domingo, 11 de febrero de 2018

Acción de gracias: De amores y naufragios




Domingo, 4 de febrero
PROTEGER LA INTIMIDAD

“Ahora que tanto se habla de la defensa de la intimidad, ¿quién se ocupa de la intimidad de los grandes hombres?”, pienso al leer los nuevos descubrimientos sobre la vida sentimental de Fernando Pessoa.
 Menos mal que yo –que tanto me esfuerzo por ocultar ciertas sombras de mi pasado y mi presente– he tomado la precaución de no ser importante. Pasar inadvertido: no hay mejor protocolo de seguridad para que nuestras miserias se vayan con nosotros a la tumba y allí se queden para siempre.


Lunes, 5 de febrero
Y BEBO AGUARDIENTE

La familia de Pessoa rompió con Joao Gaspar Simoes porque en la biografía que le dedicó y que sirvió para cimentar la gloria póstuma del escritor, publicó una foto en la que aparecía ante el mostrador de un bar. Se trataba de la famosa fotografía que Pessoa le había enviado a Ofélia en la época de su noviazgo y en la que se presentaba “en flagrante delitro”. Un caballero –y Pessoa lo era– no aparecía nunca en público en esa actitud.
            Ahora la propia familia –pero ya no queda nadie que le conociera– facilita unas cartas íntimas que demostrarían que Pessoa pasó su último año muy enamorado de una joven inglesa: la hermana de su cuñada.
            Leo la noticia en el diario ABC y de inmediato busco la fuente: un artículo de José Barreto en Pessoa Plural, la revista publicada por la Brown University, en Rodhe Island.
            El último poema que escribió Pessoa, el 22 de noviembre de 1935, una semana antes de morir, era un poema de amor con esa ingenuidad, que no teme al ridículo, de quien está verdaderamente enamorado: “El sol brilla feliz, / el campo está verde y alegre. / Pero mi pobre corazón padece / por algo que está lejos. / Anhela solo por ti, / anhela tus besos. / Solo me importas tú”. Nadie diría que son versos de Pessoa, sino de cualquier aficionado. “Solo me importas tú”, repite como estribillo al final de cada estrofa.
Por las mismas fechas en que abría su corazón en ese y en otros poemas igualmente sensibleros, se escribía con Madge Anderson, la hermana de Eileen, casada con Joao María Nogueira Rosa, uno de sus hermanos.
En la primavera de 1935, Madge, que había viajado con cierta frecuencia a Portugal hasta el punto de despertar los celos de Ofélia, quiso encontrarse con el poeta y charlar detenidamente para aclarar su situación. Ella estaba casada, pero su matrimonio no era feliz. Luego se volvería a casar con Frederick Winterbotham, jefe en los momentos claves de la Segunda Guerra Mundial de la sección aérea de los Servicios de Inteligencia (el MI6 de las películas de James Bond).
Madge, que conocía muy bien el alemán, trabajó con él. Winterbotham se haría famoso en los años setenta publicando un libro, The Ultra Secret, en el que contaba, hasta donde era posible, su experiencia al frente del servicio de descodificación de comunicaciones de Bletchley Park. Para entonces ya no estaba casado con Madge Anderson, que murió en 1988, cuando el centenario del poeta. Nunca quiso hablar de aquella relación.
