Sábado,
15 de octubre
LA
BARBARIE POPULAR
Me gusta decir cosas obvias en las que nadie
ha reparado, al menos que yo sepa. Releo los Recuerdos de un anciano, de
Antonio Alcalá-Galiano, y descubro que nada se parece más el Madrid de 1936 que
al Madrid de 1808. ¿Porque en ambos casos el heroico pueblo de la capital
luchaba contra fuerzas que pretendía dominarlo, el ejército rebelde o el
ejército de Napoleón? Eso ya fue un tópico en la propaganda republicana.
“No existía en Madrid autoridad ni fuerza
alguna moral o material”, escribe Alcalá-Galiano. Así comenzaron los desmanes
de la turbas, según su relato: “Se había quedado en Madrid don Luis Viguri,
intendente que había sido en la isla de Cuba, muy amigo de don Diego Godoy, el
hermano de don Manuel, y a quien habían acusado de afirmar en una conversación
con un coronel, allá por 1807, que deseando el rey Carlos IV descargarse del
peso del gobierno, y no queriendo dejárselo al príncipe su hijo, bien podría el
Príncipe de la Paz ser declarado regente. Fuese por esta razón o por otra, es
lo cierto que habiendo Viguri maltratado a un negro, su esclavo, y quejándose
este calumniando a su amo juntó gente a los gritos, y la fama no buena en el
concepto popular del desdichado amo produjo un alboroto en que cayó muerto
Viguri, atándose en seguida una soga a su cadáver con la cual fue arrastrado
por las calles entre gritos de gente frenética, si no malvada”.
Aquel solo fue el comienzo: “Con la crueldad
irreflexiva propia de días de loco entusiasmo, fue pronto olvidada aquella
víctima de la furia popular, y si quedó de ella memoria, fue para crear un
verbo atroz, pues hacía materia de risa lo que debía serlo de anatema, pues se
llamó vigurizar a la acción de asesinar y en seguida arrastrar el cuerpo
exánime del asesinado”. También al término “paseo” se le dio un nuevo
significado en el Madrid del 36. Pero sigo en el heroico 1808. Llegaron por fin
a Madrid tropas españolas que habían vencido a los franceses en Valencia. Así
las vio Alcalá-Galiano: “Los soldados, mal vestidos, desgreñados, sucios, de
rostro fiero, de modos violentos, carentes de toda disciplina, presentaban un
aspecto repugnante”. La gente de educación y clase media se llenó de terror; la
plebe, acostumbrada a los crímenes, los miraba como amigos y con quienes podía
contar en caso de necesidad: “A los dos o tres días de la entrada de los
valencianos, hubo un alboroto en las cercanías de la plaza de la Cebada, en que
cayó muerto un hombre, no pudo averiguarse por qué razón, y el cadáver fue
arrastrado como el de Viguri”.
Hubo héroes y bestias en el Madrid de 1808 y en el Madrid de 1936. Del segundo no digo nada, pero del primero sospecho que los crímenes más atroces —al contrario de lo que se nos ha enseñado— no los cometieron ni los franceses ni los afrancesados.
Domingo,
16 de octubre
UNA
BUENA SEÑAL
Que te preocupen ciertos problemas que llenan
las primeras páginas de los periódicos, que si Sánchez dice esto y Feijoo dice
lo otro, es una buena señal: indica que no tienes problemas personales
importantes.
Lunes,
17 de octubre
NO SÉ
QUÉ LLEVO PEOR
“No sé qué llevo peor si que dejen de quererme
o que dejen de admirarme”, me digo en una de esas conversaciones que tengo
conmigo mismo y que me avergonzaría repetir en voz alta.
—Conociéndote,
sospecho que lo segundo. Eres tan narcisista que para lo primero seguro que te
basta contigo mismo.
—La
verdad es que no sé de qué me quejo. Yo mismo tengo la costumbre de detestar a
quien antes admiraba.
—Te
pasó con Aleixandre…
—Cuando
comencé a escribir, era la figura mayor de la poesía española, como Juan Ramón
Jiménez en los años veinte. Cuando le dieron el Nobel, dejó de interesarme.
—Siempre
te ha gustado ir a la contra.
—No
me atrevería a negarlo. A mí me basta con que todo el mundo esté de acuerdo en
algo para que comience a dudar de ello.
—Te
pasó con Bousoño.
—Me
pasó con Bousoño, me pasó con Brines, me pasó con otro poeta al que conocí y
admiré, Ángel Crespo, me pasó con Villena… La verdad es que no debería
extrañarme que me hagan probar mi propia medicina.
