domingo, 13 de octubre de 2013

A buen entendedor: Pasajero en Galicia


Sábado, 5 de octubre
AS SAN LUCAS

“Anda uno tan metido en esto de la literatura que tiene literatura hasta en la niña de los ojos”, escribió Álvaro Cunqueiro. Y yo lo recuerdo a menudo y muy especialmente cuando llego a Mondoñedo, menos un lugar que las páginas de un libro.
            En un cartel, muy cerca de la Fonte Vella, a la entrada de la villa, encuentro anunciadas las fiestas de San Lucas de este año. Nunca he estado en ellas y sin embargo forman parte de mis mejores recuerdos. Las he vivido, las he olido, las he bebido gracias a la prosa de Cunqueiro: “Si yo fuese pintor, ya habría pintado veinte veces el mercado de hierba verde, heno y paja que se celebra, los días que duran As San Lucas, en la plazuela de la Fuente Vieja, junto a la Porta da Vila, en mi Mondoñedo natal. Creo que solamente el mercado de rosas en el Farfistán o el mercado de tulipanes en Harlem serán más bellos. Y en perfume, no cede a ningún mercado del mundo”.
            Cierro un momento los ojos para aspirar ese perfume y las estrechas y calladas rúas de la villa se alborotan de gentes. Unos tratantes corren caballos de larga cola, la potrada relincha en el ferial. “He aquí la Edad Media”, pensaba Cunqueiro mientras paseaba por entre los puestos. “Todo es antiguo y hermoso: doblas de carbas para el yugo, talabartería decorada, hierros de Ferreira Vella, jarros, potas y cuncas de los alfares del país”.
            Sentado en un banco, el escritor contempla la plaza de la catedral. Me siento a su lado y callamos un largo rato codo con codo mientras la luz del atardecer se concentra en las piedras de la fachada y el resto del mundo se va difuminando en la sombra.
            ¿Cómo será la vida en Mondoñedo? Quizá gris y deprimente, pero yo nunca he estado aquí más que unas horas, no he tenido tiempo para comprobarlo. Cuando sigo el viaje, tengo siempre la impresión de que cierro las páginas de un libro ilustrado.


Domingo, 6 de octubre
SANTA MARÍA DE MELÓN

Habla Blas de Otero en un poema del destino de su generación y dice que no fue otro que “apuntalar las ruinas”. Mientras visito el monasterio de Santa María de Melón, maltratado por el tiempo y la desidia, pienso que no es el peor destino. Ahora lo están tratando de reconstruir, poco a poco, con las viejas técnicas, y a mí me gustaría que lo dejaran como está, con el ciprés alzándose tras el montón de piedras, los restos de columnas y arcos esparcidos entre la hierba y entremezclados con olorosas manzanas.
El verde campo arbolado se asoma por los grandes boquetes, la galería del claustro parece a medio dibujar sobre el papel japonés del cielo. Hay resonantes bodegas y mucho silencio, perfumado silencio.
            Ojalá se acaben pronto los dineros y lo dejen así, en el majestuoso esplendor de su ruina. Ojalá no conviertan este mágico cenobio cisterciense en otro establecimiento hotelero, en un convencional escenario de bodas y banquetes.
            Antes de marcharme apunto en mi cuaderno el comienzo de un poema que probablemente nunca escribiré: “Las viejas piedras y las frescas aguas / y el murmullo del viento entre las hojas. / Aquí he venido para estar conmigo / y a mí mismo en mí mismo no me encuentro”.
            Pero quienes aquí se refugiaron hace siglos no lo hacían para encontrarse a sí mismos, esa manía contemporánea, sino para encontrar a Dios. A un Dios que quizá no sea más que lo mejor de nosotros mismos.


