Sábado, 25 de marzo
SOY UN ABUSÓN
A partir de cierto momento, todos coincidimos con Borges
en el odio a los espejos. Pero yo me impuesto la obligación de enfrentarme a
ellos, aunque sea solo por unos pocos minutos (no soportaría más), todos los
días, sin faltar uno.
Es la
única manera de que no olvide la edad que tengo. "Vas a cumplir 67 años –me
digo–, no seas abusón, ten en cuenta que esos amigos y conocidos con los que
tanto te gusta jugar a pelear y a los que un día sí y otro también tratas de
vapulear dialécticamente en la mayor parte de los casos ni siquiera han
cumplido aún los treinta años".
Domingo, 26 de marzo
POR QUÉ DETESTO LOS JUEGOS DE
AZAR
En una de esas raras
novelas últimas suyas, que tan poco gustan, cuenta Azorín que los redactores de
un periódico reciben una herencia millonaria y cómo cambia a continuación la
vida de cada uno de ellos.
Un poco de dinero extra está bien. Pero ¿qué pasaría si
de pronto uno recibiera un premio de dos o tres millones de euros? “No tenemos
sueños baratos”, dice el anuncio de la lotería. Yo sí. Los míos son muy
baratos.
Me gusta mi vida como es, salvo algunos retoques acá y
allá. ¿Seguiría siendo la misma si yo recibiera de pronto dos o tres millones
de euros? Tendría que dejar el trabajo, cambiar de casa, pensar en qué hacer
con el dinero (ahora gano exactamente lo justo para que no me sobre ni me
falte, para que resulte invisible).
Por eso nunca juego a la lotería. Nunca. Ni cuando todo
lo hacen, como en el sorteo de Navidad. No me gusta tentar a la suerte. ¿Y si
en una de esas el azar, que siempre gusta de gastar malas pasadas, hace que me
toque el gordo? Si algo detesto más que nada en el mundo son los cambios, por
pequeños que sean. No quiero premios que me cambien la vida. El mayor premio
para mí es que no me la cambien. ¡Con lo que me ha costado hacerla a mi gusto y
con lo fácil que resulta que de pronto todo se venga abajo!
Lunes, 27 de marzo
ESPERA LO MEJOR Y PARA LO PEOR
PREPÁRATE
“Siempre estás hablando de la posteridad y de los muchos
lectores que tendrás dentro de treinta o de cien años.. Imagínate el ridículo
que vas a hacer si no te lee nadie, como a tantos, si caes en el más completo
olvido”.
“No te
preocupes, Luis. Si puedo soportar perfectamente ahora ser un escritor sin
apenas lectores (y menos compradores, según me recuerda mi editor, Abelardo
Linares, cada dos por tres), mucho mejor podré hacerlo cuando esté muerto y ni
siquiera me entere”.
Martes, 28 de marzo
LA CONSOLADORA RUTINA
Cuando uno no puede dormir
y está cansado de dar vueltas en la cama, lo peor que puede hacer es
levantarse, servirse una copa, ponerse a leer o salir a dar una vuelta por los
alrededores de casa. Lo sé por experiencia, pero soy de esas personas a las que
la experiencia les sirve de poco.
Cuando un no puede dormir es como si los fantasmas que
tiene bien enterrados en el sótano rompieran la trampilla, salieran de su
escondite y se metieran todos juntos en la cama a hacernos compañía.
Me levanté sudoroso, harto de revolcarme con ellos, me
duché, me vestí, salí a la calle. Creí que era muy tarde, pero en realidad era
muy pronto: no faltaba mucho para que amaneciera.
Paseé por el desarbolado parque cercano a mi casa.
Lamenté, como hago a menudo, que la luz de las farolas no me permitiera
contemplar adecuadamente las estrellas, que siempre hacen compañía.
Comenzaba a sentirme bien, de nuevo recogidos en su
rincón los perros sin amo que se habían desmandado por mi interior. De pronto
ocurrió lo imprevisto. Siempre ocurre lo inesperado. Se encendió la luz de una
ventana, oí gritos pidiendo auxilio. Primero se me ocurrió lo más sensato.
Sacar el móvil y llamar al 091. Pero me lo había olvidado en casa. Siguieron
los gritos, más angustiosos. Me imaginé que los vecinos los oirían, que alguno
llamaría a la policía. Pero todas las ventanas continuaban a oscuras. Todo el
barrio parecía sumido en el más profundo sueño. Solo aquella ventana continuaba
encendida y algo terrible parecía ocurrir dentro.
Aquella ventana –conté, volví a contar, no había ninguna
duda– era la de mi piso. Me tapé los oídos para no seguir oyendo los gritos,
pero seguía oyéndolos y la voz poco a poco fue dejando de ser desconocida...
Di varias vueltas más y luego, sin pasar por casa (no me
atrevía a entrar en ella), subí a mi despacho del Milán y me entretuve
corrigiendo exámenes mientras llegaba la primera hora de clase y la consoladora
rutina.
