domingo, 11 de marzo de 2012

Razón de más: Una silla en Park Avenue

Sábado, 3 de marzo
SÓCRATES Y YO

“A ti mucho te gusta discutir”, me dice mi amigo Cristian. Y es verdad. Si yo fuera uno de esos millonarios ociosos que no saben qué hacer con su tiempo ni con su dinero, no me compraría un yate ni daría grandes fiestas ni me entretendría con costosos amoríos; lo que yo haría sería contratar buenos, pacientes, incansables interlocutores.
Invitaría a mi casa a gente inteligente interesada en los mismos temas que me interesan en cada momento, pero con opiniones distintas, y nos pasaríamos el día discutiendo, como el que juega una apasionante e interminable partida de ajedrez.
Si se tratara de hablar de literatura o de política, mi amigo Abelardo Linares sería un invitado perpetuo; también Andrés Trapiello, aunque no sé si conserva aún la cintura dialéctica. Pero a mí de lo que más me apasiona discutir es de lo que sé poco, o incluso nada, como la física teórica, la teología o la ciencia jurídica.
Cómo disfrutaría, si yo tuviera una gran fortuna, invitando a mi casa con jardín y terrazas sobre el mar o la Quinta Avenida, a los mejores en cualquier campo. Y devorando libros, antes de su llegada, para tratar de estar a la altura.
            No lo conseguiría, desde luego. Pero ya procuraría yo llevarles a mi terreno, sin dejarme enredar por las minucias del especialista.
Siempre me ha divertido aquel pasaje del Banquete platónico en el que Alcibíades, el joven más guapo de Atenas, se mete en la cama de Sócrates y Sócrates no le hace ni caso. La diosa de Sócrates era Palas Atenea, no Afrodita. Sócrates prefería dialogar con Alcibíades, aprender a pensar enseñándole a pensar.
            A mí nada me divierte más que una buena pelea dialéctica, con un contrincante inteligente y bien entrenado, en la que acabe vencedor, aunque sea por los pelos y cuando estaba a punto de tirar la toalla. Nada me divierte más, salvo tirar la toalla y darme por vencido ante alguien mejor que yo. Pero tengo mala suerte y esta última diversión la he probado poco.


Domingo, 4 de marzo
DE VANIDAD Y PROMISCUIDAD

Mi primera lectora de los domingos, tras varios amables elogios, me llama la atención: “Te diré que con el juez que has convertido en mártir te estás equivocando, como con el economista francés (ya lo tenemos a este hasta en red de proxenetismo); y te lo digo solo para darte gusto, porque sé que no hay nada que te dé más placer que el que alguien te lleve la contraria. Ese juez se embarcó en todas las reivindicaciones posibles solo porque Felipe González no le hizo ministro como le había prometido: es un vanidoso de alma. De todas formas ha logrado lo que a ti y a mí nos gustaría: que el taxista jienense que me llevó a Granada, al pasar cerca del pueblo de Garzón, me lo dijo con reverencia, como si fuese ya san Garzón y me estuviera indicando un lugar sagrado”.
            Mi respuesta a bote pronto: “Ciertamente, amiga Rosa, nada me gusta más que el que me lleven la contraria, sobre todo si quien lo hace es inteligente. Con lo del economista francés, a quien han dado la razón los hechos es a mí, me parece: no hubo agresión sexual en la suite del hotel neoyorquino, sino fugaz relación consentida (y es posible que una trampa). Lo de la agresión, tal como se contaba el asunto, resultaba inverosímil: el personal de limpieza se retira de inmediato en cuanto descubre que todavía está ocupada la habitación. Fue un sucio asunto, pero por parte de quienes dieron crédito demasiado tiempo a declaraciones contradictorias y difícilmente sostenibles. Otra cosa es la catadura moral de la víctima de la acusación falsa; en eso ni entro ni salgo. Cuando a uno le acusan de un delito que no ha cometido, importa poco que se trate de un casto varón o de un promiscuo sexual. Lo mismo pasa con Garzón. Lo que importa es si ha cometido o no el delito concreto de que se le acusa (un raro delito por cierto, donde unas mismas actuaciones pueden ser delito o no según la animadversión con que se miren), no si es más o menos vanidoso y megalómano. (Me temo que, si la vanidad fuera un delito, yo soy el primero que debería ser inhabilitado a perpetuidad)”.