            Ofélia Queiroz sí lo hizo y yo tuve ocasión de verla en 1985, a los cincuenta años de la muerte de Pessoa. El escritor portugués que me acompañó hasta su casa me confidenció que, cuando ella quiso reanudar el noviazgo y él se mostró distante y reticente, de quien Pessoa estaba enamorado era de Carlos Queiroz, un joven contertulio de A Brasileira, sobrino de Ofélia. Pero la fuente de información era António Botto, una especie de Villena de la época, muy poco fiable en estos asuntos.
            Lo cierto es que, aparte del largo poema dedicado a Antínoo, el amante de Adriano, publicado en vida, se conservan varios poemas de amor escritos en primera persona y con destinatario masculino. “Son –escribe José Barreto– poemas de amor soñado o frustrado, versos elegíacos o nostálgicos de algo que pudo haber sido y no fue. Nada indica que, en esa materia, Pessoa haya ido más allá de la palabra escrita, aunque aparentase, de hecho, haber padecido en su soledad tales pasiones”.
            Tampoco con sus amadas femeninas parece haber ido mucho más lejos, aunque con Ofélia jugara a ser un casto enamorado convencional. Madge Anderson, en la primavera de 1935, no pudo tener los encuentros con el poeta con los que había soñado en el frío invierno londinense en que su matrimonio hacía aguas.
Nada más llegar a Lisboa, Pessoa desapareció. En la primera de las cartas conservadas le pide disculpas. “Mi querida Madge, hace mucho tiempo que intentaba escribirte. Esta carta mía es solo una petición de disculpas. Llegaste aquí cuando yo me estaba hundiendo y hundido estuve todo el tiempo que aquí estuviste. He vuelto a la superficie, aunque no tengo muy claro de qué superficie se trata. Lamento mucho todo lo que pasó, esto es, mi descortesía al desaparecer, pero no perdiste nada con ello; fue la mejor acción que algunos restos de decencia permitieron a un hombre prácticamente perdido para todo eso. Aunque haya vuelto a la superficie, estoy listo para hundirme de nuevo y esta vez creo que definitivamente. Me gustaría que me recordaras con caridad cristiana y no con simple desprecio humano, aunque ese sea el sentimiento apropiado en el mundo tal como es”.
            No conocemos la respuesta de Madge, salvo por lo que de ella dice el propio Pessoa en una carta posterior. Sabemos que le llamó –suponemos que en broma– “viejo tonto dramático” (dramatic old silly) y Pessoa responde que eso es exactamente lo que le llama su hermana, salvo que ella suele omitir lo de “dramático” y lo de “viejo”. Con la carta va un poema que escribió en abril, cuando ella llegó a Portugal, poco antes de hundirse en una de sus crisis habituales. El poema se titula “D. T.”, abreviaturas de “delirium tremens”, y es quizá un intento de explicación: “Tu amor podría / volverme mejor de lo que yo / puedo ser o intentar ser. / Mas eso nunca lo podremos saber. / Dejo al corazón con su dolor / y bebo aguardiente”.


