domingo, 5 de junio de 2011

Al otro lado: Pequeños detalles exactos

Sábado, 28 de mayo
NADA QUE CONTAR

Me temo que no estoy a la altura de mi mala fama. Ayer, durante las deliberaciones del premio de poesía Emilio Alarcos, todo era “cuidado con lo que dices”, “ten en cuenta que cualquier cosa que digas aparecerá luego en el diario de García Martín”, “esto no se te ocurra contarlo en tu diario”. Tanto ruido para tan pocas nueces. Después del largo día de ayer, me esfuerzo por recordar alguna indiscreción, algún secreto inconfesable, y no encuentro nada.
            ----Algún chanchullo harían, o intentarían hacer, que ya se sabe que premio limpio y premio en el que ande por medio Chus Visor son expresiones incompatibles.
            ----Eso creía y estaba muy alerta, pero nada de nada. Con lo que a mí me apasiona hacer frente a turbias maniobras. Y encima resulta que los dos libros favoritos del editor contra el que he arremetido tantas veces eran exactamente los dos que yo prefería. Volví a releer el resto de los seleccionados, pero seguían pareciéndome los mejores. Tras varias votaciones quedaron con tres votos cada uno. Volvimos a votar y se repitió el empate. Josefina, tan expeditiva, dijo: “Pues que gane el 112, que es el que me gusta a mí”. Y yo: “De ninguna manera, que desempate el presidente, que es lo reglamentario”. Y García Montero: “A mí me da lo mismo”. Alguien propuso lanzar una moneda al aire. Finalmente conseguí que García Montero hiciera uso de su voto de calidad. Antes de abrirse la plica, ya dije yo el ganador, Eduardo Jordá. Y no porque el autor me hubiera dicho nada, sino porque conozco bien su obra. Su poesía, si no siempre es gran poesía, siempre tiene el atractivo de la buena prosa. También reconocí a otros finalistas, como Antonio Praena, émulo de la poesía erótico-reflexiva de González Iglesias y prior dominico en un convento de Granada. Al que no reconocí fue al que estuvo a punto de ganar. Luego me enteré de que se trataba de un primer libro (por eso yo no reconocí a su autor) y que además es familia de Almuzara. Sentí que no hubiera ganado porque siempre está bien descubrir a un nuevo poeta que es poeta de verdad, pero a la vez me alegré de que no lo hubiera hecho porque al estar emparentado con Javier Almuzara los mal pensados de siempre pensarían en otra artimaña de la tertulia Oliver. Luego supe que ese excelente libro ya tenía editor. Javier Sánchez Menéndez lo va a editar en La Isla de Siltolá. Mejor así. Voy contra mi interés al confesarlo, pero yo creo que los premios, o por lo menos la mayoría de los premios, acompañan la cara de una, por lo general sustanciosa, dotación económica con la cruz de un cierto desprestigio. Un buen libro de poesía es el que no necesita ir de premio en premio, hasta que suene la flauta, para ser publicado.
            ----Pues si quieres que te vuelvan a llamar de jurado para algún premio, y últimamente parece que no haces otra cosa, no se te ocurra decir esas cosas en público.
            ----No te preocupes, no las diré. Ya sabes que no estoy a la altura de mi mala fama. Qué más quisiera yo que poder desvelar algún secreto. Pero secretos literarios, de algún interés, hay pocos. Y los que hay yo no los conozco.



Domingo, 29 de mayo
HUMILLACIONES SIN IMPORTANCIA

Al ir a sacar la entrada en el cine, me dice la taquillera: “¿Tiene derecho a algún descuento?”.  Respondo que no y ella insiste: “¿No tiene ningún descuento?”. Miro a un lado la lista de descuentos y veo que incluye a los mayores de sesenta años. Aunque me ruborizo un poco (no tengo costumbre de mentir), insisto: “No, no, ninguno”. La chica sonríe y me da la entrada correspondiente.
            Qué amables son los amigos. Todos me dicen que no aparento la edad que tengo y luego resulta que, sin mirarme apenas, la taquillera del cine ya sabe que soy un anciano con derecho a tarifa reducida. Lo siguiente será que, nada más subir a un autobús, alguna jovencita se levante para dejarme el asiento.