Miércoles, 29 de marzo
PODRÍA HABER SIDO PEOR
Me siguen llegando felicitaciones por un supuesto premio
literario que habría recibido. Está claro que, por poca gente que me conozca, me
conoce bastante más de la que me lee.
De los
premios, yo ya lo he dicho todo. Por ejemplo, que es preferible robar que
mendigar, pero mucho mejor mendigar que concursar. O que todo premio destiñe y
deja una mancha en la pechera y en el currículum. Claro que hay premios y
premios. No es lo mismo que te den el Nobel que el premio Casimiro López que
organiza el Ayuntamiento de su ciudad natal (con todos mis respetos para
Casimiro López o Casimiro Parker o como se llame).
La
última vez que junté mis poemas, hice cinco copias, puse mis datos bajo plica y
los mandé a un concurso fue también la primera vez, allá por 1970 o 1971. Cada
uno es hijo de su tiempo y el mío es un tiempo en el que los poetas que pasaban
a la historia se presentaban a un concurso solo con su primer libro. Luego ya
si ganaban otro premio, era de esos a los que no había que presentarse, el
premio de la Crítica o el Nacional de Literatura. Y lo más elegante era no
ganar ninguno, como Luis Cernuda o Gil de Biedma. Lo de los premios quedaba
siempre para los poetas de segunda, que cuantos más ganaban (un tal Manuel
Terrín Benavides tenía el récord: más de seiscientos) más se hundían en su bien
ganado desprestigio.
Y ahora
resulta que a uno de esos poetas, José Luis García Herrera, le ha dado por
firmar solo como José Luis García (como si eso no fuera más un nombre común que
un nombre propio), y que en la versión digital de El Mundo han decidido dar la noticia con una foto mía. Basta leer
el breve texto para darse cuenta de que no soy yo. Pero la mayoría de los
lectores no pasan del titular y la foto.
El
asunto no tiene importancia. Pero me ha dado por pensar lo que habría ocurrido
si el tal José Luis García, en lugar de un benemérito vate que gana de vez en
cuando un premio, fuera el propietario de unas cuentas secretas en Suiza, un
asesino en serie o, peor aún, uno de esos exaltos cargos socialistas que apoyan
a Susana Díaz. El oprobio me acompañaría para toda la vida.
Jueves, 30 de marzo
NO EXCEDERSE EN LA DOSIS
¿Hay éxito comparable a no tener éxito y que no te
importe? En realidad éxito nadie tiene todo el que cree merecer. Camilo José
Cela ya era premio Nobel y cogía un berrinche cada vez que no le daban el
Cervantes o cualquier otro de los que le faltaban. El anciano Gamoneda el mismo
día en que le conceden a la vez el Reina Sofía y el Cervantes echa en falta el
Príncipe de Asturias.
Yo, en
cambio, pienso que éxito, solo el mínimo. El que te permite publicar uno o dos
libros al año y escribir de vez en cuando, solo dos o tres días a la semana, en
los periódícos. Más no, que engorda, envejece y le vuelve a uno un insaciable
cascarrabias.
Viernes, 31 de marzo
LA HORA DE LOS HUMILLADOS Y
OFENDIDOS
Este domingo, mitin en
Gijón. ¿Cuánto tiempo hace que no asistía a un mitin? No lo sé, pero sí
recuerdo perfectamente la emoción de la primera vez. Fue EN 1977, otro abril
primaveral. Han pasado exactamente cuarenta años.
Era el primer mitin en Asturias, y no sé si en España,
del Partido Comunista después de la guerra civil. Recuerdo bien la emoción de
los viejos militantes que habían conocido la cárcel y la clandestinidad. Más de
uno lloraba al ver el tremolar de banderas rojas y de hoces y martillos. Y la
indignación de los más jóvenes cuando el servicio de orden trataba de que no
exhibieran, o no se exhibieran demasiado, las banderas republicanas.
A Santiago Carrillo le costó acallar los abucheos cuando
defendió la necesidad de acatar la bandera rojigualda. No recuerdo ya sus
argumentos. Supongo que hablaría de la reconciliación. Entonces el Partido
Comunista, que llenaba las plazas de toros y los estadios de fútbol,
representaba a la izquierda más moderada. No quería asustar. Los más ilusos se
veían ya con mayoría para formar gobierno. Recuerdo bien aquel mitin, cuando
teníamos la sensación de que estábamos cambiando la historia de España, una
vieja señorona que va a su aire y que no se deja cambiar fácilmente. La
multitud con sus banderas rojas y sus pegatinas con la hoz y el martillo
llenando luego las calles de Gijón. Los mayores se las quitaban y las
escondían, muchas veces tras la súplica de sus mujeres, para no provocar.
Han pasado cuarenta años. Yo entonces era moderadamente
radical, creo que lo sigo siendo. No puedo presumir de no haberme equivocado
nunca. Amparo Amorós, en su libro Quevediana,
le dedicó un soneto a un crítico que se me parecía mucho. Dos de sus versos
decían así: “y pues de humanos dicen que es errar, / sin duda muy humano debes
ser”.
