viernes, 2 de febrero de 2024

Coraje y alegría: Un engaño menor

 

Sábado, 27 de enero
LO QUE ME SOBRA

Me imagino que no soy el único, pero a pocos les he oído decir lo que yo me repito a menudo: mi problema es que tengo demasiado tiempo libre.

Apenas si pasan de tres o cuatro las horas ocupadas al día y el resto he de ingeniármelas para llenarlas con algo. Escribo, sí, y a juzgar por la opinión de mis amigos, que no leen ni con mucho todo lo que publico, demasiado. Leo, y no falta quien diga que bastante. Pero nunca escribo más de una hora ni leo más que hora y media por la mañana (en dos cafeterías) y hora y media por la tarde (en casa y en otra cafetería).

Envidio a los novelistas. Un tocho de seiscientas páginas necesita muchas horas al día y durante muchos días. Los novelistas son los funcionarios de la literatura. Yo la mayor parte del día la dedico a aburrirme y a no hacer nada, a esperar que llegue algún amigo para charlar un rato, a mirar las nubes que pasan y a fotografiar flores silvestres o la luz entre las ramas de los árboles, como el protagonista de Perfect Days.

La mayoría de las personas que conozco se lamentan de no tener tiempo para nada. Yo tengo tiempo para todo lo que me interesa y me sobra tiempo. La conclusión es un poco deprimente: si no he escrito una obra maestra, es solo por falta de talento.

            Me quejo del tiempo que me sobra, pero de sobra sé que soy injusto. No es cierto que no haga nada cuando no hago nada. Se necesitan muchas horas de ensoñación, vagueo y musarañas para luego escribir un poema en media hora, que es lo máximo que tardo yo en escribir un poema.

Domingo, 28 de enero
CARNE GOBERNADA

---¿A que vienes del cine, Martín? ¿Y a que has ido a ver Pobres criaturas, la película de Yorgos Lanthimos? ¡Qué previsible eres!

            ---Si de mí dependiera, lo sería todavía más. Pero en la vida hay muchos factores que uno no puede controlar.

            ---Ya lo dijiste en un verso que creo que te define muy bien: “Aspiro a lo imposible: a la monotonía”. ¿Y qué te ha parecido la película?

            ---Divertidamente hipnótica, como un cuento de hadas para adultos. ¡Y qué fascinante esa Lisboa o ese París de un final del siglo XIX tal como se lo imaginaban en 1800! Solo hay una cosa que me ha desagradado un poco, tantas escenas de sexo explícito.

            ---¡Siempre tan puritano! ¿No acabas de decir que es un cuento de hadas para adultos?

            ---Exacto. Los adultos, cuando una pareja entra en el dormitorio, no se esconden tras las cortinas o se dedican a mirar por la cerradura, se van a dar una vuelta. La protagonista se hace prostituta en París. Resulta muy divertido el desfile de clientes, pero no hacía falta sentarse a observar a cada uno de ellos hasta el final. Es como lo que cuenta Fernando Savater en su último libro a propósito de la luna de miel para “cachondos maduritos” (son sus palabras, y añade: “en mi caso, muy madurito”) que pasó en Hendaya. Lo de los “escandalosos gemidos” podía habérselo ahorrado. Ya decía Somerset Maugham que es correcto que un caballero, después de los sesenta años, tenga vida sexual; lo que no le parecía correcto es que hablara de ella, y menos con desconocidos.

            ---¿Has leído ya Carne gobernada, el último libro de Savater, el que provocó su expulsión de El País? ¡Cómo lo vas a poner! ¡Cómo te vas a poner!

            ---Lo estoy leyendo, pero aún no sé si le dedicaré o no una reseña. Probablemente sí. Pero yo no soy el anónimo jerezano de las vengativas gracietas que se ocupó de Ideas al vuelo en Calle del Aire. Yo leeré el libro atentamente y lo que diga estará bien fundado, no te preocupes. Además soy uno de los destinatarios. En el prólogo, dice no creer que sus intimidades interesen a cualquier lector, que escribe solo “para amigos curiosos y enemigos biliosos” y yo me incluyo en las dos categorías: en la de los curiosos y en la de los enemigos.

Lunes, 29 de enero
EL TIEMPO PASA

No recordaba este libro, Ángel González en la generación del 50. Diálogos con los poetas de la experiencia, que encuentro en la librería Don Quijote. Lo publicó Tribuna Ciudadana en 1998 y recoge las actas del encuentro celebrado los días 7 y 8 de noviembre del año anterior. Yo fui uno de los participantes, no de los organizadores, y estuve muy a la contra de lo que allí se dijo, según me viene ahora a la memoria.

Bastantes de los participantes ya son historia, como el propio Ángel González: Caballero Bonald, José Agustín Goytisolo, Emilio Alarcos, Alberto Vega. Hojeo el volumen, con muchas fotografías, y me sorprenden unos jovencísimos José Luis Piquero y Javier Almuzara. También algún poeta, entonces admirado y amigo, y luego convertido en todo lo contrario.