Lunes, 30 de mayo
MENTIRAS Y LITERATURA

No me gusta leer mis poemas, ni en público ni en privado. Como soy bastante hipócrita siempre me ando quejando de la mala suerte que tengo yo, que siempre que me invitan a alguna parte es para hablar de otros escritores, y la buena suerte de mis amigos poetas, que van de un sitio a otro sin tener que preparar ninguna intervención, sin otra obligación que leer –mejor o peor— los propios versos. Pero a mí lo que me gusta es leer, ensalzar, analizar, destrozar la obra de otros.
            ----¿Y tú, como crítico, qué opinas de tu poesía?, me preguntan a veces.
            Nunca opino de ella. Aunque siempre estoy hablando de mí mismo, o eso parece, de las cosas que más me importan nunca hablo. Cuando tengo la obligación de leer en alto mis poemas aprovecho, mientras voy leyendo, para comprobar lo que han envejecido, para ver si resisten el paso del tiempo. Algunos todavía siguen en pie, pero la mayoría están llenos de grietas. Prometo no decírselo a nadie. Conviene no tirar piedras contra el propio tejado. También hay otros que no puedo leer sin que se me quiebre la voz y se me nublen los ojos: “Siempre joven serás en mi recuerdo. / Fíjate, cuanto gano, si te pierdo”. De sobra sé que eso es solo literatura, que no he ganado nada con perderte, que daría con gusto todo lo que he ganado, y hasta mi vida si fuera necesario, por no haberte perdido.



Martes, 31 de mayo
INTRIGAS DE PASILLO

¿Cuántos años he sido jurado de los premios Príncipe de Asturias de las Letras? Bastantes ya. La verdad es que me he divertido mucho y he aprendido bastante, aparte de hacer buenos amigos. Pero me temo que ya estoy empezando a estar de más. La nueva directora de la Fundación, hasta ahora siempre amable conmigo y muy en su papel institucional, me ha soltado una pequeña reprimenda: “¿Pero de verdad tú crees que Javier Marías es peor escritor que Leonard Cohen?”. Yo, que soy muy discreto, trato de salirme por la tangente: “Mal escritor no es, peor que Gamoneda seguro que no es…”. Junto a la directora estaban Víctor de la Concha y Juan Cruz, frustrados valedores de la candidatura del académico. Yo, en el jurado, no suelo decir nada ni en contra ni a favor. Me limito a escuchar y a aprender. Una de las cosas que he aprendido es que, en un jurado de veinte miembros, si se quiere sacar adelante una candidatura hay que hacer previamente alguna labor de pasillo. Y que Víctor de la Concha, tan inteligente para ciertas cosas, en otras se muestra algo torpe. Solo así se explica que, si de verdad le interesa sacar un candidato de lengua española, no haya sido capaz en tantos años de conseguir una candidatura de consenso, a pesar de ser el presidente del jurado. Yo la habría conseguido. Pero yo no pinto nada. Tengo tan poca capacidad de influencia (al contrario que mi amiga Rosa Navarro Durán) que cuando defiendo a alguien ni siquiera le hago perder apoyos.
            Si yo tuviera alguna vanidad (que no la tengo, como es bien sabido), estos años de participación en el jurado de los Príncipe la habrían puesto duramente a prueba. Comienzan siempre de la misma manera. Antes de reunirnos, hay un encuentro con la prensa. Los periodistas se arremolinan ante Sánchez Dragó, Anson, Colinas, van luego de uno a otro miembro del jurado, pero nunca, nunca, ni por equivocación, se ha dirigido uno a mí. Y eso que yo me creo una persona ocurrente, con opiniones a veces disparatadamente originales, dispuesto a responder a todo lo que se me pregunte sin guardar ninguna cautela diplomática. O sea, lo que cualquier periodista está deseando encontrar. Pero está visto que ellos no son de la misma opinión.
            Pero vale la pena ese humillante trámite previo (estoy acostumbrado a que los demás no compartan la buena opinión que tengo sobre mí mismo) por la comedia de enredos y equivocaciones y el colorista despliegue de pavos reales que viene a continuación. De vez en cuando me pregunta algún amigo malintencionado: “¿Qué hace un republicano como tú en un premio como ese?”. Y yo respondo que, por el bien de la literatura, soy capaz de colaborar con cualquiera, hasta con un príncipe. Y que además si yo ahora mismo tuviera que proponer dos candidatos a la presidencia de una hipotética tercera república española, mis candidatos serían Baltasar Garzón y Felipe de Borbón, y a la hora de votar lo más probable es que finalmente me inclinara por el último, que suscita menos rechazo y que, aunque príncipe, es el candidato mejor preparado para ocupar la jefatura del Estado que hayamos tenido nunca.



