domingo, 23 de octubre de 2011

Razón de más: Decir algo es decir nada

Domingo, 16 de octubre
DEJO DE HABLAR DE POLÍTICA

Nada me gusta más que no tener razón. Me gusta que la realidad me desmienta. Pero la realidad últimamente ha cogido la mala costumbre de no desmentirme. Tras cada nuevo éxito del famoso 15-M, las tercas encuestas nos informan que la izquierda ha dado un paso atrás y la derecha dos pasos al frente. Con un poco de planificación, organizando una gran marcha el día antes de las próximas elecciones, además de ocupar las primeras páginas de los periódicos (su éxito mediático ya parece superior al de Belén Esteban), harán realidad la peor de las pesadillas. La derecha no solo tendrá mayoría absoluta, sino la mayoría necesaria para, por ejemplo, nombrar a los miembros del tribunal constitucional sin pactar con nadie. Y entonces veremos resolverse los recursos de inconstitucionalidad pendientes en contra de las leyes progresistas. ¿Se declararán nulos todos los matrimonios entre hombres o entre mujeres celebrados hasta la fecha? Es muy posible. Y volverán a la cárcel las mujeres que interrumpan un embarazo no deseado. La ley del divorcio, en cambio, parece que no estará en peligro. Algo es algo.
            Pero si nada me gusta más que no tener razón, nada me gusta menos que meterme en política. Lo que haya de ser será: yo poco puedo hacer por evitarlo. Mejor que me dedique a hablar de otra cosa. Prometo no volver a llamar tontos a mis amigos más izquierdistas que nadie, a esos que tanto ayudan a la marcha triunfal de la derecha con su progresista y progresiva majadería (también ayudan un poquito a la izquierda que ni pincha ni corta, la de Cayo Lara, que gracias a ellos arañará algunos impotentes pero gritones diputados más). Llamárselo no se lo llamaré, lo prometo. No me gusta nada insultar, como es bien sabido. Pero me temo que es lo más benévolo que se puede decir de ellos.


Lunes, 17 de octubre
DE BUENA TINTA

Lo oí comentar en el descanso de la ópera a dos señoronas de la Vetusta de siempre: “El problema no es el Niemeyer, sino los once millones de euros que han robado”. Creí que era una frase dicha al albur, pero hoy mi emérita vecina de despacho, mientras comentamos la manifestación de ayer en Avilés, me confirma que esa es la cifra exacta del dispendio en copas de los gestores del centro cultural. Yo trato de razonar  (“pero si el presupuesto es de solo tres millones…”), acabo discutiendo, casi me enfado, pero ella sigue erre que erre: “Once millones es lo que nos han birlado a los asturianos, once millones nada menos. Y lo sé de buena tinta. Estoy bien informada. Me lo ha dicho la hermana del consejero de Cultura, si ella no lo sabe, a ver quién lo va a saber”.
            Y yo entonces me encojo de hombros y me vuelvo a mi trabajo. Lo que pienso del consejero, del familiar que utiliza para difundir sus dañinos bulos y de la gente que se los cree por burdos que resulten, me lo callo. Cada día soy más diplomático.


Martes, 18 de octubre
UN ADIÓS

Leo una reseña de Hombres delincuentes, el ensayo biográfico de José Ovejero. Se habla en ella de Carlos Montenegro y de su novela Hombres sin mujer, “que voy a conseguir como sea y en seguida”. ¿La habría conseguido ya el autor de la reseña, Félix Romeo, cuando partió imprevistamente para un viaje del que no se regresa?
            Me lo presentaron hace bastantes años, en la época en que dirigía un programa de televisión, La Mandrágora. El amigo que nos presentó dijo: “Tú lo has leído casi todo, pero Félix lo ha leído todo”.
            En mi caso exageraba; en el suyo, no. Esté donde esté seguro que está rodeado de libros y que, en cuanto oye hablar de alguno que no conoce, sigue empeñado en conseguirlo “como sea y enseguida”·.


