doy con la página. Aquí encuentro otra perla. Habla de los
escasos vanguardistas en la narrativa española de los años veinte y añade
“sobre este punto es imprescindible la lectura de Las armas y las letras, de Andrés Trapiello”. Pero ese libro habla
de otra cosa, de la literatura durante la guerra civil (quizá lo confunde con
el Diccionario de las vanguardias, de
Juan Manuel Bonet). Ni siquiera denostando al nacionalismo vasco da pie con
bola. Según él, Arnaldo Otegui arremete “contra los jóvenes vascos que usan
ordenadores y asegura que tras el triunfo nacionalista esos mismos muchachos
estarían triscando por los montes y los bosques de la patria respirando aire
puro”. Sin comentarios…
Martes, 7 de mayo
DE PATRIAS Y PATRAÑAS
Ayer leía a Azúa y hoy presento a Jon Juaristi en la Cátedra Emilio Alarcos. Siempre
que veo a Juaristi le recuerdo “Reunión de antiguos camaradas”, el breve poema de
José Emilio Pacheco: “Ya somos todo aquello / contra lo que luchamos a los
veinte años”.
A sus admiradores y amigos nos
sorprendió, y no muy agradablemente, su llamativo cambio de chaqueta cuando el
primer gobierno de Aznar; la nueva chupa, director de la Biblioteca Nacional ,
era bastante más llamativa que la anterior de oscuro profesor en continua
gresca con el mundo euskaldún que había sido el suyo.
Pero pasan los años y, más que
las discrepancias políticas, puede la admiración por sus versos y por su rara
erudición, y la simpatía por la persona.
Me regala su último libro, cuyo
título procede de Fray Luis de León, Espaciosa
y triste, subtitulado “Ensayos sobre España”. Mientras habla oscuramente de
lingüística y lee, demasiado deprisa, sus poemas, yo no puedo dejar de
hojearlo. La contraportada nos dice que trata de “los orígenes y la historia de
la identidad española, que antecede a todas las identidades regionales
contemporáneas”. Vamos, lo de siempre: todos los nacionalismos son un invento,
salvo el español.
––Me interesa mucho tu libro –bromeo–.
Estoy deseando… destrozarlo, quiero decir, leerlo.
Pero Juaristi no es Azúa ni mucho
menos. Su libro reúne trabajos de sobria y antañona erudición y solo muy de
tarde en tarde aparecen, como caprichosos pegotes, algunas de las rentables
tesis españolistas. En cuanto se olvida de ellas, analiza con igual rigor los
mitos de los independentistas como los de la unidad de España.
Tiene Juaristi mucho que contar y
en la cena nos entretiene con anécdotas de los “grandes hombres” que ha
conocido en su faceta de intelectual orgánico. La mejor es la de la regañina
que le dio el rey en la
Zarzuela y su chivatazo a José María Aznar. Esperemos que
algún día la refiera por escrito. La obligada discreción me impide hacerlo a
mí.
Miércoles, 8 de mayo
FIN DE CURSO
Van terminando las clases y yo aprovecho para repetir, como
siempre hago, un aforismo de Oscar Wilde: “Lo malo de la educación es que nada
que valga la pena aprender puede ser enseñado”.
Todo lo que
de verdad importa tiene que aprenderlo uno por sí mismo.
Viernes, 10 de mayo
Nada me gusta más que cruzar la puerta que lleva de la vida
a los libros, de los libros a la vida. Ayer Marina Lobo me entregó los últimos
títulos publicados por su editorial. Abro al azar esta mañana uno de ellos, Nueva York a diario, de Hilario Barrero,
y lo primero que leo es una anotación en la que el autor habla de que se
encuentra conmigo en la cafetería de Los Porches, “que durante veintiocho años
ha sido un poco su oficina y su casa. En ella recibía a sus amigos, enemigos,
seguidores y detractores. Mañana la cierran”. La anotación lleva la fecha del
martes 28 de septiembre de 2010. Sí, al día siguiente cerraron esta cafetería,
pero meses después la volvieron a abrir –muy mejorada– y ahora estoy de nuevo
en ella, como casi todas las mañanas desde 1982.
Un amigo
burlón me dijo una vez: “Eres como la reina de Inglaterra. ¿Recuerdas los
versos que el poeta laureado Philip Larkin le dedicó en un aniversario? In times when nothing stood / but
worsened, or grew strange, / there was one constant good: / she did not change”.
“¡Lástima grande que no sea
verdad tanta belleza! –le respondí–. Nada me gustaría más que el que alguien
dijera de mí algo semejante: “Cuando nada perduraba, / sino que desaparecía o
se estropeaba, / había al menos un bien inmutable: / él no cambiaba”.
Pero
cambio, y a peor, y desapareceré un día, como todo y como todos. Pero de
momento aquí estoy, saboreando un café y unos libros recién salidos del horno,
como cada mañana desde hace ya más de treinta años. ¡Cuántas vueltas ha dado el
mundo sin que yo me moviera del sitio!
