sábado, 20 de abril de 2013

Nada personal: La importancia de leer



Domingo, 14 de abril
BENDITA INCONSCIENCIA

Disparan balas cada vez más cerca. Ayer fui a visitar a una amiga que había resbalado mientras limpiaba la terraza de su casa y se había fracturado la muñeca, hoy me encuentro con otra que se rompió un pie y por fin se atreve a salir con muletas y me hablan de otro amigo al que le ocurrió algo semejante en la pista finlandesa…
            Tengo sesenta y dos años y nunca me he caído, nunca me he roto nada, nunca me he quedado inmovilizado en casa… ¿Hasta cuándo durará la buena racha? Me entran temblores cada vez que pienso en que, de un momento a otro, todo puede cambiar. Solo de pensar en no poder ir corriendo de acá para allá, como hago siempre (incluso cuando no tengo ninguna prisa), me pongo a temblar y a sudar.
¿Quién me iba a cuidar si soy un egoísta que vive solo y nunca se ha preocupado por nadie? Paso un mal rato, acobardado y obsesionado. Pero como, entre mis muchos defectos, tengo el de ser un inconsciente por la noche ya me he olvidado del asunto.
            Camino, como todos, por el borde mismo del abismo, pero mientras no dé un mal paso –acabaré dándolo, ya lo sé–  silbo feliz y sigo mi camino.

Lunes, 15 de abril
NO ES UN MAL

Leo a Leopardi: “La muerte no es un mal: libera al hombre de todos los males. La vejez es el sumo mal: priva al hombre del placer, dejándole el deseo, y acarrea todos los dolores. Sin embargo los hombres temen a la muerte y aspiran a llegar a viejos”.


Martes, 16 de abril
EL REY CALÍGULA

A mis amigos les ha divertido mucho que Francisco Bastida, en respuesta al comentario de su artículo, me llamara ignorante y me invitara a matricularme en Derecho si quería saber que es eso de la “inviolabilidad” de la persona del rey. También afirma que soy como el que conducía por la autopista en dirección equivocada y pensaba que los equivocados eran los demás.
            ––Mira –me dice Ángel pasándome La Nueva España–, lo que escribe Jesús Iglesias, senador de Izquierda Unida. Por una parte, se refiere a eso que tú señalas, y que todo el mundo parece olvidar, a que “el rey ha jurado guardar y hacer guardar las leyes”, pero a continuación añade: “Sin embargo, el artículo 56.3 afirma que la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidades, aunque incumpla las leyes”.
            ––Es un tema que ya me aburre y no pienso seguir hablando de él. Que en España todo el mundo piense, incluso los expertos en Derecho, que nuestra Constitución es la única constitución democrática del mundo en la que estarían a gusto un Nerón o un Calígula, pues allá ellos. Ya se sabe que en España se inventó el esperpento. Según la interpretación de Jesús Iglesias, si al Jefe del Estado español le da por robar (o por quedarse con un tanto por ciento de los negocios que favorece) o por ser polígamo o por montar un local de trata de blancas en uno de los palacios del Patrimonio Nacional, la justicia no puede hacer nada, los periódicos tienen que callar y los españoles mirar para otro lado. Que conste, que no se me ocurre decir, ni insinuar siquiera, que el actual Jefe del Estado haya incurrido en ninguna actividad delictiva. Los que lo insinúan son otros, y constantemente. Lo que yo digo es que, según la extendida y espúrea interpretación del artículo 56.3, si no lo ha hecho es porque no ha querido, por su honestidad natural, no porque ninguna ley se lo impida.
            ––-¿Y tú no crees que dice eso el artículo de la Constitución? Si todo el mundo, hasta los más expertos, lo interpretan así, ¿en qué te basas tú para afirmar lo contrario?


