Sábado, 29 de noviembre
BARBAZUL
Como en el castillo de
Barbazul, dentro de cada uno hay habitaciones secretas en las que no dejamos
entrar a nadie, ni siquiera a quien más queremos. ¿Qué guardo yo en ese cuarto
de puertas y ventanas atrancadas? Hace tiempo que he arrojado lejos la llave y
solo entro en él en sueños. Dulces sueños, a veces, raras veces, casi siempre
pesadillas.
Domingo, 30 de noviembre
LAS FIGURACIONES DE JAVIER MARÍAS
Ya sé, ya sé que reírse de
las tonterías de los demás es una mala costumbre. Pero a veces no puedo evitarlo.
Por ejemplo, al leer los artículos dominicales de Javier Marías. Cuando parece
que no puede superarse, siempre da un paso más allá. Hoy, por ejemplo, arremete
contra la publicidad, “una de las causas de la imbecilización del mundo” y
contras los “estúpidos móviles”, pero lo que más destaca de su artículo es su peculiar
conocimiento de la psicología infantil: “El niño necesita testigos para
asegurarse de que efectivamente está en el mundo y existe”. Por eso le pregunta
continuamente a sus padres: ¿Verdad que no soy una figuración, pues hago cosas
y las veis?”
Y menos mal que no dice que los niños preguntan “¿Verdad
que no soy una entelequia?”. Toda su diatriba contras las redes sociales, los
teléfonos móviles y la patulea de la gente común demuestra un desconocimiento
aún mayor que el que tiene de los niños.
Qué gran humorista involuntario nuestro más afamado
novelista contemporáneo.
Lunes, 1 de diciembre
HAIKUS DEL NUEVO MES
Otro diciembre.
El oro por los suelos
y yo tan pobre.
Tardes oscuras.
Busco y no encuentro
razón de vida.
Con pies menudos
se ha acercado la lluvia
a acariciarnos.
Qué negras nubes.
Pero relumbra el mundo
si tú me miras.
Martes, 2 de diciembre
REBAÑO DE CONCIENCIA
En Lúcidos bordes del abismo, su memoria personal de los Panero,
cuenta Luis Antonio de Villena, entre otras muchas cosas (algunas de esas que
un caballero nunca debería contar), la historia del primer premio Loewe. No es
cierto, como se había malévolamente rumoreado, que el libro ganador, Galería de fantasmas, de Juan Luis
Panero, se presentara fuera de plazo, a instancias de Gimferrer, porque ninguno
de los seleccionados le acababa de gustar al jurado; tampoco que ese libro
estuviera ya comprometido con un editor y que incluso hubiera pruebas (yo las
he visto). Pasemos que nada de eso sea cierto, pero qué poco verosímil resulta
el “problema de ética” que nos refiere Villena. Al leer los libros
preseleccionados, “cayeron en la cuenta (tiene un tono propio, indudablemente) de
que uno de esos finalistas era Juan Luis”. A Brines y a Villena les pareció muy
mal que hubiera mandado “un libro reconocidamente suyo (aunque nada nos dijera)
a un jurado casi lleno de amigos”. Dudaron mucho antes de darle el premio, al
final incluso “rebañaron más la conciencia”. ¿Y que es lo que hicieron para
“rebañarla”, según la feliz expresión de Villena? Pues decidieron leer (no dice
releer) los alrededor de catorce finalistas y si encontraban “otro libro que,
por poco que fuera –por poco– nos gustara más que el de Juan Luis, votaríamos a
ese otro”. Entre todos ellos “solo había uno que podía acercarse al de Juan
Luis, pero era bastante más largo, tanto que daba la sensación de dos libros unidos,
la primera parte mucho mejor que la segunda. Yo le había conocido años atrás,
pero desde su marcha a Tenerife había guardado muy poca relación con él…”
Con su habitual sintaxis anacolútica pasa Villena sin
transición del libro valioso al autor, que es al que también había conocido, y
con el que Brines seguía teniendo relación telefónica, “por eso sabía que aquel
grueso libro era de Feria”.
Auque todo eso que cuenta Villena fuera verdad, y no que
el libro ganador lo solicitara expresamente Gimferrer al autor, ya fuera de
plazo, cuesta creerse los escrúpulos de conciencia por premiar a un amigo.
Quízá fueran ciertos (tan ciertos como el encuentro erótico entre un conocido
crítico y un conocido poeta que Villena atisba por una puerta entreabierta),
pero de ser así desaparecieron de inmediato: la mayoría de los restantes
premios Loewe los obtuvieron amigos cercanos –en ocasiones muy cercanos:
Vicente Gallego, Carlos Marzal– de los miembros del jurado. Y cuando Villena se
presentó a algún premio (y lo ganó) siempre tuvo entre el jurado mayoría de
amigos. Si Juan Luis Panero, al enviar su libro a un premio que concederían
amigos suyos, “había obrado con un puntito de desconsideración”, esa
desconsideración se haría general después, al menos en todos los premios en que
Luis Antonio de Villena o Luis García Montero formaron parte del jurado.