Lunes, 7 de octubre
EN LEIRO

Se aparta uno de la plaza, junto a la carretera, y en seguida está en otro mundo. “Se aceptan pagos en pesetas durante septiembre”, leo en un cartel. ¿Todavía pagos en pesetas? Y me imagino a recelosos aldeanos con los billetes escondidos bajo el colchón.
            Una ermita contempla el paisaje con sus grandes ojos ciegos, ladra exasperado un perro, hay alguna casona con escudo y gentes que parecen de otro tiempo, pero que quizá solo lo son en mi imaginación, y que se me quedan mirando.
            Muy cerca, en uno de los claustros del monasterio de San Clodio, las noches de luna llena, un fraile se pasea con la cabeza bajo un brazo y un gran racimo de uvas en la otra mano. Al menos eso cuentan.
            Estar de paso es la mejor manera de estar en un lugar. En Leiro, bajo un laurel, muy cerca de la plaza, una mujer vestida de blanco canta una canción que habla de pastores y de amores y de vendimiadores.
O eso creí entender. Cerca se oía el rumor de una fuente. Por un instante sentí la tentación de llamar a la cancela, sonreír mientras la mujer fija en mí sus grandes ojos asombrados, dejarme abrazar luego: ¿Por qué has tardado tanto? Y no volver a apartarme luego nunca de su lado.
            En Leiro, entrevisto, todo es posible, como en los sueños.


Martes, 8 de octubre
DRAGÓN Y CABALLERO

La torre barroca de San Andrés de Camporredondo, vigilando el pequeño cementerio que se acurruca a sus pies, y el verde y dorado de los campos de vides. Desde el corredor de la antigua rectoral, ahora vacía y fantasmal, yo la vigilo a ella.
            Y no sé por qué me vienen a la memoria unos viejos versos: “Del dragón de tres cabezas / San Jorge me ha de librar, / del dragón que llevo dentro / nadie me podrá salvar”.
            Nadie, ni esta torre que parece un esbelto caballero aguardando a pie firme la embestida de cualquier dragón en medio de la redondez de los campos, bajo el compacto azul del cielo.


Miércoles, 9 de octubre
RIVADAVIA

Cuentan que don Vicente Risco, contemplando por primera vez el perfil de Praga desde un puente, exclamó: “¡Pero si é igual que Rivadavia!”
            Al llegar yo por primera vez a esta villa de la orilla de Avia, pienso que quizá Praga recuerde a Rivadavia, pero que Rivadavia no recuerda a Praga. En la plaza soportalada de la Magdalena, allí donde comienza la antigua judería, a mí me recuerda a Avilés.
            Y es que el monte que divisábamos desde la ventana de la casa de la infancia, el bosque en que nos adentramos de niño y en el que quizá nos perdimos, el río en el que nos bañábamos, la ciudad que por primera nos hizo abrir los ojos asombrados ante la inagotable variedad de las gentes y las cosas, serán para siempre el Monte, el Bosque, el Rio, la Ciudad, así con mayúcula, lo más cerca posible que podamos encontrar a los arquetipos platónicos.
En lo alto de Ribadavia, por encima del castillo, junto al convento de Santo Domingo, se encuentra la capilla de la virgen del Portal. Es una Piedad que tiene al crucificado en el regazo, pero su cuerpo no es el de un adulto, sino el de un niño. El escultor supo expresar muy bien que para una madre su hijo, aunque crezca y se crea un dios, no deja de ser un niño.


            Subo la empinada calle de San Martiño. En una esquina está la casona de la Inquisición, llena de amenazadores escudos, resonante con el eco de las antiguas denuncias.
            ¿Antiguas? También don Vicente Risco, el sabio galleguista, participó de los delirios nazis y otro ilustre escritor de estas tierras, Eugenio Montes, elogiaba a los hidalgos del Norte por no estar manchados de sangre mora ni semita.
            En España el odio de los judíos perduró cuando ya no había judíos sino solo cristianos, viejos o nuevos. Pero ahora los recuerdos de aquel pueblo milenariamente maltratado se han convertido en materia de atracción turística. Por eso Ribadavia, además de a Avilés, me recuerda a Hervás. Y a partir de ahora cualquier lugar de viejas piedras hermosamente coloreadas por la luz de la tarde que se alce, fatigado de historia, sobre un río y tras de un viejo puente me recordará a Ribadavia.


Jueves, 10 de octubre
A CIDADE

Después de dar vueltas y más vueltas, de perdernos más de una vez en el laberinto de las retorcidas carreteras aldeanas, llegamos en el momento de la puesta de sol a A Cidade.
            Durante cuatro o cinco siglos bullió de vida este Castro de San Cibrao de Las que ahora solo guarda silencio y melancolía en su triple cerco de murallas. Por la empedrada calle subo a lo más algo, a la acrópolis donde estuvo el templo de no sé qué dioses, y desde allí contemplo el cerco oscuro de las montañas –sierra de San Mamede, monte Faro, Pena Corneira, altos do Vieiro–  y el sol que se esconde vertiendo su esplendor sobre las nubes.
            Más pronto o más tarde, de todos los que ahora andamos galleando por el mundo, de nuestras orgullosas ciudades, no quedará más que lo que queda de esta ciudad que alguna vez parece que se llamó Lansbricae. Y el mundo seguirá siendo igual de hermoso, aunque no haya nadie para contemplarlo.
            Somos un breve paréntesis –yo y toda la historia universal– en la infinita historia del Universo. Algún día, como los habitantes de este lugar, tampoco nosotros habremos sido. Y ese pensamiento, que debería ponerme triste, me reconforta.  


