---El Diccionario
de las artes de Félix de Azúa, Literatura y fantasma de Javier
Marías… ¡Vaya novedades que nos traes hoy, amigo Martín!
---Azúa está aquí porque de vez en
cuando me gusta hacer limpieza general de prejuicios. Ya sabes que le valoro
poco o nada. Sus artículos políticos me parecían, cuando los leía, ahora no lo
hago porque publica en lugares que no frecuento, de lo más bajo en que puede
caer un intelectual.
---Pues sus ideas no son muy
distintas las de tu admirado Trapiello.
---A Trapiello no le admiro por sus
ideas. ¿Se deberá mi poco aprecio por Azúa a las discrepancias ideológicas? Eso
me preocupa, ya sabes que estoy obsesionado con la imparcialidad. Me puse a
releer este Diccionario de las artes, tan elogiado en su momento. Y no
hallé cosa en que poner los ojos que no fuera una pretenciosa tontería. Baste
un ejemplo. Así comienza “Verdad”, una de las entradas: “¿Por qué deberíamos
aceptar la descomunal importancia que han adquirido las artes? ¿Por qué
conceder ni un segundo de nuestro tiempo a un escrito que aparece en líneas
partidas y con los finales terminados en ‘aba’ o en ‘ona’? ¿Por qué razón ha de
tener algún interés la pintura de una vaca, cuando la sola presencia de una
vaca en la vida misma ya es difícil de soportar? ¿Qué hacemos sentados en
torturante silencio, escuchando a unos individuos que rascan tripas de buey o
soplan por tubos de madera? ¿Qué sentido puede tener esa actividad inútil,
caprichosa, superflua, carísima e injustificable?”.
¡Menuda
empanada mental la del bueno de Azúa! ¿Han adquirido una descomunal importancia
las artes? ¿No querrá referirse al descomunal precio que han adquirido ciertas
obras de arte? En este caso, la respuesta es fácil: porque alguien está
dispuesto a pagarlo. Desde luego, escribir en líneas partidas y con rima no ha
adquirido ninguna “descomunal importancia”. Y la pintura de una vaca, así en
general, no ha tenido nunca ni tiene interés especial.
---Dice esas cosas solo para
provocar, es el Dalí de los novísimos. De sobra sabe él que quienes se sientan
a escuchar música en silencio lo hacen porque les gusta la música y disfrutan
escuchándola.
---Es posible. Pero es que Azúa sale
a media docena de tonterías por página. Te leo otra: “Nada en este mundo puede
justificar que alguien se dedique a pintar acuarelas en lugar de trabajar como
todos sus semejantes”. ¿Desde cuándo es incompatible pintar acuarelas con ser
notario, tendero o profesor? Claro que, si se venden adecuadamente, puede
convertirse en una profesión. ¿Por qué hemos de buscar una justificación
metafísica a pintar acuarelas y no a escribir un Diccionario de las artes o
ser catedrático de Estética? En lo que no soportar las vacas ni en pintura, ya
ni entro. Son rasgos de su peculiar humor. Su filosofía de la historia no es
menos disparatada que su filosofía del arte: “El caso es que, una vez limpia la
vida social de dioses y divinidades, la tarea de los modernos ha concluido. A
partir de la segunda carnicería mundial, se advierte un progresivo y creciente
aburrimiento entre los occidentales, acompañado por una acumulación de riquezas
y poder técnico totalmente delirantes, dedicados casi por completo a procurar
entretenimiento a una muchedumbre sumida en el tedio. En medio siglo, los
estados sin dios se han convertido en amos absolutos del planeta, pero no saben
muy bien qué hacer consigo mismos. El aburrimiento y las distracciones han
servido también para distribuir por el planeta varias toneladas de bombas
atómicas, algunas de las cuales están en manos de gente bien curiosa”. Según él,
las bombas atómicas “han pasado a ser parte del departamento de
electrodomésticos de los almacenes mejor surtidos”. Pretendido humor negro, sin
duda. Pero Noel Clarasó lo hacía mejor.
---O sea que tu opinión sobre Félix
de Azúa no se debe a su fobia a los nacionalismos y a Ada Colau.
---No, se debe a que lo he leído.
Prometo no reincidir. O sí. A lo mejor en otra ocasión tengo más suerte.
---Estos Tres libros de tiempos
ultraístas, de Francisco Luis Bernárdez, seguro que le gustan mucho a tu
amigo Abelardo.
---Son sus tres primeros libros de
poesía, publicados en 1922 y en 1923, que él no quiso reeditar ni antologar,
pero que tienen una gracia ingenua y un aire del tiempo del que carece su
poesía posterior, muy academicista y algo acartonada. Varias veces intenté
entrar en su Antología poética, editada en la Austral, y siempre tropecé
en alguna lira o me di en la cabeza con algún soneto. De este poeta argentino,
pero de origen gallego (y en Galicia pasó parte de su adolescencia), lo que
mejor recuerdo es el epitafio que le dedicó Borges en La cifra: “¿Qué
habrá sido de aquellos dos muchachos / que hacia mil novecientos veintitantos /
buscaban con ingenua fe platónica / por las largas aceras de la noche / del Sur
o en la guitarra de Paredes / o en fábulas de esquina y de cuchillo / o en el
alba, que no ha tocado nadie, / la secreta ciudad de Buenos Aires?”
---¡Siempre Borges!
---¡Que le vamos a hacer! Hay
escritores señalados por el dedo de la gracia y otros que enseguida se
apolillan. “Hermano en los metales de Quevedo / y en el amor del numeroso
exámetro, / descubridor (todos entonces lo éramos) / de ese antiguo
instrumento, la metáfora”, le dice Borges. Y yo sonrío ante estos versos primeros
que emulan a las greguerías (“Pace margaritas / un camino angosto”) y me aburro
con los que emulan los metales de Quevedo.
