sábado, 16 de marzo de 2013

Nada personal: Continuará


Sábado, 9 de marzo
UNA ESTRELLA CRUEL

La historia tiene razones que la razón no comprende. Heda Margolius Kovály nació y murió en Praga y padeció las dos barbaries que marcaron el siglo XX. Casi toda su familia desapareció en los campos de exterminio nazi y su marido, fervoroso comunista, fue detenido, acusado de crímenes imaginarios y ejecutado en 1952.
            De las dos barbaries, quizá no la más sanguinaria, pero sí la más incomprensible es la segunda. Los nazis dividían el mundo en buenos y malos, y estaba claro dónde ponían la línea de separación. Pero en la Rusia de Stalin y en los demás países del socialismo real, ser fiel comunista, seguir las consignas del partido, procurar no separarse lo más mínimo de la cambiante ortodoxia oficial, no era garantía de nada. En cualquier momento podían detenerte, torturarte, hacerte confesar tus crímenes.
            Y nadie dudaba, o nadie parecía dudar, de la sinceridad de esas confesiones. Los periódicos –nos cuenta Heda en sus memorias además de la transcripción oficial de las actas judiciales, “traían también otros artículos, a menudo más asombrosos que el propio juicio”: una carta de Lisa London, la mujer de Arthur London, condenado a cadena perpetua, atacando al hombre “con el que había convivido dieciséis años, con el que había criado una familia y con el que había luchado contra los nazis en la Resistencia francesa”, o la petición de un chico de dieciséis años (“solicito que mi padre reciba el mayor castigo, la pena de muerte. Y deseo que le lean esta carta”).
            “Es difícil saber –añade Heda– cuál de los dos destinos fue más trágico: si el del padre, que fue hacia su muerte acompañado de aquellas palabras, o el del hijo, que tendría que vivir toda la vida con el recuerdo de haberlas escrito”.
            La historia del nazismo es abominable; la del comunismo, abominable e incomprensible. Y parecía que no iba a tener fin. Pero lo tuvo. Recuerdo bien aquellos días de 1989 en que todo comenzó a venirse abajo, como en un sueño.
            Heda Magolius Kovály, que había nacido en Praga en 1919, que había salido de su país en 1968, vivió lo suficiente para ver el derrumbe de un mundo que parecía eterno. Murió en Praga en el 2010.
            Leemos Bajo una estrella cruel y en más de un pasaje sentimos que nos cuesta respirar. La crueldad de la historia puede ser tan absurda y tan incomprensible como la más brumosa y retorcida de las pesadillas.


Domingo, 10 de marzo
FRAGA Y YO

“En los hombres hay que creer hasta cierto punto, esperar de ellos hasta cierto punto y amarlos hasta cierto punto”. La desengañada afirmación es de Manuel Fraga y la encuentro en las Conversaciones en Madrid, de Salvador Paniker, un libro de entrevistas que fue un éxito en 1969 porque llegaba lo más lejos, en materia de libertad de expresión, a que se podía llegar en aquellos momentos. “Creo que la naturaleza humana es buena, aunque un poco estropeada”, decía el ministro. Qué curioso descubrir que algo tengo en común con él: “Mi vida es perfectamente regular y organizada”.
            Una experiencia apasionante leer lo que se pensaba del futuro de España en 1969, cuando yo tenía diecinueve años. Recuerdo que leí este libro por primera vez entonces, o muy poco después. Lo releo ahora y es como si regresara a aquel verano de la llegada a la luna y de la proclamación del heredero del dictador, como si me sentara junto al joven ilusionado que yo era a contarle lo que pasaría en las décadas siguientes.
            ¿Mejor o peor de lo que esperado? Ni tan malo como temíamos ni tan bueno como soñábamos.
            Pero el futuro de entonces ya es pasado y de nuevo el presente se tambalea y el futuro está lleno de incertidumbres. Como siempre, por otra parte, aunque tendamos a olvidarlo. No sería presente si no fuera inestable, si no pudiera venirse abajo en cualquier momento, y no sería futuro si no estuviera lleno de incertidumbres.


Lunes, 11 de marzo
CON LOS AÑOS

“¿Sigues siendo tan vanidoso como siempre?”, me pregunta un amigo que hace tiempo que no me ve (ni me lee).
            “Lo intento, pero cada día me cuesta más. Con los años, uno se va conociendo mejor y cada vez le resulta más difícil encontrar motivos para envanecerse”.