Lunes, 5 de marzo
RUIDOSO ORÁCULO

Ayer, después de ver Luces rojas, la película de Rodrigo Cortés sobre los fenómenos paranormales, volví a casa preocupado. Desde hace unos días hay ruidos raros en el edificio: como si un motor se pusiera en marcha a intervalos irregulares. El origen parecía estar en mi cocina. El jueves pasado encontré muy asustada a la asistenta: temía que estallara la caldera. Llamé al fontanero. Estaba perfectamente: los ruidos debían tener otro origen. Los vecinos se quejaban de no poder dormir. Yo he dormido perfectamente, salvo esta noche última, sin duda a causa de la película.
Comenzaban los ruidos como un silbido que iba creciendo en intensidad, luego paraban; eran silbidos largos y cortos. Se me ocurrió pensar en el código morse y cogí lápiz y papel. Como no podía dormir, así al menos estaría entretenido. Iba anotando letras y trascribiendo: “s”, “e”, “a”, “u”, “t”, “o”, “n”, “g”, “n”, “o”, “z”, “i”. No parecían tener mucho sentido. Pero de pronto caí en la cuenta: ¡Gnozi seauton! ¡Conócete a ti mismo! Las palabras del oráculo griego.
            Cuando se hizo de día, pensé en lo absurdo de que un espíritu se tomara la molestia de jugar con las cañerías del edificio para decirme esa banalidad. ¡Conócete a ti mismo! Como si no me conociera ya demasiado bien.
            Soy demasiado racionalista como para no creer en fantasmas. Mi cabeza es una casa vieja llena de ruidos y goteras y de puertas que no me atrevo a abrir.
            Las fétidas aguas negras inundan el sótano. Pronto comenzarán a subir por las escaleras hasta la habitación soleada en que me encuentro.
            ¡Conócete a ti mismo! Llega tarde la advertencia. La verdad es que hay días en que preferiría no haberme conocido.


Martes, 6 de marzo
MALAS ARTES

Me fascina ver cómo razona la gente. Luis María Anson, con quien tan buenos ratos he pasado en  los premios Príncipe de Asturias, arremete en El Cultural contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía y felicita al nuevo ministro por haberla eliminado. Dice que “cerca de 30.000 colegios no han tenido otro remedio que enseñar esa doctrina de tintes comunistas”. O sea que durante los últimos años en los colegios –públicos y concertados– se han estado dando clases de marxismo. Y los de Izquierda Unida sin enterarse. Para demostrarlo se apoya en pintorescas afirmaciones de los libros de texto. Por ejemplo: “El comunismo es cosa de gente tranquila y sensata. Lo que reclama es un poco de tranquilidad”. Como no señala la fuente concreta, podemos pensar que esas citas son tan apócrifas como las que el ministró Wert utilizó para cargarse la asignatura. Otra presunta cita arremete contra Felipe González porque renunció al marxismo. De donde se deduce que José Luis Rodríguez Zapatero, socialista en apariencia, era en realidad un caballo de Troya de los comunistas, un maquiavélico Lenin que con la asignatura de Educación para la Ciudadanía quería imponer el pensamiento único y convertir a España en un Estado totalitario. Qué cosas. Y qué método más poco eficaz: sería como tratar de vaciar el mar con una cuchara.
Pero no son estas malas artes –utilizar citas inventadas o de dudosa procedencia y no los programas oficiales de la asignatura– lo que más llama la atención, sino que una persona adulta y medianamente inteligente pueda afirmar en serio semejantes tonterías. Y lo que es peor, quizá hasta creérselas.