Miércoles, 3 de diciembre
ACQUA ALTA
Con Fermín Santos y Elías
Benavides presento, en la librería Cervantes, el libro que hemos publicado
sobre Venecia, un libro de edición limitada con la peculiaridad de costar más
que un viaje a Venecia.
En cada ejemplar, he escrito a mano un texto distinto.
Tengo así la impresión de hablarle al oído a cada lector:
Venecia se lame las heridas de la historia con su lengua
de agua.
Tras los ventanales de un palacio, en la clara noche de
verano, una voz de mujer y la cara inmensa de la luna, con los ojos muy
abiertos, sobre los tejados, escuchándola.
Del primer jardín que conocí en Venecia no recuerdo nada,
salvo los ojos de quien me lo mostraba.
De espaldas a los canales, Venecia se quita la máscara. Y
resulta aún más hermosa.
Hay días en que Venecia, como una famosa estrella cansada
de su celebridad, solo sale a la calle de incógnito, envuelta en niebla.
La música de Venecia la ha escrito Vivaldi, pero sus
silencios son de Mozart.
Nadie conoció Venecia como Lord Byron. Cada noche se
acostaba con una veneciana distinta, salvo los domingos en que lo hacía con un
joven veneciano.
Sobre el vaporetto
sobrecargado, a primera hora de la noche, una espléndida luna señorial que nos
mira con indiferencia.
Al final de la fiesta, algo bebido, subo a la góndola que
me espera a la puerta del palacio. Cierro los ojos y me dejo mecer por la
aguas, acariciar por la fresca brisa del otoño. Cuando los abro, contemplo
frente a mí el muro y los cipreses de San Michele, el portón que se entreabre
sigiloso.
En medio del más placentero sueño, me despertó el
teléfono. Soñaba que estaba en Venecia y que tú estabas conmigo. Y al abrir la
ventana, recién amanecido, Venecia seguía allí y al volver a la cama, para
dormir un poco más, tú seguías conmigo.
Una mañana, esperando al vaporetto en Ca d’Oro, cerré un momento los ojos pensando que toda
esa hermosura no podía ser verdad, y al abrirlos te vi a mi lado, sonriente, y
toda tu hermosura era verdad.
En Venecia uno comprende que todos los amores son
pasajeros, salvo el amor a Venecia.
El palacio adusto se vuelve otro cuando se baña en el
canal y allí juega a deshacerse y retorcerse y a saltar a la orilla si se
acerca rauda una lancha de los vigili del
fuoco.
En la oscuridad del sottoportego brillaba una moneda como si fuera de oro. La recogí y
la guardé en el bolsillo. No era de oro, sino de algo mejor: la materia con que
se hacen los sueños.
Hay islas en la laguna de Venecia a las que solo se puede
llegar en sueños. Son las que yo prefiero.
Jueves, 4 de diciembre
ME GUSTA GUSTAR
Otra vez ando metido en
esa comedia de equivocaciones vieja como el mundo. No sé cómo ha empezado, sé cómo
voy a acabar: escaldado, una vez más. ¿Pero importa eso? Hay errores que a uno le alegra estar todavía
en edad de cometer.
Viernes, 5 de diciembre
MALA COSTUMBRE
La cosas tienen la mala
costumbre de ser como son y no como deberían ser o como nos gustaría que
fueran.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEliminado por error. pero fue tenido en cuenta.
EliminarJLGM
El haiku de JLGM nació aquí con una errata:
Eliminar“Con pies menudo
se ha acercado la lluvia
a acariciarnos.”
El comentario fue algo así:
“¿Con pies o pie
menudo para la lluvia?
Mójese usted.”
JLGM solo se mojó:
“Con pies menudos
se ha acercado la lluvia
a acariciarnos.”
¿Caeríase la lluvia acercándosenos con un solo pie?:
“Con pie menudo
se ha acercado la lluvia
a acariciarnos.”
[Un administrador, ¿hay varios? De administración de blogs no entiendo nada.]
Curiosas variaciones. Me gusta la última.
EliminarJLGM
Muy elegante expresando su gusto por la última. Lo menudo que pide singular: pie y acercamiento en silencio a la caricia, sin ruido de eses. Pero ¿y las eses reclamando silencio? “En el silencio solo se escuchaba / un susurro de abejas que sonaba”. Me gusta la penúltima.
EliminarSobre gustos hay mucho escrito.
EliminarJLGM
Menos mal que nosotros no hacemos esas cosas.
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