sábado, 25 de agosto de 2012

Fugacidad, eternidad, verano: El regalo del fantasma y otros poemas encontrados


Habíamos quedado citados en el santanderino Café de Pombo. Apareció con casi una hora de retraso, cuando yo ya estaba a punto de marcharme. Afortunadamente, acababa de comprar en la librería Roales Puerta de tierra, una colección de ensayos de Benet, y no me dio tiempo de aburrirme. Le había conocido dos días antes en la excursión por el río Cubas que hice con los alumnos de la Universidad. El piloto que nos iba amenizando el viaje mencionó una novela de Pereda, Nubes de verano, en la que se describe una excursión semejante. “¿Ha leído ese libro?”, me dijo el desconocido que tenía al lado. “Yo sí, no vale nada, como no vale nada Pereda, aunque aquí no se puede decir eso en voz alta”. Tenía unos cincuenta años y era amigo de casi todos mis amigos cántabros: Lorenzo Oliván, Carlos Alcorta, Luis Alberto Salcines, José Manuel González Fuentes. Había sido muy amigo de Leopoldo Rodríguez Alcalde y conservaba bastantes papeles suyos. Entre ellos, un cuaderno que me quería enseñar. “¿Le vendría bien el jueves por la mañana?”. Perfecto, el autobús de regreso a Oviedo no salía hasta las dos. Apareció, disculpándose por la tardanza, con un cuaderno de poemas manuscritos. “Me insistió mucho Leopoldo en que no eran poemas suyos, que no me confundiera. Por entonces el poeta Carlos de la Rica había publicado la obra completa de Federico Muelas y en ella había incluido un soneto de Miguel Hernández que apareció entre sus papeles escrito de su puño y letra. Florencio Martínez Ruiz, que odiaba a Carlos de la Rica, lo comentó de la manera más sangrante posible en ABC”. Hojeando aquel amarillento cuaderno, de letra desvaída, pensaba yo en qué razón tenía Oscar Wilde cuando decía que la vida imita al arte. Con Rodríguez Alcalde intercambié publicaciones y siempre fue muy amable conmigo las dos o tres veces en que me lo encontré en Santander. Ahora su fantasma sonriente, sentado junto a nosotros, me ofrecía un maravilloso regalo póstumo. “Veo que hay también un soneto de José Luis Hidalgo y un poema de Hierro, ¿son inéditos?”. “Son probablemente una invención, según me dijo González Fuentes. Nadie aquí ha querido publicar estos poemas porque no saben si se trata de una broma póstuma de Polín, como le llamábamos los amigos, y aquí a la gente no le gusta que le tomen el pelo. Pero a ti te importan los poemas, no el autor”.
Le prometí publicarlos y aquí va una primera selección. Como lema, lema también de toda esta serie veraniega, podrían figurar unas palabras de Azorín: “La vida es ilusión. Y la poesía no sería nada si no fuera ilusión. Tan apegados estamos a la ilusión, que muchas veces, leyendo un poema, ponemos en él mucho más de lo que en ese poema existe. Poemas que admiramos no los admiraríamos si los creyéramos de un poeta mediocre. Poemas que desdeñamos, los admiraríamos si los creyéramos de un poeta predilecto”. 



EL SUEÑO Y EL VIAJERO

                                                               (Xin Di)

El aire fresco de la noche entra por la ventana.
Las estrellas se apoyan para mirarme en el techo del cobertizo
Mientras me llega el sueño, pienso en los que emprenden un largo viaje
y no saben si habrán de regresar.
Tengo lástima por ellos y no por mí
que no sé si habré de regresar del sueño.


     
                  
TORMENTA

(David Rokeah)

Como los niños
abren los ojos asombrados
ante la cambiante rosa
de los fuegos artificiales,
las gaviotas
observan a los rayos
que rasgan las nubes negras
antes de sumergirse en las aguas marinas.
La tierra entera tiembla,
navío a punto de zozobrar,
mientras ellas gozan del espectáculo.


                       

ABRO LA VENTANA

                               (J. C.  Bloem)

Abro la ventana para que entre el otoño
a hacerme compañía.
Le sirvo una copa de mi vino mejor,
pero la rechaza con un gesto.
No le gusta el alcohol al otoño.
¿Querrá emborracharse con el agua
negra de mi melancolía?
Los dos bebemos juntos hasta acabar rendidos.
Luego, apenas amanece,
él se despierta y sale
a recorrer los campos,
fresco, recién duchado.
Yo en la cama sin nadie
me revuelco en mi propio vómito.