            ––-En que quienes así entienden citan siempre una frase, no el artículo completo. Y el sentido de una frase depende del contexto. Mi admirado Francisco Bastida me podrá dar lecciones de muchas cosas, pero quizá no del arte de leer, que es a lo que me he dedicado toda la vida. Te repito el artículo completo. He acabado aprendiéndomelo de memoria, como los poemas que comento en clase: “La persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Sus actos estarán siempre refrendados en la forma establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo dispuesto en el artículo 65.2”. Los artículos aludidos señalan que los actos de “la persona del rey” (a la que se refiere el posesivo “sus”) deben ser refrendados por el presidente del Gobierno, salvo el nombramiento de los miembros civiles y militares de su Real Casa y la distribución de la cantidad que recibe de los presupuestos del Estado para su sostenimiento. Si consideramos aisladamente la primera oración, podría interpretarse que “la persona del rey” incluye tanto la esfera política como la esfera privada del monarca, esto que la “inviolabilidad” se refiere tanto a su actividad de “sancionar y promulgar las leyes” como (hablo en hipótesis, que conste) a si roba, mata, se salta los semáforos en rojo o conduce con una elevada tasa de alcoholismo. Pero el artículo no termina ahí. La siguiente oración nos indica que sus actos deberán estar “siempre refrendados” por el presidente del Gobierno o por el ministro correspondiente y que sin ese refrendo carecen de validez. Queda por tanto claro que “la persona del rey” de la primera frase alude solo al rey en el ejercicio de sus funciones constitucionales, para nada se refiere a su vida privada. Esto es lo que dice, tal como está redactado, el artículo 56.3, y si alguien tiene dudas, el encargado de resolverlas es el Tribunal Constitucional. Pero a nadie se le ha ocurrido recurrir a él. A los españoles de a pie los expertos nos han engañado haciéndonos creer que teníamos una monstruosa Constitución que situaba al encargado de “cumplir y hacer cumplir las leyes” al margen de esas leyes y pudiendo saltárselas cuando le conviniera. Vamos, que teníamos un rey Calígula, un Nerón, un Tiberio que, en su vida privada, podía hacer de su capa un sayo y revivir las delicias de Capri o el incendio de Roma sin que a nadie le estuviera permitido ponerle el más mínimo reparo. Exagero, claro. Pero eso es lo que se deduce de la interpretación que Francisco Bastida (y todos los expertos que aparecen en los periódicos) hacen de ese dichoso artículo.
            ––O sea que, como siempre, solo tú tienes razón.
            ––Búrlate lo que quieras. No voy a hablar más del asunto. Solo le diría a mis conciudadanos que lean directamente la Constitución y saquen sus propias consecuencias. Y que no se fíen demasiado de los presuntos expertos. Muy expertos en economía eran los que les endosaron las preferentes y muy expertos en derecho constitucional los que nos dicen que el monarca, en sus actividades privadas, estaba por encima del código penal. Pero se equivocan, como se equivocaron los cortesanos que veían al rey del cuento de Andersen o de don Juan Manuel engalanado con ricas vestiduras. Yo soy como el niño del cuento que se atreve a decir que el rey está desnudo. Sí, desnudo, y desde el punto de vista de una posible imputación por sus actividades privadas con el culo al aire.
            ––No te pases.
            ––No me paso. Es una expresión coloquial, nada ofensiva, que solo indica que, por miedo a tocar la Corona, los legisladores no desarrollaron esa parte de la Constitución y no incluyeron a los miembros de la Casa Real entre los ciudadanos sujetos a “procedimientos especiales”, como ocurre, por ejemplo, con diputados y senadores. Cualquier juez puede llamarlos a declarar. Y pasemos a hablar de otra cosa, que ya me aburre este asunto. Solo quiero que conste que, cuando he hablado de los posibles delitos del Jefe del Estado en su actividad privada, he hablado siempre en hipótesis, sin referirme para nada al actual Monarca, a quien jamás me imaginaría, como hacen otros, saltándose la ley a la torera durante más de treinta años, plenamente confiado en la opinión de los “expertos”.

Miércoles, 17 de abril
SOLO LO NECESARIO

Sigo con Leopardi: “El hombre suele ser tan malvado como cree necesario. Actúa rectamente cuando no le son útiles sus malos instintos. El hombre inteligente, quiero decir; el estúpido hace el mal aunque de hacerlo no le venga ningún bien”.