---Cambiando de tema, ¿estás
preparando la publicación de los libros inéditos de Xuan Bello? El que dedicó a
los árboles, y que fue anticipando en el periódico, creo que es uno de los
mejores suyos.
---De eso se encarga Martín
López-Vega, por decisión de Sonia. Le insinué que tenía mucho trabajo y vive
lejos y que yo le podía ayudar, pero él me dijo que no me preocupara, que la
obra de Xuan quedaba en buenas manos, que en octubre se pondrían con ella.
---Pues hablemos de otra cosa. ¿Qué
pinta aquí un libro de tu detestado Javier Marías?
---Detestaba sus artículos de El
País, que no podía dejar de leer, y sus novelones últimos, tan aclamados, pero
hubo una época en que me interesó mucho. Como este es tiempo de fantasmas,
encontré de pronto, entre papeles viejos, una postal suya que había olvidado
por completo. Lleva la fecha del 14 de enero de 1994 y dice así: “Querido José
Luis García Martín: Solo ahora me llega, a través de Siruela, la reseña que
escribiste hace ya dos meses sobre mi libro Literatura y fantasma, y no
quiero dejar de agradecértela. Sobre todo, por las de cal. No puedo dejar de
lamentar que detestes a Benet. y que coincidas con Umbral y otros escritores
cursis y municipales en calificar mi ‘pasado’ de benetiano (no es así
exactamente desde mi punto de vista, aunque, claro está, este poco cuenta).
Tampoco me alegra descubrir que, en contra de lo dicho en alguna carta,
consideras que no he logrado escapar enteramente al tedio en mis recientes
novelas. Comprendo que no se puede tener todo. En cambio, me alegra que
apruebes mis piezas más recónditas y otra vez te agradezco la atención a los
detalles. Te completo algún dato sobre la posibilidad de invención o no de ‘Fantasmas
leídos’: el nombre de Molly Morgan Muir es una mezcla del más conocido Muir y
de ‘Polly Morgan’, cuento de Coppard incluido en Cuentos únicos. Así
como Halifax, Leslie, O’Donnell y Hopkins escribieron sobre fantasmas reales,
el único Lord Rymer que conozco es un personaje de Todas las almas. En
cuanto a los libreros de ‘El mal imaginativo’, ya me habría gustado
encontrármelos. En cambio, en esta postal tienes la prueba de la existencia de
la Machen Society, prefigurada en la Machen Company de Todas las almas antes
de que aquella existiese. Me cuentan que has sacado un diario insolente,
procuraré buscarlo. Una vez más te agradezco la atención y el aprecio. Saludos.
Javier Marías. P. S.-- Acabo de terminar una nueva novela, espero que no
desdeñable”.
Lo
que más me ha interesado de Javier Marías son sus piezas menores, salvo dos
novelas, Todas las almas y Corazón tan blanco. La que anunciaba
en su carta era Batalla en la mañana piensa en mí, que reseñé con poco
entusiasmo y ahí acabaron nuestras relaciones. Luego vieron los artículos
semanales de El País, cada vez más convertidos en diatribas contra el
mundo contemporáneo, en el que no se encontraba muy a gusto. Yo creo que a
partir de los cincuenta años se convirtió en un viejo cascarrabias. Los
primeros capítulos de Literatura y fantasma son artículos del suplemento
dominical en que colaboraba anteriormente, el de los diarios del grupo Vocento.
Ahí ensaya esa mezcla de erudición, autobiografía y ficción que le caracteriza.
En la postal, señala que “El mal imaginativo” es un cuento. “Fantasmas leídos”
comienza como un artículo sobre casas con fantasmas y termina con un relato,
que luego se titularía “No más amores” (incluido en Cuando fui mortal) y
más tarde, cambiando los personajes ingleses por mexicanos, “Serán nostalgia” (se
incluye en la segunda edición de Mientras ellas duermen). En la nota
aclaratoria, él, tan preciso, comete un error: dice que es de 1995, cuando el
libro en que aparece por primera vez es de 1993.
---¡Cuánta minucia! Te estás
volviendo tan tedioso como el propio Marías.
---Solo es tedioso en esas novelas
que no se acaban nunca y en las que, si un personaje tira algo a la basura, nos
describe lo que hay en el cubo de basura. Uno de los artículos de Literatura
y fantasma nos cuenta la historia de Wilfrid Ewart, un escritor inglés que
parece inventado. Luego la amplía en Negra espalda del tiempo,
entreverada con el relato de la última vez que vio a algunos seres queridos.
Ese libro, tan lleno de precisiones y casualidades y de cruces entre realidad y
ficción, es de los suyos el más suyo y el que yo prefiero. Me temo que más de
una vez me he referido despectivamente a Marías por sus opiniones sobre esto y
lo otro, o sus tontas manías, como detestar el ordenador y seguir utilizando
una máquina de escribir “porque le gustaba corregir en papel”, sin haber caído
en la cuenta de que existían las impresoras. Me alegra que esta postal, surgida
de no sé dónde, nos haya reconciliado.
---Creo que tú te llevas mejor con
los fantasmas que con las personas reales.
---Comienzo
a no distinguir entre unos y otras. Hay quien no muere nunca, quien sigue vivo
a nuestro lado para siempre, y quien está muerto, aunque siga entre los vivos
haciendo (y haciéndose) daño. Creo en los fantasmas gentiles y en los
retorcidos zombis, por experiencia propia.
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