Miércoles, 19 de octubre
SILENCIO Y SOLEDAD

Subrayo unas líneas en la correspondencia de Carmen Martín Gaite con Juan Benet: “Nuestras más íntimas zozobras y desolaciones (esas que cubrimos con discursos sobre literatura o sobre música o sobre lo que sea) nadie las puede comprender ni compadecer y están fatalmente abocadas al recóndito pudridero interior donde van a parar los detritus personales de todo lo roto, lo sobrante, lo abortado y deforme, al solitario pudridero donde la ruina de cada uno se gesta silenciosamente”.
            De lo que más me importa, sigo siendo incapaz de hablar.


Jueves, 20 de octubre
ALGO DE HISTORIA

Rosa Navarro Durán me dio la noticia cuando pasé a recogerla al hotel: “Hoy es un día histórico, ETA acaba de anunciar que deja definitivamente las armas”. Luego, durante la cena, apenas hablamos de ello, distraídos con las pesquisas detectivescas en que anda metida últimamente y que afectan a una de las grandes obras de la literatura catalana.
Al volver a casa, miro los titulares, compruebo la alegría de unos, el mal disimulado enojo de otros, y pienso que para la gente de mi edad hoy es efectivamente un día histórico. A partir de ahora se podrá hablar de lo que no se podía hablar.
Como no puedo dormir, me levanto, enciendo el ordenador y comienzo yo contando algunas cosas que no he contado nunca. ¿Por miedo? En parte, sí: Por miedo y por razones personales en las que no voy a entrar.
            Nunca he hablado de mi relación con los terroristas vascos. A poco de salir por primera vez al patio de la cárcel, se me acercó un recluso y me dijo: “Los de ETA quieren conocerte”. Yo me asusté y respondí que yo no tenía nada que ver con ellos, que no quería conocerlos”. Sin hacer caso de mis excusas, añadió: “Camina a mi lado. Se han puesto en huelga de hambre y están en celdas. Te verán mientras caminas junto a mí”.
            Pronto tendría ocasión de conocer personalmente a los huelguistas. Durante quince días me tocaba participar en las comunes labores carcelarias como cocina o limpieza (luego me enteré que pagando una pequeña cantidad había otros presos que hacían esos trabajos por ti). Teníamos que llevar la comida a los que estaban en celdas. Toda la planta baja de la séptima galería la ocupaban los presos de ETA. Se negaban a probar la comida, pero la primera vez que pasé la mayoría de ellos se levantaron de sus camastros y se acercaron a saludarme y a darme palabras de ánimo. Ninguno tenía pinta de facineroso ni de asesino. Más bien parecían seminaristas. Luego, durante varias noches, ocurrió algo que todavía me conmueve.
Los días, mal que bien, iban pasando en aquel lugar, lleno de noveleras novedades para una persona como yo. Pero las noches, encerrado en la celda, oyendo la respiración de los compañeros, con la luz que no se apagaba nunca, las noches eran interminables. Apenas dormía, y cuando conseguía hacerlo siempre tenía la misma pesadilla: soñaba que estaba en la cárcel. Me despertaba sudoroso, aliviado al comprobar que era solo un sueño; el alivio solo me duraba lo que tardaba en abrir los ojos y mirar a mi alrededor.
