domingo, 3 de marzo de 2019

Revelación de secretos: Aprendo a mentir



Sábado, 23 de febrero
CUIDADO CON LOS ELOGIOS

Como todos los escritores (como todos los seres humanos, casi me atrevería a decir), soy bastante vanidoso. Los elogios, sin embargo, me ponen siempre en guardia; mis admiradores suelen ser poco de fiar.
            Recuerdo el caso de aquel escritor portugués, callaré el nombre, que me escribía cartas y cartas de hiperbólica admiración. En una de ellas –la encontré el otro día entre papeles viejos–, me decía que había estado hablando de mí con Eugénio de Andrade y que me habría ruborizado si los escuchara.
            A este narrador, periodista y poeta le tradujeron un libro de versos al español y me pidió un prólogo. Dije que sí antes de leerlo; cuando lo leí, me interesó más bien poco. No supe cómo volverme atrás del compromiso y escribí unas páginas vagamente elogiosas, como suele ser habitual en estos casos. Pero sospecho que mi verdadera opinión se transparentaba (siempre me ha costado disimular lo que pienso) y ahí acabaron admiración y amistad.
            Nunca volví a saber de Viale Moutinho, así creo que se llamaba, aunque algunas noticias me llegaron de lo dolido que estaba con mi ingratitud.
            Los elogios de un escritor siempre han de ser devueltos y a ser posible con intereses. Por eso yo me siento muy incómodo cuando me elogian: temo no ser capaz de devolver el favor.
            Claro que existen además los simples lectores, los que no tienen mercancía que intercambiar. Me encuentro con la calle con un conocido al que no veía desde hace tiempo. Me felicita por mis artículos, que lee todas las semanas, y yo le sonrío feliz y agradecido. “¿Los lees en el blog?”, se me ocurre preguntarle. “No, no, yo no manejo Internet. Los leo en…”. Y me cita el nombre de un diario en el que hace cerca de diez años que no colaboro.
            Otro encuentro con admirador anónimo: “He leído su último libro. Me ha gustado mucho”. “¿Qué libro?”, se me ocurre preguntar porque en mi caso el último libro deja rápidamente de serlo. “El último, uno de portada verde; no, no, amarilla o quizá azul, uno en el que hablaba de poesía, creo, no recuerdo el título”.
            Ahora ya no pregunto. Cuando me elogian, doy las gracias y cambio rápidamente de conversación. ¿Por modestia? No, que yo no sé lo que es eso: para evitar desengaños.


Domingo, 24 de febrero
EL QUE NO SE CONSUELA

Algunas veces, ya en la cama, esperando que llegue el sueño, me digo: “Vamos a ver, ahora que no nos oye nadie, dime, ¿has conseguido en la vida lo que pretendías?”
            ––Pues mira –me respondo–, ahora que no nos oye nadie, voy a ser sincero: no sé si tengo todo el éxito que merezco, pero desde luego tengo todo el que necesito. Lo mismo me pasa con el dinero, aunque esté mal el decirlo. La verdad es que de uno y de otro necesito más bien poco. De la salud, hasta la fecha (cruzo los dedos, que comienza a adentrarse uno en terreno pantanoso), tampoco me puedo quejar.
            ––¿Y qué me dices del amor?
            ––Ahí también he tenido suerte. Siempre he sido rechazado. No sé qué hubiera sido de mí en caso contrario.
            Y me duermo engañosamente feliz. Hay cosas que uno no se atreve a confesar ni a sí mismo.



