Martes,
30 de septiembre
NAZARÉ
“Cuando no soporto a mi país o no me puedo sufrir a
mí conmigo, me voy a Portugal”, suele repetir un amigo. Y yo, tras ciertos
desengaños en la familia adoptiva, que no son del caso, he decidido seguir su
ejemplo, y el de lord Byron., y venirme a Nazaré.
Me
gusta ver atardecer desde la punta del pequeño faro, en lo alto del fuerte de
San Miguel, a un lado la Praia do Norte, paraíso de los surfistas. El sol
parece desangrarse y yo pienso que lord Byron, de estar aquí, sería un surfista
más, de los que esperan la gran ola, la que llega hasta los treinta metros,
para cabalgarla y superar el récord mundial.
Pero
no se quedaría por estas tierras mucho tiempo. En cuanto le llegaran las
noticias del otro extremo del mundo, del oriente que se desangra minuto a
minuto como el sol en el cotidiano ocaso, fletaría a su costa una flotilla e
iría a liberar Gaza. Moriría en el empeño, seguro, como murió en la Grecia
oprimida por el imperio otomano, pero sería una hermosa manera de morir.
Yo, no tan valiente, y con algunos años más, que eso también cuenta, herido aunque no vencido por la vida, me limito a recitar a Bécquer: “Olas gigantes que os rompéis bramando / en la playa desierta y tan cercana, / envuelto entre las sábanas de espuma, / llevadme con vosotras”.
Miércoles,
1 de octubre
ÓBIDOS
Una tarde en Óbidos me cura de melancolías. Todo
florido de iglesias, caserones y buganvillas, parece la ilustración de un
relato de aventuras bizantinas. Los amantes que se han jurado fidelidad eterna
y separados por algún hechizo, tras mil y una peripecias se encuentran por fin
y se abrazan felices.
Borges
se imaginaba el paraíso como una biblioteca. Yo también, pero como una
biblioteca que se llame Óbidos, el único pueblo del mundo donde una iglesia y
una frutería se han convertido en librerías y donde un hotel lleva el nombre de
“The literary man” y se anuncia con el lema de “book and cook”.
Aquí
se celebra, desde hace diez años, Folio, un festival de esos que convierten la
literatura en espectáculo y que siempre se adornan con algún premio nobel y
media docena de best sellers internacionales. Se inaugura dentro de unos días y
ya están preparando los escenarios. Yo vendría en otras fechas, por supuesto,
que no me gustan los espectáculos con estrellas literarias (a no ser que sea yo
una de ellas y no suele ser el caso). De los nobeles, este año vienen Coetze y
Svetlana Aleksiévich, y de los españoles Aramburu y no sé si Pérez Reverte.
Qué
maravilla pasear por sus calles, tan literarias antes y después de que lleguen
los escritores, entrar en sus iglesias, subir a las almenas del castillo, comer
chocolate (ese dulce alivio para las penas del corazón), descubrir a Josefa
d’Óbidos, delicada pintora –está en el Louvre-- en tiempos en que las mujeres
no pintaban nada. Nació en Sevilla; su padre, también pintor, conoció a
Zurbarán, pero ella siempre se sintió portuguesa, como me siento yo en esta patria
sin espinas que es para mí Portugal.
Qué buen sitio para reparar los desconchados del corazón.
Jueves,
2 de octubre
ALCOBAÇA
Aquí reposa Inés de Castro, la que reinó después de
morir, la dulce Inés que fue asesinada en la Quinta das Lágrimas allá en
Coímbra, la que cantó Camoens.
A un lado
de la sobria nave (los monjes del Císter parecieron inventar el lema “menos es
más” antes del Van del Rohe), con su rostro de ninfa delicada, “antes de tiempo
y casi en flor cortada”, aguarda el día de la resurrección; al otro, el barbudo
rey don Pedro, tumbado en sentido contrario. Así, cuando llegue el día triunfal
y ambos se pongan en pie, lo primero que harán será mirarse a los ojos y
abrazarse para toda la eternidad.
Viernes,
3 de octubre
JARDÍN DE ORIENTE
Colecciono jardines, los tengo de todas clases:
inmensos y palaciegos, llenos de fuentes y esculturas, y tan diminutos que casi
caben en la palma de la mano; colgantes como los de Babilonia, y flotantes en
el centro de un lago; formando parte de la memoria de mi infancia y entrevistos
solo tras altos muros.
A ellos añado hoy el insólito Buda Edén, en
Bombarral, con sus jardines de arte moderno y de arte africano, su lago de la
tranquilidad, su laberinto de bambúes, sus escaleras doradas hacia otro mundo y
sus budas gigantes, su anfiteatro en el que yo recité una vez más a Li Po
(“¿Cuánto podrá durar para nosotros / el disfrute del oro, la posesión del
jade…), sus azules guerreros de Sian y su Adán que es un hombre y que es todos
los hombres.
