Sábado, 10 de octubre
COMIENZA LA AVENTURA
El amor es como las historias de Sherlock Holmes. Lo mejor
es el comienzo. Todo lo demás, si se ha dejado atrás la adolescencia, resulta
aburrido, previsible y con un defraudante desenlace. Pero el comienzo,
cualquier comienzo:
“Estoy
viendo Watson, que no tendré más remedio que ir –-me dijo Holmes cierta mañana
cuando estábamos desayunando juntos.
–-¿Ir ¿ ¿A
dónde?
–A
Dartmoor… a King’s Pyland”
Y una hora
más tarde están en un tren que cruza la campiña inglesa a toda velocidad.
Holmes hojea rápidamente el montón de periódicos que acaba de comprar en la
estación de Paddington.
El placer
del comienzo, el placer de la aventura… Yo ahora de un salto me he subido a
otro tren. Descarrilará pronto, como siempre. Pero mientas tanto.
Lunes, 12 de octubre
FIESTA NACIONAL
Ayer una joven pareja amiga me invita a conocer su nueva
casa y, como siempre ocurre, lo que más me divierte es curiosear en la
biblioteca. En seguida encuentro libros que me apetece leer. En uno de ellos, Baladas y canciones, me llamó la
atención un desconocido soneto de Rubén Darío, que hoy me apeteció compartir en
Facebook, como mi manera de celebrar la fiesta nacional.
Yo siempre fui, por alma y por cabeza,
español de conciencia, obra y deseo,
y todo lo concibo y todo veo
desde esa mi mejor naturaleza.
Con la España que acaba y la que empieza,
canto y auguro, profetizo y creo,
pues Hércules aquí fue como Orfeo.
Ser español es timbre de nobleza.
No es cadena perpetua, no es tijeras
con que cortar las alas a ninguno
e impedirle soñar
mejor mañana.
Soy español: sé tú lo que tú quieras.
Hay muchas patrias, pero el mundo es uno.
Siempre un amor con otro amor se hermana.
Me identifico con los cuartetos. El amor al propio país se ha
utilizado muchas veces para oprimir a otros, pero eso no quiere decir, ni mucho
menos, que sea un amor perverso. Con los tercetos me identifico tanto que en
realidad no los escribió Rubén, sino yo. El suyo, un soneto muy menor y de
circunstancias, termina con un “¡Viva la República Argentina!”. Yo jugué a
decir sin decir, para que no se asustara nadie, “¡Viva Cataluña!”. Hay un
nacionalismo que busca la prosperidad de su país en armonía con el resto del
mundo y otro que pretende imponerse a los demás. En el caso del nacionalismo
español (que a menudo no se atreve a decir su nombre) y del catalán (que lo
proclama orgulloso) no diré cuál es el bueno y cuál el malo. Hay cosas que no
se pueden decir sin enfadar a mucha gente y yo no quiero perder lectores. Por
eso no afirmo, solo insinúo, apropiándome de unos versos de Rubén Darío, que el
mito de la Unidad es eso, un mito, férreamente enquistado en el alma de mis
compatriotas, sean de derechas o de izquierdas.
Ni Cataluña
es menos libre ni menos Cataluña por formar parte del Estado español, si así lo
desean sus ciudadanos; ni España pierde nada si Cataluña deja de formar parte
del Estado español, si así lo desean los catalanes. Los problemas que se
plantean en el primer caso los estamos viendo todos los días; los que se
plantearían en el segundo no serían mayores mi más difíciles de solucionar.
Martes, 13 de octubre
NO SER ES NO HABER SIDO
Si en este instante, una gran explosión hiciera estallar el
planeta Tierra y muriéramos todos sus habitantes sin siquiera darnos cuenta de
ello y los fragmentos se diseminaran por la inmensidad del espacio y no
existiera más vida inteligente en el universo, ¿habría existido alguna vez la
civilización humana?
Miércoles, 14 de octubre
DE LOS NOMBRES DEL INFIERNO
Leo Necesario pero
imposible, de Javier Gomá, y me
queda clara la segunda parte del título, pero no la primera. Es el último de
cuatro libros a los que considera “otros tantos capítulos de una confesión
íntima”. Contendrían la instrucciones que el autor se ha dado para conseguir un
doble objetivo: “llegar a ser individual en este mundo y a la vez albergar la
esperanza –contra toda experiencia– de seguir siéndolo fuera de él”. Pretende
“mantener simultáneamente dos platillos en el aire sin dejar de mover las manos
ni avanzar por el camino”.
Sospecho que
al menos uno de esos platillos se le cae estrepitosamente. Si he entendido
bien, la razón de que el hombre pueda aspirar a la inmortalidad (él habla de “mortalidad
prorrogada”) es que hubo un hombre, el más ejemplar de todos, que resucitó:
Jesús de Nazaret.