—Y
es normal. Uno evoluciona, crece, tiene gustos distintos.
—-Será
normal, pero fastidia bastante, al menos a mí. Y no es que yo necesite muchos
admiradores, con media docena tengo bastante. Pero soy exigente a la hora de
conceder ese título.
—¿Les
pones un examen?
—Pues claro, pero sin que se den cuenta. Si a alguien que habla muy bien de mi libros, le oigo elogiar la poesía de Manuel Vilas, inmediatamente le tacho de la lista.
Martes,
18 de octubre
CURADO
DE ESPANTO
En alguna parte leí que Dios estaba curado de
espanto. Quién como Dios.
Miércoles,
19 de octubre
UN
PATRIOTA
Se acercan los franceses a Madrid,
Alcalá-Galiano y su familia deciden marchar a Cádiz. Los viajes eran lentos.
Tardan cinco días en llegar a Manzanares. Alojados en una posada, a poco de
llegar se presentó en su cuarto un mozo alto, robusto y de modos amenazadores.
“Aquí tienen ustedes al hombre que más franceses tiene muertos en la Mancha”,
dijo. Y comenzó a referir sus hazañas. Una de ellas es que entrando en un
hospital de franceses había quitado la vida a los enfermos que estaban en sus
camas y que, como uno de ellos le dijese “español, agua de tisán” (y se burlaba
de su acento al contarlo), él le había respondido “toma tisana” magullándole
los sesos.
—Pero
peor que los franceses son los traidores que los apoyan, yo he matado a muchos,
pero aún quedan más, todos los que como ustedes huyen de Madrid sin quedarse a
defenderlo, por ejemplo.
No
contaré cómo lograron salvar la vida Alcalá-Galiano y su madre de semejante
patriota, cuyo nombre quizá figure con letras de oro entre los héroes de aquel
tiempo.
Jueves,
20 de octubre
ALERTA
MÁXIMA
Me aterran los días en que todo sale bien. Son
aquellos que el destino prefiere para ponerte la zancadilla.
Viernes,
21 de octubre
RECINTO
MURADO
De vez en cuando, conviene echarse la mochila
al hombro y salir a dar una vuelta por esos mundos de Dios. Este fin de semana
lo paso visitando castillos. Comienzo por el de Peñafiel, para seguir por los
de Cuéllar y Coca y terminar con el de la Mota, en Medina del Campo. Todos los
castillos tienen para mí sabor de infancia. Me recuerdan aquellas tardes, las
mejores de mi vida, en que acompañaba en sus correrías al Capitán Trueno o a
Ricardo Corazón de León. Luego hubo otros castillos, como el de Franz Kafka, o
el de Teresa de Jesús. En el primero nos esperan, pero nunca podemos cruzar sus
puertas; en el segundo, somos nosotros los que cerramos las puertas para que
nadie entre.
Un
viaje, por pequeño que sea, es para mí siempre el Viaje, la búsqueda de un El
Dorado o una Ítaca que no están en ninguna parte, de un lugar fueran del mapa y
del calendario donde “vivir no duela como una postura incómoda”. Un castillo,
cualquier castillo, es para mí siempre el Castillo, recinto murado que me
protege de los riesgos de la intemperie y me da la libertad que me quita.
y ¿no te ha pasado lo contrario que con Brines, Crespo, etc., que un autor repudiado hayas pasado a admirarlo? En lo de la admiración, yo soy devoto de este y el otro blog, admiro tu obra. A ti no. Pero te estimo.
ResponderEliminarSí, he cambiado de opinión a favor más de una vez. Y a ciertos poetas no los admiro tanto como antes, pero sigo apreciándolos. Muchos poemas de Brines me los sé de memoria. Y la admiración de la que hablo es siempre hacia la obra.
ResponderEliminarSigo considerando a los poetas de ese libro los poemas más importantes de ese momento.
ResponderEliminarHoy voy a ser crítico.
ResponderEliminarNo hace falta que “sospeches” lo que subrayas claramente y recurriendo a ejemplos escogidos. En una guerra la crueldad es general, así que el único condenable en ella (si la condena cabe) es el peor. Curioso que lo sea el pueblo español en este caso, según das a entender, siendo él y no el francés el que sufrió una invasión a traición y a sangre y fuego hace dos siglos (se te olvida ese detalle). También podría no ser uno peor que el otro, claro, con invasión o sin ella, pero tú sí inclinas la balanza. Con otros pueblos abusados sacas pecho, incluso.