Martes, 6 de febrero
CONFIESO QUE NO HE VIVIDO

¿Por qué me fascinó desde siempre la figura de Fernando Pessoa? Quizá porque su secreto es mi secreto, pero sin aguardiente.


 Miércoles, 7 de febrero
UN AUSENTE MUY PRESENTE

¿Qué es lo que necesito yo para pasar un buen día? Muy pocas cosas, la verdad. Que no ocurra nada que interrumpa mis rutinas es una de ellas. Otra, al menos un libro nuevo y apasionante.
Esto último no siempre resulta fácil, por eso, previsor como soy, los voy racionando para no encontrarme, cuando por la mañana tomo mi café en Los Porches, sin productos frescos que hojear, acariciar y en ocasiones leer de un tirón antes de volver a mi despacho en el Milán.
Pero hay días en que uno se queda sin nada. Como hoy, en que busco y rebusco sin suerte. Afortunadamente, el azar suele venir en mi ayuda. En el momento en que salgo, me entregan un paquete de correos. Es el epistolario de Valente con sus compañeros de generación.
Erudición y chismografía forman uno de mis cócteles favoritos. A José Ángel Valente, al repelente niño Valente, como le llamaba Celaya (a quien él caricaturizó cruelmente en algún poema), le gustaba en sus últimos años jugar a ser único, abominar de su generación, la del cincuenta. Por eso este epistolario, preparado por Saturnino Valladares, se titula Retrato de grupo con figura ausente. Pero pocas figuras más presentes: estaba en la famosa foto de Colliure, fue el primer antólogo generacional e intrigó con unos y con otros para hacerse un hueco en el panorama literario. En 1953 le pide a José Agustín Goytisolo que interceda por él en el premio Boscán: "No sé cómo podrás hacerlo, pero algo podrás hacer. Tal vez por medio de Gutiérrez, en fin tú verás. Entérate cómo van las cosas, qué clima hay".
En sus últimos años, Valente se burlaba de la poesía de Goytisolo, le consideraba un simple coplero, pero durante décadas lo tuvo como uno de los poetas más cercanos (se alojó en su casa a menudo, a veces acompañado de toda la familia) y a cada uno de sus libros le dedica encendidos elogios. Luego trató de reescribir su pasado, pero estas cartas lo desmienten. Tan íntimos eran que Goytisolo no duda en fotocopiar y enviarle una carta que ha recibido de Ángel González en la que este, tras quejarse de lo aburrida que es su vida en América y de unas cuantas nimiedades, añade al final como quien se olvida algo sin demasiada importancia: "¿Sabías que me he casado? ¡Pues lo hice!"
Valente al parecer ya estaba al tanto de la noticia: "Ángel se casó, en efecto.  Qué frenesí tardío. Ahora me gustaría a mí refugiarme en la Iglesia y tengo gran nostalgia del celibato y la tonsura perdida. De casarme, me gustaría casarme con Lezama Líma solamente".
            Pero no sólo hay chismografía y bromas en este epistolario (aquel matrimonio de Ángel González, en 1973, no resultó del todo infecundo: nos dejó un excelente libro que escribió él y firmó ella). Qué espléndida, como suya, la primera de las cartas de Jaime Gil de Biedma, ese escritor que vivió hasta los sesenta años, pero que a los cuarenta decidió no sólo dejar de escribir poemas sino también echar el cierre a su prodigiosa inteligencia y dedicarse a una minuciosa autodestrucción.
            Historia e intrahistoria en unas cartas que nos ayudan a entender una época y que dicen tanto de la condición humana (cuando Valente rompe con sus antiguos compañeros, ahí está Gamoneda jaleándole) como cualquier novela de Dostoyevski.


Jueves, 8 de febrero
SER LA CENIZA

En 1913, Vicente A. Salaverri, un riojano que emigro a Uruguay, vuelve a España para entrevistar a sus figuras ilustres. El libro en que reunió esas conversaciones se publicó en 1918 y lleva al frente una conmovedora carta abierta a Juan Mas y Pi, que murió en el naufragio, tan dramático como el del Titanic pero menos conocido, del vapor Príncipe de Asturias (en su lujosa primera clase, con biblioteca y salón de baile, podían viajar ciento cincuenta personas; en el sollado de los emigrantes, de aproximadamente la misma extensión, mil quinientas).
            El periodista de 1913, al que Juan Mas y Pi adivina en el prólogo un glorioso porvenir, ya no existe: "Ahora escribo no lo que a la gente le interesa oír, sino lo que me interesa a mí decirle a la gente". Y añade: “Si usted ha ido al limbo, en gracia a su ingenuidad, yo iré al infierno por haber perdido aquel candor intrépido que tanto me obligó a prodigarme en otro tiempo”.
            Yo no he perdido del todo ese candor y por eso sigo prodigándome para parar las aguas del olvido, aunque de sobra sé que la vida (la mía y la de todos) no es más que una red de triviales miserias y que no hay nada mejor “que ser la ceniza / de que está hecho el olvido”.




22 comentarios:

  1. Martín, no sé si es oportuno comentar esto, pero tengo una mala curiosidad: oí una vez en la radio a una señora, que conoció a Valente, de vista y poco más, decir que murió de una sobredosis de heroína.
    Otra cosa: eres contradictorio. Has dicho tantas veces tu afán por guardar tu intimidad, y ahora, aquí dices: "su secreto es mi secreto" (el de Pessoa), es como si quisieras confesar lo que no quieres confesar.
    Leí tu crítica sobre el libro antología de Roger Wolfe. Un día dijiste que era como la escopeta en la ópera (bueno, no fueron estas palabras). Ahora reconoces que hay un mirlo en él y que es un poeta de raza.