Miércoles, 1 de junio
VIDA COTIDIANA

“En esa familia, el único que tiene una conversación interesante es Charles”. Charles es el príncipe Carlos; esa familia, la familia real británica. Quien habla, Jacobo Siruela, lo hace con conocimiento de causa. “Con Charles se puede hablar de Blake o de si los cortes que le hizo Pound a La tierra baldía de Eliot mejoran o no el poema”.


Después del fallo de los premios, cuando casi todos los miembros del jurado se han ido, comparto mesa con Rodríguez Lafuente, Armas Marcelo, Diana Sorensen, que como viene de Estados Unidos está fascinada con la personalidad de Luis María Anson, y el editor de Atalanta. Se habla de muchas cosas interesantes, y también de Juan Cruz, pero yo, como un plebeyo fascinado por la aristocracia, solo me preocupo de sonsacarle anécdotas biográficas al hijo de la duquesa de Alba: “Franco fue como un abuelo para mí; su nieto y yo, durante bastante tiempo, éramos inseparables. Estuve con él en el Pardo, en el Azor, en muchos sitios. Yo le veía como un abuelito al que le gustaba contar recuerdos de la guerra de África. De la guerra civil nunca hablaba. En el Pardo lo que más me sorprendió fue el gabinete de las joyas de doña Carmen; estaba lleno desde el suelo hasta el techo; parecía que entraba uno en la cueva de Alí Babá y los cuarenta ladrones. Las imágenes que tengo de Franco son imágenes de niño, sin ninguna connotación política. La última vez que le vi tenía yo dieciocho años, ya me había ido de casa y comenzado a vivir por mi cuenta; le sorprendió mi melena, pero no se atrevió a reprochármela, solo dijo: Pero Jacobo… Por entonces unos manifestantes habían intentado quemar la embajada española en Italia y él murmuró una frase que no entendí y que se me quedó grabada: Italia siempre será una colonia. El rey, antes de ser rey, venía mucho por casa. Era muy bromista, a veces aparecía patinando por el pasillo… Yo no me lo tomaba muy en serio. A veces me llevaba las manos a la cabeza y pensaba: Dios mío, lo que nos espera cuando sea rey; esto no va a durar nada. Pero luego me equivoqué por completo”.
Yo le escucho fascinado y, en lugar de por su libro sobre los sueños, le sigo preguntando por esos “pequeños detalles exactos” que tanto fascinaban a Stendhal. La verdad es que, en la conversación personal, lo mismo que en la literatura, las profundas reflexiones  me interesan bastante menos que los detalles de la vida cotidiana de personajes muy ajenos a mi vida cotidiana, se trate de la familia Winsord o de una tribu de indígenas del Amazonas.


8 comentarios:

  1. Hoy ha estado verdaderamente entretenido don José Luis. Aunque yo intuyo que a estas alturas más que convertirse en protagonista de los medios de comunicación, lo que quisiera en realidad es tener la melena de Jacobo Siruela. Y ahora le dejo, que salgo para misa.

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  2. Señalar a Antonio Gamoneda como sinónimo de la mala literatura me parece un insulto totalmente gratuito y contradictorio ante la calidad de la poesía de este autor cuya obra poética está en mi humilde biblioteca personal. El comienzo del libro de "Descripción de la mentira" por citar alguno está al alcance de muy pocos. Seguiré leyéndole esperando un artículo de poesía como esta lo merece, alguno suya ha tenido ya.

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  3. Ayer, en una escenografía futurista, pregonaban su rabia los sinfuturo. ¿Qué mejor baño de multitudes pudo soñar el mediohuevo de don Oscar?
    Mientras, en el otro mediohuevo -en aquel donde duerme la serpiente- los sáncherdragones y los ansones de poder reciben recostados en pieles de cordero a los plumíferos de la canallesca. Nunca la maldad se vio más agasajada.
    El decorado (destila la tristeza de los niños huérfanos), acorde con tal ralea: viejos académicos y pijos engominados; trepas de proximidad, navegantes de la ciénaga. Ufanos por palmotearse la barriga.
    A pocos metros del tinglado, unos jóvenes sentados en el suelo escriben en un cartón y hacen Historia.

