Sábado, 1 de junio
CUMPLEAÑOS FELIZ
La
verdad es que no me molesta cumplir años. Sigo celebrando mi cumpleaños durante
todo el mes de junio, que es mi mes favorito. Espero que continúe con la tradición
de traerme al menos un regalo cada día.
El de hoy se llama Avilés, se llama
parque de Ferrera, se llama el Atrio, se llama el café de Santa Mónica en la
plaza de los Hermanos Orbón, se llama calle Rivero, se llama calle Galiana.
Dejé
de vivir en Avilés en 1982; desde entonces raro es el sábado en que he dejado
de volver: apenas media docena en cuarenta y dos años. La verdad es que soy el
hombre más rutinario y menos aventurero del mundo. Si alguien quisiera escribir
mi biografía, lo tendría difícil para que no resultara más aburrida que una
novela de Juan Benet. Y yo tan contento de que en mi vida nunca pase nada y
nunca dejen de pasar cosas que me llenan de asombro y maravilla.
A primera hora, cuando todavía no
estaba despierto del todo, sonó el teléfono.
---Hola, soy Dios. ¿Qué regalo te
gustaría para tu cumpleaños?
---Déjame pensar. La vida eterna,
quizás.
---No te la recomiendo, y sé de lo
que hablo.
---Sí, demasiado tiempo. Me
conformaría con veinte años más de vida exactamente igual que la que tengo
ahora: un rato para escribir cada mañana; libros nuevos para el café de la
mañana y de la tarde; buenos amigos y buenos enemigos con los que pelear de vez
en cuando y polemizar todos los días; editores pacientes que me publiquen lo
que escribo aunque se venda poco; un paseo de tarde en tarde por la orilla del
Arno o del Ambroz, por el jardín botánico de Brooklyn o el de Gijón, por la
playa de Rodiles o de Hendaya, cosas así.
---Eso para Dios no es nada.
Concedido.
No era Dios, por supuesto, era solo un amigo bromista. Pero a mí me alegró la mañana.
Domingo, 2 de junio
DE TODOS Y DE
NADIE
Siguen los
regalos de este mes en que todo es regalo. Salgo del cine --un emocionante
disparate de Wes Anderson (si yo fuera director, haría películas como las
suyas)-- y, al encender el teléfono, me encuentro con un mensaje de Amancio
Prada en el que canta, a capela, unos versos míos.
Yo
ya los había olvidado. Últimamente solo escribo versos anónimos que me limito a
transcribir.
Todo
lo que publico, por decisión mía, es de dominio público; me gustaría que una
parte se difundiera también sin mi nombre, que en esos versos, si valen algo,
no pinta nada. Yo los escucho, en una voz en que he escuchado a buena parte de
la mejor poesía española, y no siento que sean más míos que los versos del
romancero: “Es tiempo ya de partir, / pero yo quiero quedarme / un rato más
junto a mí”.
Me
emociona especialmente, y bien sé yo por qué, una de estas soleares: “Oyó a su
madre cantar / allá en el fondo del sueño / y no quiso despertar”.
Lunes, 3 de junio
EL CASO BARET
“¿Pero cuánto
tardas en leer un libro?”, me preguntan a veces extrañados de que reseñe un
libro cada semana desde hace algún tiempo (exactamente desde 1988, veranos
incluidos). “Hombre, depende. El término libro no es una buena unidad de
medida. Lo mismo puede tener noventa páginas que novecientas. Yo puedo tardar
en leer un libro cuatro días o leer cuatro libros en un día. Lo que es cierto
es que todos los días termino por lo menos un libro y empiezo otro. Hay
lecturas de mañana y lecturas de tarde. Y a menudo el libro que voy a leer por
la tarde no lo sé hasta esa misma mañana.
De
camino a la guardería de Monte Nuño (grata costumbre matinal) paso por la
librería del centro Reto. A la puerta tiene un expositor de libros a un euro que
renuevan con frecuencia. Hay muchas obras maestras, pero ya las he leído.
Prefiero las curiosidades. Hoy me llama la atención Mi verdad y otras dudas,
de un tal Pedro Baret, del que no había oído hablar. Veo que se trata de un
libro periodístico, redactado por Federico Gallo y un Vila Sanjuán que no es mi
amigo Sergio, pero que debe ser familiar suyo, y tiene un subtítulo llamativo:
“Escándalos financieros y bancarios. Negocios internacionales de armamento. Las
interioridades del Club de Fútbol Barcelona. Las mafias, el sexo y la droga en
la cárcel Modelo”.
Queda
un poco mal que yo lo diga (sobre todo yendo por ahí de crítico literario),
pero a mí esas cosas me interesan tanto como las virguerías estilísticas de
Gabriel Miró (y bastante más que el Ulises de Joyce que también vendían a un
euro).
En
la nota previa, los “colaboradores literarios”, para defender al protagonista,
un tipo listo y con tan pocos escrúpulos como el desterrado de Abu Dabi, vuelve
a contar la famosa parábola que Eça de Queirós utilizó en El Mandarín y
Casona en La barca sin pescador: “Los hombres no somos jamás ni
enteramente buenos ni enteramente malos; el más honorable podría ser capaz de
apretar desde aquí un botón para volar una escuela de niños perdidos en la
selva si tuviera la certeza de que nunca iba a saberlo nadie y de que iba a
recibir a cambio un millón de dólares”.
