viernes, 17 de mayo de 2019

Intermedio: Una conversación con Pablo Antón Marín Estrada con motivo de la publicación de "Hablando claro"



––En 1989 publicaba la primera entrega de sus diarios. Usted sigue siendo el mismo, pero el paisaje ha cambiado ¿no?
––Me he dado cuenta de que en estos treinta años he escrito una especie de episodios nacionales. Es la historia de España vista no por un protagonista sino un testigo, ni siquiera principal, solo un ciudadano que está alerta. El primer tomo comienza antes de la caída del Muro y en este último aparece el conflicto catalán. No hay política menuda, lo que me interesa son los hechos históricos. Y aunque se anticipe en un periódico trato de contar lo que no cuentan los periódicos.

---¿Le molesta que algunos lectores amigos, piensen que su posición en temas como el catalán se deben solo a su afición a llevar la contraria?
---Tengo sentido común, conciencia de historia y muchos amigos en la historia literaria –Cervantes, Machado, Larra– recordándome que no se escribe solo para el momento presente. Me gustaría que dentro de 100 o 200 años si alguien se refiere a este momento histórico que no me pase lo que a los muy liberales diputados de Cádiz, que apoyaron la esclavitud para no dañar los intereses económicos de los propietarios cubanos. Quiero que se me recuerde como a Blanco White, que defendió la abolición.

-–-“Un español que razona” titula uno de los capítulos de su libro. A alguien le sonará a provocación.
––La frase es de Gil Albert y puede sonar pretenciosa. Soy un español que valora a su país y que considera que serlo es un honor y no un castigo ni una condena. Es una elección libre. Si quieres que los catalanes estén a gusto en el estado español, convénceles de que es la mejor opción.

-–-Su diario, en todo caso, tiene más ingredientes…
–Los diarios son siempre una estilización de la vida, recogen lo que de ella pueda interesar a los demás. No escribo para mí mismo. En mis diarios hay libros encontrados en librerías de viejo o en mercadillos como el Fontán. También todas mis rutinas, entre ellas tomar de vez en cuando un café en Nueva York o en Venecia, en Palermo o en Sofía, en todas esas ciudades en las que, para encontrarme a gusto, tengo que reconstruir el Oviedo en el que vivo. Hay también los haikus y aforismos que me regala el aburrimiento (yo me aburro mucho). Un ingrediente que ha ido decreciendo es la atención al mundillo literario, las sátiras y burlas a escritores de relumbrón.

––¿Le aburren los ajustes de cuentas?
––Nunca escribo para vengarme ni para adular a nadie. Si reseño un libro de alguien que personalmente detesto, me esfuerzo por contrarrestar el prejuicio negativo. Por eso dicen que trato peor a los amigos que a los enemigos. Martín López-Vega me regaló una estupenda edición de António Botto con la condición de que no reseñara su poesía completa a punto de aparecer.

––Pero sigue llamando “al pan pan y al memo, memo”.
––Al pan sigo llamándole pan, pero al memo le llamo estimado colega o apreciado poeta o no me ocupo de él, que es lo que prefiero. Procuro no meterme con nadie que no merezca la pena. Soy muy hipócrita en las cartas y en la conversación privada, nunca en público, salvo en facebook, como todo el mundo: entreveo un poema horrible y en lugar de comentar “qué disparate” pongo un ‘me gusta’ y todos tan contentos.

––A lo que sigue fiel es a sus frases repetidas. El domingo pasado hacía recuento de algunas.
----Las repeticiones subrayan nuestras obsesiones y marcan un ritmo. La que más me gusta: “No sería tan listo como me creo si no supiera que no soy tan listo como me creo”. Me parece que podría pasar a una antología de paradojas.

––“El éxito es una vulgaridad”, era otra.
––El éxito te corta las alas, te esclaviza. Quien tiene un público amplio está preso de él. Yo por suerte me gano la vida con un trabajo que no tiene nada que ver con la literatura (soy profesor de literatura) y puedo decir lo que quiera cuando escribo. Ningún editor manda en mí, ningún director de suplemento literario. Alguna ventaja debía tener ser el más profesional de los escritores, pero no ser un escritor profesional.

–-“Todavía aprendo” es otro de sus lemas.
––Es el título de un grabado de Goya que me gusta mucho: un viejecito aprendiendo a leer y escribir. Mientras uno aprende, sigue siendo joven y está vivo. Hay quien deja de aprender a los treinta, yo espero dejar de hacerlo después, mucho después, de los ochenta.

––¿Lo último que ha aprendido?
––A no estar orgulloso de mis defectos (me ha costado bastante). Y a pedir disculpas incluso cuando en un conflicto la razón parece estar de mi parte. A veces hace uno daño, sin quererlo, a personas que quiere o queriendo a personas que no se lo merecen (o que se lo merecen, pero solo un poco). He sido inconscientemente algo cruel, como los niños, diciendo lo que pensaba de este o aquel escritor. Ahora trato de disculparme, pero he estado tanto tiempo sin hacerlo que ya no me aceptan las disculpas, piensan que les estoy tomando el pelo o que lo hago solo para quedar bien.




2 comentarios:

  1. Se repite mucho hoy día:
    "ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDOS".

    España paga ahora las consecuencias:
    https://www.libremercado.com/2018-03-16/el-auge-del-separatismo-catalan-cuesta-mas-de-18500-millones-de-euros-a-la-economia-espanola-1276615534/

    Creían que reprimir a siete millones de personas era gratis. No lo es, no lo está siendo. En Septiembre-2017 perdió el gobierno central la gran oportunidad de pactar un referendum meramente consultivo sobre las posturas de los catalanes respecto a su encaje en el Estado. Esta renuncia ha traído el impase actual. Ninguna de las desgracias de hoy existiría si se hubiese hecho aquel pacto.
    "ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDOS".

    Pero el referendum superprohibido, se hizo. El Estado no fue capaz de pararlo a pesar de reprimir con saña. Rajoy dijo que no había existido.

    Se vengó el gobierno después con un decreto sanguinario para facilitar y animar a las empresas a irse de Cataluña. Decreto patrocinado por el Borbón. Es evidente lo que querían. El paro, estrangular a Cataluña, era la venganza. Sólo que
    "ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDOS".

    Y aumentó el número de independentistas, hasta arramplar con todo, como una riada, en las elecciones de abril. Ahora la economía catalana se ha recuperado del intento de asfixia, pero la imagen de España se ha deteriorado en el mundo, y sigue, y los inversores están suspicaces respecto a un país represor, inestable, que no respeta los derechos humanos. Y la Cámara de Comercio de Barcelona está copada por independentistas. Y el gobierno de Mad tiene que pagar informadores-intoxicadores para mejorar una imagen manifiestamente por los suelos. Y muchos políticos quieren parar y corregir, desean indultar o sobreseer, demasiado tarde porque los jueces de piñón fijo siguen con su carrerilla medio franquista.
    "ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDOS".

    Y es que si quieres llevar a la ruina a una comunidad, no seas bobo y no elijas aquella de la dependes para vivir y sobrevivir. Acuérdate de que
    "ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDOS".

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    1. Siempre le queda a usted nacionalizarse en la Inglaterra del Brexit, en la Francia des gillets jaunes o en la Italia de Salvini, países que pasarán a la historia mucho más embadurnados que el nuestro, no lo dude. Solo que aquí nos hace muy felices lapidarnos con desesperación.

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