Sábado, 23 de marzo
QUÉ POCO ME CONOCES
Aunque no soy nada patriotero, me temo que tengo todos los
defectos del español típico: hablo a gritos, no me gusta dar mi brazo a torcer,
opino con rotundidad sobre cualquier asunto y conozco tan pocos idiomas que hasta
podría ser presidente del gobierno. No sé si de vivir en otros tiempos sería de
los españoles que llevan a la hoguera a quien no piensa como ellos, pero
sospecho que, como Miguel Servet, sería de los capaces de morir en la hoguera
con tal de no renunciar a su verdad.
Discutía
esta tarde con un amigo sobre la situación política cuando de pronto me dice:
“Deberías hacer un poco de autocrítica. Buena parte de la culpa la tiene la Constitución que votasteis
en el 78; yo, afortunadamente, no había nacido por entonces”.
––¿Y qué
culpa tiene la Constitución ?
––Consagra el principio de que
hay cargos públicos al margen de la ley, y no cualquier cargo público, sino el
más importante. Si el rey podía hacer de su capa un sayo, sin que nadie le
pidiera cuentas, ¿qué iban a hacer los demás? Pues seguir el ejemplo. ¿Tú
votaste a favor de la Constitución ?
Pues fuiste uno de los que le dieron patente de corso al monarca. No te quejes
ahora de lo que está pasando.
––En
efecto, voté sí a la Constitución. Y
antes de votarla, me la leí cuidadosamente. Unas cosas me gustaron más que
otras, pero no vi que autorizara a nadie a actuar al margen de la ley.
––Pues
relee el artículo sobre la corona. Bien claro lo afirma. El rey es
irresponsable. Haga lo que haga. Aunque fuera un violador (como ciertos
príncipes saudíes) o un asesino en serie, no se le podría llevar ante la
justicia. Esos son los privilegios medievales que tú y tu generación votasteis
en 1978. No te quejes ahora.
––¡Yo no he
votado tal cosa!
Me gusta tener razón, pero siempre dando razones. Enciendo el iPad y con dos o tres toques en la pantalla ya tenemos ante nosotros el texto de
––Ahí lo tienes bien claro,
artículo 56, punto 3: “La persona del rey es inviolable y no está sujeta a
responsabilidad”.
––Pero no
te quedes ahí, sigue leyendo: “Sus actos estarán siempre refrendados en la
forma establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo,
salvo lo dispuesto en el artículo 65.2” .
Y lo que nos dice ese artículo 64 es que los actos del rey han de ser
refrendados por el Presidente del Gobierno o por los ministros. Y la única
excepción, según indica el artículo 65.2, es que “nombra y releva libremente a
los miembros civiles y militares de su Casa”. De todo esto se deduce que lo de
“inviolable y no sujeto a responsabilidad” se refiere solo a sus actos como
rey, de los que es responsable no él, sino el gobierno de turno. De su vida
privada nada se afirma; en lo que a ella se refiere, ha de respetar el código
penal como cualquier otro ciudadano.
––Eso es lo
que tú dices. A la hora de interpretar la Constitución la única
opinión que vale es la del tribunal constitucional que ni se ha pronunciado ni
se pronunciará nunca sobre tal asunto. Desengáñate, amigo Martín, el rey podrá
tener una gran fortuna de origen desconocido, como dice el New York Times; podrá haber intervenido en los negocios ilegales de
Urdangarín, como afirman los correos del propio Urdangarín; podrá haber
recibido costosos regalos de intermediarios que tienen tratos con la
administración española… Te recuerdo que la propia Casa Real afirmó que la
famosa cacería africana fue una invitación de alguien que intermediaba en no sé
qué negocios, algo que, después de los trajes de Camps, todos los españoles han
aprendido a calificar como cohecho impropio. El rey podrá tener muchos más
secretos en el armario. Pero todo eso, gracias a la Constitución que
aprobasteis en el 78 y de la que estabais tan orgullosos, jamás se podrá
investigar y para siempre quedará impune.
––Pero tú
pareces dar por sentado que el rey ha cometido delitos. Y eso está por ver, no
por ser rey deja de tener derecho a la presunción de inocencia.
––Y yo se
la concedo. Tiene tanto derecho a la presunción de inocencia como José Blanco,
Oriol Pujol y tantos otros imputados con indicios bastante menos claros.
––Pues si
hay esos indicios y nadie hace nada, échale la culpa a jueces y a fiscales y a
los diputados, también a los de tu partido (mi amigo es militante de Izquierda
Unida), que no cumplen con el papel que tienen encomendado, no le eches la
culpa a la Constitución ,
que es muy clara en ese sentido.
––¿Bromeas?
––No
bromeo, y afortunadamente la tenemos delante y podemos comprobarlo. Te leo el
artículo 61, punto 1: “El Rey, al ser proclamado ante las Cortes Generales,
prestará juramento de desempeñar fielmente sus funciones, guardar y hacer
guardar la Constitución
y las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades
Autónomas”. El código penal nos obliga a todos, pero al rey doblemente. Para
ser rey ha tenido que prestar juramento comprometiéndose a “guardar la leyes”.
Si las incumple, comete perjurio y queda incapacitado para ser rey. Entonces
entraría en función el artículo 59, punto 2, que habla de lo que ocurriría
cuando el rey “se inhabilitare” para el ejercicio de su función. En ese caso, y
previo reconocimiento de las Cortes, “entrará a ejercer inmediatamente la Regencia el príncipe
heredero de la Corona ,
si fuere mayor de edad”.