Pero algunas noches ocurría el milagro. En el silencio, un preso se ponía a cantar. Era una canción vasca. Inmediatamente se oían los pasos de lo funcionarios que iban a hacer callar esa voz. Se oían –resonantes en el silencio— los cerrojos de la celda al abrirse. Pero la voz que cantaba ya se había callado y en otro extremo de la galería era una voz distinta la que continuaba esa canción. Los pasos de los carceleros se dirigían a ese otro lugar, pero antes de que llegaran se hacía el silencio y la canción brotaba en otra parte. Así durante algún tiempo hasta que los presos vascos se cansaban del juego. Sigue siendo todavía, después de tantos años, un recuerdo hermoso. Un símbolo de libertad y de gallardía en la noche franquista. Y los protagonistas eran presos de ETA. ¿Cómo iba a atreverme a contarlo? Pero yo nunca he tenido ninguna simpatía por los asesinos, y nada me repugna más que los crímenes por razones ideológicas.
            La razón última de por qué estaba en la cárcel no la sé, aunque he llegado a algunas hipótesis bastante verosímiles. Porque no es solo que yo fuera inocente de los brutales asesinatos de los que se me acusaba, sino que además quienes me habían encerrado sabían que lo era. Voy a contar ahora por qué puedo afirmar que lo sabían. Estuve primero durante bastantes días (más días de los permitidos legalmente) en una celda incomunicada de la Dirección General de Seguridad, interrogado repetidas veces de no muy educadas maneras; no soy precisamente un héroe: habría delatado a cualquiera si hubiera tenido a alguien a quien delatar. Pero yo ni había tenido nada que ver con el crimen de que se me acusaba (un atentado con bomba en una cafetería) ni participaba de ningún modo en la oposición al franquismo: solo me dedicaba a trabajar y a estudiar. Por fin la policía me llevó al juez, un educado militar que me tomó declaración en un despacho de la misma Dirección General. Al final, tras el interrogatorio, me dijo: “Yo personalmente le creo. Pero no puedo dejarle en libertad. Tengo aquí la declaración firmada de varias personas, entre ellas la de su amiga, que afirman que usted participó en los hechos. No tengo más remedio que enviarle a prisión hasta que se aclare todo”. Alguien le llamó y salió un momento del despacho. Cuando me quedé solo, o eso creía, no pude contenerme más (hasta entonces me mantuve bastante entero) y me puse a llorar. Entonces oí una voz: “No te preocupes. Nada de eso es cierto. Yo estuve aquí y lo he escuchado todo”. En una esquina del despacho había una mesita con una máquina de escribir y tras ella un soldado. El nerviosismo y el que me hubieran quitado las gafas habían hecho que no me fijara en él. “Yo estaba aquí cuando prestaron declaración todos los implicados. Nadie te acusó de nada. La mayoría no te conocía. Y tu amiga lloró mucho al saber que estabas detenido, dijo que no tenías nada que ver, que no te interesaba la política, que solo te interesaban los libros”. Luego me contó que era de Jaén, que sus padres y su novia habían venido a Madrid a verle aquel fin de semana, pero que le habían anulado el permiso.


