sábado, 18 de febrero de 2023

En la retaguardia: El gran dictador

  

 

Sábado, 11 de febrero
VENGANZA

Me temo que soy peor persona de lo que parezco. ¿Por qué si no me he divertido tanto con el primer capitulo del libro de Villena sobre Brines que leo en Calle del Aire? El libro aparecerá pronto en Renacimiento. Como no hace ningún favor al poeta y el editor, Abelardo Linares, fue muy amigo suyo, me extrañó que se decidiera a publicarlo. "Es respetuoso y no cuenta nada que yo no supiera", dijo. Con la boca pequeña traté de convencerle de que no lo hiciera, seguro —le conozco bien— de que no solo no me iba a hacer ningún caso sino de que así adelantaría su publicación.

Este primer capítulo es un buen aperitivo. No tiene más de tres páginas, pero ya se nos anticipa que Brines era rico y tacaño, además de muy lujurioso, y que con los años se fue forjando una imagen ideal: gran poeta, sencillo, abierto, cordial, franco, una persona perfecta, un caballero "en el revuelto mundo de las letras con tantas trampas y deslealtades y gente de baja condición". Pero esa imagen no se correspondía del todo con la realidad. Y para eso escribe su libro, para sacar a la luz la cara oculta del poeta, la que solo mostraba "a cercanos amigos que fueran gays o perfecta y probadamente cercanos a ello". De sobra sabe Villena que Brines nunca quiso que se contara salvo en su círculo más íntimo lo que él va a contar. No le importa. Que todo el mundo sepa no ya que Brines era rico, tacaño y homosexual, sino también todos los detalles de su vida erótica: cómo, cuándo, con quién y cuántas veces.

¿Y por qué me alegra algo que debería más bien hacerme sentir vergüenza ajena? Por venganza, solo por venganza, porque nunca le he perdonado del todo a Francisco Brines la escena que me montó en Avilés allá por 1986. Creo que venía de jurado en el premio Ana de Valle y luego daba en Oviedo una lectura organizada por Tribuna Ciudadana. Nada más llegar, una mano amiga le pasó el último número de Cuadernos del Norte en el que yo reseñaba su libro Poemas a D. K. Yo había hablado de todos sus libros, le iba a presentar, Manuel Aragón me había encargado un volumen sobre él para la colección "Los poetas", donde había publicado ya un Fernando Pessoa. La lectura era por la tarde, quedamos citados en la cafetería del hotel por la mañana. No nos habían servido el café cuando ya comenzó a recriminarme lo que había hecho. Tardé en entender cuál era mi delito. Resulta que uno de los poemas a D. K. se había publicado en Palabras a la oscuridad dedicado a Detlef Klugkist y yo hacía esa referencia que aclaraba las iniciales del título. ¡Ni que hubiera descubierto un secreto de Estado! Más de una hora duraron sus recriminaciones. Lo más benévolo que me dijo fue que era un indiscreto, un cotilla, que no se me podía contar nada. Pero él no me había contado nada personal, ni me lo contaría nunca. Tiempo después nos vimos algunas veces, siempre eran reuniones formales en algún congreso o jurado literario; el trato fue de mera cortesía. Con lo de las iniciales, y con tantos otros detalles, demostré solo que era un atento lector de su obra. Tuve que prometerle, para que se calmara, que renunciaba a escribir el libro para Júcar, que iba a proponer que lo hiciera Alejandro Amusco. Eso le tranquilizó algo. Sospecho que eso que temía que yo contara —y que no podía contar porque lo ignoraba por completo— es lo que ahora cuenta, con pelos y señales, Luis Antonio de Villena. Y lo publica —justicia poética— otro de sus mejores amigos, Abelardo Linares.

Pero esta venganza me deja un sabor agridulce. En realidad, yo ya le había perdonado hace tiempo, aunque finja lo contrario: cada uno es hijo de su época y de sus traumas. Y me duele que en los últimos tiempos tuviera siempre sobre la cabeza la espada de este libro que le desnudaba en público. "Por lo menos —parece que llegó a decir—, que no lo publique mientras yo viva".