Jueves, 18 de abril
NO SÉ CALLAR

Encuentro a Álvarez Areces en la lectura de poemas guaraníes del Ateneo Obrero de Gijón. Ahora anda bastante menos acelerado que cuando era presidente. Se queda a charlar después del acto y nos cuenta algunas de sus aventuras como alcalde de Gijón. Recuerda que, en su primera campaña, cuando hacía propuestas para cambiar la imagen de la ciudad, le decían que lo suyo eran “pompes de xabón”. Y que cuando se inauguró el Elogio del Horizonte hubo tres manifestaciones en contra y un exaltado se acercó y le dio un puñetazo. Ahora la escultura de Chillida forma parte de la imagen mejor de Gijón y nadie ha pedido disculpas. Se nota que le gusta contar batallitas, como a cualquier jubilado. Le sugiero que escriba sus memorias, pero le aviso de que Planeta solo se las pagará bien si habla de sus compañeros de partido.  Sonríe, seguro que tiene al respecto muchas cosas que contar. Pero no las contará nunca.
            Yo, en cambio, como no sé callar, acabo hablando de lo que no debía, de lo que había prometido no hablar más. Y comparo el famoso viaje de la última cacería africana, valorado en más de cuarenta mil euros, y regalo de un intermediario en ciertos negocios saudíes, con el viaje a Canarias de ochocientos euros o las cestas de Navidad que han propiciado varias de las imputaciones en el caso Marea. “Cohecho impropio en ambos casos –digo–, pero que en uno necesita ser probado y en el otro ha sido confesado por la propia Casa Real”. Procuro enseguida cambiar de tema, y no porque la lectura más correcta del artículo 56.3 (que permite imputar delitos, si se diera el caso, a cualquier Borbón) no interese en el republicano Ateneo Obrero, sino porque hasta yo, que soy la persona más torpe del mundo, me he dado cuenta de que el ejemplo del caso Marea no es el más adecuado para tratar en la grata compañía del expresidente.


Viernes, 19 de abril
LA SOLUCIÓN EL JUEVES

Hojeamos en la tertulia el maravilloso libro de C. S. Lewis La experiencia de leer. Y acabo hablando, una vez más, del tema del que no quiero hablar.
–-Se repite mucho la queja de que en España se lee poco. Pero dado lo que suele leer la gente, premios Planeta y cosas así, no se pierde mucho. Más importante es que algunos solo lean por encima, y sin enterarse, aquello que se dedican a explicar.
––¡No, otra vez la Constitución, no! ¡Ya estamos convencidos de que un delincuente no puede ser Jefe del Estado español aunque se piense lo contrario!
––No solo es eso. Aquí un catedrático de Ética y experto conferenciante en la materia puede publicar bajo su nombre un libro que no es que no haya escrito, es que ni siquiera lo ha leído.
––¿No te referirás a mi admirado Fernando Savater?
––La solución el próximo lunes en "Crisis de papel", amigo Almuzara.

34 comentarios:

  1. Sr. García Martín: el rey se rige por leyes extramuros de la Constitución y en teoría tiene que ganarse el puesto día a día. Se llama legitimidad de ejercicio. Si el rey incumple, se le sanciona con la pena de rechazo y desafección. Y si su incumplimiento es mayúsculo, se le castiga con destierro (como al Cid Campeador, ji-ji). Pasó con Isabel II, pasó con Alfonso XIII... y con más gente.

    Por eso no hay monarquía en sitios donde la hubo: Portugal, Francia (bueno, lo de los gabachos es rocambolesco porque guillotinaron a Luis XVI y luego entronizaron un empéreur Bonaparte que provocó más muertos que todos los Luises juntos). Yo no sé de historia (ni de casi nada) pero es lo que tengo entendido.

    Aquí la sociedad española, al aceptar (puesto por Franco) al nieto del último rey, le dio en 1978 (referéndum constitucional) un enorme boto de confianza a Juan Carlos (y a la monarquía en general). Da la impresión de que ni la persona ni la institución han estado a la altura de ese voto.

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  2. Qué horror, he escrito voto con b (luego lo puse bien con v). Puedo prometer y prometo que fue un error de tecleo. O sea, la culpa fue del párkinson, no del alzhéimer.

    Por cierto, qué curioso juego de palabras: votar al rey (al votar la Constitución), botar al rey (al decirle bye-bye, king).

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  3. Varias cuestiones: 1) En mi opinión, tiene razón JLGM en lo que dice acerca del modo de interpretar correctamente el debatido artículo de la Constitución. No la tiene, en cambio, como él mismo parece comprender (pero no se corrige) en dar tantas vueltas aquí al asunto. Ya ha quedado claro lo que piensa al respecto. Es suficiente con eso, creo.

