Sábado, 28 de noviembre
AGUARDAR
Cuánto daño puede causar la buena voluntad ajena. Quien nos quiere mal, por poco que nos percatemos de ellos, daña a menudo menos que quien nos quiere bien. “Mi experiencia –escribe Nietzsche- me da derecho a desconfiar de todo el que está siempre dispuesto a la ayuda, del profesional del amor al prójimo. Sus buenas intenciones le hacen fácilmente perder toda delicadeza, entrometerse con sus manos auxiliadoras en un destino que no entiende, en un aislamiento plagado de heridas”.
Alguien a quien quiero tropieza y cae y cuando alargo la mano, una vez más, para ayudarle a levantarse me reprocha haberle empujado.
Dolido por la injusticia, recuerdo las palabras de Nietzsche y pienso que quizá tenga razón. Aunque me cueste, debo tratar de hacerme a un lado y confiar en el que el caído sea capaz de levantarse solo.
Y es lo que hago: aguardar, con ese peso sobre el corazón.
Domingo, 29 de noviembre
AMABLES ENEMIGOS
“¿No piensas responder? ¡Todo el mundo se mete contigo!”, me dice una amiga en la cafetería del Rosal. “¿Todo el mundo? Y yo sin enterarme”. “Mira lo que dice José Luis Rey, último premio Loewe: El derrocado García Martín me vacunó pronto contra todas las críticas”. Conocí a José Luis Rey en Córdoba, un buen chico muy admirador de Gimferrer y de fray Gerundio de Campazas.
“También te ataca Juan M. Molina Damiani, pero este con mayor artillería teórica. Mira, mira”. Y me alarga un ejemplar de Cuadernos Hispanoamericanos en el que leo: “El humanismo de Diego Jesús Jiménez al no producir conformidad ni cosificar las conciencias lo alejaría primero de la sinécdoque del segundo Castellet y, diez años más tarde, del nacionalrealismo figurativo con que Las voces y los ecos, de García Martín programarían aquella década desde postulados más neoliberales y menos iconoclastas: una vuelta al orden tardorrealista del Medio Siglo, agotado ya el tardovanguardismo layetano”.
¡Qué maravilla! Con mi antología me dediqué nada menos que a programar toda una década, la de los ochenta, desde postulados neoliberales. Le hice la competencia a los ministros de Felipe González. Y el bueno de José Luis Rey se vanagloria de haber ocupado el palacio el Palacio de Invierno con sus huestes barrocas tras desalojar a los poetas de la experiencia y derrocar a García Martín.
Nada me alegraría más, amiga Catarina, que el que todo el mundo se metiera conmigo. A mí los detractores siempre me caen bien, incluso los más tontos. Solo ellos piensan que soy tan importante como a mi vanidoso narcisismo le gusta creer.
Lunes, 30 de noviembre
ESPLÉNDIDA Y MARINA
¿Puede uno enamorarse de una mujer sin conocerla, solo por referencias, como en las brumosas historias de otro tiempo? De una mujer, no sé. De una ciudad, sí. Me ocurre a menudo. Me acaba de ocurrir nada más hojear un libro de Ernesto Giménez Caballero que encuentro en la librería de Valdés. Se titula Roma madre y es una exaltada apología del fascismo. Pero antes de llegar a Roma y a Mussolini se acerca amorosamente a Italia. Su puerta de entrada es Génova, a la que ha sorprendido –nos dice- por tierra, mar y aire, “en lo que tiene de fortaleza aún y de república libre, y en lo que tiene de mujer espléndida y marina”. Y el faro de la Lanterna, con su haz en la noche azul, es la espada de matar tinieblas endragonadas y lágrimas de emigrante.
A Génova sorprendida desde el aire se le ve la nuca de sus colinas llenas de ricillos, de pinos y de palmeras. Llegar a Génova por tierra es saltar del plácido lujo de la costa Azul a un laberinto de hierro y grúas, de docks inmensos, de roncar de buques, de tráfago, humo, negocio, cabotaje y tin tin de monedas.
Pero ni por tierra ni por aire se debe llegar a Génova. Hay que entrar por mar para entrar de veras. Arribada por mar, es ciudadela, es siglo XVI, es Andrea Doria en un palacio con tapices y techos inmensos coloreados al fresco, y centinelas por las atalayas. Es toda la libertad de un puerto que se hace República y vuelve la espalda al continente y conquista costas azules.
Es ver América, sentir América como desde ningún otro lugar del mundo, aunque al descubrirse América las antiguas sirenas genovesas tuvieron que esconderse llorando entre los acantilados.
Vieja Génova: puerta de Italia al infinito: rotura del viejo mundo.
Martes, 1 de diciembre
LAS CARGA EL DIABLO
Hojeo las Caricaturas republicanas, de Luis Bagaría, editadas por José Esteban, y su trazo incisivo y lírico me devuelve a un tiempo, el primer tercio del siglo, convulsamente esperanzado. De pronto, me sorprenden los cuatro trazos que nos presentan a Unamuno con grilletes sentado delante de un tribunal. El título de la viñeta dice: “Unamuno, condenado”. Y el pie reproduce unas palabras suyas: “¡En este país, y gobernando Dato, vale más ser terrorista que escritor!”.
