Sábado,
1 de noviembre
ESTÁN EN MI CORAZÓN
Aunque trato de evitarlo, qué difícil no dejarse influir por la fecha del día. Me gusta frecuentar cementerios, pero nunca en esta fecha. Son para mí solo arte, melancolía, memoria colectiva y paisajismo. Los muertos que me importan están todos en mi corazón. Y no necesito una fecha precisa para recordarlos.
Domingo,
2 de noviembre
REENCUENTRO
Qué sorpresa encontrarme en los agradecimientos del
libro de Eva Moreno-Lago que reseño esta semana (lo llevo haciendo, sin faltar
una, desde 1988), con una antigua conocida: “Nuestras reuniones casi semanales en
casa de Mercedes Arriaga se han convertido en un espacio nutritivo, física e
intelectualmente. Gracias, Mercedes, madre casi divina de todas nosotras y
madre putativa mía, por tu mesa siempre dispuesta y tu perspicacia crítica”.
La ilustre catedrática Mercedes Arriaga es la famosa Merche que aparece más de una vez en los Cuadernos Óliver y que tuvo un papel importante en la fundación que una tertulia que todavía continúa (ella, por lo que veo, ha creado otra en Sevilla): fascinó a Víctor Botas, antes muy renuente a asistir a ese tipo de reuniones literarias. Era una mujer decidida, que en los cuatro meses primeros de la tertulia ya había cambiado otras tantas veces de novio. Que ella tomara la iniciativa en los acercamientos eróticos nos escandalizaba un poco y me temo que, en las referencias de nuestros escritos de entonces, que ahora me avergonzaría releer, asomará un nada disimulado tinte machista. Cuando trabajaba en Bari, donde estuvo casada con un periodista, nos tradujo al italiano. Me alegra reencontrarla ahora convertida en una referencia de los estudios de género y rodeada de agradecidas discípulas.
Lunes,
3 de noviembre
LO QUE VA DE AYER A HOY
“A juzgar por lo que lees y comentas, cada vez te
interesa menos la literatura”, me dice un amigo y puede que sea verdad. Incluso
las novelas, cuando las leo (cada vez menos), me interesan más por lo que
tienen de historia involuntaria que por lo que tienen de novela.
Torcuato
Luca de Tena no es precisamente uno de mis escritores favoritos. Ayer, sin
embargo, compré por un euro Mrs. Thompson, su mundo y yo y me ha
apasionado desde las primeras páginas. Habla con humor de los Estados Unidos de
principios de los cincuenta, donde fue corresponsal, y ningún libro mejor para
conocer por contraste la España de entonces. O los Estados Unidos de hoy, que
parecen la otra cara de la moneda.
Me
divierte leer su descripción de lo que es una autopista de peaje, algo por
entonces completamente desconocido en España: “Una parte de los gastos de
construcción la pagan aquellos mismos que se benefician de la obra, por medio
de un impuesto abonable a la entrada o a la salida de la carretera. Y es el
caso que los automóviles de turismo ahorran, por la nueva autopista, en
gasolina, en aceite, en desgaste general del coche, una cantidad bastante
superior a la que ahora tienen que pagar como impuesto para cruzarla. Los
camiones y transportes comerciales pagan una cantidad más elevada, pero también
es mayor el ahorro en jornales y gasolina de que se benefician las industrias
transportistas”.
Ahora
parece que los asturianos, además del cachopo, la sidra y la fabada, tenemos
otra devoción común: eliminar el peaje del Huerna, visto como una ofensa a la
dignidad regional.
Yo ni
entro ni salgo en ese ideal sobrevenido que une a izquierda y a derecha, solo
me pregunto, como Josep Pla ante las luces de Nueva York encendidas toda la
noche: “¿Y quién paga eso?”
Porque
eliminarlo es fácil. Solo hay que hacer que el peaje no lo pague el usuario,
sino todos los ciudadanos, lo utilicen o no, o rescindir el contrato con la
empresa concesionaria abonándole la indemnización correspondiente, a cargo, no
de los políticos que al aparecer prorrogaron la concesión irregularmente, ni de
los que ahora, del partido contrario, están en el gobierno, sino de todos los
ciudadanos. Convendría precisar las cifras en un caso y otro para que podamos
tener una opinión razonada al respecto.
“¿Pero
tú crees que se quitará el peaje o no?”. “No se quitará, pero correrá a cargo
del gobierno para evitar perder los votos que se tiene en Asturias. O sea, que
no lo abonarán los usuarios, sino entre todos, y con el aplauso de todos”.
Martes,
4 de noviembre
DE TUMBO EN TUMBO
De todos esos casos judiciales que andan por ahí y
que tanto entretienen a los lectores de diarios y consumidores de telediarios,
a mí el que más me fascina es el de Begoña Gómez, con su juez que parece salido
de Alicia en el país de las maravillas o de algún relato de Kafka,
siempre sacándose nuevas acusaciones de la chistera cuando la anterior no da
más de sí.