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  2. 1/ No es cierto. Quien murió de sobredosis fue su hijo (esa es la gran tragedia de su vida).
    2/ Te repito la cita de un poeta alemán que leí en Ortega:
    No soy un libro hecho con erudición,
    solo soy un hombre con su contradicción.
    3/ Es las dos cosas, y a veces en el mismo libro.

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  3. Perdona, Jesús, pero el primer verso del poeta alemán lo he citado mal. Dice así:
    Yo no soy un libro hecho con reflexión,
    (En realidad, la erudición me sobra; de lo otro, me parece que no.)

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    1. Yo diría que eres como Borges, erudito y reflexivo, y como él, con sus contradicciones a cuesta. Y me refiero a lo literario: el borges de las milongas y del cuento El Sur. En tiempos de Jugar con fuego, escribías poemas de otros poetas; hoy, no sé por qué, te intuyo escribiendo alguno de Wolfe, pero de los tú dices que no debieron entrar en Algo más épico sin duda.

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  4. Miguel el Entrerriano12 de febrero de 2018, 9:16

    En Bletchley Park trabajó también el genio de la computación Alan Turing, otro que también tenía su secreto. Harto de la incomprensión y de la persecución de la sociedad británica (a la que había librado de muchos horrores bélicos descifrando códigos alemanes), puso fin a sus días, bíblicamente, mordiendo una manzana inyectada de cianuro. Tenía poco más de 40 años. Otros lo han hecho más encarnizadamente, como la pintora Dora Carrington, el payaso Marceline o Hemingway; otros, fluvialmente, como Virginia Wolf; otros recurriendo a los eficientes barbitúricos, como el poeta Ferrater.
    Yo siempre he encontrado moralmente muy superior el final de la vida elegido y libremente decidido, a ese otro final que consiste en dejarse abatir por una ciega patología azarosamente, imprevisiblemente, como una vaca o como un gato viejo. Otra cuestión es contar o no contar con el valor.

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    1. Quién con tanto desparpajo sentencia e ilumina debería saber que la aludida Virginia se apellidaba Woolf, no Wolf, cual vulgar canis lupus.

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    2. Aprovecharse de una errata (los comentarios del blog no se puede corregir, al contrario que los de Facebook) para desacreditar a alguien dice mucho de la cultureta de un personaje; no me extraña que no se atreva a decir su nombre.

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    3. José Luis, ni lo desacredito ni era mi intención. Solo pretendia resaltar un error muy extendido, igual que otros cotidianos, como por ejemplo decir zapatilla Ribuk o llamar Joe Cuker al famoso cantante Joe Cocker. En el caso de Virginia falta una O y en estos dos últimos les sobra. No es Reebook, sino Reebok
      Creo que tampoco es cuestión de defenderse ante una ingenua aclaración. Con la cantidad de impertinencias agrias que sueltan muchos en este blog!!!!

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    4. Miguel el Entrerriano14 de febrero de 2018, 12:25

      Amable Anónimo, una de las oes de Woolf debió rodar a favor de su circularidad de rueda, o mi cabeza se dejó llevar no más por lo que Virginia tuvo de loba.

      Pero ni sentencio ni ilumino, y ahí no le vendría mal una actualización léxica. Me he limitado a dar una valoración personal, subjetiva, de ciertas conductas.

      Gracias, Martín.

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    5. Nota para Anónimo corrector: Qué propio de ciertos jubilados (con perdón de los jubilados) dedicarse a corregir los errores --por lo general, erratas-- que aparecen en los impresos, como modo de manifestar su superior cultura (que no suele ser tal).
      El decirle a alguien que "debería saber" como se escribe Woolf es dar a entender que no lo sabe, con lo fácil que resulta hoy teclearlo en google si alguien tiene alguna duda.
      El comentario correcto podría ser algo así: en el apellido de Virginia Woolf se ha deslizado una errata. Y no hacer juicios de valor.