CIEGO

                               (Frantisek Halas)

Tienes buena vista,
pero estás ciego.
La muerte te quema
ya con su aliento.
Atruenan sus pasos
el universo.

Todo lo miras,
todo lo quieres saber.
Solo lo que más importa
no puedes ver.

                       


OTRO SONETO DE LOS OPUESTOS

                                   (José Luis Hidalgo)

Solo he vivido lo que no he vivido
y amado a quien no amé de ningún modo.
En mis manos vacías tuve todo
y solo tengo aquello que he perdido.

¿Quién sabe lo que pierde cuando gana?
Duran siempre los besos que no has dado.
El amor que no fue y que he olvidado
despierta junto a mí esta mañana.

Puedo decir lo que decir no puedo:
te quiero, eres verdad, estás conmigo.
Y al decirlo yo mismo me desdigo.

Al miedo, solo al miedo, tengo miedo
y a ti que no eres nadie y eres ciento,
agua dulce en la mar, polvo en el viento.




EL REY DEL OPIO
           
                        (Liang Peiyum)

Fui un pequeño dios, soy un mendigo.
Tumbado en la cama, con mi llave de humo,
abría todos los palacios,
conquistaba todas las mujeres.
Ahora el humo es humo en el humo
y yo he agotado todas las riquezas
que nunca tuve,
pero que me hicieron tan feliz
que hasta el mismo Dios me envidiaba.




DOS O TRES PALABRAS

                               (Charles Simic)

En la calle desierta
el viento arrastraba
las páginas de un libro.
Yo era un niño
que deja su pelota
para correr tras ellas.
Escapaban de mis manos
en cuanto estaba a punto
de alcanzarlas.
Apenas pude entrever
dos o tres palabras
que no me decían nada.
Volaron hacia el río,
hacia el negro recodo
donde los hombres arrojan su basura,
donde las buenas gentes
ahogan a los gatitos.
Dos o tres palabras luminosas
brillaron un instante
ante los ojos del niño
y luego se hundieron para siempre.




CONTRA LAS PATRIAS

                               (José Hierro)              

Si me dijeran: puedes escoger tu patria,
un lugar en el que vivir,
un lugar por el que morir,
una gran historia llena de patrañas
que has de creer a pie juntillas,
un trapo tremolante
que ha de llenarte de emoción
cuando lo divises de lejos,
¿qué patria escogería?
El mundo es demasiado grande,
mi pueblo demasiado pequeño.
¿No habrá un errante asteroide
todavía sin nombre,
sin historia, sin bandera,
sin sangre en las manos,
sin victimas a las que vengar?
Un pedrusco ignorado de todos,
al que no salpique la estupidez de los hombres,
esa quisiera que fuera mi patria.




TUS DULCES ANIMALES

                        (Yánnis Kondós)

Tus dulces animales
sonríen en la tarde.
De noche enciendo fósforos
para ver cómo duermen.

Dos pequeños roedores
que me comen los dedos
en la alcoba sin luz.
Yo también juego
a devorarlos.

Amanece
y son pájaros que quieren
escapar de mis manos,
volar a lo más alto,
perderse para siempre.

4 comentarios:

  1. http://www.youtube.com/watch?v=OLKjazQjqi0

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  2. Cantabrerías generalizables a castellanerías:



    Cuando sale el sol suele la sal asada, al astro saludo osado dar mientras con simpatía asaz, el sol, ese asentado as aséptico, la asiste y la asesora sin asecho y por un asa la sostiene en ese asalto de ascenso asambleario casi, pero con cierto ascesis; no sin asenso no obstante; que asesta y asevera.

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  3. Que Florencio MR odiaba a Carlos... no si quién eres pero no sabes de lo que hablas FMR no odió a nadie y menos a Carlos...

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    Respuestas
    1. Yo soy el que no sabe quién eres, anónimo. Quien soy yo está claro. Y la reseña de la edición que Carlos de la Rica hizo de Federico Muelas puede consultarse en ABC (es casi la única negativa de Florencio Martinez Ruiz). Y las razones de ese extraño ensañamiento me las contó el propio Carlos de la Rica.

      JLGM

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