Sábado, 4 de junio
MORIR DE AMOR
Una breve entrevista en una programa de radio. Me
llaman por teléfono. Respondo mientras camino por la calle. Me entretengo
luego, mientras tomo un café, apuntando las preguntas y respuestas que
recuerdo.
––¿A
qué personaje histórico le gustaría parecerse?
––A Sócrates y a Sherlock Holmes.
––¿Cree en el amor eterno?
––Por
supuesto y por experiencia. Yo ya he tenido tres o cuatro.
––¿Qué
opina de la situación política actual?
––Que
es manifiestamente empeorable.
––¿Le
gustaría ser eterno?
––Me
conformo con vivir cien o doscientos años con buena salud.
––¿Un
libro que le habría gustado escribir?
––La
Biblia.
––Su
personaje literario favorito.
––Dios.
––-¿Un
político que sentaría a su mesa?
–-Al
jefe del Estado y a la alcaldesa de mi pueblo.
––¿Un
político al que nunca daría la mano?
––Al
anterior jefe del Estado.
––¿Cree
que es posible morir de amor?
––Lo
creo. A mí mismo me ha ocurrido más de una vez.
––¿Dónde
le gustaría vivir?
––En
el centro del mundo, que es más o menos donde vivo, pero lo preferiría un poco
mejor comunicado con el resto del mundo.
Domingo, 5 de junio
HACIENDO PRÁCTICAS
Aunque no debería decirlo, porque da mala imagen de mi, soy
de esas personas que tienen previsto con todo detalle lo que han de hacer en
cada hora del día y que, si no pueden hacerlo, se quedan en blanco, sin saber
qué decisión tomar, en una angustiosa perplejidad.
Esta
tarde, el rincón habitual de Los Prados, termino de trabajar (o de lo que yo llamo
trabajar: escribir un poema, redactar una reseña, leer uno o dos libros) un
poco antes de las ocho, sin que haya en el cine a esa hora ninguna película que
me interese. Pero a casa no suelo volver sino después de las nueve. ¿Qué hacer
hasta entonces?
Como
pronto me llegará la hora de la jubilación (exactamente el uno de septiembre de
2020), y los jubilados se dedican a caminar varias horas al día, se me ocurre
que estaría bien que comenzara a practicar. Y eso es lo que hago.
Salto
del centro comercial a las ocho en punto, a las diez en punto estoy en casa. A
esta hora del domingo, la ciudad desierta es una ciudad distinta. Disfruto con
la última luz que se demora en las fachadas; me fijo en una inscripción sobre
el Oviedo judío que no había visto nunca; leo la placa que anuncia un centro de
"Medicina Energética y Holistica, Reiki y Conexión Celta", sorprendido
de la credulidad humana; subo hasta San Pedro de los Arcos por una escalinata
sombreada de árboles que yo mismo contribuí a plantar cuando trabajaba en el
colegio cercano, allá por 1970; sigo ascendiendo, dejando atrás la ciudad,
escuchando sorprendido el silencio, hasta Santa María del Naranco... Y a la vez
que hago fotos me dejo enredar en las roussonianas ensoñaciones de un paseante
solitario.
Camino a
buen paso, como siempre, y no necesito detenerme más que unos segundos para
hacer una foto (no soy fotógrafo: solo guardo lo que veo, casi instintivamente,
cuando me gusta o me intriga lo que veo), pero al entrar en casa, a las diez en
punto, me siento un poco cansado. Eso quiere decir que todavía no estoy listo
para jubilarme, que aún deberé hacer un poco más de ejercicio.
A las
diez y diez ceno, como todos los días, y luego veo un poco la televisión (ahora
las series que me gustan son las del médico forense Rosewood y la de la familia
Golberg) mientras hojeo un libro y pienso en lo que he de escribir al día
siguiente.