Viernes, 11 de octubre
ALLARIZ

En Allariz, la vieja villa orensana que desde el Campo da Barreira, desciende rápida por calles empedradas con losas del antiguo castillo para mojar sus pies en las aguas del Arnoia, se celebra un festival de jardines. No tenía noticia de que existiera algo así. En la margen derecha del río, doce paisajistas venidos de todas las partes del mundo han hecho realidad sus propuestas. Tienen nombres hermosos: “Pensasueños”, “Finde den Schatz (Encuentra el tesoro)”, “Le jardin de l’arbre que pleura”, “Leku baten saioa (Ensayo de un lugar)”... Son efímeros. Solo a uno se le perdonará la vida y quedará aquí para siempre: el que más votos reciba de los visitantes.
            A mí me gustan todos estos jardines de bolsillo, jardines de autor, pero el que prefiero es el que se extiende por la orilla del río, desde el puente medieval hasta el de San Lourenzo, con sus molinos y antiguas fábricas de curtidos. A ratos me parece estar en Japón y a ratos en Baviera, pero estoy en Galicia. Y a la memoria me vienen unos versos de Eugenio d’Ors: “Al crítico futuro rendidamente ruego, / cuando estudie mi estirpe y mi raza defina, / no olvide que por un tiempo en la Argentina, / tuve el honor de ser también gallego”.

            En los jardines de Allariz, a mí también me gustaría merecer ese honor.


24 comentarios:

  1. “Somos un breve paréntesis –yo y toda la historia universal– en la infinita historia del Universo. Algún día, como los habitantes de este lugar, tampoco nosotros habremos sido. Y ese pensamiento, que debería ponerme triste, me reconforta.”

    Qué reconfortante, Illo, también para mí. Misterios de la vida y la sintaxis. Quien, no como nosotros, hubiera escrito “toda la historia universal y yo”, de ningún modo podría sentirse reconfortado por ese pensamiento.

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  2. Misterios de la sintaxis, sí. Porque la realidad es que -por efímera que sea nuestra estancia en este paraíso-, ni el Universo, ni Dios, ni el Papa van a hacer posible que " no hayamos sido". Seremos viles cucarachas si nos compramos con otras magnitudes, pero SER somos. Además sin remedio.
    Lo probable es que el Anónimo de arriba (o quien cita sin nombrarlo) haya querido escribir "habremos dejado de ser". Que no tiene nada que ver con lo que aquí se denuncia.
    Misterios de la sintaxis, al parecer.

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  3. La cita es del propio JLMG en esta misma estrada (jueves, 10 de octubre, A CIDADE, último párrafo). Sí, ser es nuestro anfitrión que, con causa, gallea hasta cuando solo galleguea. Gracias.

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  4. Cuando no quede ni el más mínimo rastro de nosotros ni del universo mundo, "haber sido" y "no haber sido" se convierten en sinónimos. No es un error el "no haber sido", sino un deliberado énfasis.

    JLGM

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  5. No sé, pero creo que el Universo no es el TODO, y que pueda haber otra realidad que lo trascienda. De modo que si volviese a concentrarse en la avellana pre Big-Bang y empezara de nuevo a expansionar, cuesta pensar que no exista un "espacio" previo que lo permita. Ya sé que Einstein teorizaba al respecto pero mis saberes no son de "ese mundo".
    Pienso que el hecho de existir es incontrovertible y que nada va a evitar que haya existido lo que existió: habrá mundo cuando no haya ojos que lo contemplen. Y seguirá creciendo la yerba sin un mal dinosaurio que la paste.
    Por una vez no polemizo: es algo que me sobrecoge y que es imposible comprender.

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  6. "Cuando no quede ni el más mínimo rastro de nosotros ni del universo mundo, "haber sido" y "no haber sido" se convierten en sinónimos."

