sábado, 6 de diciembre de 2025

La rueda de la fortuna: La verdad y otras dudas

 

Sábado, 29 de noviembre
NUNCA SE SABE
 

Los problemas de salud mental han ido perdiendo el aura vergonzante y descalificadora que tenían, y eso está bien. A fin de cuentas, nadie se libra de ellos, como nadie se libra de un resfriado, una gripe o un dolor de muelas. Seguro que cualquier estudioso de la psiquiatría podría etiquetar mi gusto por la rutina y mi horror al cambio (no lo soporto, salvo que sea para mejor), pero de momento --cruzo los dedos-- me he librado de mayores percances en la salud física o mental. Dinero y amor no me han ido tan bien. Aunque bien mirado, tampoco tan mal, quizá porque nunca he necesitado mucho ni de uno ni de otro.

            Unas líneas de ¡Libreros malditos, malditos libreros!, el libro en el que Ricardo Álamo ha reunido semblanzas de libreros de viejo, me ha llevado a pensar en estas cuestiones. Hablando Antonio Castro, escribe: “Abrió su primera librería, de dos plantas, en ese bello escenario, como de postal museográfica, que es el barrio de Santa Cruz.  Allí permaneció casi veinte años, hasta que, por culpa de una ‘psicópata’ que le amargó la vida a él y a todo el vecindario del edificio donde se ubicaba la librería, tuvo que abandonarlo”.

            A mí, recuerdo con terror, estuvo a punto de ocurrirme algo semejante. En la Edad Media, para ciertos casos de salud mental, se hablaba de posesiones diabólicas. Un amigo tímido, discreto, buen lector y poeta, atento oyente de las cuitas ajenas y que nunca decía una palabra de más, de pronto se convirtió en un demonio. Bueno, de pronto no. Fue dando señales intermitentes para las que, los que le apreciábamos, siempre encontrábamos disculpa. Pero hubo un momento en que ya no fue posible. Vino dos o tres noches, a las tantas de la madrugada, a llamar al telefonillo de mi casa y a insultarme y pedirme a gritos que le abriera “si era valiente”.

            Qué triste habría sido para mí tener que llamar a la policía para que me librara de quien había sido uno de mis mejores amigos. Pero no fue necesario. Hace casi un año que no le veo. Por ahí anda dando tumbos y me alegra que, en sus dañinas obsesiones, haya pasado de mí y de la tertulia que le acogió hace más de treinta años. Todavía, sin embargo, me sobresalta el timbre del portal cuando alguien lo toca por equivocación fuera de horas.

Al librero sevillano le fue peor. Tuvo que irse a vivir a otra parte. Claro que los libreros de viejo están expuestos a la fauna más variada. A mí, por cierto, me prohibió la entrada en su librería, que frecuentaba desde hacía años, uno de ellos. ¿Me habría convertido yo también para él en un loco peligroso? Nunca se sabe. 

Domingo, 30 de noviembre
CONTRA EINSTEIN

No soy yo muy de vaguedades más o menos mística, pero en el debate que, allá por los años treinta, tuvieron en una pequeña ciudad alemana, Einstein y Tagore, me pongo más del lado del poeta que del físico paradigma de la racionalidad. Hoy recuerda ese encuentro un suplemento dominical, de esos que yo leo en el McDonald’s de Los Prados antes de ir al cine. Hablan del concepto de verdad y Einstein dice:

            ---Aunque no haya nadie en esta casa, esa mesa permanece donde está, existe independiente de nosotros. Hay una realidad que no depende de nuestra existencia, nuestra experiencia y nuestra mente.

            ---La ciencia ha demostrado –responde Tagore-- que la mesa como objeto solido es una apariencia y que lo que la mente humana percibe como mesa no existiría si la mente no existiera. El mundo aparte de nosotros es un mundo que depende para su realidad de nuestra conciencia. La verdad científica es solo una apariencia, lo que parece verdadero a la mente humana.

            Yo diría que la verdad científica es solo una hipótesis que trata de explicar la realidad con los datos hasta el momento conocidos. Además de los suplementos, traigo el libro  ¿Y si el universo no es como pensamos?, publicado por la Sociedad Española de Gravitación y Relatividad.