Lunes, 25 de febrero
TENER RAZÓN

Leo El arte de tener razón, de Schopenhauer, un libro que enseña a discutir de tal modo que uno acabe siempre triunfante, con razón o sin ella.
            Para ello nos explica una serie de estratagemas, treinta y ocho exactamente. Sospecho que alguna ya la he utilizado más de una vez. La número ocho, por ejemplo, que dice así: “Suscitar la cólera del adversario, ya que encolerizado no está en condiciones de juzgar de forma correcta. Se le encoleriza no dándole la razón en los puntos en que evidentemente la tiene, enredándole abiertamente y, en general, mostrándose insolente”.
            Sí, todas esas estratagemas me las sé de sobra y casi todas las he usado reiteradamente. Yo habría sido un buen sofista en la antigua Grecia.
            Todo tiene sus pros y sus contras, como decía Pero Grullo, y en ocasiones a uno le toca poner el acento en los pros y otras en los contras, ser abogado defensor o fiscal.
            Pero ya me aburren esos juegos dialécticos. Ahora solo me interesa tener razón de verdad, jugar limpio, aceptar cuando sea menester los argumentos y las razones del contrario.
            Cambiar de opinión cada vez me cuesta menos y me gusta más. Siempre que haya buenas razones para ello, claro.
            No me gusta que me engañen;  me gusta todavía menos engañar. Sé hacer trampas, me sé todos los trucos, no hace falta que venga Schopenhauer a recordármelos, pero no tengo que ganar ningún debate televisivo, ni entretener al personal, ni conseguir votos.
            Defiendo mi opinión sobre cualquier asunto, y con mucha vehemencia, solo mientras creo que es verdadera. En cuanto me muestran o me demuestran que no se ajusta a la realidad, deja de ser mi opinión.
            No tengo razón siempre que creo tenerla, ya lo sé, pero me esfuerzo todo lo posible por tenerla.


Miércoles, 27 de febrero
A BOTE PRONTO

¿Cómo le gustaría que fuera el último día de su vida?
            ––Como cualquier otro.
Un consejo para ser feliz.
            ––Conformarse con serlo solo un poco.
¿Monogamia o poligamia?
            ––Polimonogamia.
¿Religión?
            ––Cualquiera que no me obligue a comulgar con ruedas de molino, o sea, ninguna.
¿Prohibiría algún libro?
            ––Sí, pero no diré cuáles. Algunos los han escrito amigos míos.
Una razón para leer poesía.
            ––Que te guste la poesía.
Una razón para no leerla.
            ––Que conozcas al autor.
¿Cree que la novela está sobrevalorada?
            ––No por mí.
¿Todavía lee periódicos en papel?
            ––Sí, y todavía bebo agua en vasos de cristal, aunque hace tiempo que se ha inventado el plástico.
Una obra maestra que no haya sido capaz de terminar.
            ––Muchas, pero no creo que fueran obras maestras.
¿Cree en el amor eterno?
            ––Por supuesto, pero suele durar poco tiempo.
¿Cuántos libros lee al día?
            ––Muy pocos, bastantes menos de los que dejo de leer.
¿A quién piensa votar en las próximas elecciones?
            ––No lo diré. Le haría perder votos.
¿Le gusta España?
            ––Sí, mucho. Los españoles, un poco menos; se me parecen demasiado.
¿Cree que es una democracia plena?
            ––Prefiero no responder.
¿Qué hace falta para triunfar en literatura?
            ––Si lo supiera, habría triunfado.
¿Es necesario saber mentir sin ruborizarse para hacer carrera política?
            ––Sí, pero esa habilidad suele ser connatural a los seres humanos.
¿Es usted un hombre vanidoso?
            ––Al menos procuro parecerlo.
¿Le gustaría ser más leído?
            ––Según por quién.
¿Hace suyos los versos de Machado: “Y al cabo nada os debo; debéisme cuanto he escrito. / A mi trabajo acudo, con mi dinero pago / el traje que me cubre y la mansión que habito, / el pan que me alimenta y el lecho en donde yago”?
            ––A mí nadie me debe nada.
Un escritor con el que le gustaría tomar un café,
            ––Cualquiera que admire (y cualquiera que me admire).
¿Envidia a alguien?
            Por supuesto.
¿Podría dar nombres?
            ––Prefiero no darlos, a no ser que estén muertos como Sócrates y Sherlock.
¿Su deporte favorito?
            ––La falsa modestia, aunque últimamente lo practique poco.
¿Qué le gustaría hacer antes de morirse?
            ––Nada que no haya hecho ya. Lo que más me gusta es repetirme.