No me
gustan los imprevistos, me llenan de perplejidad, pero como cada día tengo que
enfrentarme a alguno, voy aprendiendo a torearlos relativamente bien.
Lunes, 6 de junio
SAVATER Y LA DESFACHATEZ
––¿Has visto con qué elegancia respondió Savater a
la andanada que le lanzó Ignacio Sánchez-Cuenca en su panfleto La
desfachatez intelectual?
––Lo
he visto, lo he visto, y confirma con creces lo que allí se le reprocha. Todo
muy gracioso, muy en su estilo: “Cuando alguien me grita ¡fascista! por la
calle, lo mismo que cuando mi madre me llamaba guapo de pequeño (luego no se atrevía
ni ella) lo tomo como un desbordamiento de entusiasmo”. Pero Sánchez-Cuenca no
le llama fascista por la calle ni en letra impresa. Se limita a analizar su
comportamiento intelectual, siempre con las citas, las fechas y las fichas
adecuadas. Si no es cierto que Savater afirmó que cualquier parado estaría muy
contento de ser tratado tan bien como un toro de lidia (aunque luego lo mataran
en público, tras una sesión de tortura, para regocijo de los espectadores),
pues que lo diga o que indique que ha sido malinterpretado. Pero no, las
estrellas no se rebajan a dar explicaciones ni a dar nombres, no sea que su
réplica (escriben en los periódicos de referencia) sirva de publicidad a los
detractores.
––No
sé qué te ha hecho Savater. Antes le admirabas mucho.
––Cierto,
y sigo admirando buena parte de sus obras, contagiadoras de entusiasmo. Pero
los años le han ido convirtiendo en un venal sofista, en un publicista no siempre
de las mejores causas.
––Creo
que también le condenas, al igual que Sánchez-Cuenca, por opinar que el
separatismo es el peor problema de España. Como simpatizas con el separatismo…
––Simpatizo
con España, no admito que nadie la valore tan poco que piense que hay que
obligar a millones de ciudadanos a serlo contra su voluntad.
––¿Y
a no serlo?
––Por
supuesto que tampoco. A ningún español se le puede retirar la nacionalidad
española contra su voluntad.
––Pero
un territorio sí podría dejar de serlo. Te enredas en tus propios sofismas,
Martín, y luego llamas sofista a Savater.
––No
es esa la cuestión ahora. Fernando Savater replica a los razonados argumentos
de Sánchez-Cuenca en una sección de El
País Semanal titulada “Carta blanca”. Ahí publicó Muñoz-Molina una
maravillosa carta dedicada al maestro que decidió su destino (todavía vive y se
lo agradeció en una emocionante respuesta). Savater desprecia a sus lectores,
habla para entendidos, da alfilerazos escondiendo la mano. Todo el artículo es
una venganza privada que le retrata moralmente.
––¿Solo
para entendidos? ¿No está clara la alusión a Luis García Montero y a su mujer,
“torrencial novelista y también columnista del periódico de referencia”?
––Clarísima.
Este artículo debería incluirlo Sánchez-Cuenca como apéndice en la segunda
edición de su libro. Es el mejor ejemplo de la “desfachatez del intelectual”
que él trató de poner en evidencia.
Martes, 7 de junio
MEA CULPA
"No hay buena acción que no reciba su merecido"
se lee en no sé qué evangelio apócrifo y es una gran verdad. Me llama el editor
de Renacimiento para contarme lo disgustado que ha quedado todo el mundo con la
presentación en Madrid de la última antología de poesía joven, Nacer en otro tiempo.
Las
peripecias resultarían divertidas si no fuera porque yo le envié el original y
fui el avalista del proyecto. "De la librería me han dicho que no les
vuelva a mandar más autores así, llegaron tarde, se dedicaron a pelearse entre
ellos, también en un programa de radio, dejaron una impresión deplorable, no
ayudaron a vender ejemplares. A algunos no les cabía el ego en el cuerpo, me
dijo mi hija. Uno de ellos, Unai Velasco, me ha escrito una carta quejándose de
que los antólogos se habían puesto en contacto con él, pero no la editorial. Nunca
me había ocurrido algo así y he editado docenas y docenas de libros colectivos..."