    Afirmación totalmente arbitraria y por ello ininteresante.

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  7. ¿Totalmente arbitraria, exigente anónimo? ¿Cómo distinguir, en el absoluto "no ser", cuando no hay rastro de nada ni nadie para distinguir ningún rastro, lo que "ha sido y ha dejado de ser" de lo que "no ha sido nunca"? En esas circunstancias tal distinción carece de sentido.

    JLGM

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    1. Como los niños, confundes invisibilidad con inexistencia.

      "Cuando no quede ni el más mínimo rastro de nosotros ni del universo mundo..."

      Puede no quedar "rastro visible" (con tus ojos de humano actual), pero eso no significa que no quede otro tipo de rastro.

      Intentar comprender el verbo "Ser" con un cerebro de menos de 2 kgs de "sesos" y sólo cinco sentidos, es una pérdida de tiempo.

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    2. Cuando ningún humano sea ya, el cerebro de Dios, por nosotros, quién lo pesará.

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  8. Pero, Kurtz, pienso que partes de una premisa falsa, tal es que pueda ocurrir que, en un momento dado, "no quede rastro de nada o de nadie": ¿qué ves en la realidad que te rodea que dé pie a semejante especulación?
    Tenemos el tosco instrumento que tenemos para procurar interpretare el mundo y no creo que ni siquiera la Filosofía (aunque vaya usted a saber) dé pie a semejante envite.
    Descartes iba a descartar esa manera de discurrir. Seguramente.

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    1. El sol un día se enfriará, toda vida desaparecerá de la tierra... No va a ocurrir mañana, eso es lo bueno.

      JLGM

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  9. El otro día apunté lo siguiente:
    "Puede saberse algo del ser de memoria que se es, pero puede además considerarse que ése tampoco se diferencia en lo esencial del no ser, de aquello que se asocia al olvido de sí mismo. Y puede intuirse, sobre todo, que la cosa no acaba en las conclusiones personales".
    En fin, que en vez de llegar a una conclusión adonde llego siempre es al final de un túnel.

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  10. El eterno retorno de nietzscheideggerianos, presocráticos o posborgianos. Del big-bang al pam-plin, por los eones de los eones repitiéndose todo exactamente igual. JLGM por ejemplo. Pero de una a otra vez radicalmente se nos olvida. “Por qué está todo en vez de no haber nada”, pregunta el godo. ¡Metafísica y teología a internet!

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  11. Cuando el Godo se hace esa pregunta, acontece una modesta reacción bioquímica que ha producido una chiribita en el cerebro del Godo. Y surge la pregunta. Con tan precarios materiales está la cosa dura de aprehender: la materia intentando explicarse a sí misma. Casi na.
    Pienso, luego existo. Y si ello es así, poco importa que mañana el Universo se vaya a hacer puñetas. Del ser a la nada es un recorrido imposible. Si HAY, seguirá habiendo; poco importa la forma o el envoltorio.
    Claro que soy materialista y, como dice mi portera y yo la secundo, la energía no se crea ni se destruye. No ha lugar a la NADA, que siempre quedará ALGO.
    De puro sencillo da vergüenza, ¿no?

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  12. “La muerte no es ningún acontecimiento de la vida. La muerte no se vive. Si por eternidad se entiende no una duración temporal infinita, sino la intemporalidad, entonces vive eternamente quien vive en el presente”, dice Wittgenstein.

    Sin embargo, estamos hechos de tal manera que no podemos entender la eternidad sino como tiempo infinito que, a la postre, sigue estando hecho de la misma materia del tiempo, sigue siendo tiempo. El fuego eterno del infierno sería la imagen más terrorífica de esa eterna marcha hacia adelante.

    Pero la eternidad, con su misteriosa y desconocida dimensión, parece capaz de desenmascarar nuestros límites, y entonces los escarceos existenciales sobre el carácter de una presunta perduración pueden dejar de tener sentido.

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  13. Me han parecido muy interesantes todas las aportaciones. Especialmente la de que con "un cerebro de menos de 2 kgs y sólo cinco sentidos" lo que entendemos es poco y, probablemente, erróneo.

    A ello añadiría yo que nuestro cerebro no ha sido modelado para el entendimiento y la comprensión, sino para la supervivencia. Percibimos cosas engañosas (de hecho los colores o los olores no existen como tales: son percepciones subjetivizas de nuestro cerebro) porque ese engaño es beneficioso para la supervivencia.