Muy humano soy, y por eso me equivoco a veces y por eso
también soy vengativo y no puedo olvidar la ofensa, la humillación que me ha
infligido, como a otros millones de personas, el partido al que voto desde
1982. Veremos qué pasa ahora. Si ganan los valetudinarios líderes de ayer, me
quedo politicamente huérfano.
Pues enhorabuena por ese premio que no te han dado, José Luis (el uno).
ResponderEliminar“Siempre estás hablando de la posteridad y de los muchos lectores que tendrás dentro de treinta o de cien años.. Imagínate el ridículo que vas ha hacer si no te lee nadie, como a tantos, si caes en el más completo olvido”. [...] Si puedo soportar perfectamente ahora ser un escritor sin apenas lectores [...], mucho mejor podré hacerlo cuando esté muerto y ni siquiera me entere”."
ResponderEliminarSi habla usted tanto de la posteridad y de los lectores que tendrá dentro de treinta o de cien años es porque su inconsciente sabe que la muerte no existe, que morir no es más que cambiar de mundo.
"De los premios, yo ya lo he dicho todo. Por ejemplo, que es preferible robar que mendigar, pero mucho mejor mendigar que concursar. O que todo premio destiñe y deja una mancha en la pechera y en el currículum."
ResponderEliminarExcelente actitud. Pero entonces, ¿por qué es usted jurado de uno o varios de ellos?
Porque me lo solicitan amablemente y no sé negarme. Y porque hay quien no piensa como yo en lo de recibir premios.
EliminarSin ir más lejos, Pessoa. Como es sabido, en una famosa carta a Adolfo Casais Monteiro, del 13 de Enero de 1935, le habla de su participación en el premio del Secretariado que le fue concedido a "Mensagem", y de su convicción de que en ello, en participar, no había "mayor pecado intelectual".
EliminarA los jóvenes admiradores de Pessoa les molestó bastante que Pessoa participara en ese concurso, organizado a mayor gloria del régimen de Salazar. Pero hay algún otro buen poeta que ha participado en concursos. Lo que yo creo es que se puede ganar un premio, o dos, o tres, y ser un buen poeta, pero si se han ganado veinte o treinta seguro que no.
Eliminar¿Y cuando se han recibido más de una docena, además de medallas y condecoraciones diversas, como Jaime Siles?
EliminarLos premios para el que se los trabaja, las medallas y condecoraciones para aquel al que le hacen ilusión.
EliminarA Jaime Siles parecen gustarle mucho los premios y los honores. ¿Es un buen poeta?
EliminarHay diversas opiniones al respecto.
EliminarY la suya, ¿cuál es?
EliminarMatizada. Ya la he expresado en diversos comentarios a libros suyos (buscar, si interesa).
EliminarEn sus dos blogs, sólo habla de Siles a propósito de premios literarios.
EliminarSi ha escrito críticas de alguno de sus libros ¿dónde pueden encontrarse?
Que yo recuerde ahora en "La poesía figurativa" se le dedica un capítulo.
EliminarSana y juiciosa filosofía de la vida, el desapego del éxito, el olímpico desdén. Para cualquiera con unos cuantos años, o con lo que se suele llamar experiencia, es un engaño hablar de éxito donde no acecha más que declive, enfermedad y muerte.
ResponderEliminarNo hay más éxito en la vida que ese fulgor momentáneo del abrazo deseado, demorado y conseguido.
PIERDO EL VUELO POR CULPA DE MARTÍN
Me despierta la musiquilla del móvil a las cinco cuarenta y cinco. Una ducha rápida y un café aguado con una galleta de coco. De coco... ¿quién compra hoy galletas de coco más que este hombre? Me acabo de vestir. El billete del vuelo a Barcelona no está donde lo dejé anteayer, aquí encima de la mesa del despacho, con la piedra del Vesubio encima. Revuelvo en el cajón y nada. Este Martín seguro que lo usó de marcador de alguno de aquellos librachos que... Lo voy a despertar, no hay más remedio. Pero no está en su cama. En el baño tampoco. Este maniático... Ah, en la terraza, verás.... Nada. Maldito Martín, Martín, Martín.... Se me echa el tiempo encima y el Alsa no espera. Si tengo que tomar un taxi lo mato. ¡Martín! ¿Dónde estás, jodido liante? Igual está fumando en el rellano de la escalera. Pero si no fuma... ¿Quién me habrá mandado a mí venir a su casa y no al hotel de Ventanielles? Sé cómo es y siempre terminamos discutiendo acaloradamente. Veinte minutos y este pelmazo que no aparece. ¡Martín! ¡¡Martín!! ¡¡¡Martín!!! ¡Que pierdo el vuelo, coño! ¡¡¡Me cago en la leche!!! !!!Martííííín!!! El vecino de al lado da golpecitos en la pared... ¡Jódase, compañero, y no provoque! ¡¡¡Martíííín!!! Venga, que llamo al 091.