Martes, 12 de marzo
PARA VIVIR MÁS

Nos entretienen estos días las historias de los papas, apasionantes como un novelón de Dumas o de Dan Brown. Y yo recuerdo un episodio que conmovió al mundo en 1848. Fue aquel un año de revoluciones en toda Europa. Las tormentas del 48 tituló Galdós uno de sus Episodios Nacionales. Qué pobre sería mi vida, cualquier vida, si solo hubiera vivido lo que he vivido. También lo que he leído forma parte de mi biografía. El conde de Fabraquer, José Muñoz Maldonado, diputado a Cortes, publicó La revolución de Roma el año 1849. Nos narra la historia del poder temporal de Pio IX “desde su elevación al trono hasta su fuga de Roma, y convocación de la Asamblea Nacional en 30 de diciembre de 1848”. Una olvidada historia que apasionó al mundo. Y que me apasionó a mí contada con la vivacidad de un reportero y con la retórica de la época: “En los momentos en que Roma, la ciudad eterna, presenta a la Europa del siglo XIX, tan agitada y combatida por las revoluciones políticas, el funesto espectáculo del pontífice, vicario de Jesucristo, teniendo que huir y buscar en una tierra extranjera un hospitalario asilo, no será fuera de propósito que nosotros, testigos de tan lamentable acontecimiento, escribamos estos sucesos que han afligido y contristado profundamente nuestro corazón”.
            Cuando el libro se publica, el Papa aún no ha vuelto a Roma. El conde de Fabraquer termina anunciando una nueva cruzada: “En todas partes se alzará un grito igual al que ha resonado en la república francesa y en la monarquía española. Atravesando el Océano como una chispa eléctrica se mostrará en todos los contornos del globo: en los archipiélagos del Asia, en las montañas de la Armenia, en las llanuras de Persia, en la ribera de las cascadas del Nilo, en las llanuras de Thon-King, sobre las márgenes del Japón, en las orillas del Ganges,  en la cima de los Andes, y sobre las ruinas del antiguo mundo en Thebas, en Menfis, en Atenas, y en todas las partes del globo donde exista un adorador de Cristo”.
            A esa exaltada retórica se contrapone la sobria prosa del teniente general don Fernando Fernández de Córdova, quien en 1882 publicó La revolución de Roma y la expedición española a Italia en 1849 donde cuenta la intervención del ejército español en la restitución del poder temporal del papa.
            Releo ahora esos libros y pienso en lo aburrida que sería mi vida si solo hubiera vivido mi propia vida. Pero he vivido muchas otras. No creo en la metempsicosis, por supuesto, pero no hace falta creer en ella para darse cuenta de que la historia universal es la historia de mi vida, y que lo que le pasó a cualquier hombre, o a cualquier mujer, me pasó también a mí. Es la magia de la historia, es la magia de la literatura. Leo para vivir más. Sueño para ver mejor.



Miércoles, 13 de marzo
AMBICIONES MÍAS

Tuve una pesadilla. Soñé que me nombraban papa, quedaba secuestrado en el Vaticano y no podía volver a Oviedo ni a recoger mis cosas en casa ni a despedirme de la familia y de los amigos.
            Cuando por la tarde me enteré de la fumata blanca, sentí un poco de pena por el buen hombre de Buenos Aires al que le tendrán que mandar por correo sus objetos personales y tendrá que despedirse por skype de sus amigos más cercanos. Seguro que se le llenaron los ojos de lágrimas al recordar la Avenida de Mayo, el Obelisco, Palermo, la Boca… Quizá los vuelva a ver antes de morir, pero desde la pecera del papamóvil. No me extraña que la primera vez que trataron de elegirle suplicara a sus colegas que no le votaran.
            En broma, aunque bastante en serio (como casi siempre que hablo en broma), más de una vez he afirmado que me gustaría ser poderoso, ser gran financiero o papa, por ejemplo, no tener que dar cuentas a nadie sino a Dios (que nunca le pide cuentas a nadie, al menos en esta vida). Pero si ser papa supone cambiar mis costumbres, no poder ir a la tertulia los viernes ni pasar los sábados por Avilés, entonces lo siento mucho, pero no quiero ser papa. Mucho mejor, caso de que yo fuera cristiano (en realidad lo soy, aunque ateamente desteñido) ejercer de párroco en algún pequeño lugar, ser un cura erudito e incansable y querido por todos como mi admirado José Manuel Feito, ser el último (o uno de los últimos, tampoco hay que presumir) en el escalafón eclesial o funcionarial, pero el primero en otros escalafones.