¿Se
acuerda alguien de qué comenzó acusándola? Parece que de ejercer de catedrática
sin ser licenciada. Se le explicó que el tipo de cátedra que ella dirigía no
precisaba ese requisito y, sin inmutarse, la acusó de otra cosa y luego de otra
y así seguirá, de tumbo en tumbo, hasta que se jubile o hasta que tumbe a Pedro
Sánchez porque ya se sabe que muerto el perro se acabó la rabia. Y media España
aplaudiéndole a rabiar. Y las autoridades judiciales mirando para otro lado o
dándole carta blanca. Cosas de la polarización. Se desacreditará la justicia,
pero ¿y lo que nos reímos?
Jueves,
6 de noviembre
COSAS QUE PREFERIRÍA NO SABER
Detesto las presentaciones (salvo que sea yo el
protagonista o el coprotagonista, claro), pero me alegra haber asistido a la
del libro La cinta verde. Al comienzo, su autor, Víctor Colden, tuvo un
momento de recuerdo para Xuan Bello, una de sus dos mayores admiraciones. La
otra es el maestro de ambos, Álvaro Cunqueiro. Curiosamente, los relatos de La
cinta verde, tan inteligentemente construidos, tan impactantes
emocionalmente, no se parecen nada a las narraciones de ninguno de los dos,
señal de que Colden es un buen discípulo.
En el
coloquio final, se habló de la biografía que Antonio Rivero Taravillo le ha
dedicado a Cunqueiro. Fue el gran empeño de sus últimos tiempos y admira que
pudiera llevarla a cabo entre los zarpazos de la enfermedad. Nos cuenta todo lo
que queríamos saber sobre el mágico escritor gallego y también algunas cosas
que preferiríamos no saber. Y no me refiero solo a sus antecedentes penales: “En
agosto de 1944 se le abrió un sumario por delito de estafa. En diciembre de
1946 y marzo de 1947 se le abrieron igualmente sendos sumarios por idéntico
delito, el primero a la editorial Morata y el segundo a Gráficas Clemares,
ambas radicadas en Madrid”. La lista continúa: en junio y agosto de 1947 fue
acusado de sustraer impresos para cometer estafas, en septiembre de ese mismo
año fue imputado por sustraer joyas y apropiarse de doce mil pesetas por la
venta fraudulenta de un tiovivo perteneciente a doña Carmen Prida Casas
(¡Vender un tiovivo de una romería! Esto sí que es muy Cunqueiro). En 1951, la
Audiencia Provincial de Madrid mandó buscarlo por más delitos… Y todo esto lo
hacía un periodista afamado y adicto al Régimen. Pero no es lo que más me
apena. Como buen biógrafo, Rivero Taravillo no tenía más remedio que contarlo,
y le agradecemos esas puntualizaciones. Pero hay otras que podía habernos
ahorrado. Citando a Ana-Sofía Pérez-Bustamante –ni siquiera se lo contaron a
él--, escribe: “Cuenta la gente del pueblo de sus borracheras nocturnas y de
cómo pasaba las noches golpeando la puerta de la casa donde se había encerrado
su mujer, que jamás quiso volver a estar con él, llamándola en vano”.
Después
de leer ciertas biografías (la de Miguel Dalmau sobre Gil de Biedma, la de J.
Benito Fernández sobre Benet, por ejemplo), nuestro aprecio por el escritor se
tambalea. Injustamente, quizá. Una cosa es la obra y otra la vida. Pero con
tantos autores admirables como hay para leer, yo prefiero posponer a los que no
me caen bien, por muy buenos escritores que sean.
Una
de mis pesadillas es que algún día un minucioso biógrafo rastree todas las
triviales miserias de mi vida, que yo he preferido olvidar, y espante con ellas
a los pocos lectores que pueda tener. Pero sospecho, y respiro aliviado, que
esa pesadilla nunca va a convertirse en realidad.
No todo
habrían de ser desventajas en haberse pasado la vida literaria haciéndose
enemigos y en no ser un triunfador.
Viernes,
7 de noviembre
UNA RELACIÓN
Nuestra relación es un poco complicada, como la de la
mayoría de las parejas. Siempre está llevándome la contraria. Me recuerda a un
chistoso calambur: “Yo lo coloco y ella lo quita”. O sea: “yo loco loco y ella
loquita”.
Me parece
que es algo bipolar: pasa en un instante de colmarme de regalos a convertirse
en un demonio.
No puedo
imaginarme sin ella, pero confieso que a menudo me cuesta soportarla. Qué extraña
pareja, la vida y yo.





Sus caudalosas lecturas no le han quitado su rancio sectarismo.
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