            El tiempo pasa y a mí siempre me sorprende que lo haga. Ángel González, que entonces me parecía un anciano venerable, tenía muchos menos años de los que yo tengo ahora. Me veo en una mesa redonda junto a Leopoldo Sánchez Torre y el pasado viernes estuve en otra junto a su hijo, que ya tiene la edad que él tenía entonces. Me froto los ojos. Tengo la absurda impresión de que el tiempo pasa para los demás, no para mí. Supongo que eso nos pasa a todos. O solo a los que no envejecemos por dentro, solo por fuera.

Martes, 30 de enero
EL RUEDO IBÉRICO

Si se mira desde cierta altura, desde las que miraba Valle-Inclán el Ruedo Ibérico, no deja de ser divertido el juego del gato y el ratón que se traen ciertos jueces con el poder legislativo. Antes el congreso aprobaba las leyes y los jueces las aplicaban, ahora se creen con derecho a boicotearlas antes de que se aprueben si no son de su gusto. Y nadie se escandaliza demasiado.

Siempre que se informa de alguna decisión del Tribunal Supremo venezolano se añade la coletilla de “controlado por el chavismo”. ¿Y quién controla aquí a los jueces que han perdido toda apariencia de imparcialidad? Seguro que no es el chavismo.

Miércoles, 31 de enero
OTRA VÍCTIMA

José Cereijo interrumpe, contra su costumbre, el debate de la tertulia virtual para informarnos de que Azúa abandona El País en solidaridad con Savater.

            ---¡Qué buena noticia! --digo yo--. Ya ha encontrado pretexto para irse como víctima. Sus últimos artículos valían poco, ni siquiera eran insultantes. Se limitaba a elogiar, después de hojearlo, el libro que acababa de recibir. Siempre de algún amigo: Juaristi, Vargas Llosa, Trapiello, gente de su cuerda. Mucha hipérbole y ningún fundamento. Estaba resentido porque le había quitado de la página final y pasado sus colaboraciones semanales a quincenales. Pobre. Las viejas glorias dan un poco de pena.

Jueves, 1 de febrero
PADRE Y MAESTRO

Voy a la sede del Colegio de Abogados a escuchar a Chus Neira hablar de literatura y periodismo. Los diarios, las revistas, no solo como contenedores de literatura –cuentos, poemas, ensayos--  con el mismo derecho que el libro, sino también como espacios donde hizo su aparición un género literario propio.

Le presenta David Orihuela y recuerdo que los dos, cuando tenían veinte años, pasaron por la tertulia Óliver y publicaron en la revista que editábamos entonces, Reloj de Arena. Me siento como un viajero en el tiempo, como si siguiera en la tertulia de la Avenida de Galicia y pudiera ver lo que ocurre treinta años después.

Pero no es esa la única sorpresa de la tarde. La máquina del tiempo se detiene de pronto en 1968. Chus Neira habla de su padre, Jesús Neira, que fue mi profesor, la persona más machadiana que yo haya conocido nunca. También, en ese mismo curso, nos daba clase Charo Piñeiro, la madre de Chus Neira. Por entonces eran solo compañeros en la Escuela de Magisterio. El tardío matrimonio vino después. Chus Neira nos cuenta que su padre, como Borges, fue perdiendo progresivamente la vista y él, desde que tenía ocho años, debía leerle los periódicos, especialmente El País; sabía lo que le gustaba y lo que no le gustaba. Le leía a Manuel Vicent, a Vázquez Montalbán, a Rosa Montero… Y desde muy pronto, desde los cinco o seis años, él y su hermana, la poeta Rosario Neira, tenían que escribir cada semana una redacción de tema libre. “Así que, cuando empecé en el periodismo, ya tenía alguna práctica de escribir”, dice sonriendo. Y yo sonrío también imaginándome, sentado en las butacas y escuchándole orgulloso, al profesor que nos enseñó, además de gramática, humildad (fui un pésimo alumno) y a pensar por cuenta propia (eso creo que lo aprendí pronto y bien).

Recuerdo los versos de Borges: “Pienso también en esa compañera / que me esperaba y que quizá me espera”. En su caso, llegó a tiempo y le trajo inmensa felicidad. En el mío, puede seguir esperando.




 

1 comentario:

  1. Quejanse algunos del poco reconocimiento que se les brinda como poetas, escritores y animadores culturales, organizando congresos, charlas, encuentros, premios, etc. Y no les falta razón
    Pónganse en el caso contrario. Yo tengo un amigo que nunca ha escrito un verso ni nada, ni ha partí citado en ninguna feria que acompaña al quehacer literario. Y en Oviedo, y hasta fuera de él, lo tienen por escritor, y además de los grandes. De joven jugaba con esa impostura, ahora es más que incómodo.

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