Jueves, 14 de marzo
CAMBIOS

Desde 1996, mi rutina diaria incluye una visita a la editorial Nobel, al lado del Reconquista. Nunca estoy demasiado tiempo: cinco, diez minutos, rara vez media hora. Reviso el correo postal que llega para Clarín, el diseño en el ordenador, pregunto si ya se han enviado a colaboradores y suscriptores los ejemplares del último número. Cosas así. La revista se va haciendo en mi cabeza y en cualquier momento del día (hay quienes tienen la costumbre de llamarte a media noche para quejarse de alguna errata). Pocos son los días, en invierno o verano, en que he dejado de pasar por este piso de Ventura Rodríguez. Hoy lo hago por última vez. A partir del lunes las oficinas estarán en el Centro Cívico, donde durante años se reunió la tertulia Óliver.
Soy patológicamente sensible al cambio. Lo primero que hago al llegar a casa, cuando ha estado en ella la asistenta, es devolver a su sitio exacto cualquier objeto que haya sido desplazado medio centímetro.
            Nombrarle a uno papa debe ser como volverle la vida del revés. Yo creo que me moriría a los pocos días, como Juan Pablo I, y sin necesidad de que saquen de la caja fuerte el informe sobre los crímenes del clero. Pero sospecho que al nuevo papa no le quitarán el sueño los cambios ni mucho menos ese informe. Si no se lo quitaron los desaparecidos de la dictadura argentina, no parece que lo hagan los dineros negros de la banca vaticana ni la mafia rosácea de ciertos purpurados.


Viernes, 15 de marzo
OTRO ROLDÁN

La novela de la historia, mi culebrón favorito. Un país de cuyo nombre no quiero acordarme tiene por jefe del Estado a un presunto Roldán, a un vitalicio Berlusconi. ¿Qué pasará cuando los jueces no puedan seguir cerrando los ojos ante las evidencias? Los periódicos se han convertido en capítulos de un folletín por entregas. Cada día termina con un apasionante “continuará”.


11 comentarios:

  1. Buscaré el libro de Margolius. Entre tanto, te recomiendo "La confesión", de otro de los encausados en los juicios de Praga, Artur London, que por muy poco se libró de la pena de muerte (como viceministro de Exteriores, era el segundo de Margolius). Es la minuciosa descripción de una pesadilla. Casi todos los años lo releo, como una obligación moral.

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  2. Cuidado con las palabras, Kurtz, que las carga el diablo. A mi juicio, la antítesis del comunismo no es el nazismo sino el capitalismo: no nos equivoquemos de "barbaries". Dicho como lo dices tú, pareciera que toda la maldad que queda extramuros del "comunismo" hubiera que endosárselas al nazismo. Urge aclarar que el comunismo es un sistema inédito, que no se ha ensayado en ninguna parte y que se le sitúa en un utópico horizonte de fecha incierta. Lo que se ha intentado en la extinta URSS y demás países satélites ha sido el socialismo, con resultados más discutibles de lo que nos quieren hacer creer. Poner en el otro platillo de la balanza al nazismo me parece tendencioso: en ese otro platillo habría que poner al CAPITALISMO. Porque aquel no deja de ser un subproducto de este y no es justo ni ecuánime echar la culpa de nuestras maldades únicamente a los personajes impresentables de la familia..., como si fuésemos inocentes.
    En tiempos de crisis del Sistema, conviene no perder de vista estas cosas: toda la maldad de la reciente Historia -excluida la imputable a los perversos "comunistas"- se la hay que endosar al sistema capitalista, padre y mentor de dictaduras sangrientas del tipo del nazismo, sin olvidar que hubo otros regímenes que, sin llamarse nazis (y tenemos por qué saberlo bien los españoles) fueron tan letales como aquel. No nos ceguemos, pues, comparando al "comunismo" (mejor el gobierno de los partidos comunistas) con el nazismo, como si este no fuese un aventajado peón de brega del CAPITAL.
    Porque, como decía antes, en esta encrucijada histórica conviene tener clara la maldad del sistema que disfrutamos y del que voces interesadas pretenden que ignoremos su cara más atroz, como es la del nazi-fascismo. Es solo cuestión de oportunidad que se nos muestre así de brutal o con anestesia. No sólo Rusia es culpable...