Detesto la divulgación científica que nos cuenta cuentos para que entendamos los abstrusos conceptos de la física, cosas como que es posible viajar en el tiempo según la teoría de la relatividad o estar en dos lugares al mismo tiempo según la física cuántica. Me gustan los que dicen la verdad a los profanos que los agujeros negros, por ejemplo, ni son agujeros ni son negros, que esa es sola una forma metafórica de hablar, y que se trata de una construcción teórica para explicar ciertos aspectos de la realidad macroscópica (lo que aparece en ciertas fotografías son solo presuntos agujeros negros).

Del origen del universo, si bien se mira, sabe tanto el más sabio científico como el tertuliano de café. La ciencia no nos dice nada de cómo comenzó ni siquiera de si comenzó. Lo que de momento sabemos es que el universo fue más denso y caliente en el pasado y lo fue tanto más cuanto más atrás nos remontemos. Llegaríamos así hasta un momento de mínimo volumen y máxima energía y campo gravitatorio. Más atrás, no podemos saber nada. Es la teoría o la hipótesis del Big Bang como origen del universo. Pero Iván Agulló, uno de los colaboradores del volumen, dice que tal hipótesis está basada “en una extrapolación injustificada de las teorías de Einstein”. Y añade: “No podemos confiar en esta teoría en aquellas condiciones extremas y no podemos utilizarla para apoyar o refutar ideas sobre el origen del Cosmos”. Hay otras teorías que afirman que el Big Bang, antes de ser un principio fue un final: “el universo no ha estado expandiéndose desde siempre; en el pasado, se contraía y lo hizo hasta que la densidad de materia y energía fue lo suficientemente grande como para provocar, como rebote, una expansión”. A la teoría del Big Bang se contrapone así la del Big Bounce, o Gran Rebote.

            ---O sea, admirado Einstein, que tienen razón Tagore y los Argensola: “ese cielo azul que todos vemos / ni es cielo ni es azul”. Tus teorías ayudarán a configurar el GPS que nos orienta cuando conducimos, pero a la hora de explicar el origen del universo nos dejan en ayunas.

Jueves, 4 de diciembre
NADA PUEDE PROTEGERNOS

Mientras tomo el primer café de la mañana en Noor, se me acerca el dueño y me ofrece sonriente un feo libro con el nombre de Trump: “Mire que curiosidad he encontrado”.

Resulta que es un libro escrito por Trump muchos años antes de dedicarse a la política. Lo abro al azar, dispuesto a reírme un rato, y lo primero que me encuentro resulta muy distinto de lo que esperaba: “La vida es algo muy frágil. No importa quién se es, si se es bueno o malvado, los bellos edificios que hayamos construido o cuánta gente conozca nuestro nombre. Nadie en la tierra puede considerarse completamente seguro, porque nada puede protegernos por completo de las tragedias ni del paso del tiempo”.

            ---Muchas gracias, Abbás. Lo leeré con atención.

Viernes, 5 de diciembre
TRUMP AL DESNUDO

El libro de Donald Trump Sobrevivir al triunfo, publicado en 1991, me ha interesado mucho más de lo que pensaba. El personaje no es exactamente la caricatura que algunos han hecho de él.

            Al fina de la década de los ochenta, llegaron para Trump los malos tiempos, no solo financieros. Lo resume al comienzo de uno de los capítulos: un helicóptero, al que él estuvo a punto de subir, se estrella y mueren algunos de sus más cercanos colaboradores; su matrimonio entra en crisis y el divorcio se convierte en lucrativo espectáculo para los medios de comunicación; el campeón de boxeo al que apoyaba, y que todos consideraban invencible, se derrumba en la lona, como un símbolo, muy cerca de dónde él estaba sentado.

            Este libro, un manual de resistencia, explica su fórmula para resucitar, que volvería a aplicar más tarde cuando fuera y dejara y volviera a ser presidente. Por estas fechas, a quien le preguntaba si tenía intención de presentarse a un cargo público respondía que no y daba sus razones: “No quiero verme complicado en los compromisos, las adulaciones y otras cosas degradantes que hay que hacer para conseguir votos. La mayor parte de las mejores personas que hemos tenido en las instituciones fueron los nombrados y no los elegidos en unas elecciones”.

            Este libro, un fascinante viaje a otro tiempo, explica muchas cosas de ahora mismo. La razón de que Trump simpatice con Putin, por ejemplo, y considere una panda de pardillos a los políticos de la Unión Europea, simples pagafantas o paga misiles de la guerra en Ucrania.

No sé si Maduro, allá en la Venezuela asediada, ha leído Sobrevivir al triunfo. Si lo ha hecho, es posible que logre revertir la situación. Nada ayuda tanto en una negoción política o económica como conocer bien al rival.

 

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