Menos mal que yo no soy importante y así no corro el riesgo de que ningún buen amigo —con la complicidad de un editor también amigo— quiera lucirse contando mis intimidades. 

Domingo, 12 de febrero
DESEO

A veces, antes de dormirme, me pregunto: "A estas alturas de la vida, ¿qué es lo que más deseas? ¿Encontrar al fin el amor verdadero? ¿Que te den el Cervantes? ¿Hacerte rico? Confiésalo, ahora que nos escucha nadie". Y me respondo: "Amor y dinero, no gracias, me basta con lo que tengo. ¿Premios? Ni el gafe del Cervantes que solo se da a quienes están en el geriátrico o a punto de morir, ni el Nobel ni mucho menos el ridículo en no sé qué academia con un espadín y el patrón emérito de los corruptos al lado. Yo no sé si tengo más o menos reconocimiento literario del que merezco, pero lo que sí sé es que tengo todo el que necesito. Aspiro a otra cosa, he descubierto —tardíamente— que me gusta mandar. Debería haberme dedicado a la política. Tener poder, poder de verdad, no estar supeditado a pactos y componendas. Si todos pierden la cabeza, como durante la pasada pandemia, mantenerla en su sitio y no convertirla en tontemia, o en algo peor, sacrificando a niños y ancianos; si hay guerra en Ucrania, no agravarla favoreciendo a uno de los bandos, sino propiciando el acuerdo entre ellos; y en la histeria actual con la ley del "solo sí es sí", no perder los nervios por miedo a perder votos y decir la verdad: si a algún condenado se le rebaja la pena, y los jueces actúan adecuadamente, es porque la pena era excesiva, sin que eso suponga —ni mucho menos— atenuar la gravedad del delito, que no todos merecen largos años de reclusión. ¿Qué peligro supone para la sociedad que a quien le condenaron a veinte años de reclusión —y que puede estar más que arrepentido y rehabilitado-- se le rebaje la pena a solo diecinueve?".

En estas cosas me entretengo mientras llega el sueño, pero jamás las diría en voz alta por miedo a que me linchen.

Lunes, 13 de febrero
LO CONTRARIO

Parece lo mismo levantarse y caer, levantarse y caer, levantarse y caer que caer y levantarse, caer y levantarse, caer y levantarse, pero es exactamente lo contrario.

Martes, 14 de febrero
FLORES

Desde hace no sé cuántos años, diez o más, recibo en esta fecha un anónimo ramo de flores en mi despacho del Milán. Esta curso es el primero que no tengo despacho, pero me llaman para decirme que han recibido un ramo de flores a mi nombre. Paso a recogerlo con una sonrisa. Sigo sin saber quién es ese secreto admirador o admiradora (más bien lo segundo), y no sé si me apetece mucho o poco averiguarlo (más bien poco), pero me alegran estas flores un día en el que no tengo —o parece que no tengo— nada que celebrar.  

Miércoles, 15 de febrero
BENET

Leo Vida y exilio, las memorias de José Fernández Sánchez, uno de los niños que salieron de España hacia la URSS en 1937, y compruebo que también hay gradaciones en el desastre: la Cuba de los primeros años sesenta, en la que estuvo como intérprete de los consejeros soviéticos, era casi un paraíso tropical comparada con la Rusia de entonces, como lo era la España franquista de 1971, que fue el año en que volvió, comparada con lo que dejaba atrás. Al final de este nutrido volumen, que da cuenta de una vida que parece abarcar muchas vidas, nos encontramos con una referencia a la polémica entre Solzhenitsyn y Juan Benet. Fue en marzo de 1976, cuando ya había muerto Franco, pero aún no había terminado su régimen. "Vosotros no sabéis lo que es una verdadera dictadura —dijo en televisión—. Ningún español está atado a su lugar de residencia, el ciudadano soviético no puede irse a otro lugar sin permiso. Podéis salir libremente al extranjero. En los kioscos se encuentra prensa de otros países. Aquí cualquiera puede hacer una fotocopia, en Rusia el que hace una sin permiso es arrestado por contrarrevolucionario". Esa referencia a la libertad de hacer fotocopias fue lo que más indignó a Benet, que respondió con unas palabras que pueden figurar en cualquier historia universal de la infamia: "Yo creo firmemente que mientras existan gentes como Alexander Solzhenitsyn perdurarán, y deben perdurar, los campos de concentración. Tal vez deberían estar un poco mejor custodiados, a fin de que personas como él, en tanto no adquieran un poco de educación, no puedan salir a la calle".