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  3. Si Robespierre no distingue entre un país capitalista como la Inglaterrra o los Estados Unidos (o Argentina o Canadá) de los años treinta y la Alemania de Hitler, pues apaga y vámonos. ¿A qué seguir hablando? Y conste que yo no creo que ni Inglaterra, ni Estados Unidos ni la Argentina o el Chile de aquellas fechas fueran precisamente el paraíso.

    JLGM

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  4. El Vaticano es literalmente la pervivencia del antiguo régimen señorial feudal y absolutista,
    lleno de reminiscencias de homenajes feudales, jerarquías herméticas, palacios y poder de este mundo, aliado con un capitalismo muy conservador teóricamente en cuestiones sexuales y morales, sin guiños a una horizontalización cristiana de anunciar la venida del Reino de Dios inminente y de plena participación de todos y todas en el evangelio vivido.
    Durante muchísimos años para estar allí tenías que ser patricio, aristócrata, parentela de familia aristocrática italiana de capelo cardenalicio hereditario, un príncipe guerrero y despiadado del renacimiento, mecenas de las bellas artes todas pero bélico, lascivo, violento, artero y codicioso hasta decir basta. La Iglesia católica en su organización vaticanista no es desgraciadamente la de los curas de pueblo, que conocemos y conocimos: bonachones, cercanos, populares, comprometidos socialmente, humanos, participantes de comunidades medias, obreras o campesinas, de extracción bajo clero. La cobertura informativa que están dando ensalza el aspecto de entronizaciones, galas, vestiduras lujosas de un poder imperial o absolutista, intrigas turbias, vaticanismo organizativo cerrado e idolátrico de la figura del Dios-Papa, una imagen total de poder temporal, que olvida y reniega del pueblo de Dios, que sabemos que no son los cardenales, los obispos, los papas mantenidos, sino la comunidad de creyentes en Jesús de Nazareth o Jesucristo, unidos de corazón y en obras de fé. Francisco ha afirmado en una regia rueda de prensa que querría una " iglesia pobre y para los pobres ", tal vez es un hipócrita consumadísimo, tal vez no. Lo que se está olvidando en la Iglesia católica, es el verdadero mensaje de Jesucristo: fiel a la verdad de los humildes que sufren, que exhorta a la fraternidad, a aliviar el dolor, a construir diariamente un mundo mejor, sin exclusiones, con avances morales para todos y todas, con esperanza y alegría. No me gustan los negocios absolutistas religiosos, cínicos, aliados con el poder más conservador posible, hipócritas, intrigantes, herméticos y multimillonarios, con poder psicológico devastador, muchas veces, sobre millones de " almas". A pesar de todo, demos un voto de confianza al tal Francisco.

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  5. Sin duda Kurtz se refiere a la Inglaterra que veía con buenos ojos que Franco masacrara España y que, cuando pudo, no hizo nada por ayudar a los españoles a recobrar la democracia. O quizá a la de la señora Thacher, íntima amiga de Pinochet y que humilló a la clase trabajadora británica hasta la náusea. Y pone el ejemplo de los USA..., prepotente y brutal donde los haya; sostén y acicate de cuanta dictadura se implante en el planeta y que, en un inexplicable síndrome de Estocolmo, nuestro amigo JLGM les perdona que hayan sido los patrocinadores de la "nuestra", que tan benevolente ha sido con él...
    Los billetes que llovían en los sombreros de los protofascistas italianos ("Novecento") salían de la cartera de probos padres de familia que nunca iban a matar una mosca. Los Stradivarius de la Filarmónica de Viena apenas lograban poner sordina a los alaridos que venían de Mauthause. Aquella gente tan civilizada y tan culta que llenaba las salas de concierto vienesas, sabían de los crímenes de su Fhürer, del mismo modo que un accionista de Halliburton se limita a cortar su cupón, cegato voluntario de lo que haga la empresa en Irak. Luego, al salir de Wall Sreet, hace un donativo a los homeless. Pero no se puede ser un hijoputa fuera de casa y, a la vez, un buen padre de familia.
    Decir que Argentina o Chile, "de aquellas", no eran precisamente paraísos..., es sencillamente una macabra desfachatez.
    La ceguera -por lo visto- es una plaga más extendida que la que describía Saramago en su novela. De aquella hubo remisión; de "esta" -y en vista de la profundidad del morbo, que afecta incluso a quienes era de esperar un atisbo de visión- me temo que no salimos.

