Viernes, 21 de marzo
LLEGARÁ LEJOS
Este día de la poesía y del
inicio de la primavera --bastante malhumorada, por cierto-- participo en el
Cervantes en un homenaje a Ángel González. Charlo un rato, antes de comenzar el
acto, con Vanessa Gutiérrez, consejera de Cultura del gobierno asturiano, y con
Luis García Montero. Como siempre, meto la pata. “Vanessa –le digo--, hace tiempo
que no publicas nada. Creo que deberías seguir el ejemplo de Luis y continuar escribiendo
y publicando mientras ocupas un cargo político”. “Yo siempre he escrito poco”,
responde ella. Y él: “Lo que tú quieres decir en realidad es que yo tendría que
seguir el ejemplo de Vanessa para que no hables mal de lo que escribo”.
Pero yo no hablo mal de sus libros ni de sus artículos
(al menos, públicamente). No he dejado de leerle, pero prefiero reservarme mi
opinión.
Sonrío al recordar lo que me dijo José Agustín Goytisolo
hace ya cerca de cuarenta años. Fue durante una comida, en uno de los
encuentros en Oviedo sobre los poetas del cincuenta. Yo, en la mesa redonda
previa, había discrepado –es mi naturaleza-- de alguno de los puntos de vista
de García Montero. Goytisolo, que se sentaba a mi lado, me dijo: “No te metas
con ese chico. Llegará lejos”.
Nunca le hice caso, la verdad. Pero ese chico siempre ha
sido muy paciente con mis discrepancias. Al contrario que mi amigo Abelardo
Linares, cada vez más partidario de matar moscas a cañonazos, yo no me meto con
nadie que no merezca la pena, aunque le den todos los premios.
Sábado, 22 de marzo
PURA INTELIGENCIA
Con los años, y yo ya tengo
cuarto y mitad (cuarto de un siglo y la mitad enterita de otro), me cuesta cada
vez más abandonar la rutina, pero no dudé ni un momento en aceptar esta última
invitación, aunque consistiera solo en leer un poema, uno y no más, de Ángel
González. El viaje con pretexto literario escondía un regalo: saludar a Bruno,
que dentro de unos días cumple sus primeros doce meses.
Es
todo sonrisa y estudiosa mirada. Desde que abre los ojos, contempla asombrado
todo lo que le rodea y no deja de sonreír con cualquier pretexto. Siempre me ha
fascinado el ejercicio de la inteligencia y Bruno, como todos los niños de su
edad, es pura inteligencia.
---Tenemos muchas cosas en común –le digo a su padre--.
Bruno es intenso, encantador y agotador. Y yo coincido en dos de esas cosas, no
diré en cuáles.
Domingo, 23 de marzo
ENCUENTRO CASA
Mientras no encuentre un
lugar tranquilo donde sentarme a hojear los libros que acabo de comprar, a
charlar sin prisa con algún amigo o a garabatear unos versos que se me acaban
de ocurrir y que luego rara vez conservo, cualquier ciudad es para mí un territorio
inhóspito. En este viaje a Madrid, en el que me alojé en la Residencia de
Estudiantes, lo encontré en la cafetería Úrsula. El nombre es un homenaje a
García Márquez, pero quizá debería homenajear a Azorín o a Julio Camba o a
cualquiera de tantos autores que yo leí en el ABC. La cafetería está en el centro comercial que ocupa la
antigua sede del periódico, que yo visité solo una vez, invitado por el poeta Santiago
Castelo, que actuaba como embajador oficioso de todos los extremeños que
pasaban por Madrid.
No
sé de dónde me viene esta debilidad por los centros comerciales, aunque solo en
las horas en que son menos frecuentados. Es para mí una manera de estar en casa
fuera de casa.
Dejo
a un lado el libro que he traído conmigo, las Obras poéticas de José
María Bartrina, editadas en Barcelona en 1939, abro mi cuaderno de notas y
escribo, sin un titubeo, como si los escuchara cantar en alguna parte, unos
versos:
“Nunca
estuve menos solo, / ni más a gusto conmigo / que ahora cuando me acerco / a la
estación de destino”.
“Dices
que ya no me quieres. / Qué larga ha sido mi vida / y la eternidad qué breve”.
“Soñé
que estaba contigo / mientras dormías a mi lado. / El sueño se hizo verdad / y
aún no me he acostumbrado”.
Creo
que a partir de ahora la Residencia de Estudiantes va a ser mi casa en Madrid y
la cafetería Úrsula mi lugar de trabajo matinal. Lo de trabajo, en mi caso, es
una manera de hablar, que ya me dijo hace tiempo el padre de Bruno López-Vega
que yo no trabajo, solo juego a que trabajo. Como cualquier niño, por cierto.