    2) Donde dice "pudiendo saltárselas cuando le conveniera", dice mal; debiera decir "conviniera". Más interesante es lo de "una elevada tasa de alcoholismo". El alcoholismo es, según el DRAE, el "abuso en el consumo de bebidas alcohólicas". La tasa no mide el alcoholismo, que es una conducta; mide la presencia de alcohol (en sangre); es, por tanto, "de alcohol", no "de alcoholismo", a mi parecer. (Y el "boto" de confianza de la comentarista, una divertida errata republicana).

    3) En la primera entrada, la del domingo, nos cuenta JLGM una serie de accidentes sufridos por amistades suyas. Ni una palabra de compasión o solidaridad hacia ellas: sólo hacia sí mismo. Creo, efectivamente, que muestra ahí ser un tantico egoísta, y que quizá combatiría en algo los "temblores y sudores" de que nos habla si fuera capaz de mirar algo menos al propio ombligo y un poco más a los otros, cuyo posible sufrimiento es genuino (no imaginario) y suyo (es decir, no forma parte del universo JLGM). Me atrevo a sugerir que no sería un mal ejercicio, y que sus virtudes terapéuticas demostrarán ser reales. (O republicanas, a su elección).

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    1. Jolines, aquí hay que cogérsela con papel de fumar.
      Pedro.

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  4. Respuestas al anónimo:
    1/ Si mi lectura es correcta, no está mal repetirla, ya que insistentemente se nos insiste en la contraria. Y no es un asunto baladí: está en juego, a mi entender, la dignidad nacional (y la mía propia, como votante de la Constitución).
    2/ Me divierte la trascendencia moral que algunos dan a los errores lingüísticos. Todos podemos cometerlos, por distracción o por otros motivos. Cuando nos damos cuenta, los corregimos, y no pasa nada. Gracias a esos descuidos habituales muchos profesionales se ganan la vida: los correctores.
    Cambio "conviniera" porque es lo que yo digo; y dejo "tasa de alcoholismo" porque me suena bien.
    3/ Un poco tonta esta observación. Para saber si una persona es egoísta o solidaria no hay que fiarse de lo que dice, sino de lo que hace. Yo soy de los que opinan que un caballero no debe, no ya alardear de, sino ni siquiera mencionar,sus buenas cualidades.

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    1. Acepto, desde luego, la reprimenda; no tanto el tono, que me parece un poquitín innecesariamente... ¿alto?

      No creo, y no pretendía, haber dado ninguna "trascendencia moral" a mi observación sobre la "tasa de alcoholismo"; mi intención era señalar únicamente un error, o lo que yo creo tal, lingüístico, y dar mis razones para creerlo así. La tasa de alcohol en sangre no mide, ni podría medir, el alcoholismo, que es una conducta, como dije, y un hábito, aunque eso no lo diga la definición que copiaba del DRAE, que en esto creo insuficiente. Determina sólo si una persona, alcohólica o no, ha consumido en la ocasión concreta más alcohol del que la ley permite. Pero lo de que "le suene bien" me parece a mí un argumento decisivo, tratándose de un escritor (no si fuera un informe judicial o médico), y nada tengo que objetar a él. (Y lo digo sin un adarme de ironía, que conste: es lo que de veras pienso).

      Y, por fin, no pretendo saber, por un comentario casual, si alguien es egoísta o no; me parecería absurdo. Ni intentaba decirlo. (Lo dice el propio JLGM: "soy un egoísta", pero no creo, y más después de esta respuesta, que lo diga en serio). Yo decía literalmente que "muestra AHÍ -nada más que ahí- ser un tantico egoísta". El resto es irónico, aunque acepto (es el riesgo que siempre tiene la ironía) que esa condición no fuera suficientemente evidente; lo acepto y, si es así, lo siento. Mi propia opinión (que desde luego no tiene importancia alguna) es que JLGM no es, en absoluto, una persona egoísta..., aunque a veces le guste decir lo contrario.

      Y desde luego que no pretendía hacer el papel (tan necesario como poco reconocido, creo) de un corrector profesional, sino sólo hacer, en tono distendido y amistoso, lo que ellos hacen: señalar lo que, en mi opinión, puede cambiarse, acaso para mejor. Pero repito, y termino, que el argumento sobre el gusto personal me parece, en esta materia, decisivo.

