Sábado,
8 de noviembre
OTRA DESPEDIDA
No hay dos sin tres, se dice. Primero fue Xuan
Bello, luego Antonio Rivero Taravillo, hoy amanezco con la noticia de que ha
muerto Javier García Rodríguez.
Gran
activista literario, primero en Valladolid, luego aquí en Oviedo, a su obra
literaria le presté menos atención que a las de los otros dos. Comenzó, allá
por los noventa del siglo pasado, publicando en Reloj de Arena y
admirando a los mismos autores que yo admiraba entonces: Juan Bonilla, Carlos
Marzal, Aurora Luque, por citar tres nombres.
Ya en
Oviedo, cambió de rumbo y se apuntó a estéticas aparentemente más rupturistas,
la de Agustín Fernández Mallo, por ejemplo, y ciertas derivas de la narrativa
norteamericana. Gustaba del experimentalismo y tenía ingenio verbal, pero yo le
vi siempre más como gestor, promotor y entusiasta profesor que como creador. Nos
fuimos distanciando literariamente en los últimos años, aunque siempre me
saludaba con una sonrisa cuando nos cruzábamos, primero en la Facultad y luego
en el parque de San Julián de los Prados, que él tenía que cruzar para llegar a
su casa, en la calle Miguel de Unamuno. Yo siempre le preguntaba por su hija,
Claudia, que para mí seguía siendo aquella niña encantadora que llevaba en un
carrito cuando nos veíamos con más frecuencia.
Todos los
muertos nos duelen, pero no todos de la misma manera. El poco contacto personal,
como en el caso de Rivero Taravillo, o el distanciamiento progresivo estético,
amortiguan el impacto. El puñetazo más doloroso fue el primero, el de Xuan; en
los otros dos casos, parece que llueve sobre mojado.
Ahora a
esperar el siguiente disparo de ese francotirador caprichoso que refugiado allá
en su nube entretiene la aburrida eternidad haciéndonos la puñeta, hasta que un
día nos acierte a nosotros y ya no pueda volver a hacérnosla más.
Domingo,
9 de noviembre
CONSPIRANOIA
Para mí, la escena más impactante de Bugonia,
la nueva película de Yorgos Lanthimos, es la final, con la que más de una vez
he soñado y que no siempre he visto como una pesadilla, sino a veces como una
liberación. Con solo un chasquido de dedos, Dios elimina todo el dolor del
universo, aunque para eso tenga que eliminar también la vida humana.
Me
ha sorprendido el virgiliano comienzo con esas abejas que se van extinguiendo,
como en el mito de Aristeo y que volverán a nacer espontáneamente de la carne
de un buey putrefacto, y de ahí el título.
Tras
el giro de guion, que le da la razón al obsesivo chiflado que protagoniza la
historia, la puesta en escena deja de ser realista para parecer una película de
ciencia ficción, serie B. Hemos abandonado la realidad para entrar en las
fantasías de Teddy, el apicultor que atribuye la muerte de sus abejas –y la
enfermedad de su madre-- a una conspiración alienígena.
Alienígena,
no, pero conspiración hay. Yo, que soy un poco Teddy, pensaría más bien en la
industria farmacéutica y en la industria armamentística.
Martes,
11 de noviembre
NO, GRACIAS
---Estuve esta tarde en el Book Club, del Forbes
House, un sitio muy selecto, donde Andrés Trapiello presentaba su último libro.
Charlé al final un poco con él, y me habló de ti. Me dijo que no lo ibas a
reseñar, que ya no te enviaba sus libros porque prefería que no los reseñaras.
---Qué
curioso, Bueres. Cuando lo presentó en Sevilla, hace unos días, comió con
Abelardo e insistió en lo mismo. Que si qué suerte la suya porque yo no iba a
hablar de Próspero viento, que narra su deslizamiento por la vida
política desde la extrema izquierda de su inconsciente juventud hasta la
extrema derecha de su irreflexiva madurez. Y no, no lo voy a reseñar, y no
porque no me lo mande, que yo prefiero comprar los libros de los que hablo, ya
sabes mi obsesión por la independencia.
---¿Has
leído el libro?
---Ni
lo he leído ni pienso leerlo.
---Pues
yo creo que una persona como tú, que se interesa por la literatura y por la
política, debería leerlo. A fin de cuentas, lo que cuenta es un proceso de
maduración que no le ha ocurrido solo a él. Casi todos los intelectuales de vuestra
edad, han tenido una trayectoria semejante. Creo que las únicas excepciones
sois tú y García Montero.
---¡No
compares!
---Yo
creo que Trapiello practica, como se hace a veces con los niños, la psicología
inversa. Dice que no quiere que reseñes su libro porque quiere que lo reseñes y
sabe de sobra lo que a ti te gusta llevar la contraria.