Jueves, 28 de febrero
ENCUENTRO EN SEVILLA

Alguien, no sé si Oscar Wilde o quizá yo mismo, escribió que la realidad es casi completamente imaginaria.
            Como todas las paradojas, no pasa de ser una obviedad camuflada. De mis amigos, de mis amantes, de los políticos que apoyo o detesto, sé cuatro o cinco cosas e imagino el resto. Todos ellos, como los centauros y las sirenas, son criaturas mitad reales y mitad imaginarias.
            Había quedado citado yo, hace de esto algunos años, en Sevilla, donde él vivía, con un poeta con el que solía cartearme y al que no conocía personalmente. Él elogiaba mis poemas y yo me esforzaba por hacer lo mismo con los suyos, aunque la verdad es que me interesaban más bien poco. Quedamos para comer en un restaurante cerca de la Giralda. No llegamos a hacerlo. Tomando algo antes, las primeras palabras que me dijo fueron: “Esos poetas que tú reseñas y has antologado son una mierda. El primero de todos, Fernando Ortiz”.
            Y luego siguió despotricando contra Víctor Botas, Miguel d’Ors, Sánchez Rosillo y no sé cuántos más.
            Yo trataba de responder, tomándomelo primero un poco a broma, pero pronto pude comprender que iba en serio. La gente de las mesas cercanas comenzó a mirarnos cada vez con menos disimulo. La verdad es que llegué a temer una agresión. Mi interlocutor era alto, fuerte, con una fea carota que se fue encendiendo de ira. Dije que tenía que ir al baño, pagué discretamente la cuenta al camarero y me escabullí sin que él se diera cuenta. Los tres días que pasé en Sevilla andaba temeroso de encontrármelo en cualquier esquina.
            Le conté lo sucedido a Fernando Ortiz, que no daba crédito: “Pero si me para cada vez que me ve y me tiene media hora elogiando mis versos. Hasta se sabe algún poema mío de memoria, como el soneto a Blanco White”.
            Cuando volví a Asturias, releí sus cartas, todas llenas de deferencias y signos de admiración, sin ninguna reticencia, pero si en lugar de haber quedado citados en un bar hubiéramos quedado en su casa, como él propuso, yo no sé si ahora lo estaría contando.
            Bastante tiempo después, creí reconocerlo en Ginebra, cuando esperaba, en la estación de Cornavin, a dos amigos, José Cereijo y María Taibo, con los que iba a desplazarme hasta Lausanne. Volví a asustarme, volví a temer que se lanzara sobre mí y tratara de estrangularme, que fue lo que sentí por un instante en aquel bar de Sevilla. Pero no era él, o no me reconoció, o me había olvidado.


Viernes, 1 de marzo
A TODO SE APRENDE

La verdad es que a todo se aprende. Siempre he tenido dificultad para elogiar a quien conviene elogiar y no a quien lo merece. Pero cada vez se me da mejor mentir. Ya hasta sería capaz de escribir un elogio de la justicia española, de los toros o de la poesía última de Pere Gimferrer.



43 comentarios:

  1. Hombre, habérnoslo dicho, y te hubiéramos hecho de guardia pretoriana. No sé si con mucho éxito, pero desde luego con toda la buena voluntad.
    José Cereijo

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  2. Cuando llegasteis, amigo Cereijo, ya había desaparecido el famoso poeta sevillano (o quien yo, en un momento de susto, creí que era tal). Supongo que, tantos años después, ya se le habría pasado el enfado por no estar en "Las voces y los ecos".

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    1. El amigo Cereijo no se si es arquitecto a secas o arquitecto técnico, que es ser mucho más.

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    2. Respuesta cereijil de bruñido salomónico:
      Ambas profesiones son igual de interesantes y complementarias. Compañero doctor, compañera enfermera, que también es técnica sanitaria.

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  3. Imagino un modo de castigarte. Encerrarte un año a leer el Ulises y obligarte a que escribas un elogio mejor aún que el que le hizo Nabokov. Y lo de falsa modestia, no te lo veo por ningún lado. Más bien eres un presumido declarado.