No
me importaría perderme aquí, entre garzas y aves del paraíso, y no ser capaz nunca
de encontrar la salida.
Sábado,
4 de octubre
BATALHA
Recuerdo
que la primera vez que estuve en Batalha --hace casi medio siglo, estudiaba en
Coímbra--, le escribí un poema a las Capelas Imperfeitas. Inacabadas, pero no
imperfectas: tenían por techo el más hermoso cielo, la bóveda celeste.
En
esta ocasión. no puedo comprobarlo: están en obras. Me habría gustado
visitarlas a media noche y contemplar, allá en lo alto, la deslumbrante cúpula
de estrellas.
Frente al monasterio, la estatua
ecuestre de Nuno Alvares Pereira, el héroe de Aljubarrota, con su sobria y
esbelta elegancia que nada tiene que envidiar a las estatuas del renacimiento.
Pero me acerco a la cartela y compruebo que, como casi todo lo que parece
antiguo en Portugal, es de la época de la dictadura. También la verdad se
inventa.
Domingo,
5 de octubre
TOMAR
Recorro
la ciudadela templaria, luego de los caballeros de Cristo, y pienso que no sería
un mal lugar para vivir. El convento reúne todas las comodidades de un hotel de
cinco estrellas y no faltan los secretos pasadizos que llevan a dulces encuentros
a la orilla del río.
Estaba
además rodeado por la Mata dos Sete Montes, huerto, bosque y jardín, con sus
umbríos recovecos para las iniciaciones. Junto al río Nabao, una noria sigue
dando vueltas y entonando igual canción que en tiempos de los templarios: todo
fluye, nada pasa.
Mientras recorro la ciudad, mientras
me acerco luego en una lenta barcaza hasta Almoural, un castillo vigía en una
isla del Tajo, me viene una y otra vez a la cabeza un poema de Fernando Pessoa,
al que Mariza dio un aire de hipnótico fado: “De vale à montanha, / de montanha
ao monte, / cabalo de sombra, / cabaleiro monge…”
Caballo de sombra, caballero monje, sigues caminando en mí, como dice la canción.
Lunes, 6 de octubre
LISBOA
Disuena,
en el luminoso claustro de los Jerónimos, el túmulo de Pessoa, con su desvaído
prisma y los versos de los heterónimos. Yo leo en voz alta los de Ricardo Reis,
que me acompañan desde siempre en la memoria: “Para ser grande, sé entero. /
Nada tuyo exageres o excluyas…”
Pero
los que me habría gustado leer, los que le habrían gustado a Pessoa, émulo de
Camoens, son los dedicados al infante don Enrique: “Dios quiere, el hombre
sueña, la obra nace, / Dios quiso que la tierra fuese toda una, / que el mar
uniese ya no separase…”
En 1985, cuando se trajeron aquí sus restos desde el cementerio de Os Prazeres, a los admiradores de Pessoa les avergonzaba un poco, como a los colaboradores de Presença. el poeta nacionalista de Mensagem. Pero es ese poeta que reescribe Os Lusiadas en una cáscara de nuez, más que ningún otro, el que tiene su sitio en esta inagotable filigrana, quintaesencia de Portugal.
Martes, 7 de octubre
SALESAS
Soy un
lord Byron de bolsillo, qué le vamos a hacer. Él pasó media vida viajando por
el mundo y yo vuelvo agotado y feliz a mi café de siempre tras una mínima
escapada.
“No me gusta viajar, pero me gusta
haber viajado”, decía Borges. A mí me pasa lo mismo.
Sentado a las doce en punto de la
mañana en la mesa redonda de Los Porches, con un café, un vaso de agua y un
libro recién llegado, soy feliz. De los puñales en la espalda, que quizá solo
existieron en mi imaginación, ya no queda ni la más mínima cicatriz. Pero no
tarda en aparecer el bienintencionado amigo que me recuerda que no todo fueron
imaginaciones mías.
---¿Has
visto la que has armado en Facebook? Como a un panal de rica miel, a una cosa
que puso quien yo creía que era uno de tus mejores amigos (te acusaba de
mentiroso y calumniador), acudieron en tropel los damnificados por tus reseñas a
dejar su cagadita. Claro que también acudió a espantarlos una brigada de
amigos.
---Pues
no lo he visto ni pienso verlo.
---De
los damnificados, el que estuvo más estupendo de todos fue Ben Clark. Dijo que
eras un miserable y que, cuando te mueras, no te va a llorar nadie.
---¿De
veras? ¡Y eso que creo que no nos hemos visto nunca! ¿Qué diría si llega a
conocerme personalmente?
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