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    2. Mis disculpas por el tono. En mi caso, siempre un poquito alto y algo agresivo. Es una reacción contra cierta buena educación que confunde el respeto a las personas con el respeto hacia cualquier cosa, fundada o no, que puedan decir las personas.
      Las observaciones sobre los errores, yo siempre las tengo en cuenta y las agradezco. Es muy fácil equivocarse al teclear o incurrir en un lapsus. Y lo bueno que tiene este medio es que puede corregirse de inmediato (en el libro o en el periódico hay que cargar con la culpa).
      Y muy razonable lo que dice de la tasa de alcohol. Tendré que cambiar mis hábitos lingüísticos al respecto.
      Una última cosa: no hay que fiarse demasiado de los elogios que uno se dedica a sí mismo, como todos sabemos, ni tampoco de los reproches, casi siempre falsa modestia o coquetería.

      JLGM

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    3. Lo sé, lo sé (lo de no fiarse, etcétera). En el caso de JLGM, forman además parte (necesaria, y muy convincente) del personaje literario. Es un poco como lo que ocurría en el caso de Borges, siempre dispuesto a quitar valor e importancia a su obra, pero que a veces deja entrever que no era eso exactamente lo que pensaba. Por otra parte, comprendo bien lo que dice acerca del tono. Sólo que eso, a mi entender, tiene un riesgo: el de herir innecesariamente al interlocutor, y crear una división o un enfrentamiento que acaso hubieran podido evitarse. Me apresuro a señalar que creo que no es mi caso. Pero éste, el de la gente de letras, es un gremio en que, como es sabido, abundan las sensibilidades a flor de piel, por motivos que no siempre (aunque sí muy a menudo) pueden reducirse en último análisis a cuestiones de pura vanidad. En fin, cada uno es como es; y en el ambiente de zalamería visible y puñalada trapera en el que tantas veces nos movemos, son enormemente de agradecer cualidades como la honestidad y la franqueza. Y si a veces producen algún escozor..., bueno, hay cremas para la piel.

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    4. Muy sensatas palabras y muy de agradecer, pero cuesta un poco acostumbrarse a tratar con anónimos. Claro que en Internet parece que no hay más remedio que acostumbrarse. Pues yo seguiré luchando contra esa tonta costumbre.

      JLGM

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    5. Hombre, por una vez y sin que sirva de precedente, confesaré que soy el conocido Anónimo Cereijo. Pero ya he explicado más de una vez que me gusta, y agradezco, la libertad que da el anonimato. Incluso aunque a veces, y sobre todo para ojos tan penetrantes y leídos como los de JLGM, la máscara resulte del todo transparente. Pero pienso sinceramente que no hace daño a nadie. Y, si sólo es un capricho o una tonta costumbre..., bueno, dejemos al chico que se divierta así, ¿no?

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    6. Pues esta vez no había reconocido a mi anónimo habitual, aunque sí su ponderación y sensatez. Pero si quiere no decir su nombre al menos debería buscarse un pseudónimo para saber cuándo hablamos con la misma persona (o numeraran el anónimo).

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    7. No tengo inconveniente en firmar las sucesivas intervenciones que pueda hacer aquí con un seudónimo. Pero tendrías que respetarlo. Ya me ha ocurrido que adopté uno, y tú, descubriéndome, revelaste aquí mi nombre. Por eso adopté el anónimo. Así que no seas malo, y yo prometo ser bueno. O intentarlo.

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    8. LO mismo se puede descubrir un anónimo que un pseudónimo. Firmar lo que se escribe, dar la cara, debería ser una exigencia mínima en cualquier comunicación intelectual. Lo contrario, salvo en regímenes dictatoriales, salvo cuando peligra la libertad o la vida, o es un acto deshonestidad o un juego que pronto pierde la gracia.
      Bueno, no quiero ser rotundo. Hay gente que piensa lo contrario, pero es gente a la que yo valoro poco, salvo alguna excepción, como mi admirado José Cereijo.

      JLGM

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    9. Mil gracias. (La admiración es mutua, como usté bien sabe; y esto no son los "bombos mutuos" que decía Clarín, sino la puritita verdad). Utilizaré a partir de ahora un seudónimo, que desde luego no voy a desvelar aquí. No me descubras, please, que el ser el hombre invisible es una vieja fantasía personal. Aunque luego te vea todo el mundo. Si uno sigue creyéndose invisible, qué más da.