Miércoles, 7 de marzo
OKUPAS

A poco de sentarme cada mañana en la mesa redonda de Los Porches, una señora me pide permiso para pasar por mi lado, asomarse a la ventana y contemplar, al otro lado del gran patio interior, las ventanas de un piso que tiene alquilado. “A ver qué me han destrozado hoy. Ya les queda poco. El día ocho tienen que irse por orden judicial. Me lo dejarán lleno de basura”.
            También al gobierno que desgobierna Asturias le queda poco. Pero aprovecharán bien estos pocos días para tratar de destrozar lo que  puedan y dejarlo todo lleno de basura. Especialmente, el Centro Niemeyer. No se conforman con sacar facturitas (¡en Nueva York se compró un teléfono móvil por 400 dólares!), con comparar lo que costó la exposición de Carlos Saura (¡las fotos estaban desenfocadas!) con lo que cuestan las suyas (también se pueden hacer exposiciones que no cuesten nada y cobrar una comisión de lo que se venda), sino que incluso se permiten insinuar que Oscar Niemeyer no tiene ni idea de arquitectura y que habría que demoler la cúpula y reconstruirla con paredes rectas porque, tal como está, no se pueden colgar cuadros.
            Hay gobiernos okupas como hay inquilinos okupas. Pero ya les queda poco. Tratan de llenarlo todo de basura, pero no hay que preocuparse: cuando se vayan, la peor basura se irá con ellos.


Jueves, 8 de marzo
LOS DERECHOS DEL HOMBRE

Rosa Montero, a propósito del informe académico sobre el sexismo lingüístico, dice que no hay que cambiar el lenguaje porque ya lo cambia de modo automático la realidad: “Hace seis años, al comienzo de las bodas homosexuales, nos chocaba que un hombre llamara a otro ‘mi marido’, pero hoy ya no”. Y continúa: “A veces, estando muchas mujeres con un solo hombre, se nos ha escapado sin querer un ‘todas’ y nos hemos reído. Quién sabe, quizá en el futuro la concordancia se hará con el género que más abunda en cada momento”.
            Pero los prejuicios culturales no cambian “naturalmente”. Hay que decir “mi marido”  y “niños y niñas” y “los vascos y las vascas” bastantes veces, y soportar pertinaces gracietas, antes de que parezca natural. Porque por mucho que los gramáticos (que no son dueños de la gramática, solo sus estudiosos, y con frecuencia poco perspicaces) nos digan que en la expresión “los derechos del hombre” la última palabra alude tanto al hombre como a la mujer, todos sabemos que, cuando se formularon por primera vez esos derechos, eran solo, y en muchos países lo siguen siendo, “los derechos del hombre” y no los de la mujer.


Viernes, 9 de marzo
SOLEDAD, SEQUEDAD

En el cartel se leía: “Be a part of our future”. No lo pensé dos veces. Y ahora Hilario Barrero me envía una foto de la inscripción en que invito a hacer sitio en nuestro corazón a los que no lo tienen.
Mi amiga Marina Gasparini regaló un árbol a la ciudad de Venecia, y allí sigue en Campo S. Margherita; yo, más modestamente, he regalado una silla a la ciudad de Nueva York. Está en la rosada y dorada maravilla neobizantina de St. Bartholomew, entre los elegantes rascacielos de Park Avenue, muy cerca de Grand Central.
¿Cómo voy a sentirme solo, por muy solo que esté, si tengo el corazón lleno de gente?


12 comentarios:

  1. Sobre "Los derechos del hombre". Efectivamente, cuando se promulgaron esos derechos eran sólo del hombre. Hoy no. Y pensar que lo siguen siendo ahora es pensar con mentalidad de ministra "miembros, miembras". Se atiende a lo anecdótico antes que a lo esencial y se incurre en tonterías. Acabaremos diciendo "el murciélago y la murciélaga".
    Dios mío, estás desconocido.
    Un abrazo.

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  2. Amigo Piquero: el ser humano (hombre o mujer) es lo esencial, no las gramaticalerías. Relee mi nota: digo "en ciertos países" todavía "los derechos del hombre" son eso, del hombre, y no de la mujer. El lenguaje cambia. ¿Tan difícil es, cuando nos dirigimos a un colectivo en el que hay hombres y mujeres, prescindir del masculino genérico? Los conferenciantes, los presentadores de cualquier espectáculo, lo han hecho desde siempre: saludan con un "aeñoras y señores", a pesar de que los gramáticos les dirían que eso es redundante, que bastaba con dedir "señores", que es el género no marcado que en ese contexto significa tanto "señores" como "señoras".
    Y no caricaturicemos, amigo Piquero, se trata de favorecer la visibilidad de la mujer y de buscar la igualdad entre los seres humanos, no de reivindicar el género gramatical femnino. La diferencia entre "silla" (femenino) y "árbol" (masculino) es meramente gramatical, la diferencia entre "la enfermera" y "el enfermero" es algo más que gramatical. Por eso, digan lo que digan los gramáticos, a algunos nos parece más correcto decir "los enfermeros y las enfermeras" y no simplemente "los enfermeros" cuando nos referimos a esa clase de trabajadores de un hospital.