––¿Entonces
tú crees que si aparecen evidencias de que el rey ha incumplido la ley, de que
ha cobrado comisiones o pagado sus gastos privados con dinero público, queda
automáticamente incapacitado para ser rey?
––De
acuerdo con la
Constitución , sí. Habría cometido perjurio
––Pues
estas cosas nadie se atreve a decirlas en público.
––Conste
que solo hablo en hipótesis. En absoluto se me ocurre pensar que quien ha
jurado “guardar y hacer guardar las leyes” puede incumplir su juramento, y
menos todavía que, si lo hiciera, jueces y fiscales y políticos, por
conveniencia, por mantener los intereses creados, miraran para otra parte. Yo
solo hablo en hipótesis, ya te digo. Y para defenderme. La Constitución de 1978
no permite la impunidad de nadie. ¿Tú crees que yo la habría votado en caso
contrario? Qué poco me conoces.
Domingo, 24 de marzo
A LOS MAESTROS
Para entender lo que está pasando ahora, nada mejor que
echar la vista atrás. Leo a Galdós y sus novelas de “la locura crematística”,
las novelas de la otra Restauración, cuando unos pocos especulaban en Bolsa y
hacían grandes negocios mientras el país se hundía en la miseria. Me sorprende
la dedicatoria de La desheredada:
“Saliendo a relucir aquí, sin saber cómo ni por qué, algunas dolencias
sociales, nacidas de la falta de nutrición y del poco uso que se viene haciendo
de los beneficios reconstituyentes llamados Aritmética, Lógica, Moral y Sentido
Común, convendría dedicar estas páginas… ¿a quién?, ¿al infeliz paciente, a los
curanderos que llamándose filósofos y políticos le recetan uno y otro día? No;
las dedico a los que son o deben ser los verdaderos médicos: a los maestros de
escuela”.
¿Sigue
teniendo valor hoy en día esa dedicatoria? Yo creo que más que nunca.
Lunes, 25 de marzo
ENSEÑANZAS DE LA EDAD
Tener amigos jóvenes, ¿le hace a uno más joven o más viejo?
Pues no sabría decirlo. “¿Se aprende algo con la edad?”, me pregunta Luis hoy.
“Aprende uno a soportarse, que no es poco”, le respondo.
No le digo, para no desanimarle, que yo todavía no he
aprendido.
Miércoles, 27 de marzo
HILOS DE ORO
Cierro las Hojas de
almanaque, el breve cuaderno que me envía Jesús Rubio Jiménez, estudioso de
Bécquer y secreto poeta, y en el intermedio entre las clases de la mañana y las
de la tarde, mientras tomo un café en el Centro Cívico (allí, en 1994, me
enseñó Víctor Botas los poemas que acababa de escribir después de tiempo sin
hacerlo) continúo la música de sus haikus con otros de cosecha propia.
En aquel álamo / se cuentan sus amores / pájaro y fuente
Los locos grillos / y la ventana abierta / toda la noche
La liebre escribe / un urgente mensaje / sobre la nieve
La noche oscura / no brilla ni una estrella / salvo en tus
ojos
Viento del sur / déjame irme contigo / a cualquier parte
Pasan los años / aún hay leña bastante / para un buen fuego
Tras breve sueño / el día se despierta / tan sonrosado
En las tinieblas / guíame con la luz / de una sonrisa
Ya no te sirve / mi corazón de nada / juguete roto
De pronto el aire / se ruboriza y tiembla / vuelan perdices
Cuántas luciérnagas / y en el cielo tan negro / ni una
estrella
Nadie se atreve / a adentrarse en el bosque / salvo la luna
Pronto se borran / mis pasos en la nieve / y yo con ellos
Hermosa tarde / para mí y ese pájaro / Dios se ha esmerado
Arde en la rama / esta tarde de agosto / todo el verano
El surtidor / nos regala diamantes / y tú sonrisas
Cuando despierto / me miras y sonríes / sigo soñando
Qué oscura noche / pero si me sonreís / qué claro día
En la pizarra / de la noche palabras / que no comprendo
Un corazón / cometa que alta vuela / manos de niño
La noche en vela / y no se escucha el canto / del ruiseñor
Mira el otoño / enreda y desenreda / hilos de oro
¿Qué cotillean / esos álamos blancos / junto al arroyo?
Viernes, 29 de marzo
TRAS LA TERTULIA
Se habla de aforismos y alguien cita a Chamfort: “Los
eruditos asfaltan el camino que lleva al templo de la gloria”. Y yo recuerdo
entonces el final de la nota biográfica que acompaña a la edición de sus Máximas en Aguilar: “Intentó suicidarse
y, pese a que no lo consiguió, murió a consecuencia de las heridas que se
produjo”.
–-¡Un
finiquito diferido!, dice Almuzara y nos reímos un rato con los disparates de
los redactores de solapas y con los otros, más graves, de la vida nacional.
Cuando regreso
solo a casa, tras el concurrido bullicio de la tertulia, me vienen de pronto a
la memoria unos versos de Espronceda: “Y nuestro pie, que nunca se detiene, /
recto camina hacia la tumba fría”. Y se
me ocurre pensar que eso es lo que nos entregan a todos en el mismo momento de
nacer: un finiquito diferido.