Sábado, 13 de
enero
ENEMIGOS ÍNTIMOS
Soy
demasiado racionalista y eso no siempre es razonable. Quiero buscarle una
explicación a todo y no todo tiene explicación o, si la tiene, es tan compleja
y está tan oculta que conviene actuar sin esperar a dar con ella.
Hay gente que me quiere, y que me
sigue queriendo y apreciando desde hace medio siglo, o más. Debería celebrar
eso y no tratar de buscar explicación al odio de otros.
A veces, demasiadas veces, meto la
pata o doy un pisotón. En cuanto lo advierto, pido disculpas. Unos las aceptan
y otros no. En el primer caso, tan amigos; en el segundo, pues qué se le va a
hacer, adiós, muy buenas.
Pero la verdad es que –da un poco de
vergüenza confesarlo-- no podría vivir teniendo solo amigos. Necesito un puñado
de enemigos escogidos con los que quedar de vez en cuando para una buena pelea.
Dialéctica, por supuesto. Nada de puñetazos ni de hacer sangre.
No vale cualquiera para enemigo mío. Tiene
que ser inteligente, incluso más que yo (aunque tampoco hay que pasarse). Tiene
que ser de noble corazón, como en las novelas de aventuras. Saber ganar y saber
perder. No ser rencoroso.
No resulta fácil encontrar enemigos así.
Yo los cuido mucho. Sin ellos, yo sería menos yo y mi vida peor. También me
gusta tener algunos gigantes y cabezudos con los que jugar al pim pam pum.
Tienen que estar muy encumbrados; si no, sería bullyng. Reírse de un artículo
de Vargas Llosa en el que pone a Cercas por encima del pobre Galdós (que no
entendió las innovaciones de Flaubert) o de una novela detectivesca de
Pérez-Reverte o de unas declaraciones sobre estética de Gamoneda está bien;
reírse de un premio Planeta o Nacional de Poesía puede resultar crueldad
innecesaria.
Pero hay enemigos, o amigos, que se
enfadan de veras y no practican el fair play. En ese caso, mejor no
explicar nada. Dejarlos de lado y a otra cosa, mariposa.
---¿Y si ellos no olvidan fácilmente
y se dedican a perseguirte y calumniarte?
---Pues no entrar al trapo y esperar a que se aburran. Se aburren pronto; he tomado la precaución de no ser importante.
Domingo, 14 de
enero
DÍAS PERFECTOS
Como
todo el mundo (salvo las excepciones habituales) quedo fascinado con Perfects
Days, la película de Wim Wenders. La verdad es que el protagonista se me
parece mucho, o se parece mucho a una versión idealizada de mí mismo. Un
trabajo rutinario, hecho con amor, y una atención constante a los pequeños
prodigios de la vida cotidiana.
Luego lo pienso mejor y veo que no
se me parece tanto. Habla poco, todo le parece bien, es un santo varón
contemplativo.
Exactamente, lo contrario que yo.
Lunes, 15 de enero
LEER O NO LEER
No
estoy yo muy de acuerdo con los versos de Bergamín: “Amigo que no me lee, /
amigo que no es mi amigo, / porque yo no estoy en mí, / sino en aquello que
escribo”.
Yo acabo no leyendo a mis amigos, al
menos a los que tengo más trato, porque me sé de memoria lo que van a decir. Me
limito a hojear y elogiar cada nuevo libro suyo. Con eso basta y sobra para
conservar la amistad.
Y si yo no leo con demasiada
atención a los amigos a los que más frecuento, no sé por qué ellos iban a
leerme a mí. Supongo que harán conmigo lo que yo con ellos.
Los otros amigos, los que no conozco, son los que me leen, y para los que de verdad escribo. Me leen, pero no siempre, que si leyeran todo lo que escribo no iban a tener tiempo para hacer otra cosa.
Martes, 16 de
enero
CRUZAR UN PUENTE
Como
cada mañana, en torno a las diez, atravieso el parque de Santullano y saludo a
la iglesia entre los abedules, para ir a tomar el primer café con el primer
libro a Noor. De pronto, encuentro cerrado el paso.
Van a tirar el puente que cruza la
autopista y hoy por primera vez resulta impracticable. Ayer, sin saberlo, lo
crucé por última vez. Ahora tengo que dar un rodeo para llegar a mi destino. Se
acabó por un tiempo este grato paseo matinal. Será para bien: el entorno de San
Julián de los Prados y la Fábrica de Armas quedará mucho mejor. Pero eso no
evita el topetazo de la melancolía.
Recuerdo un viejo poema mío, escrito cuando cumplí cuarenta años: “Hoy, como cada día, he de cruzar un puente, / su frágil armazón de inseguros instantes”. Ese puente metafórico lo seguiré cruzando cada día.
Miércoles, 17 de
enero
NOSTALGIA
REPUBLICANA
Siempre
tuve a Romanones por un figurón de la vieja política. Pero de vez en cuando cae
en mis manos un libro suyo y mi consideración va cambiando.