Viernes, 21 de octubre
EN EL CAMPOAMOR

En la tertulia de los viernes cada semana tenemos que llevar un poema escrito en una estrofa diferente. Para hoy tocaba una décima y yo lo había olvidado. No puedo presentarme con las manos vacías, he de dar ejemplo. Sentado en el Campoamor, mientras espero que comience la entrega de los premios, me recito algunas de las décimas que recuerdo de memoria y luego procuro no pensar en nada y dejar que las palabras sigan el ritmo. Cuando la reina aparece en el palco, el juego ha terminado: “Nadie sabe lo que dice /cuando dice lo que sabe / porque el decir se desdice / antes que la frase acabe. / Lo que vale el pensamiento / lo saben la mar y el viento / que pasa y no se detiene. / La verdad siempre está errada. / Decir algo es decir nada. / El loco, qué razón tiene”.


8 comentarios:

  1. Ya vemos en qué consiste para jlgm el progreso: usar frases como "interrumpir el embarazo" mezcla de cursilería y mala conciencia ¿tan difícil les resulta utilizar el verbo abortar?
    Pues nada, interrumpo mi lectura y voy a ver si desayuno.

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  2. F. no va a los Premios23 de octubre de 2011, 10:02

    Martín Pisano: así te voy a llamar en lo sucesivo. Porque la inclinación creciente del campanile dialéctico que edificas aumenta cada día, y está en riesgo de sembrar de cascotes ideológicos la Piazza dei Miracoli de tu milagrosa (por inaudita) obstinación. Mejor imitabas a Andrea Pisano que, sospechando que los sillares de mármol corso pudieran se la causa de la precoz escora de la torre, un buen día decidió sustituirlos por piedras de Carrara. Se ve que Andrea Pisano era hombre dúctil y razonable y que, pese a lo costoso, no tuvo reparo en enmendar el error constructivo del inicio. Se podrá objetar que la torre llegó a nosotros inclinada, pero ahí está para durar unos cuantos siglos más, que la inteligencia de los hombres está para adaptarse a lo que venga, en un aggiornamiento permanente, sin que le duelan prendas abdicar de los errores del pasado.
    ¿Serás tú, buen Martín Pisano, tan razonable como el arquitecto de la Toscana? Lo dudo, a la vista de cómo empiezas hoy tu soflama, que es un calco de otras que ya conozco: errores de concepto, soberbia pretensión de llevar siempre la razón, hipocritillas protestas de no caer en el insulto.
    Que es inconsecuente lo que dices se puede entrever en muchas partes. Además eres poco sincero: ¿cómo que te gustaría equivocarte? , ¿cómo que no te gusta meterte en política?
    Dices algo hilarante en su inconsistencia: que la "izquierda" retrocede, gracias al CRECIENTE empuje del movimiento del los Indignados. Acto seguido, admites que la formación "de Callo Lara" ve incrementadas sus expectativas de voto.
    Ahí está la madre del cordero: en tu inopia atribuyes la condición de partido de izquierda al PSOE. ¿Pero es que no lees en la prensa a sesudos analistas (catedráticos de Economía, juristas, intelectuales de todo el mundo, hombres de acreditada solvencia moral...), abominar de lo que viene haciendo el partido que tú, generosa pero ciegamente, sitúas a siniestra? No me quiero extender en la relación de las tropelías que han hecho durante largos años. Además no iba a conseguir convencerte, conozco el percal.
    Lo dicho: si crees que consagrando como inviolable el contubernio del bipartidismo (mal que te pese, derechista) la izquierda va a salir dañada, es que no entiendes nada de nada.

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  3. Me resultan muy significativas las palabras extraídas de la correspondencia entre Martín Gaite y Benet. No puedo saber a quién pertenecen (por estar escritas en castellano derecho podrían ser de Martín Gaite) Si el escritor da por sentado que no se puede hablar de lo que realmente importa ¿qué diablos está haciendo? ¿mareando la perdiz, quizá? Porque se supone que las zozobras íntimas y las desolaciones son un poco, arriba o abajo, las mismas para todo el género humano.
    Por otra parte toda la historia de la literatura ¿no es más que un esfuerzo por compartir esas desolaciones para alivio de todos? ¿No sería para pensar que estas personas no tenían tanto de escritores (por mucho que escribiesen)cuando renunciaban ya a algo tan elemental?

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  4. He escrito "la izquierda va a salir dañada", queriendo decir "NO iba a salir dañada".

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  5. DÉCIMA
    Meando con pis de plomo.
    Nada de emicciones fuertes.
    Pasan los años y adviertes
    que de tan potente como
    creíste ser, menordomo
    eres de tu humilde casa.
    Pasan los años y pasa
    la bestial mingitación.
    Ahora mear es un don
    din dan don de cosa escasa.

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  6. Lo de "Callo", un inexplicable fallo.
    Sírvanse enmendarlo.

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  7. Yo incluyo en la izquierda faltosa y dañina a los Nacho Vegas que en el mundo son con sus impertinentes advertencias sobre los saludos a quienes mataron a Lorca. No sé si un poeta tan vital, con la cabeza en las nubes y los pies en la tierra, se merecía un escudero tan poco letrado como Vegas y un portavoz tan hierático como Cohen. Sin duda la crisis nos desborda y no hay lugar para frivolidades tontas, porque en otro contexto las palabras del cantante hubieran hecho correr chorros de tinta. Casi es una suerte que haya cosas más importantes que pensar.

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  8. El soldado iba de farol, utilizó la información que le sonsacó a tu amiga para vengarse del juez militar, al que odiaba por las guardias abusivas a que lo sometía.



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