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  6. Bla, bla, bla, amigo R., bla, bla, bla. Aunque la Inglaterra de los años treinta ayudara a Franco como Hitler, era preferible a la Alemania de Hitler. Y el Estados Unidos más siniestro, el de la caza de brujas, preferible a la Unión Soviética de las purgas estalinistas. Una vez reconocido esto, podemos hablar de cualquier cosa. Para no reconocerlo hacen falta muchos sofismas.

    JLGM

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  7. Robespierre (con ganas de cerrar el chiringo)17 de marzo de 2013, 11:01

    Que te conste, Martín que el régimen de Hitler también era capitalista. ¿O no? Habremos de pedir información a Krupp, Thyssen, Siemens y demás familia. Como el de Franco, o el de Videla, o el de Pinochet. ¿O es que han sido excluidos del club internacional de los que manejan la pasta? Pues arresúltase que lo que este servidor está cuestionando es la naturaleza del capitalismo, no otras zarandajas menores que nos distraigan.
    Lo que he querido hacerte entender es que, desde los Asirios que cercenaban las manos y los pies a los vencidos, hasta las siniestras dictaduras de picana, potro y bañera, y concluyendo resién en los balnearios de Guantánamo y Abu Ghraib, no ha pasado más que un minuto en el reloj de la Historia. Los genes de la perversidad están ahí operativos, y sólo esperan una ocasión propicia para hacer de las suyas. La ocasión casi siempre viene dada por las ansias de poder y de lucro de ciertas minorías poderosas. No existe arma inventada que no termine utilizándose; no hay posibilidad de ensayo científico que no acabe realizándose; ni recurso que la codicia no aplique si con él consigue saciar su ambición. Por eso insisto en decir que un sistema como el capitalismo, basado en la apetencia de lucro sin límites, no repara (y ahí está la Historia que lo demuestra) en medios con tal de salirse con la suya. Y si hay que declarar guerras injustas y genocidas pues que se declaran; si hay que asesinar a dirigentes díscolos, se asesinan; si hay que esclavizar a media humanidad (a la otra media la hay que mantener como consumidora de quincalla) pues se esclaviza. Los remilgos particulares, el repelús a la visión directa de la sangre se obvian encargando la faena a expertos matarifes a sueldo. Ni más ni menos; a eso se reduce la exquisita filosofía que subyace en el invento.
    Estoy por afirmar que Kurtz está recorriendo su particular camino de Damasco; que recientes acontecimientos -sórdidos, mezquinos, canallescos- le acaban de derribar de la lustrosa (y bien alimentada) cabalgadura. Enterarse ahora de que las más altas instancias del la patria no son más que una cueva de crápulas casposos, no habla de una perspicacia suya bien engrasada. Malicio que las coces del otro jamelgo electoral, ese en el que él había puesto todas sus complacencias, le habrán dejado tundidas las costillas. De desengaño en desengaño hasta la victoria final.
    Conclusión, dura conclusión: mal que le pese a JLGM, el régimen que encarnaba Hitler era popular; parece ser que una mayoría del pueblo alemán secundaba enardecido aquel horror. Lo mismo podríamos decir del régimen de Franco: a su muerte, una parte muy importante de la población estaba a gusto con él. En el Chile de Pinochet -y aún hoy en día- el mandatario matachín tenía una legión de seguidores. Saco todo esto a colación para que no se confundan ciertas percepciones subjetivas con la entraña verídica de las cosas: a veces se vive en un espejismo duradero y -también a veces, como ahora- la realidad nos despierta con un sonoro bofetón.

    PD.- Me escandalizó tu mención a la Argentina y al Chile "de aquellas fechas" (años treinta), como si semejante coartada sirviese para ocultar que esos mismos países, unas décadas después, fueron una sima de horror y muerte..., creo que capitalista. Si no que se lo pregunten a los señores de la Escuela de Chicago. Tierra de gangsters, por cierto.
    Cuando leía tebeos se decía: "Bla, bla, bla, xiu, xiu, xiu.

