viernes, 15 de agosto de 2025

Café con libros: Los vivos y los muertos

 

---El Diccionario de las artes de Félix de Azúa, Literatura y fantasma de Javier Marías… ¡Vaya novedades que nos traes hoy, amigo Martín!

            ---Azúa está aquí porque de vez en cuando me gusta hacer limpieza general de prejuicios. Ya sabes que le valoro poco o nada. Sus artículos políticos me parecían, cuando los leía, ahora no lo hago porque publica en lugares que no frecuento, de lo más bajo en que puede caer un intelectual.

            ---Pues sus ideas no son muy distintas las de tu admirado Trapiello.

            ---A Trapiello no le admiro por sus ideas. ¿Se deberá mi poco aprecio por Azúa a las discrepancias ideológicas? Eso me preocupa, ya sabes que estoy obsesionado con la imparcialidad. Me puse a releer este Diccionario de las artes, tan elogiado en su momento. Y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuera una pretenciosa tontería. Baste un ejemplo. Así comienza “Verdad”, una de las entradas: “¿Por qué deberíamos aceptar la descomunal importancia que han adquirido las artes? ¿Por qué conceder ni un segundo de nuestro tiempo a un escrito que aparece en líneas partidas y con los finales terminados en ‘aba’ o en ‘ona’? ¿Por qué razón ha de tener algún interés la pintura de una vaca, cuando la sola presencia de una vaca en la vida misma ya es difícil de soportar? ¿Qué hacemos sentados en torturante silencio, escuchando a unos individuos que rascan tripas de buey o soplan por tubos de madera? ¿Qué sentido puede tener esa actividad inútil, caprichosa, superflua, carísima e injustificable?”.

¡Menuda empanada mental la del bueno de Azúa! ¿Han adquirido una descomunal importancia las artes? ¿No querrá referirse al descomunal precio que han adquirido ciertas obras de arte? En este caso, la respuesta es fácil: porque alguien está dispuesto a pagarlo. Desde luego, escribir en líneas partidas y con rima no ha adquirido ninguna “descomunal importancia”. Y la pintura de una vaca, así en general, no ha tenido nunca ni tiene interés especial.

            ---Dice esas cosas solo para provocar, es el Dalí de los novísimos. De sobra sabe él que quienes se sientan a escuchar música en silencio lo hacen porque les gusta la música y disfrutan escuchándola.

            ---Es posible. Pero es que Azúa sale a media docena de tonterías por página. Te leo otra: “Nada en este mundo puede justificar que alguien se dedique a pintar acuarelas en lugar de trabajar como todos sus semejantes”. ¿Desde cuándo es incompatible pintar acuarelas con ser notario, tendero o profesor? Claro que, si se venden adecuadamente, puede convertirse en una profesión. ¿Por qué hemos de buscar una justificación metafísica a pintar acuarelas y no a escribir un Diccionario de las artes o ser catedrático de Estética? En lo que no soportar las vacas ni en pintura, ya ni entro. Son rasgos de su peculiar humor. Su filosofía de la historia no es menos disparatada que su filosofía del arte: “El caso es que, una vez limpia la vida social de dioses y divinidades, la tarea de los modernos ha concluido. A partir de la segunda carnicería mundial, se advierte un progresivo y creciente aburrimiento entre los occidentales, acompañado por una acumulación de riquezas y poder técnico totalmente delirantes, dedicados casi por completo a procurar entretenimiento a una muchedumbre sumida en el tedio. En medio siglo, los estados sin dios se han convertido en amos absolutos del planeta, pero no saben muy bien qué hacer consigo mismos. El aburrimiento y las distracciones han servido también para distribuir por el planeta varias toneladas de bombas atómicas, algunas de las cuales están en manos de gente bien curiosa”. Según él, las bombas atómicas “han pasado a ser parte del departamento de electrodomésticos de los almacenes mejor surtidos”. Pretendido humor negro, sin duda. Pero Noel Clarasó lo hacía mejor.

            ---O sea que tu opinión sobre Félix de Azúa no se debe a su fobia a los nacionalismos y a Ada Colau.

            ---No, se debe a que lo he leído. Prometo no reincidir. O sí. A lo mejor en otra ocasión tengo más suerte.

            ---Estos Tres libros de tiempos ultraístas, de Francisco Luis Bernárdez, seguro que le gustan mucho a tu amigo Abelardo.

            ---Son sus tres primeros libros de poesía, publicados en 1922 y en 1923, que él no quiso reeditar ni antologar, pero que tienen una gracia ingenua y un aire del tiempo del que carece su poesía posterior, muy academicista y algo acartonada. Varias veces intenté entrar en su Antología poética, editada en la Austral, y siempre tropecé en alguna lira o me di en la cabeza con algún soneto. De este poeta argentino, pero de origen gallego (y en Galicia pasó parte de su adolescencia), lo que mejor recuerdo es el epitafio que le dedicó Borges en La cifra: “¿Qué habrá sido de aquellos dos muchachos / que hacia mil novecientos veintitantos / buscaban con ingenua fe platónica / por las largas aceras de la noche / del Sur o en la guitarra de Paredes / o en fábulas de esquina y de cuchillo / o en el alba, que no ha tocado nadie, / la secreta ciudad de Buenos Aires?”

            ---¡Siempre Borges!

            ---¡Que le vamos a hacer! Hay escritores señalados por el dedo de la gracia y otros que enseguida se apolillan. “Hermano en los metales de Quevedo / y en el amor del numeroso exámetro, / descubridor (todos entonces lo éramos) / de ese antiguo instrumento, la metáfora”, le dice Borges. Y yo sonrío ante estos versos primeros que emulan a las greguerías (“Pace margaritas / un camino angosto”) y me aburro con los que emulan los metales de Quevedo.