Javier Gomá
desmonta con mucha inteligencia lo que en el cristianismo hay de artificiosa
construcción teológica (muy ligada a un tiempo concreto) para quedarse con la
figura histórica de Jesús, tal como puede deducirse de los evangelios.
¿Son los
evangelios una obra histórica? Sí, aunque eso no quiere decir que todos sus
datos sean exactos. El hecho de que hablan de un personaje que ha existido
realmente según los testimonios de los que le conocieron (los evangelios están
redactados por la segunda generación de seguidores de Cristo, décadas después
de su muerte), lo demuestra que cuenten de él cosas que contradicen algunos de
los dogmas del cristianismo. ¿Creía Jesucristo que era Dios? Nada hace pensar
eso.
Javier Gomá
es tan eficaz demoliendo el cristianismo oficial –creación humana, demasiado
humana– como cualquier escéptico enciclopedista. Su cristianismo es otro: se
basa en lo que sabemos del Cristo histórico, no en las construcciones
teológicas posteriores; ni siquiera confía demasiado en San Pablo, que no le conoció
ni se intereso por su vida y milagros, salvo el de la resurrección.
Pero ese
hecho ya no es histórico (ni tampoco excepcional). Lo histórico es que algunos
de sus seguidores contaron que le vieron después de muerto. También Conan Doyle
cuenta en sus memorias que vio a su madre, después de muerta, con tanta
claridad como en vida: “En la oscuridad, el rostro de mi madre resplandecía,
apacible, feliz, ligeramente inclinado a mi lado, con los ojos cerrados. Mi
mujer, que estaba a mi derecha, y una dama, que estaba a mi izquierda, la
vieron con la misma claridad que yo. La dama, que no había conocido a mi madre,
dijo: ¡Cómo se parece a su hijo!”
Tan fiable
o más que el de los discípulos sobre Cristo (nos ha llegado indirectamente,
ninguno de ellos escribió sobre su experiencia) es el de Conan Doyle, un
caballero británico incapaz de mentir, sobre su madre.
Si he
entendido bien, a la vida después de la muerte de la que habla Gomá no pueden
aspirar todos, sino solo aquellos que hayan logrado, como Cristo, la máxima
ejemplaridad. Derrocha mucha inteligencia y bien asimilada erudición para
convencernos de que, si no hay certeza de ello (no puede haberla), al menos hay
esperanza, una esperanza enteramente racional.
No lo consigue,
como comprobará cualquiera que tenga la paciencia de leerle. Y a mí me parece que
lo que anhela no es ni necesario ni es deseable. ¿Ser conscientes de que el
mundo sigue sin nosotros y no poder intervenir en él? Más deseable que esa
“mortalidad prorrogada” (si he entendido bien, una especie de condena a muerte
que se pospone indefinidamente gracias a nuestra ejemplaridad) es la muerte
concebida como un dulce sueño sin sueños, solo triste para el que queda, no
para el que marcha. Nadie ha sido capaz de imaginar un paraíso mejor. La
mortalidad prorrogada indefinidamente es otro de los nombres del infierno.
Jueves, 15 de octubre
UN GOL EN PROPIA PUERTA
Sherlock nunca defrauda. “El periodismo es una institución
muy valiosa”, le dice a Watson, “a condición de saber cómo servirse de ella”.
Si la vicealcaldesa Ana Taboada le hubiera leído, no habría metido tan
estrepitosamente la pata en su sonada entrevista. Además de la contundente arremetida
de Graciano García, ahora incluso se ha creado una asociación para defender a
los premios Princesa de Asturias de su acusación de estar “pasados de moda”.
Esa
asociación no busca defender los premios, que se defienden solos, sino atacar a
Podemos. Ana Taboada se ha metido un gol en propia puerta. Yo lamenté sus
irreflexivas declaraciones nada más leerlas, pero no como jurado de los
premios, sino como votante de Somos Oviedo.
Viernes, 16 de octubre
UNA INTELIGENCIA SUPERIOR
Una inteligencia superior siempre resulta incómoda, salvo
que vaya acompañada de juventud e inexperiencia. En ese caso es un placer
conversar con ella: nos hacemos la ilusión no solo de estar a su altura, sino
incluso un poco por encima, que es la posición que todos preferimos para tratar
con los demás seres humanos, aunque algunos, como yo, hayamos aprendido a
disimularlo.
NOCHEVIEJA
ResponderEliminarTodos al acecho unísono del último gong. Una ola gigante de confeti, comida, botellas, purpurina… va formándose pacientemente. A las doce en punto romperá la noche.