    JLGM

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  3. Lo siento pero para mí decir "los miembros" es un asunto meramente gramatical. Como decir "los médicos". Me parece que ese esfuerzo de visibilidad (totalmente necesario) se debe hacer en otros frentes y no desviar el tema a lo anecdótico. Se matan moscas a cañonazos mientras hay elefantes a los que se les disparan perdigones. Y en el fondo una cosa distrae de la otra.
    Pero no me voy a poner a discutir. Un abrazo.

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  4. A mí me parece que cada cosa tiene su importancia. Y si el esfuerzo de visibilidad de la mujer es necesario, uno de los lugares en que se manifiesta es el lenguaje. Pero tan malo es pasarse como no llegar.
    Yo tampoco voy a discutir, pero a ver si algún día nos tomamos un café y hablamos de esto.

    JLGM

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  5. Esta escueta escena imaginaria no se escenifica en el ágora ateniense: no sería verosímil, dado que los avanzadísimos griegos consideraban a la mujer poco más que una crátera y tenía vedada la concurrencia a estos foros de decisión. Y ello pese a que en otros pueblos con menor pedigrí pintaban bastante mucho... Pero los griegos las ninguneaban, al punto de no echarlas de menos si se terciaba efebo complaciente, que lo debían de ser todos.

    A lo que voy:

    -ACTO I, escena primera-

    Los atenienses y las ateniensas oyeron sobrecogid@s lo que contaba el mensajero: la flota de Jerjes distaba menos de seiscientos estadios de la costa y se aprestaba a desembarcar.
    Los griegos y las griegas temían por los hijos y por las hijas y, aconsejados por Filatos de Macedonia, pensaron en enviarlos a vivir un tiempo con los espartanos y las espartanas que, sin embargo, eran remis@s a implicarse en la guerra de sus vecin@s, los atenienses y las ateniensas................................................................................

    Estoy casi seguro de que en algún alto despacho celtíbero (otros dicen celtibero), se está incubando un decreto que someta a la jerga del gusto feminista (rama montaraz) la edición futura de la obra de Eurípides, una parte de la de Sófocles, y que quede la de Esquilo a cuenta de los presupuestos generales del año que viene, que con la crisis hasta la promoción de la cultura tiene sus limitaciones dinerarias.
    Nos empezaron a preparar con lo de "jóvenes y jóvenas", siguiendo con "los miembros y las miembras" ( eso durante los gobiernos de matiz revolucionario). En los derechosos, se acunó con notable fortuna el palabro "lideresa"...
    Esto promete.

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  6. Una broma la tuys, estimado Z., demasiado manida para tener alguna gracia.
    Las lenguas cambian según cambia la sociedad. Muchos nombres de profesiones no tenían femenino y hoy lo tienen; palabras que hoy no nos suenan demasiado bien mañana estarán en el diccionario de la Academia, como lo está "lideresa", aunque no, por el momento, "miembra" (todo se andará y sin necesidad de ningún decreto ministerial, por supuesto). La vida manda más que la gramática (sobre todo que lo que los culturetas entienden por gramática: las normas, muchas de ellas obsoletas, que aprendieron en la escuela).