Otros
tiempos, pienso yo. Ahora el jefe de gobierno de un país democrático, y que
presume de tal, puede dar la orden de arrasar una escuela o un centro
hospitalario y no importarle que lo sepan todos; le basta para justificarlo con
decir que tenía la sospecha de que por allí había escondido algún terrorista.
Leo el libro de Baret, publicado en
1983, cuando el protagonista estaba en libertad provisional tras pasar dos años
en la cárcel, en uno de mis rincones favoritos de lectura, el McDonald’s de Los
Prados. Mario Conde y Rodrigo Rato estarían de acuerdo con sus afirmaciones:
“Objetivamente casi todos los presidentes de los bancos más importantes de
España, si estuvieran sujetos al pie de la letra de la ley, hubieran tenido
motivos para ser inquilinos de Carabanchel o de la Modelo”. El escándalo Baret
comenzó cuando, en casa de un pariente suyo, encontraron unos maletines llenos
de dinero que él había depositado allí. Su explicación fue bastante más
verosímil que la de aquel que dijo que se lo había regalado un amigo, un
príncipe árabe, pero tuvo peor suerte que ese buen señor que contaba con tan
generosos amigos.
Miércoles, 5 de junio
MEJOR QUE NO
Un
contertulio llamado a altos destinos en las filas de la derecha civilizada (si
es que todavía queda algo de ella cuando aprueba sus oposiciones a notaría) nos
cuenta que ha asistido a la presentación, en el Senado y a cargo de José María
Aznar, del nuevo libro de Jon Juaristi. Comió luego con él.
---Me dio recuerdos para ti. Le dije
que volviera a la tertulia.
---Mejor que no. Se fue dando un
portazo y amenazándome. Pero sigo admirando al poeta. No al pensador. ¿Qué bucle
melancólico anti vasco y españolista ha publicado ahora?
---Una biografía de Menéndez Pidal.
---La leeré.
---Mejor
que no, que capaz eres de escribir una reseña.
---Solo
si puedo elogiarlo. De los libros de la gente que detesto por motivos
personales
solo hablo en público si puedo hablar bien.
---Y de los libros de los amigos
solo si puedes meterte con ellos, aunque sea por un fallo minúsculo. Y todo
porque te gusta presumir de ser un hombre justo.
--- Me esfuerzo no solo por serlo, sino
también por guardar las apariencias de imparcialidad. Me temo que no tendría
mucho futuro como juez en España.
Jueves, 6 de junio
NI MÁS NI MENOS
Cuando
comento un libro, nunca pienso en el autor, sino en los lectores. Pero después,
si el autor es amigo o conocido, me preocupa que si no es enteramente de su
gusto lo tome como una ofensa. Me ha ocurrido más de una vez, pero cada uno es
como es.
Con
Andrés Trapiello, a quien admiro, en lo mucho que tiene de admirable (también
tiene otras cosas) desde los años setenta, he mantenido una relación
intermitente, de bastante cercanía (recuerdo una comida en su casa) o de
hostilidad máxima (recuerdo aquella presentación en la librería Alberti), según
le gustara más o menos la reseña que he ido dedicando a cada uno de sus libros.
Esperaba
por eso con impaciencia su respuesta a la última sobre Fractal. No he
tenido que esperar mucho. Me llega pocos minutos después de que aparezca en mi
blog. Respiro aliviado. Es educada y acepta mis reparos, aunque no los
comparta. Seguro que piensa ya como Juan Bonilla, que una vez escribió que, por
muy elogiosa que fuera, una reseña mía no le había hecho vender un ejemplar más
ni, por muy negativa, vender uno menos.
Viernes, 7 de junio
OTRO REGALO
“Aquello
que más importa / es de todos y de nadie: / la luz del amanecer / y esa
estrellita en la tarde”, escucho cantar mientras vigilo a Yara y a su primo
Eidan que juegan en el parque y han quedado por un rato al cuidado de quien
siempre quiso ser abuelo. Otro regalo de cumpleaños.
Me temo que en la entrada correspondiente al miércoles, cualquier parecido es pura coincidencia.
ResponderEliminarPreciso. No entendí bien. La asistencia a la presentación del libro de Juaristi no fue presencial, sino virtual. La comida con el ideólogo preferido de Aznar, en cambio, no fue virtual, sino presencial.
ResponderEliminarY con Luis Alberto de Cuenca y con Pablo Núñez y no se habló de que Juaristi volviese a la tertulia jejejejeje
EliminarPues o yo entendí mal o me engañó mi informante del miércoles y del viernes. Incluso me contó que alguien le sugirió al ideólogo que reuniera sus poemas jocosos y ripiosos inéditos y que le dedicara el volumen al tal JLGM.
EliminarMe temo que no fue así, ni cosa parecida
EliminarRecuerdo haber asistido a aquella presentación que hiciste junto a Trapiello en la Alberti y sigo pensando, como quienes estaban a mi alrededor, que la bronca era un show pactado, ni entonces ni hoy se podría interpretar de otra manera el inesperado espectáculo.
ResponderEliminarPues no estaba pactado ni mucho menos. Trapiello rompió el protocolo de las presentaciones para sacudirse enquistados resquemores. Debería haberse grabado. Estuvo bastante entretenido.
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