Domingo,
7 de diciembre
ADIÓS A INÉS
Vuelvo de despedir a Inés Illán en el tanatorio del
Salvador con una extraña sensación de tristeza y a la vez consuelo. La conocí,
como mi profesora de latín, allá por los años setenta, cuando era una
batalladora profesora no numeraria y estaba empeñada en transformar la
universidad, el país, el mundo.
Sus
compañeros de lucha fueron cambiando y pasando por el aro. Ella no cambió
nunca. No quiso entrar en el sistema de las inanes publicaciones académicas.
“Soy una sin papeles”, proclamaba orgullosa. Lo suyo era el panfleto y las
campañas contra la OTAN
y todo lo demás.
Discutimos
mucho, ya entonces, y hasta ayer mismo cuando en julio acudió por última vez a
la tertulia. Antes, cuando le costaba menos caminar, aparecía con frecuencia
por el Vetusta, en la plaza del Ayuntamiento, donde me encontraba con un café,
un libro y alguna amiga, como Ana Vega o Elena Apaolaza. Ella pedía un vino, a
veces un whisky, y algo para picar. Tras unas palabras de cortesía, enseguida
comenzaba el debate. Trataba de enredarme con sus etimologías y sus citas de
los clásicos, pero yo era un hueso duro de roer y no conseguía convencerme de
la vigencia del marxismo y otras entelequias a las que ella seguía fiel.
Me ha
alegrado comprobar, escuchando a Pedro García-Ramos, su cuñado, que no solo
discutía conmigo, sino también con él y con todo el mundo, y que empleaba las
mismas artimañas: cuando comenzaba con las etimologías y las citas es que era
consciente de que tenía la discusión perdida. O ganada, según se mire.
Qué
hermosas palabras las de García-Ramos. Una obra maestra de la oratoria
funeraria. Nos hicieron sonreír más una vez, y le habrían gustado a la persona
a la que iban dirigidas, a la que yo sentí sentada a mi lado, escuchando
atenta, preguntándome algo que no había oído bien o discrepando de lo que oía.
Y no pudiendo evitar alguna vez la carcajada.
Y luego,
para terminar la música de Handel, de su oratorio L’Allegro, il Penseroso ed
il Moderato. Fue seleccionada y presentada por Javier Almuzara.
Lo tengo comprobado: la música siempre suena mejor tras las palabras de Almuzara, porque es sonido y sentido y él acierta siempre a poner de relieve todo su sentido. Recitó las palabras que íbamos luego a escuchar: “Como el amanecer rinde a la noche, / que depone sus sombras, la verdad / vence al embrujo de la fantasía, / y la razón pujante pone en fuga / las tinieblas que envuelven la conciencia, / restaurando la luz del intelecto”.
Lunes,
8 de diciembre
UN TESORO ESCONDIDO
Inés Illán no nos dejó siendo del todo una “sin
papeles”. Publicó, aparte de centenares de artículos, una obra extraña y
singular: Armensallé del tejido y la escritura. Manifiesto fenicio, donde
compendia toda su sabiduría. Algo tuve que ver yo con su aparición. El original
estuvo años detenido en una editorial que lo había aceptado y acabó
rechazándolo. Tras encargarme yo, apareció a los pocos meses. Parece que como
gestor soy bastante eficaz y eso que por entonces acababa de cerrar Llibros del
Pexe, Un contertulio, José Ángel Gayol, como continuación de Llibros del Pexe, creó
la editorial Universos. Aceptó editar el libro de Inés Illán, contando con la
subvención que íbamos a solicitar a la Editora Regional de Extremadura, y con
mi palabra de subvencionarlo yo en el caso de que no le fuera concedida. El
libro apareció al poco tiempo hermosamente diseñado por Marina Lobo. Pedro de
Silva lo presentó en el Aula Magna de la Universidad de Oviedo y sirvió como
homenaje en vida a un personaje excepcional.
Concedieron
la subvención, pero según me comunicó el editor solo cubría el veinte por
ciento. Yo aboné con gusto lo demás, pero con la condición de que ella nunca se
enterara. El libro tuvo mala suerte. El precio era demasiado alto, el editor no
hizo caso de mis indicaciones de rebajarlo. Se vendió poco, como yo temía, y
enseguida desapareció del mercado. Y desaparecido sigue, como el resto de las
publicaciones de Universos, aunque me dicen que en Amazon quizá se pueda
conseguir. Un hermoso tesoro escondido.
Martes,
9 de diciembre
EL TREN DE LA BRUJA
Un amigo, que algo sabe de rupturas --ha estado
casado tres o cuatro veces--, me dijo que es más fácil recuperarse de un
abandono que de ser el que se larga: “Te queda entonces un remordimiento que
puede durarte toda la vida”.