Lunes, 24 de marzo
COSTELLO Y GENOVESE
Ayer estuve viendo The
Alto Knights, la película de Barry Levinson que protagoniza Robert de Niro,
y hoy recibo Duelo al sol, la trifulca dialéctica que hemos perpetrado
Abelardo Linares y yo. Sonrío al comprobar que la película y el libro usan una
misma frase promocional: “El enemigo más peligroso es un viejo amigo”.
The Alto Knights narra el enfrentamiento entre dos
jefes de la mafia, Frank Costello y Vito Genovese, en el Nueva York de los años
cincuenta. Con un poco de exageración, podríamos decir que Duelo al sol refleja
el duelo a primera sangre de dos jefecillos de la mafia literaria de los
ochenta, aquel sindicado del crimen que antologó el ilustre Eligio Rabanera.
Yo,
naturalmente, me identifico con Frank Costello, el más astuto de los dos capos,
y dejo el papel del matón sin escrúpulos Vito Genovese para Abelardo Linares.
En la película (y en la realidad) quien sale ganando es Costello,
que disfruta (como un real emérito cualquiera) de su mal adquirida riqueza
hasta la ancianidad, mientras que a Genovese
le espera una temprana muerte en presidio. En el libro, sin embargo, da
la impresión de que es Genovese quien gana, pero porque hace trampas, como
cualquier atento lector podrá comprobar.
En la película, los dos viejos amigos convertidos en los
peores enemigos, son en realidad la misma persona: a ambos los interpreta
Robert de Niro. En el libro parece que no, pero como si lo fueran.
Incluso
circulan rumores, que estoy en condiciones de desmentir, de que todo él ha sido
escrito por Juan Bonilla.
Martes, 25 de marzo
ARDOR GUERRERO
---¿Y qué opinas; Martín, de
ese kit de supervivencia que la Unión Europea quiere que adquiramos todos los
habitantes de la amenazada Europa?, me pregunta Alejandro Lérida.
---Pues que seguro que ya hay listillos que se frotan las
manos encargando millones a China y soñando con las ganancias, que dejarán
chiquitas a las de las mascarillas. Y seguro que las grandes empresas de la
construcción ya están planificando refugios antiatómicos para todo el personal.
No hay que olvidar que Rusia es una potencia atómica. De la Unión Europea,
quién lo iba a decir, puede esperarse cualquier barbaridad. Y de la capacidad
del personal para agachar la cabeza y aceptar el castigo, por estúpido que sea,
siempre que se les asegure que es por su bien, ya tuvimos bastante muestra
durante la gestión de la pandemia, tan dañina o más que la pandemia.
---¡Sigues tan negacionista como siempre, Martín! Me
encanta.
---Israel, que machaca a los palestinos y que busca su
exterminio o expulsión, no es un peligro para el mundo; Rusia, que defiende a
los territorios de habla y cultura rusa de Ucrania, sí que lo es. ¡Qué cabezas
pensantes tiene la Unión Europea! Parece que han sido abducidas por la
Inteligencia Artificial.
---¿Así que tú eres partidario de que sigamos el ejemplo
del Reino Unido y la abandonemos?
---¿Para qué? Si para lo malo, tratar de impedir la paz
en Ucrania, Inglaterra sigue siendo tan Europa, en el mal sentido de la palabra
(el que le da la UE), como Alemania o Francia.
---Menos mal que nos queda Donald Trump.
---Quién lo iba a decir. El diablo convertido en hombre
de paz y sacándoles los colores a los demócratas de toda la vida.
---O sea que tú no vas a comprar ese kit de supervivencia
por muy barato que te lo vendan en tu Mercadona de todos los días.
---Yo el único kit que haría obligatoria sería uno de
sentido común. Y el primer prototipo se lo enviaría a Pedro Sánchez, que me
defraudó con la pandemia y me hace sentir vergüenza ajena con su ardor
guerrero.
Jueves, 27 de marzo
PRIMER ENCUENTRO
A José María, uno de los
habituales de la tertulia de los miércoles, no le gustó nada mi intervención ni
la de Xuan Bello en el homenaje a Ángel González del pasado viernes, que se
puede ver en la página del Cervantes. “No estuvisteis a la altura”, me dice.
“Por lo menos estuve a la altura del personaje. Solo dije tres o cuatro
palabras antes de leer el poema y otro de los intervinientes, Miguel Munárriz,
tuvo a bien desmentirme afirmando que Ángel González no despreciaba a nadie, ni
siquiera a Ory.”
Yo había contado cómo conocí a Ángel González, hace
exactamente medio siglo, en un curso de verano. Hablaba de la poesía de
posguerra y yo le reproché, en el coloquio final, que no mencionara al postismo
ni a Carlos Edmundo de Ory. Él me replicó que todo esa supuesta vanguardia no
era más que un invento de Juan Aparicio, el Goebbels del Régimen. Si esto no es
desprecio, que venga Dios y lo vea.
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