---No
lo reseñaré, pero reconozco que me cuesta vencer la tentación. Cuando pasé por la
librería y lo vi, tuve que mirar para otro lado y pasar rápido porque, si lo
hojeo, enseguida encontraré un párrafo tan calamitoso que no podré evitar
desmontar su falacia demagógica.
---Para
ti son demagogos todos los que no piensan como tú.
---Puede ser. En cualquier caso, próspero viento y muchas ventas para mi querido enemigo íntimo. Cuando Isabel Díaz Ayuso sea presidenta del gobierno de España, él será el nuevo García Montero, pero yo no pierdo la esperanza de que eso ocurra cuando las ranas críen pelo.
Miércoles,
12 de noviembre
PESSOA Y YO
Estuvo dedicada la tertulia a hablar de Fernando
Pessoa, ahora de nuevo de actualidad porque se traduce al español la ciclópea
biografía de Richard Zenith, mil cuatrocientas páginas para contar la vida de
un hombre que, según se dice, apenas tuvo vida, Toda una hazaña.
---Hubo
un tiempo en que yo me identificaba mucho con Pessoa –dije--. En uno de mis
primeros libros, le dediqué un epitafio pensando sobre todo en mí: “Pasé, como
viento en la noche, desconocido y solo. / Una mujer me amó, o dijo que me
amaba. / Yo solo amé palabras sin ventura. / Ahora estoy muerto, como siempre
estuve”.
---En la entrevista de El Cultural, hay unas palabras que me parece que pueden aplicarse a ti. “¿Era consciente de su genio?”, le preguntan a Zenith. Y responde: “Sí, aunque también dudaba. Los grandes escritores suelen tener una mezcla de certeza y duda. Fernando Pessoa vivía para la inmortalidad literaria, confiaba en que su obra sería reconocida tras su muerte, pero también tenía que no sucediera”. La única diferencia es que tú eres solo certeza, sin ninguna duda.
Jueves,
13 de noviembre
EL DEDO SOBRE EL MAPA
Cualquier pretexto es bueno para dar un paseo de los
que a mí me gustan. Me llama una amiga que ha ido a Buenos Aires a dar una
conferencia sobre Rosa Arciniegas, y yo en seguida le pregunto que desde qué
lugar me llama. Ella no sabe el nombre, pero Roberto Silva, que la acompaña,
dice: “Puerto Madero”. Y yo en seguida me imagino el lugar. Al cruzar el puente
de Calatrava, si vas hacia la izquierda, San Telmo, con su plaza Dorrego y el
parque Lezama; hacia la derecha, la Casa Rosada y luego la plaza del general
San Martín, con sus ficus inmensos y el comienzo de la calle Maipú, donde vivía
Borges; de frente, calle Córdoba adelante, llegas a las galerías Pacífico, una
de mis casas en Buenos Aires desde que la descubrí por primera vez.
Soy muy
aficionado a los paseos virtuales. Nunca leo en la cama y si tarda el sueño me
entretengo dando un largo paseo con los ojos cerrados por alguna de mis
ciudades favoritas. Salgo de Grand Central, por ejemplo, y dudo si caminar hacia
la izquierda, hasta Tudor City, con sus parquecitos tranquilos que frecuentas
las ardillas antes de llegar a Naciones Unidas, o tirar hacia la derecha hasta
la biblioteca de los leones, y luego detenerme un rato en Bryan Park antes de
seguir hacia Time Square o subir por la Quinta hasta el parque… Sigo así hasta
que me llega el sueño, y a veces sigo caminando en sueños.
Como
me gusta viajar a los mismos sitios y pasear por los mismos lugares, vuelvo
siempre con un mapa de la ciudad en la cabeza. No de toda, claro, sino de la
zona que escojo para moverme y que amplío un poco cada vez que vuelvo. Tengo
cierta facilidad para ello, debida sin duda a que fui un niño y un adolescente
solitario que solo podía viajar con el dedo sobre el mapa.
Viernes,
14 de noviembre
QUEDA CLARO
Mientras
la sangre no llegue al río, las noticias que prefiero son las de la actualidad
política. España hoy es como una liga de fútbol en que todas las tardes se
jugara el partido del año, entre el Madrid y el Atlético o entre el Madrid y el
Barça. Y todos somos de uno de los dos equipos y aplaudimos a los nuestros y
silbamos e insultamos a los contrarios.
Ahora
estamos con el juicio al fiscal general del Estado. Ya hemos oído a unos y a
otros. Ahora le queda decidir al Tribunal Supremo. ¿Le condenará, le absolverá
por falta de pruebas, aunque dando a entender que lo considera culpable de
sanchismo, o tendrá el valor de hacer justicia?
Queda
claro, con esta pregunta, de lado estoy yo. Pero me gusta tener buenos amigos
del otro bando con los que procuro no hablar nunca de política.
Mientras la sangre no llegue al río,
que siga el espectáculo.





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