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  4. Y de Leonard? Por qué no cuenta quién lo propuso? Quién lo defendió? De verdad Cohen es mejor que Don DeLillo, Banville, Roth, McCarthy, Modiano y tantos otros? Como cantante, no lo pongo en duda, pero como escritor... Da la impresión de que los premios PDA a veces pierden un poco el Norte y se van por el Sureste, tipo Valencia y las Fallas (con perdón para los valencianos y las Fallas). Se ruega contestación del señor JLGM.

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  5. Respuesta a Sergio Fdez: Yo no propongo a Gamoneda como sinónimo de mala literatura (podría pensarlo, pero nunca se me ocurriría decirlo). Solo afirmo que Javier Marías no es peor que él.
    Respuesta a W.: No entiendo muy bien su prosa. Pero la mía se entiende bien: yo creo que esos jóvenes sentados en el suelo solo hacen el ridículo (con las mejores intenciones del mundo, eso sí). Pero, en fin, reconozco que puedo equivocarme.
    Respuesta a Anónimo: Las defensas más encendidad de Leonard Cohen vinieron de parte de Fernando Rodríguez Lafuente (que redactó las palabras con las que se hizo pública la concesión) y de Andrés Amoros.

    JLGM

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  6. De nuevo, mi suplantador de cabecera (poca gente tendrá semejante honor) toma mi identificación en el primer comentario de este foro. Quiero suponer que las tonterías en que parece complacerse no se deben a las virtudes de su ingenio, sino a su deseo de que yo aparezca como intelectualmente más pequeño de lo que ya soy. Pero creo que lleva un poquitín demasiado lejos ese ejercicio de humildad; alguien podría pensar que, de veras, es que no dá para más. Yo le animaría a intentar que la caricatura fuese mejor que el original. Estoy convencido de que, si se aplica a ello, no habrá de resultarle difícil.

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    1. No se enfade, marinero. Hay que reconocer que su estilo oral es imitable.

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  7. Estimado JLGM, que los poetas no tengan por qué acreditar una finura de espíritu superior no quiere decir que haya de aceptarse como natural que tengan la sensibilidad de una ostra para las cosas de la ética, de la dignidad, de la elemental JUSTICIA.
    No me extraña que no entienda cierta prosa farragosilla..., si es incapaz de interpretar con lucidez lo que ocurre ante sus propias narices.
    Si usted no ve más que ridículo en la actitud de nuestros jóvenes (y de cada vez un mayor número de veteranos) Indignados es que tiene sangre de dinosaurio o un metabolismo basal al borde de lo vegetativo. Lo peor es que parece complacerse en esa postura, a la vista del reiterado regodeo.
    No creo que trate de imitar a Goethe cuando decía: "Mejor la injusticia que el desorden", porque los déspotas ilustrados no incurrían en anacronismo cuando lo proclamaban (nuestro Jovellanos pensaría así seguramente). Pero en su caso sí es anacrónico y reaccionario tal simplismo indocumentado (si, señor: indocumentado).
    Parece ignorar la avalancha de solidaridad que ha concitado tal Movimiento en torno suyo, buena parte de sectores y personas de prestigio indiscutible.
    Esos jóvenes sentados en el suelo (algunos a consecuencia de los porrazos de la policía) -
    entre otras cosas- han puesto en evidencia la falacia de que vivamos una democracia y que los derechos ciudadanos estén convenientemente salvaguardados.
    Si ante la insoportable experiencia de ver a notorios delincuentes acudir -atildados y con media sonrisa de displicente desprecio hacia el populacho- a recoger las actas de la indecencia, si quienes esto presencian -digo- no se revuelven y escupen su ira y su desprecio hacia semejante fauna, es que todo iba a estar perdido.
    Asombroso lo suyo, Martín, de veras se lo digo. Con su templar de gaitas no se iba a enderezar jamás el rumbo corrompido. A eso lo llamará usted pragmatismo y buen sentido. Para mí es conformismo de bon vivant y pensamiento flojo.
    Salud.

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