Titulas: un patriota, la descripción de un miserable. La podrías haber titulado un miserable, y no un patriota, sería más preciso. O incluir falsos patriotas franceses, para compensar un poco. Como los colaboracionistas de Vichy, que mandaron alegremente a muchos compatriotas a campos de exterminio. Efectivamente, el traidor es peor que el invasor, aunque no lo diga Agamenón sino el porquero en tu texto de apoyo.
Por cierto, el texto está plagado de clasismo y evidencias anecdóticas. Pero me quedo con el humor involuntario de su autor cuando se esfuerza en rebuscar.
Soldados de rostro fiero que vuelven sucios (sic) del frente. Al parecer no los había de rostro pacífico y limpios. Se los llevaría todos Wellington, que sí tenía duchas portátiles.
¿Una invasión a traición? Je, je. Los franceses en España entraron con todas las de la ley (aliados de los monarcas españoles) y José I accedió al trono con toda legalidad (el monarca legítimo, que era Carlos IV, tras devolverle su hijo la corona que le había usurpado con un motín, había abdicado en Napoleón). Lee, lee. ¡Cuántas cosas nos contaron en la escuela que no son verdad! Otra cosa es que los españoles se revelaran contra esa legalidad y practicaran el terrorismo --guerra de guerrillas se llamó después-- contra el ejército francés, aunque quien lo derrotó fue el ejército inglés. Y por cierto, el texto que cito son las memorias de un testigo, uno de los personajes fundamentales de la época. Lee de quién se trata --aunque sea en Wikipedia-- antes de descalificarle.
ResponderEliminarLo fiable no es el testigo sino el testimonio, cuando lo es siquiera. Por eso existen jueces. Agamenón no suele mentir, pero también él fue a la escuela.
ResponderEliminarCon la corona se entrega el poder mismo. Eso es sumisión y vasallaje de un estado, no alianza. No reduciré al absurdo toda tu acomodaticia respuesta porque ya lo hiciste tú. Peor que la Wikipedia es la Enciclopedia Álvarez francesa.
Te gusta repetir que el terrorista para unos, es héroe para otros, y viceversa. Pero justo en este caso haces la excepción y demonizas, llamando héroes (sin comillas) a los canallas de un bando, pero sin mencionar a los del otro.
Napoleón quería bloquear el comercio inglés con Portugal por tierra, tras su impotencia en Trafalgar, y hacerse con el territorio de una nación débil para facilitar las cosas. La cúpula la neutralizó intrigando, pero el resto se le complicó bastante, esa es la historia. La traición fue contra el pueblo llano mismo, con todo el turbio manejo de Bayona a sus espaldas.
No se puede desmitificar sin demonizar, por eso lo haces tú. Pues los falsos mitos (en realidad: los verdaderos, los infundios) se caen solos. Y tampoco es ir contra corriente, no te engañes. De hecho, el revisionismo (con un sesgo u otro) es lo común, a día de hoy.
P.S. No sabía que rebelarse un pueblo contra la legalidad fuese tan malo. No hace mucho y con Cataluña no pensabas lo mismo. Y primero fue la guerra de guerrillas (en un país cuasi rural, en el XIX), y luego el terrorismo propiamente dicho (en uno ya claramente urbano, en el XX, aunque mejor no hablar de ese).
!.- El Dos de Mayo es la fiesta nacional de Madrid, antes de toda España, y la llamada Guerra de la Independencia uno de los momentos gloriosos de nuestra historia, según nos han enseñado y nos siguen enseñando. Yo subrayo lo que no se dice, para hacer pensar a quienes creen que lo que les han enseñado en la escuela es la Verdad.
ResponderEliminar2.- Guerrilla urbana y terrorismo son términos aplicados a los mismos hechos, en un caso por quienes participan en ellos, en el otro por quienes los reprimen.
3.- Antonio Alcalá Galiano cuenta lo que ha vivido, hablar aquí de jueces y de testimonios resulta un tanto extraño. De la barbarie de los "patriotas", y no solo contra los franceses, hay bastantes testimonios (a Meléndez Valdés estuvieron a punto de lincharle en Oviedo).
4.- El conde de Toreno habló de "guerra y revolución de España". La llamada Guerra de la Independencia, fue (entre otras cosas) una revolución contra el orden constituido, contra la legalidad vigente: por primera vez se aplicó en España el principio de la soberanía nacional que venía de la revolución francesa.
5.- Entender la historia como un combate entre buenos (los nuestros) y malos (los otros) denota cierta ingenuidad y puede --suele-- ser muy dañino.