Yo no
digo nada, un tanto abochornado por la parte que me toca. Por discreción me
ocupé solo de la parte material de la antología: corregir erratas, unificar
notas biográficas, redactar paratextos, jugando a anónimo empleado editorial.
Debería haber escrito yo el prólogo, haber estado presente en cada
presentación, haber puesto un poco de orden entre los gallitos del corral.
Ahora solo me queda la mala conciencia de haber embarcado al editor en una
aventura menos ruidosa que ruinosa.
––¡Y yo
que pensaba que iba a ser un gran éxito promocional y comercial!
––Pues
si pensabas eso, sospecho que como empresario tendrías el mismo éxito que como
analista político: no darías pie con bola.
Jueves, 9 de junio
FIN DE CURSO
Celebración del fin de curso en el Instituto de
Salinas. Me invitan a hablar de poesía. Cumplo lo mejor que puedo, pero lo
mejor viene después. Los alumnos que se gradúan han preparado un vídeo (“Quince
años no es nada”) en el que los ve desde que cumplen tres años hasta que están
a punto de ir a la Universidad. Recuerda a la película Boyhood, rodada a lo largo de años por un mismo actor que se va
haciendo mayor. Pocas veces he visto tan clara la emoción del tiempo que se
acelera cada vez más y está a punto de atropellarme. Luego, en breves intervenciones,
los alumnos recuerdan su paso por el centro; algunos dicen las esperadas
palabras convencionales, pero la mayoría se muestran como consumados artistas
dispuestos a arrasar en youtube.
La
melancolía del tiempo que pasa y que nos va dejando poco a poco en la orilla,
pero también la reconfortante sensación de que no vamos a peor, de que hay
recambio, de que el mundo quedará en mejores manos.
Viernes, 10 de junio
SOY BUENO
“Soy bueno haciendo que la gente olvide las cosas
malas que también tengo”, le escucho decir a mi admirado Rosewood (es como yo,
pero en negro, en cachas y en cuarenta años más joven) y pienso que en eso
discrepamos: yo solo soy bueno haciendo que la gente olvide las cosas buenas
que también tengo.
Amigo JLGM, algunos estamos esperando aún la réplica que usted se merece por la crítica que hizo del libro de FS (es un decir) "Las ciudades y los escritores". ¿O es que usted no se merece también el castigo y la mofa del filósofo?
ResponderEliminarEn mi caso, el silencio es la respuesta más eficaz. Otra cosa sería si yo hubiera ido a "El intermedio" o a otro programa de televisión a airear mi crítica, como hizo Sánchez-Cuenca.
EliminarJLGM
La caminata que te has pegado es como de ironman. Normal que estuvieras un poco cansado... A no ser que te hubieran llevado en volandas, tenías razones kilométricas para el cansancio. Con sesenta años o con veinte. Enhorabuena, globe trekker! E.B.
ResponderEliminar¿Te ha entrado un apretón de instinto censorial, Martín? ¿Harás como el camarada Trapiello? ¿Te vas a despachar con el cuento de que no soportas a los tontos? ¿No sería ello tontería manifiesta?
ResponderEliminarSí, Braulio, o quien quiera que seas, en este blog se reserva el derecho de admisión. No se puede ser ecuánime sin interrupción. Se admiten anónimos, pero solo educados. Para dialogar, o debatir en serio, lo primero dar la cara, para que sepamos con quien se habla.
EliminarJLGM
Qué poco importa la cara, el “con quien está usté hablando”, si se da bien la palabra.
EliminarA mí me importa. Un desconocido puede convertirse en un conocido. Un enmascarado siempre será alguien poco de fiar.