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    1. Amigo Jesús, yo con tal de no leer el Ulises sería capaz de dedicarle un elogio mejor que el de cualquiera.
      Y sí, la falta modestia es una vulgaridad; a mí me gusta más la falsa vanidad.

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  4. José Luis, en la foto que te hiciste con El arte de tener razón, quizás involuntariamente, “se te ve la oreja”; en lo demás puede que también. No deja de resultar divertido que dediques toda tu capacidad de escepticismo a la literatura y reserves toda tu credulidad para la política.

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  5. A mí siempre se me ve la oreja, amigo Abelardo. Y sí, creo que las discrepancias políticas se resuelven mejor dialogando y votando que apaleando y encarcelando.

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    1. Usted con la política ni dialoga ni razona, simplemente se reviste de visceralidad para jugar frívolamente. También puede ser que el esnobismo impulse a un extremeño a comprender apasionadamente las tesis independentistas hasta hacerlas suyas. El esnobismo y una idea equivocada de la postura que un intelectual debe mantener ante la farsa catalana.

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  6. José Luis García Martín4 de marzo de 2019, 22:28

    Un buen ejemplo de diàlogo y de razonamiento el que ofrece este anónimo.

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    1. Le llevo siguiendo a usted desde hace tiempo su destemplada argumentación sobre el conflicto y concluiría que todo se debe al divertimento, no siempre consciente, de sostenella y no enmendalla; un enroque ofuscado carente de otra pretension que no sea disfrutar el placer de pelearse con el universo, como si de ese absurdo modo consiguiera acentuar la singularidad de su personalidad y sentirse superior al vulgo que desconoce los conceptos de patria, nación y estado.

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    2. Este anónimo reúne tal cantidad de despropósitos y falsedades que se descalifica ante cualquiera que siga el blog. Dice "NI DIALOGA NI RAZONA", mientras se pueden ver y consultar largos diálogos del blogger con muchos tertulianos, todos siempre muy razonados. Dice "SE REVISTE DE VISCERALIDAD", las vísceras por fuera, qué dominio del habla, señores, pero siempre es calmado el blogger incluso con tertulianos tercos. Habla del "ESNOBISMO" de un "EXTREMEÑO", pelín de racismo nunca viene mal, y no se ve que tenga mucha relación las razones que das con que seas de Extremadura o de Cantabria. Pero ¿era ESNOBISMO o era VISCERALIDAD? No termina de aclararse. Habla de "DESTEMPLADA ARGUMENTACIÓN", como si tal cosa fuera posible. El desconocimiento del lenguaje de este caballero tan penoso es muy hiriente. Da grima su atrevimiento.
      Ese "VULGO QUE DESCONOCE... PATRIA, NACIÓN Y ESTADO" va referido indudablemente a sí propio. Sigo este foro, casi siempre sin comentar, pero hoy... Diga algo que tenga sentido, hága el favor. No le dé la vuelta a los hechos de un modo irrespetuoso y falaz. Civilícese, señor.

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    3. La otra fase selenita de JLGM es este Noel Sallent. La luna se oculta tras diversas advocaciones. Más diversión.

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    4. Noel Salient, muchas gracias por tus palabras, pero no cometas el error de tratar de razonar con un Anónimo. ¿Qué importan las opiniones de quien para descalificar se oculta en el anonimato?

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    5. Después de una interpretación semántica y sintáctica tan infantil y miserable, Noel ya puede volver a su madriguera para reaparecer dentro de unos días con cualquier nombre musical. Le propongo Clara Yema o Scottie. Aunque no se si a JLGM le gusta el cine.

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    6. Interpretación SEMÁNTICA y SINTÁCTICA...¡ya, como si usted las distinguiera!
      Mire, lo que es infantil, pero a más no poder, es achacar las opiniones de JLGM, a las cuales tiene pleno derecho, a
      - ESNOBISMO
      - VISCERALIDAD
      - DIVERTIMENTO
      - PLACER DE PELEARSE
      ¡Todo en el mismo mensaje, o en un par! Disfrute de su récord de confusión mental. Es casi imbatible.