    Si la verdad pone en riesgo la supervivencia de la especie, la selección natural elige la mentira.

    Se puede renunciar a la verdad como se puede renunciar a ver (así ocurrió con los topos) o a volar (así pasó con los pingüinos).

    De modo que lo probable es que vivamos en una engañifa.

    La realidad que percibe una hormiga tiene poco que ver con la realidad que percibimos nosotros. Pero nuestro cerebro es también, en cierto modo, un cerebro de hormiga en comparación con lo que podría ser (por ejemplo) un cerebro de 10 kgs. Y la realidad que ese macro-cerebro percibiría tendría poco que ver con la que nosotros captamos.

    Aitor Suárez

    Aitor Suárez

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  14. Subjetivas. (Perdón, escribí desde un teclado al que no estoy acostumbrado) .,

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  15. El abuelo a su nieta de siete años:

    --Ana, ¿por qué piensas tú que hay algo en lugar de no haber nada?, ¿qué me dices?

    --Abuelo, ¿es una adivinanza?

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    1. Preciosa respuesta con otra pregunta. Y con mucha sustancia. Manejando mejor las sinapsis de nuestro kilo y pico de cerebro, quién sabe si con el tiempo podríamos responder a la niña ya no con otra pregunta sino con una solución mínimamente satisfactoria de la adivinanza.

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  16. El otoño era para Cunqueiro un gran tiempo. Se retrató como un contemplador de hojas secas corriendo de aquí para allá, y le gustaba su vestido de oro viejo, decía él.

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  17. Un viaje sensible y lleno de cálidos apuntes, se nota para bien la sombra de Cunqueiro (lo que no siempre le ocurre a todo el mundo). Iba leyendo con la esperanza de que el viaje continuara hacia la Ribeira Sacra, pero se quedó en Allariz. Tal vez otro dia... (Hay por ahí perdido un San Mamedo que, si no ando errado, debería terminar en e, Mamede, al menos así se suele escribir en gallego el nombre de este santo al que también llaman San Enemede y que probablemente no sea otro que San Mamés...)

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    1. Gracias por tus palabra y por la corrección (el corrector automático, en cuanto te descuidas, causa algún desastre).

      JLGM

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  18. La cultura gallega, una de las culturas peninsulares del Estado español netamente diferenciadas, es muy interesante y rica, a pesar de su desconocimiento. Manuel Murguía, Vicente Risco, Álvaro Cunqueiro, Rosalía de Castro, Wenceslao Fernández Flórez, Torrente Ballester,Otero Pedrayo, Castelao,
    Manuel Rivas, etc son importantes escritores e intelectuales gallegos impregnados de galleguidad, cada uno a su manera y en distinta intensidad.
    Galicia, con su lengua, hablada mayoritariamente de forma abrumadora en pueblos y aldeas, mucho menos en urbes como La Coruña o Vigo; con el Mar Atlántico azotando sus costas; con sus balnearios, iglesias antiguas, vinos, gaitas y rutas senderistas, con sus leyendas y mitos antiquísimos, romanos y prerromanos, cuatro provincias y capital, Santiago de compostela, constituye un destino romántico otoñal para experimentar luego la morriña, esa galleguísima nostalgia o añoranza melancólica de apego, hermanada en todo momento con la saudade portuguesa.
    Una región o país ibérico español conservador, de alma labriega o pescadora, maninera, de gentes muy trabajadoras, fieles al terruño, con un modo de ser que parece algo reservado y desconfiado, pero también cargado de cordialidad popular y tipismos aún vivos.

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  19. DRAGONES Y CABALLEROS

    « Y no sé por qué me vienen a la memoria unos viejos versos: “Del dragón de tres cabezas / San Jorge me ha de librar, / del dragón que llevo dentro / nadie me podrá salvar”. »

    “Que nadie se llame a engaño: todo el que vive por dentro, por dentro se va matando”, según el cantarcillo popular. Y para la mayoría de quienes viven por fuera sobre todo, las circunstancias tampoco son siempre favorables. La lucha por la vida de tantísimos seres humanos pasa con frecuencia de desgraciada a desesperada. Y en su ayuda san Jorge no acude a la cueva con caballo y lanza en todas las ocasiones, y el bicho crece hasta ser un dragón de cien cabezas.

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