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    6. Me parece una respuesta hipersensible, máxime en un blog donde los habituales frecuentan un tono agrio, displicente y soberbio que usted, en cambio, no considera reseñable ni incomodo. Pensemos, entonces, que si mi intervención sirve para que a partir de ahora los comentaristas descubran la exquisitez formal que deliberadamente ignoran, tan desafortunada, desabrida y desafinada no habrá sido.
      Y no, Martín, tal vez el error de Miguel haya sido un lapsus, pero si hiciéramos una estadística, simplemente entre los amantes de la literatura, conoceríamos sorprendidos la cantidad de personas que, como el, dicen Wolf.

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    7. Cada uno tiene sus manías y yo reconozco que soporto mal a quienes se dedican a dárselas de cultos a costa de las erratas (o de los errores) de los demás, especialmente cuando se trata de un comentario redactado a vuela tecla y no de un escrito formal.

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    8. No me las doy de culto porque no lo soy. Habrá que pensar que mí anglofilia exagera mis súbitas alergias cuando quienes si son cultos patinan.
      Y nada más, Martín, disculpe mi incursión. Me marcho para que este blog que sigo desde el inicio del año recupere su placidez habitual.

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    9. Anónimo es un pedante o un cínico. Lo de exquisitez formal suena a fabada sin tocino.

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    10. Si acaso yo pongo las fabes y la sidra y usted el chorizo.

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  5. Proust pudo casarse con una muchacha en flor
    y tener hijos.
    Cogidos de la mano, los llevaría al colegio
    y les ayudaría después con los deberes.

    En tal caso no habría siete tomos de
    En busca del tiempo perdido.

    (Y bueno, y qué pasa.)

    Kafka pudo casarse con Felice o Milena.
    Largas noches de amor,
    niños en el jardín
    y domingos de té y pastas en casa de su suegra.

    Entonces no tendríamos Metamorfosis, Proceso ni Castillo.

    (Y bueno, y qué importa.)

    Pessoa pudo casarse con Ophelia Queiroz.
    Lo habrían visto por las calles de Lisboa
    empujando un carrito de bebé.
    Podría, quizá, haber sido feliz.

    En tal caso no habría heterónimos, Tabaquería
    ni libro del Desasosiego.

    (Y bueno, y qué más da.)

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    1. ¡Pudieron!
      Solo se es sí si no se es no ser.

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  6. "Quizá porque su secreto es mi secreto, pero sin aguardiente".

    Joder ¡pues vaya gracia! A mi juicio te has perdido justo lo mejor... ;-)

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  7. Algunas cositas del Anónimo Pedante que dice que no es culto.

    = Adjetivo *incomodo*
    = *mí* anglofilia
    = quienes *si* son cultos patinan.

    Claro que es culto el Anónimo. Y veraz. Y con mucha necesidad de dar salida al vinagre. Dentro se pudre.

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    1. Entiendalo sin acritu, soy nieto de inglesa. De avinagrado muy poco, lo justo para la ensalada cuando se mezclan pepinos y cebollinos.
      Quien me iba a decir, santo cielo, que la leve ironía que le dedique a Miguel iba a levantar tanta polvareda. Sinceramente, no me lo pude imaginar.
      Y otra vez disculpas a Martín. Y a Miguel, si lo encuentra procedente.

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  8. "Me marcho para que este blog que sigo desde el inicio del año recupere su placidez habitual."

    ♪♪♪♪♪
    DICES QUE TE VAS, TE VAS,
    Y NUNCA TE ACABAS, DE MARCHAR DE AQUÍ,
    A VER A ESE NOVIO RUBIO QUE DICES QUE TIENES EN VALLADOLÍ
    ♪♪♪♪♪

    Esta bilbainada para el incapaz. (De irse, por supuesto). A quien ya conocíamos por estos territorios bajo otras invocaciones pero mismas incapacidades).

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