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    7. Noel, Noel, ya sé que la tentación es grande, pero hágame caso y deje al Anónimo que se cueza en su propia salsa.

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    8. Noel es bastante simplón, muy parecido a los mezquinos correctores que de cuando en cuando se dejan caer por esta parcela. Se nota que además de a Continuación Tellado y el Capitán Trueno, poco más ha leido. Peto, en fin, las lechugas hacen una buena ensalada.

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  7. El móvil ha escrito Continuación donde mi mano puso Corin. Pero a vovon Noel le da igual. A mí tampoco me importa discutir con un podemita como yo, compañero.

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  8. Miguel el Entrerriano5 de marzo de 2019, 21:35

    Saber si uno alcanzó todo el éxito que merece, me temo que va a ser un empeño tan arduo como estéril. Primero tendríamos que ser capaces de definir y medir el éxito. Número de cuadros o libros vendidos? (Ildefonso Falcones). Cifras de bulto en la cuenta corriente? (futbolista Ronaldo, pintor Barceló). Número de ediciones de la obra? (Los Pilares de la Tierra, Ken Follet) Número de apariciones en Babelia? (Savater, Vargas Llosa). Etcétera. Parece que cualquier exitómetro sería más objetable que otra cosa.

    Pero demos por sentado que encontramos el invento, y que resulta que sí, que tuvimos éxito. Falta la segunda cuestión, es un éxito merecido? Esta es aún más difícil. Hasta hace unas décadas el merecimiento estaba ligado al logro, al logro expresivo, o descriptivo, o imitativo, o plástico. Pero ese punto de vista declinó. Un buen dibujante actual a la manera de Durero o Leonardo da Vinci, aunque agrade, tiene poco futuro y parecería una rareza vintage. Desde Marcel Duchamp (o antes) para acá, cotizan la osadía y la novedad, por kitsch que sean, como esas "instalaciones" donde un artilugio inútil da vueltas accionado por un motor, o como el empleo de partes de cadáveres, o de excremento de elefante como materia prima. Ya nadie pretende saber lo que es el arte mi lo que es el logro, pero se abre paso una noción: arte y logro es aquello por lo que un bacán está dispuesto a gastarse millones. Así que, sobre la cuestión inicial, cualquiera sabe.

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    1. Análisis lúcido, Entrerriano. Veo que tú tambien perteneces al club de denostadores de Duchamp, ďe lo que me congratulo. El ninot de Felipe VI es el último suspiro de Duchamp

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  9. Completamente de acuerdo, Miguel. Todo el mundo cree haber alcanzado menos éxito del que merece. Lo importante, al menos para mí, es alcanzar todo el éxito que uno necesita. Para eso lo mejor es necesitar poco.

