domingo, 28 de octubre de 2018

Revelación de secretos: Historia universal de la infamia




Sábado, 20 de octubre
AQUÍ NO PASA

El periodismo miente, pero no engaña. Leo –Margot Cottens en la portada– una revista popular en la España de Franco, Ondas. Es de abril de 1957 y comienza con un reportaje sensacionalista.
            “Se venden hijos a precios populares. El mercado negro de niños en Estados Unidos”, leemos en el titular. Y en la entradilla: “Este deshonesto comercio, desdichadamente bastante difundido en América, produce sumas enormes: por un niño de ojos azules, se llegan a pagar hasta siete millones de liras”.
            Al autor del reportaje, lo que le preocupa de ese comercio es que los compradores puedan ser estafados: “En treinta y cuatro Estados no es ir contra la ley vender a un niño. Tan solo en estos últimos años, las autoridades americanas han empezado a tomar en consideración proyectos de ley con penas muy duras para los que hacen esta clase de comercio. Los riesgos, en esta transición, están todos de parte del que compra: un recién nacido, por ejemplo, puede estar tarado por un mal hereditario, puede ser ciego y epiléptico, se han dado muchos casos, y no hay ninguna ley que pueda obligar al vendedor a restituir el dinero por fraude en el negocio”.
            Estas cosas escribía un periodista italiano, Guino Gullace, hablando de la adopción de niños, en una revista española. Claro que semejante comercio sin garantías solo podía ocurrir en las decadentes democracias. Aquí la situación era muy distinta. Y por si alguien no había caído en la cuenta, se inserta la fotografía de una niña abrazando a un osito de peluche con el siguiente pie: “En España no ocurre el grandioso drama del mercado negro de niños. En nuestros centros benéficos, los niños son atendidos maravillosamente y, claro está, son felices”.
            En España no se vendían niños (aunque también se vendieran), solo se robaban a las malas madres (rojas o solteras) para dárselos a las buenas familias que vivían de acuerdo con las enseñanzas de la Santa Madre Iglesia.
            El periodismo miente, el de entonces y el de ahora, pero no engaña –como ese troll parlamentario que atiende al nombre de Pablo Casado– más que a quien quiere dejarse engañar.


Domingo, 21 de octubre
TRES ERRORES

“Día en que no cometes al menos tres errores es día perdido”, leo en un viejo cuaderno chino.
            Pues, si eso es así, muy pocos de mis días pueden considerarse días perdidos.


Martes, 23 de octubre
BRAVO, ERDOGAN

La denostada Turquía, el país que no cumple los estándares democráticos que le permitan formar parte de la exquisita Unión Europea, la república laica que se está islamizando a marchas forzadas, nos ha dado una lección.
            ¿Qué habría ocurrido si el asesinato de Jamal Khashoggi hubiera ocurrido, no en el consulado de Estambul, sino en la embajada saudí en Madrid, Londres, París, Roma o Berlín? Pues que nos habríamos creído –habríamos fingido creernos– las explicaciones de Arabia Saudí: el periodista, tras salir por su propio pie del recinto diplomático, estaría en paradero desconocido.
            Pero Erdogan, el denostado Erdogan, vio desde el primer momento que esta era la ocasión de lavar su imagen, de dar una lección de democracia y respeto a los derechos humanos  a quienes se pasan la vida dándole lecciones a él.
            Ahora la Unión Europea no puede mirar para otro lado y dedicarse a su deporte favorito, practicar el bullying con Venezuela mientras hace buenos negocios con la venta de armas a sanguinosas dictaduras.
            –-Nada nuevo, Martín, nada nuevo. Cuando Churchill y Roosevelt tomaban el té, comían caviar y con Stalin se repartían Europa en Yalta, ya habían ocurrido las más feroces purgas y millones de rusos se pudrían en el gulag.
            ––Pero lo de esta vez es demasiado. Ha habido un exceso de confianza en las tragaderas democráticas de occidente. Yo creo que o el príncipe ensangrentado se retira o peligran los buenos negocios del país.
            ––Qué ingenuo eres, Martín. Otros buenos negocios son los que peligran, no los suyos. ¿Recuerdas quién hizo de intermediario en todos los intercambios comerciales entre España y Arabia, incluido el mayor de todos, el del Ave a la Meca? Exacto, el amante de Corina, según contaban laudatoriamente todos los periódicos. Pero no es necesario que el príncipe descuartizador amenace con tirar de la manta en ese asunto. En España, los trabajadores de Navantia le sacarán las castañas del fuego al principito. Y en los demás países,  razones de Estado semejantes. En pocos meses se habrá olvidado todo y veremos al benemérito Mohamed ben Salmán paseándose por las capitales del mundo, siendo recibido por jefes de Estado y de gobierno, incluso aspirando quizá –cuando acabe con los yemeníes gracias a esas bombas cuya milimétrica precisión láser fue alababa por el ministro Borrell– al premio Nobel de la Paz. El dinero no huele, pecunia non olet, como decía el emperador Vespasiano a quienes criticaban su impuesto sobre las cloacas. La sangre dejará rastro en las paredes del consulado donde descuartizaron al periodista (hay quien dice que retransmitieron la ejecución en directo), pero ni el más sofisticado instrumental podrá encontrar la menor salpicadura en los dólares que los negocios saudíes permiten ganar a unos pocos privilegiados (y con los que se pagan tantos sueldos de currantes anónimos).
            ––¿Y no podemos hacer nada? Es como si Pablo Escobar creara la Fundación Escobar, a la manera de la fundación March, y por eso tuviéramos que perdonarle todos sus crímenes.
            –-No podemos hacer nada, nada, nada. Y tú ten cuidado con lo que escribes, no vayas a molestar al principito o a los que hacen negocios con él, que ya sabes cómo se las gastan.


