sábado, 9 de abril de 2022

Elogio de la cordura: España sin honra

 

Sábado, 2 de abril
NO PENSAR

A la memoria me vienen estos días con mucha frecuencia unos versos del “Discurso a los jóvenes”, de Ángel González: “Si alguno de vosotros / pensase / yo le diría: no pienses. / Pero no es necesario”.

            No es necesario aconsejar hoy a la inmensa mayoría que no piense. “Es que para ti —me suele replicar mi amigo José Cereijo—  solo piensa, o solo piensa bien, el que piensa como tú”.

            Algo de cierto hay en lo que dice. En cuestiones de opinión, cada uno tiene la suya, pero hay otras no opinables, y en las que es posible, informándose, razonando correctamente, alcanzar una verdad lo más objetiva posible.

            “¿Pero tú te imaginas —me suele replicar mi amigo Xuan Bello— lo que sería una sociedad en la que cada uno pensara por cuenta propia? Totalmente ingobernable. Tú  no sabes los disparates a los que puede llegar cierta gente si la dejan pensar por cuenta propia. Mejor así, Martín, mejor así. Que la mayoría se crea que la verdad es lo que le cuenta el telediario. Y tú piensa de verdad y busca la verdad verdadera que, como nadie te hace caso, no acabarás como Julian Assange y otros héroes del mundo libre.”

Domingo, 3 de abril
 LICENCIA PARA ROBAR
 

El viernes pasado estuvimos discutiendo en la tertulia —es un tema recurrente— sobre si la Constitución española permite o no que un ladrón o un asesino sea jefe del Estado. Yo sigo afirmando que no, aunque se empeñen en afirmar lo contrario fiscales, ministros y catedráticos de Derecho. “Lo tuyo es sostenella y no enmendalla, Martín. Por muchas y fundadas razones que te den los especialistas, tú vas a seguir en tus trece. Tú no cambias de opinión así te maten”, “Pues sí —le replico a mi amigo Lino—, en ese punto es difícil que cambie de opinión mientras no cambie la Constitución y el artículo 56.3 no diga lo que dice, que no es lo que dicen que dice los que lo citan siempre maliciosamente amputado. Solo me puede hacer cambiar de opinión el Tribunal Constitucional, que hasta el momento no se ha pronunciado. Si el jefe del Estado se convierte en ladrón y asesino (hablo en hipótesis, por supuesto), únicamente permanece en su puesto con la complicidad del gobierno y también con la del Parlamento, que puede destituirle”, “¡Pero eso es un disparate!”, oigo decir. Y luego cambiamos de tema porque ya todo el mundo, salvo yo, está harto del asunto.

Hoy en el Fontán encuentro un libro que tiene que ver con que un malhechor, un Luis Roldán, un Luis Candelas, un Harvey Wenstein pueda ser jefe del Estado español y no se le pueda llevar ante la justicia. A la mayoría de los españoles les parece una simple anécdota; yo lo siento como una grave ofensa y no tanto a mí como a mi país.

Se trata de los Recuerdos de un anciano, de Antonio Alcalá Galiano, en su primera edición de 1878. Aparece en un puesto en el que hay libros interesantes de finales del XIX y principios del XX, pero casi todos en bastante mal estado y muchos —la primera edición de Nazarín, por ejemplo— con la página de la portada arrancada. Seguramente allí había firmado el anterior propietario y al heredero que los vendió le parecía una vergüenza que se supiera quien se había desprendido de ellos. Aquí todos somos, o éramos, como el hidalgo que, antes de salir de casa, se echaba unas migas en la barba para que los vecinos no sospecharan que no había comido. Afortunadamente estos Recuerdos de un anciano están muy bien conservados y llevan un sello que les añade valor: “Librería / de Juan Martínez / Plazuela de Riego / Oviedo”. Es la misma librería en la que compraba sus libros Clarín y a través de la cual enviaba sus colaboraciones a la prensa de Madrid y también las cobraba. Es la misma librería —ya con el nombre de Ojanguren, pero todavía en el mismo sitio: plaza de Riego, esquina Altamirano— en que yo entraba deslumbrado en mis años de estudiante, y en años posteriores, y siempre salía impaciente con alguna maravilla.