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  10. El arte se debiera definir como aquello que gusta a quienes entienden de arte. El bienintencionado escrito de Entrerriano peca de una velada y extensiva (luego injusta) descalificación del arte actual, “ o de Marcel Duchamp (o antes), para acá”, pareciendo ignorar lo que supusieron algunos rompedores (como el mismo MD), al abrir las artes plásticas a nuevas maneras de expresión y de formas de estímulo de un gusto demasiado embotado en su propia complacencia. Desde aquellos precursores, lo feo puede llegar a ser hermoso y lo academicista un coñazo. Y un bacán que acamale a una mina obsequiosa, si decidiese corresponderle con una pintura, se habría de asesorar por un galerista más o menos escrupuloso, por lo general depositario de obra buena (y cara). El creso de turno opinará muy poco en el transcurso de la transacción. Como tiene que ser: al menos la modestia que no falte.
    Ni antes ni ahora el “logro” dejó de estar tamizado por subjetividades y patrones impuestos: ¿cómo explicar, si no, que en el románico europeo se dibujen iguales los deditos, los ojuelos, los pliegues de la toga..., en toda la iconografía de su tiempo? El canon mandaba lo suyo y dejaba poco cabos sueltos a la imaginación: te pasabas en dos centímetros en el tamaño de una miniatura de de San Acisclo y te cargabas un pergamino en su tercer mes de ejecución.
    Lo que pasa es que la mímesis tradicional está aun pegada como una lapa al prejuicio de la gente. Y la novedad o es rara, o broma, o manera de sacarle la pasta al incauto con posibles. Ya...: la desconfianza del perezoso mental de siempre.
    Un ready made es un alarde de sinceridad, de nobleza intelectual, de honestidad ante una forma bella o sugerente: ¿por qué no prescindir del uso que sabemos que se le viene dando a un objeto, por prosaico que aquel sea, a la hora de juzgarlo por su armonía formal, su textura, color, diseño..., tal que si fuese la primera vez que lo miramos? Marcel Duchamp diferenciaba entre la mirada que el llamaba “retiniana” y la “cerebral”. Está clara la diferencia, ¿no?
    He visto placentas de vacuno en formol, dentro de airosos tubos de ensayo, que dispuestos en formación regular en el suelo y con determinada incidencia de la luz sobre ellos, eran de una belleza visual innegable. Por lo mismo que ciertos sudarios sacados subrepticiamente del la morgue de México D.F., manchados con la impronta multicolor que los líquidos orgánicos de ciertos cadáveres habían dejado impresa en el algodón, y que iban en sus tonalidades desde el verde desvaído, pasando por los rosados, carmines y violetas, se tensaron en bastidores y fueron motivo de una exposición muy sonada que recorrió algunas galerías de arte europeas, hace de esto unos veinte años.
    El excremento de elefante es una antigualla, Entrerriano; ya en 1961 Piero Manzoni envasó una remesa (numerada) de “mierda de artista”. Y hasta se vendió no hace mucho un ejemplar en 275.000 euros.
    Saludos desde el canal del Yangtse: estamos en obras.

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    1. Totalmente de acuerdo, F, siempre y cuando por arte se entiendan las bellas artes en su totalidad, negandosele a pintores y actores la viciosa capacidad de monopolizar el calificativo de artistas.

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  11. Esta vez estoy de acuerdo con F. Genial exposición.

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  12. Miguel el Entrerriano6 de marzo de 2019, 22:38

    Estimado F, a mí también me parece saludable dirigir una mirada nueva a las cosas cotidianas y encontrar en ellas la belleza inadvertida. En los días lluviosos se ven en las calles manchas de grasa de motor con irisaciones bellísimas, y algunos charcos de orina dan reflejos melifluos y ambarinos que no todos los artistas plásticos conseguirían. Pero pesa en exceso en la valoración del arte moderno el concepto de lo novedoso y de lo rompedor, como si en hacer lo que nunca hizo otro, por grotesco y estrafalario que sea, estuviese la clave del valor genuino. Se trata, bien sûr, de épater le bourgeois, especialmente si le bourgeois tiene la cartera repleta. Si las transacciones excrementicias de Manzoni encuentran admirador, pues tanto mejor para él; y ¿quién se sustrae a firmar servilletas si las van a pagar como bordado de Pérgamo? Siempre habrá en este mundo un excedente de papanatismo para que puedan vivir holgados los firmadores de servilletas, los empacadores de estiércol y los que envuelven edificios "para regalo", como aquel Christo. Por todos estos y otros motivos, tomar como definición de arte "aquello que gusta a quienes entienden de arte" es peligroso, lo primero porque los expertos en arte no siempre coinciden; y luego porque se introduce subrepticiamente el elemento crematístico. Yo me puedo fiar de Umberto Eco, de Gombrich o del viejo judío Arnold Hauser. Pero si hay por medio un galerista "muy experto" es probable que me palpe la cartera.

    Y retomando el tema del éxito, ¿tuvo el éxito merecido el poeta Fernando Ortiz? Confieso desolado que yo no lo conocía; digo desolado por toda la gente interesante que nos perdemos los que no nos dedicamos profesionalmente a las letras.