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  5. Parece usted ciertamente obsesionado con la inviolabilidad del rey y el constitucionalismo del título II dedicado a la Corona. Que todos hemos aceptado sin más hasta ahora, por lo visto.
    Cuando de lo que se trataría es de acometer reformas progresistas más profundas, del modelo de estado, del modelo de sociedad, y de la forma en cómo nos relacionamos los unos con los otros en esta Piel de Toro llamada España o Estado español.

    A mi que me den, salvando lo presente, un Agustín García Calvo, la institución libre de Enseñanza, el entronque misional con el PSOE original y obrero socialista, más lectura y menos fútbol, culebrón y botellón, un sentido de república, donde además de poder elegir nominal y formalmente a la jefatura de estado, las condiciones socioeconómicas cambiaran para mejor y para la amplísima mayoría social; una educación conectada con lo público y el tejido empresarial a tope, pero sin olvidar jamás el sentido integral, la reflexión crítica sobre bases humanísticas plurales primordiales, una España en la que no habría que recurrir nunca a " los escraches ", las algaradas callejeras, tan indignadas como soslayadas y obviadas, etc.
    En una España, donde, según Luis Eduardo Aute, se viven tiempos prerrevolucionarios, porque ya hay escasez, comedores sociales repletos, parados a gogó, pesimismo y falta de perspectivas.
    Lo lampedusiano de " quítate tú para ponerme yo " o " que todo cambie para que realmente no cambie nada en lo sustancial " es de una hipocresía mayúscula, y no sirve para abordar
    problemas gravísimos de bienestar, de modelo de sociedad, para denunciar lo injusto acuciante ( que también tiene su lirismo ).

    Un saludo a un autor acomodado y tal vez acomodaticio, pero coherente, único y de gran
    espíritu artístico. Animador a la lectura y a la cultura siempre.

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  6. Gracias por las últimas palabras. Los buenos deseos anteriores están muy bien, pero para que se hagan realidad no basta con enumerarlos. Hace falta indicar el modo de conseguirlos y ponerse a ello.
    ¿Acomodaticio yo? Bueno, pero a unas cosas sí y a otras no. Y desde luego nunca me acomodaré a las bobaliconas buenas intenciones. ¿Qué es eso de "más lectura y menos fútbol"? Aparte de que hay lecturas tan basura como ciertos programas de la televisión, ¿cómo se consigue? ¿prohibiendo el fútbol e imponiendo por decreto varias horas de lectura al día? ¿Y no se puede ser un gran aficionado al fútbol y un gran lector? (Conozco más de un caso).
    En fin, que señalar un problema concreto, tan esencial como que el Jefe del Estado debe respetar la ley (en contra de lo que todavía nos dicen), me parece bastante más importante para comenzar la regeneración de España que una inoperante enumeración de buenas intenciones.

    JLGM

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  7. No tenga miedo; yo siempre espero que Ud. esté bien, y de momento, mis plegarias son atendidas, porque además no soy la única que vela por Ud. No sé porqué lo hago, pero lo hago. Quiero decir que no es de mi sangre ni un amigo cercano real. Pero no importa.
    Siga caminando al borde del abismo. Si, todos lo hacemos.
    No tema nada. O hágalo. Yo le admiro, porque el tiempo que tiene entre sus manos, es muy valioso.
    a.r.

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  8. Tiene razón Martín: para intentar la regeneración de este desgraciado secarral, en lugar de perderse en nebulosas, que estará muy bien tenerlas en cuenta como telón de fondo del drama, hace falta también afrontar puntualmente aquello que, por su especial gravedad y actualidad, nos debe acuciar a hacerle frente.
    Si fuésemos capaces de poner al rey "en su sitio" (si hobiese menester) significaría algo más que resolver un conflicto que afecta sólo parcialmente a nuestra gobernanza de pueblo que aspira a vivir en civilización y dignidad. Significaría mucho más, porque se haría patente el poder de la ciudadanía (ese que está en cuestión ahora) y el pulso democrárico que nos quede. Lo demás, vendría por añadidura.
    Esto enlaza con algo que vengo sosteniendo desde antiguo y que me ha llevado muchas veces a la exasperación, en vista de la cerrazón mental de gente que parecía inteligente. Me refiero a la permisividad (por la otra parte la clara intención de encomiar) para que los símbolos del fascismo hayan insultado impunemente a los demócratas (y a unos cuantos cientos de miles de viudas, hermanas de viudas, hijos de viudas, demócratas de la gleba...) desde las esquinas de nuestras calles. Cuando hacía yo patente mi escándalo, estos que cito me miraban poco menos que conmiserativamente, porque aquellas eran cosas menores y "eran historia"(!!!). A la vista está lo que había detrás de la solapada complicidad de unos y de la flojera de los otros.
    Y es que hay cosas que, por elemental sanidad, hay que erradicar desde el principio. Si no, viviremos expuestos a males imprevisibles. De hecho, ya estaríamos enfermos.