Poco después de publicado ese dibujo en el diario El Sol, la tarde del 8 de marzo de 1921, tras asistir a la sesión del Senado, se dirigía en automóvil Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros, a su domicilio particular. Al llegar a la Plaza de la Independencia, desde una motocicleta con sidecar -ocupada por dos individuos y el motorista- que le seguía muy de cerca, le dispararon más de veinte tiros. El chofer, que apenas se había dado cuenta de la agresión, aceleró instintivamente, al tiempo que oía decir al ayudante: “Aprieta, que nos han herido”. Poco después se detenía ante el domicilio del jefe de gobierno, en Lagasca, 4, y al abrir la puerta del coche vieron a Dato bañado en sangre. Partieron entonces hacia Salustiano Olózaga, donde estaba la Casa de Socorro. Los médicos no pudieron hacer más que solicitar la Extremaunción. En el despacho particular del presidente, se encontraban entonces a su espera dos de sus secretarios. La portera, muy alarmada, subió a decirles que el automóvil de la Presidencia del Consejo había llegado a la puerta y se había marchado a toda velocidad sin dejar ningún recado. Salieron entonces para tratar de averiguar lo que había ocurrido, procurando no alarmar a la familia, que había recibido recado telefónico de que el presidente había abandonado el Senado y lo esperaban para la cena. Pero la terrible noticia ya había ido extendiéndose por todo Madrid y llegó incluso a oído de uno de los criados de Dato, el cual, no dando crédito a lo que acaba de oír, dijo en voz alta al entrar en la casa: “¡Pues no dicen por ahí que han matado al señor!”. Se lanzaron entonces a la calle su mujer, doña Carmen, y sus tres hijas, Isabel, Carmen y Conchita, a pesar de que ésta última se encontraba en la cama con fiebre. El cadáver estaba en la Casa de Socorro sobre la inútil mesa de operaciones. Las heridas que presentaba eran: una en el cráneo, otra en la base del cráneo, otra en la vena yugular, otra en el labio inferior y otra en el costado izquierdo que le atravesó la cartera del bolsillo de la levita con salida por el lado derecho; todas mortales de necesidad. La cartera de ante, flexible, adornaba uno de sus lados con un diminuto monograma de oro. Contenía la cédula personal, varias tarjetas de visita, 1725 pesetas en billetes del Banco de España, una imagen de Santa Rita y otra del Corazón de Jesús.
Se sabía que los asesinos habían escapado por la calle Serrano y, poco después del crimen, un suboficial de la Guardia Civil se enteró de que ese día un carbonero de Pueblo Nuevo, al cruzar la carretera alrededor de las nueve, estuvo a punto de ser atropellado por una motocicleta con sidecar en la que viajaban tres hombres. Con este indicio se descubrió la casa de la Ciudad Lineal, próxima a la carretera de Hortaleza, donde dejaron los criminales la motocicleta con varias pistolas automáticas y más de doscientos cartuchos. De los interrogatorios a que fue sometido el dueño de la casa se averiguaron las señas de los asesinos y que uno de ellos, acompañado de una mujer embarazada, se había hospedado en el piso primero del número 144 de la calle de Alcalá, en cuyo piso bajo hay una taberna llamada “El descanso”. Tres días después de obtenida esta pista fue detenido por la policía en el número 164 de la misma calle de Alcalá, Pedro Mateu, de 25 años, tornero en hierro de la casa Elizalde de Barcelona, quien se confesó como uno de los autores del crimen y, en absoluto arrepentido, dijo que él no había matado a un hombre, sino al Presidente del Consejo de ministros y con gran cinismo añadió que en este país, y gobernando Dato, lo único útil que se podía ser, como había declarado el gran Unamuno, era terrorista.
Miércoles, 2 de diciembre
UN CONSEJO DE NIETSZCHE
Hay cosas de las que no se debe hablar si no se habla con grandeza.
Jueves, 3 de diciembre
VÍCTIMAS DE PRIMERA Y DE SEGUNDA
“Voy a ser políticamente incorrecto”, suele decir todo el que va a decir alguna tontería. En esta ocasión lo políticamente incorrecto es que “hay que distinguir entre las víctimas de Eta y las del 11-M. Las víctimas de Eta, por ejemplo, un policía, pueden en cierta medida evitar su muerte marchándose del País Vasco. Pero siguen ahí desempeñando su función, asumiendo un riesgo, y pierden su vida. Sin embargo, las víctimas del 11-M se parecen a las de un tsunami, iban en unos trenes y sin más murieron por efecto de unas explosiones”. O sea, que hay víctimas heroicas y pobres desgraciados con mala suerte. No sé qué conclusión querrá sacar Gustavo Bueno de esa diferencia, aunque conociéndole me temo lo peor. Lo que sí sé es que su palabra no son políticamente incorrectas, sino conceptualmente incorrectas, lo que es más grave en alguien que se ha dedicado profesionalmente a la filosofía.
Si hay dos clases de víctimas, ambas se dan entre las víctimas de Eta, que no solo mata policías en el País Vasco, sino ciudadanos anónimos en un centro comercial o en un aparcamiento, gente que tuvo la mala suerte, como los viajeros del 11-M, de estar allí en ese momento y “sin más murieron por efecto de unas explosiones”.
eres historia literaria. Pero historia, al fin y al cabo.
ResponderEliminarEn España, ser presidente del gobierno, a juzgar por la historia, parece ser un deporte de riesgo. Anoto de memoria: Prim, Cánovas (ahora dudo de si en el momento de su muerte ocupaba el cargo), Canalejas, Dato, Carrero... Como dato curioso (y no hago un juego de palabras con el apellido de D. Eduardo), a Canalejas le dispararon mientras contemplaba el escaparate de una librería. En cierto modo su amor por los libros le costó la vida (es broma).
ResponderEliminarUn abrazo:
JLP
Cuales son las palabras conceptualmente correctas?
ResponderEliminarEsta vez sí que mugió Miguel.
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