Miércoles, 24 de octubre
BATALLITAS

Los viejos siempre andan contando batallitas de cuando eran jóvenes. Yo he comenzado a hacerlo, señal de que la edad no perdona a nadie. ¿Cómo era la iniciación en la vida literaria antes de Internet?, me preguntan en la presentación gijonesa de Anáfora.
            Y yo recuerdo los tiempos de Poesía española, la revista que dirigía José García Nieto, y que yo compraba, a principios de los setenta, en la librería Santa Teresa. En los márgenes, de distinto color, publicaba críticas de libros y noticia de las otras revistas de poesía que se publicaban en España. Yo les pedía un número de muestra contra reembolso, muchas me lo enviaban gratis, y luego me suscribía a las más interesantes. Solo después de conocer la revista me atrevía a mandar mi colaboración. Recuerdo bien que el primer poema apareció en Caracola, de Málaga, allá por 1971. Y me hizo ilusión saber luego –cuando leí el estudio de Fanny Rubio sobre las revistas de posguerra– que en ella habían colaborado Juan Ramón Jiménez y Luis Cernuda y que en el grupo inicial de los fundadores estaba María Victoria Atencia.
            También publiqué en Álamo, la elegante revista salmantina que dirigía Juan Ruiz Peña, un poeta jerezano, becqueriano y juanramoniano que cultivaba también el aforismo y había creado un heterónimo, Verecundo Abisbal. Casi nunca firmaba entonces como José Luis García Martín, que más que un nombre propio me parecía un nombre común.
            Ya me dedico a contar batallitas, como la gente de mi edad. Mala cosa. Pero aún no me considero un superviviente de otros tiempos en un mundo que no acabo de entender. No soy de esas personas para las que el siglo pasado sigue siendo el siglo XIX.
            No soy el que fui en aquellos heroicos setenta y aturdidos ochenta, soy solo su heredero. Y me escucho evocar viejos tiempos con curiosidad (siempre me ha interesado la historia), pero me aburro pronto. Mi tiempo sigue siendo este tiempo, el tenebroso, fascinante, adolescente siglo XXI.
            La historia, la mía y la del mundo, es una novela por entregas llena de intriga y de golpes de efecto y cuyo último capítulo es siempre el más apasionante.