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  9. Buscar en la lectura el alimento adecuado. Difícil tarea; se requiere una escrupulosa labor de selección para confeccionar una dieta saludable, porque cada palabra ha de convertirse en sangre siempre renovada.

    Y...

    ESTO es todo:
    El camino acaba
    en el huerto.

    BUSON.

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  10. No soy licenciado ni experto en Derecho y menos en su rama constitucional pero llevo bastantes años trajando con normas de distintos ámbitos como administrativo y mercantil y además recuerdo lo que el Código Civil dice en cuanto a su interpretanción. Por eso, atendiendo al sentido propio de las palabras y al contexto estoy plenamente de acuerdo con la interpretación del citado artículo de la Constitución que realiza JLGM.Pero esa misma actitud crítica se añora cuando aparecen los prejuicios ideológicos y creo haberlos notado en algunas ocaciones en las que hemos debatido sobre la figura y obras de Garzón y el "Honorable" Pujol, por ejemplo.
    Respecto a la primera cita de Leopardi no estoy seguro que en una sociedad tan secularizada como la actual el personal tenga miedo a la muerte, en todo caso al dolor, pero esto parece razonable porque no todos somos de las misma materia que los héroes.
    Por último sobe el cohecho impropio entiendo que no tiene entidad para ser calificado de delito.
    Javier

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  11. Muy atinadas las observaciones. Y en cuando a la última, quizá sí la tiene para ponerse a investigar. A saber lo que aparecería.

    JLGM

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  12. No sé yo muy bien qué tenga que ver la secularización (un tantico dudosa, a mi entender) con la falta de miedo a la muerte. Puede que eso haga perder el miedo a lo que puede pasar después de la muerte, pero no el miedo a la aniquilación, a la nada. Yo, que no soy creyente, sospecho que preferiría el infierno (a todo se acaba acostumbrando uno; véase el condenado de Dante que intenta sumergirse en su acostumbrado lago de pez hirviente, y lamenta no poder hacerlo). No es lo que hay después de la muerte, sino precisamente lo que no hay, lo que puede resultarle a uno digamos que no muy estimulante.

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  13. Pues a mí la nada no me da ningún miedo. Quizá resulte preferible a cualquier paraíso. Yo me quedo con la afirmación de Ángel González: "No es lo que hay después de la muerte lo que me da miedo, sino lo que hay antes".
    A mí una muerte durante el sueño, a los noventa años, tras una vida sin enfermedades graves, y después de haber escrito el día antes un poema o una página del diario o el comentario de un libro, y haber dado un paseo como todos los días, la verdad es que no me da ningún miedo.

    JLGN

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  14. Suerte que tienes. "El sueño es bueno porque despertamos / para saber que es bueno. Si la muerte / lo es, despertaremos; / y si no, y no es dormir, // con todo cuanto es nuestro rechacémosla / mientras en nuestros cuerpos condenados / dura, del carcelero, / la licencia indecisa. // La vida más vil, Lidia, y no la muerte, / que desconozco, quiero; cojo flores / que te entrego, votivas / de un humilde destino". Ricardo Reis tampoco parecía estar por la labor. Pero en fin, una cosa es cierta: si la muerte acaba con todo, también acabará con el miedo a la muerte.

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  15. No dispones de más vida que esta que ahora vives, A. Ladino. Morirás y tus piltrafas serán abono de la tierra. Si te angustia la nada, puedes consolarte fantaseando con que pudiera darse el caso de que tus restos fueran abono de las coles que coma un futuro Archipámpano de Nueva Caledonia. Y, así integrado en la anatomía del personaje, vivir en un soberbio palafito de suelo de cristal, viendo rolar los bancos de arenques melanesios. Y gozar de los favores de las sacerdotisas de la diosa Cracatona y beber zumo de coco en copa de Murano de importación. La pena sería que -como le pasó a Mariano Rubio con sus trilerías- "no fueses consciente" de tal suerte.
    ¿Lo ves?: el que no se conforma es porque no quiere.