            Uno de los capítulos se titula “Deposición del rey por las Cortes en Sevilla el 11 de junio de 1823”. El gobierno, junto con el rey, se había trasladado a Sevilla porque “los cien mil hijos de San Luis”, las tropas francesas que habían entrado en España para restaurar el absolutismo, amenazaban ya la capital. Cuando esas tropas llegaron a Despeñaperros, decidieron trasladarse a Cádiz. El rey se negó. Y las cortes aprobaron entonces una propuesta, presentada por Alcalá Galiano, que declaraba su incapacidad y nombraba un regente. Conseguido el propósito de que no se quedara en Sevilla para recibir con los brazos abiertos al enemigo, le devolvieron sus poderes. “Pues qué, ¿ya no estoy loco?”, dijo con sorna Fernando VII, que pocos días después condenaba a muerte a todos los que habían votado en contra suya.

            El artículo 59.2 de la Constitución afirma que “si el Rey se inhabilitare para el ejercicio de su autoridad y la imposibilidad fuera reconocida por la Cortes Generales, entrará a ejercer inmediatamente la Regencia el Príncipe heredero de la Corona”.

Uno de nuestros contertulios habituales es Daniel Rodríguez Rodero, opositor a  poeta y a notarías, que de la letra de la ley se las sabes todas. “No cantes victoria, Martín, ese artículo está previsto para si el rey tiene una grave enfermedad, como ocurrió con Franco y el entonces Príncipe de España. La reconocerían los médicos y el congreso se limitaría a ratificarla. Es absurdo pensar que la iniciativa pueda partir de un congreso escandalizado por los negocios irregulares del monarca. Los redactores de la Constitución se la cogieron con papel de fumar y no escribieron ‘fuere inhabilitado’ sino ‘se inhabilitare’, una forma reflexiva que indica que él mismo tiene que reconocer su incapacidad”. “Y si tras un accidente queda en coma, ¿cómo va a reconocerla?”, “Entonces lo hace el equipo médico habitual”, “Esa forma verbal puede ser reflexiva o impersonal, sin indicar el sujeto. Si el rey incumple la Constitución y las leyes que ha jurado cumplir y hacer cumplir, queda incapacitado para sus funciones y debe ser inhabilitado por el congreso. Y si no lo hace se convierte en cómplice”, “Pero Juan Carlos no juró la constitución para ser rey —ya lo era por voluntad de Franco—, simplemente la acató”, “Acatarla es aceptarla en todos sus puntos, también en el de cumplir las leyes. No está por encima de ellas. Si no las cumple, al margen de la cuestión de si está sujeto o no al código penal, se inhabilita como jefe del Estado”.

Martes, 5 de abril
ÁNDATE CON TIENTO

“Estás obsesionado con el rey desterrado, Martín, pero no te he visto indignarte con las matanzas de Bucha, como toda persona decente”, “En cualquier guerra hay muertos, de eso no hay duda, por eso yo estoy en contra de todas las guerras. Si en Bucha ha habido masacres, genocidio, crímenes de guerra, eso es algo que habrá de investigar una comisión independiente dirigida por la ONU. No basta con lo que diga una de las partes. ¿Sabes por qué detuvieron y luego asesinaron al periodista Luis de Sirval en el Oviedo de 1934? Había llegado a Asturias para informar sobre la revolución de octubre, ya abortada cuando él llegó. Se hospedaba en una fonda en la que también se alojaban huéspedes del hotel Europa, incendiado durante la lucha. La mesa era común y allí Sirval conversaba con otros comensales. En la prensa se daba cuenta de las atrocidades de los revolucionarios: curas descuartizados y puestos en venta, hijos de guardias civiles con las cuencas vacías, monjas asesinadas y luego violadas. Sirval desmentía tales infundios. Incluso contó que a un cura que el ABC daba por descuartizado y vendido en una carnicería él lo había entrevistado el día antes. Eso bastó para que fuera denunciado, encarcelado, asesinado por los legionarios que estaban allí para imponer el orden al margen de cualquier ley”, “Pues ten cuidado no vaya a entender alguien que te pones del lado de Putin y, asesinarte no, pero expulsarte de tu trabajo, no dejarte publicar en ninguna parte, acribillarte en las redes sociales, eso sí”, “¡Pero si yo solo quiero informarme antes de opinar!”, “Ándate con tiento, que no es momento de escrúpulos sobre lo que es verdad y lo que no. Lo único que importa, ya lo dijo Pedro Sánchez, es colocarse del lado correcto de la historia”.