Honradísimo. "Como escrito a cuatro manos por Jorge Guillén y Jaime Gil de Biedma". Mi pecho amenazó con romperme la camiseta.
ResponderEliminarSólo un matiz: las experiencias de promiscuidad, por su propia esencia, casi nunca se convierten en engorrosa rutina, ni aún insistiendo en ellas.
Y, aparte de todo eso, rabio por conocer la anécdota de Juaristi con el rey y también la del chivatazo. Aah...
Ya veo que sigues leyendo el blog, amigo Piquero. Muchas gracias.
ResponderEliminarJLGM
Casualmente hoy publicamos en zUmO dE pOeSíA un poema de Félix de Azúa. A nosotros nos gusta (el poema, no el poeta: nuestro blog va de obras, no de autores). Copiopego:
ResponderEliminarAhora es mi turno, cuando cierro los ojos
y me olvido de ti, de tu salvaje higuera y tus higos salvajes,
cuando tu carne, como un libro de cuentos, resplandece en la noche
a la luz de un hogar mediterráneo;
y me dejo cegar por el brillo solar de la memoria
mientras mi cuerpo entero se quema en un chispazo.
Ahora infantiles yemas te descubren, y entre las llamas muertas
rescato el viejo yugo, los utensilios viejos y las viejas guirnaldas
del buey, de la cebada y de la Pascua de Resurrección.
Es mi turno, no el tuyo. Te levanto en mis palmas
como se exponen los recién nacidos
a las nubes plomizas, irritadas
como vacas repletas que atronan el establo
los campos secos, el pozo, la uva amarga.
Pero tú, hecha una niña, también tientas las ubres, y arqueada
jadeas entre brasas; es mi turno y tú danzas
resonando perpleja y sonriente,
átomo, brizna, astilla de una combustión
que no puedo pensar sin sentirme infinito.
Tus yemas y tu sonrisa atónita me invitan al incendio…
pero me venden luego por la espalda como cosa fútil,
como ese azar minúsculo, gratuito
que te alcanza las nubes y se empeña en durar.
Y mientras tú contratas con terribles clientes
a los que yo sólo conozco por el nombre,
y cuyas sombras, mantos, miradas esquinadas,
me hacen alzar la sábana aterrado;
hundido al fin, hundido,
olvidado por fin, perdido y solo, cobijado en mí mismo,
puedo gritar, gritar hasta romper el techo y por la grieta ver
la esplendorosa faz sin ojos y sin boca
que me agarra del cuello y me disuelve en risas,
fuego de azufre, espanto y aroma de castaños.
Una puntualización. El "atronan" es del texto poético original, que siempre respetamos (al menos así viene en Internet). Parece ser que lo correcto es "atruenan".
ResponderEliminarSoy pesada, lo sé. Atronar, según el DRAE, es
ResponderEliminaratronar.
(Del lat. attonāre).
1. tr. Asordar o perturbar con ruido como de trueno.
2. tr. aturdir (‖ causar aturdimiento).
3. tr. Tapar los oídos de una caballería para que no se espante con el ruido.
4. tr. Dejar sin sentido a una res en el matadero con un golpe de porra, para degollarla después.
5. tr. Matar un toro, acertando a herirlo de punta en medio de la cerviz estando echado.
6. intr. ant. tronar.
7. prnl. Aturdirse y quedarse sin acción vital con el ruido de los truenos. Se dice tratándose de los pollos al tiempo o antes de salir del cascarón, y de los gusanos de seda y otras crías, que se pierden o mueren cuando truena.
¶
MORF. conjug. actual c. contar.
No obstante, aquí parece que el poeta inventa el verbo "atronar" (y de ahí su distinta conjugación) como "llevar en un trono".
Ya no doy más la lata, ni la tabarra, ni la barrila. Je le promet.
Muy útiles comentarios.
ResponderEliminarJLGM
Una inútil pijotería:
ResponderEliminar“Reunión de antiguos camaradas”, el breve poema de José Emilio Pacheco: “Ya somos todos aquello / contra lo que luchamos a los veinte años”.
Hay un par de erratas. El primer verso dice "Ya somos todo aquello", sin ese. Y el título es, exactamente, "Antiguos compañeros se reúnen". Aunque creo que me gusta más la variante aquí propuesta.
Honradisimo,yo tambien de cerrar las imagenes con ese libro. Muchas gracias. Yo tambien sigo leyendo siempre el blog.
ResponderEliminarCorrijo la errata, Ladino (no el título).