    JLGM

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  7. Estimado Martín, nada más lejos de mi intención que pretender que me palmoteen los lomos por haber dicho cosa graciosa, tratándose de algo tan lamentable como lo que denuncio.
    Percibo paralelismo en tu aceptación resignada de la degeneración de la lengua (que sí, que hay cambios que degeneran el castellano) y la no menor de ciertas formaciones políticas de tu -al parecer- simpatía. Qué raro, tú. Tan díscolo e intransigente con cosas de menor fuste y con estas tan importantes eres un todo franciscano ("hermano bruto, hermano sociata descarriado..."). No te entiendo buen Martín, que no. O sí.
    El chascarrillo ateniense de marras tiene bastante más sentido crítico (atinado) del que pretendes reconocer: sí, buen Martín, de llevar las propuestas feministas (rama militar) a sus últimas consecuencias, claro que habría que escribir en aquella jerga infumable. No olvides que esa cosa que digo la iba a escribir un contemporáneo, no un clásico. Ergo, a someterse a la dura férula..., o a arrostrar la pedrea pertinente.
    Claro que las lenguas evolucionan, incorporando palabras nuevas y descartando otras por obsoletas. Todos somos capaces de distinguir lo que es una evolución razonable y lo que es corrupción ignorante o negligente. Pero dar por buenos los cambios "porque cambia la sociedad" me parece que es una opinión inconsistente, máxime viniendo de alguien que debiera ser aplicado celador antidislates ..., en lo que de él dependa. Que los profes al corregir los exámenes pueden hacer bastante mucho; en cualquier caso es de su responsabilidad.
    Para no eternizarme en el discurso, algo que ilustra lo que digo. Desde hace años, se viene leyendo y escuchando de parte de gente que vive de lo que escribe la palabra "saga", para referirse a "dinastía", "estirpe", "familia". ¿Y todo por qué? Pues porque, allá hacia finales de los años sesenta, pusieron en la tele una magnífica serie inglesa (BBC) de nombre "La saga de los Forsyte", con guión (con tilde, leñe) a partir de las tres novelas del mismo nombre de John Galsworthy. Como narraba la historia de una familia de arisistócratas British, a lo largo de varias generaciones pues.... la gente entendió que aquella palabra tan exótica (pocos leían literatura boreal) era sinónimo de "dinastía".
    ¿Aceptaría de buen grado JLGM que porque el dislate se esté (lo está siendo) generalizando y ya lo empiece a usar viciadamente gente de cierto tupé, lo incorporara con la acepción errónea el diccionario de la RAE?

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  8. En cuanto a que sea más correcto decir "los enfermeros y las enfermeras" (¿en ese orden o debiera alternarse en cada alocución?) que "los enfermeros", he de decirte que has elegido mal ejemplo: a ese colectivo profesional casi siempre se le denomina como " las enfermeras". Y no he visto movida alguna por parte de los varones afectados.

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  9. El lenguaje es algo tan peculiar que cuando todo el mundo habla mal y solo unos pocos lo hacen respetando las normas los que hablan mal son los que presuntamente hablan bien.
    Curioso, ¿no? ¡Tanto insistir por parte de ciertos profesores en distnguir la "ll" de la "y" ("pollo" y "poyo") y ahora resulta que lo correcto en el castellano actual es no distinguirlas (distinguirlas se ha convertido en un arcaísmo).
    Y cuando uno habla a enfermeros y enfermeras lo más adecuado es hablar de enfermeros y enfermeras y no solo de "enfermeras" (cómo se pondrían los varones) o de "enfermeros".

    JLGM

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  10. ¿Por qué dices "y unos pocos"? ¿No deberías decir "y unos pocos y unas pocas"?

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  11. No, amigo Piquero, no "debería" decirlo. En la lengua los rígidos esquematismos están de más. Hay que conjugar la norma de la economía lingüística (no decir lo que se sobrentiende) con la norma de no ocultar ni minusvalorar a nadie. Así que lo que yo diría en una clase sería: "Niños y niñas, atención un momento, poneos en pie", o "poneos todos en pie" o "poneos todos y todas en pie". Lo que yo no haría, aunque sea "gramaticalmente" correcto, sería dirigirme a una clase mixta diciendo: "Niños, poneos en pie".
    Como ves, la realidad se escapa a simplificaciones (que no se dan solo de un lado).

    JLGM

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  12. Ya, al final surgen tantas contradicciones y las posibilidades de llegar al absurdo pueden multiplicarse tanto que mejor usar un criterio personal: yo lo digo así porque me parece razonable "a mí". Pero seguro que hay un límite claro entre "el rígido esquematismo" y lo que debemos hacer. Bueno, cuando lo encuentro te lo comunicaré. Un abrazo.

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