Yo
creo que pasa lo mismo con las rupturas amicales (de las otras tengo escasa
experiencia). Por eso yo, hasta hace poco, nunca rompía con nadie. Eran los amigos,
o presuntos amigos, casi todos escritores, los que se enfadaban conmigo por una
referencia en el diario, una reseña no enteramente positiva o cualquier otra
nimiedad.
Pero
últimamente estoy cambiando y soy yo quien ha decidido poner nombres en la
lista negra. Claro que mi lista negra es muy cómoda. No implica que les niegue
mi voto si estoy en un jurado y su libro me parece el mejor ni que ponga
ninguna zancadilla en su carrera literaria. Simplemente dejan de existir para
mí.
Dicen que
el paraíso consiste en la mera contemplación de Dios y el infierno en estar
lejos de su figura. Y yo me comporto en esos casos como si fuera lo que me
gustaría ser: Dios todopoderoso.
Claro que,
a ellos, eso les importa poco, más bien nada, y yo me alegro, porque me quito de
delante a quien me ha defraudado sin sentir ningún remordimiento.
Pero
la verdad es que soy un poco lento en tomar decisiones. ¡Más de diez años he
tardado en bajarme del tren de la bruja!
Miércoles,
10 de diciembre
SIN PALABRAS
Me resfrié el domingo y hoy estoy afónico. Un
suplicio asistir a la tertulia. Ahí estuve tres horas escuchando a los demás
sin poder decir palabra. No estaba de acuerdo con casi nada, pero tenía que oír
y callar.
Siempre
se han quejado mis amigos de que no los dejo hablar. No creo que sea verdad,
pero si es así ahora estoy sufriendo yo el merecido castigo.
Claro que
ellos fueron un poco sádicos. Se dedicaron a hablar con todo detalle de lo que
yo más detesto: sus pejigueras y sus próstatas y a pronosticarme lo peor por no
haberme hecho nunca los análisis pertinentes. En fin, que si yo fuera
hipocondríaco me habría ido directamente de la tertulia a urgencias.
Y si
fuera aún más melodramático de los que soy, qué bien vendría aquí una cita de
Bécquer: “Solo recuerdo que lloré y maldije / y que en aquella noche envejecí”.
Jueves,
11 de diciembre
HASTA HOY
Cristóbal Ruitiña prepara un pequeño reportaje para
televisión española con motivo de los cuarenta y cinco años de la tertulia.
---¿No
son esos muchos años para una tertulia, sobre todo cuando hace casi otros
tantos, o más, que han dejado de estar de moda?
---Más
años llevo leyendo, más llevo publicando, y no me parece que sean demasiados.
Para mí, una vida interesada en la literatura se sustenta en tres pilares. El
primero, claro, es la lectura. Recuerdo los dos primeros libros de literatura
adulta que me fascinaron. Uno, El escritor, una rara novela de Azorín
que me regalaron cuando cumplí doce años porque me pasaba el día escribiendo, y
el otro, las Poesías completas de Machado, que fue el primer libro que
compré con mi propio dinero ahorrando peseta a peseta. Todavía los libros
siguen siendo mi ocupación favorita, aunque ahora hay quien dice que solo me ocupo
de destrozar semanalmente novedades. Otro pilar, es la escritura, que en mí va
siempre asociada a la publicación. No soy yo muy de guardar inéditos. En eso
soy poco pessoano. El primer libro lo publiqué cuando tenía veintiún años; el
último, espero que de momento, acaba de aparecer. El tercer pilar es charlar de
libros, de autores, entremezclar bibliografía y chismografía. Eso es lo que
significa la tertulia. Al principio, cuando no conocía a nadie con mis mismos
intereses, fue una tertulia imaginaria con los apócrifos de Jugar con Fuego,
la revista que yo editaba y escribía casi en su totalidad. Luego apareció Víctor
Botas, que descubrió la revista en Cervantes, y sucesivamente los siguientes
contertulios. Unos duraron más tiempo, otros menos, pero siempre había quien
los sustituyera. Y así hasta hoy.
Viernes,
12 de diciembre
ESA CHUSMA
Qué
vistosa pesadilla la de esta noche. Era como una cabalgata de las valquirias en
rutilante tecnicolor. María Corina Machado, nueva Agustina de Aragón, llegaba a
Venezuela montada en un caballo blanco y seguida de tanques lanza misiles y de
toda la maquinaria de guerra del ejército norteamericano. En una mano llevaba
la espada y en la otra el título de premio Nobel de la Paz como estandarte.
---Duro y a la cabeza, chicos
–animaba a las tropa--. No me dejéis un solo chavista vivo, aunque mi querido
país, se quede sin nadie, que ya vendrá a llenarlo la gente de bien que espera a
que nos liberéis de esa chusma.


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