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  16. Yo creo, como cierta teología judía y Antonio Machado, que la mayor creación de Dios no es el universo, sino la nada. Coincido también en esto con Miguel de Molinos.

    JLGM

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  17. Hombre, también podríamos pensar en ser sometidos a canibalismo, ya sea por parte de nuestros próximos, ya de desconocidos, y nos ahorrábamos el paso por las hortalizas. Tanto más cuanto que, si fueran nuestros próximos, sabríamos en quienes vamos a "sobrevivir" (y hasta podríamos quizá escoger en quien hacerlo). Cierto que el que no se conforma es porque no quiere; pero hay modos de conformarse más o menos satisfactorios, o convincentes.

    En cuanto a la idea de que la mayor creación de Dios sea la nada, es sin duda sugestiva; pero desde el más chato, aunque a veces conveniente, sentido común (el que empleaba el que decía no gustar de "El Pensador", de Rodin, por no poder comprender por qué alguien tenía que desvestirse para pensar), cabría preguntarse si eso, la nada, no sería precisamente lo que para el creyente tendría que haber a falta de Dios, de modo que a ella se sería especialmente aplicable la célebre respuesta de Laplace a Napoleón cuando éste le preguntó por qué, en su "Mécanique celeste", no mencionaba al Creador: "Sire, nosotros no necesitamos esa hipótesis".

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  18. No entiendo nada, Ladino. Pero ya se sabe que en estas cuestiones trascendentales cualquier confusa vaguedad tiene su asiento.
    Quedémonos en que algunos tememos al dolor, al enfermedad, al sufrimiento que acompaña a los últimos momentos, pero no a la nada que hay después. Eso lo vemos como una liberación. A mí, al contrario que a Unamuno, no me preocupa no ser inmortal, más bien lo veo como una liberación. La muerte que temo no es la mía, sino la de las personas que quiero.

    JLGM

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  19. No pretendía introducir confusas vaguedades, sino contestar a los dos comentarios que preceden al mío anterior.

    1) F. me habla de ser abono de las coles que luego se comerán otros, en los que de algún modo sobreviviría. Yo le contesto, con ironía un poco salvaje, que también podríamos ser comidos directamente, y ahorrarnos el paso de las coles.

    2) Tú me hablas de la nada como suprema creación de Dios. Y yo contesto que para el creyente, si Dios no existiera habría precisamente eso, la nada; luego Dios también es un paso que podríamos ahorrarnos, o, como decía Laplace, una hipótesis innecesaria.

    Por lo demás, supongo que a todos nos preocupa la muerte de los seres queridos; respecto a la propia, allá cada cual, aunque supongo que para casi nadie es una noticia indiferente, y para muy pocos será liberadora, la de que le quedan tres meses (o tres días, o tres minutos) de vida. Incluso aunque tenga garantizado extinguirse sin dolor, y hasta sin consciencia. Pero en fin, cada uno es como es.

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  20. La Nada (con mayúscula) es quizá el nombre verdadero de Dios. Pero estas son cuestiones de las que no tratan los científicos.
    En cuanto a lo otro, mejor no saber la fecha exacta y que ocurra cuando sea, como en el poema de Guillén, Ley y no Accidente.

    JLGM

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  21. "–¿Después del fin? –Sabe Dios qué
    Será de mi total derrota.
    –¿No temes, no esperas? –No sé."

    Trébol de Guillén.

    Qué bien mira el gato rubio. La elegancia de los gatos; no tanta en las sincopadas serenatas de sus peleas por los tejados (cuando había paz, descalzo, por ellos los seguía yo aquellos veranos). Perfectos en las fotos; más favorecidos que usted, pero no mucho.

    El gato, rubio.
    A los pies, entre cintas,
    las aspidistras.

    Haiku etimológico que esconde una cabezonería, un error seguramente. Las “pilistras” que decía mi madre cordobesa fueron, ay, aspidistras. En algún sitio bien lejano debí leer lo de “ad pedes...” como raiz latina de la palabra. No aparece ni en el viejo Corominas ni en etimologias.dechile.net... y la Academia da una solución bien distinta: “(Del lat. cient. ‘aspidistra’, formado a partir del gr. ἀσπίς 'escudo')”.

    Tréboles y aspidistras de escudo, a esperar tranquilamente el fin. Saludos de todos modos.

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