EliminarJLGM
“Un desconocido puede convertirse en un conocido”. Que el conocido nos parezca entonces desconocido puede ser un peligro pero también una bendición.
Eliminar“Un enmascarado siempre será alguien poco de fiar”. ¿No es la palabra bien dada, más que “Paco López Pérez”, de todas la mejor máscara?
« Avec les mots on ne se méfie jamais suffisamment. » (CÉLINE, Voyage au bout de la nuit). Sí, sí, también.
¿Acaso dentro de lo que entiende Martín por poco educado está el hacer inofensiva rechifla de los filósofos que nos ha tocado sufrir, por estrábicos? Pero no del órgano de la visión -lo cual iba a ser miserable burla- sino de la diplopía que desenfoca el recto criterio, el suceder de los flujos mareales, el vuelo de las aves canoras y aun el mercado de algodón en Alabama. Qué raro...
ResponderEliminarClaro, luego le pones ante el dilema de elegir entre opciones políticas y te sale por Ayamonte.
Resumen de Braulio (o cómo se llame): Bla, bla, bla. (Conozco formas más agradables de perder el tiempo.)
EliminarJLGM
¿Acaso no sabe Martín que la literatura tiene mucho de bla, bla, bla? ¿No es este un blog que se precia de literario? ¿Solo acepta el bla, bla, bla del patrón, de uno mismo? A lo mejor a otros les gustan otros blablablases. A mi tía Jacinta, por ejemplo.
EliminarPues crea un blog con tus bla bla bla. Deja de ocupar un lugar subsidiario. Piensa en tu tía Jacinta.
EliminarJLGM
La verdad es que me lo merezco... Pero te tengo su aquel, Martín; no pienses que tienes la exclusiva de mi verbo zascandil pero confieso que marcas la diferencia. Vales, tío, ya lo creo que vales.
EliminarTe voy a hacer un poco la rosca, Martín. Esas tus crónicas de viaje de prosa aparentemente tan sencilla, esas greguerías, aforismos, epigramas que te rebosan de la sisa; la mirada miope para el gobierno de la polis pero avizor para los recovecos más inconfesables de la gente (o de uno mismo, que viene a ser la misma cosa), el sólido verso, la critica feroz de los embelecadores, cierto egoísmo solidario, y un etcétera bastante largo..., me fijan a tu ventana con vistas a Capri.
Salute, caro.
Estos son los comentarios que a mí me gustan, los que ofenden a mi natural modestia (más falsa que Judas).
EliminarJLGM
Eso de "saber con quién se habla" porque alguien firme con un nombre cualquiera es ilusorio y carente de sentido. No todos somos personajes conocidos (ni de usted ni del mundo), de modo que poco iba a aportar a la enjundia o a la veracidad o a la seriedad de un debate que al pie de un mandado figurara un nombre y apellidos (auténticos o simulados). Otra cosa es que fastidien algunos comentarios que, sin ser impropios o malsonantes, le incomoden al titular del blog; entonces mejor se abstiene de salir a la palestra y se dedica a sus tertulias con amigos y conocidos (o eso cree él).
ResponderEliminarNo gana nada el señor JLGM igualándose en lo peor a colegas suyos que algunos (espero que muchos) percibimos como insufribles cuando peroran de política desde posturas conservadoras, cuando no reaccionarias. Y que valen menos que él.
Todos los nombres conocidos comenzaron por ser desconocidos. Dar el nombre (el del carnet o un pseudónimo habitual) es la primera condición para entrar en un debate, para relacionarse con los demás de una manera responsable. Solo debe ocultar cuando uno tenga información de interés general que pueda causarle problemas difundir. Solo en ese caso. Nunca ocultarlo para dar opiniones, sino para ofrecer, por ejemplo, fotocopias de los papeles de Panamá.
EliminarJLGM
De acuerdo con la información que aparece en Wikipedia... ¡Felicidades!
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