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    1. Pero el caso, Miguel, es que el talento ha sobrevivido a la manipulación de los mercaderes. Qué para conseguirlo haya habido que soportar a muchos farsantes puede no ser más que un efecto secundario. El tiempo lo pone todo en su sitio.

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    2. Chapeau, un vez más, Entrerriano. Nada más puedo añadir

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  13. Sin negar que en las artes existe la impostura y el mercantilismo, permítaseme una reflexión (casi convicción): para calar en la entraña de las artes es imprescindible haberlas ejercitado; de no haberlo hecho, la opinión del crítico "necesariamente" se ha de quedar en un estrato más superficial del deseable. Revolver, mezclar, diluir, verter, aplastar, raspar, oler, estampar, gotear, velar..., son tareas que ni Hauser ni Eco ni Gombrich ni Santiago Amón, ni mucho menos el corrosivo Tom Wolfe (que yo sepa) practicaron, al menos con la asiduidad e intensidad de los pintores de oficio. Cada día estoy más convencido de que solo quienes meten las manos en harina son capaces de valorar un pan por lo que vale.
    P.S.-Las cagadas de Morandi eso son (o ni eso); los enfardados de J.C. Christo, otros cristos son.

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  14. Manzoni, quería decir.

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  15. Anonimo Veneziano7 de marzo de 2019, 16:06

    Indirectamente F veta a todos los opinantes sobre arte que no son artistas. Totalmente inadmisible y una manera de censura. El que ve el arte y el que paga por el arte puede saber de la calidad de la obra mucho más que el que está encima de ella y a medio metro. Yo no sé hacer sillas, ni lámparas, pero valoro de puta madre la calidad de una silla o de una lámpara. F, lo siento, pero caes en un corporativismo muy inaceptable. Y sin explicarlo para más inri. Los profesores de arte saben por lo general mucho más que los artistas, aunque no sepan pintar o escribir o esculpir.

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    1. No hace falta ser profesor ni especialista para apreciar la belleza, pero quien la construye la comprende mejor. Puedes apreciar que la calle está bien barrida, pero lo que es barrer, quien lo sabe a ciencia cierta es el barrendero.

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    2. Sobre el arte, salvo el caso excepcional de algunos autodidactas, poco pueden opinar quienes no lo practican, el resto carece de conocimiento de causa y se deja arrastrar por el papanatismo que confiere calidad a lo avalado por la historia y los siglos, o por el fogonazo de una impresión superficial.
      A mediados de los setenta se hizo una encuesta en Alemania, planificada por arquitectos y psicologos, para intentar conocer qué consideraban los ciudadanos como vivienda ideal. Triunfó el modelo con fachada blanca, ventanas cuadradas y abundantes jardineras. El subconsciente los engañó con la imagen de la cada de muñecas. No recuerdo si el tejado inclinado y la chimenea humeante completaban la ilusión.

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    3. Anónimo (Veneciano)7 de marzo de 2019, 20:31

      Para ser franco: esto que dices es una bobada. Todos los grandes compradores de cuadros del Renacimiento, los Papas poderosos, los Borgia, los Sforza entendían muchísimo de la calidad de la obra, aunque no fueran capaces de pintar ni por el forro. Hablamos de cientos. O Felipe II con su Tiziano. O Luis xiv ¿Tu crees que pintaba bien Felipe II? Pero capacitado para valorar la obra están hasta los niños. Felipe II o Sexto no sabrán formar un tono ni mezclar pigmentos. ¿Pero si está bien dibujado o bien pintado? Pues claro, ¿tienen ojos, no?