ResponderEliminarJLGM
Amigo Martín, no encuentro del todo descabellado eso de Félix de Azúa; me refiero a lo que dice sobre que la intentona de Tejero acabó de "asentar" el gobierno socialista. Porque, tirando por elevación (habilidad que no acabo de reconocerte), la algarada tejeril hay quien sospecha que fue una turbia maniobra que está por esclarecer y que de alguna manera contribuyó a consolidar el bipartidismo desactivado. Quiero decir que, pese a que fue la UCD el partido que gobernó tras el "golpe", en realidad ya le estaban preparando el acomodo (el "asentamiento" que refiere Azúa) al PSOE como única y domesticada opción de izquierdas en España.
ResponderEliminarPuestos a pensar mal (yo entiendo que quizás sea pensar bien, porque es un planteamiento sensato), pudiera darse el caso de que los Poderes -nacionales y foráneos- se hubiesen conjurado para editar una tragicomedia trucada, que tuviese por desenlace... lo que AHORA tenemos: el dominio avasallador de la derecha económica, que sólo había amgado con que se iba a moderar y a respetar el juego democrático.
Existe -indudablemente- un antes y un después del golpe del 23-F. Que la izquierda, viéndole las orejas al lobo, reculó es una perogrullada. Sólo hay que fijarse en el comportamiento ulterior del PC de Carrillo. Del PSOE sospecho que -con golpe o sin golpe-iba a tomar la deriva que después eligió, porque, como en el caso del escorpión, esa era y es su naturaleza: don Felipe no necesitaba de estímulos coercitivos para escorar a diestra, traía bien aprendido el guion (mejor guión, pero...).
De manera que con un poco de comprensión, podríamos dar por bueno que el Tejerazo "asentó" la opción socialista (y de paso la Monarquía), sin darle la menor chance a otros partidos de (verdadera) izquierda.
Ahí te queda, buen Martín: puedes espatuxar cuanto quieras.
En todo caso, "asentaría" la opción socialista, pero no el gobierno socialista... que no existía cuando se dio el golpe.
ResponderEliminarEn cualquier caso, valore lo que valore la capacidad de razonamiento de F. , lo que está claro es que me parece peor que la de Azua.
JLGM
Perdón, quería decir que "no" me parece peor que la de Azúa, ni mucho menos.
ResponderEliminarJLGM
Llámalo como quieras, Martín, para el caso es lo mismo: se amedrenta a la izquierda para que limite sus aspiraciones. Y el PSOE, con su engrasada maquinaria demagógica ("pero si parecen más de izquierdas que el PC...", se solía a oír a la gente). Y así fue la cosa: entre el PP y el PSOE se encargaron de demonizar al PC (esa fue la verdadera "pinza", no la que denunciaban cínicamente los socialistas). Y los resultados están a la vista: aún hoy, pese al descrédito y la indignación que ha cosechado el PSOE, muchas personas de izquierdas tienen cierta prevención a votar a IU (los "comunistas" como oportunistamente decían los voceros "socialistas" en campaña electoral). Un reflejo pauloviano, por lo que se ve.
ResponderEliminarLa verdad es que me importa un bledo la opinión de Azúa, Kutz; tampoco entiendo lo que quiere decir con ese "asentamiento"; eso es lo de menos, porque lo que me importaba es hacerte llegar esa versión de los hechos que tienen relación con el 23-F, que apunta a maniobras en la sombra y a complots a varias bandas. No sé si tu le das verosimilitud o se la niegas. Lo cierto es que no ganamos para espantos.
PD.- Acaban de echar a Maruja Torres de El País. Lo disfrazan de cambio de sección (¿necrológicas?) pero es un despido por represalia..., por sus artículos de la sección Opinión, en los que acostumbraba a dar caña a los altos poderes de Hispanistán: va a resultar que la falacia "chavista" no era un hecho aislado. Lo que te decía, Martín: en las crisis se caen muchas caretas.
Salud.
Nunca se debe desmentir una obsesión. Ni una teoría de la conspiración.
ResponderEliminarQue cada palo aguante su vela, o su manera de razonar.
JLGM
No hay que confundir la convicción con la obsesión. La convicción está sujeta a la experiencia: lo que hoy nos convence deja de hacerlo ante pruebas concluyentes en contrario. La obsesión tiene un fondo patológico y, generalmente, ni siquiera entra en conflicto con la razón: el obseso es consciente de su mal y, pese a no poder remediar aquella compulsión, sabe discernir.
ResponderEliminarY en cuanto que una teoría de la conspiración no deba ser desmentida..., pues que me parece que nos estás tomando el pelo, buen Martín; claro que hay que combatirla si es tan insidiosa y corrosiva como la que sostienen ciertos periódicos (y sus mentores en la sombra) en lo que se refiere a los atentados del 11-M. Por el contrario, si hubiesen indicios razonables de conspiración criminal en el asunto del 23-F, no sólo no habría que desmentir sino que debiéramos EXIGIR una investigación veraz que dejase en claro las cosas.
Y sí, es pintoresco lo variado que puede llegar a ser el modo de razonar de la gente.