Jueves, 7 de abril
RECUENTO

Sin ser un poco inconscientes, sin olvidarnos de la espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas, ¿cómo podríamos vivir?

            De vez en cuando, me gusta hacer recuento de los cotidianos instantes de felicidad que soy capaz de arrebatar a la negrura del tiempo.

            Un libro recién llegado que parece escrito solo para mí y que comienzo a leer con un café y un vaso de agua en Noor o en Los Porches.

            Un paseo solitario por los alrededores, escuchando distante el mugido de las vacas y muy cerca los pájaros cantores, con la ciudad al fondo emborronada por la niebla, atento a las florecillas del camino.

            Un rato de charla —presencial o virtual— con buenos amigos, siempre empeñado yo en tener la razón (y teniéndola casi siempre).

            En el parque infantil, al lado del colegio Novo Mier, mientras Yara abre los ojos asombrada ante tantos enigmas multicolores y Martín hace circenses malabarismos en el tobogán o en los columpios.

            Preparar algo sencillo y cenar solo, pero en la mejor compañía.

            Dormir de un tirón para despertar como un recién nacido a la maravilla del mundo.    


    

 

 

9 comentarios:

  1. Estimado José Luis: hace tiempo que sigo su blog y sus recensiones literarias y son muy instructivas, no intervengo quizá debido a que poco puedo opinar y a mi alergia a las redes sociales. Sobre lo de la monarquía creo que usted lleva razón,y en lo que a Ucrania se refiere también.No se implementó caída la Unión Soviética un consenso común sobre una política de seguridad colectiva para el continente europeo. Antonio Alcalá Galiano fue uno de los hombres más brillantes de España según los historiadores aunque también corrupto.Su padre participó en la batalla de Trafalgar donde falleció como un héroe según las crónicas.No pretendo dar lecciones de historia es que su mención me recordó esto de Galiano y me vino a la memoria. Reciba un cordial saludo. Diego

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  2. “Solo piensa, o solo piensa bien, quien piensa como tú”

    Pensar es pensar bien, sin más. Pensar mal es pensar poco, aunque el que piensa mal acierte a veces, como los bufones buenos.

    La verdad no es opinable, claro. Pero hasta que la verdad se alcanza, y sobre todo en temas muy polémicos, solo hay opiniones, sin más, tengan más o menos fundamento.

    Nadie opina sobre la veracidad de lo que ya está confirmado, sería absurdo hacerlo. Salvo los negacionistas más recalcitrantes (terraplanistas, etc.), pero lo de esos ya es delirio…

    Y si alguien se empeña en llevarle la contraria a todos en lo que la certeza se confirma, ello no implica que ese alguien no tenga “la razón” (o sea: la mayor parte de la misma), sino que le niega su porción al resto abruptamente.

    Y eso es poco cuerdo, pues la razón final (si es que se alcanza) es una suma siempre, y por eso obliga a debatir.

    Si de veras eres cuerdo tú, no puedes tener toda la razón hasta que te la den todos los cuerdos. Y si no lo hacen en bloque, es porque no la tienes toda, por mucho que te empeñes, te den ellos por loco (o por imposible) o no lo hagan. La suma final de la razón es la verdad (cuando se alcanza), y esa nadie cuerdo la discute, y entonces no hay pelea.

    En realidad, se trata de una suma cero aquí, en la que (con más o menos éxito) se intenta recomponer un vaso roto de forma colectiva, añadiéndole fragmentos. Y a veces la pieza más pequeña es la base misma, ojo con eso. O la piedra angular, usando un símil bíblico.