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  8. Entre una democracia y una dictadura, ambas capitalistas, yo prefiero la democracia. Eso es todo.

    JLGM

    No se deduce de ahí que cada concreto régimen democrático no pueda ser mejorado, y mucho. Todo es perfectible, y la monárquica España bastante perfectible.

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  9. Perdónalo, buen Kurtz, que no sabe lo que dice.

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  10. socialismo real, comunismo y realidades de hoy.17 de marzo de 2013, 21:16

    el comunismo nunca ha existido, sino el llamado " socialismo real " de corte soviético, donde el productivismo a lo Stanajov en aras de un pretendido progreso universal del proletariado ( con derechos sociales ) era el ejemplo y el camino hacia el prestigio. Se dotó de educación y formación técnica a millones y millones de ex-acémilas esclavizados por el reciente feudalismo, se construyeron ciudades de la nada, prosperó la ciencia futurista, la carrera armamentística y aeroespacial, las infraestructuras se desarrollaron exponencialmente, así como universidades abiertas a todos los pueblos de la tierra, especialmente si eran explotados o del tercer mundo.Pero los niveles de consumo no iban mucho más allá de los artículos de primera necesidad y florecían los " campos de reeducación ", los enemigos políticos y disidentes, las Siberias de turno e incluso los genocidios internos, así la hambruna programada de Ucrania y de los Kulaks contrarios a colectivizaciones. Los experimentos de Camboya de los khemeres rojos o " la revolución cultural china " dejan muy a las claras que eran la antítesis de la democracia civilizada pequeño burguesa y liberal. El modelo soviético del asunto nació en zonas poco industrializadas, sin clases medias críticas, con una cultura jurídica arbitraria y despótica semiasática de boyardos, knuts, deportaciones masivas y crueldades, pero casi creó un hombre nuevo: el homo sovieticus, ateo doctrinario, materialista cientifista, marxista leninista y programado por consignas dictatoriales omnipresentes, desde la cuna a la tumba sin esperanza más que en el productivismo mitificado al servicio de un Estado proletario también imperial, el partido llamado comunista y sus agentes, las masas y el aburrimiento de pisitos colmena para obreros, con retrete comunal para 40 vecinos en un edificio de la era stalinista .
    El capitalismo pervive y no tiene enemigo ninguno, China será o ya es la gran potencia capitalista en auge incesante, Y Estados Unidos sólo es un gran ogro para aquellos que buscan cabezas de turco que expliquen sus frustaciones personales, en un mundo hiperfragmentado, irreal, antisocial, de soledad, anomia, descrédito del parlamentarismo clásico partitocrático, aumento tremendo de las diferencias sociales en el mundo occidental, perfectible desde bases humanizadoras, de bienestar universal reclamado en las calles, libertades, igualdad y solidaridad ( como siempre )

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  11. Precisamente, lo que algunos pretenden dejar en claro es que el modelo capitalista (lo que los clásicos de la izquierda llaman la explotación del hombre por el hombre) es despiadado y que ha tomado unos derroteros que lo van a hacer insostenible a medio o largo plazo. Por ello, de poco sirve regodearse en los fallidos intentos de implantar otos sistemas con rostro humano: el ahora imperante es cada vez más insoportablemente inhumano, no da respuestas a las necesidades del hombre de hoy, atenta contra el equilibrio ecológico de modo atroz... Y lo que es, a mi juicio, lo más importante: semejante intento de depredación incontrolada coincide en el tiempo con una verdadera revolución tecnológica, que pone en manos de los colectivos sociales instrumentos de información y de comunicación cuya coerción queda fuera del alcance de las oligarquías. Y que, pese a la aparente atonía reivindicativa, nunca antes las personas han sido más conscientes de sus derechos y de su fuerza.
    Pienso que a estos aprendices de brujo, a estos alquimistas de nuevo cuño se les olvida que hay parcelas de la realidad social que nunca van a poder manejar a su antojo. Y ese es el campo en que se va a presentar batalla en el futuro inmediato. Este engendro, de mucho músculo y cerebro disperso, tiene en su complejidad aquello que lo puede neutralizar. Veremos.
    Que aquí alguien haga la crónica del desastre actual no debe hacernos pensar que esta deriva es ineluctable (eso desean hacernos creer los laboratorios de pensamiento neocón) sino que explica mejor la necesidad de poner coto al monstruo.

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