Jueves, 25 de octubre
HEREJES

Asisto a la presentación que Xaime Martínez hace de Fruela Fernández en la librería Cervantes. Los dos comenzaron a ir por la tertulia cuando tenían dieciséis o diecisiete años y los dos me parecieron geniales.
            Fruela dejó de ir pronto, porque se fue a estudiar fuera y porque en seguida, tras la publicación de su primer libro, Círculos, que yo presenté en 2001, creyó encontrar mejores apoyos en Manuel Borrás, el editor de Pre-Textos, en Luis Antonio de Villena, que lo incluyó en sus antologías, o en los poetas que organizaban ese macrofestival cordobés (siempre con algún Nobel incluido) que se llama Cosmopoética.
            Aunque no volvió a publicar ningún libro hasta 2013 (sí espléndidas traducciones), en todos los recuentos de poesía joven figuraba su nombre. Tardó en volver a la poesía y cuando volvió lo hizo con una poesía áspera en la que entrevera el español y el asturiano, que a mí me interesó muy poco.
            Escucho ahora sus divagaciones político-poéticas y la lectura de los poemas de La familia socialista y sigo sin encontrarle demasiado interés a una especie de memorias de infancia en una familia socialista de las Cuencas, escritas en un verso entrecortado y pedregoso.
            ¿Soy justo al pensar así? Probablemente no. Tras un espléndido y prometedor primer libro, Fruela Fernández calló poéticamente (aunque siguió figurando literariamente) y luego prefirió seguir una poética con la que yo no sintonizo.
            Quizá sea así, pero yo no puedo dejar de pensar que abandonó demasiado pronto la nave nodriza, que si hubiera seguido un poco más de tiempo en la tertulia habría salido al ancho mundo algo mejor pertrechado conceptualmente.
            Al salir de la librería, como sé que no le va a molestar demasiado –él piensa que quien se quedó anquilosado en una estética provinciana soy yo–, le digo: “Tú ya no tienes remedio, pero para Xaime todavía hay salvación”.
            Tengo mis dudas. Entre un fervor asturiano mal entendido, la perorata a lo Manuel Vilas y la cátedra Feijoo, puede acabar igualmente estrellado. Y eso me preocupa, soy así de paternalista.


Viernes, 26 de octubre
UNA IMAGEN

Para la historia universal de la infamia quede la imagen que han publicado en primera página casi todos los diarios: con gesto serio, un adolescente da la mano al hombre que ha mandado asesinar a su padre.
            Vive en Arabia Saudí, el país preferido por los inversores para hacer buenos negocios, y allí se andan con pocas bromas: o acudía a la audiencia con el rey y el príncipe heredero para recibir el pésame o a él y al resto de su familia le ocurriría lo que al periodista díscolo.
            ¿Podrá alguna vez contar lo que sentía cuando apretaba su mano esa otra mano chorreante de vísceras y sangre?




6 comentarios:

  1. Verdades como puños sin ninguna exageracion. Estoy muy de acuerdo con sus comentarios.

    Quien sabe si ese comisionista putero y caprichoson, al que los panolis llaman "el mejor embajador de España", no encuentra ahora una buena oportunidad para seguir trincando en una mediación, como descubrir donde esta descuartizado el cadáver de Khashoggi. Todo será por el bien de la corona y de Navantia, hay que defender los intereses del país aunque corra la sangre.
    Otra vez mi enhienhorab, señor Martín.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si, yo tambien encuentro impecables los comentarios de principio a fin y me sumo a la enhorabuena.
      En cuanto al monarca, causa de vergüenza nacional. Me parece un petimetre que no contento con su vergonzosa biografía, todavía piensa en divertirse sin el menor pudor.

      Eliminar
  2. Miguel el Entrerriano30 de octubre de 2018, 12:04

    Creo que la teología islámica admite también al diablo, al que nombra Iblis o Shaitan, y tiene mucho de satánico lo que le han hecho al periodista Khashoggi. Pero más refinadamente vesánico todavía es obligar al hijo de Khashoggi a que acuda a recibir el pésame de los que lo mandaron destazar, para que el mundo vea cuánto lo sienten. Mas no pasa nada, todo es peccata minuta, y muchos dirigentes del mundo estrechan la mano del sátrapa barbudo en inmaculada vestidura talar. Otros se hacen selfies con él, divertidos y felices, pues efectivamente, como cantaba el inolvidable Jacques Brel "L'argent n'as pas d'odeur". Si hay periodistas que, caloteando a los lectores, relativizan el crimen ("diferentes maneras de pensar", no olvidemos) y hasta la clase obrera reivindica que se sigan vendiendo armas, antes que perder el empleo, a esa trituradora de dignidades humanas que es Arabia Saudí, qué se puede esperar, y qué se puede decir sino "estamos perdidos".

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Totalmente de acuerdo, Miguel, su comentario es adecuadamente incisivo. Resulta de un cinismo extraordinario el lavado de manos de los gobiernos. Mientras el petróleo nos diga poniendo de rodillas seguiremos sintiendo vergüenza de nuestra civilización, que a algunos incautos enorgullece.

      Eliminar
  3. El silencio de mucho es comprensible. Don dinero es suficiente para mejor callar y pasar de largo. Lo más inquietante es el miedo. De acuerdo con Entrerriano: esa foto añadida a esa noticia es una rúbrica del diablo.

    ResponderEliminar
  4. Enhorabuena por estas jóvenes batallas que nos cuentas en tu artículo "Historia Universal de la Infamia". La verdad es que es un regalo poder leerte todas las semanas. Y como no es un regalo envenenado, nos sale gratis. Muchas gracias

    ResponderEliminar