Jueves, 16 de febrero
SUEÑOS PROHIBIDOS

"Fidel se comportaba con Cuba como el niño con un hermoso juguete para él solo", subrayo en Vida y exilio. No hay dictadores buenos, me digo. Pero yo sigo soñando con ser, no un Castro, ni siquiera un Chaves, sino un Atatürk.

Viernes 17 de febrero
NO ME DEJES

¿Y qué importa que ya no te guste si yo sigo gustándome por los dos?



 

5 comentarios:

  1. ¡Qué bonito collage! ¡Y qué tres perlas! La primera, que es la última, eso de que para quererte, no te hacen falta los demás, que te bastas contigo mismo. La segunda, lo del pequeño o gran dictador del orden mundial que te gustaría ser y la tercera, la que habla de tu ¡venganza! Al parecer tu venganza es que Luis Antonio escriba un libro (y yo lo publique) sobre Francisco Brines y la vida personal que hay tras de sus versos.

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  2. Tus dos pleitos con Brines, que te autorizan a "vengarte" ahora de Brines, fueron: el primero, que no estuviera Brines interesado en que hicieras un libro-antología sobre él, en Júcar, porque tú estabas empeñado en que él era un poeta religioso y cuando él te dijo que no, que no era religioso tu le contestaras que sí lo era y que así ibas a decirlo y que si él no estaba de acuerdo, tu le dejarías poner una nota a pie de pagina contándolo. La segunda quejarte en una reseña de que en su libro POEMAS A D.K él no se había atrevido a poner su nombre completo, no porque POEMAS A D.K. fuera un mejor título que POEMAS A DEMETRIO KUKUSKLAN (por poner un ejemplo) sino por falta de valentía y de sinceridad. A Brines le pareció ridículo el que tú, que nunca en tus muchos poemas amorosos has puesto ni nombres ni iniciales, pretendieras darle lecciones a él en un asunto tan personal e intransferible.
    En cualquier caso, mil gracias por la publicidad.

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  3. A los que no se les vaya a ocurrir leer nunca el libro, les diré (a los demás no hace falta) que en ningún momento dice Luis Antonio de Villena, acerca de Francisco Brines, “que con los años se fue forjando una imagen ideal: gran poeta, sencillo, abierto, cordial, franco, una persona perfecta, un caballero, pero (que) esa imagen no se correspondía del todo con la realidad”.
    Eso son “suposiciones”, solo suposiciones (en las que queda clarísima “su posición”), del muy sabio y siempre bienintencionado José Luis García Martín.

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  4. Amigo Abelardo, 1/ qué pintoresca historia esa de que Brines se negó a que yo escribiera un libro sobre su poesía porque le iba a convertir en un poeta religioso (lo de si había elementos religiosos o no en su poesía tiene que ver con una reseña de "Jugar con fuego" con la que él se obsesionó y me trató de aclarar durante horas las pocas veces que entonces coincidimos; ya lo he contado muchas veces), 2/ La reseña sobre "Poemas a D.K." se publicó en Cuadernos del Norte; como la revista está digitalizada cualquiera puede comprobar lo que yo digo en ella, que en nada se parece a lo que te contó (creo) el poeta, y 3/ Si lo que dice o no Villena en el primer capítulo de su libro (el único que yo conozco) es o no lo que yo entrecomillo cualquiera lo puede comprobar leyéndolo en el número 4 de "Calle del Aire" (más publicidad). O sea, que reitero lo dicho: Brines se enfadó conmigo porque temía que yo contara lo que ahora va a contar Villena y publicar tú (yo no podía hacerlo, nunca fui persona de su intimidad, solo un lector y admirador de su poesía, y creo que no mal conocedor de ella).

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  5. Envidia, sobre todo. Je, je. La prosa del libro es peor que la de Jorge Javier Vázquez, pero nos divertiremos más que con el mejor Sálvame.

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