    Por eso hay que escuchar a todo el mundo, aunque tu voz sea, de hecho, la más fuerte. No sea que no veas una aguja algo torcida en el racional pajar y te la claves sin querer.


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  3. Bonifacio, como tengo la pierna rota y sin mucho ocio, te respondo. Hasta donde he entendido.
    La "verdad" goza de mucho prestigio, pero es escasa y hay que demostrarla.
    Verdad es el teorema de Pitagoras y el principio de Arquimedes
    Otra cosa es la certeza, otra historia.
    c.s.q.d.
    Un saludo

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  4. Al pensador original e intrépido, al pionero, al descubridor, le puede allanar mucho el camino el consenso de los "cuerdos oficiales", pero no serán ellos, sino los hechos contrastados los que le hagan tener razón. Cuando Galileo Galilei dirige su telescopio hacia la luna y sostiene que ve allí montañas, los cuerdos oficiales aristotélicos se escandalizan, ya que sólo en el mundo sublunar caben la irregularidad, la imperfección y la corrupción, mientras por encima de él solo pueden existir cuerpos perfectos como la esfera. Los escolásticos más timoratos se niegan a mirar por el ocular, no sea que les vaya a convencer. (Recuerdan, mutatis mutandis, a los políticos actuales que se niegan a escuchar la versión de una de las partes en liza, no sea que tengan que descender de la hornacina a San Zelenski, el incumplidor de los acuerdos de Minsk y azote del Donbass).
    Otros aristotélicos se defienden con la hipótesis de que las supuestas montañas son artefactos creados por el instrumento óptico. A estos los enmudece Galileo dirigiendo el telescopio desde Venecia a Murano, donde todos reconocen los familiares edificios, diez veces más cerca. Los cuerdos más osados sugieren que, para mantener la sublime forma esférica, cierta sustancia vítrea, transparente, rellena y nivela todos los valles y hondonadas lunares, manteniendo así la perfección esférica. Con provocadora sorna, Galileo argumenta que, dada la transparencia de la sustancia vítrea, también podría estar recubriendo por igual montañas y valles, haciendo las crestas aún más altas. Es su modo de afirmar que la especulación es libre y vacua, y no lleva a ninguna parte. Finalmente, son los hechos contrastados y las observaciones públicas las que dan la razón a Galileo y arrumban a los cuerdos de plantilla, a aquellos escolásticos parasitados y paralizados por una superstición descabellada.
    A Xuan Bello habría que decirle que no se trata exactamente de "pensar por cuenta propia", ya que a veces la razón engendra monstruos, sino sencillamente de atenerse a los hechos, y no a los bulos, a la información/propaganda sesgada y pagada o a las ganas de creer aquello que tranquiliza.

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    1. Antonio, todo eso es muy interesante. Pero no fue Galileo el primero que propuso la teoría heliocentrica y la elipsis como órbita.
      Desde Aristarco de Samos, los sabios aceptaban esa teoría como hipótesis. Y no había óptica.
      Victor Menendez

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  5. He hablado de las montañas de la luna, ni una palabra del heliocentrismo, por lo que esta respuesta merecería una elipsis, es decir, una omisión y no una curva orbital (elipse).

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    1. Cierto, se cometen muchos errores ortográficos y gramaticales tecleando el móvil.
      Gracias por la corrección.

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  6. Perdón por contestar tarde, no pude leer esto hasta hoy. Respuesta para Joaquín y Antonio (si la leen).

    ¿Los cuerdos más osados?

    Si alguien es cuerdo no necesita ser osado, porque la cordura es cristalina, y nada arriesga. Y si es osado no es cuerdo, pues solo la locura (o la ignorancia) es atrevida, como es sabido. La temeridad no es valentía.

    Dentro de un literal manicomio, Galileo sería el único cuerdo, claro. Fuera de él, en la realidad común, no lo sería (no lo era). Aunque él sí fuese más cuerdo (o lúcido) que los que le rodeaban en su tiempo, esa es la idea.