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    4. Lo de "bien dibujado o bien pintado" parece una expresión infantil. Con ella te delatas, pues si con auténtico criterio supieras distinguir lo bueno de lo malo no dirías semejante memez.
      En cuanto a los personajes del Renacimiento que citas, también metes la pata al denominarlos compradores, cuando en realidad eran encargardores que casi siempre se dejaban,o aconsejar por pintores de segundo escalón o simplemente apostaban por jóvenes valores debido al compromiso que les imponía su condición de mecenas.
      Me reafirmo en mi teoría sobre las escasas posibilidades que en general tiene el lego para descubrir ante sus ojos una obra de gran valía.
      Yo estudie arquitectura y bellas artes simultáneamente y esa percepción desarrollada me permite, salvo en contadas ocasiones, afirmar que un edificio o un óleo tienen verdadera calidad o son vulgares. No estoy pontificando, solo digo que si un tenor y yo somos espectadores de Il Pagliaso, él y no yo opinará de forma más atinada. Es bastante elemental.

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    5. Marcos, ya que alguien cita el buen ojo que tenía Felipe II para la pintura, convendría recordarle que detestaba al Greco. Y de Tiziano lo que más valoraba era la protopornografía que le metía de tapadillo. Ojo de lince tenía aquel esaborío. Y mano presta, aunque no tendida.

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    6. Anónimo (Veneciano)8 de marzo de 2019, 0:09

      ¡Hombre, haber empezado por ahí! Si has estudiado Arquitectura y Bellas Artes en el tiempo que te dejaba libre Ingeniero de Caminos, entonces tienes derecho a reafirmarte en tu teoría de que solo el artista puede captar la obra de arte, y los miles de zascandiles que atestan los museos son pobres pringaos que nunca van a pillar nada de lo que ven. ¡Ay, ay, menesterosa condición humana!

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    7. A menos que sea un tenor envidioso de que sea otro el que esté cantando y no él. En fin, esta discusión empezó por el valor del éxito. Y el éxito tiene muchas caras. El que hace una obra lograda, como él quiere hacerla, ya ha tenido éxito. El éxito mundano es otra cuestión. Puede suceder que el último del escalafón sea el que más valor personal tiene y el primero el que menos.

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    8. Para Anónimo Veneciano:
      En mi época universitaria, a finales de los sesenta, Arquitectura y Caminos convalidaban mutuamente muchísimas asignaturas. De ese modo, terminada ya mi carrera de Arquitectura llegué hasta mitad de cuarto en Caminos, pero el trabajo y el tardío convencimiento de que yo no estaba haciendo otra cosa que enfrentarme estúpidamente al desafío de mi cuñado a modo de apuesta, me aconsejaron desistir.
      En cuanto a los visitantes de los museos, la inmensa mayoría se enfrenta a un cuadro como perfectos panolis, de igual modo que yo me siento ridículo cuando acudo al Auditorio Nacional y al final aplaudo a rabiar, como si me hubiera convencido muchísimo el nivel de interpretación.
      Confundimos habitualmente el derecho a que algo nos guste con el hecho de que estemos capacitados para emitir una opinión respetable. Descalificar lo que no nos gusta lo hacemos todos sin el menor prejuicio.

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  16. Sí, claro que todos pueden conocer y disfrutar del arte, faltaría más. Pero hablaba de lo inefable (oxímoron o por ahí).

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  17. No tenía ni idea de que abundase tanto el respeto a la autoría. Solo el tenor y la soprano pueden disfrutar y entender el canto. Solo el cocinero puede distinguir si un plato está bueno. Solo el mecánico puede saber si un coche anda bien. Solo el maestro puede saber si un niño está bien educado. Solo el asesino puede saber si a uno lo han matado.
    Qué pasada de polémica.

    8-Marzo. ¡Viva la Mujer trabajadora!

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    Respuestas
    1. Estas tergiversando mis palabras, Rusvelt. En ningún momento he negado a nadie el disfrute ante una manifestación de arte ni evidentemente su capacidad de opinar, solo reivindico a quienes por estudios o por exhaustiva dedicacion disponen de un conocimiento superior para emitir un juicio crítico razonado. Cómo arquitecto, por ejemplo, tengo muchos más motivos para descubrir las bondades de un edificio que un ciudadano cualquiera. Eso es tan innegable como el derecho de ese ciudadano a decir que a él le parece horrible, circunstancia que habitualmente se produce porque ya no se hacen edificios como los de antes (ni se escribe como los novelistas rusos o ingleses).

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