Hoy le toca el turno a Los cuatro
presidentes de la Primera República Española (que en realidad fueron cinco,
todo el mundo se olvida de Serrano). No parece el tema más adecuado para un
libro publicado en 1939, sobre todo porque tiene mucho de apologético:
“Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar son magníficos ejemplares de la
mentalidad española y señalan uno de los momentos de mayor esplendor de la
elocuencia parlamentaria. Su talento grande y no menos grande su cultura;
moralidad llevada hasta el escrúpulo, cada uno en su género modelo de
patriotas”.
No faltan elogios, como no podía ser de
otra manera, al bando triunfante en la guerra civil, pero todo el libro parece
una critica a los nuevos tiempos: “En el siglo pasado, y aún bien entrado este,
era axiomático que la cultura extensa constituía la más útil preparación para
el hombre de Estado. En la hora presente, tal prejuicio se ha desvanecido, pues
quienes se imponen como dueños y señores de los destinos de los pueblos no son
Humanistas, ni Polígrafos, ni Universitarios, ni poseen elocuencia suma. Para
comprobar este aserto, no es necesario citar nombres, bien presentes se
encuentran en la memoria de todos”. (El primer nombre que vendría a la memoria
de todos sería precisamente el de Franco.)
Para acabar con la Primera República,
fue necesario disparar unos pocos tiros al aire, los de Pavía al entrar en el
Congreso, pero luego todo se recompuso
ordenadamente hasta que, un año después, llegó el nuevo rey.
Romanones, que ayudó al desmontaje sin
trauma de la monarquía, soñaba con que la Segunda República acabara como la
primera y diera paso, sin derramamiento de sangre, a una restaurada monarquía
liberal. De ese ensueño procede este libro.
Romanones no se hace ilusiones sobre el nuevo tiempo: “La Libertad ha muerto, lo afirmo con emoción verdadera, no en balde durante cincuenta años la rendí culto”. Y termina el prólogo con la emocionante expresión de su desengaño: “Cuando se pierde la fe en las convicciones políticas, si estas son sinceras y profundas, se produce en el alma un vacío imposible de llenar al término de una vida, como al ser abandonado por la mujer querida o traicionado por el amigo del alma”.
Jueves, 18 de
enero
PARA UN HOMENAJE
Conocí
al poeta Pelayo Fueyo, el más poeta que yo haya conocido (y no sé si eso es
bueno o malo), cuando se presentó en mi casa, acompañado de José Luis Piquero,
para proponerme que organizáramos un homenaje a Luis Cernuda, de cuya muerte se
cumplían veinticinco años y nadie parecía acordarse. Pero resulta que andaban
un poco despistados: estábamos en 1987 y el aniversario era al año siguiente.
Hoy, en la presentación del nuevo libro de Pelayo, se habla de la intención de
proponerle al Ayuntamiento de Oviedo un homenaje a Víctor Botas con motivo del
treinta aniversario de su muerte. ¡Treinta años ya! Los suficientes para que
hayamos podido comprobar que su poesía sigue viva, que no es benemérita
arqueología.
---¿Y qué homenaje se le podría
proponer al Ayuntamiento?, me preguntan.
---Cualquiera que no sea la creación
de un premio literario con su nombre.
---A lo mejor a él le gustaría,
quizá no les tenía la manía que tú les tienen.
---Pues no se presentó a ninguno,
algo querrá decir eso.
---Un premio no, entonces. Una mesa
redonda y una lectura poética parece poca cosa. Estuvo muy bien el homenaje del
Club de Tenis, con la película de José Havel.
---Yo creo que lo mejor sería
colocar una placa en su casa natal. Ya la tienen José García Nieto y Antonio
Gamoneda, aunque muy mal redactadas. Podrían servir para trazar un itinerario
literario en Oviedo. Víctor Botas nació en un hermoso edificio que hace esquina
entre el paseo de los álamos y la calle Milicias Nacionales, su vecino es Woody
Allen. Seguro que tienen muchas cosas de las que charlar.
---Pues no me parece mala idea. El
nombre, las dos fechas, 1945-1994, y una frase memorable como las que solía
redactar Eugenio d’Ors.
Viernes, 19 de
enero
CADA DÍA
Pudiera
pensarse que, con el paso de los años, se va acentuando la monotonía y decrecen
los sobresaltos. Pero no. Como en el poema de Auden, cada día sigue trayendo
nuevos verbos irregulares que hay que aprender a conjugar.
Aunque basta con uno, ”vivir”, que
es el más irregular de todos.
Victor Botas, vengo ahora a pensar, fumaba en pipa. No es difícil de esculpir. Un busto (uno más) por el parque San Francisco estaría bien.
ResponderEliminarCreo que es mejor una discreta y elegante placa señalando su lugar de nacimiento que un busto.
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