    Y si resultase (cosa muy difícil) que en el tiempo de Galileo todo eran locos (o ignorantes) menos él en lo que al contexto científico atañe, no es así con los que le precedieron y le siguieron luego, cuando él mismo, Galileo, se convirtió en uno de los gigantes sobre cuyos hombros Newton afirmó haberse apoyado.

    Aunque a mi modo de ver, más que una suma de “gigantes” (no creo en los genios, brillar no te hace superior) se trata de una suma (cero) de individuos de considerable estatura, eso sí, que agregados hacen un gigante impersonal único, todavía incompleto a día de hoy, eso quise exponer.

    En cuanto al “Quien bien te quiere te hará leer”, me recuerda a cuando Gustavo Bueno se enfurecía con quien discutía sus palabras, bajo el pretexto (no necesariamente falso como anécdota) de que no las entendía pues no había leído antes sus libros. Y bueno, en los libros se encuentran el desarrollo y los matices. Pero si tus ideas son tan incontestables como para enfurecerte con quien las discute, deberías poderlas explicar de forma diáfana y verbal en su base, y no usar lo escrito (aunque sea tuyo) de muleta fácil cuando no sabes (o mejor dicho: no puedes) explicarte bien del todo.

    Lo escrito, escrito está. Y en lo que respecta al desarrollo tecnológico y científico (y no tanto a la poesía, por ejemplo) envejece muy rápidamente y hay que estarlo actualizando todo el tiempo. Es decir: que en realidad nunca está escrito de veras.


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  7. Hola Joaquín, te aclaro (si es que me lees) y ya dejemos esta entrada que hay una nueva, y se va a enfadar el dueño del café (con razón).

    No hablé de ti en ningún momento, cuando dije “si tus ideas son tan incontestables…etc.” no me refería a las tuyas, usé un “tú” o segunda persona en sentido impersonal, como diciendo “si las ideas de alguien (el que sea) son tan incontestables, entonces ese alguien no debería enfurecerse etc.”.

    Solo cité tu nombre en relación con la expresión “quien bien te quiere te hará leer” que usaste, pero nada más, sin alusión personal alguna, ni expresa ni pensada tampoco. Ni siquiera te conozco, además, pero lamento el malentendido.

    Muletillas usamos todos, pero yo critiqué la validez de la muletilla en sí, ya que tú la sacaste a colación como lo podrá haber hecho cualquiera. No critiqué el que tú en persona uses esa o las que te dé la gana (solo faltaría).

    Por otro lado con la expresión “en realidad no está escrito de veras” quise decir que efectivamente no está escrito del todo, no que no sea válido lo que ya está escrito, pues obviamente sí lo es. Lo que ocurre es que se está siempre escribiendo y no se puede considerar finiquitado.

    Por eso dije que “en realidad” no está escrito, pues ni siquiera se puede llamar “escrito” propiamente, en rotundo pasado (aunque sí esté impreso en un papel) a lo que está siempre sujeto a innovación cuando de ciencia se trata, y no de otras disciplinas. Si quieres, Joaquín, cambia mi “en realidad no está escrito”, por “en el fondo, no está escrito de veras”, o bien “no está literalmente escrito, en tiempo verbal pasado”, o “no se puede constatar como definitivamente escrito”.

    De hecho, el punto de vista que expresé en esta entrada es que el conocimiento común es una suma de fragmentos de verdad (unos más grandes que otros) que se van añadiendo al todo que se va “escribiendo” colectivamente. Y es obvio que cada fragmento ya escrito (o sea: añadido) es válido, y no solo en la ciencia. Incluso los fragmentos más pequeños o sutiles, y sobre todo esos, a veces, como subrayé desde el principio.

    El diablo (como la ambigüedad en el lenguaje) se esconde en los detalles, dicen, por usar yo mismo una coletilla. Pero solo es el “diablo” cuando pasa desapercibido. Si consigues verlo, el diablo se convierte en un palo en la rueda, y solo hay que quitarlo de un tirón. Espero haber sabido quitar yo este mío contigo. Saludos cordiales, Joaquín.

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