            ---Cambiando de tema, ¿estás preparando la publicación de los libros inéditos de Xuan Bello? El que dedicó a los árboles, y que fue anticipando en el periódico, creo que es uno de los mejores suyos.

            ---De eso se encarga Martín López-Vega, por decisión de Sonia. Le insinué que tenía mucho trabajo y vive lejos y que yo le podía ayudar, pero él me dijo que no me preocupara, que la obra de Xuan quedaba en buenas manos, que en octubre se pondrían con ella.

            ---Pues hablemos de otra cosa. ¿Qué pinta aquí un libro de tu detestado Javier Marías?

            ---Detestaba sus artículos de El País, que no podía dejar de leer, y sus novelones últimos, tan aclamados, pero hubo una época en que me interesó mucho. Como este es tiempo de fantasmas, encontré de pronto, entre papeles viejos, una postal suya que había olvidado por completo. Lleva la fecha del 14 de enero de 1994 y dice así: “Querido José Luis García Martín: Solo ahora me llega, a través de Siruela, la reseña que escribiste hace ya dos meses sobre mi libro Literatura y fantasma, y no quiero dejar de agradecértela. Sobre todo, por las de cal. No puedo dejar de lamentar que detestes a Benet. y que coincidas con Umbral y otros escritores cursis y municipales en calificar mi ‘pasado’ de benetiano (no es así exactamente desde mi punto de vista, aunque, claro está, este poco cuenta). Tampoco me alegra descubrir que, en contra de lo dicho en alguna carta, consideras que no he logrado escapar enteramente al tedio en mis recientes novelas. Comprendo que no se puede tener todo. En cambio, me alegra que apruebes mis piezas más recónditas y otra vez te agradezco la atención a los detalles. Te completo algún dato sobre la posibilidad de invención o no de ‘Fantasmas leídos’: el nombre de Molly Morgan Muir es una mezcla del más conocido Muir y de ‘Polly Morgan’, cuento de Coppard incluido en Cuentos únicos. Así como Halifax, Leslie, O’Donnell y Hopkins escribieron sobre fantasmas reales, el único Lord Rymer que conozco es un personaje de Todas las almas. En cuanto a los libreros de ‘El mal imaginativo’, ya me habría gustado encontrármelos. En cambio, en esta postal tienes la prueba de la existencia de la Machen Society, prefigurada en la Machen Company de Todas las almas antes de que aquella existiese. Me cuentan que has sacado un diario insolente, procuraré buscarlo. Una vez más te agradezco la atención y el aprecio. Saludos. Javier Marías. P. S.-- Acabo de terminar una nueva novela, espero que no desdeñable”.

Lo que más me ha interesado de Javier Marías son sus piezas menores, salvo dos novelas, Todas las almas y Corazón tan blanco. La que anunciaba en su carta era Batalla en la mañana piensa en mí, que reseñé con poco entusiasmo y ahí acabaron nuestras relaciones. Luego vieron los artículos semanales de El País, cada vez más convertidos en diatribas contra el mundo contemporáneo, en el que no se encontraba muy a gusto. Yo creo que a partir de los cincuenta años se convirtió en un viejo cascarrabias. Los primeros capítulos de Literatura y fantasma son artículos del suplemento dominical en que colaboraba anteriormente, el de los diarios del grupo Vocento. Ahí ensaya esa mezcla de erudición, autobiografía y ficción que le caracteriza. En la postal, señala que “El mal imaginativo” es un cuento. “Fantasmas leídos” comienza como un artículo sobre casas con fantasmas y termina con un relato, que luego se titularía “No más amores” (incluido en Cuando fui mortal) y más tarde, cambiando los personajes ingleses por mexicanos, “Serán nostalgia” (se incluye en la segunda edición de Mientras ellas duermen). En la nota aclaratoria, él, tan preciso, comete un error: dice que es de 1995, cuando el libro en que aparece por primera vez es de 1993.

            ---¡Cuánta minucia! Te estás volviendo tan tedioso como el propio Marías.

            ---Solo es tedioso en esas novelas que no se acaban nunca y en las que, si un personaje tira algo a la basura, nos describe lo que hay en el cubo de basura. Uno de los artículos de Literatura y fantasma nos cuenta la historia de Wilfrid Ewart, un escritor inglés que parece inventado. Luego la amplía en Negra espalda del tiempo, entreverada con el relato de la última vez que vio a algunos seres queridos. Ese libro, tan lleno de precisiones y casualidades y de cruces entre realidad y ficción, es de los suyos el más suyo y el que yo prefiero. Me temo que más de una vez me he referido despectivamente a Marías por sus opiniones sobre esto y lo otro, o sus tontas manías, como detestar el ordenador y seguir utilizando una máquina de escribir “porque le gustaba corregir en papel”, sin haber caído en la cuenta de que existían las impresoras. Me alegra que esta postal, surgida de no sé dónde, nos haya reconciliado.

            ---Creo que tú te llevas mejor con los fantasmas que con las personas reales.

---Comienzo a no distinguir entre unos y otras. Hay quien no muere nunca, quien sigue vivo a nuestro lado para siempre, y quien está muerto, aunque siga entre los vivos haciendo (y haciéndose) daño. Creo en los fantasmas gentiles y en los retorcidos zombis, por experiencia propia.



           

 

           

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